Enlace imaginado // Cynthia Eva Szewach

                                                            Algo en nosotros que no nos está destinado encuentra salida

                                                                                                    Pascal Quignard

Algunos poetas y escritores eran considerados por la lectura sensible de Freud como visionarios del mundo y en sus articulaciones ficcionales, en pasos adelante respecto a la teorización psicoanalítica. Cuando intentamos preguntarles de donde extraen sus temas, nos dice en el “Poeta y la fantasía”, no obtenemos con lógicas razones, demasiadas respuestas. Agrega que en el juego de infancia puede situarse un lugar privilegiado donde se alojan las huellas de la actividad poética. [1]

El joven poeta Bruno Goetz, cuenta en las cartas a un amigo, publicadas como “Recuerdos de Sigmund Freud”, que alrededor de 1904 tuvo unos pocos encuentros con él. Fue movido a consultarle a partir de dolores muy intensos de cabeza, neuralgias faciales constantes. Freud había leído algunos de sus poemas y lo recibió con cálido interés ayudándolo con su dolencia. En el tercer y lo que fue el último encuentro, luego de escucharlo, preguntarle acerca de su vida, reír e incluso ayudarlo económicamente, le dice algo peculiar: “No quiero orientarlo de ninguna manera, usted es aún muy joven, y sólo el demonio sabe dónde puede llevarlo esta juventud. Por eso no voy a analizarlo, debe encontrar el camino por su cuenta…” “Conserve su audacia, es lo único que importa, no se analice nunca, siga escribiendo buenos poemas si quiere…”. Una forma de habilitación a la solitaria escritura, no sin esos encuentros que para Goetz fueron de inolvidable “confianza sin reservas”.

En alguna Correspondencia, Kafka por haber leído a Freud dijo: “Al principio las obras psicoanalíticas te matan el hambre de forma asombrosa pero inmediatamente después te vuelven a encontrar con el hambre de siempre”.  Como no se trata del terreno de la necesidad el hambre del artista no tiene por qué saciarse, al mismo tiempo es imposible que se transite el psicoanálisis solamente en el campo de la teoría, en tanto se trata de una experiencia, de una praxis. Para Kafka se trata de la experiencia escritural en el vivir. Freud no leyó a Kafka, no le llegaron sus escritos, ni tampoco desde ya, lo recibió en su consultorio. Pero quizá podamos imaginar que una posible intervención, si hubiese habido alguna consulta, podía haber estado cercana a la que le propició a Goetz: Siga escribiendo… O mejor aún continuemos en un lazo epistolar, ya que usted puede leer claves que yo tardaré en vislumbrar. Como escribe G. Steiner, Kafka puede entrever la tecnología de la fábrica de muerte como las paradojas de complicidades en regímenes totalitarios, y las raíces del nazismo en engranajes de tortura sobre los cuerpos. Subraya Diego Sztulwark “proviene de la capacidad auditiva del escritor, de su genio para percibir y estimar el valor pronóstico de ciertas inflexiones del lenguaje”. En el uso de los lenguajes además se vislumbra las políticas que impregnan los cuerpos de una época.

Freud en 1919 escribe Das Unheimliche (traducido como lo siniestro, ominoso, inquietante extrañeza, lo sospechoso, lo in-familiar) texto que va a arribar hacia “Más allá del principio de placer” donde articula la pulsión de muerte, ligada a la compulsión a la repetición. En lo ominoso las presencias de inclusiones simultáneas, las mismidades en espacios y tiempos heterogéneos, discontinuos, presencias en forma de retornos arcaicos que provienen del Heim, la intimidad, el hogar, lo familiar que se torna extraño en especial en circunstancias de fragilidad. El huésped extranjero acampa en una intemperie inhóspita en nuestra propia casa. Kafka alrededor de esa misma época escribe varias obras. Por ejemplo, en “El médico rural” lo desconocido amenazante está en el interior del propio terruño “Uno no sabe lo que puede encontrar en la propia casa” dice con susto un personaje.  También de esos tiempos es la Carta al padre (1919). Un padre que creía en el progreso y en la individualidad de su genealogía y somete al hijo a una deuda infinita, impagable.  “Con mi atrevimiento pongo en juego toda la eficacia que espero en esta carta”. Pero si se escribe con el cuerpo, la carta plantea una fortaleza valiente, letra como combate, lejos de ese temor que tiene al cuerpo frágil, enfermizo, y obediente que desde un abismo habla. Para Canetti «la vulnerabilidad del cuerpo como condición de escritura, necesita de su soledad como desprotección, para no caer y así escribir» En la carta, bajo la figura de la invención de una orfandad común sin embargo escribe en algún fragmento en la voz de un padre en su pluma. Como dicen Deleuze y Guattari: “El problema con el padre no es como volverse libre en relación a él sino como encontrar un camino donde él no lo encontró” resonancia con la experiencia freudiana en “Un trastorno de la Memoria en la Acrópolis”, cuando está perturbado al “llegar más lejos que el propio padre”, o en todo caso, afectado al llega a un lugar desconocido, deseado. Un análisis como escribe Jinkis, si sucede, posibilita construir en la diferencia, que “padre” deje de ser una referencia desesperante.

Cuando Freud escribe Das unheimlich, la primera Guerra está en juego hacia sus finales y no deja de ser mencionada en sus efectos que desde ya se hacen oír en la sensibilidad de los habitantes y en el espectro de los cuerpos de los caídos en esta guerra de trincheras. Como escribe Grunner en “Lo que le debemos a los muertos”: en esa guerra aparece, que se sepa por primera vez en la historia, la figura del soldado desconocido, del desaparecido en combate […] por lo cual es ahora el cuerpo singular del muerto el que deviene abstracción”. 

En contacto con sus circunstancias siendo además de una teorización novedosa lo subrayado en Das Unheimlich es que se trata de una experiencia muy particular con la angustia y una experiencia con la extranjeridad del lenguaje. “Algo extraño a su propia lengua es el origen que su escritura mantiene con el no lugar de la ficción o del sueño” dice De Certeau.  Es lo extraño a su propia lengua, pero a su vez lo extraño es inherente a la lengua que habita todo sujeto.  Kafka un judío checo, que escribió en alemán, pensó en hebreo y lo atraviesa el idish.

 En el relato “Un Mensaje Imperial”, un mensajero no puede llegar en su trayecto a llevar el mensaje del emperador, que le fue susurrado en su último suspiro, no puede atravesar la última puerta, que no será la última porque aún falta cruzar el centro del mundo donde su escoria se junta sin fin. Finaliza el relato dando una apertura “Pero tú te sientas junto a tu ventana y te lo imaginas al mensaje, al caer la noche”. La fuerza de la imaginación.

 Kafka no supo el trágico destino de su hermana Ottla, ni de sus amores Julie o Milena en los campos de concentración.  Freud en “El Malestar de la Cultura” (1930) a su vez concluye el escrito de manera no muy esperanzadora acerca de las fuerzas de destrucción, y también había avizorado que los cantos de las nodrizas no bastaban contra lo demoníaco. Pero no es sin ellos.

Freud comienza el texto sobre La Gradiva pompeyana diciendo: “Un día tuve la curiosidad de examinar los sueños que nunca fueron soñados”.

 

[1] “El psicoanálisis no es un sistema alegórico que explica literaturas, si algo todavía es, sería deseo de alojar lo inexplicable” Prólogo a Kafka: preindividual, impersonal, biopolítico. Compilación. Ed La Cebra 2010

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