Engendros de masculinidades // Silvio Lang

Engendros, el primer libro de Pedro Yagüe, desensilla con dos relatos sobre el hecho de ser o no ser hombre. El primero, “Retrato cansado”, pinta la imagen arquetípica de la camaradería de varones tristes: los bebedores en el bar. Es un retrato de lo cansino, lo desvencijado, lo trasnochado y vetusto de las típicas escenas de buenos muchachos. Podría ser una estampa de escritores en el bar Varela Varelita de Buenos Aires. Escritores cansados de ser hombres. Ser hombre es una pasión concluida, resignificando el nombre de la novela de amores lésbicos, de Vita Sakeville-West.

 

El segundo relato, “Barret”, activa la fantasmática de la injuria de ser un varón homosexual a principios del siglo XX.  Ser homosexual es la represión originaria que permite hacer el hombre. Luego, el libro, desenvaina una caterva de ensayos que avivan las escrituras de ocho hombres más, ocho nombres del padre –“Mansilla”, “Fogwill”, “Gombrowicz”, “Lamborghini”, “Carri”, “Asís”, “Viñas”, “Rozitchner”. En el medio, un ensayo, “Paréntesis”, sobre la hija de uno de los hombres elegidos. Una hija lesbiana, Albertina Carri. Por último,  el libro culmina con una diatriba entre hermanxs que funciona como polémica del hijo guacho: “Engendros”, y que da nombre al libro.

 

La pregunta que sobrevuela a  lo largo de todo el libro es: ¿cómo perder el miedo de no ser hombre y ser un engendro? Ser otra cosa que no sea la obligación de actuar ese universal heterosexual de ser hombre y, ser, en cambio, un nombre, un ser singular.

 

En mi lectura de subrayados propios, aquello que nos gusta de lo que encontramos cuando leemos, según aprendí de la teoría de la lectura de María Moreno, se me arma un campo semántico de la afectividad. Una afectividad estratégica para la refundación de nuevas masculinidades. Entonces, con esos elementos queridos confecciono el índice de lo que podría ser el próximo libro de Pedro, cuyo nombre le regalo al amigo: “Tratado de engendros de masculinidades”. El libro por venir contiene 23 capítulos aún no escritos, a saber:

  1. Imaginación sensible
  2. Sabe el que siente
  3. Participación afectiva
  4. Acercamiento al corazón
  5. Vivencia afectiva
  6. Ruptura afectiva
  7. Capacidad de alojar
  8. Empatía
  9. Afectos sociales
  10. Afectos en el cuerpo
  11. Afectos vivos
  12. Arte de hacer sentir
  13. Odio: proyecto teórico-político
  14. Internacional de los humillados
  15. Sumersión del cuerpo en el texto
  16. Contra-coherencia sensible
  17. Escuchar el afecto
  18. Escuchar una poética
  19. Saberes del cuerpo
  20. Escucha de la propia afectividad
  21. Agitar el cuerpo sedimentado de afectos
  22. Destreza pasional
  23. Coordenadas afectivas del pensar

 

Este tratado para afirmarse como tal necesita preguntarse: ¿Cómo hemos fundado nuestra masculinidad? ¿Cómo refundarse desde la orfandad y las alianzas en el tiempo? ¿Cómo perdemos el miedo a no ser hombres? ¿Qué más puede haber  además de la pasión concluída de ser hombres? Y es en el último capítulo “Engendros”, con voz propia y fraterna, donde se puede encontrar la clave, articulada por Pedro, para elaborar ese tratado de nuevas masculinidades. Cuya tarea “implica asumir la orfandad”. Animarse a “olvidar los supuestos padres, los posibles hijos”. Y comprender que “esto será siempre un trabajo por tanteos, avanzando sin ver bien hacia adónde, sin saber del todo con quién”. Tu serás tu propio engendro.

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