En diálogo con AGENCIA PACO URONDO, el pensador Diego Sztulwark dijo que “lo único que puede ligar esperanza con auténtico entusiasmo es un movimiento de masas que impulse de abajo hacia arriba”. Y agregó: “Me parece históricamente relevante que Kicillof proponga pensar una nueva canción para política por venir”.
APU: ¿Qué lectura hacés de la irrupción del fenómeno Milei?
DS: Para responder a esta pregunta, me sirvo de una pequeña historia. De viaje por la URSS, Ezequiel Martínez Estrada dio clases a estudiantes de literatura que reivindicaban el realismo. A ellos, el autor de Radiografía de la pampa les decía que si les interesaba el realismo debían leer a Franz Kafka, pues él mejor que nadie enseñaba que en el núcleo de lo real no hay una lógica sino un drama. Y que el absurdo era la clave última de la realidad. Con esa advertencia en mente, respondo, ahora sí, de modo directo: Milei es la negación radical de toda política.
Creo para entender este fenómeno hay que partir de al menos tres elementos, que son, en orden de importancia: la humillación -el enojo y el resentimiento vengativo- de una parte importante de la población, que tiene presente el proceso de empobrecimiento continuo del país que lleva ya una década, y que abarca por lo menos a los gobiernos de Macri (cuya principal acción política fue el endeudamiento con el FMI) y Fernández (cuya principal herencia es haber convalidado el acuerdo con el fondo); la renuncia misma a todo sistema de problematización, moral y epistémica, en nombre de una razón que surgiría de una combinatoria espontánea llamada “los mercados”; y finalmente un tercer elemento es la agenda y los instrumentos (tecno-comunicacionales) que la ultraderecha global diseñó para gobernar de modo ultra individualista las pasiones de sujetos sometidos a la polarización social creciente del capitalismo actual. Milei fue durante unos cuantos meses el instrumento de los humillados para humillar a sus humilladores (la casta).
APU: Vos decís “durante unos cuantos meses”. ¿Ya no lo es?
DS: No puedo saber cómo evolucionará el fenómeno de Milei en el futuro, pero el resultado de la última elección y su actual alianza con Macri y Bullrich podrían decepcionar a quienes esperaban de Milei una refutación del entero orden político.
APU: ¿A qué le atribuís la diferencia que hubo entre las PASO y las generales?
DS: Hubo una reacción ante la amenaza que supone la suma del horror. Mientras estamos charlando, Bullrich y Macri se reúnen con Milei y forjan una unidad política. Es la unidad de la extrema derecha argentina. Macri al mando, Milei a la TV, Bullrich ministra de represiones y afines. A ese horror me refiero. En términos de enemistad, los une, según declaran, el odio «a Cristina», a quien ven como el resumen de las por ellxs odiadas banderas de los derechos humanos, el mercado interno, el feminismo, la organización social y el gasto público.
Ahora se ve con toda claridad que acá no se trata de un problema de «cultura política», o de peronismo-antiperonismo. En ese sentido, Massa tuvo toda la razón en su discurso del domingo 22: la «grieta» (ese término estupidizante lanzado oportunamente por Jorge Lanata) no corre más. Ahí está el voto alfonsinista a Massa para probarlo. Lo que se discute es otra cosa: son dos modos de gestionar el capitalismo dependiente. Una de las cuales apuesta lisa y llanamente a la guerra (dolarización, alineamiento con Bolsonaro, Trump, Netanyahu, negacionismo). Del otro lado, una coalición electoral de la burocracia política y sindical más tradicional (la dirigencia de los 40 años de la democracia).
En este sentido, algunas medidas tomadas por el actual ministro de economía y candidato, tales como la devolución del IVA, fueron quizás una señal en ese sentido. Esta última coalición es más plural y contradictoria e incuba un gobierno conservador de unidad nacional, pero no fascista (Macro vs Le pen).
Un lugar importante en esta coalición electoral lo ocupa Axel Kicillof (así como organismos de derechos humanos, del feminismo, parte de lo mejor del movimiento obrero y los movimientos sociales) que es otra cosa que Massa. Lo defina o no con claridad la izquierda partidaria, los votantes de esa orientación se volcarán también y con razón hacia Massa. Para muchos se trata de un nuevo compromiso político, para otros tantos de un voto de circunstancia, pero no cabe duda de que incluso si caracterizamos que lo que está en juego son dos formas del ajuste, hay que considerar seriamente que en el voto contra Milei (si es que Milei finalmente se presenta) hay una reacción vital, un tejido material y simbólico que hace una diferencia importante.
APU: ¿Qué ves efectivamente en Axel?
DS: Cuando Axel Kicillof habla de que hay que componer un nuevo tema activa dos cuestiones fundamentales que no aparecen en el lenguaje: el primero es qué hacer o qué lugar tienen las herencias del movimiento social y popular en lo que viene; y lo segundo e inseparable de lo anterior es preguntar cuál es la música y el texto de una política por inventar.
No es que yo crea que Axel tiene esto resuelto, pero me parece históricamente relevante que él sostenga esta diferencia en la coalición.
APU: ¿Cuáles crees que pueden ser las líneas de acción de un hipotético gobierno de Massa, su perfil, tanto en la política doméstica como en su versión internacional?
DS: Me parece que se puede esperar más de lo que estamos viendo, neoextractivismo más neodesarrollismo, más pago al FMI, pero con correcciones importantes; más poder político presidencial en un comienzo, un juego internacional más abierto, y una coalición política conservadora más amplia. Lo que Massa llama gobierno de unidad nacional. Massa es el jefe de la derecha del viejo Frente de Todos. Él llegó al poder cuando fue nombrado ministro de economía.
Pero no creo que el kirchnerismo se haya agotado. Al contrario, muchos votos de Massa son del kirchnerismo. Y la presencia de Kicillof y de Cristina debería servir para que el nuevo Massa no sea un Néstor Carlos Menem (kirchnerismo en las formas, menemismo en los contenidos). Pienso que Massa hará lo que Cristina proponía el año pasado cuando hablaba un pacto para discutir el bimonetarismo, negociar con el FMI y refundar un consenso contra la violencia política. Pero no sé si Massa hará una reforma de la justicia.
APU: ¿Pensás que existirá, en ese sentido, una disputa entre Massa y el kirchnerismo por el poder?
DS: Esa competencia ya comenzó, aunque por ahora es una competencia colaborativa. Imposible saber cuándo y cómo se resolverá. Pero esto ahora me parece secundario. Lo que parece central es que Massa hereda el programa de Larreta (imposible predecir si en un hipotético cogobierno figurará como el ex jefe de gobierno de Caba; lo mismo con el carcelero de Milagro Sala, Morales; es decir, si ocuparán algún lugar en el cada vez menos hipotético gobierno de Massa y bajo qué etiquetas). Habrá tanto de proteccionismo industrial y de intervención estatal como haga falta para gestionar un capitalismo en crisis en un mundo cada vez más en guerra.
APU: ¿Qué relevancia le das, entonces, y en términos de reconfiguración del escenario político, a esta posible alianza entre el peronismo y el radicalismo?
DS: La alianza entre peronismo y radicalismo -cuyo formato se teje en estas horas- grafica la profundidad de la crisis. Crisis del radicalismo desde 2001. Crisis del peronismo desde 2013, 2015 y seguramente 2021. La alianza Alfonsín-Duhalde fue la clave de la gestión parlamentaria de la crisis de 2001. Me parece que se podría decir lo siguiente -siguiendo la lectura que hace Alejandro Horowicz en su reciente libro El kirchnerismo desarmado– sobre los cuarenta años de democracia: el ciclo bipartidista 1983-2001 entra en crisis con el estallido y la irrupción de un potente movimiento de piquetes y asambleas.
Dos décadas después, el bicoalicionismo entra en una nueva crisis (luego de la pandemia, del atentado contra CFK, de la denuncia de CFK sobre la presencia de un Estado paralelo y una justicia-mafia que la proscribe y una disparada inflacionaria que agrede ingresos populares) con la irrupción de una fuerza de la ultraderecha. No creo que la alianza entre la no política de Milei y la política gorila de Bullrich puedan sumar una mayoría. Pero eso no resuelve de por si la crisis. De ahí el llamado a un gobierno de unidad.
Lo bueno: ya no hay un partido militar que como brazo armado del bloque de clases dominantes toma el poder para resolver las crisis de gobierno. Lo malo es que, en este desenlace, el movimiento popular con sus contenidos plebeyos pasa al fondo de la historia y deberá comenzar de nuevo una paciente reconstitución. Hay una nueva generación irrumpiendo en la vida pública. Hay que mirar lo que pasó en Rosario con el Partido de la Ciudad Futura y Rosario sin miedo. Que una amplia alianza frene al fascismo es saludable. Que esa alianza, que seguramente arribe al gobierno -un gobierno restringido por la deuda y el FMI- se imponga como límite de todo horizonte emancipatorio sería demasiado penoso.
La única posibilidad de convertir una reacción popular contra la extrema derecha en una nueva perspectiva democrática es la recomposición de un movimiento de masas, popular que provoque un impulso de abajo hacia arriba. Esto es, desde un de vista sensato -realista, en un sentido kafkiano- lo único que puede ligar plbeesperanza con auténtico entusiasmo.