por Lobo Suelto
Lobo, buscando potencia, llegó a desertor. Tres episodios revelan su biografía.
Lobo cachorro, criado entre edificios y bosques, resulta perturbado hasta los huesos cuando escucha a la manada proferir la palabra “desaparecidxs”. Más tarde -quizás desde siempre- se conmueve en su alma salvaje al descubrir la inversión de la fábrica de la potencia humana. Cuando contempla a unas Madres cuya potencia ya no es la de engendrar hijos, sino la de afrontar que ellos, sus hijos han resultados aniquilados por el terror estatal -es decir, militar; es decir, eclesial; es decir, empresarial. Unas madres que engendran potencias colectivas desde el dolor más indecible recorriendo los círculos de la imposibilidad. Este modo invertido de engendrar quedó grabado por siempre en sus lupinas pupilas, sin poder jamás digerirlas, olvidarlas. La ley: ¿qué Ley? Nunca pudo Lobo acabar con eso. Nunca pudo Lobo amar al estado. Nunca pudo Lobo volver a sentirse parte del todo.
Lobo adulto, se despierta una cálida mañana del verano del año 94. Lo sacude un aullido agudo. Sus oídos retuvieron lo esencial: pasamontañas, fierros, literatura, vidas humildes, indígenas. Su olfato hizo otro tanto. Nuevamente, una forma inédita de engendrar potencia colectiva. Potencia política. Comunidades en rebeldía. Paciencia infinita. Lobo se deleitó con sobrada ironía las palabras que venían de un supuesto poeta sin rostro, una voz engendrada en el cruce de la revolución y las mitologías mayas. Sin encandilarse, Lobo corrió. Corrió y corrió. Corrió, porque no podía consigo mismo de salvaje que se ponía. Y sintió cómo todo se volvía selva: el nuevo milenio se abría, proliferante, colorido. Nunca pudo Lobo después de eso detenerse. Ni sentirse solo.
Lobo viejo se entregó a las delicias de la deserción. Lector voraz, nunca desatendió la emisión de signos, incluso mínimos. Se volvió amante de las argucias y los simulacros, de todo esbozo de rabia y de ternura que la naturaleza pudiera estar elaborando en cualquier lengua. Lobo estudia verdades geométricamente demostradas: actualmente cree que todo eje vertical resulta fundamental si resulta capaz de engendrar, de modo inédito, la potencia de las horizontales.
Anoche Lobo se hizo una panzada con una ficción de despedida. Decía así “Es nuestra convicción y nuestra práctica que para revelarse y luchar no son necesarios ni líderes ni caudillos, ni mesías ni salvadores; para luchar sólo se necesita un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha organización, lo demás o sirve al colectivo o no sirve”. Y eructó sin nostalgias un “adiós Marcos”.