Hay que recuperar con fuerza el paradigma de un proyecto: ofensiva sensible, agenda económico-social, disputa política, batalla de ideas.
La rotunda derrota electoral del Frente de Todos en las PASO de ayer da cuenta del profundo llamado de atención para la coalición gobernante. Y esto en un doble sentido: por lado, la mayoría de la población ha dado un mensaje de que las cosas no pueden seguir así. Por otro lado, ese descontento se ha canalizado por derecha, incluso dando un visto bueno a quienes condujeron el país al abismo, apenas dos años atrás.
No parece ser un dato menor que la izquierda identitaria, sumando los votos de sus seis expresiones trotskistas (las cuatro que fueron a internas del FIT-U -es decir, MST, PTS, PO, IS-, mas Palabra Obrera y el Nuevo MAS), haya cosechado no más del 7 % de los votos. Sí, han realizado una mejor elección que en otras oportunidades, obtuvieron buenos resultados en Chubut y dieron un batacazo en Jujuy (alguna vez lo dieron en Salta), pero el dato central de estas Primarias no es el leve repunte de estas expresiones sino que la derecha que se presentó fragmentada por fuera de la interna de cambiemos logró sumar alrededor de 12 %. Es decir, que la derecha en su conjunto, con 50 % de caudal de votos, se posiciona como una nueva mayoría en la Argentina. Tampoco parece ser un dato menor que los candidatos más votados de la derecha hayan sido los responsables más cercanos en el tiempo de la debacle del país (no importa que Larreta se haya impuesto sobre Macri o Juez sobre Negri en Córdoba, porque como declaró éste último, en noviembre estarán todos juntos “para combatir el populismo”).
Por el lado del peronismo, entre Ranzazzo y Moreno juntaron menos que la izquierda (y casi lo mismo que el voto en blanco), es decir que, sumando esos votos peronistas a los del Frente de Todos, no se llegó si quiera al 40%. El porcentaje de presentismo, por otra parte –teniendo en cuenta que eran elecciones primarias y en pandemia–, fueron elevados. Esto tira por la borda las estimaciones de las encuestadoras (nuevamente). Está claro entonces que el descontento no se expresó ni por la vertiente de la anti-política ni tampoco a través de las corrientes de izquierda o de un peronismo más ortodoxo. La mitad del padrón eligió opciones de derecha.
Una lupa para leer la época
El escenario tiende nuevamente a polarizarse. Por el lado de Juntos por el cambio, es parte de su estrategia: polarizar e intentar reducir la amplitud de la coalición gobernante actual al kirchnerismo. Esperemos no sea también estrategia del cristinismo, porque si hay que ha primado en estos últimos dos años en un alto porcentaje de quienes somos parte del Frente de Todos, es el deseo de tercera posición.
El desafío es enorme: agrupar en un mismo polo una gran diversidad de expresiones, que puedan plantearse claramente como una alternativa al proyecto cambiemista que gobernó hasta 2019, poner en valor lo acertado de determinadas formas de administrar la pandemia, pero también de dar cuenta de una autocrítica, y proponer líneas de acción concreta para la pospandemia (Cristina, por ejemplo, habló una hora durante el acto de cierre en Tecnópolis, con abundantes referencias al pasado, incluso de su pasado personal y familiar, pero poco o nada respecto del futuro de las mayorías populares del país).
La división del frente opositor, la incógnita en torno a qué capacidad de conservar intactos los votos radicales tendrá Juntos también juega en la coyuntura que se avecina, aunque lo central tendrá que pasar puertas adentro en base a la lectura autocrítica que pueda realizarse.
Si todo esto resulta vital es porque corremos el riesgo de perpetuar las dificultades que venimos arrastrando para leer las situaciones, desde la coyuntura previa al ballotage Scioli-Macri hasta hoy. Enunciados del tipo “medidas económicas ya” o “redoblar la militancia desde hoy mismo” no pueden ser las únicas respuestas. Claro que uno de los puntos centrales de la hora es abordar con mayor profundidad la agenda económico-social, porque no alcanza con denunciar que el combo herencia macrista + pandemia mundial fue fatal, sino que hay que poder hacer algo con eso. Estamos en ese aspecto en números escandalosos, de pobreza e indigencia, pero también de brecha entre los aumentos de los índices de inflación y los del salario real. Tampoco se trata (sólo) de “más militancia”, en tanto no se problematicen los modos en que se lo hace: hay que escuchar más, permanecer a la apertura del intercambio, poder leer qué repertorios ya están totalmente caducos o al menos profundamente deslegitimados y no caer en la tentación de pensar que entonces debemos hacer las cosas como la derecha. Porque la derecha tiene otro proyecto, y éste es inescindible de los modos en que se expresa (memoria de corto plazo, trabajo sobre lo emocional, slogans sin fundamentos, mentiras descaradas, ocultamiento de sus intenciones).
Y hablando de proyecto, vieja palabrilla un poco en des-uso, quizás sea la hora de retomarla un poco. No puede ir la agenda económico-social por un lado, la disputa política por otro, la batalla de ideas extraviada como patrulla perdida y las ofensivas sensibles como interrogante perpetuo. Hay que poder anudar estas dimensiones en una estrategia integral. Y para ello se requiere un trabajo arduo, sostenido, de miras lejanas. Hay que poder trabajar sobre las herencias y los cambios epocales.
Desigual y combinada
Un desafío de la hora es abordar los cambios epocales.
La pandemia radicalizó una serie de tendencias que venían pujando por abrirse espacio, y ella misma abrió un momento específico de crisis multimensional. Pues entonces no es posible pretender resolver los problemas urgentes de la hora con recetas ya caducas, con formas anticuadas, con repertorios gastados y contenidos añejos. Y lo inverso también es válido: no se puede saltar del discurso de reconstruir la Argentina peronista al tarot y las humoradas sobre garchar, aunque no haya que descartar ni el garche, ni el juego, ni el humor como cuestiones políticas.
Las brechas entre militancias populares y de nuevos emergentes y las y los funcionarios y dirigentes políticos “de carrera” es enorme. Y profunda la desconexión entre estas instancias y el que-hacer intelectual y las intervenciones en torno a cuestiones vinculadas a la subjetividad El momento electoral no puede ser una excepción en este proceso de necesario reanudamiento de estas instancias. Hay que asumir la integralidad sensible, económica, política, cultural de las apuestas en las que nos embarcamos.
Recuperar la iniciativa táctica requiere entonces, necesariamente, discutir más fondo algún tipo de perspectiva estratégica.
Y el mundo actual muestra que la recuperación de márgenes de autonomía de los Estados nacionales en el orden mundial neoliberal sólo puede ser una parte de la película. Los otros tramos del film que protagonizamos requieren apostar por la invención, entender la política misma como una invención, y retrabajar la herencia: ¿en qué nos equivocamos en el pasado? ¿Qué cuestiones pretéritas ya no tienen sentido en nuestro presente? Y por el contrario: ¿qué elementos de la tradición debemos rescatar, retener, refuncionalizar para no quedar atrapados en la red de elementos inmediatistas en que nos vemos envueltos en la era del realismo capitalista?
Las luchas feministas y de la diversidad, los paradigmas ecologistas y las prácticas territoriales de matriz comunitarias de algunas economías populares tienen mucho para decir al respecto. Hay que ver hasta dónde la política tradicional (incluso la progresista) está dispuesta a escuchar, a incorporar, a dejarse interpelar.
Después de las PASO de 2019 el macrismo recuperó diez puntos. No ganó, pero tampoco se retiró humillado; y le quedó nafta para esta disputa de 2021. Cristina Fernández activó una batería de medidas tras la derrota de 2009 y arrasó en 2011. Así que un desafío de la hora es combatir el desánimo en las propias filas. Y ser más audaces para imaginar el futuro.
Álvaro García Linera insiste en una caracterización que deberíamos retener. Dice que a diferencia de épocas anteriores ahora los momentos políticos son muy inestables, y todo triunfo (popular, progresista o neoliberal) debe asumirse en su fugacidad. Como si el “equilibrio inestable de fuerzas” ya no fuera un momento excepcional sino una constante. Sobre el fondo de esta cuestión está el debate sobre las formas de vida contemporáneas.
Si el capitalismo en su fase neoliberal produce no sólo al hombre y la mujer como mercancías, sino un tipo determinado de subjetividad, necesitamos urgente emprender una analítica micro-política capaz de indagar sobre los ámbitos de la sensibilidad, trabajar críticamente en torno a cómo el neoliberalismo fabrica modos de vida que logran captar y modelar los deseos de las personas. Porque allí se juega una disputa fundamental: y no hay relatos de Víctor Hugo Morales, columnas de opinión en Página/12 o locutores ofuscados de C5N que puedan aplacar esta tendencia. Porque el problema no es sólo de información o de conciencia, sino mucho más profundo (el enemigo histórico no está sólo allí afuera, cosechando votos en lugar de golpear las puertas de cuarteles militares, sino que actúa como un centinela dentro nuestro, al interior de cada espacio propio, e incluso, adentro de cada una, de cada uno de nosotros).
Que la disputa comunicacional es una parte de la pelea, sí, claro (otra es la discusión sobre el modo en que se aborda); pero debemos inscribir esa disputa en una lucha cultural más amplia (que implica asimismo “batalla de ideas” y “ofensiva sensible”, para retomar el concepto con el que Diego Sztulwark tituló un libro suyo). Las otras partes, como ya hemos señalado, implican una agenda económica y social urgente para atender las necesidades elementales de los sectores más golpeados por la situación actual y vocación política de sostener la unidad.
Sin estos elementos no hay salida victoriosa en el horizonte de las disputas en curso. Esperemos que las y los funcionarios y dirigentes políticos tradicionales hayan tomado nota de los resultados de ayer. Esperemos tengan la generosidad de tener más en cuenta a las organizaciones sindicales, los movimientos populares, las construcciones sociales a la hora de emprender la patriada que tenemos por delante.
Un tropezón no es caída. Pero te podés lastimar. Y aquí no se daña sólo la gestión del gobierno. Aquí se daña nuestra dignidad, se lastima el presente y el futuro de nuestro pueblo, de nosotros, de nosotras, que somos parte de él, porque vivimos como él, y no como los sectores privilegiados que pretendemos combatir cuando decimos anhelar y luchar por una Argentina libre y soberana, por un país con justicia social.
*Director del Generosa Frattasi, Instituto Plebeyo de la Federación de Cooperativas de Trabajo Evita. Miembro de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular. Integrante de la Cátedra Abierta Félix Guattari. Responsable de la Formación del Movimiento Evita en la Provincia de Buenos Aires.
Mariano Pacheco, el Movimiento Evita, es el que se fue con Randazzo? o es otro, perdon…