por Diego Valeriano
El cambio se da en el momento justo. Sale uno y entra el otro. Aunque uno ya se había ido y el otro había irrumpido a puro gesto. Pero no está mal que uno anuncie su retiro y el otro se pare de manos ahí, en el terreno más complejo, como una definitiva presentación.
El gran provocador que fue Jorge Luis Borges dijo una frase sobre ellos “Uno llega a ser grande por lo que lee y no por lo que escribe”. Dijo esto sabiendo que venían a terminar el siglo XX y a empezar el XXI. Dos grandes lectores de signos urgentes del futuro, Marcos y Francisco supieron hacer la más difícil de las tareas: leer, decodificar y hacer futuro de manera inmediata. La grandeza es captar signos, comprender las relaciones que ellos presentan.
Católicxs e indígenas necesitaban de estas figuras frescas que vengan a irrumpir y dar oxigeno donde ya nada quedaba. Apoyados en bases milenarias y organizadas, no fueron emergentes de nada. Tan solo son singularidades poéticas, sensibles y lucidas creadoras de una potencia inconmensurables. Nosotrxs también los necesitamos. Como a Deleuze, como a Chávez.
A mí me la baja esa adhesión incondicional, doctrinal, partidaria e ideológica a ellos dos. Lo mío es más bien una intimidad, con una cierta distancia. Creo que los signos de Marcos y Fransico no son un sistema, una doctrina, un conjunto de reglas. Parece más bien acciones y pensamientos bien enigmáticos. Electroshocks audaces mientras discurre la política mercantil. Veo que hay muchos agujeros, muchos saltos que no entiendo; distintos tonos, otras dimensiones que me generan una alegre curiosidad.
El futuro nunca llega hace rato. Se nos presenta cuando alguien puede entregárnoslo rumiado. Marcos y Francisco son latinoamericanos complejos, que deben recurrir a disfraces y nombres de guerra para poder decir y ser escuchados. Siempre hay algo de fábula para que podamos escuchar al otro. Esa necesidad que tenemos siempre de superhéroes.