El racismo mata, la cárcel no repara // Colectivo Yo No Fui

El crimen de Fernando nos duele, nos atraviesa el cuerpo. Creemos que las estelas de su asesinato y los conflictos a los que nos enfrenta, nos abren posibilidades. A partir de nuestras experiencias y prácticas aprendimos a encontrar vitalidad en lo más doloroso. En medio del dolor y el desconcierto es imprescindible crear espacios para elaborar colectiva y socialmente lo acontecido y lo que está sucediendo.

Todxs hablamos, todxs creamos una opinión sobre lo que está pasando, algunos repetimos, otres intentamos deslizar las capas que este caso condensa. Insistimos en que no alcanza, no nos alcanzan ni las palabras, ni los imaginarios para narrar este hecho.

No queremos que la discusión sea la que intentan imponer los medios masivos de comunicación, con la espectacularidad del relato que aviva el morbo, reafirma el punitivismo que nos corre en la sangre, recrea una y otra vez la violencia y naturaliza la muerte como parte del paisaje al que algunas coporalidades están “destinadas”, casi, de modo inexorable. Nos revelamos ante esta maquinaria de producción de sensibilidades y afectaciones.

A Fernando lo mataron y sí, fue un crimen racista porque lo mataron al grito de “negro de mierda”. Ocho pibes blancos y de familias ricas están siendo enjuiciados, un hecho pocas veces visto. Porque el color que habita el banco de los acusados pocas veces es el blanco. Este crimen racista no fue producto sólo de estos pibes, ellos son parte de un orden simbólico que los excede y los contiene, una cadena de complicidades implícitas que funcionan legitimando la eliminación del otre. Vivimos en una sociedad racista, digámoslo de una vez, y hagámonos cargo. 

Nosotrxs no tenemos dudas sobre el carácter racista, clasista y patriarcal del sistema judicial, penal y carcelario, tenemos afirmaciones y es que son los cuerpos racializados y empobrecidos los que mayoritariamente habitan nuestras cárceles. 

La familia delega la última palabra al juez, muchos periodistas ya prevén que no hay posibilidad de perpetua para los 8 jóvenes agresores, los testigos siguen pasando, alrededor de 140 personas, el detalle menor del que nadie se hace cargo es que todos vieron cómo pateaban a Fernando y nadie intervino para evitarlo. Nadie dijo nada, ahora son todos testigos de lo que no quisieron ni se comprometieron a evitar.

Crímenes suceden todos los días en todos lados, nos interesa pensar sobre las responsabilidades colectivas que tenemos frente a cada situación, ¿de qué modo nos implicamos?

Del mismo modo que consideramos que es necesario separar la justicia del castigo, creemos que debemos separar la idea de justicia de la de reparación. Son muchas las formas de reparación, tantas como sus acepciones: el verbo reparar viene del latín reparare, (preparar de nuevo, restaurar, devolver a su estado anterior a algo, restablecer y tardíamente dar algo a cambio de un daño). A lo largo de nuestro caminar como colectivo fuimos aprendiendo que las reparaciones no las provee este sistema de justicia, que mandar a alguien años en cana no repara. Que las reparaciones pueden ser tantas y tan diferentes como las personas que habitamos esta tierra. Para algunos reparar no es volver al mismo lugar previo al daño, reparar tendría más que ver con cómo reelaborar el daño, relanzarlo. Las cárceles son provocadoras de daño. Entonces, nos preguntamos ¿Es posible la reparación al intercambiar un daño por otro daño? 

Si la impunidad es el hecho por el cual, alguien que cometió algún tipo de “acto criminal”, no recibe un castigo, entonces creemos que es hora de modificar las palabras y herramientas con las que narramos las sensaciones que nos provocan estas circunstancias. Sabemos que la cárcel no sirve para nada, no van a dejar de existir estas situaciones si se encierra a mas personas en cárceles, o como preferimos decirles, Centros de Tortura Contemporáneos Legalizados.

Nuestra propuesta es insistir en la discusión sobre la justicia, ¿Qué sería pensar en distintas justicias para distintos tipos de situaciones y conflictos? Una discusión que sea abierta a todxs quienes se sientan interpeladxs a pensar y reflexionar sobre cómo nos vinculamos, sobre cómo nos relacionamos entre nosotrxs. Una discusión en una lengua común y heterogénea, no en una lengua hermética, en una lengua solo para “entendidos”.

Creemos que para que esto no vuelva a suceder, debemos revisar en profundidad los modos de justicia que tenemos y las violencias estructurales, de las que somos parte por acción u omisión, que permiten que esto sea moneda corriente. Pensar en la responsabilidad como sociedad es pensar en qué hacemos con nuestras prácticas y cómo intervenimos en los conflictos. 

El asesinato de Fernando nos fuerza a encontrar otras palabras y otros modos de convivir.  Su muerte nos duele porque nos refleja como sociedad.

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