El patriarcado no es un fantasma. Es el sistema que opera legitimando y reproduciendo como “natural” su propia violencia, dirigida al cuerpo de las mujeres, a sus vidas. A veces de modos explicitos, otras veces sutiles, incluso enmascarados en teorías, y hasta en algún -mal- chiste. A veces ese mismo sistema permite (así opera) que te encuentres con una pregunta: ¿Será el patriarcado un fantasma femenino?» O bien con una humorada: «el patriarcado se terminó».
Cuando un psicoanalista se pregunta si el patriarcado es un fantasma femenino, es responsable de la perpetuación negacionista e impune del sistema patriarcal. Cuando supone que formular esa pregunta en esta época es apenas un “desacierto”, se excusa en el hecho de que las mujeres estamos muy sensibles en estos tiempos, o que hay cosas que hoy no queda bien decir. Supone finalmente que las cuestiones del patriarcado son un problema de la época, que tienen que ver con la “causa femenina” y sus reivindicaciones, que a él por supuesto no lo involucran. Supone que el poder que ellos ejercen es el poder del que hacen uso no porque pueden, y deciden hacerlo, sino porque las mujeres se los hemos otorgado “desde hace siglos” (culpa nuestra, y ancestralmente nuestra, una vez más…)
Los Feminismos y sus luchas, siguen y seguirán visibilizando los diversos modos en que el Patriarcado erotizó, subjetivó, y marcó nuestras vidas: nuestra sexualidad, nuestras identificaciones, nuestros destinos posibles, nuestros ideales.
Sigue vivito y coleando, agitando su cola en el lenguaje, colándose donde menos lo esperábamos, tanto en la escena psicoanalítica (sobre ello escribimos tiempo atrás un artículo con Marianella Manconi) como en la escena social y política. Como una gracia, como el permiso que alguien se arroga, con la impunidad que a veces el humor abraza (acerca de esto recomiendo escuchar el análisis lúcido e impecable de Cristina Lobaiza, quien explica cómo, en qué peculiar zona ocurre: las maniobras de subordinación nos acomodan con un chiste. Las maniobras de subordinación empiezan siempre en el lenguaje. A veces en lo dicho como al pasar, desplegando en el discurso toda su anatomía).
La consciencia feminista desactiva o desarma al patriarcado como territorio del don.
De lo que nos dan o nos quitan.
Es obra nuestra, de las nosotras todas, tirarlo abajo.
Y escribir los nombres de nuestra propia libertad. Gracias a esas escrituras el aborto es un derecho y es ley.
El patriarcado no es un fantasma. No es un chiste, se cobra vidas cada día. No se terminó. No aún.
Posfacio con deudas // Ricardo Zelarayán (1973)
No sé cómo empezar esto pero empiezo nomás. Hoy estaba almorzando en