Si tuviéramos que describir una dinámica básica de la historia de nuestras luchas por cambiarlo todo contada desde nosotras mismas, el esquema quedaría más o menos así: nos encontramos, debatimos lo que vamos a impugnar, enlazamos deseo con energía y capacidad, nos movilizamos y nos revolvemos, avanzamos como huracán que desborda y empuja conectando lo que estaba disperso y separando lo que estaba conectado desde otras claves… y cuando estamos haciendo todo esto, ocupándonos de las mil tareas -unas gozosas, otras muy pesadas- que nos exige el colectivamente “ser huracán”, pareciera comenzar a operar otra fuerza: una fuerza de inercia redoblada, una energía violenta de conservación de lo existente que se nos contrapone y nos drena vitalidad, inicialmente, por la vía de la confusión: se multiplican los problemas que hay que atender y los asuntos que hay que pensar.
Ha comenzado a operar con ímpetu en este Sur americano, esa fuerza virulenta de la conservación de lo que nosotras nos proponemos alterar y reconectar bajo otras pautas y renovados modos. La violenta fuerza conservadora opera a través de la reactualización acelerada del pacto patriarcal que estructura, de modo añejo, la explotación y la dominación de territorios, cuerpos y riquezas concretas.
El pacto patriarcal es corazón y columna vertebral del orden de dominación. Soporte y dinámica. Es pacto contra nosotras -todxs nosotrxs- y nuestros deseos puestos en juego colectiva y públicamente: desde la despenalización del aborto hasta la salida de las transnacionales de nuestros territorios, desde el respeto y autonomía radical de los cuerpos disidentes hasta la disposición suficiente de riquezas materiales que sostengan las vidas colectivas descentrando la nación. Es pacto entre ellos para reorganizarse y garantizar la fijación, drenaje y devaluación de nuestra capacidad de renovación y reconexión en marcha. Este es el doble contenido del pacto patriarcal: contra nosotrxs y para la reorganización entre ellos garantizando sus múltiples formas de expropiación de vidas, riquezas y energías.
Lo que ellos hacen es producir situaciones en las cuales, nosotras nos veamos obligadas y constreñidas a declinar nuestra autonomía alcanzada para ajustarnos a las opciones dentro del propio pacto: enjaular de vuelta, patriarcalmente, nuestras propias fuerzas, deseos y decisiones.
En Brasil hoy está ocurriendo el tendido de una amplia trampa patriarcal con varios personajes claramente reconocibles. Centrémonos en tres para entender con un poco mas de claridad:
Bolsonaro es el patriarca que se exhibe como aquel capaz de contenernos a nosotrxs, a todxs nosotrxs y nuestras luchas en marcha. Está dispuesto a todo, matará y utilizará las armas para restablecer el orden capitalista-colonial amenazado: sabremos a qué atenernos. Desde ahí que su horrenda voz sintoniza con miedos viejos, desparramados en el cuerpo social.
Hay otras dos figuras en juego: Haddad como reemplazo de emergencia del otro gran patriarca hoy en desgracia. Nostalgia del patriarca bueno. El patriarca bueno no alcanza a investir a Haddad de su propia fuerza: está erosionado el canal de la herencia. Entonces, Bergoglio como fuerza de estabilización entra en escena. Recomposición interna del pacto patriarcal: Haddad/Iglesia.
Desde esta voz se enuncia: No habrá necesidad de contener tan brutalmente a todxs lxs otrxs, es decir, a nosotrxs. Sólo hay que “sacrificar” a la parte más escandalosa, masiva y radical: lxs feminismos renovados y sus luchas heterogéneas y caleidoscópicas. Si se vuelve a cerrar ese canal de parto que hace caber la multiplicidad de lo diverso, la alianza patriarcal podrá volver a equilibrarse.
Haddad/Iglesia es el arreglo dentro del propio pacto patriarcal para discutir con Bolsonaro hasta donde se tiene que operar el cierre de lo que hemos abierto con las luchas en los últimos años. Unos dicen: no es necesario tanto cierre. El cordero del sacrificio sólo tienen que ser los feminismos locos de estos últimos tiempos. Otro dice, como el viejo dios padre del antiguo testamento: caiga la ira sobre todo lo que me desafíe.
Nosotras estamos atrapadas en la trampa del pacto patriarcal. Hay que optar. Sí. Pero hay que hacerlo sabiendo que lo haremos dentro de ese triángulo que desde hace veinte siglos sirve para atrapar nuestro deseo… Es el triángulo que estamos rompiendo estos útimos años.
Es tiempo de peligro para nosotras y para los nuestros.