La partida de Antonio “Toni” Negri (2023) trajo consigo una serie de recuerdos, homenajes y reflexiones. La llegada de sus libros a Argentina durante los años 90, en pleno auge del neoliberalismo, y leídos al calor del estallido del 2001, fueron guía e impulso para abrir nuevos imaginarios teóricos y políticos. En esta entrevista con el filósofo Diego Sztulwark* recorremos algunos conceptos claves de su obra, imbricándolos con la emocionante historia de los colectivos de pensamiento, militantes políticos y editores que llevaron sus ideas a una praxis colectiva.
por Melina Alexia Varnavoglou
(publicada originalmente en FILCO)
¿Cuál dirías que es, en general, el legado filosófico de Toni Negri?
Sabemos que el legado se construye en un movimiento doble: lo que los otros nos dejan, y lo que nosotros podemos hacer con eso. La obra de Toni Negri dejó una marca en mí hace décadas y puedo hablar desde esa marca. Quiero decir: es posible que el discurso de Negri sea conocido para muchas personas por ese gran manifiesto que fue Imperio (y los textos escritos con Michael Hardt), y da la impresión de que hoy a Negri se lo lee sobre todo como el autor de los tres notables tomos que conforman su magnífica autobiografía Historia de un comunista. Pero para mí el núcleo más perdurable de su obra se juega en torno a una triada de libros que son Marx más allá de Marx (una extraordinaria lectura sobre los Grundrisse), La anomalía salvaje (libro dedicado a Spinoza escrito en la prisión) y El poder constituyente (un magnífico ensayo que trata a la vez sobre las alternativas subversivas de la modernidad europea, sobre relaciones entre los niveles material y formal del derecho, y sobre la historia no lineal de la cualificación de los contrapoderes).
En la obra de Negri hay una renovación del discurso materialista que pasa por una encendida reflexión en torno a la “excedencia”. Su filosofía no tiene nada que ver con el ser, la estabilidad o la representación. Por el contrario, en él la potencia se da como desmesura sobre el poder, de las fuerzas productivas contra las relaciones sociales de producción y del poder constituyente sobre el poder constituido. Por desmesura habría que entender a la vez un dentro, contra y más allá, que desborda todo dispositivo de poder. No se entiende a Negri si no se presta atención a la intimidad que en él alcanzan los términos de “constitución” e “historicidad”: La constitución es enriquecimiento del cuerpo y de la mente, y la historicidad es la apertura de los cuerpos y las mentes entramados como cooperación social.
Alguna vez Deleuze explicó los diversos modos del materialismo filosófico con la siguiente comparación: para el marxismo dialéctico lo propio de la sociedad es contradecirse. Para el Foucault del poder y la resistencia la sociedad tiende a estrategizarse, y “para mi” -decía Deleuze, sobre las líneas de fuga- la sociedad se define por los modos que crea para huir de sí misma. Continuando el ejercicio comparativo quizás se podría agregar que para Negri lo específico de las sociedades sea excederse -un exceso de productividad ontológica de la cooperación colectiva y deseante- respecto de todo aquello que le fija una medida.
¿Y en Argentina? ¿Qué debates inspiró su lectura?
Negri fue sistemáticamente traducido al castellano desde mediados de los años 90. Con el tiempo fueron llegando las ediciones españolas, pero hubo mucho trabajo de traducciones en revistas locales. La salida de Imperio coincide con el estallido del 2001 en Argentina. Para entonces sus textos circulaban entre militantes y estudiantes. Hacia el año 2003, apenas es liberado de su prisión domiciliaria, Negri hizo varios viajes al país, dio entrevistas y realizó actividades públicas. También lo hizo en Brasil y otros países de Sudamérica como Bolivia, Ecuador y Venezuela. Recientemente el presidente de Colombia, Petro, emitió un mensaje recordando que sus programas de gobierno fueron inspirados en sus lecturas sobre el concepto de “multitud” de Negri y sobre sus caracterizaciones de la globalización y del capitalismo postfordista. La Argentina que recibió los textos de Negri preparaba un ciclo de luchas populares contra el neoliberalismo. Buena parte del activismo sindical, piquetero y estudiantil buscaba entonces crear una imaginación que no se limitara en la tradición marxista-leninista o populista-peronista y discutía en asambleas conceptos como los de “contrapoder”, “nuevas subjetividades” y “acontecimiento”. En aquel contexto la afirmación de la “multitud como concepto de clase”, propuesta por Negri en una fábrica recuperada por sus trabajadores en la Ciudad de Buenos Aires, desafiaba los lenguajes locales y abría acaloradas polémicas sobre si la multitud era un concepto económico, sociológico o político. Dadas las preocupaciones de un país en donde la consigna movilizadora era “qué se vayan todos”, la consigna negriana era interrogada desde diversos ángulos: ¿pueden realmente “los muchos” dar lugar a una subjetividad política? ¿no debe mediar un partido para que ello ocurra? ¿cómo distinguir unas masas amorfas de una multitud formada por sujetos singulares? ¿puede la multitud hacer política frente a un Estado que sólo se deja interpelar en términos de un Pueblo? ¿Puede la multitud tomar decisiones, crear instituciones autónomas, generar procesos de autovalorización, producir sus propios saberes? Entusiastas y detractores de Negri discutieron sus textos apasionadamente al menos hasta la llegada del kirchnerismo al poder. Los textos de Negri siguieron circulando siempre en clave militante y no académica. La progresiva desactivación de los modos autónomos de movilización (muy fuertes luego de la pandemia) y el enorme esfuerzo de las clases dominantes por destruir todo lo acumulado por los movimientos populares terminaron por alterar los términos del encuentro entre Negri y la Argentina. En las actuales circunstancias actuales, Negri guarda interés sobre todo como figura del militante que atesora y recrea en la adversidad la hipótesis comunista y el trabajo teórico, el pensador que se sobrepone a la derrota y desafía la última palabra de los poderes. Hay un reflejo argentino para el juego de espejos entre los militantes comunistas italianos que teorizan en la peor de las derrotas: Antonio Gramsci y Toni Negri escribiendo sobre Spinoza en la cárcel. A mi modo de ver, con Negri siempre se trata de lo mismo: sostener la excedencia ontológica desde la peor de las adversidades. Esa imagen me parece que le dice mucho a la Argentina de hoy.
En torno al trabajo de recepción y edición de su obra, quería preguntarte también por las experiencias de colectivos de pensamiento y revistas de ese momento (pienso en Colectivo Situaciones y revista Acontecimiento) para las que Negri fue muy influyente.
Esta pregunta me llevará a una respuesta necesariamente larguísima. Tras la muerte de Toni sus amigos escribieron recuerdos y publicaron sus fotos con él. Pero como en aquellos años no sacábamos selfis, muchos tuvimos que lamentarnos por no contar con ninguna. Por suerte unxs compañerxs encontraron una vieja foto magnífica, porque resume el ambiente entre conspirativo y celebratorio de aquellos encuentros en Buenos Aires. La imagen no es muy nítida, pero se lo distingue a Toni junto a quiénes en ese momento éramos del Colectivo Situaciones (Sebastián Scolnik, Natalia Fontana, Verónica Gago, Mario Santucho y yo), y a tres compañerxs que por ese entonces formaban parte de la experiencia del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de Solano. Me refiero a Neka, a Jorge Jara y a Alberto Spagnolo. Harían falta muchas voces y muchas páginas para reconstruir la riqueza de esa trama de prácticas, lecturas y discusiones. Y algo de eso comenzó a hacerse de modo espontáneo cuando nos enteramos de la muerte de Toni. Sebastián Scolnik, por ejemplo, escribió la historia más completa de las andanzas de estos grupos militantes que fuimos conformando para los veinte años de 2001 en un libro extraordinario titulado Nada que esperar, historia de una amistad política. Rescató las páginas dedicadas a nuestra amistad de con Toni. Al enterarse de su muerte, las reescribió y publicó hace pocos días y Verónica Gago junto con Marta Malo, antigua compañera de andanzas de Madrid, publicaron una conversación que habían ensayado para un cumple años reciente de Toni, una suerte de dialogo entre la amistad política e intelectual con Negri a partir de su intenso activismo feminista. También a mí me ocurrió, al enterarme de su fallecimiento, de revivir algunos momentos particularmente queridos respecto de Toni, y hasta de tener que buscar en medio de la conmoción las palabras para contar públicamente cómo fue esa amistad nuestra con él. Como ves, hay un archivo vivo de estos recuerdos.
De izquierda a Derecha -arriba- Neka Jara (MTD de Solano), Toni, Natalia Fontana, Sebastián Scolnik, Verónica Gago (de Colectivo Situaciones), Alberto Spagnolo (MTD de Solano), Mario Santucho (Colectivo Situaciones); -abajo- Jorge Jara (MTD de Solano) y Diego Sztulwark (Colectivo Situaciones)
Pero no pretendo eludir tu pregunta. Y de hecho puedo contarte esto, mezclando registro personal entreverado con los colectivos que formamos durante aquellos años. Mi interés por Negri se remonta a la primera mitad de los años noventa, cuando era estudiante en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y participaba de una agrupación militante llamada El Mate. Entonces llegó a mis manos un librito suyo en castellano publicado en Barcelona. Recuerdo que la edición venía con una introducción de Gabriel Albiac. En ese libro encontré por primera vez la idea de una posmodernidad desde abajo, leída desde la dinámica de la lucha de clases. Un poco antes había leído un artículo suyo publicado en una revista de ciencia política que se vendía en la Facultad de Ciencias Sociales, El cielo por asalto, dirigida entonces por Atilio Borón y Horacio Tarcus. En el número dos (de otoño de 1991), ellos tradujeron y publicaron un artículo muy impactante de Toni en el que se trataba de leer el keynesianismo como respuesta reformista del capital a la amenaza de autonomía obrera, emergente con la Revolución Rusa: “J. M. Keynes y la teoría capitalista del estado en el 29” (texto que encontré luego publicado en la edición que Akal hizo del libro La forma-estado y que incluimos en un libro pirata que hicimos desde el blog Lobo Suelto y la editorial Tinta Limón compilando los textos que más nos gustaron de Toni Negri y que, lógicamente recomiendo mucho: Una vez más comunismo).
Quiero decir, el primer Toni Negri que leí fue en la coyuntura de la caída de la URSS y de la ofensiva ideológica neoliberal de aquellos años contra las ideas revolucionarias. Luego vino la lectura luminosa del ya citado El poder constituyente. Ensayos sobre las alternativas de la modernidad, publicado por primera vez en castellano en el año 1994 en Madrid. Ese libro me dio la pauta definitiva de que Negri era el autor que con más sistematicidad teórica y militante se dedicaba a plantear un problema absolutamente esencial para la política y la filosofía, que es el de re-situar la lucha de clases como la premisa que otorga racionalidad y produce conocimientos –tanto teóricos como prácticos–. Y que esto lo hace sobre el modo de producción capitalista en todas sus instancias: económica, política, ideológica y jurídica. La lectura de El tren a Finlandia (editado también en la España de los 1990; con epílogo de Albiac) me puso en contacto con su vida militante. Estas lecturas constituyeron mi primera aproximación a Negri y su obra.
Luego vinieron los años de investigación militante en el Colectivo Situaciones, por el que me preguntas. Ya en medio de la crisis y de la emergencia de un nuevo protagonismo social, hicimos una larga entrevista a Negri, aún preso en Roma. Le permitían estar en su casa de día, pero luego volvía a pasar la noche en la prisión. Eran los años de discusión febril sobre Imperio. Recuerdo que lo fuimos a visitar a su casa del barrio de Trastevere. Allí conversamos una tarde entera y nos dio una entrevista muy larga, que me sigue pareciendo genial. La publicamos con el título “Entrevista a Toni Negri” en un libro llamado Contrapoder, una introducción en el año 2001 (Ediciones De mano en mano). En aquella visita le habíamos contado la experiencia de las Cátedras Libres Che Guevara, desarrolladas a partir de la experiencia en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, desde 1997. Para la edición de Contrapoder, Negri escribió especialmente un texto –que llamó así, “Contrapoder”– que citaba con evidente complicidad a Guevara dentro del contexto de su pensamiento. Así que leímos Imperio con mucho interés. Aún si el libro dividió aguas en el mundo de las izquierdas (fue criticado por igual, y por razones hasta cierto punto coincidentes, por el marxismo-leninismo y por el populismo), nosotros lo defendimos apasionadamente. Nos movía una doble motivación: la necesidad de abrir un pensar nuevo para el protagonismo emergente de los movimientos populares (lo que con Toni podíamos llamar “autonomía”), y la chance de hacerlo en una discusión productiva y sostenida con el propio Negri y a través suyo con algunos de sus viejos compañeros como Paolo Virno, Maurizio Lazzarato, Sandro Mezzadra o Franco Bifo Berardi, autores que fuimos dando a conocer desde Tinta Limón Ediciones.
Por ese entonces, publicar a Negri y hasta leerlo, suponía participar de acaloradas polémicas. Los “autonomistas”, caracterizados por intentar actuar y pensar en medio del estallido en términos de un contrapoder éramos para la izquierda marxista leninista básicamente “postmodernos” inconsecuentes con la teoría del partido y para los nacional populares (la izquierda peronista), algo así como unos liberales que no entendíamos al pueblo ni -como si fuera lo mismo- entendíamos la impotencia de abrazarnos al Estado. A pesar de la enorme riqueza del universo negriano -que va de Marx a Deleuze y Guattari, de Spinoza a Nietzsche y Foucault- y de la constelación de discusiones militantes con vertientes de toda la izquierda (sus debates con Agamben, Badiou o el argentino Laclau), se le reprochaban generalidades como ser “europeo” o “académico” (a pesar de tener prohibido pisar una universidad en Italia). Creo que una de las pruebas de la perdurabilidad de Negri es lo bien que funcionan sus textos ya clásicos cuando se los ilumina en función de las críticas más insistentes que se le han hecho. Algunos ejemplos: su nítida evocación de una plenitud de la potencia nunca fue negación de la experiencia -tan suya por otra parte- de la tristeza o la derrota, sino ejercicio ético político en filosofía; la postulación de lo “común” -como algo distinto de lo privado y a lo público estatal- y de la “multitud” -como un concepto de clase- jamás tuvo que ver con alguna subestimación de la dimensión organizacional de la acción colectiva o de una supuesta incomprensión de las singularidades. Su insistencia -no solo suya, sino de varios de sus compañerxs- en el General Intellect (noción con que Marx se refería a la inteligencia colectiva) siempre fue una pista avanzada para pensar subjetividades en catástrofe.
Este año cumplen precisamente 20 años con la editorial Tinta Limón. ¿Ubicarías su surgimiento dentro de este proceso? ¿Y a Lobo suelto?
La editorial surge de un cruce entre nuestra trayectoria militante y el encuentro con el grupo que llevaba adelante en Madrid la editorial y librería Traficantes de sueños. Nosotros editábamos nuestros libros con un sello que se llamaba De mano en mano, que venía de la experiencia de El Mate. Pero los compañerxs de Madrid nos ayudaron a convencernos de la importancia de llevar adelante una función de edición militante, que en nuestro caso tuvo por entonces un fuerte impulso a la edición de procesos de autonomía popular en América Latina, con eje en el zapatismo y varias experiencias que se desarrollaban sobre todo en Bolivia. Por entonces editar a Negri era imposible: luego de Imperio se había vuelto un autor muy difundido y muy publicado por editoriales con mayor desarrollo comercial.
Luego vinieron los años de los gobiernos llamados “progresistas” en algunos lugares de América Latina y nuestros intercambios con Toni se volvieron más desparejos, seguramente porque no siempre nos entendíamos del todo sobre cómo interpretar los procesos sudamericanos. Seguimos leyendo con interés sus libros en colaboración con Hardt (Multitud y Commonwealth, pero también un libro anterior y el menos conocido, de los tantos publicados por la colección de antagonismos de Akal, El trabajo de Dionisos), pero -hablo por mí- el interés por su obra tendió a ir hacia atrás, hacia sus libros de teoría política como el ya citado La anomalía salvaje, pero también La fábrica del sujeto (33 tesis sobre Lenin), Del obrero masa al obrero social y el también citado Marx más allá de Marx. Aunque también leí con mucho interés libros más nuevos, algo laterales, pero preciosos como La taza de porcelana.
Hasta donde conozco, la obra de Negri se siguió desarrollando por las mismas tres vías por las que se movía los últimos años: 1. su obra biográfica Historia de un comunista (traducida por Raúl Sánchez Cedillo y editada en Madrid por Traficantes de Sueños y en Argentina por Tinta); su última colaboración con Hardt, Asamblea, publicado en español el año pasado por Akal (que tiene poderosas sugerencias sobre la relación entre nuevas formas de cooperación económica y de toma de decisión política y de liderazgo); y finalmente sus artículos (y libros de compilaciones) de filosofía y política, en particular los libros que ha editado Cactus estos últimos años: Marx y Foucault (2019), un libro fuertemente metodológico, y De la fábrica a la metrópolis y Spinoza ayer y hoy que profundiza sus intuiciones sobre la necesidad de pensar la noción de renta y antagonismo en el espacio intensivo y extensivo de la metrópoli contemporánea, intuición que ya estaba presente en la tesis del pasaje de la fábrica a la ciudad-fábrica. Mientras tanto el blog Lobo Suelto, que animamos desde 2010 con un pequeño puñado de amigxs ha reunido más de cincuenta archivos de entrevistas, artículos o libros de Toni, cumpliendo una función algo híbrida entre el archivo y las ganas de intervenir en la coyuntura argentina.
Esto también lo veo muy en consonancia con lo que decís en tu prólogo al primer tomo de la biografía: “filosofía y militancia se encontraban de un modo nítido en los procesos de producción de subjetividad, enraizados, a su vez, en los antagonismos de las relaciones de producción”. ¿Por qué pensás vos que ese encuentro es importante?
Me parece bastante claro que el de Negri es un “materialismo de las luchas”. Seguramente todo materialismo lo sea o aspire a serlo de algún modo, pero en este caso “lucha” no refiere a un estereotipo de enfrentamiento. Hay en Negri una labor historiadora que bucea en las metamorfosis del trabajo, y se encuentra con la lucha como con una actividad extraordinaria, un yacimiento portador de riquezas que no se pueden despreciar. Las percepciones que Negri tiene de los procesos de lucha son tan variados y sutiles que me parece que no tiene sentido confundirlo con un mero “luchismo”. Las luchas, en su discurso filosófico y militante tienen por función fundamental actualizar lo que decíamos antes de la excedencia. Lucha es constitución material, deseante y cognitiva. A mi modo de ver esto quiere decir al menos dos cosas: Por un lado, que la noción de lucha adquiere en él un alcance muy profundo, tanto en extensión como en intensidad. En sus textos se encuentran consideraciones sobre las acciones en las cuales los sujetos resisten al poder (que es siempre un poder de la medida) y dan lugar a procesos no normados de constitución. Pero esta constitución subversiva, siendo subjetiva -rozamos aquí las interpretaciones voluntaristas de Negri- opera sobre la base de una materialidad histórica precisa, y es portadora de una capacidad de producción objetiva que impide identificar al sujeto con el individuo, tanto como ignorar que esa subjetividad remite a una condición singular. Para mí una de las lecturas más nocivas -por empobrecedoras- de Negri es una que confunde esta comprensión de luchas con una retórica del sujeto que se constituye como una lógica ideal en el vacío. Creo que Negri rechazaba con fuerza este tipo de hegelianismo. Por otro lado, Negri y muchxs de sus compañerxs consideraron que estas luchas eran también una oportunidad única para crear dispositivos cognitivos capaces de aprender de ellas, a la vez que de nutrirlas y prolongarlas, de difundir su novedad, de crear desde ellas conceptos y tácticas. Este aspecto de Negri me parece muy actual. Fue un gran inspirador para prácticas de investigación militante -dimensión cognitiva de los contrapoderes- y sobre los modos en que los poderes reaccionan y expropian las resistencias colectivas.
¿Y qué ha ocurrido hoy con la relación entre filosofía y militancia? Daría la sensación de que ha tendido a debilitarse…
Recientemente, y como reacción a su muerte, el antropólogo argentino Ricardo Abduca escribió lo siguiente: “digámoslo así: en Italia, como en Argentina, la degradación de la vida pública es una táctica de reconstitución de la dominación”. La retórica negriana de la potencia ha dado lugar a una lectura según la cual Negri sería algo así como un profeta del incremento incesante, pleno y del poder prodigioso de la multitud. No niego que hayan fragmentos exaltados en ese sentido. Pero quienes unilateralizan de este modo el discurso de Negri desaprovechan a mi juicio toda otra veta muy presente en él -y tan conmovedora como la otra-, en la que reflexiona como testigo de la derrota. Los textos de la prisión y de la vejez tienen muy presente una cierta ida de fracaso. La filosofía de Negri es en el fondo un pensamiento sobre el colapso, sobre los biopoderes y sobre el fascismo. Solo que su pensamiento es una reacción combativa contra el triunfo de aquello que Paolo Virno llama “el mal”. Pensar contra el neoliberalismo o el fascismo implica tensar una trama conceptual e histórica capaz de explicar y combatir. De ahí que pensar sea una acción dentro, contra y más allá. En este sentido, leo a Negri como el autor de una obra que liga la anomalía a la adversidad, la desmesura al fracaso y la excedencia a la derrota. Porque cada vez es más necesario presentar una asimetría real, mostrar que el término políticamente anulado del antagonismo es en rigor el más rico. En Negri la potencia es siempre una evocación: un recuerdo vivo, un presente reprimido, un futuro escamoteado. Pero esta evocación, esta tensión imaginativa y lingüística que intenta iluminar la actividad de las subjetividades sumergidas conecta con ellas como con una praxis por momentos deslumbrante. Esa actividad intelectual y militante que se compromete con la potencia productiva como con algo siempre más relevante que ese clishé meramente reactivo y marginalizado con que se suelen presentar las luchas, no tiene nada que ver con una imaginación o una retórica de tipo personal. En Negri -en el Negri que yo leo y con el que converso- la subversión anida en la adversidad. Y la adversidad, las catástrofes de la cooperación social, son siempre señales sobre la eficacia de las tácticas de un poder del poder constituido, de las relaciones de producción, de las teologías políticas.
En torno a tu pregunta, queda la posible confusión -que se irá despejando sola- de una nostalgia de Toni como nombre de la radicalidad propia de un siglo ya ido. A pocas horas de su fallecimiento, Tinta Limón difundió el epílogo del tercer volumen de su biografía (aun no editada en castellano) traducida por el más importante de sus traductores argentinos, Emilio Sadier. Al leerla comprendí que en ese último dialogo filosófico político, Negri nos pasaba una clave fundamental sobre como reiniciar la lucha. Esta confusión que vivimos, escribe Toni, esta falta de inteligencia y belleza, se llama fascismo. Y contra el fascismo solo hay un remedio. Vencer el miedo y llevar a fondo una guerra pacífica contra él.
*Diego Sztulwark. Investigador y escritor. Es docente y coordina grupos de estudio sobre filosofía y política. Es autor de Vida de perro. Balance político de un país intenso 1955-2017: conversación con Horacio Verbitsky, y de La ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político, entre otros. Es uno de los principales animadores del blog Lobo Suelto.