por Diego Valeriano
Es medio de cajón hacer la comparación entre los Redondos y el peronismo: desde el “hecho maldito” del rocanrol burgués en adelante podemos encontrar varias similitudes.
Proscripto, perseguido, descamisados/perros sin folleto, sentimiento inexplicable, subsuelo de la Patria sublevado. Hordas de cabecitas llenando la plaza, Huracán, desafiando al poder con nada más que los cuerpos. Invocando a ese, a ese que está allá… un sentimiento que convoca.
El Indio subió a la cañonera paraguaya y todos quedamos huérfanos: fueron tiempos difíciles en muchos sentidos y mientras tarareamos sin destino “en héroe del whisky” mirábamos el cielo esperando el avión negro. Los ricoteros, como los peronistas, fuimos incorregibles; fue duro mientras duró y eso forjó nuestras almas.
Siguiendo el juego de las analogías no caben dudas de las similitudes de uno y otro, sobrellevando su exilio en sendas quintas de Puerta Leloir, aún más lejos del pueblo y con secretarios que filtran todo. ¿Dogos o caniches? Perros al fin.
El Indio volvió como prenda de conciliación y paz. Los viejos peronistas aun vivimos de recuerdos de aquellos momentos intensos… y hasta hay gente que escribe libros políticos de los redondos.
Una similitud más: ser exegetas de los Redondos es muy de Montoneros. Leer en tono político a los Redondos es una operación similar a la de las juventudes clase media que quisieron explicar a Perón. Todo traductor es un traidor: la zurda eso jamás lo entendió.
Los redondos ya no van a volver, ni su espíritu, ni nosotros. Cientos de miles yendo a pueblos y ciudades en paz y armonía, siendo recibidos por intendentes y comerciantes con los brazos abiertos, cubiertos por todos los medios. Por más que El Indionauta cante temas de los Redondos… todos sabemos que se está en otro cosa. Somos leones herbívoros que si vamos a Mendoza, de paso visitamos algún viñedo.