Elías Garay Yem, 30 años, acaba de ser asesinado. Leemos su nombre, escuchamos su historia, vemos esta foto suya y caemos en la cuenta que fue este joven quien nos recibió cuando llegamos al acampe con un abrazo cálido y agradecido, porque estábamos allí.
Luego armó una ronda con troncos en torno a un fogón y comenzamos a charlar. Al mirar la foto, a pesar del rostro oculto, logramos contactar con esa ternura profunda que tenía su mirada, sus gestos amables, su atención a la circulación de cada palabra. Esta foto le sacó otro gran compañero, el día que nos fuimos a despedir, mientras jugaba junto a ese niño que sale junto a él y con otros hermanos, como anticipando un tiempo de armonía y creación en esa tierra que fue de sus ancestros.
Esperaba, como otrxs, un abrazo del gobierno nacional que debió haber llegado a tiempo con la noticia de la desmilitarización, para que Elías pudiera por fin habitar libremente su territorio, criar sus animales, sembrar y cuidar los bosques y los ríos: porque eso era Elías, y sus compañerxs: guardianes de los cerros. Nadie sabe mejor que ellxs cómo amar la vida proteger los bienes que nos da la naturaleza y vivir la espiritualidad que les da la fuerza para ser «gentes de la tierra». Su rostro fue uno de los que más se grabó en nuestra mirada.
Cuánta historia tramada y hecha trizas en tan sólo unos minutos!
Una espera de abrazo se vuelve traición, espanto. Todo se convierte en puro dolor.
Que su sangre joven derramada y la de otrxs hermanxs sean la fuerza que no permitan que esta historia quede truncada.
Tu abrazo sí es real Elías