El éxodo de los refugiados: está cayendo un muro

por Juan Domingo Sánchez


1. Lo primero ante el aflujo masivo de refugiados es dejar a un lado la compasión, la conmiseración, la misericordia, todas las pasiones tristes. Centrarse en las atroces imágenes de niños ahogados y de personas desesperadas paraliza. La compasión dicen al unísono Spinoza y Kant es siempre negativa, y Spinoza afirma: «es una doble tristeza», pues es imitación del afecto de tristeza del otro y contagio de su impotencia.
2. Otra manera de ver el fenómeno es la económicamezquina, la que ve en la llegada de los refugiados una carga y no un potencial de vida de creación de tejido social, de productividad. Es esta visión la que reactivando el malthusianismo de las extremas derechas ignora el potencial económico del trabajo vivo y considera mentirosamente la inmigración como una carga.
3. Sin embargo, existe otra dimensión más, la política. Igual que derribamos los europeos el muro de Berlín, nuestros hermanos y hermanas de Siria e Iraq están liquidando las alambradas que los encierran a ellos fuera del espacio europeo, pero sobre todo nos encierran a nosotros dentro de él. La principal tarea democrática es derribar los muros que encierran y seleccionan al trabajo vivo y lo preparan para su explotación, como dispositivos disciplinarios a nivel mundial.
4. No se están plegando estas personas que vienen de países destruidos por guerras atroces y que han cruzado media docena de fronteras legal e ilegalmente a las normas de la política europea de inmigración ni a la casi desaparición del derecho de asilo en nuestros países. El derecho de asilo ha sido prácticamente abolido en nombre de la globalización, pues entre democracias se afirma -absurdamente- que no tiene sentido y que respecto de regímenes tiránicos no es viable. Sin embargo, los refugiados se están tomando el derecho de asilo por su cuenta, y también el derecho a la libre circulación, tomando trenes o autobuses a los que las autoridades les habían denegado el acceso. Los refugiados se organizan y se refugian a sí mismos.
5. Están suscitando además una enorme oleada de solidaridad sin fronteras entre personas y pueblos de Europa. Por fin Europa no es el engendro de Schäuble o de Merkel y sus cómplices de otros países, sino la Europa de Ada Colau y de Manuela Carmena, la del pueblo húngaro solidario que viola las leyes bárbaras para socorrer a los refugiados, la de los clubes de fútbol de Alemania con pancartas de «Bienvenidos, refugiados». Una nueva Europa democrática y común a sus pueblos y a todos sus habitantes está tomando forma.
6. Hay que estar muy ciego para no ver que algo está ocurriendo en Europa porque muchos europeos queremos no tener vergüenza de serlo y no podemos aceptar que sea legítimo el régimen brutal que impone la miseria al pueblo griego y otros pueblos del sur europeo y destruye derechos sociales en toda la Unión Europea. El mismo régimen que tolera o promueve las guerras en los márgenes de Europa, en Iraq, en Siria, en Libia, ahora en Ucrania…Lo que hoy está ocurriendo es un efecto de la horrible sensación de impotencia y de rabia que suscitó El drama griego de este verano y un gran rechazo de una Europa asociada con la explotación y con la guerra, una Europa contraria a la Europa nacida del antifascismo y de la lucha por la paz, la democracia y los derechos.
7. Reaccionamos los europeos ahora, con retraso respecto del episodio griego, como si hubiera sido necesario un síntoma posterior para reavivar aquel trauma. Los refugiados no son solo una suma de oscuras tragedias individuales sino un auténtico éxodo que se organiza avanzando, abriendo mares y fronteras, son, como el de Moisés, un auténtico movimiento político que está integrando cada día que pasa a un mayor número de ciudadanos europeos.

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