El día que Rodolfo Walsh espió a la Federal mirando a Mirtha Legrand // Vida de Perro

Fuente: Cosecha Roja

Rodolfo Walsh prendió la TV y sintonizó el programa de Mirtha Legrand. Le gustaba almorzar mirando ese programa porque con frecuencia invitaban a alguna modelo que contaba que leía sus libros. El televisor era viejo. Un mediodía se acercó a ajustar la sintonía y escuchó una voz masculina: “Comando llama, 222, comando llama”. Era la red de comunicaciones de la Policía Federal.

“Rodolfo enloqueció, se olvidó de Mirtha Legrand y de las modelos, y se dedicó a manipular el dial hasta poder direccionar cuándo y cómo llegaba la interferencia, y ya en ese momento descular cómo funcionaba eso”, recuerda Horacio Verbitsky en “Vida de Perro: balance político de un país intenso, del 55 a Macri”, un libro de conversaciones con Diego Sztulwark (EDICIÓN DE SIGLO VEINTIUNO Y TINTA LIMÓN).

No se trata de una biografía de “El Perro”, sino de pensar a partir de su vida política y su obra. ¿Existe un “método Verbitsky” que permita una comprensión histórica del presente y, a su vez, un estímulo para el activismo? Lo que sigue es un fragmento donde Verbitsky cuenta cómo era su vínculo con Walsh y las características del trabajo que realizaron en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y Montoneros.

 

HV: Esa era otra de las discusiones que teníamos: sobre Perón y sobre el rol de Perón. Rodolfo tenía una desconfianza absoluta hacia Perón.Yo le decía: “¿Pero vos creés que realmente Perón va a abandonar la lucha por la indemnización y el uniforme?”. Y él me respondía: “Sí, eso creo”. No estoy diciendo que yo crea que él tuviera razón en eso. Sólo estoy contando la discusión. Era complejo: había elementos a favor de cada  una de las interpretaciones y hasta el día de hoy la cosa no tiene solución. No la tendrá nunca. Persiste como un nudo.

DS: En tu período de Montoneros, mientras Rodolfo sigue en las FAP, ¿siguen trabajando como equipo?

HV: No.

DS: ¿Cómo es que se desarma ese equipo? No debe haber sido tan fácil…

HV: Ese equipo venía en crisis. Rodolfo almorzaba mirando el programa de Mirtha Legrand porque siempre había alguna modelo que cuando le preguntaban: “¿Y qué leés?”, contestaba: “Estoy leyendo a Rodolfo Walsh”. Y eso a él le gustaba mucho. Hasta que un día en el televisor, que era muy viejo, la imagen dejó de verse bien. Rodolfo se acercó para ajustar la sintonía, cuando de golpe, con la imagen de Mirtha Legrand, apareció una voz masculina que dijo: “Comando llama, 222, comando llama”. Nos quedamos paralizados de la sorpresa, hasta que nos dimos cuenta de que se trataba de la red radioeléctrica de la Policía Federal. Rodolfo enloqueció, se olvidó de Mirtha Legrand y de las modelos, y se dedicó a manipular el dial hasta poder direccionar cuándo y cómo llegaba la interferencia, y ya en ese momento descular cómo funcionaba eso. Cada cosa era una sigla, una convención, el alfabeto policial. Así empezó un trabajo minucioso. El tema de los patrulleros: cómo eran las claves, con qué código se identificaba cada comisaría, qué significaba la primera parte del código, qué significaba la segunda, qué eran los códigos de transmisión, esas cosas elementales que no sabíamos y fuimos aprendiendo. Por otro lado, la red radioeléctrica: a qué hora se hacían las transmisiones, cómo se comunicaba cada delegación regional con la central, qué importaba escuchar, qué no. Éramos seis personas trabajando, tres parejas, y nos habíamos repartido las 24 horas del día en turnos de cuatro horas por persona. Una vez que estuvo desculado el funcionamiento, vino la rutina del trabajo: con la información relevante escribíamos unos partes, los hacíamos canuto dentro de cigarrillos en letra minúscula, como los presos, y los dejábamos en unos huecos que había en algunas paredes de la ciudad como, por ejemplo, la Escuela Normal nº 1, en la manzana de Córdoba, Riobamba, Ayacucho y Paraguay, un edificio que estaba muy ruinoso, con las paredes muy carcomidas, y tenía muchos lugares para ponerlos. Luego, alguien de la conducción pasaba por ahí y retiraba la información. Con ese método de trabajo comenzábamos a descular movimientos como, por ejemplo, el traslado de un compañero preso de un lado a otro, y esto permitía programar una operación para rescatarlo.

DS: ¿Y esa planificación también se la delegaban al grupo de ustedes?

HV: No, nosotros pasábamos la información y, sobre esa base que actualizábamos día por día, otro grupo organizaba la operación de rescate en la que participaría. Un día, dejaron de retirar los papelitos. Habíamos ido a llevar papelitos y nos encontramos con que aún estaba allí el anterior. Los dejamos, y cuando fuimos a llevar el tercero nos dimos cuenta de que estaban los dos anteriores. Algo estaba pasando, y temíamos que hubiera caído alguien. Después verificamos que no, que no había caído nadie, que estaban abocados a la discusión ideológica. Se había desatado la polémica entre sectores.

DS: ¿Entre los llamados “oscuros” y “esclarecidos”?

HV: Sí: los iluminados, los oscuros, los fosforescentes. El “proceso de homogeneización política compulsiva” o PHPC, para la AICOPUPE (Alternativa Independiente de la Clase Obrera y el Pueblo Peronista). Las FAP se convirtieron en un grupo de estudio y de discusión y así fue como se disolvió de hecho el grupo. ¿Para qué íbamos a seguir? ¿Sabés lo que son cuatro horas seguidas de escucha y de anotaciones? La cosa más aburrida. Si eso es útil es una cosa, ahora, si no sirve para nada…

(…)

DS: ¿Cómo chequeaban la información que les llegaba? ¿Había un sistema o era algo que se manejaba intuitivamente?

HV: Intuitivamente. Claro que te podías comer un garrón, pero visto retrospectivamente no nos comimos tantos. Era difícil chequear. En general, uno conoce a la fuente y, en el caso de las fuentes indirectas, uno sabe cuál es la fuente de la fuente, y además está el contexto general. Para el trabajo con información hay un tema básico que es la verosimilitud. Hay cosas que te las dice alguien que está ubicado en un lugar clave, pero vos decís “esto no puede ser, esto no es, esto es falso”, porque él está engañado o porque él te quiere engañar, pero “esto no puede ser”. Hay otras cosas donde los matices son más difíciles de discernir, donde es más gris, y para eso cuenta el buen criterio de cada uno, el estar prevenido contra los deseos. A menudo, uno tiende a creer lo que desea, lo que no es mi caso en general, pero nadie está a salvo de eso, es lo más humano.

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