Fenómenos como Le pen son más bien desfavorables para la derecha (…) De nada sirve asustarse. Quedaron lejos los tiempos donde la democracia liberal era la menopausia de las sociedades occidentales y el fascismo su demonio de mediodía. Las democracias han entrado en una especie de senil de la tercera edad, ya no tienen suficiente energía para suscitar un enemigo interior poderoso como lo era el fascismo mítico (…) Le Pen no es más que un eczema o un ave de corral desollada, que, mucho más que su propia fuerza demuestra la debilidad intrínseca de todos los sistemas públicos actuales”
Solo quedan unas masas fluidas y silenciosas, ecuaciones variables de los sondeos, objetos de test perpetuos (…) Todos los representantes (partidos, sindicatos) se sirven de una supuesta exigencia de las masas para escapar a la política”
(Jean Baudrillard “La izquierda divina”)
“Cuanto más poder se le da al monarca tanto más fácilmente puede pasar a otro ese derecho”
(Spinoza, “Tratado Político”)
La tragedia se repite cuando el guion es el mismo, los personajes y lugares también. Como hace 100 y 200 años somos un país que se reivindica colonia de la peor Europa, ni siquiera de la Ilustrada. Un país, o una gran porción de él, que celebra ser visitado por el presidente de la nación más imperialista y cruel que conoció la humanidad. Donde nuestras emociones dependen de lo que haga la casta política, lloramos y reímos según las decisiones que toma esa familia cosmopolita, que juega a los celos y que todo lo hace por despecho o endorfinas. Donde pocos de esa casta viven acordes a sus manifiestos, que se refugian atrás de la palabra pueblo, y dicen ser su necesarios representantes porque según ellos el pueblo no sabe hablar por sí mismo y es un sujeto sin rostro, torpe y esquizofrénico. Por eso un día es tratado como redentor y al otro como psicópata. Donde el pobre jamás ocupará un cargo político relevante, y a lo sumo como si fuera un milagro será asistente o puntero de algún diputado, concejal o ministro. Una sociedad de 40 millones y 3 millones cuadrados de superficie y atormentada por un escaso puñado de pibes chorros, una sociedad que acostumbrada a resolver todo mediante la fuerza hoy renueva su sed de sangre. Que mantiene y cuida como a un dios la nostalgia del genocidio de la última dictadura militar.
Y quienes enfrentan a los reales inquisidores son falsos profetas. Que en público lloran por las injusticias pero en privado pretenden de los pobres obediencia debida y masajes en la espalda. Ahora ellos dicen que por culpa de los pobres se perdió la última elección presidencial. Hasta ayer esos pobres eran las masas iluminadas, el territorio donde se forja un verdadero militante, ahí donde nacen las bases de la movilización, ese otro por el que la patria es, pero que hoy es el otro culpable por el que la patria no será. Ahora dicen que se jodan esos negros de mierda desagradecidos con todo lo que hicimos. Ayer eran el objeto de la lírica revolucionaria, hoy son el sujeto responsable del oscuro cambio. Que histérica es esa sensibilidad que dice amar a los pobres y ante la mínima adversidad los pasa a odiar, o algo peor, a despreciarlos desde una postura arrogante y con gestos de superioridad, que se atribuye todo el poder de dar órdenes desde un trono supuestamente obtenido por los kilómetros de barro pateado en la militancia orgánica. Esa perfecta síntesis moderna llamada Facebook es la evidencia material de dicho fenómeno. Los días posteriores a las últimas elecciones presidenciales uno se cansaba de leer comentarios de estrictos militantes o ciudadanos “comunes” con afinidad apartidaria al último gobierno, que arrancándose las vestiduras en feroces movimientos, exponían rabiosos su bronca hacia los sectores populares que votaron a Mauricio Macri, dando por hecho que las elecciones se perdieron por la ignorancia de dichos sectores, que no saben votar, que eligieron consientes al diablo como presidente, que ya van a ver lo que les espera, ¿Qué porque nos hicieron esto a nosotros que hicimos tanto por ustedes? etc… Sin tener la certeza de que el voto de los pobres haya sido la causa determinante para la victoria de la derecha más conservadora, muchos de los revolucionarios del siglo 21 salieron inmediatamente a culpar a estos por la derrota.
Ahora bien, como habitante de una villa miseria puedo decir que es verdad que hubo muchos vecinos de aquí que se inclinaron hacia la fórmula del PRO, y obviamente es llamativo como un pobre puede votar a alguien que no proviene de su clase, o como un trabajador puede votar a un empresario, pero fueron solo algunos casos, que suceden en cada elección pero que esta vez no fueron la mayoría. En los días previos al balotaje presidencial presencié en el barrio una actividad política como nunca antes. Los vecinos mismos repartiendo boletas, preocupados en convencer al prójimo que Scioli era mejor que Macri. Los más inquietos y eufóricos eran aquellos que poseen un almacén, un pequeño negocio de ropa, una verdulería, etc. Esos que en estos últimos años experimentaron un evidente crecimiento económico a partir de las medidas que potenciaron el consumo interno y el trabajo. Sacando conclusiones desde el puro sentido común del bolsillo, sabiendo que hoy por la villa se ven un montón de autos nuevos o usados, como otro gran síntoma de ese crecimiento inédito que experimentaron muchas familias villeras gracias al ingreso estable que obtuvieron y mantuvieron durante el kirchnerismo. Muchos, no todos (como en cualquier asignatura de la vida) que en los noventa pasaron hambre real y no metafórica, aquellos que cartoneaban y veían como la policía mataba y luego preguntaba, aceptaron ver una diferencia entre ambas fórmulas y se inclinaron por Daniel Scioli. Quizás no convencidos ni contentos, mucho menos orgullosos de votar a un político que como gobernador ni siquiera jugo a hacerse el popular, y que iba a los barrios solo a dar conferencias de prensa en medio de los siempre violentos operativos policiales y que pocas veces se lo vio demostrando empatía hacia los pobres. Recién en campaña y seguramente por recomendación de sus asesores de marketing, montó un personaje al que no le molesta el olor de las masas, un método que repiten y repetirán hasta el infinito de los tiempos todos los políticos en la previa de una elección, cualquiera sea su procedencia de partido.
La historia no es lineal y miren si esta época no será políticamente novedosa que hasta la derecha debe simularse y mostrarse populosa. Pero entonces si en los barrios pobres la fórmula del PRO en su mayoría fue rechazada y los pobres optaron por el peronismo representado por Scioli, ¿Por qué muchos eligieron ante todo y como primera reacción enojarse con los pobres que según ellos votaron mal? Y si así hubiese sido verdad que Macri haya sacado el 100% de los votos en cada villa miseria ¿Cómo es que tan rápidamente esas multitudes que hasta ayer eran hermanas hoy son consideradas enemigas? ¿Quiere decir que esa aparente sensibilidad y empatía hacía la clase baja dependía solo de una elección? ¿Qué detrás del envase de popular había una sospecha antropológica de la capacidad intelectual de los pobres? ¿Como si tuvieran la certeza de que estos están limitados neurológicamente a comprender los problemas sociales de la realidad?
Es tan ridículo nuestro catálogo racional, que los pobres siguen siendo tratados y se siguen dejando tratar como bestias encontradas en la selva y traídas a la ciudad, que poseen diversos rasgos humanos pero que necesitan por el bien común ser controlados e higienizados moralmente, moldeados como hace un alfarero con su jarro. Un barato material descartable que me sirven para reciclar como objeto de discurso o como tesis para finalizar una carrera universitaria. La derrota electoral fue la gran excusa para que muchos que usan el disfraz de rebelde a donde van, puedan desahogar todo su racismo que venían tragándose por conveniencia.
Resulta intolerable la hipocresía de esos que ahora lloran por idénticos hechos que antes veían pero callaban, son igual a los verdugos que denuncian esos que actúan de abejas holgazanas que recién hace un rato lograron darse cuenta de que la policía, la gendarmería o la prefectura reprimen e inundan de balazos a los morochos villeros, incluido niños y ancianos. Cuando eso sucede en la villas desde que tengo uso de razón y nací en el 89, ya viví acá bajo 4 gobiernos de expresiones políticas distintas; el neoliberalismo erótico, carismático y polígamo o mal peronismo de Menem, el neoliberalismo alianzistico hipnótico y aburrido de De La Rua, el neoliberalismo light, magnánimo y romántico o “buen peronismo” de los Kirchner, y el neoliberalismo fashion, resentido y eficaz actual de MM. Todos conciben y concibieron a los barrios pobres como la prueba piloto de los experimentos de la represión y el control social.Lo que da vergüenza ajena es que muchos ahora se hagan los que lloran por como son reprimidos los villeros y antes elegían callar y muchos hasta lo negaban.
El kirchnerismo fue y es completamente o en sus máximas figuras representativas blanco-clase media y a diferencia del primer peronismo no cuenta con un bárbaro mito fundacional. Néstor no fue proyectado como líder de masas por la barbarie de los cabecitas negras descalzos en las fuentes de plaza de Mayo, ese grasoso hecho simbólico que inaugura nada menos que una nueva era en la historia argentina. Cuando fueron las elecciones del 2003 ya había pasado mucho tiempo del argentinazo cacerolo-piquetero del 2001 y Néstor Kirchner no era ni siquiera conocido por arriba en el imaginario popular, a diferencia de Perón que en su cargo como Secretario de Trabajo fue tomando varias medidas a favor de los trabajadores que le hicieron ir ganando la simpatía plebeya, sindical y hasta de algunos anarquistas, numerosos en esos tiempos. Ya que tales políticas eran toda una novedad para la historia del país, por primera vez el trabajador empezaba a ser reivindicado y considerado sujeto con derechos. No se puede negar los progresos materiales que conocieron la mayoría de los argentinos durante esta última etapa, y todo aquel que se considera de izquierda debe valorar la apertura de la memoria colectiva y la tolerancia institucional a que se hable de los 70, fue gracias al kirchnerismo que se pudo sacar del sótano de la tortura a lo que aconteció en esos años, sino aun la versión oficial seguiría siendo la del manual kapeluz, que no mencionaba ni siquiera a los desaparecidos, mucho menos al secuestro de bebes, o las violaciones y mutilaciones sufridas hasta por muchos pre-adolecentes. Ningún pueblo que se proclame civilizado puede esconder una barbarie y carnaval de muerte de tanta magnitud como la sucedida entre 1976 y 1983, aunque sean muchos los que aun justifican y hasta celebran las torturas y violaciones a jóvenes, que a veces solo habían cometido el pecado no de leer a Marx sino El principito. Nadie esconde el agradecimiento por todo lo bien hecho, pero si es en cuestión de ideales los de estos años son muy diferentes a los sueños y a la ética de esa generación dorada, que no conocía la fatiga y soñaba jamás burocratizarse. Al kirchnerismo le faltó épica y mística, pero tampoco tenía con que construirlas, pocos de los que hoy se nos ofrecen como líderes tienen una vida lejos de la vulgaridad del lujo, al revés de esos votos de pobreza y humildad obligatorios que tenían los setentistas. Hoy no hay líderes que despierten pasión, de la juventud se ha hablado mucho, pero no hay figuras ni en el sindicalismo ni en los grandes partidos que generen un estruendo emocional y conmuevan a las masas, no se ven jóvenes cuadros políticos que hagan arder la fibra del campo popular. Y no hay que confundir el aplauso obligado o anteponer en cada oración “Porque Nestor y Cristina”, con los dispositivos orgánicos que reinaban en las organizaciones de los 70, porque no todo verticalismo es igual ni tiene los mismos objetivos.
Aquel al que algo le duele lo injusto sabe apreciar que la famosa movilidad ascendente es mejor que todo tipo de ajuste, que gente comiendo lo que quiera es mejor que personas comiendo lo que haya o no comiendo. Que es mejor gente con trabajo a la desocupación masiva. Pero hasta el mejor peronismo sigue siendo capitalismo. Y si hay capitalismo se reproduce una forma precisa de vida que siempre hace querer más posesión de bienes, donde los pobres consiguen empleo pero siempre dentro de un acotado repertorio de labores y donde se nos obliga a convivir con una tabla de valores donde la competencia y la opulencia no se cuestionan. Donde sea cual sea el estilo de gobierno se hace un uso idéntico de la policía frente a los barrios pobres. El peronismo es el eterno retorno del mismo orden económico y financiero pero camuflado, un capitalismo camaleón, donde los dueños de la propiedad privada, los bancos y corporaciones son los mismos de toda la vida, pero obligados a dar una limosna en la misa de las masas. Y vale aclarar que el peronismo nunca mintió en eso, a muchos nos gustaría creer que el peronismo es un movimiento popular pero cada vez queda más en claro que es solo un conglomerado político funcional a la democracia liberal, quizás en una época de la historia el solo nombrarlo atraía espíritus libertarios, pero hoy lo que hay como grandes figuras que representan al peronismo es una banda de monigotes feudales, amantes desbordados del dinero, y bastante propensos a ejercer la mano dura en sus cargos como intendentes o gobernadores. Tal queda evidenciado con la adhesión de la mayoría de los gobernadores peronistas al famoso protocolo represivo anti piquetes de Patricia Bulrich. O cuando escasos días posteriores a las elecciones se pudo escuchar a uno de los grandes referentes del PRO, Federico Pinedo, decir “que el peronismo iba ser muy importante para que ellos sostengan su gobernabilidad” es decir una dialéctica hegeliana pura; la derecha no es “sin” el peronismo, el peronismo no es “sin” la derecha.
Obviamente pasaron muchas cosas en el medio entre el arresto de Perón, el 17 de Octubre de 1945, la formación del partido justicialista, etc y el hoy. Hubo miles de muertos y desaparecidos. Y cuesta aceptar que esos ríos de sangre solo hayan desembocado en el mar conservador que es lo que el peronismo terminó siendo actualmente. Pero esa actualidad no es el simple resultado de hechos aislados acontecidos solamente desde la recuperación de la democracia en adelante. El que revisa la historia encuentra que desde sus principios el peronismo tiene como emblema alcanzar el objetivo de generar una burguesía nacional a través del fortalecimiento de la industria nacional, un país con “buenos patrones”, “capitalistas de acá”, “Una patria de jefes civilizados”, que acompañen la distribución de la riqueza, que aceptan el control de las importaciones, que potencian el crecimiento del mercado interno, etc. Al peronismo y a los peronistas les aterra la sola fotografía de una sociedad sin clases, y ese no es el problema, cada partido con su doctrina, el problema es que nos quieran imponer hoy al peronismo como el único canal posible de organización y resistencia, porque entonces ¿quiénes serían la vanguardia iluminada, esa que vive aunque sea un poco como grita en sus discursos? ¿Qué tiene que ver la sensibilidad de un militante con el cristianismo policiaco de Scioli, Espinoza, Urtubey, Gioja, Insfran, (por nombrar a los peronistas más famosos y televisados) o ¿qué tiene que ver la disciplina de un militante que un sábado a la mañana va a las villas conmovido a alfabetizar, con la cómoda silla de la burocracia a la que se aferraron miles en estos últimos años?
Es que el número de militantes reales, sensibles y coherentes, es insignificante frente a la cantidad de seudos militantes que se meten en la política como si lo hicieran a un partido de fútbol y como una carrera personal. Hoy lloran porque el mercado cambió de gerente y sus pautas de convivencia, pero el dueño del mercado siempre fue el mismo. El peronismo nunca se propuso alterar ningún orden financiero, ya en sus raíces filosóficas no hay ni siquiera la sugerencia de que en algún momento de la historia se debe abolir la comodidad en la que vive tanto el pequeño-mediano y gran burgués, siempre a costa de la incomodidad de los cabecitas negras. Maldecir al capitalismo ni siquiera es parte de su simbología, salvo la frase de su marcha donde dice “combatiendo al capital”, pero que en los hechos quedó claro que nunca lo combatió sino que con mucho esfuerzo lo pasteurizó. Porque un mundo sin clases sociales implicaría mucha demanda de subjetividad, mucho aporte real de cada sujeto con sus actos más que con sus dichos, más trabajo artesanal que mental, mucha mano de obra física y no tan cognitiva, y el pequeño o gran burgués, multiplicado a miles por el peronismo (sabido es que es parte de su tragedia, incrementar la clase media que luego lo sepulta para posteriormente exhumarlo y revivir el cadáver) sabe trabajar a lo sumo con su cerebro, los trabajos que requieren esfuerzo físico tienen dueños claros y si el burgués es bueno, como cuando es peronista, le pagará a su siervo en blanco, y si no es peronista le pagará poco o nada, con latigazo incluido y el esclavo hasta deberá agradecer.
Las grandes opciones del menú político argentino producen acidez conservadora antes de elegir el plato. Solo hay dos opciones en la carta; derecha moderada y democrática, (Peronismo, Kirchnerismo) o derecha corajuda y atrevida (PRO-Frente Renovador Gobiernos militares) y una vez que terminamos de comer hay que decir que fue la comida más rica jamás saboreada. No hay bebida, no hay postre, y la receta del comunismo que ni se mencione porque nadie sabe cocinarla ni sabe cuáles son los ingredientes, porque es algo lógicamente imposible y uno es abstracto, ridículo o resentido solo con invocar su leyenda, porque según dicen es una idea muy linda desde la utopía aunque irrealizable en la vida real. Yo prefiero vivir bajo el hechizo de una utopía irrealizable como la del comunismo que conformarme con la utopía de las clases sociales conciliadas y en armonía que propone el peronismo, que el rico siga feliz en su lugar, que el pequeño burgués siga alquilando pero teniendo la herencia de la casita que le dejan sus padres cuando se mueran, mientras los grasitas sean los que transpiren y edifiquen las casitas que nunca habitaran, pero con vacaciones y ART.
Cada uno elige su sueño, yo con el mío duermo feliz y sin ayuda de la ciencia. Y capitalistas somos todos, consumimos y estamos dentro de este sistema, pero somos pocos los que estaríamos de acuerdo y preparados en despojarnos de la comodidad para vivir en un mundo sin shoppings, donde no exista un palacio a dos centímetros del hambre, donde haya que comer lo justo y necesario si es en beneficio de erradicar tanta obscenidad en la desigualdad. Esas cosas que implicarían la vida en comunismo, que un pobre por antonomasia ya sabe hacer y ni que hablar alguien que estuvo preso, como quien escribe. Si uno mantiene el capitalismo debe abstenerse a las consecuencias, que a veces son evidentes y en otras ocasiones como durante el peronismo se ponen un velo. Porque está en la naturaleza política misma del capitalismo y es necesario para su conservación tener etapas de cierto progreso para las multitudes, con estable cantidad de asalariados y salarios en alza, consumo para todos y todas, etc y otras etapas donde la lógica es sálvese quien pueda y miles se sumergen en la miseria, para luego otra vez retomar el sendero del progreso, a continuación regresar a la quiebras de la industria nacional, y así sucesivamente hasta el abismo.
El futuro será cada vez más conservador, si el cuasi reformismo del kirchnerismo es el límite de todo el deseo y goce. Si tenemos que estar contentos con aquellos que regocijándose en Keynes marcan la frontera para la ansiedad de querer una sociedad organizada de otra manera. Muchos dicen que lloran por la injusticia eterna que vive un obrero, un campesino, un minero, un vendedor ambulante, etc. Pero solo por estrategia y agenda política y no por un amor real, que trascienda al discurso o sea inmanente a él. Si realmente sintiéramos lo que sienten esos cuerpos directamente otro sería el mundo.
El kirchnerismo no quiso y no quiere dialogar con el sentido común, nunca le dio importancia, en plena era del marketing y las redes sociales decidió aislarse y negar interactuar con el ciudadano de a pie, cuando todos aconsejaban que revise su estrategia comunicacional más recrudecía la soberbia, como si el mismo kirchnerismo estuviera haciendo campaña para Macri. Aún hoy persisten en ese criterio, en vez de salir a seducir gente, cuando nuestra sociedad es un rebaño muy fácil de domar y domesticar, salen a insultar y humillar al votante de Macri. Y acusando de ingratos a los ciudadanos que presentan algún tipo de queja o crítica.
¿No es llamativo como se le entregó con moño el manantial de la opinión pública al que dice su eterno enemigo? Cuando (sería un gran chiste pero no lo es) el grupo Clarín fue el que más millones de pesos recibió por parte del estado en concepto de pauta oficial durante los gobiernos kirchneristas. No fueron la negación ni lo contrario de la derecha como ahora se presentan, sino su rama moderada, una derecha con buenos modales. Fue la trampa perfecta para cazar la ferocidad ciudadana luego del argentinazo del 2001. Es una trampa, porque son miles los jóvenes en toda la Argentina que hoy sienten una gran pasión militante, que desborda emocionalmente y supera en esplendor a cualquier político, pero toda esa energía es contenida y casi desperdiciada por las grandes organizaciones dentro del kirchnerismo.
Hay siglos de distancia entre el amor de un militante y la falsedad de todos esos que se atrincheran en sus espacios de poder, así estos sean mínimos. Pero tampoco hubo en estos últimos años unas bases militantes lo necesariamente críticas con sus guías. En argentina hubo una movilización en la conciencia popular casi irracional luego del 2001, la gente necesitaba canalizar broncas, ideales, sueños, proyectarlos en algún espacio político y la aparición de Nestor Kirchner y su comportamiento gubernamental absorbió esa energía rápidamente. Hoy la situación es similar, hay más movilización y rechazo al gobierno del PRO entre los ciudadanos comunes que entre los líderes partidarios, o en todo caso es otra capa muscular la que se ve afectada y demanda atención, porque el ciudadano común sufre las consecuencias de cualquier política en su cotidianeidad material inmediata. Y ahora quienes subestiman a las masas son el partido gobernante, creyendo que todos esos que presentan quejas son militantes orgánicos y afiliados en su totalidad al kirchnerismo.
En los grandes medios se ha instalado que la sociedad emprendió un camino irreversible hacia la derechización universal, que todo discurso progresista, igualitario y humanista es cosa del pasado. No se equivocan, pero tampoco es una verdad absoluta. Pueden tener argumentos de sobra al ver que la tendencia en el mundo es el avance del control total de la población y que la doctrina ultra reaccionaria se expande como en una nueva globalización y es aceptada rápidamente por cada gobierno pero creer que la historia ya está escrita es no haber leído lo escrito hasta ahora. El acontecimiento y la contingencia son dos elementos claves de la historia, no toda la sociedad argentina se ha resignado a ser de derecha, nadie creía 4 años atrás en el panorama actual, cuando Cristina sacó el 54% de los votos y la segunda fórmula más votada fue la encabezada en aquel momento por Hermes Binner, que al menos se identifica con el socialismo, es decir que fueron elecciones donde la mayoría de los votantes se inclinaron hacia fórmulas macro-progresistas, ¿por qué creer entonces que está garantizado que el futuro será cada vez más fascista y la sociedad en cada elección solo deberá elegir entre matices de la derecha? Porque no creer que solo se tratan de “relevos” en palabras de Jean Baudrillard, que hacen las masas en cada elección.
No se puede decir que volvimos al 76, no se puede hablar de dictadura, eso es insultar la memoria de los desaparecidos, es cagarse en su dolor, banalizar y ridiculizar la lucha de esos años. ¿O acaso duele lo mismo que te echen de un puesto muchas veces esencialmente burocrático en el estado a que te torturen horas y horas para luego arrojarte vivo al mar? Pero hay una diferencia fundamental y es que en ese periodo tan oscuro no existían las redes sociales, un elemento que ha cambiado el transcurso de la historia humana, hoy la información ya no es monopólica, cada medida tomada por un gobierno es juzgada por un gigante tribunal civil, llamado Facebook o twitter. Todas las medidas tomadas por Martínez de Hoz o Cavallo, todas las muertes durante la dictadura o el gobierno de Menem pasaban desapercibidas, y muchos años después recién nos pudimos enterar cuales eran los planes económicos ejecutados, a diferencia de hoy, donde cada medida toma conocimiento público y es súper difundida en cuestión de segundos.
Desde los grandes medios y desde los grandes partidos buscan persuadirnos de que la realidad política está predeterminada, que el bienestar se alcanza obedeciendo al programa patronal y que no queda otra. Y si bien el kirchnerismo ni siquiera tiene un discurso anticapitalista y cree en los modos de producción del capitalismo, para la mayoría de los argentinos algunas de sus medidas de tono igualitario fueron más que motivo suficiente como para no votarlos nuevamente y permitir la revancha vigente.
Las discusiones principales en cuestiones de política coyuntural siempre deberían resolverse con soluciones del centro hacia la izquierda, porque allí siempre habrá más dinámica, compasión y solidaridad, la derecha es conocida por su canibalismo e inmovilidad, por eso nadie le cree cuando baila, pero pareciera que lo máximo que está dispuesta a soportar la sociedad argentina es un derechoso centro. No solo los grandes medios, históricamente y mundialmente símbolos de la derecha conspiran y trabajan por una sociedad horrible, sino también todos aquellos que se autodenominan de izquierda y que piensan que los pobres no pueden intervenir en política sino es a través de voceros, que creen que los pobres son incapaces de pensar y representarse solos. Aquellos que bajo una remera de Evita o del Che tienen un enano fascista muy bien escondido, y que supuestamente son los que liberaran la patria y nos llevaran a la victoria.
Tampoco esta crítica se sostiene en la ingenuidad de afirmar que en las villas o en las poblaciones conurbanas hoy pasa algo grande en lo político, por lo cual resulta doblemente cruel la postura de subestimar y burlarse del pueblo villero. El villero tampoco pelea mucho por representarse, la cumbre de la felicidad es tener un tutor que le deje poner su nombre en una revista progre. A los villeros vienen unas personas de afuera, le pintan las paredes con los rostros de ciertos próceres revolucionarios que en la villa casi nadie conoce, se sube la foto a Facebook de la jornada muralista y ya pareciera que en las villas hay una “re movida”. Cuando lo verdadero, lo original, lo novedoso, lo justo y lo coherente sería pintar también rostros de villeros muertos, sean trabajadores o pibes chorros, rostros de personas que pertenecieron a ese hábitat. Lo distinto sería leer y que nos dejen escuchar el real dialecto que hay en las villas y no que se anule a ese lunfardo desde una moral infantil que no deja al villero hablar como quiere porque “hay que hablar bien” y el villero “habla mal”. Aunque ciertos valores de convivencia comunitaria aún se conservan en las villas, aunque todavía sobreviven ciertas dosis de compañerismo, en los últimos años hubo un cambio de paradigma y aquellos vecinos que en el pasado trataban de ayudar a los pibes perdidos en la droga o en la violencia, hoy abrazan con llamativa furia los discursos más insensibles y monstruosos sobre los pibes, repitiendo el pedido de la clase media; “que los maten no sin antes torturarlos”. Incluso hasta festejando cuando muere un pibe, que podría ser su propio hijo. Y en eso tuvo mucho que ver la filosofía peronista de sacralizar la fábrica y ofrecerla junto a la obra en construcción como máximo paraíso posible para el villero, de ahí resulta que el albañil y el obrero, con el cuerpo explotado y doblado odie y deteste más a los pibes chorros que a quien lo explota por migajas.
“¿Por qué siguen robando si creamos 5 millones de puesto de trabajo y les dimos un montón de cosas? “Entiendo que roben en los 90 cuando había hambre pero no hoy que hay trabajo”, han sido frases que he escuchado decir a grandes cuadros del kirchnerismo. Y una de las grandes parodias de esta época fue escuchar en los medios que el kirchnerismo era condescendiente con los pibes chorros, que inundó todos los tribunales de garantismo, que casi negaba ser a la policía, cuando hasta las estadísticas oficiales exhiben un incremento exponencial y descomunal de los casos de gatillos fáciles o “muertes en enfrentamientos”, de los “suicidios en comisarías” y ni hablar del hacinamiento en las cárceles. Y si es verdad que aumentó la delincuencia durante la década ganada, como decía Foucalt, justamente sobre cuando se habla si aumenta año tras años la cantidad de delincuentes; “Es un hecho que nunca se ha podido comprobar con rigurosidad estadística”. Pero sin embargo según los grandes medios pareciera que el kirchnerismo era casi anárquico y fomentador de los pibes chorros, pero la realidad es que acribilló a miles y cuasi-militarizó muchas villas. Se podía escribir uno o varios libros enteros sobre el accionar horroroso que tuvieron las fuerzas de seguridad en las villas durante el kirchnerismo, llegando a abusos extremos, torturas y violencia de género explícita hacia niñas y pre adolescentes inclusive. Hasta reemplazaron el término represión por uno más suave «Violencia institucional», para que no quede en la conciencia popular que el kirchnerismo reprimía.
“No existen los gobiernos de izquierda” decía Deleuze, entonces ¿De dónde nace esa extraña necesidad de obligarnos a creer que el kirchnerismo o los peronismos fueron gobiernos de izquierdas? Mi versión es porque la sociedad argentina a pesar de tanta carnicería a lo largo de su historia mantiene una chispa de insubordinación, que a veces se hace llama y otras veces ceniza. Hay personas que se han esforzado por mantener vivo a los mártires emancipadores, y aunque la cantidad de argentinos que reivindica ciertas luchas sea escasa, es garantía de futuro, es semilla arrojada en tierra fértil. Si el kirchnerismo no sabe interpretar esa rabia lo harán otros movimientos, y si trabaja para ser solo un mero partido más de la rancia y putrefacta democracia capitalista, serán sus mismos militantes los que romperán los cercos y portones y se fugaran hacia otras expresiones más valientes. Porque hay durmiendo en la sociedad desde hace tiempo otra fuerza y propuesta diferente a todo lo visto, una potencia que no va a conformarse, que se vio seducida por el kirchnerismo, ya que venía de décadas de desilusiones, fracasos, derrotas y resignaciones y ¿quién no necesita aferrarse a algo cuando en apariencia comparte nuestras utopías? Pero estamos ante la primer gran prueba que tiene ese espacio político que contuvo y sembró la esperanza en tantos para ver si realmente es un proyecto popular, para ver hasta donde se anima a resistir, hasta donde cede en el congreso, con cuanta pasión defiende a los desocupados, cuanto repite o contradice lo que imponga la agenda mediática, si trabajará para fortalecer y dejar radiante a la democracia capitalista o si se atreve aunque sea a cuestionarla. Si deja que sus militantes por lo menos obtengan el permiso para usar la imaginación y crear novedades y no recrear o simplemente hacer remakes de películas antiguas.
Porque el kirchnerismo fue uno de los perfeccionistas en esa derechización de la sociedad, no salió a interpelar nunca firmemente a los discursos reaccionarios sino que los incorporó a su gobierno, muchos reaccionarios fueron ministros y parte del gobierno saliente. Cuando prometió profundizar fue cuando más se volvió conservador, cuando más apoyo tuvo de la gente para tomar medidas arriesgadas en favor de las masas, fue cuando devaluó y estancó la economía. Fueron años donde nos obligaron a aceptar al kirchnerismo como la cúspide de las ideas de izquierda, cuando en todos sus grandes referentes el modo de vida es igual al de la “gente de derecha”, se visten, hablan y comen en los mismos lugares. Tampoco pido esa puesta en escena de pobreza a lo Pepe Mujica, no me interesa que el presidente sea hippie sino le toca el culo a las multinacionales, sino saca leyes que generen igualdades. La década ganada fueron tiempos de una compleja ambigüedad, donde convivieron en la misma casa algunos ideales socialistas con oligarcas clásicos y eclesiásticos, durmiendo en la misma cama el que piensa en asistir y el que piensa en reprimir, tanta pluralidad que nadie sabe bien que piensa el kirchnerismo. Una ensalada de farsas y posturas que algunos llamaron transversalidad o frente, y ahí tienen los resultados, ni 3 meses de la derrota y cada vez son menos los que se reivindican kirchneristas.