El desahogo: acerca de la marcha en defensa de la Educación Pública // Santiago Giménez

La realidad de ser golpeados, de tener que adaptarse y aguantar, suscitó en la masiva movilización en defensa por la educación pública: fue el desahogo de una impotencia generalizada, expresada en consigas de lo más poéticas y viscerales.

 

Esa potencia es transversal a las tradiciones políticas y generacionales; y logró recuperar la iniciativa y la adhesión política en su amplitud. Generó la ruptura de esa impotencia cotidiana por recibir a menudo acontecimientos calamitosos; demostró que las Universidades son para la sociedad el último refugio de prestigio de lo público, en tiempos de infinito desprecio hacia las instituciones públicas.

 

Desde el lenguaje -como no ocurría hace tiempo- logró percibir esos valores esenciales que nacen de lo individual y se transforman en lo colectivo; proceso que surge de una memoria histórica individual de quien percibe la oportunidad de haber accedido a una educación universitaria pública y gratuita, y se convierte en colectiva en el querer que otros accedan a lo mismo.

 

Esa comprensión logró unir un mismo desahogo para quienes transitaron la educación pública, los que lo hacen en la actualidad y los que vendrán, donde las premisas de las oportunidades, la libertad, la soberanía, los derechos, la calidad y la gratuidad son valores irrenunciables para el conjunto de la sociedad; valores todos que se sintetizan en una idea más llana: lo que tuve para mí lo quiero para todos. Lograr recuperar ese valor de y por lo público es la tarea más urgente para una ofensiva del presente.


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