- Mark Fisher popularizó la frase “es más sencillo imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. La verborragia parece decirnos que es más fácil imaginar un capitalismo intergaláctico que el fin de la lógica de la mercancía. O peor: solo es posible imaginar el fin del capitalismo en tanto que fin del universo en cuanto tal.
- Esta obra de teatro nos enfrenta a una ansiedad paranoica: el apocalipsis no es lo que vendrá, es lo que ya está sucediendo. Lo que ya sucedió. Walter Benjamín decía que no hay que pensar la catástrofe como algo probable o posible, en un futuro lejano o en uno demasiado cercano, demasiado humano. La catástrofe es lo que en cada caso nos está pasando. Es la muerte lenta, de la que habla Lauren Berlant. La verdadera catástrofe es existencial, el colapso somos nosotros mismos y nuestra relación instrumental con el mundo. La verborragia escarba en ese inconsciente político: narra nuestra desesperación y depresión colectiva desde un más allá del límite, donde la locura y la destrucción ocupan el horizonte de lo pensable. Es el caos o el caos, no hay alternativas. Pero las crisis y colapsos son procesos ambiguos, de temblor y reapertura. El caos habilita un potencial cognitivo para recrear nuestras fuerzas.
- Cuando la realidad coincide con el suicidio del capital, todo pasado, todo presente, toda nostalgia o proyección es asediada por un futuro donde el final de los tiempos ha sido consumado. En La verborragia, el “espacio exterior” (desborde ambiental) y el “espacio interior” (derrumbe psíquico) son consumidos por la dinámica delirante de unos medios de comunicación extraterrestres y unos poderes terapéuticos interplanetarios. Desde la Luna se emite un programa de televisión para todo el Sistema Solar, mientras la desmesura empresarial lleva a la Tierra hacia la explosión. Ante esto, no hay lugar para la melancolía ni para el entusiasmo. Tanto el optimismo como el pesimismo conducen a la esperanza y el miedo. Y en esa atmósfera reina el cinismo, que es una captura de los afectos, el lenguaje y la política. En cambio, la ironía, como ya advirtió Lenin, puede ser una lengua creadora de mundos, incluso cuando sus humores satíricos nos hablen después del fin de todos los mundos. Lenguaje que inventa formas de vida y forma de vida que inventa lenguajes. Ya no hay nada que esperar: ¡somos libres!
- Una máquina posthumana llamada Eva revela el secreto del apocalipsis. Su monólogo nos recuerda que la relación entre humanos y máquinas despierta fabulaciones tan aterradoras como emocionantes. Juan Mattio dice que existen tres imaginarios de la máquina. Primero, lo humano que se hace máquina (cyborg). Segundo, la máquina que se humaniza (robots, androides). Tercero, la máquina que se autonomiza y traiciona a sus creadores (Frankenstein). Si bien La verborragia navega las tres fantasías, considera que solo una de ellas es tan seductora como creíble y viable. El problema es averiguar cuál es y por qué. Y para eso no queda otra que hacer la experiencia. Una pista: Eva es a Ramiro Guggiari lo que el Capital es a Marx. En este caso, la destrucción masiva no responde a la acción de un “exterior” (desastres naturales, lucha obrera o invasión alienígena). Es el resultado “interno” de la pulsión de muerte que comanda las máquinas capitalistas. La preguntas es ¿cómo hackear o interrumpir los automatismos técnicos que nos gobiernan?
- El “cosmismo ruso” aterrizó en un teatro porteño, fundiendo a Neón Genesis Evangelión con poderes árabes, Susana Giménez, Simondon y Eva Perón. Unas Mil y una Noches monstruosas, imposibles, muy reales. Su magia se confunde con una publicidad que nos garantiza retornar del suicidio. Se trata de revivir a los muertos para reanimar nuestra vida-zombi. Nos venden estados de ánimo: consumo, psicosis y celebridades, nada más cercano a la realidad. Donna Haraway sonríe ante la ingenua pregunta de Franco “Bifo” Berardi: ¿game over capitalista o juicio final revolucionario? En La verborragia la lucha de clases es un video juego vintage.
- Las masas no somos engañadas: deseamos el colapso. Nos calienta el apocalipsis, porque satisface el placer de una intimidad común. Al sumergirse en esa ambivalencia, La verborragia recuerda una enseñanza de Nietzsche: el cuerpo es lo único que tenemos. Una brújula erótica cuyos saberes otorgan las premisas sensoriales para vivir en el final. Habitamos la singularidad del desastre, y solo nos quedan nuestros vínculos, territorios y soledades pobladas. Sin embargo, este “zapping” no realiza pronósticos ni anticipaciones proféticas. Evidencia que la extinción es aquí y ahora. El capitalismo es un apocalipsis cotidiano, donde la demencia del mercado converge con una normalidad enfermiza. De hecho, el colapsismo es hoy una forma de gobierno muy sexy y recurrente, coloniza nuestras emociones y cerebros. Por eso no moviliza ni paraliza. Como el insomnio anterior a la pesadilla o el sueño, ya no angustia ni asusta a nadie. Alivia, como el sin tiempo y sin espacio del vientre cálido de una madre mítica. Cuando la catástrofe ya fue, Amador Fernández-Savater dice que una estrategia es reencantar nuestros mundos, reconectar con lo que todavía brota y pulsa, a pesar de todo. Lo vivo es una fuerza irreductible a la voracidad del capital, que es el verdadero demonio del Big Crunch.
- ¿Qué pasión subyace a nuestra fascinación por las extinciones masivas, el deterioro ambiental, la inteligencia suprahumana, la conquista del cosmos y el descontrol tecnológico? ¿Las vidas arrasadas pueden alucinar otro fin del mundo? Ezequiel Gatto llama futuridades a las potencialidades latentes que germinan en nuestro presente. Virtualidades que no se agotan en lo actual. Posibilidades imperceptibles, devenires aberrantes, mutaciones inesperadas. En este sentido, La verborragia no se agota en la imagen del futuro como destino. Es una producción sin imagen, puro movimiento de síntomas. Sospecho que me toca por mi propia relación onírica con los paisajes deseantes del final. Son incontables las veces que soñé con el apocalipsis, a veces a la manera de Hollywood y otras bajo una forma bíblica. Por eso propuse siete hipótesis, porque imagino que serían los días en los que Dios tardaría en destruir el universo, dejando intacta la acumulación financiera, mediática y farmacéutica del dinero. Si es cierto que el capital está vivo y nosotros estamos muertos, solo otra Eva podrá salvarnos…
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La verborragia. Zapping del fin del mundo se realiza los domingos a las 19 hs en el teatro XIRGU UNTREF (Chacabuco 875, San Telmo, CABA).