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Con Cambiemos las elites históricamente gobernantes accedieron nuevamente al control del Estado. La diversidad de fuerzas que integran el frente electoral es encabezada por un empresariado nuevo y modernizador que encarna las aspiraciones de reorganización integral de la vida en la Argentina, fuertemente vinculados a los agronegocios y las finanzas –biotecnología, economías extractivas, insumos y servicios-. La Revolución de la Alegría que funciona por abajo es acompañada con una modernización de la estructura institucional y productiva. La CEOcracia supone, en lo básico, una operación que va de la administración de las cosas a la gestión de la vida.
Se trata de la primera experiencia histórica en la que una propuesta abiertamente empresarial-neoliberal alcanza la presidencia de la Nación por vía democrática. La llegada masiva de Chief Executive Officer -CEO- a las oficinas de ministerios, secretarías y reparticiones públicas, provenientes de grupos económicos locales y multinacionales, constituye un acontecimiento inédito en la historia nacional. Un vector suplementario del proceso de privatizaciones de la década del ’90. La clave de gestión del nuevo gobierno diluyó las fronteras entre lo público y lo privado: el capital se dispersa hasta lo público y lo transforma. Los potenciales conflictos de intereses quedaron garantizados por el propio presidente al condonarse una deuda contraída durante la administración del Correo por su holding empresarial: es el procedimiento elemental para que las cosas funcionen.
Hay casos notables por su ubicación estratégica y su incompatibilidad interesada: Juan José Aranguren, ex Shell en el Ministerio de Energía; Luis Caputo, ex Deutsche Bank en la Secretaría de Finanzas; o Mario Quintana, del fondo Pegasus que controla Farmacity, Freddo y Musimundo, en la Secretaría de Coordinación Administrativa y Evaluación Presupuestaria de la Jefatura de Gabinete. La utopía de la sociedad de control financiero tiene a los dueños del lavarropa a cargo de la fiscalización del lavado y giro de activos. Los directivos del HSBC en las oficinas de control es el punto límite del deseo de un mundo habitado por tenedores de acciones, valores en libre circulación y reproducción del capital. Los directivos de los organismos que abonan con préstamos el endeudamiento del Programa Financiero Total que lleva adelante el gobierno, son los que emiten, reciben y fiscalizan: son los grandes acreedores de un común permanentemente endeudado. El Estado es croupier, un facilitador.
Los recambios ministeriales que se produjeron hasta ahora continuaron con esa línea de vinculación directa entre los grandes actores económicos -ligados al capital financiero internacional- y la administración pública. El Pro se quiso sumar tarde a un mundo globalizado que se derrumba. La tradición occidental se reclama desde la economía de la deuda y desde la tradición libresca: volver al mundo es poner a la Argentina en su lugar dentro de la economía de servicios. Manguel y Avelluto hacen su parte. Lo occidental y cristiano bajo su forma modernizada, biotecnológica e informática. El radicalismo y sus satélites –el componente socialdemócrata caído en desgracia- funcionan como proveedores de disciplina institucionalista y retórica republicana. Compensa con su doblez de discurso moral y astucia tramposa de submundo político la desfachatez cínica de los integrantes del núcleo duro del Pro: ese juego de cinismo e hipocresía son las poleas de sostén del frente electoral.
“Todo el poder a los CEO’s” implicó la puesta en práctica del saber-hacer manageril en la gestión de los recursos. La refundación del Estado según abecés empresariales se reivindica como una renovación de las formas y contenidos de la política. La transparencia, la creatividad, el optimismo y la productividad son los valores que hacen el paraíso de la eficiencia que el dream teamde los negocios vino a ofrecer. Para la toma del poder, este nuevo empresariado futurista intenta quitarse sus raíces históricas con afanes modernizadores. Pero tuvo que hacer alianzas y arreglos con otras fuerzas tradicionales. Las elites en la Argentina se recompusieron y en esa complejidad se dirimen los desafíos internos del frente Cambiemos.
El Observatorio de la Elites Argentinas del Instituto de Altos Estudios Sociales -IDAES- de la Universidad de San Martin realizó un informe para indagar en los orígenes y trayectorias de los integrantes del primer gabinete de Mauricio Macri, y detectar las vinculaciones y los grados de influencia de los CEO’s y altos cargos ejecutivos en las distintas carteras de gobierno. “Su estudio, y el de sus más altos funcionarios, permite comprender mejor los objetivos del gobierno y el contenido de sus políticas públicas, identificar cuáles son las áreas de gestión más poderosas y entender por qué, conocer quiénes son sus aliados sociales y políticos, y determinar qué sectores sociales se podrán beneficiar o perjudicar con las medidas implementadas, entre otras importantes cuestiones”, explica la presentación.
De acuerdo al informe hay un 31 por ciento de los integrantes del gabinete inicial que alguna vez ocupó un puesto de alta o media gerencia en una empresa privada. Cifra que se engrosa en el caso específico de la Jefatura de Gabinete que conduce Marcos Peña, donde la proporción alcanza el 70 por ciento.
Marcos Peña es miembro de la familia Braun, dueña de los supermercados La Anónima y de iniciática participación en la oligarquía fundacional que llevó adelante las matanzas del desierto y la organización del Estado nacional. Macri es Blanco Villegas por parte de su madre. El bestiario de Cambiemos está compuesto de apellidos vinculados a la oligarquía terrateniente tradicional y a los sectores empresariales que operaron como pata civil del Proceso en los setenta. La prolongación de la aristocracia, con el menemismo y la Alianza de por medio, devino en el chetismo de Cambiemos, combinación de estéticas patricias y distinguidas con marketing, management y los modales cínicos del caretaje buenaondista. Una cultura de la oquedad donde lo único que relumbra es el dinero y su posibilidad de proyección infinita.
La puerta giratoria
Los actitudes del patrón cambiaron, ahora el amo baila y canta en el balcón presidencial. El look para el ejercicio del mando tiene que ser otro. El Pro hizo de la teatralidad política un laboratorio para la moda y el espectáculo. Entre los datos que se desprenden del informe se reconoce una variable generacional: la mayoría de los miembros del gabinete rondan los 50 años. El ataque al setentismo de los anteriores -cargados de historia, lenguajes densos, formas anticuadas, herencias del pasado- se corresponde con la modernización integral de la vida institucional. Los amos-chetos también necesitan optimismo y retiros espirituales. La ocupación del Estado por el ethos empresarial es un cambio de mando que, además, conlleva otra modalidad de la historia. La memoria se removió como lugar de disputa.
El nuevo empresariado llegó cargando sus técnicas y saberes de la gestión neoliberal. Ese era el entusiasmo inicial en los mejores, los que ganaron su competencia hicieron bien las cosas con sí mismos, se vendieron y ganaron su carrera: al ser convocados por Macri, sesenta de ochenta y seis funcionarios que ocupaban cargos en el sector privado, eran CEO’s de sus compañías.
La “puerta giratoria” fue transfusión de conocimiento y tiempo de trabajo de las corporaciones privadas –en buena medida ligadas a la reproducción financiera o las economías extractivas- al Estado. El gobierno de Cambiemos es la tensión entre los progresistas de la modernización permanente y los conservadores atados a la vida institucional y la pesadez de las leyes.
El 75 por ciento de los funcionarios del gobierno tienen estudios universitarios realizados. El 42 por ciento suma algún posgrado. El 78 por ciento de ellos se formó en alguna carrera vinculada a las ciencias económicas, el derecho o las ingenierías. Sin embargo, el núcleo del saber jurídico como concentración del poder en la postdictadura se quebró y no es unánime. El poder de los abogados va abriendo paso al de los financistas. Las ciencias económicas superan levemente a las jurídicas en la provisión de cuadros. El paso del legalismo conservador y demoliberal al financierismo apolítico del progresismo neoliberal es un foco de tensión permanente al interior del frente.
Los recambios de funcionarios y las negociaciones entre el Pro, el radicalismo y la Coalición Cívica, van agitando y componiendo esas relaciones. El choque de empresariados que se produce en las elites argentinas es el reemplazo de la ley del papel por la del código abstracto. El factor radical vino siendo un peso para el gestionismo Pro que supone otra organización para la regla madre de consumo: “el que tiene, puede”. El paso del oprimido al exprimido, sacrificio y derechos, consumo sin política, música ambiente en los shoppings. La mayoría de los cuadros económicos llegaron al área de Energía, Producción, Agroindustria, Hacienda y al Banco Central. Casi todos provienen de los sectores “pujantes” de la economía de la deuda: el bancario y financiero, el energético y de servicios como seguros, consultorías y grandes estudios jurídicos.
Los acuerdos y manoseos con la pata judicial del bloque de poder –el ámbito de la razón pura- no siempre consiguen mantener el equilibrio. La adultez prudente de la Justicia es un lastre para la juvenilia modernizadora del empresariado chic. Los jueces aplican el tecnicismo de la lógica administrativa y, al igual que los empresarios que ocupan el Estado, hacen política como si no fueran políticos. Las justas decisiones para el orden económico-moral frente a las elecciones acertadas del negocio financiero. La administración de las cosas se aplica sobre la intensidad de las vidas: se fijan los protocolos de emergencia, los marcos de condicionamiento, las reglas de juego claras y precisas. El conflicto es negado como algo constitutivo de lo social: se puede limpiar y estabilizar. Se buscan soluciones, no problemas. La transformación institucional, económica y política es una instancia del gobierno de los afectos, las vidas mismas puestas a circular y generar rentabilidad.
La alianza inestable con la corporación judicial –otro de los actores del Proceso que resultó impune de los juicios, por ser la institución que los encausó- fue vertebral para el desmantelamiento de la Unidad de Información Financiera, la reorientación del combate al delito por fuera del radio de influencia gerencial y la articulación de una economía de la deuda que desciende desde el Estado hasta la subjetividad ciudadana.
Los jóvenes de hoy en día
Esos jóvenes empresarios que saltaron a la política por lo general son porteños o de la Provincia de Buenos Aires. El 28 por ciento de los funcionarios estaba trabajando en el gobierno de la Ciudad en el momento de su designación. Las carteras en donde se dio más fuertemente la porteñización -señala el informe- son la Jefatura de Gabinete, las Secretarías de la Presidencia y los ministerios de Modernización e Interior que, a su vez, concentran el 65 por ciento de los CEO’s que integran el equipo de gobierno. Además, el gabinete inicial revela un peso sustancial de dirigentes formados profesionalmente en las grandes corporaciones argentinas: AACREA, Sociedad Rural, Confederaciones Rurales, COPAL, CONINAGRO, UIA. A diferencia de los CEO’s, su radio de influencia abarca fundamentalmente las carteras de Agroindustria y la Producción.
La desigual distribución de género es otro rasgo que resalta el informe: las mujeres representan solo el 22,6 por ciento del gabinete y ocupan generalmente los puestos más bajos el escalafón sin lograr romper el “techo de cristal” que se conforma. De 83 mujeres, solo tres tienen cargo de ministra: Carolina Stanley, en Desarrollo Social; Patricia Bullrich, en Seguridad; y la canciller Susana Malcorra. El 66 por ciento se desempeña como subsecretaria.
Otro de los aspectos destacables es el grado de participación en fundaciones, oenegés u otras organizaciones académicas, profesionales y religiosas. La socialidad y la politización de los cuadros técnicos del Pro se canalizan por esas vías paralelas a lo estatal. Los dirigentes vienen de fundaciones orgánicas como Pensar, Grupo Sophia y Creer y Crecer, pero también de otras de perfil académico como el CIPPEC o de matriz religiosa. En cambio, solo el 17 por ciento tiene participación partidaria comprobada.
“¿Cuáles son los argumentos que se esgrimen públicamente para justificar su incorporación a la gestión pública? La supuestaexpertise, ‘eficiencia’, ‘modernización’ que traerían a la gestión estatal. Se argumenta que, si construyeron carreras laborales exitosas en el mundo privado, son ‘los mejores’ -‘meritocracia’-; que, como ya gozan de posiciones acomodadas, no se enriquecerán a costa del erario público; que, como no provienen de la política partidaria, tendrán independencia para aplicar criterios de gestión tecnocráticos”, exponen los autores del informe. Y agregan una serie de riesgos que implica esta reformulación de lo público: a) el sesgo antiestatal, antipolítico y promercado que impregna la ideología de los CEO’s y gerentes; b) las lealtades que traen al seno del Estado y del Gobierno quienes desarrollaron sus trayectorias en el sector privado, aumentando la probabilidad de conflictos de intereses y la permeabilidad a las presiones de los actores económicos; c) las dificultades para cohesionar un cuerpo de funcionarios caracterizado por compromisos políticos débiles; y d) la extrapolación de criterios organizacionales propios del management a la administración pública.
Las articulaciones entre la elite económica y la política fueron mutando a medida que se recomponía la estructura productiva de la Argentina. El sinceramiento de Cambiemos reclama que se reconozcan las nuevas primacías. El reclutamiento de funcionarios manageriles es una etapa necesaria del reacomodamiento de las elites. El gobierno de Macri rediseñó la estructura organizativa del gabinete: “El número de ministerios aumentó a 20, más las SP y la JGM; se implementaron algunos cambios de denominación, en muchos casos por modificaciones funcionales en las carteras; y el ‘área económica’ fue fragmentada en varias carteras -Agroindustria, Energía, Hacienda y Producción-. Además se desmanteló el otrora importante Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, y se creó el de Modernización, cuyas funciones no son totalmente novedosas pero fueron rejerarquizadas en el nuevo diseño organizacional. Este incremento en el número de carteras fue acompañado por otro en la cantidad de secretarías y subsecretarías -especialmente en Agroindustria, Producción, Modernización y la JGM-, resultando en un total de 367 cargos jerárquicos ocupados por 364 individuos”, apunta el Observatorio.
El sueño de la elite posthumana
Las avanzadas de reconversión productiva de la Argentina siguen los lineamientos de las formas novedosas de valorización. Cada territorio produce lo suyo, cada uno se ocupa de su negocio. La concentración de las cadenas y el refuerzo de las dependencias recíprocas y descendentes, son la tónica que adquiere ese proceso que sucesivamente degrada la mano de obra y erosiona el trabajo, a la vez que consolida jerarquías: la pirámide afirma un pináculo de especialistas de elevada formación -con velocidades de ascenso variables según la gestión que se haga del recurso humano propio- que se apoya en una base de trabajo ultraprecarizado y en vías de extinción por la acelerada automatización.
El posiluminismo del Pro imagina un mundo de competencia y circulación. Pero los rangos de movimiento son diversos y las capacidades no se adquieren equitativamente. El “acceso” y la “credibilidad” se vuelven factores claves del nuevo estatuto ciudadano: poseer capital y ser apto para contraer crédito. La confianza se deposita en una racionalidad administrativa despojada de todas las “falsas ilusiones”. Lo humano se retrae al mínimo vital. La digitalización es una esperanza técnica que promete la solución absoluta de los problemas. Es una instancia de evolucionismo corporativo: verticalización y transnacionalización, circulación sin entropía. El saber multinacional es reproductivo, se nutre de la inteligencia artificial porque entiende a los cuerpos como territorios de la técnica financiera. La nueva elite está dispuesta a normalizar y consagrar su orden. Prueban y retroceden, midiendo hasta dónde les alcanza, hasta qué punto pueden adecuar las planillas de Excel.
[fuente: http://agenciasincerco.com.ar/]