Donde las palabras alcanzan a describir el desafío // Tomás Astelarra

Un poco broma, un poco moraleja, yo solía preguntarme en los shows de la Domingo Quispe Ensamble por qué hay gente que gasta miles de dólares en viajar a India o China buscando su “yo interior” u “otra realidad” siendo que por doscientos pesos (con sanguche de milanesa incluido) uno podía comprar un pasaje de bondi trucho en Once y en menos de veinticuatro horas cruzar la frontera en Villazón.
Dio también la sincronicidad (o causacasualidad) que mientras recibía el nuevo libro de Silvia Rivera Cusicanqui andaba leyendo “El secreto de la flor de oro”, donde Jung, hablando de Wilheim, aclaraba que era en vano pretender orientalizarse o ejercer las prácticas orientales sin haber vivido a fondo esa cultura. Para ser más certeros: iba a ser difícil ser oriental sin ser oriental. O mejor aún: iba a ser difícil ser oriental sin haber entendido que desvío de la cultura occidental nos había hecho atrapar esa tabla de salvación de “lo oriental”. (Quizás: sin haber entendido en que momento el intelecto se comió al espíritu en occidente).

En ese sentido, el nuevo libro de Silvia Rivera Cusicanqui, “Un mundo Ch`ixi es posible” brinda una nueva tabla de salvación para el análisis de estos tiempos tan difíciles que corren (en todos lados).

Si muchos nos deslumbramos con la metáfora de la Hidra Capitalista de los cumpas zapatistas, el mundo ch`ixi de Silvia Rivera aparece como el otro lado analítico de ese macrocosmos de extractivismo y consumo desmedido (claramente de muerte). Una micropolítica de los brotes o arcas de Noé (como dice Raúl Zibechi). Esos actos o esfuerzos que por momentos parecen chiquitos, casi inútiles, pero que ciertamente permiten una coherencia que evaden los grandes temas de la geopolítica mundial y humana. “Vivimos una situación de penumbra cognitiva, que es el momento de la crisis” dice Silvia Rivera. ¿Eso que algunos llaman “posverdad”?
El desafío es tan grande que solo quedan las palabras. Y las palabras no pueden nombrar el desafío. Entonces quedan huérfanos los actos. “Lejos de aferrarnos a la necesidad de organizar y politizar, quizás tengamos que comenzar a mirar con más cuidado lo que ocurre por debajo del radar (…) En esa movida bienpensante, se termina subyugando la rebeldía, pasando por alto las contradicciones y conflictos e imponiendo ideas únicas, palabras mágicas que domestican la vitalidad de los deseos y la fuerza de las movidas sociales indígenas, femeninas, juveniles y populares”.
El puente entre la palabra y la acción es la ética, parece decir Silvia Rivera. Y en estos tiempos de caos o pachakuti, de posverdades e hidras capitalistas, la ética se vuelve chiquita, concreta, cotidiana. Quizás más cerca de los proyectos de huertas escolares del Oscar Olivera (militante cochambabino y líder de las revuelta de principio de siglo en Bolivia) que los grandes discursos pachamamescos del Evo Morales y Álvaro García Linera (con las cruentas contradicciones que ya conocemos). Hasta quizás más cerca de las nuevas formas de economía aymara capitalista con sus relaciones estratégicas con China desde la raíz del ayllu. Pequeños actos cotidianos y comunitarios o grandes actos creativos y enraizados (los más difíciles) que desorienten o engañen, sean invisibles, ante la Hidra Capitalista.
Para decirlo en criollo: Todo suena muy bellamente anticapitalistaveganarevolucionario en la computadora de un intelectual de Almagro, pero acá en Córdoba, en el barrio, lxs pibxs que organizan la Marcha de la Gorra toman el ferné con Coca, comen en el parripollo y usan altas llantas.

En tiempos de publicidades, globos y discursos vacíos, la cultura o mundo ch’ixi nos hace bajar a tierra, a pachamama, a las posibilidades pragmáticas de cambio en estos convulsionados y desesperantes tiempos que corren. Pachakuti.

astelarra.blogspot.com

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