Hay vida más allá del pacto de encerrarnos, cuidarnos, preocuparnos, vigilantearnos. Hay formas de entender más allá de cheto, Alberto, Italia, aplausos, balcones, Estado presente, hacer la tarea con Tomi. También hay pasillos, almacenes sin débito, necesidad de fiesta, vagar sin sentido, cambiar la garrafa, cajeros vacíos. Hay padrastros, desconfianzas, refugiados. Hay comida pero no hay billete.
Hay formas de entender la cuarentena: semana santa, domingo de resurrección, enamorarse del encierro, cuidar a quien siempre nos quiso, sesión por skype, leer lo que tengo atrasado, cocinar rico. Hay, también, una secuencia que se repite: pibas y pibes agitandola, ágiles y pillos frente a los territorios explotados, a las ciudades parapetadas, a los piquetes abundantes de ratis. Super atrevidos en el goce, entrenadas en cómo plantarse frente a la violencia económica, policial, machista.
Hay iglesias, templos, centros comunitarios, ejército ayudando en las villas y posteos militantes. Hay quienes insisten en nombrar las cosas como otra forma más de apropiarse de ellas. También hay formas de vida runflas al margen de este y cualquier pacto. Vidas insurrectas, festivas, gedes, no politizables. Siempre transitando en los límites del mercado y el estado. Hay amanecidos que ni saben qué día es hoy, chinos abiertos, asados en la vereda, ferias clandestinas. Hay desplazamientos imperceptibles, nuevas ideas y posibilidades. Hay guachas que extrañan morir un jueves y resucitar bien piola el domingo siguiente.