Diego Valeriano
El pibe desarrolla argumentos sólidos, tiene datos, sabe como manifestarlos. A la señora no le importa. Está enojada, siente que ese pibe la quiere engañar, lo odia. Está harta de ese pibe, de los pibes, de lo que representan y de Cristina. La señora está enojada y logra hacer enojar al militante. Gana la señora.
En las elecciones pasadas perdió la militancia. Fue humillada, arrastrada por el piso y dejada en un rincón. Desde la noche trágica de octubre al domingo que viene, esta tendencia se profundizo. Ya nadie quiere escuchar tu remera, ni los propios. La militancia se vuelve estéril y autorreferencial. Y siempre pierde.
Esta elección es de los comunes. De la señora enojada y del guarda del tren que cree que no podemos volver atrás. Es de los amigos que ya ni se hablan, de las familias peleadas, de las viejas que llaman a la radio, de los que ponen cartelitos super tiernos. De los miles que salieron a la calle el sábado a la tarda a pesar del boicot de Telam.
El PO pone una publicidad en Facebook llamando al voto en blanco, los sciolistas se ponen remeras naranjas, los pibes van casa por casa para solo convencer a los convencidos y consolidar el odio de los otros convencidos. La militancia no transforma absolutamente nada, es más bien algo para sentirse pleno uno mismo. Nadie terciariza sus dolores, ni la sed de venganza.
Este domingo está en juego una disputa de los comunes. En particular me gustan mucho más los que ponen cartelitos en el ascensor y fueron al obelisco a defender una cierta idea de país, que están dispuestos a tragar sapos en pos del bienestar general que los que votan por la propia, por la individual, ya sea a Macri a Scioli o en blanco.