Entrevista a Amador Fernández-Savater,
en el cuarto aniversario del 15M
Se celebra estos días el cuarto aniversario del 15M. E invitamos a Amador Fernández-Savater, amigo de la casa, a reflexionar sobre el pasado y el presente de una experiencia importante en la constelación de las luchas contemporáneas: las plazas de los indignados. ¿Qué fue el 15M: un movimiento social, una expresión de la sociedad civil, una nueva «mayoría social»? ¿Qué tipo de posibilidad política abrió? ¿Dónde se actualiza hoy esa posibilidad? ¿Qué relación hay entre la política 15M y los nuevos dispositivos electorales que disputan hoy el poder (Podemos, etc.)?
Creo que ahora lo tengo un poco más claro que entonces. El término lo escuché en una asamblea («el 15M es un clima en el que otras cosas se vuelven posibles», dijo alguien) y me pareció una imagen adecuada para llamar la atención sobre que el 15M desbordaba lo que se organizaba bajo la etiqueta 15M.
Seis meses después de los campamentos, miles de personas habían «vuelto a hacer su vida», pero tocadas, transformadas por la experiencia de las plazas, llevándose el cambio con ellas. La metáfora sugería entonces un desplazamiento de la mirada: ¿y si dejamos de buscar el 15M solamente en el interior de lo que se llamaba «movimiento 15M» (comisiones, asambleas, espacios de coordinación) y miramos también más allá?
Y creo que, efectivamente, la práctica de la posibilidad política que abrieron las acampadas se actualizó más tarde por fuera de la etiqueta 15M: en las mareas de defensa de lo público, en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y en otras muchas experiencias más, no necesariamente tan visibles y conocidas.
2- ¿Qué tipo de posibilidad política abrió el 15M?
El núcleo básico de la experiencia fue, según mi interpretación, lo que hemos venido llamando una «política de cualquiera». Me explico. En nuestras «democracias occidentales», la política de los políticos se conduce en buena medida como una gestión «experta» de las necesidades «fatales» del capitalismo global (y, en el caso de la crisis, hemos visto las consecuencias más devastadoras de esto). El 15M desafió en primer lugar esa idea-práctica de la política («no nos representan»), poniendo otra en su lugar: la política como posibilidad al alcance de cualquiera, como pregunta (encarnada, práctica) sobre la vida común al alcance de cualquiera.
3- ¿En qué sentido dices que ahora tienes más claro a qué te referías cuando hablabas del 15M como «clima»?
La posibilidad política del 15M se volvió contagiosa. La metáfora del clima pretendía simbolizar ese «proceso de subjetivación». ¿Qué significa esto? Un proceso de transformación de los modos de ver y vivir. Una redefinición de la realidad: lo que se tolera y lo que ya no se tolera, lo que se que ve y lo que no se ve, lo que es posible y lo que no, lo que importa y lo que nos deja indiferentes, etc. Un fenómeno difuso, expansivo, «climático», que no se podía acotar en los límites de ninguna estructura u organización. Me parece que otras nominaciones del 15M -como «movimiento social», «sociedad civil», «mayoría social», etc.- neutralizan su potencia y especificidad.
4- ¿En qué sentido?
«Movimiento social» remite, al menos en el uso más corriente de la expresión, a militantes y grupos de militantes, sin embargo el 15M era un espacio abierto a cualquiera, donde los militantes que participaron lo hicieron como uno más y los que quisieron «dirigir» se frustraron enseguida.
«Sociedad civil» remite en la versión corriente al conjunto de actores particulares que miran por sus intereses, pero el 15M ponía en el centro una pregunta por lo común, no la defensa de intereses, de «partes» de la sociedad, de identidades ya constituidas.
Y «mayoría social» se refiere a un fenómeno cuantitativo y de opinión pública, cuando en el 15M no había por un lado actores y por otro espectadores (ni siquiera «interactivos»), sino una afectación común y compartida entre miles de personas, con distintos niveles de intensidad y distintas formas de elaboración.
Ni grupos militantes, ni «partes» de la sociedad, ni opinión pública, yo diría que el 15M era un espacio abierto y expansivo depolitización de la vida.
5- ¿Fue ese clima 15M una respuesta a la crisis, a la corrupción de los políticos, al desplome de las clases medias…?
De ningún modo una respuesta automática, resultado de la gravedad de la situación y de la deslegitimación de los poderes, como se piensa a veces desde la izquierda (que les pregunten a los italianos, a los franceses, a los ingleses, etc., sometidos más o menos a las mismas «condiciones objetivas», si esto funciona así).
Me parece que la afectación -más que el interés o la identidad- es el primer motor de cualquier proceso de subjetivación. Sentir un problema como problema común. Sentir que algo pasa y te pasa, que hay que hacer algo al respecto de eso que pasa y nos pasa. La afectación es la antesala de la acción. No hay nada evidente en este proceso.
6- ¿Y quiénes se sintieron afectados, quiénes son los «indignados»?
Pienso que la afectación redefine radicalmente los términos de la pertenencia a un colectivo o a una comunidad. ¿Quién formaba parte del 15M? No «estos» o «aquellos», los «antisistema» o los de «izquierda», la «clase obrera» o la «clase media», sino cualquiera que se sintiese afectado y tocado, interpelado por las preguntas y las afirmaciones que hacía el 15M y por su forma de plantearlas.
Un nuevo «sujeto político», por tanto, que no cabía en las identidades previas (de ahí lo de «ni de izquierdas ni de derechas» que tanto chirrió a la izquierda más dogmática). Una comunidad de sensibilidad, no tanto sociológica, ideológica o identitaria.
Así, decir «clima» era como decir: no hay dentro/fuera, no hay actores/espectadores, no hay activistas/gente normal. Hay un proceso de transformación, desencadenado por una afectación sensible hacia problemas que de pronto percibimos comunes, en el cual cualquiera que se sienta concernido está invitado a formar parte. Cualquiera, en ese sentido, puede ser un «indignado» o formar parte del «99%», por citar dos de los nombres propios que se dio el 15M.
Y pocos movimientos efectivamente más transversales -es decir, más capaces de trazar una diagonal que atraviesa las divisiones sociales, la diagonal de lo común- ha habido en la historia de la política en la España reciente.
7- ¿Cómo se transmite un movimiento así?
A propósito de los procesos y las ideas que prepararon la Revolución francesa, Hegel hablaba de «una penetrante infección» que se apoderó finalmente del cuerpo social (cortando su cabeza). Salvando las distancias y con perdón de Hegel, creo que en el 15M se trataba de algo así.
La fuerza del 15M tenía mucho más que ver con la capacidad de «contagiar» una serie de preguntas por lo común y ciertas maneras de hacer (igualitarias, incluyentes, etc.) que con el cálculo estratégico sobre el impacto de tal o cual mensaje, de tal o cual gesto, de tal o cual guiño en la «opinión pública». Una contaminación horizontal, a través de palabras, de imágenes, de encuentros entre los cuerpos, de acciones…
Se trataba más de conmover, de «poner en movimiento», que de lograr la simple adhesión de los demás. Como el torso del Belvedere según el famoso poema de Rilke, el 15M decía a quien lo miraba: «debes cambiar tu vida». Un movimiento más poético que pedagógico o propagandístico, por tanto. Y sin embargo, sin ningún plan maestro, ninguna estrategia de marketing y cero lecciones de «estilismo», el 15M atravesó la sociedad entera con su ejemplo, incluidos los medios de comunicación, pero sin subordinarse a ellos o «espectacularizarse».
8- No sé si te diste cuenta, pero hablas todo el rato del 15M en pasado, ¿ya fue?
Me salió espontáneamente así, la verdad. Diría que la posibilidad política que nos regaló el 15M -política en primera persona, política de los anónimos, heterogénea al sistema de partidos, que se dirige al otro como un cómplice y un igual, no como espectador-votante o una víctima, sin representación-delegación, a partir de las situaciones mismas de la vida, etc.- no ha desaparecido ni mucho menos, pero está oculta. Como en un eclipse… un eclipse de Sol.
Ahora lo que está en primer plano, efecto indirecto del proceso de subjetivación, es un estado de opinión-emoción que podría traducirse en votos y cambiar de manos el poder político en favor de los nuevos partidos, lo cual tampoco es moco de pavo y ojalá ocurra. Yo votaré a a quien haya que votar para ello, me parece algo bien importante, pero votar no es «cambiar tu vida», son cinco minutos.
9- ¿Qué pasó ahí?
Creo que hemos pensado poquísimo al respecto. Hay una respuesta estándar: de pronto las politizaciones 15M se toparon con un «techo de cristal» (el cierre del sistema de partidos a cualquier cambio), hubo impasse y desánimo, y entonces pasamos a otra fase, el «asalto institucional» para abrir el cerrojo institucional (Podemos, etc.). Para mí esa respuesta es un auténtico «tapón» del pensamiento. No lo deja avanzar.
¿Cómo fue bloqueado el 15M, qué es lo que no pudimos o supimos elaborar, qué hizo obstáculo dentro y fuera de nosotros mismos? Son preguntas abiertas. El «fracaso» del 15M (y hablo ahora en un único sentido, muy preciso: sus problemas para durar) es un asunto aún por pensar.
10- «No se puede estar permanentemente movilizado», dice siempre Slavoj Zizek a propósito de los movimientos autónomos, como los zapatistas.
Por aquí se habla en el mismo sentido de “elitismo democrático”. Es la idea de que “no todo el mundo puede hacer política” porque no todos tienen el tiempo, los recursos y las capacidades necesarias para ello. Y que, por tanto, la posibilidad política que abrió el 15M es sólo “para unos pocos privilegiados” y lo más “democrático” sería instituir buenas formas de representación-delegación del pueblo incapaz.
Así, en lugar de pensar más a fondo (a partir de experimentos y prácticas) qué formas de organización o compromiso podrían hacer la acción política más habitablepara cualquiera, y no sólo para militantes o activistas, se reproducen las distinciones entre cuerpos aptos y no aptos para la política, justificando las formas de la política clásica (los líderes y los intelectuales que saben al mando) y cerrando los problemas.
Es una posición profundamente elitista, en nombre paradójicamente del anti-elitismo. La política siempre, siempre, siempre ha sido un desafío de los supuestamente «no aptos» (mujeres, esclavos, obreros) a esta distribución jerárquica de las cosas. Una ruptura con todas las posiciones y discursos conservadores, es decir, victimistas y victimizantes, que clavan a cada uno en «su lugar».
11- Por último, ¿cómo piensas la relación entre los nuevos partidos y el 15M?
Lo veo así: son siempre esos procesos de subjetivación (como el 15M) los que abren y redefinen el marco de lo posible, también para los gobiernos. Es decir, Podemos y los demás dispositivos electorales juegan -mejor o peor, no me meto en eso ahora- en el marco de posibilidades que ha abierto y configurado el clima 15M (deslegitimación del Régimen del 78, revalorización de lo público, cierto deseo de cambio, etc.). Lo mismo pasa, o esa es al menos la imagen que me hago, entre Syriza y Syntagma, entre los Kirchner y el 2001, etc. Es decir: sólo puede haber orientaciones progresistas «por arriba» si hay redefiniciones de la realidad «por abajo».
Pero esta dialéctica no es algo que se de o deba darse «una vez sólo, al comienzo» («gracias al 15M es posible Podemos, muy bien, es innegable, pero ahora ya nos encargamos nosotros, volved a casa»), sino que debe actualizarse una y otra vez. Imaginemos un gobierno progresista que decide desobedecer (al menos en parte) la tiranía la deuda. Imaginemos que la Troika se cabrea y cierra (aunque sea un poco) el grifo del crédito. ¿Imaginamos vivir «más pobres» con tal de vivir más iguales y más libres? Ese cambio subjetivo, que redefine la pobreza y la riqueza, la vida deseable, no se decreta «desde arriba», sino se suscita «desde abajo». Sin esos procesos de nueva subjetivación, las posibilidades de los gobiernos son muy limitadas.
En definitiva, hay una inercia en el Estado y sus instituciones que lo arrastra todo consigo. Y creo que sólo podremos alterar esa mecánica con nuevos movimientos (autónomos con respecto a los tiempos, los lugares y la agenda estatal) que desafíen nuevamente lo establecido, que redefinan nuevamente la realidad, que redistribuyan lo deseable e indeseable, que hagan posible (y razonable) nuevamente lo imposible. Y confío en que las nuevas fuerzas políticas sean capaces de hacerse porosas a ese afuera, necesariamente conflictivo, sin tratar de cooptarlo o destruirlo. Porque a ellas también les va la vida en ello.