Debatir la Carta 10



«Tiene que ser en esta época y no en una próxima estación nebulosa e indeterminada, que se solucione el problema de tierras en la Argentina y que se consideren los planes agroalimentarios no como sinónimo de desbaratamiento de los montes sino de soberanía alimentaria. Es un problema multisecular, que queda en penumbras hasta que un asesinato lo ilumina. Del mismo modo, el asesinato de Mariano Ferreyra iluminó como una chispa al costado de las vías, la realidad oscura de la tercerización. La superposición de nombres es casual, la acumulación histórica de los problemas no lo es”. 

Carta Abierta Nº 10

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Carta abierta a Carta Abierta 
(sobre Cristian Ferreyra y otras «anomalías»)

por Eduardo Grüner
Estimados amigos:
Acaban ustedes de hacer pública su Carta Abierta No. 10, centrada principalmente (aunque no exclusivamente) en el asesinato de Cristian Ferreyra. Lo consideramos un documento importante, por razones múltiples aunque a veces contradictorias. Es en respeto a esa importancia que juzgamos igualmente pertinente debatir con él con toda la seriedad y el rigor de que seamos capaces. Nos permitimos, pues, una serie de fraternales pero firmes puntualizaciones:
1. Los intelectuales solemos tener un problema, que proviene de las propias ventajas –y privilegios- de nuestra posición social y cultural: nos fascinamos fácilmente con nuestras propias palabras. La muy encomiable y defendible búsqueda de “nuevos lenguajes” que puedan dar cuenta de una realidad compleja, cambiante, dinámica y no siempre transparente, y a lo cual no podemos renunciar, corre el riesgo de diluir la tensión con la propia realidad que intentamos indagar. Empezamos por decir que “en medio de las grandes esperanzas, sucede nuevamente el penoso acontecer de la sangre derramada”, o que “en cada una de estas muertes inocentes surge a bocanadas el signo de una historia irresuelta e injusta”, y ya parece que hemos establecido el marco profundo de la crítica de lo real . Y lo hemos hecho, además, con expresiones bellamente poéticas (nos eximiremos aquí de recordar –muchos de ustedes son atentos lectores de Walter Benjamin- los peligros de la “estetización de la violencia”, que afortunadamente la CA 10 logra sortear). A veces creemos que eso nos exime de la confrontación con la totalidad compleja de la realidad que lamentamos, y que a menudo excede el alcance de las palabras, e incluso con las implicaciones de las propias palabras que usamos para aludirla. Por ejemplo: a continuación de esos enunciados, ¿no convendría discutir cuáles son esas “grandes esperanzas” que aparecen sorprendidas por la “sangre derramada” (este último sintagma ya no suena tan nuevo ¿verdad?)? Dan ustedes por sentado que el contenido concreto de las “esperanzas” fue el que salió ¿homogéneamente? ratificado de las urnas por una abrumadora mayoría que, justamente por ser tan grande, incluye necesariamente a todas las clases sociales, sus distintas fracciones, sus intereses con frecuencia irreconciliablemente contrapuestos (de no ser así, ¿por qué haría falta asesinar militantes populares?). ¿Pueden ser las mismas “esperanzas” las que han votado los propietarios de un ingenio gigantesco que utiliza fuerza de trabajo semi-esclava, y las que han votado las víctimas de ese sistema? ¿Son comparables las “esperanzas” del terrateniente que busca expandir a cualquier precio las fronteras sojeras con las del indígena o campesino que –como muy bien dicen ustedes- representa una resistencia de más de 500 años a la expoliación genocida del Capital mundializado? Si no es así, quiere decir que ese 54 % es un campo de batalla , también aunque no solamente “cultural”, en el cual el gobierno, y cada uno de nosotros, deberá tomar partido. Del mismo modo, una vez que nuestra dolida crítica ha señalado “el signo de una historia irresuelta e injusta”, ¿no convendría poner en discusión qué se está haciendo realmente hoy , aquí y ahora –qué está haciendo nuestro Estado, para empezar-, para “resolver” esas injusticias históricas? ¿O es que el recurso a la “totalidad” histórica que nos ha determinado nos exime de analizar igualmente la “totalidad” de las responsabilidades que prolongan en nuestro presente la injusticia? Pero no. Lo que encontramos inmediatamente es que “en esta época propicia” que “no ha sido esquiva en generar justas reparaciones”, “por ello mismo, debe ser propicia para mencionar estos hechos que le son extraños o anómalos”. Pasaremos por alto la timidez del verbo “mencionar” (no “criticar”, “impugnar”, “cuestionar”, etcétera) para preguntarles: ¿de verdad piensan ustedes que, dentro de una lógica presidida por lo que ustedes mismos califican como “avidez” del capitalismo agroexportador, hechos de este tipo son tan extraños y anómalos? Lo que parece algo extraño y anómalo, sí, es un razonamiento que apunta a mostrar el asesinato de Cristian Ferreyra como un acontecimiento inaudito , “extraño” frente a las grandes “esperanzas”, y al mismo tiempo recuerda el de otro Ferreyra, Mariano, y el de los quom , y los del Indoamericano, y los de Jujuy, y, y…, sin privarse por otra parte de apelar a la calificación –más policial que política, por cierto: es una elección de términos sugestiva- serial. Cómo es que una serie puede ser una “anomalía”, se nos escapa. Porque, una serie de anomalías , ¿no empieza al menos a hacer conjeturar una cierta regularidad?
2. Pero, retomemos el hilo. En la CA 10 conviven incómodamente dos lógicas discursivas: cuando se trata de analizar las “injusticias históricas” se trata de una “totalidad” compleja plena de matices y contradicciones. Por ejemplo: las víctimas no son “inocentes” en ningún sentido ingenuo del término, ya que estos luchadores (la palabra es de ustedes, y la hacemos nuestra) han sabido sostener “hierros candentes” y cerrar sus puños sobre una piedra. No se ve bien a qué viene esta aclaración –descartamos absolutamente que se insinúe aquí una interpretación al estilo de los “dos demonios” que pudiera hasta cierto punto explicar que a las piedras se haya respondido con balas de plomo-, salvo como voluntad de mostrar las complejidades de este tipo de situaciones. Sin embargo, cuando se trata de analizar las responsabilidades actuales , esa complejidad “dialéctica” se transforma en binarismo de polos excluyentes, sin conexión entre sí: por un lado están las grandes esperanzas despertadas por el “modelo” –así, en boque, sin discriminación de a qué diferentes y antagónicos proyecto(s) de clase(s) pertenecen-, y por el otro están las “anomalías”. En el mejor de los casos las “anomalías” son rémoras , resabios de una época bien pretérita, incluso… ¡feudal!: “La avidez de un capitalismo depredador… vive su medioevo de conquistas”, etc.. Otra vez no se entiende el razonamiento, sobre todo cuando a renglón seguido nos encontramos con que “El gran capitalismo agropecuario tiene su mirada en la Bolsa de Chicago, en las operaciones políticas de gran escala, en los secretos de los gabinetes químicos que perfeccionan la semilla transgénica”. No suena muy medieval que digamos, ¿verdad? Al contrario: es una excelente descripción de la plenamente moderna actualidad de un capitalismo que es el nuestro . Sin embargo, el razonamiento da toda la impresión de querer separar el capitalismo “realmente existente” en nuestro país de las “anomalías feudales” de algunos capitalistas desbordadamente “ávidos” (que saben hacer uso de recursos tan poco medievales como la Bolsa de Chicago y las semillas transgénicas), como si a todo lo largo de la historia del capitalismo no hubiera podido ser perfectamente compatible –y aún necesaria- la articulación entre la lógica dominante de la (en este caso) más moderna expansión agroindustrial con las más variadas formas de esclavitud y semi-esclavitud, no en tanto rémoras “feudales” sino como producto de esa misma lógica de aseguramiento de la rentabilidad y la ganancia: “Desarrollo desigual y combinado”, bautizó a esa “anomalía” un clásico del pensamiento marxista. No, no son “forajidos de frontera” ni “escapados de otra época”: son nuestros, son de aquí, y son de ahora. Y sigamos con los ejemplos: hacen ustedes muy bien en recordar la gran cantidad de etnias y culturas aborígenes que conforman la parte olvidada (y superexplotada, cuando no masacrada) del pueblo argentino. Y lo hacen introduciendo toda la complejidad y contradictoriedad de su historia: recuerdan las guerras interétnicas, y las alianzas de algunas de esas etnias con los conquistadores contra las etnias rivales resistentes, y así. Es cierto que una vez más no se ve bien a qué viene la erudita referencia (¿hay buenas y malas personas tanto entre víctimas como entre victimarios? Claro que sí, pero esa más que obvia generalidad no quita que haya víctimas y victimarios no equivalentes en el “gran relato” histórico). Pero, en todo caso, es muy atinado que ustedes recuerden esa “lejanía indiscernible” y esa “heterogeneidad sorprendente” –menos indiscernible y sorprendente, desde ya, para los historiadores y antropólogos que han explicado exhaustivamente y desde hace mucho esos fenómenos- y afirmen que “no es necesario que nos imaginemos un pasado pulcro e incontaminado”. Gran verdad. Pero, perdón, el presente sí? ¿Que –según el razonamiento discursivo de la CA 10- esos asesinatos “seriales” sean anomalías de otra época perpetrados por forajidos escapados de la barbarie feudal, no tiene como consecuencia necesaria que vivimos en un mundo de esperanzas, “pulcro e incontaminado”, que de pronto –vaya a saberse por qué “retorno” de la barbarie encarnada en algunos (¿cuántos? ¿quiénes?) “forajidos”- es asaltado intempestivamente en su reino de la “cabal apuesta por la plena igualdad”? ¿Se ve entonces la aplicación de dos patrones de análisis radicalmente distintos, uno que toma en cuenta todas las complicaciones dialécticas del pasado, mientras el otro simplifica binariamente el presente, dividiéndolo en la “normalidad” de un tiempo “esperanzado” y las “anomalías” del capitalismo depredador?
3. Hay, en la Carta, un párrafo altamente sugestivo, que por un lado refrenda lo que venimos diciendo, y por otro lo contradice contradiciéndose a sí mismo. Dicen ustedes: “Son nombres que reaparecen cuando actúan el capanga, la policía rural dominada por las peores lógicas de los empresarios, pequeños o grandes, de la tierra, vinculados a una irresponsable clase política”. Aquí hay un deslizamiento de la particularidad del “capanga” malvado o incluso de la “policía rural” (nada sabemos de otras policías bien “urbanas” que actuaron, o desactuaron, en el caso Mariano, Indoamericano, Ledesma y demás, que ustedes mismos “mencionan”), a la generalidad ya más “sistémica” de las peores lógicas empresariales (las hay, evidentemente, mejores , que no matan gente, pero en fin, avancemos) a una irresponsable (nosotros preferiríamos discutir su responsabilidad , pero en fin…) clase política (nosotros preferiríamos hablar de “políticas de clase” , pero en fin…). ¡Totalmente de acuerdo! Pero, perdón, ¿quiénes son esos empresarios y esa “clase política”? ¿Están o no vinculados al Estado, a los gobiernos provinciales y al nacional, son o no aliados (¿tácticos?) de un gobierno que, lejos de denunciarlos y castigarlos, los arropa en el amplísimo manto del “modelo”? ¿o eran ellos, resulta, los “forajidos” salidos de algún arcaico estrato geológico de la prehistoria bárbara? ¿Forma o no parte, todo eso, del “modelo” de “capitalismo voraz y depredador” cuyas estructuras básicas siguen siendo hoy las de nuestra “historia irresuelta e injusta”? ¿Son “anomalías” que están enfrente o afuera del “modelo” –y si es así, no entendemos por qué muchos de esos empresarios lo apoyan con creciente énfasis-, o son más bien efectos de un “modelo” uno de cuyos componentes centrales es ese “capitalismo agroexportador” que produce tales “anomalías”? Sería muy importante que ustedes intentaran responder estas preguntas. Ayudaría a aventar toda suspicacia respecto de los efectos “objetivos” del discurso de la CA 10. La suspicacia, por ejemplo, a propósito de que lo que aparece -y sin duda honestamente es , pues desde Hegel sabemos que no hay ser sin apariencia – como una crítica a las “anomalías”, pudiera servir al mismo tiempo como operación que separa al “sistema normal” de sus (ni siquiera “consecuencias no buscadas” sino) “extrañezas”, es decir ajenidades al “modelo”. La lógica de la CA 10 se diría sustentada, en este sentido, por la típica operación ideológica “fetichizante” de sustitución del todo por la parte y de las causas por los efectos. Las “partes” y los “efectos” aparecen como “rarezas” externas, en todo caso sorpresivamente incrustadas en el presente “pulcro e incontaminado” del “modelo”, cuando en verdad son partes y efectos inevitables del componente agroexportador “voraz” del propio modelo. Razonando de esa manera, no es de extrañarse que ustedes se extrañen de que de pronto aparezca de la nada –“como rayo en día sereno”, hubiera dicho Marx- este reguero de sangre. Dice la CA 10: “Es un problema multisecular, que queda en penumbras hasta que un asesinato lo ilumina. Del mismo modo, el asesinato de Mariano Ferreyra iluminó como una chispa al costado de las vías, la realidad oscura de la tercerización”. Pero, metáforas lumínicas aparte, ¿ustedes no sabían que existía esa “realidad oscura”? ¿Tuvo que ocurrir el asesinato, encenderse esa ominosa “chispa”, para que se decidieran a hablar del “problema”? Es difícil creer eso. Quizá creyeron, una vez más, que denunciar todo esto de antemano –es decir, antes de que fuera demasiado tarde para Mariano y para Cristian, para los qom y los jujeños- era darle armas a la derecha. Pero, ¿a cuál? Porque a esta altura –después de los inequívocos apoyos que el “modelo” ha recibido por parte de todas las principales fracciones de los “poderes fácticos” (nosotros preferiríamos hablar de clases dominantes , pero en fin…)- no hace falta argumentar demasiado que la derecha , la que realmente importa (no nos referimos a los medios de la “Corpo”, esa “vanguardia” del despiste ideológico que ha quedado pedaleando en el vacío) está plenamente consustanciada con el “modelo”, y lo estará cada vez más a medida que avance la crisis internacional. No solamente porque han hecho bien las cuentas y han concluido que en medio de la turbulencia es mejor “no cambiar de cabello en mitad del río” (ya canónico apotegma peronista), sino porque este “modelo” –que incluye , aunque no pueda reducirse a él, el capitalismo agroexportador “voraz” que en el límite mata a quienes se le resisten- es el único que, por ahora, puede salvarle la ropa, y alimentar las “esperanzas”, sí, de un “capitalismo en serio” (porque hasta ahora, parece, era todo un gran chiste).
4. Que se nos entienda bien: va de suyo que están ustedes en todo su derecho de defender el “modelo”, si creen que es lo mejor, o lo único, que se puede hacer en la Argentina de hoy. No es, desde luego, nuestra posición, pero precisamente lo que tiene sentido es discutir nuestras diferencias . No se trata de no reconocer esas medidas “reparadoras” que ustedes citan, y que parecen tanto más espectaculares cuanto más se las compara con menematos y delarruatos (aunque, ya van ocho años, y vamos por cuatro más, total doce; pero en fin…). Pero sí se trata de procurar discernir cuál es la lógica de fondo en la que podríamos inscribir “lo que falta”. Eso no se podrá hacer si dividimos la realidad argentina actual en dos compartimientos mutuamente excluyentes: por un lado el “modelo” y todas sus bondades, por el otro las “anomalías” perversas que parecieran efecto de alguna invasión extraterrestre. Hay una conexión “dialéctica” entre ambas: no necesitamos explicarle a los “frankfurtianos” que hay entre ustedes, que son muchas veces los “detalles” más extremos y aparentemente insólitos los que permiten reconstruir la constelación total a la que pertenecen. Los asesinatos de los que ustedes –con toda razón- se espantan e indignan, pertenecen como tales “extremos” a la potencialidad siempre “actualizable” de la lógica “normal” de un modelo que pone férreos límites a la “profundización” de sus aspectos más “progresistas” (si quieren llamarlos así) y al mismo tiempo vela por los intereses de sus aliados más poderosos. Nadie está diciendo que el “modelo” consista en matar campesinos que defienden sus tierras, se entiende; pero sí que si ello, en algún momento –y esos “momentos”, en efecto, ya van constituyéndose en serie – se hace necesario, esa es siempre una posibilidad , y no una “anomalía”. ¿No es algo sobre lo que deberíamos pensar? Con mucha más razón cuando las medidas que el gobierno ya ha empezado a tomar en este breve período “transicional” indican claramente, para quien esté dispuesto a tomar en cuenta la totalidad de la “constelación”, el giro a la derecha de que tanto se habla (y no nos dejaremos extorsionar con el argumento de que ese enunciado es utilizado cínicamente por la “Corpo”: otra cosa que no necesitamos explicar es que el sujeto de la enunciación altera radicalmente, siempre, el sentido del enunciado). Por sólo tomar un “pequeño” ejemplo: hacia el final de la CA 10 afirman ustedes estar a favor de las recientes decisiones a propósito de Aerolíneas Argentinas, incluyendo, es de suponer, la anulación de la personería gremial y práctica “militarización” de un sindicato. Como podrán imaginarse, no seremos nosotros quienes defiendamos las presumibles corruptelas o “malas intenciones” de alguna fracción de la peor burocracia sindical. Pero, ¿no ven ustedes –dentro de la “constelación” global- que esto último se inscribe en la cada vez más insistente “constelación” de discursos presidenciales que exhortan a desactivar la protesta social, a silenciar los reclamos populares (incluidos los del casi 40 % de trabajadores aún “en negro”, los de los tercerizados súbitamente “iluminados” por el asesinato de Mariano, etcétera), a poner un techo rígido del 18 % a las demandas de unos aumentos salariales que por lo tanto seguirán estando muy por detrás de la inflación? ¿No ven que desde hace ya tiempo se están “abriendo los paraguas” para prevenir un posible aumento de la conflictividad social que podría -seamos prudentemente condicionales- producirse en caso de que lo que se “profundizara” fuera la crisis mundial y sus (inevitables, dentro de la “constelación”) consecuencias de “ajuste” cada vez más duro? Y si eso ocurriera, ¿de qué lado creen ustedes, sinceramente, que se pondría el gobierno para defender este “modelo” que, está visto, despierta crecientes “esperanzas” entre el porcentaje mínimo del 54 % que representa el poder real ? Y por supuesto, no se trata sólo de discursos sino también de hechos : a las medidas que se han venido tomando hay que sumarles los cerca de cinco mil casos (cinco mil ya es algo más que una serie de “anomalías” ¿no?) que siguen existiendo de “judicialización” de la protesta social, de los que el reciente y grotesco intento contra el “Pollo” Sobrero es apenas un botón de muestra. ¿Entonces? ¿nada de eso es también el “modelo”? ¿son solamente sus “contradicciones internas”, las “tensiones” no buscadas que devienen de los sistemas de alianzas políticas y con los “poderes fácticos”, necesarios para una “acumulación de fuerzas” (¿hasta dónde? ¡ningún otro gobierno, incluidos los del mismísimo Perón, tuvo nunca tanta fuerza ni poder de legitimación!)? Entonces, acumuladas las fuerzas, ahora sí vamos… ¿a dónde? ¿en qué dirección? ¿con cuál otro “modelo” que sería tan radicalmente diferente al actual –que tendría que serlo para poder incorporar aún todo lo que ustedes mismos dicen que “falta”-? Hacen ustedes una larga lista de cosas que todavía “faltan”. Aún cuando todas ellas sumadas, si se cumplieran, todavía no implicarían una transformación a fondo de las “estructuras básicas” de la sociedad (nadie les está pidiendo que se definan como radicalmente anticapitalistas: de ser así no estaríamos debatiendo todo esto), no podemos sino acordar plenamente con esa demanda. Pero, ¿a quién se lo están demandando? En ningún momento de la CA 10 se insinúa que podría ser la movilización de las masas organizadas autónomamente (e incluso si por el momento quieren seguir definiéndose como peronistas y / o “K”) la que obligara (o, digamos, ayudara, concediendo la posibilidad de que el gobierno quiere hacerlo, pero está atado por su sistema de alianzas, o lo que fuere) al gobierno a “profundizar” en “lo que falta”. ¿Se lo piden, entonces, al Estado, a este Estado? Créannos, por favor: sin que las masas lo empujen, no lo va a hacer. La movilización autónoma de las masas populares –salvo que se trate de asistir a los festejos bicentenarios o a las exequias del ex presidente- no es parte de la “constelación”, más bien al contrario, lo es su desmovilización : para eso está –entre muchas otras cosas, pero como herramienta decisiva- la burocracia sindical. Y aún aquí es evidente el giro a la derecha, si resulta verificarse el desplazamiento de Moyano a favor de los “Gordos” y compañía. Insistimos: ¿no habría que analizar esta “constelación” entera , sin duda con sus vacilaciones, conflictos y fragmentaciones internas, pero no pretendiendo que el “modelo” y Cristian Ferreyra son fragmentos absolutamente externos y ajenos uno al otro? Como dice un famoso postulado de la física, el todo sólo es igual a la suma de las partes cuando las partes se ignoran entre sí; cuando se relacionan entre sí, en cambio, esas relaciones se incorporan al “todo” previo, y lo transforman en otra cosa . Como se puede ver, la física también puede ser, a veces, “pensamiento crítico” .
Los saluda fraternalmente,
E.G
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 Cuando la crítica deja de ser crítica y se hace cómplice del status quo

Por Ariel Feldman
Empalagado por el lirismo de Carta Abierta X uno no puede más que preguntarse qué impide a que tan cavilado tejido de palabras pueda nombrar con sus nombres al modelo agroextractivo como pilar de «El Modelo», al gobernador de “la capital del kirchnerismo” el radical K Gerardo Zamora, al Poder Judicial provincial, al Gobierno Nacional que ostenta el poder del estado.
Carta Abierta X es un ejemplo de cómo fetichizar un fenómeno por el sutil mecanismo en que a la vez que se pretende visibilizar una realidad vergonzante, o impugnar una posición retrograda, se soslaya el conjunto de relaciones y de actores que realmente puede develar aquella injusticia. Su prosa es efectiva como discurso ideológico precisamente porque no niega obtusamente el dolor, sino que expone la injusticia, pero lo hace de forma abstracta. Nos coloca un árbol ante los ojos ocultándonos el bosque, falseando el ocultamiento en visibilización. Su discursividad constituye la expresión sutil del modelo de comprensión de los fenómenos que el progresismo con sinceras expectativas en el gobierno ha desarrollado para justificarlo y justificarse: es el modelo racionalista del “mejor de los mundos posibles” donde todos los fenómenos que se identifican como negativos lo son en función de una totalidad que no puede más que contenerlos para poder ser en su positividad: Así la burocracia sindical es necesaria para la estabilidad, la regresividad impositiva para el desarrollo de la inversión, los salarios bajos para la competitividad, la obsecuencia de la prensa amiga para la batalla contra los monopolios mediáticos, etc. Si este modelo racionalista empieza a mostrar grietas y se comprenden como injustificados ciertos fenómenos, y de esto Carta Abierta también es un ejemplo, se asumen entonces esos aspectos negativos de forma diseccionada, en tanto accidentes del sistema y nunca como determinaciones de lo que es. Así, en Carta Abierta X todo lo que el Estado a través del Gobierno legisla magramente por decreto o impulsa en el parlamento en detrimento del “mercado” (ínfimo porcentaje, frente a la legislación pro-empresarial, que poco y nada ha tocado la estructura productiva de bienes y desigualdades del país) expresaría paradójicamente el Zeitgeist (el espíritu de la época), la esencia de este gobierno y de su “proyecto”, mientras que las consecuencias sociales producto de su “Modelo” basado en la precarización laboral (competitividad por bajos salarios, la lucha de los precarizados y el primer Ferreyra) y el modelo agroextractivo ( es este gobierno nacional el que se propone aumentar las exportaciones argentinas mediante el aumento a 160 millones de toneladas la cosecha de granos para el año 2020, para lo cual precisa ganar más terreno para la plantación de soja, la estrella de los commodities, lo cual implica el desmonte y las consecuente muerte de resistencias como las encarnadas por el MOCASE, y el segundo Ferreyra), parecen páginas de diarios «alucinados» y culpa de una «epistemología de negocios», donde por un pase de magia ideológico el Estado, que se vanagloriaba tan presente, de repente desaparece de la escena y del análisis (quedando su presencia a lo sumo en sustantivaciones indeterminadas del tipo “complicidad con jueces o mandos policiales y políticos”).
El Principio Esperanza que citan, el de Bloch, no era para el autor ni ciego ni indeterminado, y su lirismo intentaba quebrar la sombra que la palabra temerosa, o perdida de sí, proyecta sobre el dolor. La esperanza se basa en la comprensión de la injusticia, no en el nombramiento in-mediato del nombre, de Ferreyra; se basa en la crítica que hiere la injusticia de la realidad, no la crítica que embellece la injusticia como paradoja. Precisa el Principio Esperanza el nombrar que expone, el nombrar que intenta poner el dolor de muchas singularidades en relación con una criminal totalidad que se nos escapa pero organiza nuestra existencia. A Adorno y Horkheimer les alcanzaba un campo de concentración para sacar una conclusión universal sobre su época no por ser Auswitch sólo epítome del horror, sino porque entendían la barbarie nazi como expresión de la esencia de lo que había devenido la razón europea: si la muerte hubiese sido obra de una alucinada secta religiosa pobre significación tendría. Los Ferreyra permiten sacar conclusiones porque no son muertes caprichosas realizadas por alucinados y sedientos capitalistas trasnochados en la ya diurna luz Kirchnerista, sino que esos cuerpos jóvenes, como los cuerpos viejos Qom, como los cayosos del Indoamericano, son los desechos de la historia de un modelo que no puede sino tener a estas víctimas como consecuencia, y eso deben decirlo con todas las letras aun los que desean apoyar los aspectos progresivos que este gobierno sí pudiera tener, aspectos entre los que seguramente no estarán su política frente a la precarización laboral, los agronegocios, el desmonte, la política minera, la judicialización de la protesta, la política gremial, el intocado, vergonzante y regresivo impuesto al consumo de productos básicos combinado con la magra performance del impuesto a las ganancias e ingresos brutos, la política de seguridad de la provincia de Bs As, el negocio del juego y los casinos, etc., etc., etc.
El papel que ha cumplido Télam (acá), Pagina/12 con censura incluida (acá) y Carta Abierta ante la situación en el monte santiagueño amerita unas líneas finales sobre el pensamiento crítico y su enarbolación. Es de esperar que los indignados ante las ideológicas coberturas de “los medios monopólicos” no tengan su indignación fetichizada y puedan mostrar su indignación ante la violencia que la palabra oficial ejerce sobre la realidad de forma dolorosa y continua. La crítica es orgánica a la injusticia, al dolor real, a los vilipendiados, orgánica a los muertos y a los vivos que resisten la muerte, es la grieta que abre la trama sedosa del discurso que oculta la sangre real. Cuando la crítica se hace orgánica no ya a las heridas que la realidad infringe sino a un discurso sobre la realidad, se vuelve necesariamente heterónoma, deja de ser crítica y se hace cómplice del status quo.

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Las organizaciones campesinas en las garras del modelo
por Jorge Rulli
Creemos que es necesario exponer nuestra posición respecto a los conceptos de Soberanía Alimentaria, Territorios, y el rol de las organizaciones indígenas y campesinas frente al Modelo Agroexportador y Extractivista.
La idea fuerza es que las resistencias territoriales han ido cediendo terreno frente al avance sojero y minero. Es más, los grupos dirigenciales se han ido integrando a las muchas estructuras subvencionadas que les brinda el Estado y postulan, sin que les pese una oposición, los avances locales pero se victimizan cuando en sus bases suceden hechos de sangre. Simultáneamente no cuestionan las lógicas productivas, más allá de los agronegocios, tal vez creyendo así proteger nichos de “agricultura familiar”  y bolsones de autonomía indígena y campesina que no hacen más que  evidenciar las ínfimas excepciones a la regla que son puestas como ejemplo de la preocupación gubernativa por las minorías perjudicadas.
Hay sin duda una equivalencia sustancial entre la decidida aceleración del modelo, expuesta crudamente en el PEAA, y la – en ciernes – Ley de Tierras, con la asimilación a los aparatos del Estado y la importante ayuda financiera, que fagocita masivamente a los cuadros de conducción de los movimientos campesinos o agro-contestatarios, que naturalizan esta doble condición de ser contestatarios y a la vez funcionarios remunerados.
Sucede entonces que desde hace años asistimos a un gigantesco simulacro que ha posicionado a la vanguardia de las luchas campesinas a organizaciones como el MNCI y su mentora: el MOCASE, atadas a la cola del enorme prestigio internacional de la VIA CAMPESINA. Entramado que hace que todas las acciones y posicionamientos de éstas organizaciones argentinas tiendan a verse como la expresión genuina de las resistencias agrarias nacionales. Un encadenamiento de simbologías y reivindicaciones que inmediatamente repercuten en los medios y crean la sensación de que allí se encuentra la auténtica representatividad de las minorías oprimidas por el modelo agroexportador extractivista. Un prestigio que sin dudas, disimula las severas limitaciones ideológicas de un pensamiento ligado a las consignas antiimperialistas de hace décadas y un accionar focalizado en montar escenarios de autonomía y producción autóctona, dirigido a demostrar una presencia que se diluye en los pobres resultados obtenidos con tanto apoyo económico y político regional e internacional.


La Reforma Agraria y la Soberanía Alimentaria, fundamentos de las luchas de la Vía Campesina Internacional, encubren un escenario devastador de avances de la frontera sojera en los mismos territorios de dichos encuadramientos, y las cifras de la sojización en Santiago del Estero así lo demuestran; mientras en las Universidades argentinas se encolumnan los estudiantes que aplauden el sesgo revolucionario de la mentada campesinización  y anhelan viajar de modo iniciático a las tierras de la autonomía rural y la supuesta producción agroecológica.

En los últimos años, con el afianzamiento de la producción de monocultivos transgénicos  y la alta rentabilidad de loscommodities, se han multiplicado las variantes asistencialistas y de control social sobre las poblaciones perjudicadas y sobre los territorios devastados. En esa lógica productiva tomaron inusitada fuerza una gran cantidad de estrategias y planes que incluyen, necesariamente, la participación activa (sino complicidad) de los otrora contestatarios, en el intento de paliar las graves consecuencias del modelo.
No se les pide desde el sistema que abandonen sus consignas maximalistas, es más: se los alienta a persistir en la denuncia de los atropellos, en la prohibición de las fumigaciones cercanas a poblados, en el “mal uso” de glifosato, en la judicialización  de las disputas territoriales, todos ellos efectos colaterales que, cuando son tomados como consignas abarcadoras, no hacen más que confundir y ocultar la matriz corporativa e institucional del saqueo programado.
Así asistimos a verdaderas batallas retóricas sobre reivindicaciones legítimas, pero fragmentadas intencionalmente para ocultar la totalidad descarnada de un complejo modelo de poder neocolonial  empeñado en limar las aristas más escabrosas para presentarlo como sustentable y protectivo.
Si la estrategia obligada era la de hacerse fuerte en los territorios amenazados, focalizar las luchas en las comunidades campesinas y originarias, podemos decir que ha fracasado. No sólo se han perdido vidas humanas en estos escarceos, sino que también se han ido entregando inmensos territorios, atrapados en la lógica bifronte de resistir el avance empresarial a la vez que aceptar los dineros y los cargos que distribuye generosamente un gobierno experto en dividir y cooptar a sus adversarios.
Desde el GRR hace años venimos luchando por el arraigo rural y las resistencias locales, pero también venimos denunciando en todos los ámbitos posibles, el tremendo impacto de la globalidad expandida y la condición neocolonial de nuestros países, sometidos hoy a la multipolaridad y las hegemonías regionales de las llamadas potencias emergentes. Hemos sostenido sistemáticamente nuestra solidaridad con las poblaciones rurales y las producciones locales, llevamos las campañas contra las fumigaciones y contra los apoderamientos de tierras, guiados por el principio de que la Soberanía Política en la Argentina es hoy Soberanía Alimentaria y que la defensa del Territorio Nacional es irrenunciable, porque afecta a todos los argentinos y no únicamente a las comunidades campesinas y originarias. Pero también comprendemos que estas luchas deben darse en los mismos centros del poder, allí donde se deciden las políticas corporativas y donde se elaboran los diseños tecnológicos de la manipulación transgénica y la biotecnología, donde la ciencia empresarial subordina la investigación y el conocimiento de nuestras Universidades públicas y los organismos estatales específicos, para atender concentrados intereses privados.
Se trata, para nosotros, de poner el cuerpo frente a las topadoras, de cortar los alambrados del cercamiento, de la defensa de nuestros montes y selvas, ya sea en las Yungas salteñas y jujeñas o en El Impenetrable, o en los valles y estepas patagónicos. Se trata de denunciar públicamente los negociados de las empresas estatales chinas o los capitales árabes sobre nuestros territorios, pero también de evidenciar las connivencias de Monsanto con sectores episcopales y los lobbies corporativos sobre las Universidades, el INTA, el INTI, el CONICET y el Ministerio de Agricultura. Creemos que es ingenuo, cuando no complicidad, debatir en las aulas académicas la Soberanía Alimentaria o la Tenencia de la Tierra , cuando en el mismo ámbito se forman los futuros empleados de las grandes empresas sojeras y agroexportadoras con la mochila repleta de  semillas OGM e insumos agroquímicos.
Un juego peligroso éste de alentar las luchas campesinas en los territorios y denostar los agronegocios, a la vez que pertenecer a los múltiples aparatos estatales pródigos en el reparto de dineros públicos y cargos funcionariales, al que llegan hasta los más exaltados enemigos locales del Imperio. Un juego en el que nunca hemos entrado, y vemos con desazón, que los que dicen oponerse al modelo y defender a las víctimas, llaman a su vez a cerrar filas con el gobierno progresista, sosteniendo la mentira de intentar modificar el rumbo indetenible del saqueo, desde adentro mismo del aparato estatal, desconociendo la esencia misma del Capitalismo extractivista y la mentada teoría de las Contradicciones y las hegemonías populares.
Hemos tenido la paciencia de madurar estas reflexiones a la espera de un cambio necesario que no se ha producido, es más, los cuadros de conducción de los grandes aparatos campesinos y sus aliados intelectuales, que persisten en el error, incentivados por las recientes lecturas electorales y creyendo sustraerse de las agitadas aguas de la catástrofe global inminente.
Cuando se derrama sangre de nuestros hermanos nos duele profundamente, mucho más si cae sobre la tierra yerma y desolada de la avaricia sojera, pero esa solidaridad implica también enfrentar los éxitos del modelo: la expulsión de los pobladores rurales y la urbanización forzada, confundir la felicidad de nuestro pueblo con la incentivación del consumo, arriar las banderas de Soberanía, Independencia y Justicia para remontar los pendones coloniales de Ciencia, Tecnología y Producción. No pidamos de manera soberbia un Capitalismo en serio, si ya lo tenemos instalado con su larga secuela de víctimas y ecosistemas destruidos. Un verdadero Proyecto Nacional exige volver a la Tierra que nos alimenta, recuperar las palancas estratégicas de un Estado Soberano y desconectarnos del tren de la Modernidad que nos arrastra hacia el abismo.

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