Anarquía Coronada

Entusiastas de la fragilidad - Felipe Gimenez

De marea y mareos // Vanesa Bianchi, Lelia Lanzillotti, Mercedes Cicalese*

Mapear desde el malestar puede llevarnos a desplazamientos significativos, puede ayudar a parir forma de vida, a bosquejar posibles deseables.

                                                                                                                        

Diego Sztulwark

                                                                              

En los últimos tres años, pero con mayor intensidad en el 2018, el flujo de un feminismo de masas creció y comenzaron a cuestionarse formas naturalizadas de las relaciones entre los géneros.

Muchos chicos y chicas transitan su adolescencia y sus primeros acercamientos y encuentros sexuales en estos momentos de cambios. Situamos estos cambios en un tiempo caracterizado por la aceleración, la hiperconectividad y la mercantilización de las formas de vida, en el que se desarrollan y son determinados los modos de las relaciones afectivas.

Seleccionamos a modo de disparadores algunas viñetas tomando nota sobre lo que entendemos como sufrimiento no registrado. En el doble sentido de un sufrimiento que no logra ser vivenciado por quien lo padece ni leído por otros como tal.

 Los recortes clínicos expresan algunas de las formas del malestar actual, o mejor dicho, son algunos nombres de las respuestas sintomáticas que escuchamos como modo de expresión del mismo. 

Abusos, escraches y redes 

Las denuncias virtuales en páginas de colegios secundarios como “No es no” y otras creadas por las mismas estudiantes, se llenaron de testimonios de situaciones abusivas, denuncias anónimas, escraches.

En ellas conviven testimonios y denuncias: desde “situaciones incómodas”, relaciones con inducción al consentimiento hasta forzamientos, incluyendo también resignificaciones actuales de experiencias pasadas. Los/las protagonistas de las escenas tienen entre 13 y 17 años. 

Con la extensión de la palabra abuso para nominar situaciones diversas y de distintos grados de gravedad queda desdibujado aquello que es distintivo del abuso: la asimetría y la relación de poder. ¿Cómo es un abuso en una relación de pares? ¿Alcanza con referirse a las diferencias desigualadas de género para pensar como asimétricas las relaciones entre adolescentes?

“No podía dejar de leer, eran interminables los posts y sentía que tenía que leerlos todos… Algunos eran larguísimos relatos en primera persona, una verborrágica descarga, como un diario íntimo: qué habían sentido, qué las había dañado, angustiado, a veces ni siquiera incluían una denuncia, otras sí lo hacían, algunas eran denuncias anónimas, que no daban el nombre del abusador…. Me pasé horas, quedé atrapado, me hizo muy mal, en un momento me sentí como mirando pornografía”. Tomás de 16 años, escraches en Instagram.

¿Qué es lo pornográfico en esta escena? ¿Será que la obscenidad consiste en el efecto de mercantilización de la vida, la cosificación de lo vivo, de los vínculos, la sexualidad?

Los escraches de las chicas son ofrecidos a la red como mercancía para su consumo.

“El exceso de exposición hace de todo una mercancía, que está entregado, desnudo, sin secreto, a la devoración inmediata.” [1]

El adolescente, sujeto aplastado en la compulsión al consumo, ya no puede decidir, no puede pensar si quiere o no seguir leyendo, o hasta dónde. ¿Qué lo lleva a quedar atrapado en la fascinación, a no poder dejar de leer? ¿Será el costo a pagar para seguir en conexión con otros, para no quedar afuera del mundo?  ¿O será el terror a encontrarse incluido en alguna de las denuncias lo que lo mueve a asegurarse el haber leído todo?

Ante la amenaza de exclusión y humillación a la que se enfrentan, varones cis que se definen heterosexuales, se ven compelidos a implementación de  medidas de autoprotección. Observamos que en general la respuesta es reactiva, por lo tanto, tiende al aislamiento. Por ejemplo: preguntar a la chica si le incomoda que vaya a una toma o a una marcha, o cuidarse con lo que se tweetea porque es cuestionado por la chica, o directamente autoexcluirse para evitar cualquier situación de exposición.

¿Cómo poder cuestionar algo de esta operatoria sin quedar identificado al macho que se rehúsa a encarnar? ¿Cómo poder sustraerse de la serie sin quedar aislado?

¿Y del lado de las chicas?

Los escraches son la manera que encontraron de denunciar y hacer circular las conductas abusivas naturalizadas en los encuentros sexuales, de hacer visible las jerarquías de género y la naturalización de la desigualdad.

El escrache es para ellas una forma de “hacerse oír”, denunciando la falta de escucha y reconocimiento del malestar por parte de los referentes adultos y de las instituciones educativas.

Nos parece importante detenernos, a escuchar los efectos subjetivos de la exposición de sus vivencias íntimas.

¿También ellas se ven compelidas a publicar para darse existencia frente a sus pares? Llama la atención que en los relatos muchas chicas  hablan de “mi abusador”. ¿Funcionará esto como una marca de pertenencia? Asimismo, algunas mencionan que fueron las amigas quienes las impulsaron a hacer pública la denuncia, o incluso quienes nominan como “abuso” situaciones que no habían sido interpretadas de ese modo por la protagonista. En algunos de estos casos, cuando no hubo lugar para interrogarse, la denuncia es vivenciada, luego, con extrañamiento.

Por otra parte, es necesario poder pensar qué consecuencias tienen en ellas los efectos que producen las denuncias sobre sus pares denunciados.

La red articula la comunicación conectiva, facilita, reproduce y genera violencias. Las consecuencias son efectos de segregación, fragmentación e importante deterioro de los vínculos.

Vínculos protocolarizados ¿La vuelta al Puritarismo?

 “Ahora cuando vas a bailar, si querés chaparte a alguien, tenés que aplicar el protocolo. Le preguntás: ¿te puedo dar un beso? Si te dice sí, avanzás y si te dice que no, no insistís…”

Las “femipatrullas” en las fiestas son grupos de chicas que se organizan para no consumir alcohol y estar disponibles para intervenir frente a cualquier situación que pueda leerse como abusiva o que pueda incomodar.

 “¿Es que las mujeres feministas se han vuelto puritanas y moralistas?  No, es que el mundo ha cambiado y se hace cada vez más difícil interactuar de una manera ambigua y cortés.[2]

Entonces, ¿qué es lo que incomoda? ¿Cómo podría pensarse un tránsito por la adolescencia que no implique el trabajo con la irrupción de la sexualidad, el desajuste corporal y la extrañeza del encuentro con el otro?

Protocolos y definiciones alivian frente a la ambigüedad de los gestos, el problema del malentendido, la incertidumbre frente al deseo, intrínsecos a cualquier vínculo humano. El riesgo de asumirlos queda suprimido bajo la seguridad del inequívoco significado: Sí es sí, no es no.

Sin embargo, las paredes de la escuela secundaria pública explotan de grafittis, leyendas y consignas: “No es no” convive con “El consentimiento es reversible”. Entonces, la necesidad de reglamentar la reversibilidad del consentimiento sea tal vez un modo de nombrar el exceso que no entra en el código comunicacional.

Ahora, los protocolos otorgan un sentido estandarizado y por lo mismo generan un efecto de borramiento subjetivo.

 El protocolo es palabra separada del cuerpo, intento de reglamentar y suprimir la diferencia y el riesgo. Pero al mismo tiempo coagula al otro en el lugar de un potencial enemigo, un otro peligroso. Así, la palabra separada del cuerpo, produce un efecto de brutalidad.

La “responsabilidad afectiva” es otro de los términos que circulan en la Marea.

“Ella suele hablar dormida. Me abrazó y entre sueños me decía: No te vayas, no me dejes, lo que pasa es vos no me querés. A la mañana siguiente, cuando se lo conté me dijo sorprendida:  Ay! Nada que ver,…! dormida puedo decir cualquier cosa… Cuando le dije que salía con mis amigos me hizo todo un planteo sobre que yo no tengo responsabilidad afectiva”. ( Julián 17 años)

La responsabilidad afectiva si por definición se le atribuye al otro, obtura la pregunta por la implicación. Podría ser un término interesante si sirviera para interrogarse, en cambio, pierde su riqueza, si se plantea como acusación.

Entendemos que el uso que se hace del término “responsabilidad afectiva” es un modo de respuesta protocolarizada a la tensión, al conflicto que conlleva el encuentro con el otro. Un intento de responder en forma fallida a un otro que se representa como amenazante, coagulando los términos de la relación en: víctima /victimario.

 El par víctima/victimario es la doble negación: de la fragilidad propia de la condición humana y del desacople intrínseco al encuentro con el otro.

Siguiendo a Rolnik, pensamos que el modo de vida que delinea el neoliberalismo asigna y estabiliza modalidades subjetivas que tienden a evitar la crisis a través de consumos de cualquier tipo, entre ellos el consumo de discursos.

Abuso, consentimiento, protocolo, responsabilidad afectiva son significantes disponibles que coagulan el sentido y obturan cualquier posibilidad de resonancia con el otro. Otorgan estabilidad y pertenencia a la vez que silencian el malestar, impiden registrar la tensión.

De la intimidación a la resonancia íntima. La apuesta a la asunción de un riesgo.

 

Comenzamos a pensar los temas de este trabajo a partir de una urgencia clínica: alojar un sufrimiento que no tenía lugar a ser expresado. Para algunos adolescentes, expresarlo, contradecía la Marea.

Tomaremos el término padecimiento, siguiendo a Jitrik,  para precisar la característica de estos malestares difusos con los que se convive, dolores no muy visibles ni muy conscientes que se instalan y hacen cuerpo sin armar experiencia. [3]

 A diferencia del sufrimiento, que es una experiencia totalizante e invasiva, el padecimiento no tiene representación y no se impone como experiencia subjetiva.

¿Cómo pensar nuestro lugar como analistas entonces ? ¿Cuál es el sentido de una posible intervención en estas escenas?

Escuchar el padecimiento también era ir un poco en contra de la corriente. En algunas ocasiones,  el intento de introducir una interrogación frente a la certidumbre del “ser varón” igualado a “cómplice del patriarcado”, producía una primera respuesta de rechazo. Interrogar la certeza generaba un efecto de desestabilización y la emergencia de angustia. Así, el cuerpo afectado en transferencia nos anoticiaba de una fragilidad.

Soportar la vulnerabilidad es uno de los modos posibles de nombrar lo que orienta las intervenciones. Una ética sostenida en una posición de abstinencia, no indolente.(Ulloa 1995). Entendiendo a la fragilidad, en sentido contrario al establecido en la cultura actual, como germen de una potencia.

Partimos de la idea de que “la indiferencia, tanto individual como política, es un poderoso agente del agravamiento de un padecer. (Jitrik 2002).

Apostar es un acto contrario a la indiferencia, requiere no ceder frente a la intimidación, implica la asunción de un riesgo.

Dice Fernando Ulloa: Cuando se logra superar la intimidación se recuperan las condiciones de resonancia íntima, aquella donde se expresa el sujeto solidario. [4]

Nos situamos nosotras mismas como parte de la Marea y no estamos exentas de padecer mareos. Sin embargo, apostamos al intento de cartografiar, pesquisar la experiencia de la subjetividad dentro de los mapas dominantes naturalizados, incluso aquellos que subsisten en la Marea.                                             

*Psicoanalistas

*Felipe Gimenez es el autor de la imagen se titula ¨Entusiastas de la fragilidad¨

 

[1] Byung Chul Han: ¨La sociedad del cansancio¨. Buenos Aires. Ed. Herder. 2017

[2] Fernandez Savater, Amador: ¨Volver a aburrirnos es la última aventura posible¨ Entrevista con Franco Berardi. 2018

[3] Jitrik, Noe: ¨ Mediante el examen de un vocablo la semiótica hace un aporte al psicoanálisis. La pálida, delicada, leve palabra padecimiento¨(2002)

[4] Ulloa, Fernando: “Novela Clínica Psicoanalítica.Historial de una práctica”.

Buenos Aires. Ed. Paidós. 1995

Bibliografia

Fernandez Savater, Amador:  “Volver a aburrirnos es la última aventura posible” Entrevista con Franco Berardi, 2018.

https://www.eldiario.es/interferencias/Volver-aburrirnos-Franco-Berardi-Bifo_6_826677345.html

Byung Chul Han: “La sociedad del cansancio”. Buenos Aires. Ed. Herder, 2017.

Berardi, Franco: «Fenomenología del fin. Sensibilidad y mutación conectiva” . Buenos Aires. Ed. Caja Negra, 2017.

Segato, Rita : “Contrapedagogía de la crueldad”. Buenos Aires. Ed. Prometeo, 2018.

 

Bardet, Marie: “¿Cómo hacernos un cuerpo? Entrevista con Suely Rolnik”, 2018.

https://lobosuelto.com/?p=1963

Ulloa, Fernando: “Novela Clínica Psicoanalítica.Historial de una práctica”.

Buenos Aires. Ed. Paidós, 1995.

Fernandez, Ana Maria: “Las diferencias desigualadas: multiplicidades,invenciones políticas y transdisciplina”. Revista Nómadas Nro 30. Universidad Central de Colombia, 2009.

Fernández Polanco, Aurora- Pradel, Antonio: “La base de sostenimiento del poder de la derecha es el propio deseo de la población”. Una conversación con Suely Rolnik.

http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2016/04/la-base-de-sostenimiento-del-poder-de.html?m=1

Carbajal, Mariana: “El problema de la violencia sexual es político no moral. Entrevista a la antropóloga Rita Segato.

https://www.pagina12.com.ar/162518-el-problema-de-la-violencia-sexual-es-politico-no-moral

Sturlwark, Diego: “Política del síntoma”, 2019.

Política del síntoma // Diego Sztulwark

Rolink, Suely: «Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente”. Buenos Aires. Ed. Tinta Limón, 2019.

 

Bozzolo, Raquel; Bonano, Osvaldo; L´Hoste, Marta: «El oficio de intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones”. Buenos Aires. Biblos, 2008.

 

Jitrik, Noe: “Mediante el examen de un vocablo la semiótica hace un aporte al psicoanálisis. La pálida, delicada, leve palabra padecimiento”, 2002.

 

Szewach, Cynthia: “El molestar en la cultura”, 2019.

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