En un libro recientemente publicado: Leer, meditar, escribir. La práctica de la filosofía en pandemia (La cebra, 2020), propongo una serie de ejercicios de filosofía práctica. Retomo meditaciones antiguas y modernas, propongo algunos fragmentos de lectura y escritura para realizarlas, etc. Hay sobre todo un tipo de ejercicio que quisiera traer a colación en esta oportunidad, ya que recientemente encontré un fragmento de escritura que se ajustaba también al caso señalado: meditar y valorar las pequeñas cosas de la vida. El disfrute de las cosas pequeñas, incluso insignificantes, no habla de un conformismo social sino de la grandeza del alma; expansividad micropolítica y ontológica absolutamente necesaria para emprender cualquier otra transformación, hasta diluir las medidas y escalas sociales. Hay algo de esa sabiduría práctica, de ese contento simple, que habilita captar las relaciones de fuerza en su materialidad concreta, fuera de cualquier idealización excesiva o gloria perecedera.
Dos fragmentos en ese sentido; uno pertenece a una escritora trans cordobesa y el otro a un filósofo estoico y emperador romano:
“Conocí gente que se alegra por motivos menos pretenciosos que la gloria. Gente que festeja un desayuno, un abrigo infalible, encontrarse una moneda en la calle, un par de zapatos de mujer dejados al azar al borde de la cama, dos cepillos de dientes en el vaso en vez de uno, la vista por la ventana de un departamento… Gente que se pone feliz con el perfume de su pelo, con las prontas recuperaciones, el pan, la arena fina del mar donde hundir los pies… Gente que celebra el trabajo, cuando el trabajo merece una celebración… Hoy celebro a esa gente y a todos los azares que me hacen levantar la taza de té como si brindara con vino.” (Camila Sosa Villada).
“Conviene también estar a la expectativa de hechos como éstos, que incluso las modificaciones accesorias de las cosas naturales tienen algún encanto y atractivo. Así, por ejemplo, un trozo de pan al cocerse se agrieta en ciertas partes; esas grietas que así se forman y que, en cierto modo, son contrarias a la promesa del arte del panadero, son, en cierto modo, adecuadas, y excitan singularmente el apetito. Asimismo, los higos, cuando están muy maduros, se entreabren. Y en las aceitunas que quedan maduras en los árboles, su misma proximidad a la podredumbre añade al fruto una belleza singular. Igualmente las espigas que se inclinan hacia abajo, la melena del león y la espuma que brota de la boca de los jabalíes y muchas otras cosas, examinadas en particular, están lejos de ser bellas; y, sin embargo, al ser consecuencia de ciertos procesos naturales, cobran un aspecto bello y son atractivas. De manera que, si una persona tiene sensibilidad e inteligencia suficientemente profunda para captar lo que sucede en el conjunto, casi nada le parecerá, incluso entre las cosas que acontecen por efectos secundarios, no comportar algún encanto singular. Y esa persona verá las fauces reales de las fieras con no menor agrado que todas sus reproducciones realizadas por pintores y escultores; incluso podrá ver con sus sagaces ojos cierta plenitud y madurez en la anciana y el anciano y también, en los niños, su amable encanto. Muchas cosas semejantes se encontrarán no al alcance de cualquiera, sino, exclusivamente, para el que de verdad esté familiarizado con la naturaleza y sus obras.” (Marco Aurelio).
Hay que tener en cuenta que el filósofo estoico llega a esa valoración de las cosas singulares y accesorias luego de aplicar el método de la división física, por el cual destruye toda valoración social de las demasiado glorificadas obras humanas: guerras, gestas, vestimentas, fiestas, comidas, etc. La experiencia por la cual la escritora cordobesa arriba a similar consideración, sin dudas no está exenta también de los rigores de una vida singular. En mi caso, me pregunto cómo transmitir a otrxs esa posibilidad de captar lo singular, a través de ejercicios concretos a realizar en la cotidianeidad, para que no queden fijados en obras reductibles a un aspecto meramente estético (y sean así nuevamente glorificados, idealizados, etc.).
Roque Farrán, Córdoba, 07 de agosto de 2020.