“Darío Santillán es un símbolo de las militancias de los movimientos sociales» // Mariano Pacheco

Por David Pike y Mariana Di Mauro

 

Entrevistamos a Mariano Pacheco, compañero y biógrafo de Darío Santillán quien junto a Maximiliano Kosteki fueron asesinados por la represión policial conocida como la Masacre de Avellaneda. Diecisiete años después, Mariano nos cuenta quién fue y que simboliza actualmente Darío.

 
 

-¿Quién fue Darío Santillán?

 

-Darío fue un joven militante de la zona sur del conurbano bonaerense que creció en el barrio Don Orione, en Claypole (Almirante Brown). Hijo de una familia trabajadora, su padre y su madre enfermeros. Promediando la década del ‘90 y cursando sus estudios secundarios en San Francisco Solano comenzó un proceso de politización al calor de las luchas contra la Ley Federal de Educación, la reorganización de los centros de estudiantes y la participación en las luchas juveniles del período. Darío participó también en experiencias políticas como la Agrupación 11 de Julio que realizaba fanzines, programas de radio, trabajo territorial en villas y asentamientos y trataba de fortalecer un vínculo con las experiencias de lucha que empezaban a emerger en aquellos años vinculadas al movimiento piquetero, particularmente a la corriente autónoma de los Movimientos de Trabajadores Desocupados. Así es como en el año 1999 finaliza sus estudios secundarios, realiza un breve intento de estudiar Historia, pero en medio de las condiciones socio-económicas adversas y la crisis que atravesaba el país se dedica de lleno a conformar un movimiento de trabajadores.

 

A inicios del 2000 Darío comienza a organizar un Movimiento de Trabajadores Desocupados en el barrio Don Orione en función de una definición política de un grupo que integramos en aquellos años. Desde ese momento, se ocupa de todo lo que implica el trabajo territorial, la organización de los espacios comunitarios, productivos y autogestionados.  Participa de las movilizaciones, toma de edificios públicos y cortes de ruta, en un momento donde las luchas sociales comienzan a ser cada vez más radicalizadas. Así se llega al 19 y 20 de diciembre, del cual participa activamente. 

 

Al tiempo se muda a Lanús para participar allí del MTD que, en esos momentos, toma una tierra para construir viviendas y allí arma su casa. Después comienza con el trabajo de la bloquera, que es también un símbolo emblemático que aparece en muchas fotos de Darío, inspirado en el trabajo voluntario de Ernesto Che Guevara. 

 

El 26 de junio del 2002, Darío muere asesinado por la espalda luego de socorrer a Maximiliano Kosteki en la estación Avellaneda cuando había sido herido de muerte por las balas disparadas por la policía bonaerense en un operativo conjunto realizado con gendarmería, prefectura y policía federal. Desde ese momento, Darío pasó a ser un símbolo político generacional de las militancias inscriptas en los movimientos sociales.

 
 
 
 
 

-¿Qué implicó la Masacre de Avellaneda?

 

-Implica el inicio, o el intento de inicio, de una fase autoritaria y represiva abierta por parte del Estado, implicó un de intento de escarmiento para frenar las potencialidades más insurrectas de los sectores populares en lucha, de las corrientes militantes que construían por fuera de las lógicas de la democracia representativa. De algún modo, el intento fue parcialmente frenado en términos de una gran capacidad de movilización de los sectores populares. Pero, de algún modo, fue efectivo en términos de que desde allí no hubo sectores de la militancia que volvieran a pensar la política argentina en términos más insurgentes. 

 
 

-¿Qué simboliza la figura de Darío Santillán en la actualidad?

 

-Hoy resulta de vital importancia política rescatar su figura, no por nostalgia, sino como  contradiscurso respecto de los años ‘90 y 2001-2002 , lejos de cierta mirada progresista que sostiene que en aquellos años no pasó nada y que sólo había presente un desierto neoliberal. El reverso del desierto neoliberal es la capacidad de sectores de nuestro pueblo de organizarse y luchar, en muchos casos, por reivindicaciones inmediatas para poder solucionar problemas elementales de la vida. Pero también es la construcción de una corriente de participación política de jóvenes que buscaban encontrar en el conflicto y la organización social un modo diferente de hacer política referenciada en el zapatismo, el Movimiento Sin Tierra de Brasil y recuperando lo más insurgente y combativo de los años ‘60 y ‘70 en nuestro país, tanto del ala revolucionaria del peronismo como de las izquierdas más vinculadas al guevarismo. 

 

Entonces, el recorrido militante del joven Darío Santillán hoy puede resultar inspirador para pensar, también, nuevos modos de intervención militante en los marcos de la realidad que vivimos.

 

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