por Henry Meschonnic
(Traducción: Raquel Heffes)
Los juegos están hechos. Más es gracioso, más es serio. Es toda la distancia entre la gran jugada del poema y los juegos de salón. El rompe todo. Porque no se tolera más lo intolerable. Al mismo tiempo, la gran apuesta del pensamiento: disociar, desplazar, desgastar, disolver. Releer dadá es revivir el júbilo, reinstalarlo. Tener dadá en la boca, en el ojo, y en el oído, limpia lo contemporáneo. Que cuenta para uno. Que no cuenta para nada. Sí, encontrarse con la risa, encontrarse con la poesía, es el mismo juego, que anula la diferencia entre el gran juego y el jueguito. No nos reímos bastante porque no hay bastante poesía. Con un poema, con los poemas, todo está comprendido en la pregunta: cómo un poema pone en crisis la poesía. Y la respuesta es muy simple: siendo poema. Es decir, algo que todavía no ha llegado a la poesía. Ésa es la pregunta. La única pregunta. Que cuestiona todo, la relación entre el lenguaje y la vida. Porque, como tuve el desatino de exponer en Celebración de la poesía, el primer enemigo del poema por hacer (y del poema por leer), es la poesía. Siendo la filosofía el segundo. Porque, para ser poema, un poema debe franquear cinco círculos del infierno:
– primer círculo, la confusión entre verso y poesía, en la doble confusión que opone el verso a la prosa y también por allí, la poesía (identificada con el verso) a la prosa;
– segundo círculo, la definición formal de poesía, consecuencia del primero, y por lo tanto, cuando creemos hablar del poema, hablamos del signo, la forma y el sentido –gracias, signo mío;
-tercer círculo, la esencialización, por etimologización, de la palabra poesía, que se desdobla en mística de creación o calculismo de producción;
-cuarto círculo, que también se desdobla, la confusión con la emoción, estética o sentimental, o la confusión con el catálogo del mundo y los elementos, en ambos casos, lo que Mallarmé llama nombrar. Confusión con los sentimientos: se dice que el Cantar de los Cantareses poético, porque habla del amor. Confusión con las cosas, miren a Bachelard que es el ujier, y Mallarmé decía de la luna: “es poética, la zorrita”;
– quinto círculo, el stock de la poesía, (llamo así a todos los poemas que existen, en todas las lenguas, y todas las épocas) es decir, la confusión entre poema y poesía, la confusión entre poesía y amor a la poesía, y el amor a la poesía es la muerte del poema; todo esto para llegar a la poesía como actividad de los poemas, que consiste justamente en poner en crisis todo lo que precede, y sobre todo en que no derive en amor a la poesía. Esta simple constatación es la que no les gustó a algunos contemporáneos.
Pero ahora salta a los ojos una evidencia: es que la poesía como actividad de los poemas, ha sido siempre actividad de los poemas. Porque sin esta no serían poemas sino amor a la poesía.
De donde una crisis de la noción de poesía moderna: pura tautología. Si se la quiere confrontar con la poesía del pasado. Definiéndola como crisis de la poesía. En relación a lo que se llamaría la poesía tradicional. La poesía siempre fue moderna.
A condición de no confundir, no más, lo moderno y lo contemporáneo. Entiendo por “moderno”, como lo expuse en Modernidad modernidad, lo que permanece moderno, es decir, indefinidamente activo, presente en el presente. En cuanto a “contemporáneo”, es lo que comparte la misma época. Digamos la nuestra.
Lo que conlleva una crisis de la noción de modernidad, al mismo tiempo que una crisis de las nociones de la poesía, y del poema.
Y toda poesía es entonces, y lo fue siempre, una poesía de la crisis de la poesía, de la crisis de sus identificaciones con lo que llamé círculos del infierno. Quiero decir las falsas apariencias acumuladas por lo cultural.
Lo que hace de la poesía una crisis del signo, una crisis de las nociones de forma y sentido y por lo tanto, una crisis de la heterogeneidad de las categorías de la razón y del regionalismo de las disciplinas; pero también una crisis de la noción de prosa. Como cuando es identificada con el relato, o con la ausencia de ritmo.
Pero si toda la poesía fue siempre una crisis de la poesía, es en consecuencia una crisis de la noción de crisis. Es endémica la crisis. Constitutiva de la historicidad radical del poema, y de la vida.
Entonces la poesía es constitutiva de una historicidad radical de la vida, de una vida humana, en el sentido de Spinoza. Cito: una vida humana entiendo, que no se define por la sola circulación de sangre, y otras cosas, que son comunes a todos los animales, sino sobre todo por la razón, verdadera virtud y vida del espíritu – “vitam humanam intelligo, quae non sola sanguinis circulatione, & aliis, quae omnibus animalibus sunt communia, sed quae maximè ratione, verâ Mentis virtute & vitâ definitur”
En consecuencia, la historicidad radical de la poesía, como historicidad radical de vida, pone en crisis toda teologización de la vida, es decir que confronta y pone en crisis lo teológico-político. Que hace aparecer y denuncia como el enemigo mayor de la vida –y de la poesía.
Así como todas la sacralizaciones-esencializaciones del lenguaje y de la poesía.
La poesía como historicidad radical e invención de pensamiento, por lo tanto invención de vida, opera entonces una crisis de la noción de modernidad, es decir de sus confusiones con la vanguardia, con lo nuevo, y con lo contemporáneo. De donde las distinciones a hacer entre modernidad filosófica, modernidad en arte, modernidad tecnológica, modernidad urbana e industrial, modernidad-Baudelaire, a partir de la cual se puede reconocer la modernidad como ética del arte y para el arte, como funcionamiento de las obras en tanto invenciones de pensamiento.
Lo que liga inseparablemente las dos nociones, de modernidad como actividad continuada de las obras y presencia en el presente, y del poema como invención del pensamiento, tal que es poema una transformación de una forma de vida por una forma de lenguaje y una transformación de una forma de lenguaje por una forma de vida.
Lo que a la vez extiende la noción de poema al pensamiento, a la noción de poema del pensamiento, y atraviesa todas las nociones tradicionales de género, y las diferencias entre lo que se llama literatura y lo que se llama filosofía. Lo que pone también a la invención de pensamiento contra todo lo que no es invención de pensamiento, que de golpe puede ser reconocido como partícipe del mantenimiento del orden en la sociedad: lo políticamente correcto, lo semióticamente correcto, lo lingüísticamente correcto, lo poéticamente correcto, lo religiosamente correcto.
Lo que tiene también otro efecto sobre la poesía, sobre la oposición clásica, y académica, entre el lirismo y la epopeya. Porque si el poema es esta doble transformación que he enunciado, todo poema es una aventura que llega a una voz. En la que paradójicamente todo aquello que se llama lirismo resurge con mucha más intensidad en la epopeya. Todo poema es épico, o no es un poema.
Es decir que esta puesta en crisis de la definición tradicional permite pensar el poema como lo que inventa una vida humana –en el sentido de Spinoza- y permite rescatar a la poesía de esa vieja relación con la música y el canto, esa vieja interferencia de lo indecible que creía oponer el lenguaje a la vida cuando oponía solamente una representación del lenguaje a una representación de la vida.
Donde el canto y la música continúan cubriendo, académicamente, a la vez la exaltación de los sentimientos y la exaltación de lo indecible, según una ensordecedora relación con el arte lírico. De donde la confusión entre poesía y canción es la resultante.
Pero el poema como epopeya de la voz, es la aniquilación misma de lo indecible. En la medida en que, como dijo Paul Klee: “el arte no reproduce lo visible: se vuelve visible”, el poema no reproduce lo decible, se vuelve decible, inventa infinitamente lo decible. Y su escucha. Y el reconocimiento de su escucha.
Es así como entiendo las dos palabras de Mallarmé “el poema, enunciador”. Y, como transforma, hace más que decir, hace. Hace sujeto. Le hace sujeto. En el que el poema es un acto ético. O no es un poema.
De donde una crisis de la cuestión-del-sujeto. Y de ese estallido, que también es estallido de risa por lo cómico del pensamiento, surge el sujeto del poema.
De ahí la crisis se extiende, a todo el pensamiento del lenguaje, que no conoce otro cuerpo, para el poema, que el cuerpo de los profesores de lingüística, o de literatura, o de filosofía.
Froten el poema, de allí surge el cuerpo del lenguaje, la ética en acto de lenguaje, el cuerpo político por la poética en acto del poema. De donde una crisis de las categorías tradicionales, es decir regionales, de ética y de la política.
Por el poema, es una crisis de representación de la sociedad, porque es una crisis de los compartimentos de la razón. Y es también una crisis, por el trabajo sobre la noción de modernidad, de la representación del tiempo cultural.
El academicismo se privilegia confundiendo en su provecho la modernidad y lo contemporáneo. Esta identificación es el signo que permite reconocer a los Assis, esos que están sentados sobre la poesía y sentados sobre lo contemporáneo.
Lo que el poema como crisis de la poesía, y la crisis de risa que le sigue, permite reconocer, es que prolonga la intuición de San Agustín sobre la pluralidad del presente.
San Agustín, escribía en sus Confesiones, traduzco: “Si en efecto futuro y pasado existen, quiero saber dónde están. Y si todavía no lo puedo saber, sé no obstante que donde estén, no son ni futuros ni pasados sino presentes. Porque si el futuro está ahí, todavía no es, si el pasado está ahí, ya no es más. Por lo tanto, dónde estén, sean lo que sean, no son más que presentes. Cuando se relata cosas verdaderas del pasado, lo que surge de la memoria no son las cosas mismas, que son pasadas, sino palabras concebidas a partir de sus imágenes que, pasando a través de nuestros sentidos, han dejado vestigios en el alma. Así mi infancia, que no existe más, está en un tiempo pasado que no existe más; pero su imagen, cuando la recuerdo y la relato, la veo en el tiempo presente, porque hasta aquí existe en mi memoria.”
Así, puede decirse que San Agustín, desarrollando su pensamiento, contra la secuencia lineal, pasado, presente, futuro, propone ver que hay tres presentes: un presente del pasado, un presente del presente, un presente del futuro.
Partiendo de allí, es lógico prolongar su percepción del tiempo: reconocer que hay un pasado del pasado, un pasado del presente, un pasado del futuro. Tres pasados, tres futuros.
De inmediato se constata que se respira mejor. Porque lo contemporáneo, no no dejo de decir y repetir, es un mal momento a pasar. Y en especial, que nadie piense que se trata de juegos del lenguaje. La misma historia de la poesía, de la literatura y del arte, está para ofrecernos ejemplos de esta crisis de las nociones de tiempo.
Es, por ejemplo, lo que ilustra la suerte de Maurice Scève, desaparecido bajo la Pléiade, totalmente olvidado en los siglos XVII y XVIII, expuesto como un monstruo de feria por Saint-Beuve en su Cuadro de la poesía francesa del siglo XVI, en 1828 y que reaparece realmente en 1921. Cuando se lo reedita. Es también el caso de Sponde, que Alan Boase exhuma en los años treinta y que revive en 1949. Lo mismo para Xavier Forneret, exhumado por André Breton. Ejemplos de un futuro del pasado.
En cuanto al éxito contemporáneo, vean qué sucedió con un tal Poisson, autor de comedias, que se encuentra en el Diccionario de letras francesas del siglo XVIII de Monseñor Grente. Ilustre de su tiempo. Y piensen que el primer premio Nobel de literatura fue en 1901 para Sully Prudhomme. Puro producto de una época. Lo contrario de una actividad. Un pasado del pasado. Pero a la inversa el arte de las cavernas comienza en 1911, el arte africano y oceánico en 1904. El pasado es imprevisible. El presente también.
Entonces uno comienza a comprender que nunca se sabe, pero en absoluto, en qué tiempo se vive, porque al mismo momento, entre contemporáneos, unos viven en el pasado del presente, otros en el presente del presente, y otros en el futuro del presente. Vayan a juntarse, sería un milagro que se encuentren. De hecho, es el peor momento para encontrarse, aunque sea el único, y es posible adivinar que algunos no se encuentran. Es la razón por la que hace falta tomar prestado del portugués esa bella palabra desencuentro. Hay quienes se encuentran, que son del mismo tiempo, que están del mismo lado del poema, del mismo lado de la vida, y hay quienes se desencuentran.
Entonces, como hay pasadismo, como hubo futurismo, propongo la creación de un nuevo movimiento: el presentismo. Que se confunde con el partido del ritmo. Es el trabajo de estar a la vez en el presente del presente y en el futuro del presente. De golpe es la misma definición que propuse de la modernidad, en el arte y en el arte del pensamiento, una presencia activa en el presente siempre. Para no ser los imbéciles del presente, los que están en el pasado del presente –justo lo opuesto al presente del pasado.
Y es lo que hace de la modernidad, como la he definido, un júbilo, y de la poética también un júbilo. El mismo. Porque la poética es la poética de la modernidad, es decir del funcionamiento de las obras, de las obras como actividad y no sólo como producto, y la modernidad en los poemas sólo puede ser modernidad por su poética.
De donde resulta que es necesario dejar de confundir lo que se entiende aquí por el término poética, ya sea con la estilística, que no sabe que el estilo es todo lo que el signo permite pensar de lo que está a pensar, ya sea con la estética, que es un pensamiento de lo bello y lo sensible, pero no del valor de la historicidad radical, del valor de la realización y la reinvensión de la definición de lo que hace una obra.
Todo este encadenamiento es responsable también de la crisis de una cierta representación de la crítica: la que ve la crítica como destructiva. Y para algunos, también judía. En lugar de que, como ya lo decía Baudelaire, poesía y crítica, sean inseparables. Lo que releo, por placer: “Todos los grandes poetas se vuelven naturalmente, fatalmente, críticos. Lamento los poetas a los que guía sólo el instinto, los creo incompletos. […] Sería milagroso que un crítico se volviera poeta, y es imposible que un poeta no contenga un crítico. Al lector no le sorprenderá por lo tanto que considere al poeta como el mejor de todos los críticos.” En Richard Wagner y “Tannhaüser”, en París.
La crítica es por lo tanto esencialmente constructiva. Inventiva, puesto que participa de lo que Rémy de Gourmont llamaba “disociaciones de ideas”, por lo que la crítica participa de una risa del pensamiento, de una comicidad de las ideas. El para del poema y la poética, es la condición del contra. Hay quienes no ven más que el contra. Son los que toman el amor por la poesía por poesía. Pero es el combate del poema contra el signo. Riendo, como las estatuillas aztecas, que se llaman sonrientes, detrás de la mano.
Es por eso, por todo eso, que pensar el poema, hacer el poema, leer el poema, reconocer el poema, encuentra, recupera, el júbilo dadá. Que no es ante todo cuestión de imitar, de rehacer. Sino de escuchar. La relación de la poesía con el pensamiento a través del humor. Por lo que dadá también estaba contra el futurismo de Marinetti, contra su culto a la velocidad, los autos, los aviones, y su burguesismo anti-mujer. Por lo que antecede al fascismo antes de sumársele. Tzara en su Manifiesto dadá 1918 le oponía el “asco” y “LA VIDA”. Los futuristas rusos también lo rechazaron.
No es el lenguaje deshecho, el letrismo anti lenguaje, las palabras en un sombrero, que reservo en contra de “los banqueros del lenguaje”, es el manifiesto. Contra “la cháchara”. Y porque Tzara ha escrito: el gran secreto está ahí: El pensamiento se hace en la boca”.
Hay en los manifiestos dadá un juego loco en apariencia de contradicciones, pero que rezuma potencia de repulsa, de revuelta: una estética. El arte, no más como estética sino como ética, como postulación de libertad. Por lo que Tzara es uno de los primeros, en 1917, en escribir una “Nota sobre el arte negro” donde puede decir “Del negro sacamos la luz”. Y en retomar después de Apollinaire, en ocasión de “Las Tetas de Tiresias”, la palabra “surrealista”. Una relación con lo cósmico. Implica que el erotismo es cósmico o no es.
Es lo que hace su fraternidad con Pierre Reverdy, y, cuando muere Apollinaire su pregunta que responde no de antemano: “¿Apollinaire está muerto?”. Destaco su intuición, en la nota sobre Huelsenbeck: “no hay nada de sagrado, todo es de esencia divina”. Donde ubico el vínculo que él establece en 1919 entre “libertad, fraternidad, igualdad, expresionismo”.
Es la fuerza siempre actual de su “Nota sobre la poesía”, escrita en 1917, editada en 1919: “iluminar la esperanza HOY”, por lo que dice allí del ritmo: “hay un ritmo que no se ve y no se escucha: rayos de un agrupamiento interior hacia una constelación del orden” Y no olvido que Tzara es uno de los muy raros poetas que han escrito un estudio sobre el ritmo: “Gestos, puntuación y lenguaje poético” Estudio que podría tener un lugar en una antología de escritos sobre el ritmo.
La intuición de Tzara rescata una de las Cien frases para abanicos, de Claudel:
Hace falta
en el poema
un número
tal
que impida
contar
Aviso a los contadores de la poesía: cuando el poema muestra el ritmo, ven el número de sílabas. Y Tzara también dice: “se trata de libertad”, para “encontrar la real necesidad” A lo que Tzara contrapone: “El resto, llamado literatura, es un dossier de la imbecilidad humana para la formación de futuros profesores”.
Se trataba, aún se trata, de terminar con un lenguaje gastado. Cito otra vez a Tzara: “El lenguaje está muy gastado y, no obstante, solo él completa la vida de la inmensa mayoría de los hombres. No saben más de lo que la vida ha sabido contarles. La bufonada y el airecito peyorativo son para ellos el sabor del lenguaje, la sal de la vida. Dadá intervino brutalmente en esta breve historia de lavado cerebral” y: “Poco a poco, destruye, cada vez más.”
Como lo señalaba Henri Behar, es la “equivalencia entre humor y poesía”. Es bueno, para salirse de los “etceterismos que mezclan música y poesía” Y cuando, en la conferencia sobre Dada en 1922, Tzara pone fin a dada, diciendo que había sido el primero en ofrecer su renuncia, cuando dice: “Sabemos muy bien que la gente con ropa del Renacimiento era casi la misma que la de hoy y que Chuang tzu era tan dada como nosotros. Se equivocan si toman a Dada por una escuela moderna, o incluso por una reacción contra las escuelas actuales”, sí, entonces comprendo, es claro, Dada es eterno, siempre hubo, y siempre habrá Dada, en el sentido del “asco”, “asco de esos separadores entre el bien y el mal, lo bello y lo feo” y “Dada es un estado del espíritu” Violencia visible contra violencia invisible. Como la del poema contra la del signo.
Es un sentido del presente. Confundir todo, la poesía y la poética, la vida humana, la libertad y la crítica. Y como el poema, Fondre tartare, del Señor AA, el antifilósofo, comenzaba por “Hagan su juego”, añado justamente: los juegos están hechos. Para siempre. Por eso no va más.
Es lo que anula toda oposición convencional entre gracioso y serio. Más es gracioso, más es serio. Una risa que vuelve a su sitio todo lo que tiene importancia y se toma en serio. Es todo lo que separa la gran apuesta del poema de los juegos de salón, del jugueteo y las pequeñeces, pero también lo que volatiliza la diferencia entre la gran apuesta y el jueguito de palabras, esos erotismos del lenguaje.
Sí, la risa anula la oposición entre la angustia, que está al borde de lo trágico, y lo cómico. Para entenderlo basta con escuchar a Jean Tardieu.
Esa potencia, esa compulsión de vida libre, es lo que rompe los compromisos, los eclectisismos y lo que no tolera más lo intolerable. Es vital ser intolerante para lo intolerable. Y es ésa exactamente la gran jugada del pensamiento: disociar, desplazar, desgastar, disolver.
Es lo que hace que releer Dada, pero también los surrealistas en sus años veinte y treinta, y los expresionistas, sea un relanzamiento del júbilo en la inseparación máxima, en el máximo de implicación entre la vida y el lenguaje, y es la actividad del poema del pensamiento.
La poesía es tener dadá en la boca, en el ojo y en el oído. Es lo que permite reconocer que en el poema, es el oído que ve, la boca que escucha, en tanto los ojos comen, y es por eso que, cuando traduzco el movimiento de la palabra en la escritura, embiblo la lengua francesa, embiblo el traducir, embiblo potencialmente todas las lenguas. Embiblo la poesía y la teoría del lenguaje. Lo que pone en su sitio lo que hay de pasado del presente en lo contemporáneo.
Es también la política del poema, la política misma de la vida contra su mayor enemigo, lo teológico-político.
Entonces la risa, la poesía, es el mimo juego. No reímos bastante porque no hay bastante poesía.
Sí, es en el presente del poema, contra las culturas de la muerte, de enritmar el signo, de empoemar el lenguaje, para que el ahora sea la ética y la política del poema. Sujetos del poema, un esfuerzo más.
(fuente: http://trazofreudiano.com/)