Cuba en transición: cuatro claves para pensar la coyuntura

por Gerardo Muñoz

  
El llamado a restablecer las relaciones diplomáticas y económicas con Cuba por parte del actual presidente norteamericano Barack Obama ha sido recibido con entusiasmo generalizado tanto por las comunidades de la isla como las del exilio, así como por los intelectuales progresistas de la diáspora y sus analistas cubanólogos. Un entusiasmo íntegramente anclado en la futurología y en las lenguas de la «transición». Pero no se trata de oponerse al entusiasmo como una forma del afecto solicitado por las «pasiones alegres», sino cuestionar el cauce del tono de un debate que comienza a darse en los espacios de la esfera publica, la prensa, o los círculos universitarios.

Recientemente no deja de sorprender la ‘pobreza’ (en el sentido en que Marx hablaba de ‘la pobreza de la filosofía’) en que cubanologos y expertos rebaten en torno a la «normalización de relacionales bilaterales» apenas unos días después que Raúl Castro pusiera sobre la mesa las llamadas «nuevas» cuatro condiciones de diálogo (y que pueden ser enumeradas de la siguiente forma: eliminación del embargo, devolución de la base de Guantánamo, el cierre transmisiones radiales Radio TV Marti, y compensación al pueblo cubano por la política norteamericana de hostigamiento (1). En realidad estas demandas poco tienen de nuevo, ya que ambos discursos presidenciales convergieron en casi todos sus puntos (con la excepción de la indemnización por daños que ahora aparece esgrimirse en este nuevo comunicado del Presidente del Consejo de Estado).

En este sentido, las condiciones de Castro dan cuenta del carácter político del mandatario en esta coyuntura. Dicho en otras palabras, Raúl es como un guapo de barrio que, tras el robo de una de sus motos por un guapo mayor, sale a dar unos gritos en la calle del frente. Todo esto para decir que si partimos de estas condiciones (sean las de Raúl u Obama), no hacemos otra cosa que aceptar un registro superficial de análisis, completamente atrapado por la geopolítica y la lengua vulgar de la demanda política.

Es así que los politólogos y sus acólitos permanecen completamente detenidos en una discusión atravesada por el diferendo histórico con los Estados Unidos, cuya limitación permanece diagramada sobre una teleología nacional que va desde la intervención de 1902 hasta el presente. El diferendo histórico es, en efecto, lo que frena la imaginación política en los tiempos que corren. Dicho esto, marcaríamos ahora una distancia a partir de cuatro núcleos que permitirán comenzar la discusión por otra parte.

1. Geopolítica. Desplazar el diferendo histórico y su analítica anclada en principio soberano de un lado u otro (este es el límite conceptual tanto de politólogos liberales así como de los que llaman al insuficiente concepto de «disidencia leal») es una tarea central (2). Lo que esta en juego no es un decionismo bilateral, sino una forma que logre explicitar la transición vía la entrega de un pueblo figurante (3). Forma pueblo que nada tiene que ver con la llamada «teoría de la sociedad civil» (reverso alterno de la hegemonía estatal, incapaz de entrever pueblo mas allá de su exposición como población), sino pueblo que se mide por si solo sin el patetismo ideológico partisano que lo subsume. Un pueblo plebeyo que emerge desde la periferia, y no desde un martianismo sacrificial.

2. Transitología. En su totalidad, la euforia que hemos detectados remite directamente al debate sobre la transición, la cual no puede ser reducida a un entusiasmo descarado predicado en la llamada libertad de prensa (la única idea de la disidencia interna), o en una disidencia incapaz de incidir en las expectativas del pueblo. Al contrario, la transición suele ser el momento avispado donde las elites buscan darle continuación estructural a las formas vigentes del poder por otros medios. Dicho en otras palabras, la transformación del nacional-comunismo deviene en postneoliberalismo regulado por la ontología del capital en un capítulo histórico nacional bajo nuevas figuras simbólicas (4). Aunque tampoco se trata de hacer de Cuba un falso katechon post-imperial, como quiere cierta izquierda académica nostálgica a la Chomsky, sino de solicitar un futuro sin cálculo ni riendas, pero atento al momento transicional como lugar en donde el reacomodo de la lógica soberana encuentra su mayor grado de astucia (5).

3. Embargo y su otra realidad. Conviene salir de la trampa de entender el «fin del embargo» como novedad regulativa del diferendo y la geopolítica entre los dos países. En efecto, desde hace mucho, Cuba existe económicamente gracias a que toda la entrada y fuga de capitales sin regulación opera bajo una «segunda realidad», para movilizar el importante concepto de la socióloga Rita Segato, donde se mueven subjetividades, mafias, grupos disidentes, instituciones think-tank de Washington, micro-compañías de seguro médico, o las llamadas «mulas» que suministran la mercancía anualmente a la isla desde la ciudad de Miami. En este sentido hay que celebrar el importante reportaje de Sun Sentinel, «The Cuban Crime Pipeline», cuyo efecto será fundamental en las próximas negociaciones en Washington (6). De ahí que convenga preguntar e investigar más la trama de conocidos intereses entre Washington, las finanzas, y el Estado Cubano que mueven a nivel subterráneo billones de dólares de orilla a orilla, y que constituyen la base económica de la «era del embargo» en la que aun estamos.

4. Pistis. ¿Es suficiente un fin del embargo sin participación democrática profunda? En lugar de fin de embargo, ¿no deberíamos hablar de la emergencia del crédito que aparece en la aurora de esta euforia del «momento»? Es muy notable cómo, inmediatamente después del discurso del Presidente Obama, las editoriales del New York Times pusieran en el centro de su argumento a favor del fin del embargo, la entrada del crédito como condición de libertad del cubano. Esta es una pista contundente que apunta hacia la posible transformación de la isla no solo en nuevo hot destination del turismo global, sino al pasaje entre el comunismo como promesa de futuro catastrófico hacia el inversionismo crediticio capaz de generar subjetividades del consumo; a saber, un «hombre-nuevo-cubano-de-crédito».

Contra esa subjetividad es que se enuncia un cambio en Cuba, cuyo paisaje de fondo es el nuevo conflicto social que atraviesa la región en tiempos post-neoliberales. Pero ni la fuerza de la fe ni el capital como pistis, tal y como ha señalado un notable filósofo italiano, pueden generar condiciones deseables de vida (7). Está en nosotros pensar más allá de estas tramas, aun cuando no logremos salir de ellas a corto plazo.

Notas

1.»Raúl Castro pone cuatro condiciones para reestablecer relaciones con E.E.U.U». http://voces.huffingtonpost.com/2015/01/28/raul-castro-condiciones-relaciones-estados-unidos-cuba_n_6567214.html

2. La tesis de la «oposición leal» ha sido avanzado por los editores de la publicación católica de la Habana, Espacio Laical. Ver en particular el texto de Roberto Veiga González, «Oposición Leal: construyendo caminos de estabilidad y progreso».  http://espaciolaical.org/contens/37/8384.pdf

3. Georges Didi-Huberman. Pueblos expuestos, pueblos figurantes. Buenos Aires: Manantial, 2014.

4. Hacemos alusión aquí, desde luego, a la tesis sobre la filosofía de la historia de capital trabajada por el pensador chileno Sergio Villalobos-Ruminott. Para más sobre su crítica al historicismo, la ontología del capital, y la deriva soberana en tiempos de la consumación neoliberal ver su libro, Soberanías en suspenso: imaginación y violencia en América Latina, La Cebra 2014.  

5. Noam Chomsky. «Obama Histoic Move». https://zcomm.org/zcommentary/obamas-historic-move/

6. Sally Kestin, Megan O’Matz, John Maines, Tracey Eaton. «Plundering America: the Cuban crime pipeline». http://interactive.sun-sentinel.com/plundering-america/

7. Giorgio Agamben. «Se la feroce religione del denaro divora il futuro». La Republica.it.http://ricerca.repubblica.it/repubblica/archivio/repubblica/2012/02/16/se-la-feroce-religione-del-denaro-divora.html

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