Por Juan Pablo Maccia
La Corte falló a favor de la Ley de Medios. Nada extraordinario: una ley votada por ambas cámaras, precedida por un amplio debate democrático, ¿por qué iba a ser «inconstitucional»? El contenido anti-monopólico de la ley, sumado a los plazos que se tomó la corte (nombrada por Kirchner) y a la necesidad de la presidencia de promover retóricas calientes empujó a buena parte del gobierno y del FpV a acusar a la Corte de conspiración golpista a favor del Grupo Clarín. Pero las cosas son como son y la prudencia de los jueces acaba por dejar lecciones inesperadas.
Entre ellas, hay una de vital importancia: el gobierno de un país no pasa exclusivamente por el poder ejecutivo. En lo que muchos califican como un momento de debilidad del gobierno –Cristina momentáneamente alejada, derrota electoral, fin del proyecto de la reelección- la corte disuelve, mediante un enunciado institucional sensato, toda fantasía conspirativa de los ansiosos vencedores del domingo.
Hay también una lección política. El kirchnerismo tiene dos años de gobierno por delante. Hasta ahora se ha impuesto entre la dirigencia del FpV la línea del giro oportunista a la derecha. La demagogia punitiva ha sido su bandera electoral. Los resultados del domingo arrojan ya luz suficiente para un primer balance: si bien la conducción de algunos gobernadores ha logrado contener al tercio peronista (y en menor medida progresista) que se alinea con el FpV, esa contención se ha hecho al precio de un fuerte paso a la defensiva y al camuflaje respecto de las banderas enemigas.
Cuando aun tratamos de entender los pormenores de las elecciones del domingo, la corte le otorga al kirchnerismo una nueva posibilidad de embellecimiento. No tanto por los contenidos del fallo, sino en razón de su sentido de la oportunidad. ¿Conservará el FpV reflejos para activar y aprovechar los aires democratizantes que el fallo sugiere? Lo sabremos pronto.