Narraciones y experiencias entorno a imaginación y protesta
Imaginarios que prenden encuentros que abren, experiencias que transforman
Siempre se imagina desde algún lugar. A veces nos detenemos a preguntarnos desde dónde. Otras veces, el desconocimiento, voluntario o no, o la mera intuición pueden ser guías.
Mientras escribo, desgrabo, pienso y voy a más marchas, observo que mis hábitos tienden a valorar cada cosa en su especificidad y singularidad: ¿qué lugar deja esta mirada para el conflicto, las inequidades, las violencias, los desplazamientos que permanentemente se dan en y entre cosas que coexisten? El relativismo total puede acabar siendo una fuerza neutralizadora y aplanadora: todo tiene que ver con todo, nada es del todo una cosa, etc. A la hora de pensar la lucha social y la confrontación en el espacio público, el pluralismo posmoderno muestra sus límites. Perdida en el rizoma, por momentos me ayuda recuperar la noción de perspectiva. La movilización de protesta parte de un punto de la ciudad y desde una perspectiva. Y si no parte de una, la compone en tiempo real. La política es un juego de posiciones, en el cual la perspectiva organiza, aun en momentos de desorientación.
No hay una imaginación de la protesta ni una sola forma de hacerse presente la imaginación en la práctica de la protesta. Existen multiplicidades cuyas combinaciones a menudo nos diferencian pero también muy a menudo nos encuentran con todo lo que sí tenemos en común. La acción de imaginar puede ser pensada como acto individual pero es tan intersubjetiva como nuestras formas de desear, amar, luchar. Es desde ese encuentro entre lo personal y lo político, que la imaginación forma subjetividades singulares que son al mismo tiempo composiciones de experiencias, escenas y sensibilidades colectivas. Los imaginarios pueden ser nombrados y hasta institucionalizados en busca de hacerles producir identidades colectivas y bases organizacionales; pero no necesariamente es ese su momento de mayor potencia.
La imaginación que no puede preverse, esperarse, catalogarse o identificarse bajo etiquetas reconocibles es, en su capacidad de no caber en este mundo, productora de otros mundos. Esa imprevisibilidad tiene que ver con la creación pero también con la escucha; y a menudo con encuentros impredecibles entre personas y elementos que producen más que la suma de los mismos. La imaginación es abducción: lo que no se induce de los enunciados particulares, ni se deduce de los generales.
En permanente desenfoque, es presente llenándose de otras temporalidades. Escenas de saqueo aparecen, instantes de lucha, de arrebato, de conquista, de rebelión; ¿qué vínculos reales e imaginarios sostenemos con las genealogías de nuestras luchas en las acciones del presente? Una gran parte del trabajo de la imaginación pasa por destruir y reconstruir narraciones. La presencia de imaginarios fosilizados sobre los pasados de nuestros presentes entran en disputa con aquellos que quieren emerger: el estatismo, las tradiciones versus el salto de trampolín que se da pisando a veces alguna tradición pero también saltando fuera, más allá, o hasta el fondo hasta agujerearla.
Como dice un amigo: la movilización callejera hace que nuestra identidad, a veces tan congelada, se suelte un poquito. Esa manera de representarnos frente a los otros, nuestros hábitos, nuestros prejuicios, nuestras creencias, nuestras formas de estar en el mundo. Cada movimiento que rompe con la normalidad hace que podamos experimentar al mundo y a nosotres mismes de otra manera. Nos permite una experiencia más presente, desde la situación en la que estamos.
Nos permite entrelazarnos, vivir desde la presencia en común, y cuando estamos juntes en la calle, no necesariamente es que tengamos tales o cuales relaciones, sino que somos la relación, lo que está hecho y lo que está por hacerse, lo personal y lo impersonal.
No existe “una imaginación”, sola y en abstracto. Les otres y el contexto impactan en lo que somos capaces de imaginar. Aprendí mucho de mis imaginarios, incluso los que dejé
atrás, los que reconstruí, los que traicioné y traduje en prácticas re-imaginarias con otres. A veces los imaginarios se organizan más en torno a preguntas que a respuestas, y esas preguntas, cuando son políticas, implican la vida con otres desde el primer signo de interrogación.
Si las diferentes luchas con sus imaginarios construidos entre experiencias y colectivos, fueron mi escuela militante, en esas luchas me encontré con personas con quienes entablé vínculos más o menos cercanos. Con algunes vivo hasta hoy, con otres mantenemos amistades de décadas, con otres nos conocemos de la calle y, sin nunca haber hablado, ya sabemos un montón por convocarnos a los mismos lugares.
Repasando y narrando experiencias que han sido claves en mis imaginarios de protesta desde el presente, me encontré en muchos momentos pensando junto a amistades que podría decir que son más políticas que personales. Me vi en diálogo constante, imaginario
y real, con elles y con otres, me vi influida y también disintiendo con elles. Traer a algunas de esas compañías a estas páginas sobre imaginación y protesta, es lo que hacen las siguientes entrevistas. Diálogos que son como una puntada en un entramado de conversaciones salteadas y mezcladas, promiscuas y deseantes que precedieron y que se sucederán (ojalá) a esta publicación. Conversar también es abrirse a imaginar con otres.
Entrevistas a amigues: diálogos cómplices sobre imaginación y protesta
MARIA DELIA CUNEO (URU)
GABRIEL DELACOSTE (URU)
CELESTE ROJAS MUGICA (CH)
DIEGO VALERIANO (ARG)
VITRINA DYSTÓPICA (CH)
VERÓNICA GAGO (ARG)
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