Hace minutos, Cristina Kirchner terminó de hablar en el Micro Estadio de Ferro. Fue muy clara.
Diagnóstico: el neoliberalismo es una construcción política del capitalismo, para sustituir el Estado de Bienestar Social. Es una estrategia de división y exhibición de las pasiones de la desigualdad. En la Argentina, que no es Brasil, el principal instrumento de su instalación son los medios de comunicación y la deuda. Esta es su preocupación: qué es y cómo se implementa el neoliberalismo.
Terapia: propone crear una alternativa que no sea “contra” y que tome como modelo su gobierno. Ya no “izquierda y derecha” que dividen funcionalmente a favor de lo neoliberal, sino una alternativa progresista cuya categoría sociológica central es la de “pueblo”. Aclaración: por pueblo entiende una realidad plural, no se trata solo de los pobres (el pueblo de Dios). Son los pobres, los trabajadores, las organizaciones sociales, los empresarios chicos y hasta grandes: es decir, no se trata del pueblo católico. No se puede dividir al pueblo entre los que rezan y los que no (Bergoglio no puede ser entonces el líder del pueblo como noción política del progresismo).
Políticamente, pueblo no es la izquierda. Toda división de lo popular es funcional al neoliberalismo. Políticamente, al pueblo le corresponde la categoría de Frente que combine todas las diferencias que animan este popular. Y su programa depende fuertemente de una “nueva arquitectura institucional” que refleje una “nueva distribución de poder” en favor del pueblo.
Lo mejor y lo peor de Cristina: al lado de Macri es un oasis, no habrá mejor candidata que ella; al mismo tiempo, es necesario tomar en serio su invitación al pensamiento crítico e ir más allá de sus propias categorías, tanto en términos sociológicos como políticos, y partir de las luchas concretas que casi no nombra. Es decir, no se puede pensar una democracia radical expresiva de una sociedad en movimiento, sin nombrar la riqueza estratégica que aportan los piqueteros, las luchas de derechos humanos, el movimiento de mujeres y la diversidad sexual, de crítica al neoextractivismo, al papel racista y clasista del estado policial en los barrios, etc.
Cristina afirma que los “movimientos sociales” se crearon en su gobierno (antes eran meramente “piqueteros”). La verdad es la opuesta: los gobiernos de Néstor y Cristina son un efecto indirecto de la lucha social (esto fue así no solo aquí, sino también a nivel de regional). Tiene toda la razón cuando advierte que si no se crea pensamiento crítico, las respuestas a la crisis de lo neoliberal favorecerán, como ya sucede, a la derecha fascista. Sobre el final, termina reafirmando que luego de la crisis del socialismo del siglo XX, al que califica de opresor, las aspiraciones populares son de libertad y consumo.
Quedan planteadas las preguntas más urgentes. ¿Cómo imaginar una libertad y un consumo de masas que no dependa de una economía neoliberal y además no subjetive de modo neoliberal? ¿Qué ideas tenemos al respecto? ¿Y qué es un capitalismo no-neoliberal? ¡Mucho para discutir (Cristina marcó bien los tres escenarios: las redes, los libros y las calles), mucho para elaborar!