Una década, un tiempo, un aire, la manera de estar en una, de habitar la época, de respirar, de poder seguir andando. Igualdad 420, vino tinto y sustancia. La década ganada, el consumo libera, las motos acechan. Los planes, las motos, la coca chorra, las zapas, las ferias, las cuotas, las tomas, lo que se pudo, lo que no, lo inimaginable, lo apenas posible, los sueños cada vez más chiquitos y lo político como todo llanto. Los nombres de los pibes que ya no están, que retumban en la memoria, en los murales, en los altares, en sus madres y hermanas. La gorra acechando, protegida, siempre lista. Lo que se dice, lo que se calla, el oportunismo. Las pibas y los guachos que irrumpen transformándolo todo. Rocho, transa, fiesta, gedencia, maldita, vagancia, trapero, música para la plata, plata para la ropa. Mil formas de huir, de aguantar la intemperie, de no hacer caso, de no ser gato, de no cuidar los hijos de nadie por unos pesos de mierda. Jodita, cachengue, desacato y delirio. L-gante, Luciano, Rossmary, Marquitos, Caro, Polaquito, Milli, los Medina, Clara. Nombres propios que hablan de una época, que la marcan, que la funden, que la escriben. Nombres, tatuajes, lágrimas y recuerdos. Una década estallada, abrumadora, inmejorable y a su vez imposible, goce y dolor, hambre y billete. Ranchar la época, caer en la escuela, en una fiesta, en el pasillo, en una pieza, en el furgón, en la plaza del vagón, en la tercera de Morón buscando al novio que se llevaron de la casa. Caer, volver a levantarse, morir el viernes, resucitar el domingo, colgarla, perderse, no llegar a horario. Saber que esta época es una guerra. Una notebook, una rola, un plan, unas flores bien chetas, un bolsón de los de la básica, RKT, barrer cordones, viajar al bajo, el roperito, una pipa, la copa de leche, el barrio, la jarra, el mundo, Keloké.
PEDRO ROSEMBLAT ES UN HOLOGRAMA // Francisca Lysionek
Publicada originalmente en el blog Victorica Es pertinente que la IA nos