El 19 de octubre pasado, la convocatoria a la medida de un Paro de Mujeres en protesta contra el femicidio por empalamiento de Lucía Pérez, una joven de 16 años, logró conectar las violencias machistas con los modos de violencia y precarización laborales, económicos, sociales y territoriales y denunciarlos como una renovada “pedagogía de la crueldad” sobre el cuerpo de las mujeres (en una escena con ecos coloniales innegables).
Tal femicidio ocurrió un día después de la realización del 31 Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario (Argentina), donde hubo una participación de setenta mil mujeres, y una marcha que ocupó 40 cuadras de calle. El encuentro sólo apareció en la prensa porque fue reprimido al final. Al inicio del mismo mes de octubre, en Polonia las mujeres convocaron a un paro nacional en rechazo a los cambios que se intentaron imponer en la legislación local para restringir todavía más el acceso al aborto legal.
Tras el Paro de mujeres del 19 de octubre y la constitución de alianzas de mujeres de distintas partes del mundo, surgió el llamado a un Paro Internacional de Mujeres para el 8 de marzo.
Los antecedentes de las concentraciones masivas contra los femicidios con la consigna #Ni una menos, realizadas el 3 de junio de 2015 y de 2016 en Argentina, habían mostrado un fuerte poder de movilización. Y en el último año ya se tramaba una coordinación entre distintos países de América Latina.
El Paro del 19 de octubre fue el primer paro de mujeres en la historia argentina y en América Latina. Se llamó a parar durante una hora, en todos los espacios posibles: laborales, educativos, domésticos, barriales, etc. La movilización posterior fue verdaderamente enorme: más de 250 mil personas en Buenos Aires y marchas que se sumaron en todo el país (#NosotrasParamos). América Latina se conectó de modo veloz a la convocatoria de huelga.
Utilizar la herramienta del paro permitió poner en escena la trama económica de la violencia patriarcal. Y además fue una enorme demostración de poder porque nos desplazamos del lugar de víctimas para posicionarnos como sujeto político y productoras de valor. Complejizamos la categoría de trabajadoras y evidenciamos que el trabajo es también doméstico, informal, e incluye las formas de asociación autogestivas. Como la consigna #Ni Una Menos ya se había tomado en varios países de América Latina, el 19 de octubre se replicaron rápidamente movilizaciones, en conexión con la convocatoria argentina y por las demandas de cada país frente a la violencia patriarcal.
La organización de asambleas, actos y movilizaciones para el 25 de noviembre (aprovechando otra cita del calendario de mujeres: el día del repudio contra la violencia hacia las mujeres) aceleró un trabajo de conexión transversal entre muchos países, desbordando las usuales iniciativas de la fecha.
Vimos que se dibujaba una geografía que iba de Ciudad Juárez a Moscú, de Guayaquil a Varsovia y San Pablo, de Roma a San Salvador de Jujuy. El tejido local y global produjo un nuevo tipo de internacionalismo que se vio en las redes y en las calles. Una nueva práctica de internacionalismo feminista
Existe una coordinación a través de Facebook de la iniciativa Paro Internacional de Mujeres (PIM), motorizada desde un grupo de mujeres de Polonia a la que se suman activistas de varios países de Europa y de otras regiones del mundo. Junto con la información de una página en internet, el grupo de facebook circula también una propuesta de petición a las Naciones Unidas y un manifiesto.
El 23 de enero lanzamos desde #Ni Una Menos un llamado con un contenido diferente de la petición a la Naciones Unidas y del manifiesto. Nosotras entendemos que el manifiesto tiene que ser nutrido a partir de las situaciones y las luchas concretas y enlazarlas a cómo construimos una dinámica que exija cambios sistémicos y que combata el modelo neoliberal, neoconservador, racista y patriarcal dominante. Consideramos que estamos en un proceso de acumulación de nuevo tipo: donde las luchas resuenan y trabajan haciéndose fuertes desde la interseccionalidad.
La Women´s March en Estados Unidos del último 21 de enero es parte de este ciclo donde se evidencia una nueva forma de feminismo: el movimiento de mujeres, trans, migrantes desafía quedar sometido al imperio de las nuevas formas de explotación capitalista. Tras esa marcha, hay un llamado también de sus organizadoras a sumarse al 8 de marzo.
Apostamos no sólo a la coordinación virtual, sino a un paciente tejido cuerpo a cuerpo y en las calles. Abrimos interlocuciones y trabajamos cotidianamente en la construcción de redes con todos los países de América Latina y de otras latitudes.
El 3 de febrero, en una asamblea abierta y heterogénea, todas las corrientes del movimiento de mujeres de Argentina coincidieron en la convocatoria a las centrales sindicales para que apoyen la iniciativa del paro de mujeres. Justamente apelando a una interpelación de la cuestión del trabajo y al mismo tiempo haciéndolo en clave feminista: no hablamos sólo a las trabajadoras asalariadas y formales, sino que convocamos a inscribir nuestra crítica, nuestros reclamos y nuestra huelga en un marco que cuestiona de lleno la precarización de nuestras existencias y la criminalización de nuestra autonomía.
Creemos que la multiplicidad de convocatorias al Paro Internacional de Mujeres del 8M se hace poderosa cuando pone en escena un linaje de luchas populares y del movimiento de mujeres de un modo nuevo, proponiendo aquí y ahora el mundo en el que queremos vivir y enlazando de modo situado las trayectorias y luchas de cada territorio.
#Ni Una Menos #Vivas Nos Queremos