Seguimos elaborando el tiempo del paro internacional de mujeres del 8M, muchas intensidades atraviesan nuestros cuerpos, porque este tiempo de preparación es también un tiempo de revolución política y vital.
Los encuentros feministas se multiplican, al igual que las desobediencias y los gritos de furia y rebelión. Nos encontramos en distintos lugares a pensarnos, a decir basta y a componer juntas las formas, los colores y los sonidos de nuestra resistencia. Las asambleas son herramientas desde las cuales nos reafirmamos en nuestra capacidad colectiva, afectiva y política. Nos reinventamos desde las heridas singulares a la vez que colectivas. Nos reconocemos en las marcas de dolores presentes y pasados desde los cuales construimos la fuerza para abrazar luchas y deseos postergados.
Esta semana salimos a las calles para agitar los pañuelos verdes y gritar a favor del aborto legal, seguro y gratuito. No se acallarán nuestras voces hasta que el Congreso apruebe la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Porque son años, historias y vidas las que resuenan desde nuestra gargantas. Porque sobre nuestros cuerpos queremos decidir nosotras.
Paramos porque queremos transformarlo todo. Nos movilizamos este 21F contra el ajuste macrista y los despidos que nos atraviesan. A la política del empresariado y del orden le oponemos transversalidad y resistencia feminista. Hoy estuvimos en las calles porque todas nos reconocemos trabajadoras en nuestra diversidad de experiencias de trabajo: asalariado, formal, informal, de cuidados, precario y doméstico.
En esos palcos que gesticulan oratorias de unidad, aun están ausentes nuestras voces, mientras nuestros cuerpos desbordan calles, enfrentan múltiples violencias y están al frente de innumerables conflictos. El tiempo de desobediencias al patriarcado ya está en marcha, y aunque intenten silenciarnos y negarnos, el 8M resonó hoy en ese escenario repleto de varones.
Nosotras nos seguimos organizando. En las villas, las escuelas, las oficinas, las fábricas y las plazas vamos entrelazando recorridos vitales, afectivos y amplificando nuestras voces que crecen e irrumpen con la fuerza que despliega la marea. No tenemos estrados. Nuestros escenarios son circulares y los construimos con cuerpos vibrantes y retoricas de revuelta. En este feminismo popular y heterogéneo no hay jerarquías, todas las palabras y los cuerpos cuentan porque estamos para nosotras.