por Nicolás Rodríguez
El derrame o la cesura a la estética.
El cianuro, aquel veneno tratado, parece estar en los cuerpos desde antes del derrame. La palabra “solución” va adquiriendo sentido inmediatamente en la ficción Gioja. Opera en estos tiempos una noción de las masas (sostenida por el capitalismo-cristianismo), una idea de que el oro (trabajo) vale más que el agua (vida). Como si una voz-palabra potencia-patriarcal, en algún momento, nos cambió de cuna y nos durmió. La posibilidad de un San Juan del medio evo o la costumbre «siesta», llevada a términos de subjetividad, se vuelven posibles: la sexualidad oprimida desde la pedagogía, mega fiesta llamada cultura (Fiesta del Sol) y la elección de reinas, construcción de un mega teatro devenido en templo, la mega entrega de casas (cuyos primeros beneficiarios son hijos de políticos), la complicidad mediática, la media construcción de hospitales y su colapso, la policía como aparato represor-violento del otro. Es legible lo religioso traspolado a lo político: de cómo lo partidario aparece como una nueva forma de fieles y el «milagro» de la caída del helicóptero, otra construcción de un Dios (y no hablo de ser o no ser, pues en este entramado complejo simplemente se es). Los cuerpos parecen alimentarse de las palabras, del orden de los dioses, adhiriendo a una marginalidad física-política por inercia. Miremos otra vez la palabra “solución”, cómo desplaza la peligrosidad de un veneno, cómo acompaña y oficia de escudo a la palabra “cianuro”.
La izquierda, ese hemisferio político predominante de estos tiempos, forzado a vaciar su contenido y mantener el nombre, conducido desde las más profundas derechas, hace que este funcione desvinculándose de su matriz “naturaleza”, no reconociéndola como parte de un cuerpo, esto habilita directamente al negociado directo con la tierra, agua, aire y el tráfico de la propiedad, una lupa que hace repensar la construcción del estado-nación como un ideal espectral que sostiene las bases de los cuerpos desde el campo de las palabras.
La derecha, correspondiente a los sectores conservadores, se filtra en las izquierdas pidiendo sostener lo conseguido anulando una capacidad de crítica sobre “lo conseguido” o se alimentan de lo funcional de las izquierdas, para luego noquear con derecha extrema, colonizar el cuerpo como mercancía religiosa, y hacerlo accionar institucionalmente como oradores de templo, inválidos de pensamiento.
En estos modos políticos ambidiestros, mirar con claridad es complejo, y no es un punto conservador que está pidiendo claros u oscuros, uno trata de ubicarse en las bases de los discursos, pero al correr el tiempo, las matemáticas-linguales hacen lo suyo y la marea del capitalismo tuerce la debilidad de los candidatos y arrastra a todo un país, a esa idea masiva de cuerpo bomba extractora.
En una especie de fuerza centrífuga lo político es atraído y arrancado por una fuerza global que intenta centrar las bases del pensamiento, el núcleo esta allá (nos sabemos dónde pero esta allá) como la idea de Dios. Entonces la herramienta que nos arrea con su marketing se presenta como un lugar de resistencia o la muerte del cuerpo.
Ballotage o la cesura del pensamiento.
La política esa tecnología que opera sobre la carne, en las heridas, para mantenerlas abiertas, supurando. Así aparecía el kirchnerismo, poniéndonos a hablar de política, para luego lentamente ir abandonando esas nociones, cicatrizando, haciendo cayó.
En la rítmica mundial se generan pausas, cortes en meollos, que permiten nuevas reconfiguraciones, reordenamientos, entonces pensar el cuerpo es un acto divino. Ballotage!
Por otro pasillo Macri, y la mirada está puesta solo en sus actos políticos, “votar en contra, ausentarse” de las leyes que ofrecen luz a los cuerpos. Este es el punto clave para considerarlo peligroso, porque ofrece solución (cambio) escudando el veneno. Entonces Macri es macro, representación de lo absoluto (neoliberalismo en estado puro), lo institucional, por que mira para afuera, desea y se ve.
Una vez conseguida la victoria de Scioli habrá que cortarle la mano derecha espectral con la que firma pactos de muerte con Barrick Gold, la que sostiene la callosidad de lo conseguido institucionalizado, la que alimenta el discurso desde la palabra populismo, pero que no circula, volviendo pétreos los cargos.
Balotage! Ballotage! Para obligar a la pereza de la memoria a situarse en el presente y volver a construirlo. Balotage! ballotage! Como sabotaje del poder, para ser devuelto a los cuerpos que lo emanan.
Balotaje! ballotage! Para violentar el ritmo a cambiar el pulso.