Anarquía Coronada

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Yael y Roció

por Diego Valeriano



La duda de Yael es si lleva o no a Roció al outlet que están por ir a arrebatar. Está esperando a su mamá que quedó arriba del bondi por un piquete en la Savoia. En el último wasap le dijo que se venía caminando. Si la espera puede quedarse sin nada, si va con Roció puede ser peligroso y, además, va a agarrar muchas menos cosas. Hace dos horas le avisaron que iban a caerle al chino de Gaspar Campos, pero prefirió no ir. Al que abría que caerle es al mercadito de Rosana, por hija de puta. Pero a Rossana es imposible, tiene tanto arreglo con la policía que ya hay dos en su techo enfierrados y al jefe de calle dando vuelta en el Bora blanco con vidrios polarizados. Otro mensaje de la mamá le dice que está a 20 cuadras. “si keres dejala en la cuna q ya yego” Cómo voy a dejar sola a Roció, se indigna para sí. Cuando era más chica dejó varias veces solo a Pedro para ir a bailar, pero eso era antes.
Hace un calor insoportable que la pone más nerviosa aun. Está encerrada en la piecita del fondo con el aire a 16, en la tele hablan de problemas en algunos barrios, pero no dicen nada del de ella. Quiere unas Nike para llevarle al papá de Roció en Navidad, jamás le pudo llevar nada piola y quiere esta navidad poder hacerlo. Mira el aire porque no puede creer el calor que hace, marca 16, pero parece que no tuviera fuerza. Arroja una brisa tibia, se enoja. Le manda un wasap a la mamá pero solo marca un tilde. Espera, espera y no marca el otro. Ya uso la carga s.o.s y no tiene crédito ni para un mensaje. Se corta la luz.
Ni tele, ni aire, ni música. Sale a la calle y descubre que esta todo el mundo afuera. Algunos pibes comienzan a armar una fogata en la esquina. A lo lejos se escuchan explosiones, detonaciones la corrige Enrique. El Bora para en la fogata y da algunas indicaciones. Se acerca Cepillo y se quedan hablando un toque con el jefe de calle. Frenético como es, comienza a caminar y dar órdenes. En 5 minutos armó cinco fogatas/barricadas en tres cuadras a la redonda. “Se vienen los de las casitas”, escucha que dice el hermano de Cepillo. Lo único que ilumina la calle es la enorme fogata que llega hasta el cielo cerrado de nubes. Yael atiende el teléfono, es la mamá que le cuenta que se va a quedar en lo de su comadre, esta solo a diez cuadras pero no se anima a caminar sola. Le cuanta que se queda hasta mañana. Le agarra una bronca bárbara y después miedo de quedar sola. Cepillo no para de dar órdenes y contraordenes. Llega gente del municipio, todos los vecinos los rodean, Cepillo pide calma. Todos gritan, pero la que grita más fuerte es Mariela. Cepillo intenta calmarla, pero es en vano. Lo único que piden los del Municipio es que le garanticen seguridad a los de Edesur para arreglar el transformador. De nuevo empiezan los gritos y Mariela promete con su vida que nadie los va a tocar, pero que si no lo arreglan ella misma los va a cagar a corchazos. Yael decide acercarse a la avenida porque ya no soporta su cuadra. Camina mientras nota que cambia el viento “ojala refresque”. No hay luz en ningún lado. Un fuerte olor a lluvia la atrapa, intuye que sí, que va a refrescar, y eso la tranquiliza.

Las cualidades sensibles y la crisis terminal

por Diego Valeriano
Tengo los dos aire a full desde hace dos horas, se acerca la noche y sé que se va a cortar la luz. Los pagué en cuotas y los disfruto mientras pueda. Hasta que estalle el transformador de la esquina por todos los aire que hay en la cuadra, en la manzana, en el barrio. Son las siete y comienzan a caer todos detonados por el viaje que cada día es más largo. En diez años de crecimiento a tasas runfla, ir y volver del centro nos lleva el doble de la vida… siempre y cuando no pase nada, porque ahí nos lleva la vida entera. ¿Qué puede pasar? Nada, solo que ya no entran más autos en las calles, más gente en los trenes, más motitos yendo y viniendo. Un desvió, un reclamo, un tren demorado, un estallido, una obra, un temporal.

Desde hace un par de años las cosas ya no fluyen al ritmo de la corriente de nuestra interacción. Esta etapa aparece  en crisis: todos entramos a la fiesta, aunque no haya lugares disponibles. Nadie queda afuera. Se ingresa  a los codazos con la real percepción de que sufrimiento y placer es el par necesario de nuestras cualidades sensibles. Ni las calles, ni la energía, ni los lugares donde tirar la basura, ni los caños, ni los fravega pueden contener tanta feroz inclusión.

El capitalismo runfla es dramático y enigmático; ordinario, brusco y sutil. Ante todo, exuberante y gozoso. Las cualidades de este mundo son aprendidas desde el cuerpo: olores, gustos, colores, flujos, texturas, propiedades sensoriales y sensibles. Solo tenemos pensamientos y reflexiones complejas sobre la realidad a partir de categorías de la experiencia concreta.

Hacer la experiencia de una vida implica sobre todo una sensibilidad proclive a interesarse por lo que hay, abandonando el desencanto y la ideología. La abstracción es vulgaridad. El consumo libera.

Clinämen: ¿Qué entendemos por democracia y derechos humanos en este diciembre caliente?

 

Cerramos el año conversando con Lisandro Fretes, del barrio Agustín Ramírez de Florencio Varela. El derecho a la tierra y al recuerdo de los que ya no están. La policía, los narcos y los pibes en los barrios. Los saqueos en las últimas semanas. ¿Qué entendemos por democracia y derechos humanos en este diciembre caliente?

Escuela emancipadora

por Diego Valeriano



Ayer egresó el más grande de mis hijos de la primaria, la fiesta no fue ni espantosa. 37, 38 grados dentro de un tinglado que en breve se cae, un equipo de sonido que ahogaba (por suerte) todas las voces y un power point con fotos de lxs chicxs que, mínimo, atrasaba 20 años, hicieron del ultimo día de clases una jornada olvidable. Lo único que me llevo como intuición y certeza de estos seis años es que la escuela pública es el mejor lugar del mundo donde puede estar un pibe.
Ni de cerca voy a hablar sobre lo curricular o contenidos, lo que no creo realmente que le importe a nadie. Para pensar en la escuela necesito abandonar el lenguaje y el punto de vista escolar. Esto tampoco puede ser una declaración de lo público versus lo privado. De hecho, durante mucho tiempo quise mandarlo a una escuela privada pero no pude. Solo es el descubrimiento, a fuerza de años observación, que la escuela tal como está hoy es el mejor lugar.
Los pibes se forjan en la escuela mientras la van forjando; mientras engañan a la otra escuela, a la de la burocracia y la de pedagogos. La escuela es su lugar de experimentación, subsistencia, sufrimiento y goce.
Los pibes en su sobrevivencia hacen lo público, lo inventan, lo perfeccionan. Casi ningún pibe puede renunciar a la escuela, entonces aprovechan las circunstancias y hacen de ese territorio un espacio donde albergar vidas.
A fuerza de convivir mínimo cuatro horas diarias, instauran relaciones, viabilizan posibles modos de existencia; desarrollan nuevos posibles, se alían de todas las formas viables. Se despliega con toda la fuerza el poder implícito que los encuentros pueden desplegar. En este sentido los encuentros son ocasión de imprimir nueva realidad al mundo. Realidad paralela a los que se espera de ellxs en la escuela. No es que enfrentan el dispositivo escolar, simulan estar en él y desarrollan otro en paralelo. No rechazan de plano maestras, porteras, el quiosco con sobreprecios, horarios, abanderados, obligatoriedades, sanciones y boletines. Saben que esa es la cancha donde jugar y ahí despliegan.
Se transforman en vaqueanos de la escuela. Devienen lectores, es decir, apreciadores de signos. Los encuentros crean nuevas disposiciones, posibles que los sumergen en una claridad que padecen, ya que para llegar a ella deben primero sumergirse en lo oscuro.
Lo que para las maneras adultas habituales de sentir y de pensar puede ser interferencia, a los chicos les sirve como material para comprender y hacer los encuentros. Muchas veces pasa que la escuela se nos presenta de tal manera que nos hundimos en lo caótico y sentimos rozar lo amenazante. En ellas, los pibes como reales hacedores de la escuela perciben proximidades inauditas, deseos, dolores reales y preguntas antes inaudibles.
La escuela se ha movido en torno de la intervención. Enseñar fue un acto de intervención; intervenir en la ignorancia tornándola saber. Educar…  gesto de intervenir en el sujeto para hacerlo sujeto civilizatorio. Ahora eso es imposible, la escuela esta intervenida por lxs chicxs. Pensar la escuela no es pensar su función, sino el real de su existencia.

El cristinismo decepciona

Por Diego Valeriano



Es duro pero es así. Y no me refiero a lo de Milani o a Cristina bailando mientras diciembre se incendiaba o a la miserabilidad con que se movieron postragedia de Once. Hablo de decepciones más profundas que hacen que todo esté  a punto de explotar. No hay peor despechado que aquel que no sabía qué esperaba.

Primero la sorpresa e inmediatamente la pena. La furia está ahí, latiendo. El odio comienza a burbujear nuestra sangre. La decepción crece. Nos entusiasmamos con la posibilidad de consumir a niveles increíbles. Nunca nuestros espíritus estuvieron tan plenos, tan gozosos con todo lo que está  a nuestro alcance y en cuotas fijas. Tengo dos notebook y una tablet y no tengo luz. Tengo auto y me agarra un piquete. Tengo un Sansung Galaxi y me lo roban. Tengo trabajo y tardo tres horas desde casa.

El militante no se decepciona: justifica y está bien que así lo haga. Los daños colaterales del modelo no pueden crear  frustraciones muy severas. Pero la frustración de aquel que no creé es mortal. La sorpresa se alarga más de lo habitual, todo parece inmóvil, pero la pena es cortita. De la pena a las calles. Y en las calles, el odio.

La crisis energética produce la madre de todas las frustraciones. Surge la percepción de imposibilidad  de cumplimiento de la voluntad individual. Decepción de los que jamás creyeron. De la base electoral, del silencioso consenso cotidiano. Sin luz no hay refugio, no hay tranquilidad, no hay ritual individual. No hay escapatoria. No poder cumplir con esperanzas mínimas rompe el más sagrado de los pactos, el que se cocinó en los metamensajes del relato. La frustración epidérmica no entiende de explicaciones, ni se serena fácilmente. Late esperando una posibilidad, un descuido, una debilidad.
Un diciembre.

¿Un mundo feliz?

por Ver qué onda

Uno
La nota de Valeriano baraja el supuesto de que en una escuela hueca del pulso vital de otra época, los cuerpos que la transitan a fuerza de choques e inercia por no haber carriles predefinidos que hoy los interpelen, quedan librados a su propia dinámica. ¿Y qué pasa entonces? Esto los beneficia: dejados a su propio empuje, mucho lo pueden.
No se termina de entender en el discurso de Valeriano si se percibe que los chicos dejados a su propia energía configuran fácilmente circuitos propios que les permiten afirmarse desde un impulso autónomo, más inmanente a sus propias aspiraciones y deseos, o en cambio, como si apareciera alguien que les avisa que se fijen, que miren bien, que mejores condiciones que las que hay ahí en otro lugar no van a encontrar…  
Sea un caso u otro, se niega una ambigüedad constitutiva: no siempre los pibes la pasan bien en la escuela, no siempre saben armar planos de complicidad que les caben, como que pareciera que en nombre de las propias posibilidades de los pibes y pibas, apareciera una voz onda consejo, de esos que saben qué es lo mejor para los demás
Hay un supuesto que palpita en los párrafos de Valeriano: como si la interrupción de la maquinaria escolar implicaría automáticamente la potencia de los pibes de hacer sentido en ese escenario resbaladizo. La escuela innegablemente ocupa una zona oscura para muchos pibes: no solo por el aburrimiento, sensación vacua de la no-experiencia, sino de afecciones zarpadas como consecuencia de bardeadas, hostigamientos jodidos e, inclusive, de algo que escuchamos varias veces y que no da para subestimar: “acá no aprendemos nada, profe”. Contamos una escena de fin de año. Se hace un desayuno-despedida de los pibes de sexto de una escuela en Casanova. En medio de la comilona pregunta una de las docentes que la organizó “Y chicos ¿van a extrañar la escuela el año que viene?”; contesta una piba: “más o menos como que la escuela ‘ya está’, fueron un montón de añospero tampoco queremos ir a trabajar mil horas o ponernos a estudiar de verdad”. Si la escuela es un no lugar, un espacio donde es difícil conectarse, siendo positiva en tanto no se sufre como en otro espacio valorado como negativo, no obstante se dificulta percibir como abundantes esos mundos alternativos a lo escolar que se tallan según Valeriano Circuitos que nadie niega que existan y en relación con todo esto sería interesante saber qué pasa con esas configuraciones que se arman en la escuela cuando se ponen en juego en otros espacios sociales, sea al mismo tiempo que transcurren lo escolar como luego de concluir el ciclo educativo: la calle, gimnasios, canchita, esquina, compu, noche, la familia heredada y la que se arma, laburos, la facu, lo que pinte
Decir que la escuela puede ser el mejor de los mundos para los pibes nos parece algo arbitrario (al igual que decir que sería el peor de los mundos posibles). Nos suenan a frases cerradas que niegan una ambigüedad que percibimos todos los días, donde pasa un poco de todo, según quien sea, donde sea y como sea. Pero hay una secuencia más contundente en demostrar lo poco interesante que es la escuela para tantos pibes: los índices de ausentismo y deserción escolar. Si bien la única causa de la no permanencia en la escuela no se relaciona exclusivamente con el deseo del pibe de ir o no a la escuela –hay mambos económicos, familiares- es un claro síntoma de la negación de la escuela como el mejor lugar para trazar complicidades y simpatías para muchos pibes que en cambio decidieron desertar de ser alumnos, sujetos escolares (tanto de lo tradicional como alternativo).
Dos
El texto de Valeriano sostiene una especie de binarización escolar: los pibes son pillos y con todas las luces, los demás, bueno, los demás… Se invierte la dicotomía  docentes que saben qué es lo bueno para los chicos y los chicos que no aprovechan la oportunidad y están en cualquiera. A todo esto es como su irrumpiera una voz –la de Valeriano- que agita en medio del barullo: no: los pibes la hacen bien en no darle bola a ustedes docentes y son ustedes los que no entienden nada.
¿En cuántos territorios donde hay pibes que se conectan vitalmente lo hacen con docentes, y no solamente con una clase, típica y común, sino con docentes que remoldean o directamente salen de su rol? ¿O que ni siquiera en calidad de docentes que devienen otra cosa desde lo docente, sino que por fuera de lo escolar, tras el choque y conocimiento en la escuela, arman cosas en común? Y no se trata de leer estas preguntas en clave de coyuntura –en mi escuela esto pasa o no pasa- sino en función de posibilidad real, ontológica.
Pero algo más. ¿Cómo no compartir la necesariedad de ver los hechos escolares como lo que son, hechos? Nada de etiquetas onda “acá no pasa nada” o “esto es un quilombo”. No nos cabe percibir lo que pasa y verificarlo si está bien o mal en relación con un juicio armado de antemano por una institución, sea la escuela, la familia, o lo que fuera.
Ahora: ¿cómo jerarquizamos? ¿Todo es igual? Nosotros que nos dedicamos a dar clase: ¿no tenemos derecho a bancar un circuito más que otro? ¿Cómo salir del juicio pero sin reconocer la importancia de una evaluación inmanente, constante de la práctica escolar que incorpore nuestros afectos? Inclusive, si esos circuitos implicarían  no solo desdibujar rol y darle un nuevo contenido, sino salir de la posición de docente y que se evapore su figura en pos de algo que aun no conocemos Pero sabemos que parte de estas experimentaciones es saber que no podemos banalizar los roles. Ser docente es un trabajo: las consecuencias fallidas de armar encuentros no tradicionales condicionan la generación de billete. Si bien la frase “de algo tengo que vivir” es una frase muy canalla que cínicamente pretende justificar cualquier cosa, no deja de ser para nosotros un lugar de partida objetivo a considerar de nuestra estrategia escolar.
Resumiendo: nos interesa salir de cualquier binarización y de repartir postulados de que es lo mejor para los pibes y pibas; también obviamente nos interesa bancar las tramas no escolares que se arman en la escuela a partir y en contra de lo escolar, pero con el impulso de bucear en esas tramas seleccionando y ensayando desde nuestras inquietudes como docentes, que no dejan de ser hechos, como cualquier otros. Se trata de dinamitar los guetos y prestar atención a las movidas más promiscuas, ambiguas, entre diferentes personajes del mundillo escolar.
verqueondaeducacion.blogspot.com

El impulso vital de otra época

por Diego Valeriano

(esta nota discute con “¿Un mundo feliz?”, por Ver qué onda, que a su vez discutía con esta otra: “Escuela emancipadora”. de Diego Valeriano)

La ambigüedad es de lo tibios y a esos los vomitan seguro. Es necesario ser arbitrario para poder pensar, si no es imposible. La escuela pública es el mejor lugar del mundo para un pibe ¿Cuál otro sería entonces? La escuela está en su punto caramelo. Una burocracia totalmente permeable, unxs pibes en su mayoría voraces, el ideal sarmientino latente, las múltiples formas de ser docente y la asignación universal por hijo hacen un territorio fértil para que la escuela sea aquello que tantas veces se quiso que sea. Las paredes de la  escuela contienen encuentros que no se pueden producir en ningún otro lado y extienden esos encuentros a otras zonas.
Por supuesto que hay pibes que la pasan mal, desertan, los toman de puntos y demás. Pero, ¿eso hace que deje de ser el mejor lugar? Se aburrirán, lxs maestrxs no sabrán cómo motivarlos, se escaparán, se enamorarán, harán una radio comunitaria y traicionarán sus más nobles sentimientos. Una docente que intenta salir de la inercia, un profe de educación física medio milico, un calefactor que no anda, uno, tres, cinco, veinte chicxs con problemas, ¿y?. La maestra no deja correr en el recreo cuando juegan a la mancha y sin embargo juegan. Pasa todo esto y muchísimo más. En la escuela pasa todo. Y lo que prevalece es el impulso vital de otra época, pero hecho collage.
Como la dicha no es cosa alegre, mejor no es feliz. Ni pleno, ni absoluto, ni completo, ni bueno, ni carente de dolor, aburrimiento y frustración.
Mi fórmula para pensar que la escuela es el mejor lugar es el amor fati: no querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No sólo soportar lo necesario: menos aún disimularlo. Todo idealismo es mendacidad frente a lo que es necesario, dijo y me conquisto.

Ricardo Foster, el filósofo de la leva

por Diego Sztulwark


El filósofo de Carta Abierta, Ricardo Forster, escribe hoy un artículo en Página/12 en el que anuncia su posición en el debate abierto por el ascenso del General Milani, jefe del ejército, acusado de participar en crímenes durante la última dictadura. Su texto es ejemplar por muchas razones. Resalta la complejidad de la situación, retoma la historia de los intelectuales críticos -grupo al que pertenecía hasta la sorpresiva activación del llamado a la política de estado luego del año 2008- y plantea de un modo abierto el dilema de lo que podríamos llamar la izquierda kirchnerista: confiar en la fuerza y sapiencia de Cristina o tomar posición autónoma frente a las diversas coyunturas de acuerdo a sus propias fuerzas y percepciones, lugar que Forster considera menor y peligroso.

No forzamos las cosas si desde el comienzo entendemos que los dardos de Forster se dirigen a los dos Horacios que valorando positivamente el período político que se abre en 2003 se pronunciaron críticamente en diversas oportunidades en relación con políticas oficiales. Esos mismos Horacios, casi en solitario, argumentaron públicamente contra el apoyo a Francisco y ahora vuelven a coincidir, desde lugares diferentes, en el rechazo del ascenso de Milani. El propio Forster no oculta cuáles son sus blancos. González, también miembro de Carta Abierta, es sancionado de modo explícito al modo en que se le marcan la falta a un chico que no entiende, o a un escritor veleidoso; y Verbitsky, presidente del CELS, es confinado al mundo de las ONGs, en el cual dominan los reglamentos y principios antes que al realismo político.

La conclusión a que llega la densa retórica del autor es que el caso Milani no es tan central como para romper armas con el gobierno, a cuya principal referente se encomienda en términos personales.

El asunto Milani es complejo, en efecto, aunque es a su modo también, bastante sencillo: el ejército argentino es desde hace desde hace un tiempo considerable un organismo estatal de creación de una nación cristiana y blanca concebido para la represión interna de diversas insubordinaciones populares. Su papel en guerras internacionales ha sido triste y desde hace dos siglos que no juega papel alguno en procesos de liberación. Es evidente, y hay mucha investigación acumulada al respecto, que las fuerzas armadas han actuado como institución en la represión, y por tanto no es de extrañar que sus cuadros estén todos comprometidos en aquel proceso histórico fascista.

En el contexto actual, en el que muchos gobiernos de la región ostentan singulares rasgos democráticos y populares, se hace necesario neutralizar el papel golpista que durante el siglo XX jugaron los militares, al tiempo que se asiste a fenómenos anómalos como es la emergencia de militares que desobedecen los dictados del Imperio, como sucedió con la paradigmática figura de Chávez. De algún modo el General Milani expresa, para buena parte del kirchnerismo, algo parecido a una figura democrática, sino chavista, en la medida en que se pronuncia como dispuesto a defender al actual gobierno.

Lo que pide Forster, asumiendo en su enunciación el realismo político que por izquierda se instituye para defender al actual gobierno, no se comprende sino a esta luz. Y justamente por esta pretensión, que consiste en hacer de la política una defensa realista de la política oficial, incluso contra las críticas que provienen de sus mismos simpatizantes, es que el texto ofrece la oportunidad de juzgar ya no sólo la posición a adoptar frente al General Milani, sino en general la trama de esta posición subjetiva que emergió, como recuerda el autor, hace unos pocos años.

Se trata de una posición que de modo confeso vive en la sorpresa y la perplejidad del cambio político ocurrido en el país en el 2003 (y sólo como concesión, a partir del 2001). Esa sorpresa surge del hecho de que, como el mismo Forster ha argumentado más de una vez, muchos de los actuales defensores de las políticas oficiales que se ofrecen como “soldados” del “proyecto” vivían extraviados desde el punto de vista de la militancia política en una época extremadamente intensa en términos de resistencias populares al neoliberalismo. La ausencia de una elaboración propia de la riqueza de este proceso es lo que deja al autor en un estado permanente de doble sorpresa. De pronto Néstor dio vueltas el país, y encima dio al autor de las notas y a otros tantos un nivel de protagonismo con el que no habían siquiera soñado. La filosofía del acontecimiento, combinada con citas eruditas al mesianismo teológico-político, revierte así en un estado permanente de gracia. No se entiende cómo se llegó al estado actual, qué juego de fuerzas protagonizaron la impugnación del neoliberalismo, ni mucho menos se alcanza a desentrañar las trampas y los límites en que pueda caer el gobierno nacional. Plantear siquiera que esto pudiera suceder es aproximarse excesivamente a una posición de herejía, al borde del herem.

La renuncia a leer la política a partir de fuerzas sociales, de autonomías y coaliciones no es exclusiva de Forster. Buena parte de la juventud y la intelectualidad kirchnerista militante se comporta de modo vergonzoso sino vil al renunciar a decir en público lo que expresan en privado y al ofrecerse en la escena pública –sobre todo entendida como mediática- bajo un estilo de militancia completamente des-historizado: por mucho que la guerra popular lo reclame, la emancipación no precisa de soldados sino, en todo caso, de un protagonismo militantes crítico, comprometido con procesos populares y capaces de plantear por cuenta propia, incluso con desenfado, los problemas y las discusiones que las situaciones ameritan.

Dos situaciones recientes muestran la toxicidad de estas posiciones. No hace aun un año de que el movimiento que tomó las calles de varias ciudades de Brasil con un pliegue bien variado y hasta contradictorio de demandas –entre ellas varias referidas al transporte público, y al rechazo a las alianzas derechistas del PT, así como la subsunción al gobierno de la FIFA- fue condenado por la llamada izquierda kirchnerista por aquello de que en este período de gobiernos progresistas todo criterio popular y democrático debe subordinarse a la “defensa”. Este hobbesianismo rosado, que tiembla de miedo ante cualquier manifestación autónoma de los impulsos populares,  se convierte de a poco en uno de los mayores bloqueos para radicalizar los procesos en curso un sentido positivo.

Y más recientemente, el diciembre caliente, en el que acuartelamientos policiales y grupos llamados “narcos” escenificaron una intentona de desestabilización desde abajo, mostrando la debilidad en la que han quedado las organizaciones sociales en los territorios luego de una década de activación económica en la cual la distribución de dinero no fue para nada un equivalente a una real apropiación popular de la riqueza. El patetismo de la posición oficial frente a las policías –bastante más temibles hoy que las propias fuerzas armadas- y grupos organizados es el correlato de la falta de diagnósticos y de políticas dirigidas a dar la disputa política a los emergentes del oportunismo neoliberal entramado en la propia institucionalidad del estado.

Y el hecho de que las izquierdas no kirchneristas no hayan hecho aportes de peso durante estos años no mejora la cosa sino que la empeora hasta el estado desesperante en el cual toda posición política se reduce a apoyar al gobierno o a asumir una suerte de discurso abstracto y por tanto irresponsable desde el punto de vista histórico. Ni la izquierda kirchnerista ni la no kirchnerista se benefician con este espiral despolitizante.

Hay un hilo rojo que vincula de modo directo el caso Milani con la relativa parálisis de los movimientos sociales y populares en el país. Se trata siempre de poner en juego el mismo idealismo centralizante de toda política en la cúspide del poder ejecutivo, que desdeña por peligrosa toda fuente autónoma y democrática de diagnósticos, perspectivas e iniciativas políticas, de toda tentativa a abrir la lucha ya no sólo contra ciertos epígonos de los poderes concentrados, que eventualmente el gobierno enarbola, sino contra el conjunto de las estrategias de subordinación a los dictados del mercado mundial que lejos de haberse apaciguado se redoblan bajo el peso de las dinámicas financieras sobre los territorios de nuestros países. 

Guachines de mercado

por Diego Valeriano



Un día como el de hoy no hay dudas que el termómetro miente en Sol y Verde. 36 es muy poco. Tiene que hacer mucho más. ¿Dónde están todos? Los días como este, el tren llega solamente hasta José C Paz por que las vías se dilatan. Cuando la temperatura trepa, el tramo que está justo frente al destacamento de Frino se expande de manera asombrosa. Los rieles se hacen agua.

Los guachines a los que el calor no achicharra, revolotean la zona esperando que descarrile un tren que no llegó a ser avisado. Esperan mientras juegan. Practican una paciencia muy inquieta. Tienen la disciplina del oportunista débil. Los pastos crujen, los perros se revuelcan implorando y el tren no llega. Suben a la vía mirando para José C Paz. El horizonte bien cercano se mueve y confunde. ¿Solo 36 grados?

                -por ahí descarrila uno de carga.

                -el otro día me dijo mi hermano que descarrilo uno repleto de harina.

Los guachines son como palometas, chiquititos y voraces. Te enteras  que están cuando ya atacaron.  Brotan en el calor de la abundancia periférica. Pero comen la carroña de la fiesta. Huelen donde está la  plata, pero aun no pueden disputar certeramente ningún negocio, así que agudizan su olfato. Rascan oportunidades que los demás no vieron. Atacan cuando el número les favorece.

                -que descarrile uno con LEDs.

                -o con motos.

Son guachines de mercado. Son una muy pequeña unidad de negocios que persigue el itinerario de la plata y el consumo.  Nueva máquina de guerra que hace estallar por el aire las preliminares definiciones. Utilizan su ingenua belleza para protegerse de los transas y los gendarmes. Los killers los desprecian y los usan para hacer mandados. Ellos pacientes observan. Van a la escuela, al club y salen a cazar con la gomera. Saben quién vende qué y a qué precio.

                -la otra vez descarrilo uno con caballos

                -¿no era el del circo que fue a pilar?

Matan y mueren en el Counter hasta que la mamá de alguno los viene a buscar o el del ciber los echa. Buscan novias porque es lo que corresponde. Juegan al allanamiento y cuidan a sus hermanitos.

                -¿y si descarrila un Pilar?

                -le caemos a algún cheto.

                -¿y si se va a la mierda uno que lleva esos cosas de fierro?

Nadie responde porque aparece la dilatada imagen de un tren. Se lo ve tomando la curva. El  tren se acerca. El corazón se acelera. Disminuye la velocidad a la altura del destacamento. La expectativa es enorme, es uno de pasajeros. Pasa lentamente sin problemas. Los guachines observan con bronca. Arremeten a piedrazos contra la locomotora y los primeros vagones. Rompen un vidrio y festejan exultantes. Se ríen y discuten cual fue el que realmente lo rompió.

De la exaltación al aburrimiento en pocos minutos. El calor debe rondar los 40 grados. Todo está caliente. Alguien propone ir a colar a la quinta de los alemanes que tiene pileta. Comienzan a fumar, solo ellos pueden físicamente resistir este calor. Se sientan a esperar otro tren, otra oportunidad de algo. Escuchan la sirena, sus caras se iluminan. Comienzan a correr cuando aparece el patrullero.

Etapa superior del cristinismo

por Diego Valeriano


Lo genuino es lo verdadero. No se trata de una verdad como opuesta a la mentira. Lo verdadero acá es lo sentido, lo que nace de la indefensión que mañana diez mangos son nueve. La playa explota, uno al lado de otro. La arena ni se ve. Pasa uno que vende agua y la botellita está a 17, el próximo 20 y al que nos pide 25 le pedimos un pack. La guita quema al sol. La playa es el otro que pasa vendiendo choclos. Los seis a Carlitos todos los días. La inflación es la etapa superior del modelo, del hombre nuevo. La confianza no como abstracción, no como mero acto de fe sin consecuencias ni responsabilidades. Ya nadie confía, entonces consume. Siempre fue así, pero nunca estuvimos tan preparados para esto. Tan predispuestos. En la carnicería de Gesell hay que hacer cola para que te rompan la idem y mientras masticas un asado horrible te prometes que nunca más volvés. ¿tenes vacío hoy? Hay un nigeriano en cada balneario. Una feria en cada localidad balnearia… sale mucho la camiseta nueva del Barcelona, las remeras de los Stone y las Adinet. Los churreros atraviesan toda la costa y los taclean para que paren. ¿100 la docena? ¿estás en pedo? ¿vos querés?  Tres docenas. Clarín miente, pero más miente el pibito que me lo vende un jueves a 12… y se queda con tres porque no tiene cambio. La inflación es un coadyuvante del modelo, nos lleva a exigirnos más, a ser cada día mejores, a desarrollar nuestro cristinismo vital. Disciplinados de manera absoluta los cuerpos en el mercado, cada vez más preparados a los golpes para surfear la inflación. Ruta 2, puente 12, camino de cintura. Camping del sindicato con buffet y pileta de agua salada. Una, tres, cinco Quilmes. La suma de operaciones no decanta necesariamente en algo. Nuestros cuerpos de la década ganada forjados capilarmente se han disciplinado para actuar en la inmediatez. Un recargo del 7% todos los meses para no perder guita me explica la almacenera mientras me dice que las dos leches y el pan son 64$. Nuestras capacidades sensibles están disciplinadas de manera absoluta.  Los cuerpos de mercado construyen su soberanía a fuerza de liberarse. Que mejor que vernos en acción, en la medida en que los sistemas de signos no hacen lectores. En algún momento pensamos que la economía devino nodo. La inflación  podía presentarse como un caos, una enorme dispersión de fuerzas. Pero este verano algo nuevo nos aparece, hay un punto de conexión, sin ninguna cualidad que necesariamente la ordenara de manera previsible constituía una evidencia. El consumo te entrega un tipo de sabiduría llamativa, una sabiduría atolondrada, de hombre nuevo que hace que descubramos de manera luminosa que la inflación es la etapa superior del cristinismo.

Ajuste, devaluación. Guerra por el consumo

por Diego Valeriano


Los consumidores más espirituales, como son  los más fuertes, encuentran su liberación allí donde otros encuentran la decadencia. En la devaluación, en la experiencia, en el campo de la guerra por el consumo; ahí extreman sus habilidades. A la final hubo lo que no querían que haya. La temida devaluación cayó sobre nosotros y el billete de cien que no llegaba al piso ahora se evapora en el bolsillo directamente. La devaluación es la guerra por el consumo por otro medio (más). Ya ni pedir sirve ¿vas a juntar moneditas? De igual forma, la plata diaria urge y se hace de mil maneras. Lo único que ahora hay que agilizar la forma de recalcularla. ¿Volveremos al robo de medidores de gas?  ¿A ser nochero de remis? La adaptación va a ser veloz, ¿dejaremos la coca y volveremos a la Bichi Ahora? Todo suceder, todo proceso de pérdida de valor, todo devenir como un determinar de relaciones de grado y fuerza, es una guerra. La devaluación traicionera y necesaria no va a modificar la estructura de vida de los últimos años. Nuestros cuerpos constituyen la primera barrera para detener la hemorragia. El ajuste no es solución. Es enfrentamiento. ¿Podremos lograr que la sangre fluya de manera más lenta y pueda iniciarse el proceso de coagulación? Simultáneamente, nos volveremos aún más feroces, más voraces, más inmediatos. Los procesos de liberación se aceleran, los hijos del neoliberalismo están velando sus armas. ¿a cuánto se va a ir el Hamlet? Lamiendo las heridas, mirando el resumen de tarjeta naranja. En una sola cuota, la segundo con el 10%. No hay que dejar heridos, no se toman prisioneros. Los reducidores desempolvan las notebooks, volver a robar electrodomésticos es negocio. La hemorragia puede tener muchas causas, como así también muchas acciones. Los de arriba apuestan a la devaluación y tienen nula confianza en la economía local, en su estabilidad, en la misma moneda. La vidas runflas solo creen en la revaluación. Confían sin confiarse porque no puede hacer otra cosa.

La matriz ideológica de Cristina

por Diego Valeriano


Por más que lo intenten, no está en el ADN enfriar la economía. De no hacerlo terminaban chocando antes del mundial, pero no se lo creen. Y como todo es cuestión de creencias, no les va a salir. Hablando de creencias, ayer Cristina nos decía que ella cree en el desarrollo de la economía a partir del consumo. Ella sabe que el consumo libera, lo comprobó en estos años, lo aprehendió en estos años. Aumentar la capacidad de consumo de todos los argentinos como hizo el kirchnerismo mutó la matriz ideológica de Cristina. La devaluación es contraria a esta matriz. A emitir que se acaba el mundo.
Pasa algo y después se explica de mil manera convenientes. Diciembre -que es el mes más claramente expresivo- aun no terminó, siguen detonando bombas pequeñitas. No existe la “puja distributiva”: la pelea es por el consumo y se da de forma más bien capilar. Una capa, otra capa y otra capa más. Voy cumpliendo como puedo… Como todos los días de nuestro diciembre, cada quien hace su juego, habla y actúa en consecuencia. Creo que hay una alteración del orden en que suceden las cosas. Saqueos, festejo de la democracia, ola de calor, palometas… me incomoda el orden en que están presentados. No dicen cabalmente todo lo que va a suceder.
No hay duda alguna que la juventud maravillosa va a defender los pilares fundamentales de esta década: en la calle, con el cuerpo y desde los genes. Como lo hizo en diciembre, como lo hace ahora. Pero no aceleren sus corazones militantes, no hablo de los muchachones de pechera. Hablo de la verdadera juventud maravillosa, de la que brotó bajo el sol de esta década, la que tiene mensajes urgentes y simples del futuro. Genotipo y fenotipo de la liberación, vienen bancando este proyecto. Solo que lo hacen en moto y por calles paralelas para evitar los controles policiales.

Huevos y Relato

por Juan Pablo Maccia



Cristina ha sido reinventada por la multitud. No por el “pueblo-peronista”, ni por la militancia juvenil que la apoya (o la hunde), sino por los millones de consumidores que se apropian, de modo diferencial pero efectivo -y sea por el medio que fuese-, de objetos materiales y de prestigio como no  habíamos visto antes quienes pasamos holgados los cuarenta.

Aunque exagere (pero, ¿no se piensa acaso los extremos?) Diego Valeriano dio en el clavo cuando –ya casi hace un año- anuncio que el consumo, entre nosotros (y al menos por el momento) “libera”, es decir: activa, desplaza, moviliza, da poder).

Cristina lo entiende: los consumidores emancipados de todas las clases son el sostén auténtico del proceso. Éste es su partido y a ellos se debe. Más aun cuando, en los hechos, la “contradicción principal” del momento es enfriar o sostener el calor del consumo.

Dentro del campo popular de los consumidores, que es el campo popular sin dudas, es preciso despejar algunas cuestiones. Cristina se va en un año y medio y se impone la pelea por la sucesión. ¿Scioli, como dicen los diarios? ¿Domínguez, Lorenzetti, como dicen los corrillos?  Quiera que no, el asunto tiene su interés para el asuntillo del consumo: sin huevos –¿los tienen?- no hay  tortillas. 

Huevos y relato. Me doy cuenta de que estamos cada día más lejos de los Derechos Humanos más cerca de Fútbol Para Todos. No me escandaliza si es el camino para conservar cierto piso “material” indispensable.

Con todo, un modo de gobernar se acaba. Nuevos personajes asumirán el desafío de un cambio de contexto. Lo único que nos queda, mientras tanto, es garantizar que Cristina se ponga las re-pilas y vea la forma de evitar que el ajuste se vuelva estructural. Un movimiento que la banca y la defiende, ya está buscando su nuevo cauce. 

Claudicar es jodido

por Diego Valeriano
 
 
Del vamos por todo al vamos a cuidar los preciosClaudicar es jodido, porque –valga la paradoja- cuando se empieza es difícil detenerse. También es un signo de debilidad. El vamos por todo molestaba, indignaba y generaba temor porque era potente, prepotente, temerario. Ahora cuidamos los precios.
 
Cuidar los precios, llamar a no consumir, escrachar las casas de electrodomésticos nos muestra que La Cámpora es una patrulla perdida sin rumbo alguno. ¿Cómo se va a ir tan a contrapelo del ADN kirchnerista? Hay una anécdota que muestra a Néstor exultante recorriendo los pasillos de la Rosada con un papel que mostraba la evolución de la compra de aires acondicionado de los años 2003, 2004, 2005. ¡Ese es el Nestornauta que queremos!
 
Fútbol Para Todospasó de mostrarnos en sus publicidades las grandes obras públicas en las provincias a que dos nerds camporistas nos eduquen sobre cómo cuidar precios. ¿Tenés ese teléfono y mirás el precio de la leche? No seas ratón. Perdimos la batalla cultural.
 
No podemos permitir que el cristinismo nos llame a no ser voraces. Pongan a Milani, cierren con el Club de París, hagamos lo que haya que hacer; pero por favor no retrocedamos en lo que ganamos culturalmente. Quiero ser prepotentemente consumidor, quiero acceder a lo que jamás antes pude y no volver a la Manaos. Quiero vaciar las carnicerías, festejar los quince y salir todos los fines de semana. Que la guita queme en la mano, mirar la minipimer que nunca uso, hacer saltar el fusible de la calle porque tengo un aire en cada pieza y que el barrio explote por los fuegos artificiales.
 
El ajuste comienza cuando nos quieren convencer, cuando nos quieren enfriar. La saturación y el calor deben ser la etapa superior del cristinismo, no otra. El fuego que quema por dentro anuncia el principio de otras formas de libertad que están en proceso. Decirle a alguien que cuide los precios es condenarlo a ser desechable, racional, sustituible.  Esta acción desarticula, corrompe y destruye las relaciones entre los consumidos.
 
Borges, plantea que el “mundo superior” debería supeditarse al “mundo inferior”. El palacio, a la calle.  Nadie puede hacer política solo. Hay un modo de hacer, de gestar, de vivir mucho más rizomático que las situaciones requieren. Los consumidores son el sostén auténtico del modelo, porque encuentran a este proceso, que lleva una década, como el más fértil para continuar la emancipación. No es momento de claudicar.
13/2/14

 

Intelectuales

por Luchino Sívori 

Desde hace décadas se viene discutiendo sobre un tema que a pesar de no representar un asunto de Estado para la mayoría de la población, no deja de ser una cuestión fundamental si de una democracia plena queremos formar parte: me refiero al rol que deben ocupar los intelectuales en el campo político de los Estados.
Sobre este interrogante se han escrito muchos libros y artículos periodísticos de todo tipo, desde la función que tuvieron algunos teóricos europeos en el Mayo del 68 parisiense hasta el caso más reciente del escritor Salman Rushdie.
En nuestro país, se ha abierto esta discusión en reiteradas ocasiones, volviéndose a tratar en forma pública a través de notas de opinión hace unas semanas, a partir de la polémica asunción del nuevo jefe del ejército, César Milani.
Si utilizo este ejemplo en concreto no es sólo por su especificidad –nacional, actual, público-, sino porque considero que reúne precisamente las cuatro vertientes en las que siempre se divide esta discusión del rol del intelectual en el mundo Occidental.
Para aquéllos que no siguieron la discusión, resumimos aquí simplificando las posturas de los cuatro contendientes:
1-      El primer artículo perteneció al director de la Biblioteca Nacional y filósofo Horacio González, asiduo articulista de Página/12, el diario donde se originó el famoso debate. En él el profesor de la UBA desarrollaba una idea alrededor del concepto de la Culpa por parte de unos agentes muy particulares: las instituciones y organizaciones públicas. Localizarla e identificarla, afirmaba, se volvía complejo y arduo cuando de responsables con altos y medios cargos se trataba, ya que –haciendo un paralelismo con el estudio de la banalidad del mal en el trabajo de Hanna Arendt- la maquinaria del Terror que supuso la dictadura “burocratizó” el Mal, diluyendo las responsabilidades (subjetivas) por parte de los brazos ejecutores y cargos intermedios. Este análisis se cerraba con un contundente rechazo por parte del autor a la elección del nuevo general del ejército, dejando en claro que a pesar de lo turbio y las zonas grises Milani sí formó parte de aquella etapa oscura de nuestra Historia.

2-      La segunda opinión vino del periodista de investigación y también articulista del diario Horacio Verbitsky. En este caso, su nota –fiel a su estilo periodístico- trató sobre los documentos que su organización de estudios sociales y legales CELS descubrió sobre el “archivo Milani”. El “perro”, como suelen denominarlo en los círculos allegados, discurre en todo tipo de documentos que parecen evidenciar, por lo menos a simple vista, la relación de ciertos hechos ocurridos durante la dictadura con el actual jefe del ejército. Al igual que González, el periodista también declara su oposición al nombramiento de Milani.

3-      La última nota del diario dedicado al caso Milani vino de la pluma del también filósofo Ricardo Forster. El colaborador de Carta Abierta escribe en su apartado lo que parece ser una respuesta a los dos autores anteriores, abriendo así una especie de nuevo debate que se sale estrictamente del caso Milani y deriva en la discusión que dio vida a este publicación, el rol de los intelectuales frente al poder. Primeramente, Forster se diferencia de los autores antes mencionados haciendo explícita su relación con el oficialismo (postulante a legislador por el FpV en Capital Federal), y desde allí dibuja un mapa de lo que los tres representan y, por ende, defienden. No aclara su apoyo al nombramiento de Milani; en su lugar, hace especial hincapié en la tensión que siempre ha existido entre el “mundo de la Letras y el mundo del Poder”, donde, afirma, en el primero las potenciales re-configuraciones (por decirlo prolijamente) de lo que uno piensa son muy dadas a darse gracias a la naturaleza re-interpretativa del campo de estudio, y en el segundo no tanto (o de formas mucho más “bruscas”) ya que conviven y se insertan en esferas pocodadas al debate extenso y profundo.

4-      Finalmente, una cuarta opinión nació a partir de esta discusión. Diego Sztulwark, escribió para Lobo Suelto! (difundido también por el sitio web Agencia Paco Urondo) lo que sí puede parecer una suerte de “respuesta” al enunciado propuesto por Forster. En él Sztulwark afirma que el miembro de Carta Abierta se convirtió en una suerte de filósofo de la leva, renunciando a la masa crítica autónoma necesaria de todo movimiento político considerado popular, y omitiendo, al quitar importancia al análisis crítico y dándosela a la militancia impermeable a la duda, toda una serie de rasgos positivos que nacerían de un activismo cuestionador y contestatario.
Hasta aquí las cuatro posiciones en las que suelen dividirse el campo de discusión de lo que hemos denominado el rol del intelectual: una visión primera que hace hincapié en el terreno más filosófico (González); un segundo punto de vista más inclinado a la evidencia científica (Verbitsky); una tercera posición si se quiere más “política” del asunto; y una cuarta y última que podríamos denominar hermenéutica por su lectura de todas las demás.
El objetivo de este artículo no es describirlas, sino más bien enfatizarlas. Remarcándolas ponemos en situación sus enunciados y las “insertamos” en su propio (con)texto, al cual, gracias al alto nivel intelectual de sus autores, responden convincentemente. Sin embargo, y aquí el atrevimiento que persigo al “responder” de alguna manera a semejantes gigantes de las Letras argentinas, debemos ser capaces de enfocar este asunto del rol del intelectual dentro de lo que otro famoso pensador, Edward Said, denominó el campo del Poder.

Recuperando su idea central de “lucha por el Poder” a través de la significación, propongo releer los cuatro enunciados aquí mencionados bajo la óptica no de cuánta razón llevan desde la posición en la que juegan en la cancha (son probablemente los mejores en sus puestos), sino qué implicaciones tienen si los insertamos en lo que se denomina la puja por el Poder y la hegemonía.

Saber ver y comprender el valor que tienen estos relatos dentro del mapa de las luchas de discursos que pretenden disputarse la Realidad desde un punto de vista de un conjunto –eso que los anglosajones llaman “the big picture” y que nosotros podemos traducir como “en perspectiva”- no es tan fácil como dejarse convencer por uno de ellos. Por ponerlo en metáfora futbolera: Messi te salva el partido sólo si sabés ubicarlo en el equipo, y viceversa.
Sabemos que los cuatro autores están de alguna manera u otra disputándose la verdad, entre comillas, para así reproducir en todos nosotros una asimilación, previo filtraje receptivo personal, que procure compartirla y más o menos defenderla. De eso se trata justamente su (nuestra?) labor, como periodistas, profesores, intelectuales, académicos. Persuadir y disuadir, vía retórica discursiva, para disputar una “mentira” que será –momentáneamente- la última verdad, parafraseando el famoso tema de Divididos.
Más allá de este análisis post-estructuralista, se nos está haciendo cada vez más necesario –a las audiencias, a la esfera pública, al propio periodismo- que estos discursos tengan la suficiente proeza e inteligencia de saber(se) estratégicos,reconociéndose en un escenario más amplio que los propios posicionamientos que ocupan.
Se trataría, siguiendo con el paralelismo futbolero, de parar la pelota, mirar donde uno está ubicado en el campo de juego y re-conectar con el resto del equipo, para no quedar jugando solos cada uno su propio juego.

La sublevación como teoría política del cuerpo

por  Diego Sztulwark

(Prólogo a La Sublevación, de Franco Berardi, Bifo, de editorial Hekht, desde marzo en librerías)


I.

Bifo tiene una idea poética y política del cuerpo, del cuerpo erótico y social, tal y como la sublevación lo crea y la imaginación artística lo anticipa. Contamos, en algunas partes de América del Sur, con una memoria reciente. Hemos verificado toda la carga sensual e intelectual que acompaña a los períodos en los cuales la activación de los movimientos da lugar a momentos de autonomía desde “abajo”. Se trata de momentos extraordinarios, en el sentido de raros, de escasos –se nos dice-. Y con razón. Pues la normalidad, incluso ésta en la que vivimos, se hace de otra manera: a partir de traducciones abstractas de todo aquello que existe a base de vibrar y  variar.

Lo permanente es un caso exitoso de engaño recurrente. Fantasmas y fetiches, decía Marx, en aquellos primeros esfuerzos modernos por comprender esa gigantesca máquina de innovación, captura y reorganización del cuerpo que es el capital. Capital ahora financiero, señala Bifo. Y es que en su dinámica de transformación interna, el capital compendia la historia entera de las rebeliones. Y perfecciona el carácter mono-lingüístico de la traducción de todas las lenguas a la del valor, provocando la imagen de su propia eternización. 

El Manifiesto comunista es el antecedente directo de este tipo de literatura que entreteje un dispositivo estratégico (económico) junto al llamamiento profético (o visionario). Los “comunistas”, junto a la entera clase de los proletarios a la que pertenecen, toman la palabra para transmutar su condición fantasmagórica en movimiento revolucionario real. Ellos no tienen ideas o propósitos diferentes a los de la clase proletaria en su conjunto –es decir, sin hacer caso a las diferencias nacionales o religiosas-, y hacen valer, paso a paso, su balance del resultado de las luchas en la perspectiva de liquidar las relaciones jurídicas de propiedad de la sociedad burguesa.

Un hilo rojo recrea estas tentativas de corporización. También La sublevación, el llamado de Bifo a dotar de cuerpo afectivo y potente al intelecto general europeo trata de una conversión referida a un mundo dominado por espectros.

Ahora bien, el capital –cada vez más abstracto: virtualizado, digitalizado, semiotizado- se ha desprendido de su compromiso con el territorio y ha deshecho la relación entre tiempo de trabajo y valor propia de la Ley del valor  tal y como Marx la exponía para la era del capitalismo industrial. El semio-capitalismo, después del crack del 2000 y del colapso del 2008, entró en una dinámica de destrucción del cuerpo social europeo.

La respuesta es la sublevación. Londres y Roma, 2010. España 2011. Grecia. Incluso las insurrecciones árabes nos hablan de las primeras experiencias de auto-organización de la nueva fuerza de trabajo precaria y cognitiva. La insurrección “está en las cosas”. La tarea consiste no en impulsarla o dirigirla, sino en crear estructuras y procesos de autonomización afectiva, de concatenación de saberes y procesos técnicos.

II.   

Pero hacer un cuerpo –entiendo- no equivale a “encarnar”. A diferencia de lo que sucede con la metafísica del valor capitalista (puramente espiritual), el cuerpo colectivo de una sociedad no se constituye en torno a un principio inmaterial, sino que se recompone a partir de su estado de disgregación actual. Es un asunto de pasiones y de producción de “empatías”. De lucha contra la violencia y el terror del capital (en su fase de dominio financiero) y de procesos de desautomatización de los lenguajes.

Es Bifo uno de los pocos “filósofos nietszcheanos” -médicos de la civilización- de nuestro tiempo. No en virtud de una erudición universitaria, sino de una muy especial capacidad de inmersión psíquica respecto de las oscilaciones anímicas de la inteligencia social europea –ese “General Intellect” del cual nos hablaba Marx de los Grundrisse. 

El tono que adoptan sus textos, geniales rapsodias, es el de una íntima implicación con las más variadas patologías (como la de la hiperexpresión), depresiones (suicidas) y alteraciones (farmacológicamente asistidas) que recorren la mente reticular postmoderna sometida a la servidumbre y a la fragilidad existencial bajo el dominio del semiocapitalismo (producto de la inmersión del lenguaje en el proceso de valorización, y elemento esencial del capital financiero).

III.

Diagnóstico (crisis del capitalismo que arrastra a Europa) y terapéutica (sublevación, recomposición de un cuerpo colectivo autónomo) remiten a los dos grandes instrumentos analíticos y políticos que Bifo no ha dejado de reelaborar y que remiten a dos tradiciones distintas: el obrerismo y post-obrerismo italiano, y la cartografía. 

La tradición del obrerismo y post-obrerismo italiano le aporta una lectura composicionista de las nociones de “fuerza de trabajo” y de “trabajo vivo” en Marx. En efecto, los procesos de constitución del capital suponen la subsunción de la praxis humana a escalas cada vez más amplias.  La generalización de la fábrica a escala social (transformación propiamente postmoderna en el modo de producción capitalista) demanda, de parte del investigador revolucionario, una nueva creación de (en realidad, creación de nuevos) conceptos para dar cuenta de la subjetividad antagonista de quienes participan del proceso de producción de valor, es decir, de quienes son objeto (violencia y fetiche) de las nuevas formas de la explotación capitalista.

Este “composicionismo” refiere tanto al carácter ontológico de las mutaciones colectivas bajo el dominio del capital (todo el problema de las alteraciones antropológicas, de lo posthumano y de las generaciones), como a la inmanencia de toda praxis respecto de los procesos materiales y subjetivos de la cooperación productiva: la composición -técnica (fenomenología del trabajo) y política (subjetiva)- revela de modo concreto el carácter de “clase” (siguiendo a Marx), así como las líneas de antagonismo y las posibilidades de inventar nuevas formas políticas.[1]

La otra tradición a la que acude Bifo, la “cartográfica”, se personifica sobre todo en la figura de Félix Guattari.[2] No se trata aquí sólo de señalar la amistad personal y política Guattari-Bifo o la obvia influencia que sobre Bifo ejerce la filosofía escrita por la dupla Deleuze-Guattari, sino de valorar la original reinvención de las prácticas cartográficas por parte del propio Bifo.

Estas prácticas cartográficas son ya un patrimonio común de militantes e investigadores de muchas partes del mundo. Sabemos que Guattari sintió una autentica pasión por Brasil, donde ha arraigado una tradición filosófica, esquizoanalista y cartográfica que circula entre nosotros, sobre todo, a partir de autores de talento como Suelly Rolnik y Peter Pal Pelvart.

Las cartografías son movimiento de la subjetividad que captan las mutaciones sobre un plano de inmanencia. Cartografias existenciales, afectivas y psíquicas, del postfordismo. Cartografías expresivas, lingüísticas del semiocapitalismo. Cartografías de procesos maquínicos, técnicos, en torno a internet, las nuevas tecnologías y los procesos de trabajo.

IV.

Hablamos de dos tradiciones, pero hay más. Nos detenemos en la recurrencia de dos sistemas de citas (de Jean Baudrillard para el diagnóstico; del budismo para la terapia) que tienden a jugar un papel cada vez más central en los últimos trabajos de Bifo.

En efecto, a partir de la publicación de El intercambio simbólico y la muerte Baudrillard se convierte, para Bifo en un pionero de la comprensión de la independencia cada vez mayor del capital con respecto a toda determinación física del valor. La decisión del gobierno norteamericano de abandonar la conversión dólar/oro, la libre conversión del dólar, y el gobierno de la decisión monetaria en base al uso de la violencia encuentra su correspondencia crítica en la filosofía de Baudrillard, particularmente en la reflexión sobre la autonomía del signo respecto de todo referente material/exterior.

Esta preocupación por la autonomización del signo, por la desmaterialización de la comunicación, corre en Bifo, en paralelo con dos grandes preocupaciones: el aumento de velocidad de la acumulación de capital –que en tiempos del semio-capitalismo supone el agotamiento de la capacidad de atención– y el uso de ansiolíticos; la ultra-explotación del sistema nervioso de las personas, incluye a las madres asalariadas y precarizadas que ya no garantizan con la autoridad de su propio cuerpo afectivo la articulación significante-significado en el aparato psíquico de sus pequeños hijos. La primer generación post-alfabética tiene a cargo hoy la insurrección y los rasgos de su politización deben ser comprendidos a la luz de esta genealogía.

La sublevación debe crear dispositivos de desaceleración. Y el budismo aparece, a los ojos de Bifo, como fuente privilegiada de sabidurías. El mantra, la respiración coordinada entre los cuerpos, remiten a una idea de composición diferente a la dinámica de la conectividad/compatibilidad de la pragmática productivista del semio-capital. Un cuerpo, una sensibilidad para el Intelecto General.

El budismo supone además la apertura de la mente occidental, en la era de la decadencia del universalismo racional, de un gusto por pensar lo otro, de pensar sin prejuicios y dogmas.

Hay un camino a desarrollar en la conjunción que hace Bifo entre la filosofía activista del deseo en Deleuze y Guattari y el desapego y la no-ilusión budista[3]. Se trata de una tentativa original por desplegar una ética y un saber sobre -la inevitable- disolución del deseo colectivo que prosigue a los grandes momentos insurreccionales sin caer en la depresión. En efecto, cuando la “desilusión” es tratada desde un punto de vista enteramente negativo, como declive y pérdida de vitalidad, nos perdemos de indagar en su faceta positiva (o creativa). Al aproximar el vitalismo filosófico a la sabiduría del desapego Bifo se aproxima a una “política de lo involuntario”[4] más atenta a tratar los delirios padecidos por la mente que queda fijada a un determinado momento en el curso del mundo.

La articulación que intenta Bifo entre teoría del deseo (Antiedipo) e iluminación (budista) constituye un buen intento por explorar modos de articulación subjetiva capaces de asumir la “impermanencia” de las cosas, superando el par entusiasmo-ilusión/depresión-desilusión. Se trata de compatibilizar el movimiento constituyente del deseo con un movimiento sutil de desapego del alma: de sumar a la “utopía juvenil” una “utopía senil”; de realizar un movimiento doble que emprende a un mismo tiempo la experiencia colectiva (y se implica en él sin  reservas), sin perder de vista que toda tensión deseante está llamada a disolverse en el curso del mundo.[5]

V.

Más allá de las jergas teóricas, se trata de comprender el antagonismo y las luchas que recorren el espacio de funcionamiento al nivel de los cuerpos (disposición del tiempo) y de los imaginarios (imágenes de felicidad) en la postmoderna producción (hipertecnificada, hipersemiotizada) capitalista.

No podemos reaccionar ante semejante diagnóstico con el habitual prejuicio nacional-popular: “habla de Europa”. También nuestra América, cierto que en una situación política diferente y con una historia colonial precisa, está atravesada por el imaginario de la conectividad. También entre nosotros la producción está sostenida por un complejo entramado técnico. También nosotros experimentamos nuevas patologías.

Los trabajos de Bifo pueden resultar, al contrario, un buen recurso para indagar algunos de los aspectos más oscuros y preocupantes de nuestro presente. No en el sentido tristemente habitual de tomar a los pensadores europeos como estandartes (o kiosquitos) para la traducción local (lo único verdaderamente favorable de la crisis Europea es que ese negocio comienza a agotarse!). Lo digo en un sentido muy distinto. Me refiero a la necesidad que tenemos de comprender los problemas que han emergido entre nosotros durante los últimos años.

No ya, por suerte, los problemas de la miseria extrema, y la represión estatal generalizada y directa. Muchos de nuestros países han cambiado en este aspecto como producto, sobre todo, del período de sublevaciones del que emergió el ciclo actual de gobiernos progresistas en una parte importante de la región.

Un nuevo paisaje económico y político, que muchos han caracterizado como “neoextractivista”[6] (acumulación por desposesión en el contexto nuevos gobiernos de carácter progresista), ha desplazado el conflicto social hacia zonas vinculadas con la disputa por la renta agraria y petrolera, y a la lucha contra el desarrollo de actividades como la mega-minería a cielo abierto[7]. La acumulación rentística trae consigo formas generalizadas de captura financiera (especulación inmobiliaria, endeudamiento usurario, complejas operaciones empresariales de lavado de dinero), una nueva informalidad (que tiende a articularse de modo mafioso con los poderes del estado) y una renovada apelación a la violencia (bandas armadas de narcos, o al servicio de grandes empresas para desalojar tierras)[8].

VI.

Como se ve, estamos conversando con Bifo. Sus preocupaciones y las nuestras giran en torno a la constitución del cuerpo (diagnóstico y terapia). No es de extrañar que esa conversación –spinozista– prolifere hacia todas las direcciones, también en el tiempo. Ya que el cuerpo viene siempre tomado como método: cuando se nos advierte que “nadie sabe cuánto puede un cuerpo”, nosotros entendemos que “el saber se despliega sólo luego de descubrir y ejercer ese poder. El poder colectivo se revela desde el propio cuerpo individual amplificado cuando superamos la cerrazón sensible que el terror nos impuso al separarnos de los demás. Y venciendo la angustia, se extiende hasta reencontrarlos de otro modo (…) La Ética de Spinoza es un tratado de insurgencia político-moral. Nos muestra, más allá de las apariencias, donde reside el verdadero poder: desde la sabiduría aún inconsciente de nuestro propio cuerpo”[9].

No cito a León Rozitchner de forma casual, sino interesada. Porque creo que ganaríamos mucho si fuésemos capaces de invitar a Rozitchner a esta conversación.[10] Es cierto, su filosofía no cuaja como un guante en una política deleuziana. Sin embargo un amigo común (a León y a Félix), Osvaldo Saidón, observa la pertinencia de este encuentro. Para Osvaldo, León, aún sin participar del estilo reflexivo deleuziano o guattariniano, personificó algunas de las intuiciones más potentes del esquizoanálisis, y encarnó un spinozismo sensual que habría que saber rastrear también en la originalidad de su trabajo teórico.

Esto para decir que la conversación está más viva que nunca, y crece a saltos, desafiada por lo que las coyunturas tienen de divergentes; la europea, las sudamericanas; así como por aquello en lo que resultan convergentes una vez que afirmamos la divergencia en una síntesis común. ¿Qué surge de poner en diálogo las luchas europeas (pero también asiáticas, norteamericanas) actuales con un balance –todo lo provisional que se quiera- de la última década sudamericana? Bifo propone en La sublevación cuatro grandes temas: la crisis económica que desde el 2008 sacude a Europa; la incorporación del “giro lingüístico” a las modalidades productivas del semiocapitalismo; la abstracción del cuerpo social; y la aptitud del lenguaje artístico y poético para dar curso -y prever- procesos semióticos, así como para imaginar la insurrección (y la constitución) de un nuevo cuerpo social. Yo diría: son también nuestros temas, si sabemos hacer los links necesarios.

Hace unos pocos años, la Revista de la Biblioteca Nacional[11] publicó un diálogo entre Horacio Gonzalez, su director, y Christian Ferrer –sociólogo y profesor de la UBA-, en la cual este último hacía un diagnóstico contrastante con el triunfalismo de  las perspectivas nacional-populares. Según Ferrer la situación actual de la argentina se explica, ante todo, a partir de una exitosa inserción de la economía del país en el mercado mundial de alimentos. La gestión de esa inserción ha determinado en lo fundamental los rasgos actuales de la política nacional[12]. Y a partir de ese hecho, valorado por el conjunto de las clases dominantes, se han derivado un conjunto de fenómenos entre los cuales Ferrer se detiene al menos en tres: la circulación de una imagen única de felicidad para el conjunto social, ligada a un paradigma de consumo diseñado por los centros mundiales de poder, y que determina aspiraciones de vida que tiene por modelo a los países centrales (incluyendo los hábitos de compensación de las frustraciones individuales en el consumo de antidepresivos, o vía identificación con los medios masivos de comunicación[13]); una dócil subordinación de la investigación pública que solo jerarquiza los saberes universitarios de rentabilidad más inmediata (como veterinaria y agronomía); y un tipo de ilusión exitista que afecta a las izquierdas, y muy particularmente a los intelectuales politizados, que bloquea la problematización de muchas de estas cuestiones, lo que redunda en la necesidad de renovar una tradición propiamente disidente del intelectual público. 

VII.

Con los diagnósticos (diferentes, convergentes, siempre en discusión), retomemos pasemos a la terapéutica. Se trata de crear funciones sociales autónomas con respecto al poder del capital financiero, la constitución de procesos de empatía colectiva, y de desautomatización del lenguaje. Va de suyo que esta terapéutica de la sublevación no es exclusivamente individual, sino que es concebida como un espacio colectivo inseparablemente psíquico, político y estético (las “terapias de la singularización” remiten al concepto de transindividual propuesto por Giblert Simondon).

Estos espacios de socialidad curativa, que permiten activar sensibilidades dañadas, articulan políticamente la producción de un bienestar inmediato junto con una reapropiación de la capacidad lucha. Las hemos practicado al menos parcialmente en torno a los movimientos sociales de desocupados y organismos de derechos humanos. No es posible, de hecho, entender muchas de las más interesantes políticas públicas actuales, incluso a nivel oficial, sin atender a la cualificación que las militancias sociales generaron a partir del ciclo insurreccional en torno al año 2001.

Es esta memoria de lo inmediato la que comienza a ser interpelada a partir de una nueva conflictividad social. Tal y como lo han señalado recientemente tanto la investigadora mexicana Raquel Gutierrez Aguilar[14] como la antropóloga argentina Rita Segato, nos toca una enorme tarea cartográfica y micropolítica en lo que respecta a la reconstitución de potencias comunitarias en los territorios afectados por la violencia instaurada por la economía rentística.

En una investigación sobre el femenicidio en Ciudad Juarez[15], Segato  concluye que no hay “justicia” para estos hechos atroces, sino urgencia por desactivar la violencia. El punto de vista coincidente de Raquel y de Rita se extiende a la comprensión del dinamismo del conflicto social en el continente. Ambas investigadoras se preocupan por comprender el modo en que se instaura la violencia –como una economía material y simbólica- en México (y no sólo allí). Mientras Raquel Gutiérrez se dedica a las micropolíticas de los modos de producción de común,  Segato se ocupa, cada vez más, del mapeo de una segunda realidad (una economía crecientemente poderosa que opera por fuera y por detrás del espacio democrático) que determina la constitución de los territorios en un sentido enteramente patriarcal-capitalista.

La relevancia de este diálogo con Gutiérrez Aguilar y Segato recobra una significación especial por cuanto ambas dialogan muy particularmente con el presente argentino en los términos de una apelación fundamental:  ¿es posible contra-efectuar el saber de las luchas por los derechos humanos y sociales en torno a la constitución de estos nuevos territorios en los cuales se instauran nuevas forma de violencia?

Existe un inmenso espacio de invención política, terapéutica y creativa que escapa de manera notable al juego político del estado y de la representación. Se trata de desplegar esos espacios colectivos autónomos, de incrementar la investigación política así como de reinventar una poética capaz de nombrar y anticipar nuevas aptitudes colectivas.

Ya no se trata, ni para Bifo ni para nosotros, del papel del intelectual politizado o de academia,  esclareciendo a las masas o posando de ejemplo: si de inteligencia y sensibilidad se trata, hay que recorrer las líneas de cooperación y resistencia, aunque más que de resistencia se trata de creación (ya que, cuando el dinero captura el deseo, las fuerzas de creación se embrutecen, y subordinan a la experiencia de la miseria y la escasez).

El diálogo con mantenemos con Bifo nunca es del todo directo. Duelo de cartógrafos: se alimenta emprendiendo una y otra vez nuevos rodeos, una nueva asimilación de los diversos contextos. Se trata de recaudos que toda conversación de índole política debiera proponerse seriamente cada vez que apunta a provocar resonancias comunes allí donde las distancias tienden a presentarse como mutua indiferencia. Sólo con el fin de poner en práctica estas exigencias de traducción cito de modo apropiador éstas, sus palabras conclusivas: “la única alternativa que nos queda es un profundo proceso de reconstrucción social igualitaria y solidaria, que solo puede tener un carácter continental”.


[1] Durante los últimos años hemos tenido la oportunidad de leer y conocer a los principales autores del post-obrerismo italiano, sobre todo en la obra de Toni Negri y Paolo Virno, pero también (además de las varias obras de Bifo) autores como Sandro Mezzadra, Mauricio Lazzarato, Cristian Marazzi, Beppo Cocco, Andrea Fumagalli y Carlo Vercelone.  También Michel Hardt, quien ha colaborado en varias obras con Negri, y Judith Revel, sin ser italianos, forman parte de esta corriente.
[2] Recientemente –no creo en las casualidades- editorial Cactus ha publicado un hermoso libro de Bifo llamado Félix, narración del encuentro con el pensamiento de Guattari. Cartografía visionaria del tiempo que viene, Bs-As, 2013.
[3] De hecho, esta unión de filosofía deseante y budismo indica una vía inicial pero muy sugerente de comunicación entre dos ideas de inmanencia diferentes: aquella que trabaja la filosofía (“constructivista”), y la que detentan ciertas sabidurías del antiguo oriente. En su última colaboración (¿Qué es la filosofía?) Deleuze y Guattari distinguían el camino de la filosofía occidental de la sabiduría oriental. La primera conquista su inmanencia, sobre todo a partir de Nietzsche por la vía de la instauración de planos y creación de conceptos; la segunda opera por figuras, esto es: inmanentizando trascendencias. La respuesta de Fracoise Jullien consiste en rechazar la inmanencia filosófica, que siempre “comienza” por algún “principio”, y al hacerlo uniteraliza el campo de lo posible, ver: Un sabio no tiene ideas (http://es.scribd.com/doc/137379288/Jullien-Francois-Un-Sabio-No-Tiene-Ideas-pdf)..   
[4] Una política de lo involuntario es aquella en la que la fuerza no surge del propio sujeto, sino de la potencia de las “visiones” y “agenciamientos” de los cuales formamos parte. Es posible desarrollar estas intuiciones en la senda del último Althusser, para quien las categorías del materialismo aleatorio son las del “encuentro contingente” y la “toma de consistencia” (Louis Althusser, Para un materialismo aleatorio, Ed. Arena, Madrid 2002; circula una edición argentina, considerablemente más barata y muy bien hecha a cargo de Una pluma ediciones). Junto con Peter Pal Pelbart (Filosofía de la deserción, nihilismo, locura y comunidad; Tinta Limon Ediciones, Bs-As, 2009), que ha puesto el énfasis en el papel activo de la des-ilusión, fue sobre todo Francoise Zouravichvilli, en su texto “Deleuze y lo posible (del involuntarismo en política)”, quien mejor ha planteado esta vía no voluntarista; ver:  Deleuze una vida filosófica (http://www.arteuna.com/talleres/lab/ediciones/libreria/gilles-deleuze-alliez.pdf).
[5]  Franco Berardi (Bifo); “La depresión Félix”, en Félix, narración del encuentro con el pensamiento de Guattari, cartografía visionaria del tiempo que viene; Cactus, Bs-As, 2013.  
[6] Una caracterización sistemática de Eduardo Gudynas n http://www.nuso.org/upload/articulos/3824_1.pdf
[7] En este sentido es interesante enfatizar no tanto el carácter desterritorializado del capital financiero, sino su carácter “negativo” o “destructivo”. En el caso de la América del Sur, la tierra es una ocasión fundamental para la reproducción de los negocios, con el correspondiente saqueo de recursos y la agresión a la trama comunitaria. Más aún: podemos extender la imagen del “neo-extractivismo”, hasta hacerlo coincidir con la operatoria del capital financiero capturando renta de la trama cooperativa y social, también en las ciudades.
[8] Desde mediados del 2012 con un grupo de compañeros del Colectivo Situaciones/Tinta Limon Ediciones y de la Cazona de Flores estamos trabajando sobre la cartografía de este nuevo conflicto social. Junto con varios movimientos y organizaciones esperamos poder presentar, en breve, el Instituto de investigación y experimentación política  y sus primeras producciones.
[9] Con estas notas aludía en diciembre e 1979 León Rozitchner a la necesidad de vencer el terror capitalista que separa a los cuerpos, como necesidad urgente de una hora en la cual, en plena dictadura genocida, tocaba comprender a fondo el fenómeno del peronismo (Perón: entre la sangre y el fuego, lo inconsciente y la política; Ediciones de la Biblioteca Nacional, Bs-As, 2012).
[10] En efecto, la preocupación de Bifo por la creación de nuevos imaginarios (correspondientes con las líneas de reconstitución del cuerpo del Intelecto Gneral), en abierto antagonismo con el agotamiento de la imaginación de las clases dominantes europeas, ganadas por las dinámicas de desterritorialización financiera, resulta equivalente en más de un punto con la formulación, sobre todo en la última parte de la obra de Rozitchner, de un materialismo “ensoñado” (Ver: León Rozitchner, El materialismo ensoñado, Tinta Limon ediciones, Bs-As, 2011). 
[11] Ver, Revista de la Biblioteca, Bs-As, 2011número 11.
[12] Para una compresión más matizada sobre la constitución de elementos de una nueva estatalidad en la Argentina (y en la región sudamericana) se puede consultar el artículo que escribimos junto a Sebastian Scolnik, Sandro Mezzadra y Verónica Gago, “Hay una nueva forma estado en América Latina”, en http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2012/06/hay-una-nueva-forma-estado-apuntes.html#!/2012/06/hay-una-nueva-forma-estado-apuntes.html 
[13] Temas que desarrolla en: Christian Ferrer, “El entramado. El apuntalamiento técnico del mundo”; Ed. Godot, Bs-As, 2012. 
[14] En dialogo reciente que tuvo lugar en la Cazona de Flores, Raquel hizo una exposición sobre el desarrollo de la violencia narco-policial en México, en dialogo con movimientos y militantes. De sus palabras se desprende la necesidad de crear formas de “desactivar la violencia”. 
15] Rita Laura Segato, La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juarez; Ed. Tinta Limon Ediciones, Bs-As, 2013.

Kalor

por Diego Valeriano

Alejandra toma sol en el patio de su nueva casa. Está de pie y refleja los rayos en su cara con una de esas pantallitas metálicas. De fondo la radio satura el enfermizo parlantito. De la habitación de las chicas se escucha a Rial hablando de Maradona. El volumen de todo es alto, incluso del balbuceo de Mateo que entra y sale con un cuchillo en la mano.  El patio es pelado. Ni una planta queda. Todo fue arrasado por la multitud que vive ahí. En el fondo se va acumulando las cosas que no pueden vender. La voz de la tele se mezcla con la advertencia de la radio sobre el alerta rojo por la ola de calor.  No hay que hacer ejercicio, hay que permanecer en lugares frescos, ingerir mucha agua, usar ropa suelta, de materiales livianos y colores claros, protegerse del sol poniéndose un sombrero. El vecino de enfrente insulta ferozmente al Choco que no deja de tirar petardos. La térmica de 43 en su cara ronda los 50, tiene los ojos cerrados pero casi que ve a través de los parpados de tan iluminados que están. Respira el calor de la pantallita, el olor del pozo ciego rebalsado, del jazmín del vecino. Ahora Mateo corre a su alrededor, como si fuera un satélite. Melisa está a su lado reclamándole que María la quiso desnudar. Francisco suma a la radio y la tele el compilado de grandes éxitos tropicales que le compro al Boli. El Choco se refugia tras Alejandra porque sabe que el vecino ahí no se anima. Con ella ningún vecino se mete. Siente que se le derriten los pómulos, que de a poco se incendian. Cambian de estado del sólido al líquido por la acción del calor. El reflejo tenaz transfiere calor a los átomos de su cara, los cuales vibran con más rapidez a medida que ganan energía. La tierra del patio esta agrietada, su cuerpo  comienza a tornarse ingrávido y gentil. Mateo, Melisa y el Choco parecen flotar. Ahora la radio aconseja evitar el golpe de calor. Llega el Togtu y el vecino lo ataja en la calle. Discuten. Togtu no defiende al Choco, pero no le gusta que nadie le hinche las pelotas. Los gritos se escuchan a pesar de las interferencias. Todos salvo Alejandra salen para la vereda. Su cara recibe radiación propagada en forma de ondas electromagnéticas por la pantallita plateada. Afuera el volumen de los insultos sube. Apenas distingue las voces, el calor se propaga de su cara hacia el resto del patio, su cara esta agrietada como el patio. Necesita tomar agua urgente, pero en todo el barrio no hay ni una gota. El camión de la municipalidad no puede llegar por el corte de la 197. Esta sofocada, vuelve el Choco a buscar un palo entre las porquerías que no pueden vender. Se le durmió el brazo izquierdo, los objetos a su alrededor comienzan a girar, lo nota a través de sus parpados. La tensión nerviosa crece por dentro, así como también la fiebre muy alta en la cara, el amor, las enfermedades crónicas, la maternidad, la guita, el trabajo desquiciado. Todo se torna ensoñación. Dejar caer la pantallita, se siente ardiendo. El calor intenso y sorpresivo le sale desde dentro del cuerpo, la temperatura profundamente tropical de la piel y del espíritu se mezclan. Sus ojos tardan en acostumbrase. En cuanto lo hacen, Alejandra comienza a correr.

Kirchnerismo intuitivo

por Diego Valeriano

La política discute por arriba, pero las cosas genuinas pasan por los de abajo. Sin lugar a dudas el infinito aumento de consumo de los sectores populares ha reconfigurado de manera absoluta los modos de cómo intentar gobernar a las poblaciones. El kirchnerismo ha intuido como nadie esto y sus cuadros más avezados ensayan su mejor gestión.
Se inyecta guita por abajo, amen de enfriar por arriba. Se tiene la ilusión de que lo principal es discurrir sobre las cosas y que a las cosas se las conoce cuanto más se habla de ellas. Pero sólo se comprende lo que puede reinventarse, lo que puede entreverse. La intuición intenta reencontrar un movimiento y un ritmo en el que se descomponen las relaciones, revivir la evolución creadora insertándose en ella un poco de casualidad.
En esta década la vieja gobernabilidad, aquella que producía exclusión social y desamparados de la forma tradicional en que aun se sigue observando, fue destruida desde abajo por las vidas runflas. El kirchnerismo, primero – de mejor manera- y el primer cristinismo, después, surfearon de manera bastante exitosa esta nueva realidad.  Esto es vivencia diaria para la inmensa población de la periferia.
Una fuerza desde afuera arrasa lo que hasta ahora entendíamos. Esta fuerza que destruye la organización tradicional capitalista vino justamente a fortalecer al capitalismo. Lo ensanchó, lo ensució, lo volvió vital y singular. Centro y periferia disputan formas y estilos. La transfiguración de los territorios se aceleró hasta volverlos incomprensibles, inabarcables, inmensos. De tan anchos entran todos y continúa la aceleración. Siempre desde abajo, hay una guerra por el consumo. Se trata de la fase nueva y superior del capitalismo, de raigambre popular y voraz.
Esta guerra es parte de un proceso en disputa. Algunos interpretan el mismo proceso que lleva al aumento del consumo como base de nuevas dependencias -siempre paga bien ser anticonsumista. Siendo riguroso, estas nuevas dependencias existen. Son nuevas formas inmanentes que sepultaron los valores de antaño. Así y todo, en estos procesos se fortalece una vitalización de los pobres desde el consumo y la violencia.  
Esta guerra, no se va a detener. Va a seguir explotando en cada esquina, en cada diciembre. Sin que nadie tome enemigos. El combatiente dura esencialmente, dura justamente porque elabora sin cesar lo nuevo y porque no hay elaboración sin búsqueda, ni búsqueda sin tanteo. Ni combate sin cálculo. Las batallas de este proceso de liberación son cotidianas y feroces. La confrontación crónica de los pobres con el aparato represivo estatal (y privado) va en aumento y, por lo que se avizora, no va a haber tregua alguna. La disputa es extendida y no se queda donde los militantes quisieran: va más allá. Destroza análisis y confianzas hasta llegar a lo personal. Advertir lo que puede el consumo es poner  a prueba la vida frente a lo que se vive como extraño.

La liberación del consumo

por Oscar Monti



“Por lejos que hayan descendido los geólogos en las profundidades de la Tierra, no han encontrado más que estrato sobre estrato. Pues hasta su eje, el mundo no es más que superficies superpuestas y estratos superpuestos. A costa de inmensos esfuerzos nos abrimos un camino subterráneo en la pirámide; a costa de horribles tanteos a ciegas, llegamos a la cámara central; con gran alegría vislumbramos el sarcófago; pero levantamos la tapa -¡y no hay nadie!- el alma del hombre es un vacío inmenso y aterrador.
¡Es seguramente en el río del mundo exterior que nadan la tenca y la perca dorada!”
Herman Melville
Desde hace tiempo el audaz animal que es Diego Valeriano viene asolando con sus tesis -disparatadas y/o/por exactas- la parsimonia habitual de este blog. Una de ellas llamó poderosamente mi atención, y de paso me sacó del letargo que la vejez otorga como un salvoconducto hacia la muerte: el consumo libera. Y no solo pronunció la tesis, sino que la señaló como tendencia del presente, fase superior de la época y de sus personajes, fuera de toda moral y juicio, en su desnudez.

El eslogan, jingle o axioma de Valeriano no es de por sí original, más bien es un robo a mano armada a la verba de nuestra presidenta, quien fue una de las primeras (junto a Néstor claro está) en detectar el vínculo indisoluble entre consumoy liberación. Millones de autos, de celulares, de splits, de militantes y de votantes así lo confirmaban. Pero veamos uno poco más de cerca que hay detrás de esto.

Es obvia la provocación, y no por obvia menos potente, pero hay que decirlo, su cinismo no es liberal, no es un festejo del acto libre de consumir, no es “soy libre ergo consumo” sino “consumo ergo soy libre”, o más bien me libero a través del consumo. Por tanto ahuyentemos de entrada la habitual reacción instintiva, que más que instinto denota estupidez, de los izquierdistas, sean kirchneristas o no. No digamos que Valeriano “le hace el juego a la derecha”… No, no, sus dardos parecen ir para otro lado…

Un amigo intelectual, al que le conté la ocurrencia, y amparado en el sólido arsenal de su racionalidad filo-marxista (con una pizca de new age, claro está), la rebatió de inmediato: “¿de qué nos libera el consumo?, ¿cómo puede el consumo liberarnos si justamente trama un vínculo de dependencia con los objetos, y por su intermedio con otros seres, y nos aliena de nuestra propia esencia, de nuestras cualidades humanas”. “Incluso un peronista, me dijo, es decir un librepensador, es decir un ente que no piensa, podrá percibir la diferencia entre, y cito textual ‘que un negro tenga ahora heladera, coche y televisor’, y ‘que se haya cumplido el sueño de la patria liberada’”. 

Nunca me sirvió hablar con él, digo, con mi amigo intelectual, no sé por qué lo sigo viendo… me da un poco de pena… siempre quiere hablar… por eso lo escucho…

Volvamos al asunto. Alguien que no entendía muy bien qué eran los intelectuales, aún cuando alguna vez pudo habérselo confundido con uno, decía que el poder consiste en imponer una tarea cualquiera a una multiplicidad humana cualquiera. En ese sentido, el poder es lo más abstracto del mundo. Por otro lado, decía que el poder no es una forma sino una relación de fuerzas, es la relación de la fuerza con la fuerza. Y en ese sentido es el abstracto más concreto y plural. Ni relación de una fuerza sobre una persona (violencia), ni relación de una fuerza sobre una cosa (trabajo), sino siempre relación de la fuerza con la fuerza. Hay una fuerza que manda y una fuerza que obedece, y ambas son fuerzas, por tanto variables, y no pertenecen ni se encarnan esencialmente en nadie.

Esos dos pensamientos me hicieron pensar (¡milagro!) en la tesis valeriana del consumo liberador. Y pude aclarar un poco más mi sospecha de que el consumo es aquí el consumo desnudo, consumo a secas, más allá de los objetos, bienes o servicios o seres, consumir por consumir como en una fiesta interminable, como se encarga de subrayar el homo-valeriano.

El consumo es la tarea cualquiera que se impone a la multiplicidad humana cualquiera… y agregaría… en un espacio abierto. Ya que la operación de poder también pudo haber funcionado bajo forma de encierro, pero ya no es mayormente así. El poder se ejerce en el espacio abierto. ¿Pero entonces, si se trata de una operación de poder, qué diablos podría tener de liberador? Un primer efecto de liberación, no desdeñable, es lo real. Ver lo real libera. Y sobre todo evitar el lamento por el contenido de lo real. El consumo, en tanto núcleo duro de lo real, libera. Pero sobre todo, localizar uno de los emplazamientos (por definición móviles) de poder permite emplazar focos (también móviles) de resistencia. Poder y resistencia van siempre juntos. No se resiste el consumo, sino que se resiste en el consumo. Se resiste en el real. Eso, si se quiere resistir…

Avanzamos un poco, entonces, el consumo como fuerza desnuda, más allá de todo objeto o ser, fuerza sobre fuerza, acción sobre acción, que induce, disuade, reparte, vuelve probable. Fuerza que envuelve a todos y todas. Por eso me retracto de mi escrito anterior, qué viejo boludo soy, pensaba que el nuevo poder pastoral se basaba en que la pastora velaba individualmente por nosotros, sus ovejitas… No, es la fuerza impersonal la que vela, es la fuerza sobre la fuerza, el consumo como fuerza, nuestro deseo como fuerza, fuerza que manda y obedece, que es “nuestra” sin que nadie llegue nunca a poseerla.

El consumo en su cruda desnudez libera. Y libera en tanto fuerza que da y recibe movimiento, en tanto devela otras fuerzas al intensificarse, en tanto desborda. De allí el temor al negro con plata, como al rolezinho, que progresa y prolifera. Negrus potens. El paso siguiente, en tanto se trata de una fuerza, es pensar su diagrama. Y es todo un programa social. Si los pobres no tienen su diagrama, tendrán su archivo. Archivados como pobres. Pobres con derechos. Pero, en última instancia, el diagrama no puede ser de pobres, ya que se define por su superabundancia. Peliagudo, porque entonces ya no puede ser un programa social.

Se dibujan entonces dos estrategias posibles ya no contra (lo que no sería una estrategia sino un estrato) sino en el poder. La que parece proponer Valeriano es atravesarlo, hundirse allí como quien busca que el torbellino libere una apertura, un resquicio, que “el fuego anuncie otras formas de libertad”. El riesgo es allí no encontrar nada, pues el alma del hombre es un vacío inmenso y aterrador.  La otra estrategia es salirse afuera, al elemento oceánico, donde nadan la tenca y la perca dorada, donde ya no hay estrato (mar molecular). Un afuera que es también un hundirse y atravesar.         


Respiración, conspiración, solidaridad

por Franco Berardi (Bifo)

(en La Sublevación, de Bifo, editado por Hekht en marzo de 2014)


A mitad de los años ochenta participé en una acción del Living Theatre. En una sala bolognesa del viejo teatro de via d’Azeglio que se llamaba La Ribalta, un centenar de personas se reunieron para un mantra colectivo. Emisión de sonidos que se armonizan y se suceden, respiración colectiva que se prolonga en el tiempo gracias a una onda de voz que pasa de boca en boca, de cuerpo a cuerpo. Querría reflexionar aquí sobre el mantra como una forma para la composición del movimiento insurgente.
Consideremos las relaciones sociales desde el punto de vista de la armonía y la desarmonía entre singularidades respiratorias. Organismos que se encuentran, que interactúan en un espacio común. La sabiduría del yoga considera la respiración (prana) como la relación del organismo con el cosmos y el ambiente físico y psíquico circundante.
Los organismos físicos interactúan con el ambiente de la naturaleza, de la ciudad, de la fábrica, del aire que respiran. Los organismos psíquicos interactúan con la infoesfera, el ambiente en el cual circulan los estímulos informativos, físicos, musculares y nerviosos.
En la sociedad del semiocapital se ha ido difundiendo progresivamente la contaminación del aire, del agua y de los alimentos. La producción industrial ha difundido en la atmósfera sustancias contaminantes: bióxido de carbono, partículas atmosféricas, partículas radioactivas de diversos tipos que provocan patologías de la respiración. El asma, la bronquitis, los tumores en las vías respiratorias están en constante aumento en una población expuesta a los efectos de la industrialización masiva.
Pero hay otro tipo de polución que afecta al respirar psíquico del organismo individual y colectivo. Los flujos semióticos que se difunden por la infoesfera del sistema mediático, de la publicidad, de la competencia económica, de las finanzas digitalizadas, provocan efectos de contaminación de la psicoesfera. Provocan, ante todo, distonía y desarmonía de las respiraciones singulares: miedo, ansiedad, pánico y depresión son las manifestaciones patológicas de este tipo de polución.
Intentemos comprender mejor cómo las singularidades se concatenan en el devenir psíquico de la sociedad. Las concatenaciones entre organismos conscientes y sensibles pueden tener carácter conjuntivo. Los seres humanos, en cuanto organismos conscientes y sensibles, se conjugan gracias a su capacidad de interactuar lingüística y sensualmente. La comunicación lingüística es un fenómeno profundamente estudiado y sabemos cómo los medios pueden modificarla, contaminarla, liberarla, enriquecerla, empobrecerla, valorar la creatividad o exaltar el conformismo.
Pero hay otro nivel de concatenación, que es el menos estudiado por los sociólogos de la comunicación: la sensibilidad. La sensibilidad es la capacidad de los seres humanos de comunicar cualquier cosa que no se pueda decir con palabras. Es la disponibilidad de los cuerpos a las caricias, a la compasión entendida como percepción compartida. El organismo colectivo es capaz de conjunción y, por tanto, capaz de afectividad, comprensión sensual y solidaridad social. Los flujos culturales, la música y la poesía, así como las sustancias psicotrópicas de diferente tipo pueden favorecer, obstaculizar o contaminar la capacidad conjuntiva.
La sensibilidad es también la facultad que nos permite entrar en relación con entes que no están hechos de nuestra misma materia, que no hablan nuestra lengua, que no son reducibles a la comunicación de signos discretos, verbales o digitales. La sensibilidad es facultad de sintonía con el rizoma.
1º y 2º Principios de conexión y de heterogeneidad: cualquier punto del rizoma puede ser conectado con cualquier otro (…) En efecto, los agenciamientos colectivos de enunciación funcionan directamente en los agenciamientos maquínicos, y no se puede establecer un corte radical entre los regímenes de signos y sus objetos (…). La orquídea se desterritorializa al formar una imagen, un calco de avispa; pero la avispa se reterritorializa en esa imagen. No obstante, también la avispa se desterritorializa, deviene una pieza del aparato de reproducción de la orquídea al transportar el polen. La avispa y la orquídea hacen rizoma en tanto que heterogéneos. (Deleuze y Guattari, Rizoma)
La avispa y la orquídea no tienen ninguna homogeneidad en el plano ontológico, teleológico, ni tampoco en el plano físico. Pertenecen incluso a dos reinos diversos de la naturaleza. Esto no les impide funcionar conjuntamente. No les impide concatenarse (s’agencer) y dar vida a una cosa que antes no existía, crear una máquina nueva.
Máquina, de hecho, es cualquier concatenación material, considerada desde el punto de vista de su funcionamiento y no desde el punto de vista de su ser. Al grito metafísico que domina la civilización jerarquizada: “¡ser, ser, ser!”, el pensamiento rizomático responde: “¡concatenar, concatenar, concatenar!”. En la concatenación se encuentra el principio del devenir.
Devenir avispa de la orquídea, devenir orquídea de la avispa, asegurando cada uno de esos devenires la desterritorialización de uno de los términos y la reterritorialización del otro, encadenándose y alternándose ambos según una circulación de intensidades que impulsa la desterritorialización cada vez más lejos. No hay imitación ni semejanza, sino surgimiento, a partir de dos series heterogéneas, de una línea de fuga compuesta de un rizoma común que ya no puede ser atribuido ni sometido a significante alguno. (…) Evolución aparalela de dos seres que no tienen absolutamente nada que ver el uno con el otro. (Deleuze y Guattari, Rizoma)
Conjunción y conexión
La conjunción no es, sin embargo, la única modalidad de concatenación. Junto a ella se ha desarrollado una forma de concatenación de tipo recombinante, conectiva, discreta, operacional: la conexión. La conexión es la interoperatividad funcional de organismos reducidos a segmentos lingüísticos compatibles.
La difusión de la modalidad conectiva en la vida social produce las condiciones de un cambio antropológico del cual no distinguimos aún plenamente los contornos. Este cambio implica una mutación del organismo consciente: para que el organismo consciente pueda hacerse compatible con el ambiente conectivo es necesaria una reformulación del sistema cognitivo.
Los organismos conscientes y sensibles están sometidos a un proceso de mutación que abarca las modalidades de la atención, la elaboración, la decisión y la expresión. La tecnología recombinante de la Red global provoca una aceleración de los flujos informativos y una potenciación de las capacidades de concatenación conectiva. Pero al mismo tiempo esto parece producir un embotamiento de las facultades conjuntivas de la cognición humana. La facultad conjuntiva esencial, que es la sensibilidad y la expansión de la modalidad conectiva en la psicoesfera, produce efectos de tipo patógeno sobre la esfera de la sensibilidad.
La primera generación conectiva, la primera generación de humanos que aprende más palabras de una máquina que de la madre, tiene comportamientos que no se pueden reducir a los conflictos intergeneracionales del pasado. Para comprender el cambio antropológico en curso debemos profundizar en el significado y la diferencia entre conjunción y conexión.
La conjunción es devenir otro, mientras que en la conexión cada elemento permanece distinto e interactúa solo funcionalmente. Uniéndose conjuntivamente las singularidades se modifican, se vuelven otra cosa distinta de lo que eran antes de su unión. El amor cambia al amante y la combinación de signos a-significantes permite la emergencia de un significado que no existía antes. En cambio, la conexión no implica una fusión de los segmentos sino un simple efecto de funcionalidad maquínica; ella presupone la compatibilidad de los segmentos semióticos que entran en relación. Para que los segmentos puedan conectarse, deben ser compatibles e interoperables.
La red digital se extiende mediante la progresiva reducción de un número creciente de elementos a un formato, un estándar, un código, que hace compatibles a los distintos elementos. Los segmentos que entran en este rizoma pertenecen a los diferentes reinos de la naturaleza: segmentos electrónicos, semióticos, maquínicos, biológicos, psíquicos; circuitos de fibra óptica, abstracciones matemáticas, ondas electromagnéticas, ojos humanos, neuronas y sinapsis. El proceso de compatibilización atraviesa campos heterogéneos del ser plegándolos al principio de conectividad.
El proceso de mutación que se desarrolla en nuestra época está centrado en el cambio de la conjunción a la conexión como paradigma del intercambio entre organismos conscientes. El factor impulsor de dicha mutación es la inserción de lo electrónico en lo orgánico, la proliferación de dispositivos artificiales en el cuerpo, en la comunicación, en la sociedad. El efecto es la transformación de la relación entre conciencia y sensibilidad, la progresiva desensibilización del intercambio de signos.
La conjunción es encuentro y fusión de formas redondeadas, regulares, que se insinúan de forma imprecisa, irrepetible, imperfecta, continua. La conexión es interacción puntual y repetible de funciones algorítmicas, de líneas red y de puntos que se solapan perfectamente, se insertan y separan según modalidades discretas de interacción. Modalidades discretas que hacen compatibles entre sí a las diversas partes según estándares predeterminados.
La digitalización de los procesos comunicativos induce una especie de desensibilización a la curva, a los procesos continuos de lenta transformación, y una especie de sensibilización al código, a los fulminantes cambios de estado, a las sucesiones de signos discretos.
En la esfera de la conjunción, la interpretación sigue criterios de tipo semántico. El otro que entra en conjunción envía señales de las cuales se debe entender el significado, extrayéndole, si es necesario, la intención, el contexto, el matiz y lo no dicho.
En la esfera de la conexión, el criterio de interpretación es puramente sintáctico. En las conexiones el intérprete debe reconocer una secuencia y debe estar en posición de cumplir la operación prevista por la Sintaxis General (o programa operativo) y no debe haber márgenes de ambigüedad en el intercambio de mensajes, ni la intención puede manifestarse mediante matices.
La progresiva traducción de las diferencias semánticas en diferencias sintácticas es el proceso que, a partir del racionalismo científico y del neopositivismo lógico, ha abierto la puerta a la cibernética haciendo posible la creación de una red digital.
Pero cuando la sustitución del criterio sintáctico por el criterio semántico de interpretación se extiende de los dispositivos lógicos a los organismos, se verifica una mutación cognitiva y psíquica. La mutación produce efectos dolorosos en el organismo consciente y estos efectos se pueden interpretar con las categorías de la psicopatología: dislexia, ansiedad, apatía, pánico y depresión.
La descripción psicopatológica no recoge el núcleo profundo de la cuestión, porque asistimos al esfuerzo de adecuación del organismo consciente a un ambiente mutado. Un reajuste del sistema cognitivo al ambiente tecnocomunicativo que trae consigo patologías de la esfera psíquica y de las relaciones sociales.
Para generar la interfaces eficaces en el ambiente conectivo, el organismo consciente inhibe progresivamente aquello que llamamos sensibilidad. En esto consiste la reformulación cognitiva en curso. Sensibilidad, es decir, la habilidad que permite a los humanos interpretar signos no verbales y no verbalizables, comprender aquello que no puede ser expresado en formas sintácticamente finitas.
Esta competencia puede revelarse inútil, e incluso dañina, en un sistema integrado de tipo conectivo. La sensibilidad ralentiza los procedimientos interpretativos, los vuelve aleatorios, ambiguos, reduce la eficiencia competitiva del agente semiótico.
La dimensión ética donde se vuelve posible la elección voluntaria del actuar, también se encuentra involucrada en la reformulación del sistema cognitivo. Religiosos, sociólogos y políticos lamentan una suerte de inestabilidad ética, de indiferencia en el comportamiento de las nuevas generaciones. Muchos lamentan el declive de los valores ideológicos o del vínculo comunitario. Pero, para entender las perturbaciones que sacuden tanto la esfera ética como la política, hace falta dirigir la atención hacia la estética. Yo diría que la parálisis ética, la incapacidad de gobernar éticamente la vida individual y colectiva, proviene de una perturbación de la estesia, es decir, de la percepción del otro y de uno mismo.
Composición y recombinación
La concatenación social puede tener carácter conjuntivo y carácter conectivo. La modalidad conjuntiva hace posible la composición, mientras que la modalidad conectiva requiere compatibilidad, no composición.
La composición se manifiesta como fenómeno de respiración común: conspiración. Cuando la compatibilidad conectiva o recombinante funcional aventaja a la componibilidad conjuntiva, el organismo social se vuelve rígido, frágil.
La solidaridad social no es un valor moral o ideológico: depende de la continuidad de la relación entre individuos en el tiempo y el espacio. La percepción de la continuidad del cuerpo propio en el cuerpo de los otros, la percepción de la coherencia de mi interés con tu interés constituye la base material de la solidaridad.
La conspiración comunista fue la energía que permitió la solidaridad del cuerpo social de la clase obrera industrial. Pero a partir de los años ochenta se puso en marcha un proceso de verdadera y auténtica disgregación de la composición social obrera: la precarización fue el motor de la desolidarización. La virtualización ha sido el factor complementario: la precarización realiza la destrucción de la coherencia de los intereses en el campo del trabajo y la virtualización realiza la fragmentación de la continuidad territorial de los cuerpos.
La respiración colectiva está fragmentada, individualizada, sometida a los ritmos cada vez más veloces de la máquina virtual, y este proceso es paralelo y complementario a la fragmentación y fractalización del sistema del capital mismo. El capital financiero es capital ya sin territorio, constante recombinación de fragmentos virtuales de propiedad abstracta.
Gracias a la introducción del principio conectivo como modelo dominante de la comunicación, los organismos pierden su componibilidad sólida para reformatearse según un modelo de combinabilidad impersonal.
Es  así como se realiza la desarmonización de la comunicación social que se manifiesta con verdaderas y auténticas distonias neurovegetativas del organismo colectivo: patologías de la relación, desempatía. La sexualidad del cuerpo fractalizado se manifiesta de forma pavorosa, el deseo se dirige a la vez hacia incontables objetos virtuales, en una orgia frígida que encuentra en la pornografía su forma más adecuada.
Los cuerpos se perciben como intercambiables, el pelo debe desaparecer de las superficies epidérmicas. Época lampiña, pensamiento liso. La cohabitación se percibe como invasión desarmónica del espacio recíproco.Las capacidades de hacer cuerpo colectivo que pertenecen al movimiento se vuelven episódicas, frágiles.




– Ir a «La sublevación como teoría política del cuerpo«, de Diego Sztulwark, prólogo del libro.

– Ir a «Facebook o laimposibilidad de la amistad«, de Bifo, editado en La sublevación, Hekht 2014.

Facebook o la imposibilidad de la amistad

por Franco Berardi (Bifo)

(en La Sublevación, de Bifo, editado por Hekht en marzo de 2014)


Al dedicar a Zuckerberg su famosa portada, Time[1]captó el núcleo profundo de la condición juvenil contemporánea, en la que solo un improbable éxito financiero puede ofrecer una salida al sufrimiento psíquico y material.

Capitalismo financiero y trabajo precario, soledad y sufrimiento, atrofia de la empatía y de la sensibilidad, imposibilidad de la amistad y la solidaridad, tales son los temas que emergen en la película de David Fincher, La red social. La película cuenta la historia de la creación y primera fase del lanzamiento de Facebook: una odisea en la época del semiocapitalismo financiero y, al mismo tiempo, una evolución decisiva para Internet. Pero en la película la atención también se centra en las implicaciones psíquicas, a causa de la aceleración e intensificación derivadas del auge de la banda ancha.
Amor, amistad, afecto; toda la esfera de las emociones se enfrenta a los cambios de ritmo de la infoesfera que rodea a la primera generación que aprendió más palabras de una máquina que de su madre.
Aunque algunos detalles biográficos (como el final de una historia de amor narrada en la primera escena de la película) no sean necesariamente verdaderos a diferencia de la narración de los primeros pasos de Facebook y los sucesivos conflictos legales, la ficción narrativa es útil para una plena comprensión de la mutación psíquica y relacional que conlleva la vida social de la fuerza de trabajo cognitiva. El personaje principal de la historia, Mark Zuckerberg, el joven que ha lanzado al mercado virtual la red social, podría obviamente ser descrito como un ganador: es el millonario más joven del mundo, propietario de una compañía que en pocos años se convirtió en la web más importante del mundo y tiene quinientos millones de usuarios. Y aún así es difícil ver en él a una persona feliz, y la película lo describe como un perdedor en el plano psíquico y humano. La amistad parece algo imposible para él, hasta el punto en que se puede suponer que el éxito de su web se debe a la sustitución artificial de la amistad y del amor por protocolos estandarizados.
Quizás justo porque su experiencia existencial lo ha convertido en un experto en el sufrimiento, la alienación contemporánea se manifiesta perfectamente en la creación de Zuckerberg: Facebook.
El deseo se desplaza desde el contacto físico hasta el territorio abstracto de la seducción simulada en el espacio infinito de la imagen. La extensión ilimitada de la imaginación (descarnada) lleva la experiencia erótica hacia lo virtual, a la huida infinita de un objeto a otro. Valor, dinero, excitación financiera, son la formas perfectas del deseo transformado en virtual. La movilización permanente de las energías psíquicas en la esfera económica es causa y efecto de la “virtualización” del contacto. La palabra misma “contacto” significa exactamente lo contrario de lo que significa: no ya percepción epidérmica de la presencia sensual del otro, sino intencionalidad puramente intelectual. La virtualización del deseo provoca un efecto patógeno de debilitamiento de la solidaridad social y del sentimiento de empatía.
Infelicidad existencial y éxito comercial son las dos caras del mismo fenómeno. Zuckerberg parece tan hábil en la interpretación de las insatisfechas necesidades psíquicas de su generación porque la soledad y la frustración afectiva son una característica inherente al proceso mismo de creación de la empresa. El genio de Zuckerberg parece revelarse sobre todo en la habilidad para sacar provecho de la energía de la masa y del sufrimiento colectivo: la energía que proviene del lado oscuro de la multitud.
La idea originaria de la web no es de Zuckerberg como se supo tras los juicios que lo obligaron a pagar grandes sumas de dinero (pero mínimas respecto del valor que los mercados atribuyen hoy en día a Facebook). La idea le había sido sugerida por dos ricos gemelos de Harvard que querían contratarlo como programador. Zuckerberg fingió trabajar para realizar su proyecto y creó una web que, si bien parte de la idea de los gemelos, tiene una potencia comunicativa mucho mayor, justamente porque se inserta en las necesidades psíquicas producidas por la alienación de masas. ¿Quiere esto decir que el programador les robó algo a aquellos que lo querían contratar? Sí y no. En efecto, en la red es imposible distinguir claramente los diferentes momentos del proceso de valorización: la fuerza productiva de la red es colectiva mientras que las ganancias son privadas. Aquí se encuentra la insuperable contradicción entre colectividad produciendo en red y la apropiación privada de lo producido, que mina las bases del edificio del semiocapital y que Fincher describe a su manera.
La película propone también una visión del trabajo en la época de la precariedad. La palabra “precario” significa aleatorio, incierto, inestable, y no se refiere solamente a la incertidumbre de las relaciones de trabajo, sino también a la fragmentación del tiempo y a la incesante desterritorialización de los factores de producción social. Ni el trabajo ni el capital tienen ya una relación estable con el territorio y la comunidad. El capital fluye por los circuitos financieros mientras que la empresa no se basa ya en la producción y la posesión de los bienes materiales, sino en símbolos, ideas, información e intercambios lingüísticos.
Esto significa que la empresa ya no está ligada al territorio y que al proceso de trabajo no se basa en la copresencia cotidiana de una comunidad de trabajadores. El proceso de trabajo se convierte en una recombinación continua de fragmentos de tiempo conectados a la red global. Los trabajadores se encuentran cada día en el mismo lugar, pero permanecen solos en sus cubículos hiperconectados, contestando los pedidos de las empresas para las que trabajan o consumen. El capitalista no se encuentra ya empeñado en firmar un contrato para poder explotar la energía productiva del trabajador durante toda su vida, en definitiva ya no compra la entera disponibilidad del trabajador, sino que sencillamente compra un fragmento de tiempo disponible, que podemos definir como tiempo fractal, en cuanto es compatible con los protocolos de interactividad y combinable con otros fragmentos de tiempo.
El trabajador industrial desarrollaba un sentimiento de solidaridad con sus compañeros porque los reconocía como miembros de su comunidad existencial y porque compartía sus intereses, mientras que el trabajador cognitivo en red está solo y es incapaz de solidarizarse porque cada uno está obligado a competir en el mercado de trabajo y en la carrera constante por las oportunidades de un salario precario.
Este tipo de soledad y de miseria psíquica no caracteriza solamente la vida del trabajador, sino también la del emprendedor, porque desde el punto de vista laboral la frontera que separa trabajo y empresa es confusa, indefinida. Si bien la renta de un trabajador es cien (o quinientas) veces inferior a la renta del emprendedor, el modo en que Mark Zuckerberg vive su jornada de trabajo no es muy diferente del modo en que la viven sus asalariados. Todos ellos se sientan delante del ordenador y escriben con el teclado. La miseria existencial los une.
Zuckerberg tiene un solo amigo al principio de la película, Eduardo Saverin, quien por diecinueve mil dólares, acepta convertirse en inversor de la empresa. Saverin cree que la amistad lo protege de las feas sorpresas que la competencia normalmente le reserva a los que se mueven en los círculos del capitalismo financiero. Pero rápidamente vemos que se trata de la imposibilidad de la amistad en una condición de abstracción virtual y de la imposibilidad de construir solidaridad cuando la vida se transforma en un contenedor abstracto de fragmentos de tiempo en competencia. 

– Ir a «La sublevación como teoría política del cuerpo«, de Diego Sztulwark, prólogo de La sublevación.

– Ir a «Respiración, conspiración, solidaridad«, de Bifo, editado en La sublevación.

[1]Zuckerberg fue tapa de la revista Time el 15 de Diciembre de 2010 cuando se lo llamó “El personaje del año 2010”. Ver: http://content.time.com/time/specials/packages/article/0,28804,2036683_2037183,00.html

Ingreso al consumo, pura prepotencia emancipadora

por Diego Valeriano


El ingreso al consumo es una acción de pura prepotencia emancipadora.

De imbécil y potente que es, darnos cuenta que el consumo liberava convirtiéndose en jingle post veraniego. Las cientos de batallas que se fueron moviendo de diciembre hasta acá -y las por venir- son su suave confirmación. Esta “intuición” no es una provocación ni mucho menos: que algo nos estalle en la cara no puede serlo. Un estallido en la cara es algo concreto y real. Sorpresivo, pero real. Y lo real es la fuerza que libera.

El consumo tiene la fuerza de provocarnos obrar en libertad. De perseguirla sin quererlo, de constituir acciones de puro reflejo en donde nos movemos de tal manera que no estamos ni sujetos, ni impedidos al deseo. El ingreso al consumo es una acción de pura prepotencia emancipadora. Vulgar y sin moral alguna. No soy libre porque consumo, ni mucho menos consumo, soy libre.

El consumo libera es una verdad colectiva y real. Es principalmente territorial. Surge desde y se ancla en las periferias. Sostiene al capitalismo, destruyendo todo hasta dejar solo lo que ya nos resulta indivisible. Y así lo vuelve más robusto, concreto, periférico y menos reglado.

Se provoca un desborde, un estallido, una fuerza que va arrasando convenciones obsoletas. Momentos de liberación. Acción y reacción. Vida, violencia, muerte, verdad, experimentación y goce. Una nueva voracidad crece embrionariamente. Incontrolable, nueva, inentendible.

Esta verdad del movimiento fortalece una vitalización de las periferias. Se rompe el eje centro / periferia por la metamorfosis continua de los territorios hasta que se vuelven incomprensibles, inabarcables, irracionalizables, Ingobernables y profundamente abundantes.

Joel no sabe que significa un adulto. Solo cree que es lo que sus cuerpos puedan. Sabe muy pocas cosas. Es poseedor de una comprensión proclive a interesarse por lo real. Por absorber lo real y actuar según sus inmediatos deseos.

¿Cuántas gaseosas se pueden tomar en un día?

por Diego Valeriano


El Joel no sabe que significa un adulto. Solo cree que es lo que sus cuerpos puedan. Sabe lo que es la capacidad de obrar. Además de eso, sabe muy pocas cosas. Es poseedor de una comprensión proclive a interesarse por lo real. Por absorber lo real y actuar según sus inmediatos deseos.

¿Cuántas gaseosas se puede tomar en un día? Joel desorienta a las estadísticas de puro voraz que es. También va a la escuela (¿primero o segundo?), padre adolescente, una causa, CUIL, dos planes, una Honda 100. Los mensajes urgentes y simples del futuro lo empujan al presente. Joel sabe (ellos saben) que la transformación de los modos de vida en los últimos diez años los colocó en una posición ambigua: imposible de ser mejor y, a su vez, mortal. Hacedores y víctimas. Poderosos y frágiles. Es decir, con la ambigüedad propia de un proceso de liberación que es puro presente.

Lo bueno de las vidas runflas es que no se cuidan con las palabras. No ensayan justificaciones, no cuidan los modos. Van. Solo van en ese proceso absurdo y profundo. Van en moto, como insinuó la Presidenta. Un ruido insoportable acompaña la emancipación. Lejos, muy lejos de las estéticas de antaño. De tan real que es la liberación, se escapa de las explicaciones posibles, de las palabras morales, de las rimas necesarias.

¿Qué institución modera al Joel? Fuerza sobre fuerza, acción sobre acción, que induce, disuade, vuelve probable; detona. ¿Qué consigna es capaz de atrapar algo que estalla en la cara? El consumo libera, insinúan Joel y Mati cuando entran a capital por la Rivadavia en la Honda 100, cuando se cagan a piedrazos con la policía, cuando se arruinan en Chacarita, cuando acosan a una pibita en el barrio, cuando verduguean al boliviano que abre la verdulería a las cinco, cuando no aceptan esperar absolutamente nada; cuando solo obedecen a su voracidad (y le hacen otra Coca, la quinta sexta del día, al Chino). 

Notas y apuntes para una falsa novela de la década. Los que la sostuvimos y sostuvieron

por Juan Manuel Sodo
 

Sostenimiento de la década I: Generaciones
“Gorila”, “Liberación”, “Soldado de”… Co-problemáticos nuestros hablando como con bigotes, la mirada fría, el rictus duro de persecuta, la voz que se separa del cuerpo y se va, se va, se aleja en el tiempo, y vuelve, en blanco y negro. ¿Y habla con quién?
¿Nos nos subjetivamos (políticamente, ojo: no clínicamente; psicólogos abstenerse), entre otras cosas, a medida que nos vamos despegando de la lengua materna? Lo generacional es político. El único enunciado que vale es el enunciado que te toca. ¿Cómo elaborar una juventud ni nostálgica ni vieja?
Soldado de. ¿La soldadesca no se basa, por ejemplo, en obedecer? ¿Quién, nacido después de Malvinas, que haya tenido el raro de privilegio de pasar por los 12 años de sistema educativo formal y el de trabajar alguna vez en relación de dependencia, querría seguir obedeciendo?
Los campos semánticos de la década. Imágenes y lenguas.
Sostenimiento de la década II: Los que hoy tenemos entre 30 y 40
Memoria auditiva urbana generacional de la época; capas, restos, caja negra. Algo de lo que hemos dicho en estos diez años:
1. Nos vamos a Bahía en abril. Sacamos los aéreos en noviembre, con la tarjeta.
2. Hoy no puedo: tengo clase de canto y de ahí me voy para yoga
3. ¿No te presentas a posdoc este año?
4. Vi la última de Tarantino. Lo que más me gustó es la estetización de la violencia.
5. ¿Alguien sabe de algún PH en alquiler?
6. Son flores. De la terraza de un amigo.
7. Me voy el finde largo a Entre Ríos. ¿No me cuidas el gato?
8. El sábado estrenamos la obra. ¡Vengan!
9. La verdad que lo único bueno de Macri fue el tema de las bicisendas
10. No puedo, estoy con la tesis
11. Conseguimos un subsidio del Ministerio para ir a dar unos cursos sobre diversidad y género a Formosa.
12. El viernes toca Onda Vaga. Si querés nos encontramos ahí. Yo voy directo después de taller literario.
13. Ando a full con las ensaladas: el otro día me hice una de rúcula, huevo, queso parmesano, pepino y zanahoria.
14. Me publicaron esta crónica en Anfibia.
15. Estoy haciendo la Maestría en Memoria. 
16. A la tarde no puedo. Van a venir a poner el aire acondicionado y tengo que mandar unos sumarios a ver si sale alguna colaboración.
17. Son unas becas para hacer el Doctorado en Derechos Humanos en la UNLA.
18. ¡Ya nos entregaron el auto! ¡Podemos ir a ver al Indio a Mendoza!
19. En twitter leí que a Cristina y a los de La Cámpora les cayó muy mal el informe de Lanata.
20. Hoy laburo conectada desde casa porque Itza, la chica que lo cuida a Nahuel está enferma y no viene.
21. Me colgué y debo como una luca y media de monotributo.
22. ¿No tenés ningún amigo para Flor?
23. Una amiga entró a trabajar en un Programa en Desarrollo Social.
24. Pegamos ácido.
Sostenimiento de la década III: Sojeros
1. Viajaron mucho a Dubai comprando paquetes en agencias de turismo de Casilda.
2. Compraron departamentos a estrenar en la ciudad para cuando los hijos fueran a estudiar kinesiología a la UAI.
3. Fueron a ver Argentina-Brasil por eliminatorias en el 2009 a la cancha de Central y lo esperaron a Messi a la salida del vestuario.
4. Las mujeres se hicieron las tetas y empezaron a incursionar en la trampa con los maridos de sus amigas del pueblo.
5. Fueron a muchas cenas-show los sábados al Casino de Victoria.
6. Los hombres consiguieron el teléfono de Jesica Cirio.
7. Compraron una 4X4 para remolcar la 4X4 que se les quedó empantanada en el campo. Esa también se les quedó empantanada y entonces compraron una tercera 4X4.
8. Fueron a Esperanto y tienen la foto con el Ogro Fabiani.
9. En Rafaela compraron paquetes all inclusive para Isla Margarita. Se quedaron siempre en la sombra.
10. Fueron al Showcase a ver la última de Darín. Está muy bien hecha, dijeron.
11. Le hicieron paro a La Cristina y a toda esa manga de negros vagos de la ciudad. Se auto-convocaron por el blackberri. Después la votaron en secreto.
12. En las despedidas de soltero llamaron putas y se filmaron
13. Para el cumpleaños de uno, los varones comieron un asado, se bajaron varios cajones de Quilmes y terminaron haciéndole bromas pesadas al cumpleañero. Al final le metieron un pepino en el culo. Y lo filmaron.
14. Compraron paquetes turísticos de La Doce para ir a ver a Boca a Brasil por la Libertadores. Se aprendieron los cantitos. Dijeron haberlo visto al Rafa Dizeo.
15. Engancharon en un fin de semana largo un partido de Las Leonas y la largada del Dakar.
16. Se juntaron para el día del amigo en las pizzerías de la Avenida Pellegrini en Rosario. Se quejaron de los precios.
Sostenimiento de la década IV: Leyes
1. Derogación de indultos y (re)apertura de Juicios
2. Reforma del sistema previsional
3. Matrimonio igualitario
4. Ley de identidad de género
5. Ley de educación nacional
6. Asignación universal por hijo
7. Reforma del sistema judicial
8. Voto joven
9. Muerte digna
10. Ley de medios
Sostenimiento de la década V: Límites
>>> El racismo como límite de toda política progresista: los cuerpos-pibes y sus muertes por abuso y arbitrariedad policial; los cuerpos-ancestrales y sus muertes por desmonte, contaminación y desforestación de tierras a manos de neo-extractivistas, especuladores inmobiliarios y sojeros.
>>> La moral ciudadana, el abstraccionismo jergoso y la solemnidad culposa como límite de todo discurso militante.
Sostenimiento de la década VI: periodistas jóvenes progresistas.
1. No hay inflación. Lo que hay son medios monopólicos fogoneando el tema de la inflación.
2. Si toda esta gente que se manifestó está disconforme con el gobierno nacional, que armen un partido, encuentren un representante y se presenten a elecciones. Esas son las reglas de juego de la democracia. Le guste a quien le guste.
3. Darío Santillán y Maximiliano Kosteki eran militantes de los movimientos sociales que surgieron con la crisis del 2001. Hoy por suerte tenemos un montón de pibes que se han sumado a la política. Que saben que desde una organización van a tener mayor posibilidad de transformar la realidad.
4. Muy recomendable la nota del domingo de Mario Wainfeld.
5. Son los llamados ni-ni: los jóvenes que no estudian ni trabajan.
6. Lo dijo el Papa Francisco en su último discurso en el Vaticano.
7. Muy interesante la entrevista que le hizo a la Presidenta el periodista Jorge Rial.
8. Hay muchas quejas con respecto al funcionamiento de los servicios. Los trenes. La energía. Es indudable que falta mucho por hacer, porque la herencia del neoliberalismo de los noventa no se arregla tan fácilmente. Pero también hay que pensar que ahora los trenes están llenos porque la gente tiene trabajo, y que la energía eléctrica colapsa porque hay mayor capacidad de consumo. No nos olvidemos lo que era el país en el 2001.
9. Las tomas de tierras se podrían evitar si los que tienen los instrumentos legales para actuar lo hicieran a tiempo.
Sostenimiento de la década VII: Los pibes silvestres + El consumo libera

(Ver textos de Colectivo Juguetes Perdidos y de Diego Valeriano en Lobo Suelto)

Del ejercicio de la violencia a la cocina gourmet

por Ricardo “Patán” Ragendorfer

Por cuenta del grupo fascista Ordine Nuovo,  cometió el atentado terrorista más cruento de la Italia de posguerra. Escapó a la Argentina, donde triunfaría en el rubro gastronómico. Ahora, una película italiana relata su saga de terror.
La película Romanzo di una strage (Novela de una matanza), realizada por Marco Tulio Giordano en 2012, reconstruye uno de los hechos más dramáticos de la post guerra italiana: la matanza de Piazza Fontana, ocurrida en la mañana del 12 de diciembre de 1969, al explotar una bomba en el hall principal de la Banca Nazionalle della Agricuoltura, en Milán, con un saldo de 16 muertos y 102 heridos. La cinta no soslaya el empeño del gobierno presidido por Giuseppe Saragat en vincular a la izquierda extraparlamentaria con el atentado. De hecho, uno de sus referentes, Giuseppe Pinelli, fue silenciado para siempre, al caer por la ventana de la oficina del jefe de la pesquisa, comisario Luigi Calabresi. A raíz de ello, Darío Fo estrenó en 1970 la obra Muerte accidental de un anarquista. Los autores del ataque pertenecían en realidad a una célula de Ordine Nuovo, encabezada por dos jóvenes promesas del fascismo: Franco Freda y Giovanni Ventura. 
Romanzo di una strage fue exhibida por única vez en Buenos Aires el 8 de diciembre de 2012, durante el 2º Festival de Cine Italiano (BACI). Luego, no se la estrenó en el circuito comercial. Una lástima, dado que Ventura –quien en la película es interpretado por Denis Fasolo– no fue alguien ajeno a esta ciudad. Establecido desde fines de los ’70 en Argentina –con la cobertura de la logia Propaganda Due–, se convirtió, primero, en un sinuoso merodeador de ciertos grupos de la izquierda local, sin dejar de reportar a servicios de inteligencia tanto italianos como nacionales; después, adquiriría celebridad en un rubro impensado: la gastronomía. Y cómo cara visible del restaurante Filò, ese frío terrorista parecía, simplemente, un pintoresco personaje de la noche porteña. Su historia bien vale ser refrescada.
EL ITALIANO IMPASIBLE
El 4 de febrero de 1989, uno de los editores de la revista El Porteño ocupaba una mesa del bar Ramos, junto a un ventanal abierto sobre la calle Rodríguez Peña. En eso, se asomó un empleado de la librería Gandhi que se llamaba Nicolás, y dijo: «Tengo que hablar con vos.» Luego, agregó: «Es sobre un amigo.» Y tras una pausa, revelaría su identidad: Giovanni Ventura.
A pocos metros, alguien observaba la escena; se trataba de un tipo alto, de contextura atlética y cabello castaño.  
Días antes había salido el número 84 de aquella revista con un sumario que incluía un pequeño artículo titulado «La infiltración neofascista en el MTP». Según su letra, el protagonista de tal maniobra era precisamente Ventura. 
Más allá de su pedigree ideológico –y del crimen que se le imputaba en Milán–, el hecho de que justo en ese verano se lo relacionara con el MTP (Movimiento Todos por la Patria) constituía para él un asunto por demás embarazoso, ya que esa organización acababa de sacudir al país con el ataque al Regimiento de Infantería Mecanizado III de La Tablada.
La nota en cuestión estaba firmada por Iaio Fausto; era el seudónimo usado por el corresponsal en Argentina del diario Il Giorno, de Milán, Rubén Oliva, para quien, por cierto, Ventura no era un desconocido.
El periodista le seguía los pasos desde 1979, cuando ese hombre, que por entonces tenía 35 años, fue detectado en Buenos Aires por la Policía Federal, luego de que la Justicia peninsular librara en su contra un pedido de captura internacional por su participación en el bombazo de Piazza Fontana,
Ya se sabe que, después escapar del arresto domiciliario en su residencia de Cattanzaro, reapareció en Argentina. Pero a comienzos de 1980 fue capturado a bordo de un colectivo. Los buenos oficios del abogado Pedro Bianchi –cuya amistad con el almirante Emilio Massera fue notoria–, junto a la influencia ejercida por la logia Propaganda Due en los círculos locales del poder, le evitó el engorroso trámite de ser extraditado a cambio de un módico procesamiento por falsificación de pasaporte. Aún así, permaneció cuatro años y medio en la cárcel de Caseros. En una ocasión, Oliva quiso entrevistarlo allí y, a tal efecto, pidió autorización al director del penal. La respuesta fue: «A Giovanni no le interesa salir en los diarios.» El tipo se comportaba como su agente de prensa. En 1984, el juez federal Nicasio Dibur –célebre por su fervor al jurar por las actas del Proceso– le concedió a Ventura el beneficio de la excarcelación. Y por un tiempo nada se supo de él.
A fines de 1988, Oliva acudió al auditorio de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) para cubrir una conferencia de prensa de la plana mayor del MTP. Grande fue su sorpresa al cruzarse allí con Ventura. El antiguo militante fascista no se despegaba de uno de los expositores del evento: el cura Antonio Puigjané. El italiano parecía su secretario. 
En esa oportunidad, Oliva y Ventura mantuvieron un tenso diálogo.
«Nunca fue fascista. Soy de izquierda», aseguró este, sin que se le moviese un sólo músculo del rostro. Y, a boca de jarro, también vaticinó: «Aquí está por suceder algo muy grave.» Pero sin especificar a lo que se refería. 
Oliva luego supo que Ventura hizo circular la versión de que fue perseguido en su país por haber pertenecido a las Brigadas Rojas; al menos, los del MTP creían eso. El corresponsal, entonces, se encargó de advertirles que no era justamente así. Cuando habló sobre ello con el sacerdote, este asimiló la novedad con una expresión piadosa. Oliva Insistía: «Mire, padre, Ventura no es un brigadista; perteneció al terrorismo negro; era de Ordine Nuovo.» 
Pero Puigjané, tal vez persuadido de la salvación anticipada del alma de ese hombre, no expresó asombro, enojo  ni temor. 
Oliva se despidió de él con un pedido: absoluta reserva de lo hablado.
Al respecto se podría decir que el religioso incurriría en el incumplimiento del secreto de confesión al increpar a Ventura con las siguientes palabras: «¿Es verdad, Giovanni, lo que Rubén Oliva dice de ti?»
La pregunta tomó a Ventura por sorpresa. Sin embargo, con una encomiable elocuencia supo convencer al padre Antonio de su pureza ideológica. Admitió en esa ocasión  haber abrevado durante sus años mozos en el fascismo, antes de evolucionar hacia un pensamiento de izquierda. 
Ese argumento tranquilizó al padre Antonio. Tanto es así que Ventura siguió circulando alegremente entre las filas del MTP.
También solía mostrarse en la librería Gandhi, situada en esa época sobre la calle Montevideo. Allí era adorado por sus contertulios, una fauna variopinta de especímenes progresistas, con los que departía hasta altas horas de la noche sobre tácticas y modos de transitar hacia el socialismo.
Y en alguna velada a fines de 1988, no faltó quien le escuchara decir: «Aquí está por suceder algo muy grave.»
Mientras tanto, Oliva, el primer depositario de aquella frase,  se exprimía el cerebro en su intento por encontrarle algún sentido. 
Ello hasta le preocupaba más que la furia de Ventura hacia él –materializada en advertencias telefónicas y mensajes enviados por terceros–, después de que  este se enterara de lo que el periodista le refirió al padre Antonio.
Lo cierto es que en la mañana del 23 de enero de 1989, el significado de tal enigma vino hacia él como un baldazo de agua fría: ese lunes había sucedido  el ataque a los cuarteles de La Tablada. 
El siguiente paso de Oliva fue publicar su artículo en El Porteño.
EL ESTRATEGA DEL MIEDO 
Ahora, en aquella mesa del bar Ramos, se lo oía al tal Nicolás decir: «Giovanni es un amigo.» A continuación, alegó su hombría de bien, no sin hacer hincapié acerca del enorme perjuicio que en semejante coyuntura ese artículo le ocasionaba. El tipo de cabello castaño seguía observando. Y Nicolás, ya en tono plañidero, insistía con el asunto. Hasta que, de manera súbita, agitó la mano. Entonces, aquella silueta vino hacia la mesa. No era otro que Ventura. 
Su actitud oscilaba entre la ofuscación y la pesadumbre. En aquella ocasión fue pactado su derecho a réplica. Y él quedó en llevar el texto correspondiente a la redacción. Luego, con pasos lentos, se perdió entre la gente. 
Hasta entonces, no mucho se sabía acerca de su vidrioso pasado.  
En resumidas cuentas, durante la década del ’60, Ventura fue en Italia una pieza clave de la llamada «estrategia de la tensión», tal como se denominó a esa compleja trama de acciones y operaciones manipuladas por actores no menos complejos: servicios  de inteligencia, la mafia y organizaciones de ultraderecha, qué a través de la construcción del miedo político pretendían instaurar una remake de la República de Saló. En ese marco, Ventura –nacido a fines de 1944 en Padua e hijo de un antiguo «camisa negra»– despertó a la política en la rama estudiantil del mussoliniano Movimiento Social Italiano (MSI), para luego llegar a las filas de Ordine Nuovo, donde se haría inseparable de otro fascista emblemático de la época: Franco Freda. Su nutrido historial hasta registra contactos con grupos del comunismo extraparlamentario, y con un motivo táctico: consumar una cobertura de extrema izquierda para la provocación. En resumidas cuentas, junto con Freda, llegó a perpetrar unos 22 atentados dinamiteros, a lo que se sumó lo de la Piazza Fontana. Ventura fue por ello arrestado, pero –ya se sabe– huiría a Buenos Aires en vísperas de la sentencia.
Diecinueve años después, su visita a El Porteño estuvo cargada de tensión.  
En su carta, lejos de refutar la nota sobre él, pretendía exculparse hasta de sus travesuras escolares. Por lo tanto, se le hizo saber que esa misiva no sería publicada. Ello derivó en una querella judicial contra la publicación, que Ventura tuvo el tino de retirar antes de que dicho expediente abordara su pasado. 
En los ’90, se lo comenzó a ver en Filò, un restaurante de culto cercano a la Plaza San Martín, frecuentado por yuppies y altos dignatarios del menemismo. Ventura era el anfitrión del lugar. Costaba creer que ese hombre agradable y refinado fuera una figura relevante del fascismo. Y también impresionaba su versatilidad para enmascararse. Tal vez por esa razón, nunca reaccionaba igual cuando alguien aludía su condición de terrorista; a veces, se excusaba con una frase de ocasión; otras, simplemente, reía.  
Ya al concluir la primera década del siglo, Ventura recorría las mesas de su restaurante en silla de ruedas; una esclerosis múltiple devastaba su cuerpo. 
El 6 de agosto de 2010 exhaló su último suspiro.
El destino se había ensañado con su historia.Del ejercicio de la violencia a la cocina gourmet
por Ricardo “Patán” Ragendorfer
Por cuenta del grupo fascista Ordine Nuovo,  cometió el atentado terrorista más cruento de la Italia de posguerra. Escapó a la Argentina, donde triunfaría en el rubro gastronómico. Ahora, una película italiana relata su saga de terror.
La película Romanzo di una strage (Novela de una matanza), realizada por Marco Tulio Giordano en 2012, reconstruye uno de los hechos más dramáticos de la post guerra italiana: la matanza de Piazza Fontana, ocurrida en la mañana del 12 de diciembre de 1969, al explotar una bomba en el hall principal de la Banca Nazionalle della Agricuoltura, en Milán, con un saldo de 16 muertos y 102 heridos. La cinta no soslaya el empeño del gobierno presidido por Giuseppe Saragat en vincular a la izquierda extraparlamentaria con el atentado. De hecho, uno de sus referentes, Giuseppe Pinelli, fue silenciado para siempre, al caer por la ventana de la oficina del jefe de la pesquisa, comisario Luigi Calabresi. A raíz de ello, Darío Fo estrenó en 1970 la obra Muerte accidental de un anarquista. Los autores del ataque pertenecían en realidad a una célula de Ordine Nuovo, encabezada por dos jóvenes promesas del fascismo: Franco Freda y Giovanni Ventura. 
Romanzo di una strage fue exhibida por única vez en Buenos Aires el 8 de diciembre de 2012, durante el 2º Festival de Cine Italiano (BACI). Luego, no se la estrenó en el circuito comercial. Una lástima, dado que Ventura –quien en la película es interpretado por Denis Fasolo– no fue alguien ajeno a esta ciudad. Establecido desde fines de los ’70 en Argentina –con la cobertura de la logia Propaganda Due–, se convirtió, primero, en un sinuoso merodeador de ciertos grupos de la izquierda local, sin dejar de reportar a servicios de inteligencia tanto italianos como nacionales; después, adquiriría celebridad en un rubro impensado: la gastronomía. Y cómo cara visible del restaurante Filò, ese frío terrorista parecía, simplemente, un pintoresco personaje de la noche porteña. Su historia bien vale ser refrescada.
EL ITALIANO IMPASIBLE
El 4 de febrero de 1989, uno de los editores de la revista El Porteño ocupaba una mesa del bar Ramos, junto a un ventanal abierto sobre la calle Rodríguez Peña. En eso, se asomó un empleado de la librería Gandhi que se llamaba Nicolás, y dijo: «Tengo que hablar con vos.» Luego, agregó: «Es sobre un amigo.» Y tras una pausa, revelaría su identidad: Giovanni Ventura.
A pocos metros, alguien observaba la escena; se trataba de un tipo alto, de contextura atlética y cabello castaño.  
Días antes había salido el número 84 de aquella revista con un sumario que incluía un pequeño artículo titulado «La infiltración neofascista en el MTP». Según su letra, el protagonista de tal maniobra era precisamente Ventura. 
Más allá de su pedigree ideológico –y del crimen que se le imputaba en Milán–, el hecho de que justo en ese verano se lo relacionara con el MTP (Movimiento Todos por la Patria) constituía para él un asunto por demás embarazoso, ya que esa organización acababa de sacudir al país con el ataque al Regimiento de Infantería Mecanizado III de La Tablada.
La nota en cuestión estaba firmada por Iaio Fausto; era el seudónimo usado por el corresponsal en Argentina del diario Il Giorno, de Milán, Rubén Oliva, para quien, por cierto, Ventura no era un desconocido.
El periodista le seguía los pasos desde 1979, cuando ese hombre, que por entonces tenía 35 años, fue detectado en Buenos Aires por la Policía Federal, luego de que la Justicia peninsular librara en su contra un pedido de captura internacional por su participación en el bombazo de Piazza Fontana,
Ya se sabe que, después escapar del arresto domiciliario en su residencia de Cattanzaro, reapareció en Argentina. Pero a comienzos de 1980 fue capturado a bordo de un colectivo. Los buenos oficios del abogado Pedro Bianchi –cuya amistad con el almirante Emilio Massera fue notoria–, junto a la influencia ejercida por la logia Propaganda Due en los círculos locales del poder, le evitó el engorroso trámite de ser extraditado a cambio de un módico procesamiento por falsificación de pasaporte. Aún así, permaneció cuatro años y medio en la cárcel de Caseros. En una ocasión, Oliva quiso entrevistarlo allí y, a tal efecto, pidió autorización al director del penal. La respuesta fue: «A Giovanni no le interesa salir en los diarios.» El tipo se comportaba como su agente de prensa. En 1984, el juez federal Nicasio Dibur –célebre por su fervor al jurar por las actas del Proceso– le concedió a Ventura el beneficio de la excarcelación. Y por un tiempo nada se supo de él.
A fines de 1988, Oliva acudió al auditorio de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) para cubrir una conferencia de prensa de la plana mayor del MTP. Grande fue su sorpresa al cruzarse allí con Ventura. El antiguo militante fascista no se despegaba de uno de los expositores del evento: el cura Antonio Puigjané. El italiano parecía su secretario. 
En esa oportunidad, Oliva y Ventura mantuvieron un tenso diálogo.
«Nunca fue fascista. Soy de izquierda», aseguró este, sin que se le moviese un sólo músculo del rostro. Y, a boca de jarro, también vaticinó: «Aquí está por suceder algo muy grave.» Pero sin especificar a lo que se refería. 
Oliva luego supo que Ventura hizo circular la versión de que fue perseguido en su país por haber pertenecido a las Brigadas Rojas; al menos, los del MTP creían eso. El corresponsal, entonces, se encargó de advertirles que no era justamente así. Cuando habló sobre ello con el sacerdote, este asimiló la novedad con una expresión piadosa. Oliva Insistía: «Mire, padre, Ventura no es un brigadista; perteneció al terrorismo negro; era de Ordine Nuovo.» 
Pero Puigjané, tal vez persuadido de la salvación anticipada del alma de ese hombre, no expresó asombro, enojo  ni temor. 
Oliva se despidió de él con un pedido: absoluta reserva de lo hablado.
Al respecto se podría decir que el religioso incurriría en el incumplimiento del secreto de confesión al increpar a Ventura con las siguientes palabras: «¿Es verdad, Giovanni, lo que Rubén Oliva dice de ti?»
La pregunta tomó a Ventura por sorpresa. Sin embargo, con una encomiable elocuencia supo convencer al padre Antonio de su pureza ideológica. Admitió en esa ocasión  haber abrevado durante sus años mozos en el fascismo, antes de evolucionar hacia un pensamiento de izquierda. 
Ese argumento tranquilizó al padre Antonio. Tanto es así que Ventura siguió circulando alegremente entre las filas del MTP.
También solía mostrarse en la librería Gandhi, situada en esa época sobre la calle Montevideo. Allí era adorado por sus contertulios, una fauna variopinta de especímenes progresistas, con los que departía hasta altas horas de la noche sobre tácticas y modos de transitar hacia el socialismo.
Y en alguna velada a fines de 1988, no faltó quien le escuchara decir: «Aquí está por suceder algo muy grave.»
Mientras tanto, Oliva, el primer depositario de aquella frase,  se exprimía el cerebro en su intento por encontrarle algún sentido. 
Ello hasta le preocupaba más que la furia de Ventura hacia él –materializada en advertencias telefónicas y mensajes enviados por terceros–, después de que  este se enterara de lo que el periodista le refirió al padre Antonio.
Lo cierto es que en la mañana del 23 de enero de 1989, el significado de tal enigma vino hacia él como un baldazo de agua fría: ese lunes había sucedido  el ataque a los cuarteles de La Tablada. 
El siguiente paso de Oliva fue publicar su artículo en El Porteño.
EL ESTRATEGA DEL MIEDO 
Ahora, en aquella mesa del bar Ramos, se lo oía al tal Nicolás decir: «Giovanni es un amigo.» A continuación, alegó su hombría de bien, no sin hacer hincapié acerca del enorme perjuicio que en semejante coyuntura ese artículo le ocasionaba. El tipo de cabello castaño seguía observando. Y Nicolás, ya en tono plañidero, insistía con el asunto. Hasta que, de manera súbita, agitó la mano. Entonces, aquella silueta vino hacia la mesa. No era otro que Ventura. 
Su actitud oscilaba entre la ofuscación y la pesadumbre. En aquella ocasión fue pactado su derecho a réplica. Y él quedó en llevar el texto correspondiente a la redacción. Luego, con pasos lentos, se perdió entre la gente. 
Hasta entonces, no mucho se sabía acerca de su vidrioso pasado.  
En resumidas cuentas, durante la década del ’60, Ventura fue en Italia una pieza clave de la llamada «estrategia de la tensión», tal como se denominó a esa compleja trama de acciones y operaciones manipuladas por actores no menos complejos: servicios  de inteligencia, la mafia y organizaciones de ultraderecha, qué a través de la construcción del miedo político pretendían instaurar una remake de la República de Saló. En ese marco, Ventura –nacido a fines de 1944 en Padua e hijo de un antiguo «camisa negra»– despertó a la política en la rama estudiantil del mussoliniano Movimiento Social Italiano (MSI), para luego llegar a las filas de Ordine Nuovo, donde se haría inseparable de otro fascista emblemático de la época: Franco Freda. Su nutrido historial hasta registra contactos con grupos del comunismo extraparlamentario, y con un motivo táctico: consumar una cobertura de extrema izquierda para la provocación. En resumidas cuentas, junto con Freda, llegó a perpetrar unos 22 atentados dinamiteros, a lo que se sumó lo de la Piazza Fontana. Ventura fue por ello arrestado, pero –ya se sabe– huiría a Buenos Aires en vísperas de la sentencia.
Diecinueve años después, su visita a El Porteño estuvo cargada de tensión.  
En su carta, lejos de refutar la nota sobre él, pretendía exculparse hasta de sus travesuras escolares. Por lo tanto, se le hizo saber que esa misiva no sería publicada. Ello derivó en una querella judicial contra la publicación, que Ventura tuvo el tino de retirar antes de que dicho expediente abordara su pasado. 
En los ’90, se lo comenzó a ver en Filò, un restaurante de culto cercano a la Plaza San Martín, frecuentado por yuppies y altos dignatarios del menemismo. Ventura era el anfitrión del lugar. Costaba creer que ese hombre agradable y refinado fuera una figura relevante del fascismo. Y también impresionaba su versatilidad para enmascararse. Tal vez por esa razón, nunca reaccionaba igual cuando alguien aludía su condición de terrorista; a veces, se excusaba con una frase de ocasión; otras, simplemente, reía.  
Ya al concluir la primera década del siglo, Ventura recorría las mesas de su restaurante en silla de ruedas; una esclerosis múltiple devastaba su cuerpo. 
El 6 de agosto de 2010 exhaló su último suspiro.
El destino se había ensañado con su historia.



en el mismo (sin)sentido: 

 – “A la izquierda le faltó voluntad de sentarse a discutir lo que nos llevó al asalto del cuartel”. Entrevista a Joaquín Ramos, ex integrante del MTP

por Verónica Gago y Diego Sztulwark.

 

– La Tablada: Patrulla perdida.

 

– «Viaje en ascensor con un guerrillero«, por Diego Fernando González.



Clinämen: ¿Cómo hablamos de narcotráfico hoy?

Empezamos el año conversando sobre capital financiero y narcotráfico. La imbricación entre lo legal y lo ilegal. El extractivismo y la apropiación de valor como principio general del capitalismo. La duplicación del estado y el lugar de las luchas vinculadas a derechos.

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Clinämen: ¿Cómo las imágenes devienen revolucionarias?

 

Conversamos con el crítico de cine y profesor de la Universidad de Kyoto Jun Fujita, de paso por Buenos Aires para presentar su libro “Cine-Capital, ¿cómo las imágenes devienen revolucionarias?” (Tinta Limón Ediciones, 2014). De paso, charlamos sobre el movimiento antinuclear en su país,  las manifestaciones políticas en Argentina y sobre la relación con la comida.

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Clinämen Especial 24 de marzo: las continuidades del estado

 

conversamos con el historiador Bruno Nápoli a partir de su trabajo con archivos de la dictadura: una periodización distinta de la historia reciente permite descubrir continuidades estatales que las retóricas políticas de cada momento prefieren eclipsar.

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Clinämen: Cuando el estado captura a las mafias

 

¿Qué puede el estado frente a las nuevas formas de violencia que surgen en los territorios? Rita Segato dice que en esos conflictos la única justicia en la que se puede confiar es la comunitaria. Hablamos con José Luis Callegari, abogado del Centro de Participación Popular Monseñor Angelelli de Florencio Varela, que fue amenazado públicamente por la actividad del Centro y por denunciar la vinculación entre el narcotráfico y sectores del poder político y la policía.

Jun Fujita y Cine Capital

por Diego Sztulwark
(Presentación de Cine-Capital. Cómo las imágenes devienen revolucionarias
en La Libre – 22/03/14)

El libro de Jun Fujita, Cine-Capital, plantea tres líneas de investigación de las cuales, al menos dos, eran por mí ansiosamente esperadas. Una de ellas, la que se refiere a la historia del cine, con eje en Hitchcock, que escapa a mis intereses directos, pero que es fundamental en la estrategia del libro; otra, que se refiere a cómo leer la filosofía de Deleuze (a partir de sus libros sobre cine); y una tercera, que enfrenta una cuestión difícil tanto en relación a la primera, es decir, al cine-capital, como a la segunda, a la necesidad, o al impulso que muchos conservamos de leer de un nuevo modo a Deleuze. Es la cuestión de la política, y de la política revolucionaria. De las tres cosas, del modo en que las tres cosas se enlazan en el magnífico texto de Jun, quisiera decir algo.
¿Qué dice Jun sobre lo primero, es decir, cuál es su reflexión en torno al cine, asunto que le preocupa activamente hace muchos años –y es que a Jun lo conocemos desde hace bastante- y que está en el centro de este trabajo suyo? El cine, dice el texto en el inicio, es una máquina de extraer singularidades a partir del régimen de lo ordinario. El cine nos enseña algo relativo al funcionamiento de la percepción: lo relevante se produce en una cooperación de lo ordinario, es decir, entre los ordinarios.
El Cine-Capital refiere a la organización capaz de extraer una plusvalía a partir de dicha cooperación de las imágenes ordinarias. El Cine-Capital pone a trabajar a las imágenes.  Las “pone a trabajar” quiere decir: las conmina a producir un hiato entre su dimensión actual y virtual. Toda imagen, en efecto, puede ser concebida en su estado ordinario, su pobre actualidad, y a partir de sus posibles, de aquellos posibles que surgen no de su condición ordinaria, sino de su puesta en conexión con otras imágenes igualmente ordinarias. 
Claro que las imágenes son cuerpos (al menos eso recuerda Deleuze siguiendo a Bergson). Y la capacidad de extraer virtuales a un cuerpo-imagen ordinario es una capacidad histórica de la que se apropia, según Marx, el Capital a secas. ¿Es el cine una continuación de El Capital de Marx por otros medios?
El Cine-Capital compra imágenes por lo que valen (su condición ordinaria) y les extrae un valor que no les retribuye. Utiliza imágenes ordinarias, los pájaros de Hitchcock y a través del montaje los convierte en imágenes extraordinarias (los pájaros ordinarios aparecen, por efecto de masificación “salvajes”, “temibles”). Pero esta potencia, extraída solo en el montaje, entraña una alienación para cada pájaro en particular, que queda, de ordinario, extraño a su potencia proyectada en la pantalla.
El Cine-Capital es un régimen de explotación. Una larga historia nos cuenta Jun respecto de esta plusvalía: en un comienzo la “imagen movimiento” extrae un valor extraordinario del trabajo de las imágenes ordinarias. Pero después viene la crisis. Las imágenes desean valer por su propia cuenta. Se desprenden de la acción, de la trama orgánica. Amenazan con autonomizarse, mediarse a sí mismas en el espacio mínimo en el que una imagen puede desdoblarse como un cristal, encontrar en sí el doble actual-virtual en el que se reconoce por fuera del montaje del Cine-Capital.
Ante este devenir revolucionario de las imágenes el Cine-Capital reacciona inventando nuevos modos de extraer Plus-de-Imágenes. El cine producirá a este fin una nueva materia: “imágenes-mentales”. Es el público quien se pone a trabajar. Quien no será retribuido. Un nuevo “plus” deviene de la explotación de la trama de los Clichés.
En esta primera línea de trabajo de Jun el Cine-Capital es el capital mismo como síntesis de las relaciones sociales históricas una y otra vez abiertas, en o periodos de crisis, y una y otra vez recuperadas por el régimen de explotación de las imágenes.
Sin quererlo ya nos hemos pronunciado por eso que Jun dice de la segunda línea, que me interesa particularmente, sobre cómo podemos leer a Deleuze nosotros, hoy día. Deleuze es omnipresente en este libro de Jun.  En primer lugar a partir de la teoría de que lo real posee dos modalidades: lo actual y lo virtual. Se trata de una teoría de lo que hemos llamado el cuerpo-imagen.  Jun lee a Deleuze a partir de la influencia notable que sobre él parece haber ejercido Paolo Virno. Este filósofo italiano ha sido el primero en unir de un modo decisivo la obra de Marx, leída siempre según los propósitos y los hábitos del post-obrerismo italiano (conocido básicamente entre nosotros a partir de las repercusiones de ciertas obras de Toni Negri) junto con el “re-descubrimiento” de una antigua fuente deleuziana como es Gilbert Simondon.
En efecto, Virno está funcionando en la base de este “montaje” a partir del cual Jun realiza “Filosofía-Capital”, es decir, extrae nueva plusvalía a filosofías que por su parte corren el riesgo de encerrase en un estado ordinario, para construir con esta cooperación forzada un texto extraordinario. En el Cine-Filosófico de Jun, Virno aparece como el “precursor” que permite  extraer una potencia marxista en Deleuze.
En efecto, a partir de la lectura de Virno de Simondon toda la teoría de la explotación es reconstituida a partir de la noción de “transindividual” aplicada a la fuerza de trabajo. Si la fuerza de trabajo es inmediatamente transindividual (social, cooperativa, reticular) el capital trata, gobierna y retribuye la actividad de esta multitud “trans” como si se tratase de una fuerza “inter” individual, simple asociación exterior entre individuos completos (Jun realizó una magnifica entrevista a Paolo Virno sobre estas cuestiones y es la introducción en el libro de Virno Cuando el verbo se hace carne, que editamos desde Tinta Limón Ediciones junto a Cactus). 
Virno funciona todavía, y otra vez, en relación con Bergson y su teoría de la memoria y el “falso reconocimiento” (o deja vu) de donde Deleuze extrae, al menos en partes, su teoría de lo real como diferencia entre virtual y actual (Ver Recuerdo del Presente). En pocas palabras: la composición de la fuerza de trabajo, en tanto que inteligencia colectiva, supone un juego entre acto y potencia que es propio de la estructura misma del tiempo histórico. La potencia, entendida como la actividad misma de creación de posibles se convierte en la esencia misma del devenir revolucionario de los cuerpos imágenes.
Creo que Jun entiende a Deleuze en función de un cierto “humor” que les es afín a ambos. El humor para Deleuze es cosa seria. Él toma de Spinoza una ciencia de la risa. La risa que oprime, la burla, la ironía platónica, y la risa que abre, la perpleja, referida a lo que puede una imagen-cuerpo cuando se pone a activar por su cuenta, a la que llama propiamente humor.
El humor es proverbial en Jun. En sus clases universitarias explica la relación entre actual y virtual, entre ordinario y extracción extraordinaria de una potencia a partir de todo tipo de comidas. De platos de cocinas de todo el mundo. Si Jesús es inseparable de la cruz, esa estructura que extrajo para el occidente la potencia del cristianismo, todo acto culinario repite la operación milenaria: el calor de la parrilla extrae una potencia a la carne asada, y la sal le hace de estructura al tomate, para que disfrutemos de esa potencia del tomate salado que no vive latente en la composición interna del tomate. Hace años nos promete este libro.
El humor de Jun no se limita a escribir sobre los pájaros de Hitchcock como si fuesen proletarios modernos, ese ademán tan deleuziano de poner lo animal como lo anomal para el hombre. Creo que la gracia más radical consiste en proponer a Deleuze en la zaga de un cierto Hegel. Este autor a quien Deleuze literalmente odiaba, dijo que la filosofía de Spinoza se encontraba como por detrás o por debajo de toda filosofía, incluida la suya propia. Si es cierto, con Deleuze, que todo filósofo tiene dos filosofías, Deleuze pertenece a la época en la cual la filosofía subyacente es la de Marx. Es el circuito mínimo de la filosofía. El devenir revolucionario del pensamiento conceptual.
En la critica política del Cine Capital que ofrece Fujita podemos ver de frente este doble cristalino en la potencia en eterna pugna por devenir revolucionario. El cine nos muestra el devenir de la lucha de clases. A veces fetiche, a veces ensoñación.
¿Encuentra Fujita en Deleuze una política? Mi respuesta sería que no y que sí. Que no, porque el Cine y la filosofía no piensan más allá de aquello que los devenires revolucionarios que experimentan los cuerpos-imágenes. El bloqueo, el impasse es real. Pero al mismo tiempo sí, sí encontramos una política en la orientación a la auto valorización de los cuerpos-imágenes, en el desentrañamiento del tiempo de la potencia, sumergido como está en el lodo del capital.
Tal vez una vieja historia con Jun ilustre mejor que mil palabras esta teoría política: en  una asamblea de hace años, –en un viejo galpón de la calle 891, en Solano- discutíamos una propuesta de compañeros canadienses de editar un libro escrito en común entre investigadores-militantes y miembros de un MTD. Nos decíamos en esa reunión que sería necesario explicar cómo cambiaron las circunstancias, en relación a la insurrección del 2001. Sentíamos que nos costaría explicar por qué los movimientos sociales autónomos habían disminuido muchísimo su desarrollo e influencia. ¿En qué términos explicar aquel estado de cosas? ¿Como un “retroceso” o “repliegue”, como una “derrota”? Y en tal caso: ¿quién sería el culpable de los errores cometidos? Pero entonces, ¿era “ilusorio” lo que sostenía aquel libro sobre aquellas personas involucradas en una lucha que resistía a la muerte y a la humillación, que había descubierto un sentido nuevo de su potencia y autoorganización, de un movimiento que ya no quería volver simplemente al trabajo asalariado, subordinado, precarizado? No recuerdo con exactitud los argumentos intercambiados, ni la conclusión a la que llegamos entonces. Sólo retengo con precisión la presencia en esa asamblea de Jun, recién llegado de Kyoto, que hablaba un castellano menos que incipiente, y a cada rato mostraba su incomodidad con la deriva de las diferentes intervenciones durante la asamblea. Ya de regreso, Jun nos dijo que todos los que habíamos hecho uso de la palabra aquella tarde estábamos “esencialmente equivocados”. Luego de intentar explicarle varios aspectos de la situación que sin dudas no llegaba a comprender dada su ajenidad fundamental respecto de los códigos de la reunión, comprendimos que debíamos prestar atención a lo que quería decirnos. La idea era más o menos la siguiente: “su libro capta de algún modo una época, una experiencia. No hay nada que “explicar”. Porque no se trata de excusarse por el presente, sino de transmitir a otros algo de aquella experiencia vivida. Del mismo modo que, para poner un ejemplo glorioso, Einsestein no nos debe justificaciones ante el rumbo adoptado por la Revolución Rusa: alcanza y sobra con que haya logrado captar algo de ese acontecimiento en sus películas”. Jun proponía pensar el tiempo histórico, esa sutil dialéctica entre actual y virtual que ahora nos expone con relación al cine, como conteniendo un plus de posibilidades que se manifiestan de mil modos distintos, no siempre los más evidentes y legibles para una mirada lineal (que ordena aplanando cronológicamente la duración en una sucesión de pasado y presente). Ese exceso histórico redefine la relación entre lo añorado, lo deseado y lo real.
En nuestra época a la apropiación plebeya -que concierne tanto a la escena pública como a los bienes materiales y simbólicos- se le impone un tratamiento de tipo Cine-Capital al interpretarla como “aumento del consumo”. Se la incluye en la economía política. Actual y virtual, extracción de plusvalía política.
Mi pregunta a Jun, a Deleuze, a todos, a mí mismo es esta: si sólo devenimos políticos-revolucionarios cuando las imágenes-cuerpos anuncian que ya no toleran seguir trabajando en el régimen del Cine-Capital, y se abre para cada cuerpo imagen la posibilidad, por fin de ver eso que somos cuando rechazamos la sumisión, si la revolución más que un acto de poder, un acto de voluntad, es un acto de la visión que roza nuevos posibles, ¿diremos que la política deleuziana termina aquí, convocando al VISIONARIO, a la alianza entre lo intolerable y lo que podemos ver en esa imposibilidad de tolerar?, ¿o nos atreveremos a dar un paso más, del VIDENTE a la PRAXIS que extrae las consecuencias prácticas y económicas de esos nuevos posibles? “Contra-efectuación”, “Impasse”, “vergüenza”, “imposibilidad” y “creencia” serían las nociones estratégicas de este doble cuasi-revolucionario (donde “cuasi” designa el momento “creador” de una potencia en relación con un estado de cosas que de por sí no opera como causa, o bien actúa como causa, pero de nuestra miseria actual). 
Una política (que Jun prefiere “perversa” antes que “subversiva”) de lo In-Voluntario no supone el fin de la voluntad (aunque sí de todo voluntarismo, de toda fe en el pueblo como a aquello que nos podemos representar), sino la fundación de una voluntad fundada en el fragor de la apertura de estos nuevos posibles. Una (cuasi) Voluntad, una capacidad de “lectura” respecto de esa “materia opcional” (esa materia de los “posibles”) de la que nos habla Félix Guattari en su recientemente editado Líneas de fuga, más allá del Cine-Capital.
¿Es así Jun, desbordados por unos gorriones-Guevara, que enlazan nuestros asuntos inmediatos-privados con la proliferación de los “mil Vietnam” (Crítica y Clínica) que podemos pensar la dimensión política de este, el Deleuze que –afortunadamente- nos traes?

Linchamiento en curso

por Diego Valeriano



Una pasión triste es no hacer ningún esfuerzo por entender. La verdad, no sé qué hacer frente a un linchamiento en curso. Tal vez siga de largo porque estoy apurado y no quiero comerme el garrón del Sarmiento en hora pico. Tal vez me meta a separar, tal vez mire un poco. He presenciado varios robos y, en general, no me indigno; más bien siento cierta lastima por la víctima, veo que todo esté bien y sigo. Siempre sigo, la idea es seguir y no detenerse. Llegar para refugiarse. Llegar antes de que oscurezca, antes de que se vaya el último bondi, antes de que cierre el chino. La ciudad es un collage hostil y bizarro  que nadie sabe explicarme. Hoy vi cómo se cagaban a trompadas en Liniers uno que quería subir y otro que pugnaba por bajar. Entre todos los separamos para que el tren arranque y podamos volver a casa.

Un fuego que le surge desde las tripas.

por Diego Valeriano


Noelia prende la tele y mira las noticias de la inundación de ayer, se fija en el celu si el agua afectó al tren. El último sorbo del café con leche lo toma parada frente a la pileta de la cocina. Sale de su casa a las 6:25 y agarra justito el de y media. Esas tres cuadras las hace atenta y vigilante, con el gas pimienta en la mano. Hay días que vienen dos bondis juntos y casi que puede viajar sentada. Si no parada, soportando que la apoyen de manera impune y aburrida. Espera que la suerte la acompañe cuando pone un pie en el andén de Castelar. Ya sabe dejarse llevar por la marea para entrar al vagón. Acomoda su cuerpo para que pueda filtrarse encontrando los espacios posibles. Tolera que le toquen el orto mientras no le toquen la billetera. No deja de asombrarse de cómo a alguien se le puede parar la pija a esta hora y en este lugar. Sube la escalera en Liniers de dos en dos a pesar de no tener piernas muy largas. Corre por el puente esquivando todos los obstáculos reales e imaginarios. Choca y tira a un viejo. Pide perdón sin detenerse. No sabe si creerle al viejo en el piso. Sabe que detenerse puede implicar perder el celular o un 34. Mira de nuevo al viejo y escucha como la putea. Hoy fue afortunada, agarro un 34 de los largos, viaja sentada. Dormita escuchando su música. Son 8:18, camina por Santa Fe hasta la casa de la patrona. Llega y la señora le pide por favor que lleve al nene al jardín que se durmieron. “tomate un taxi después te doy la plata”. 28,50 hasta el kinder, tiene que volver en bondi. Camina apurada hacia la parada cuando escucha insultos. La gente se junta en la puerta de un edificio, tiene que volver pero su curiosidad puede más. Un tipo está tirado arriba de un pibe, la gente se acerca lo insulta y lo patea. También lo escupe. Le da horror lo que está viendo. Siente miedo, el pibe se parece a uno del barrio amigo de su hermano. Tiene que volver para que la señora no se enoje. Un motoquero le patea la cabeza al pobre pibe. El del puesto de diario grita que hay que matarlo. Noelia siente un fuego que le surge de las tripas. Le duele la panza y necesita hacer algo. Tiene el cuerpo tomado. Hace dos pasos y patea al pibe en el estomago. El tipo que lo cubre la mira entre asombrado y triste. Ella pide perdón y se apura en volver al trabajo.

Clinämen: Linchamientos, ¿qué trama de poderes regula la violencia?

 

Reflexionamos junto al historiador Bruno Nápoli sobre linchamientos, trata de personas y otras formas de operar de los poderes más oscuros sobre cuerpos y territorios. La posibilidad de abrir una mirada crítica que, más allá de la disputa entre el discurso fascista de la inseguridad y el moralismo progresista, pueda rastrear la trama de afectos y poderes que se expresa en las violencias de estos días.

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Clinämen: Los derechos humanos en el marco del nuevo conflicto social

Conversamos con Hugo Cañón, presidente de la Comisión Nacional por la Memoria, sobre las luchas por los derechos humanos en el contexto de las nuevas formas de violencia que se dan en los territorios. Las fuerzas armadas y las policías. El estado y el rol de la justicia.

Notas para una política no estadocéntrica

por Amador Fernández-Savater

El neoliberalismo

1- Hay una concepción dominante del mundo (hegemónica, si se quiere) y se llama neoliberalismo. 
2- El neoliberalismo -la gestión empresarial de la vida- es una lógica global, pero existe en cada uno de los lugares donde hacemos experiencia de la realidad (la escuela, el trabajo, la calle, las relaciones…).
3- Si el neoliberalismo se reproduce cada día no es sólo por coerción y por miedo, sino también porque 1) es evidente y 2) es deseable. Se hace evidente en mil situaciones de la vida donde uno debe considerarse a sí mismo como una empresa y al otro como un competidor. Se hace deseable a través de mil signos que vehiculan su promesa de éxito, de autorrealización, de libertad.
4- El neoliberalismo pasa por los cuerpos. No se sostiene por lo que opinamos de él, sino por lo que nos hace sentir. Podríamos estar todos en contra y la máquina seguir funcionando tranquilamente. Porque estamos en contra en abstracto y en general, pero en las situaciones concretas que habitamos cotidianamente se nos hace evidente y deseable. Tiene todo el sentido.
5- El neoliberalismo global se desafía local y concretamente. Oponiendo, en cualquier lugar de experiencia, otras definiciones prácticas de lo evidente y lo deseable.
6- El cambio social pasa por la multiplicación y generalización de esas prácticas. Frágiles, ambivalentes, discontinuas, pero que prefiguran ya otra sociedad, otra definición de la realidad. Una nueva hegemonía.
Hacer plaza: el 15M, las mareas, la PAH
7- Las plazas del 15M fueron a la vez un desafío a la definición neoliberal de la realidad (un NO) y la producción de nueva realidad (un SÍ).
8- En primer lugar, un NO. “No queremos ser mercancías en manos de políticos y banqueros”, “no nos representan”. Un NO dicho con el cuerpo, con otros, en la calle. Un NO que redefine la realidad: la frontera entre lo que toleramos y ya no toleramos, lo justo y lo injusto, lo digno y lo indigno. Y que rompe (en los hechos) con un régimen de lo evidente y lo deseable.
9- En segundo lugar, un SÍ. Un SÍ que no consistió tanto en un programa, como en hacer la experiencia común de un mundo mejor que el que nos ofrece a diario el neoliberalismo.
Las plazas fueron una experiencia de cooperación entre desconocidos, donde los otros no eran instrumentos u obstáculos, sino cómplices e iguales. Una experiencia de anonimato, donde se disolvieron las clasificaciones y las identidades que establecen a diario quién es quién y quién puede qué. Una experiencia de activación, donde nos descubrimos capaces de hacer cosas que generalmente delegamos. Una experiencia de lujo y disfrute, donde la abundancia del tiempo y las relaciones, junto con el cuidado de la vida colectiva, se convirtieron en la verdadera medida de la “riqueza” y la “buena vida”. Una experiencia, en fin, de intensificación de la dimensión común de la existencia.
10- Esa experiencia cuestiona materialmente la definición neoliberal de la realidad: el yo como empresa, la búsqueda de beneficio como motor de los comportamientos, la competencia como principio de relación con el otro, la propiedad y el consumo como medidas de la riqueza y la buena vida, el mundo como conjunto de oportunidades a rentabilizar. Ese es el contenido sustantivo de la “democracia real” que se reivindicaba en las plazas.
11- Las distintas mareas, la PAH y otras muchas iniciativas han multiplicado la experiencia del 15M, traduciéndola y dispersándola por mil rincones de la vida cotidiana. Redefiniendo lo justo y lo injusto a través del NO: “la sanidad no se vende”, “este hospital no se cierra”, “no se desahucia a este vecino”. Creando nuevos espacios y tiempos donde vivir el SÍ. Llamamos a esa operación “hacer plaza”.
12- Se puede “hacer plaza” en las plazas o fuera de ellas, con acciones y con palabras, en lo excepcional y en lo cotidiano, con otros e incluso solo. Hacer plaza es oponer un mundo a otro o poner un mundo en otro. Muy concretamente, en situación, con el cuerpo, agujerear la definición instituida de la realidad y producir nuevos sentidos para la vida social. Elementos de otra concepción del mundo.
El impasse
13- Esta forma de acción política, hacer plaza, es todo menos fácil. Por mil razones.
Por la dificultad de hacer cosas con otros distintos, cambiar el entorno inmediato y a uno mismo.
Porque se desarrolla hoy en un escenario durísimo y muy acelerado de precarización de la vida, cierre institucional y represión.
Porque carecemos de formas de organización que hagan habitable de forma duradera la acción política salvo para activistas full time.
Porque nuestros esquemas mentales de referencia (el imaginario de la revolución, etc.) no son adecuados para nuestras prácticas y dan poco valor/visibilidad a lo no épico.
Etc.
Ante las mil dificultades que nos encontramos en la práctica, renace la ilusión tentadora de un atajo: la “toma del poder”, el poder (político) como palanca de cambio.
El estadocentrismo
14- Llamamos estadocentrismo a un tipo de mirada que pone el poder político en el centro de las preocupaciones, las expectativas y los deseos de cambio social. Vamos a ponerle tres peros.
15- La mirada estadocéntrica ve el poder político como causa-motor-fuente de los cambios sociales. Alcanzarlo nos pondría por tanto en posición de poder cambiar la sociedad.
Pero el poder del poder político depende de lo que pase en los lugares de experiencia cotidianos. Lo que puede y no puede llegar a hacer está entrelazado y condicionado por los conflictos que atraviesan las miles de situaciones que tienen lugar en la base de la sociedad. No hay macro sin micro.
Por tanto, es una estrategia fatal vaciar de tiempo, deseo, atención y energía todas esas situaciones para concentrarse en alcanzar el poder político, porque éste depende de lo que esas situaciones le permitan y habiliten.
16- La mirada estadocéntrica nos propone pensar el cambio social como un conflicto entre la clase política (“golfos, corruptos, mentirosos”) y un “nosotros” esencialmente sano (“el pueblo real”, “la gente decente”, “las multitudes”). Bastaría con que “los buenos” llegasen al poder (a través de sus representantes) para cambiar el estado de cosas.
Pero el neoliberalismo es más bien una co-producción. Con distintos niveles, pero lo producimos entre todos (entrando en competencia con el de al lado, especulando, etc.). No basta con estar en contra de “los malos” como si hubiese por ahí en algún lado un “nosotros bueno” ya dado. Hay que crear nueva realidad (y cambiar nosotros con ella) .
17- La mirada estadocéntrica persigue sobre todo la «creación de opinión pública”. ¿Por qué? Es sencillo: la opinión pública se traduce en votos y los votos otorgan el poder político. Por tanto, los actores principales de esa idea de la política son los intelectuales que articulan discurso.
Política pedagógica, política de la explicación, se trata sobre todo de ocupar los medios de comunicación y convencer al otro, considerado como espectador y votante.
Pero el neoliberalismo no es en primer lugar un discurso, sino una práctica cotidiana cristalizada en hábitos y afectos. Por tanto se trata de abrir espacios donde podamos hacer otras experienciasde la vida (de relación con el trabajo, con el pensamiento, con el dinero, etc.), en las que el otro aparezca como un cómplice y un igual.
La revolución multicapas y multicanales
18- No se trata de dar la espalda al problema del poder político, sino de des-centrarlo, planteándolo en el interior de un proceso más amplio de construcción de nueva realidad.
El discurso estadocéntrico habla de que ahora mismo se trata de pasar “de lo social a lo político”, como si lo ocurrido en las plazas no hubiese sido político. Pero no se trata de pasar de una cosa (inferior) a otra cosa (superior), sino en todo caso de abrir un plano más.
19- “Revolución multicapas y multicanales” es la imagen que propone una amiga para pensar e imaginar un cambio social complejo (es decir: no estadocéntrico).
Significa que no hay un punto privilegiado que marque los ritmos, las posiciones y el sentido de la acción a los demás: los plazos electorales, la coyuntura…
Lo que hay es una pluralidad de tiempos, espacios y sujetos, todos ellos preciosos y necesarios en tanto que plantean, con el cuerpo y en situación, nuevos regímenes de lo evidente y lo deseable. Un partido de nuevo tipo puede ser un punto más en esa constelación. 
20- Dios ha muerto, pero aún quedan demasiadas vanguardias que pretenden ocupar su lugar: la visión de todo en general desde ningún sitio en particular.
No hablemos más de lo que habría que hacer, pensando por todos, sino de lo que podemos hacer, ahí donde cada cual tiene puesto el cuerpo.
21- El paradigma multicapas y multicanales es un paradigma de la abundancia y no de la escasez. Es decir, no parte de lo que le “falta” a la realidad para ser lo que “debería ser”, sino de la constatación maravillosa y maravillada de que ya hay mil experiencias y situaciones en marcha, de que ya hay corrientes de simpatía y flujos de comunicación.
(Una “función-militante” importantísima aquí sería des-centrar la mirada y ayudarnos a ver y valorar la potencia de lo que suele quedar tapado. Un ejemplootro ejemplo.)
22- La organización, en este paradigma, no consiste en “fundir” o “sumar” las diferentes experiencias en un bloque, sino en componerlas, comunicarlas y conectarlas en una red sin centro.
Es sobre todo un arte del encuentro: la creación de vínculos entre las situaciones, las herramientas, los dispositivos, los tiempos, los saberes, los conceptos, las imágenes.
23- Ese arte del encuentro requiere ante todo afinar una facultad: la facultad de la escucha. La mirada estadocéntrica es incapaz de escuchar la singularidad de las experiencias y las situaciones. Sólo oye lo que quiere oír. Le interesan las luchas y los movimientos sólo “en tanto que” sirven a sus planes. Acercamiento retórico e instrumental.
Pero las luchas valen “por sí mismas” -por los posibles que abren, por las realidades que generan- y no “para” otra cosa. No se genera un encuentro encajando piezas en un plan, sino partiendo de la intimidad de las propias experiencias: sus propios ritmos, problemas y potencias.
24- Un cambio social multicapas y multicanales sigue lo que alguien llamó “estrategia sin estrategas”. Nadie lo dirige según un plan, son prácticas que se multiplican y generalizan imprimiendo, por intensificación, una nueva dirección global a la realidad, efectos “sin autor”.
25- La hegemonía transformadora no es la hegemonía (cuantitativa) de la opinión, sino la hegemonía (cualitativa) de los comportamientos. No es un fenómeno mediático, sino un desplazamiento masivo del sentido de la vida.
* Estas notas son apuntes de una investigación, de un pensamiento en marcha. Me doy cuenta de que presentarlas como tesis puede suscitar una idea demasiado tajante y concluyente, cuando en realidad cada una de ellas es más bien una intuición, una hipótesis para desarrollar. Lo iré haciendo y publicando los resultados en este mismo espacio.
** Este texto, como todos los demás, es un collage de citas, fragmentos de conversaciones con amigos, algún chispazo propio. He querido que la discusión no se desviase hacia los autores y por eso las referencias están “tapadas”. Pero aquí van las más importantes:
-Sobre el neoliberalismo, La nueva razón del mundo, Christian Laval y Pierre Dardot, Gedisa, 2013.
-Sobre el estadocentrismo, El poder, una bestia magnífica, de Michel Foucault, Siglo XXI, 2012.
-Sobre el estadocentrismo y el paradigma multicapas y multicanales, Potencia y situación: de la potencia al contrapoder, Diego Sztulwark y Miguel Benasayag, Ediciones de mano en mano, 2000.
-Sobre la crítica a la noción de “hegemonía” entendida como discurso, Poshegemonía: Teoría política y América Latina, Jon Beasley Murray, Paidós, 2010.
También aproveché muchísimo las conversaciones con Silvia FedericiRaquel Gutiérrez y Marina Garcés.
Y por supuesto con el resto de amigos, como siempre: Marga, Pepe(s), Álvaro, Marta, Débora, Silvia, Miriam, Franco…

Clinämen: «Neoliberalismo popular y consumo»

 

Conversamos con Hernán Maldonado Palomino, sociólogo y militante de la izquierda peruana. La excepcionalidad peruana en Sudamérica y neoliberalismo popular. ¿Cómo funciona la gubernamentalidad en base al crédito al consumo, por fuera de las retoricas progresistas? La crisis de los partidos y la herencia de la guerra. ¿Quién es al final Humala? La izquierda mariateguista en el Perú.

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Murió Laclau // Diego Sztulwark

No es fácil aclarar las ideas bajo el turbador efecto que provoca la desaparición de alguien que ha condicionado nuestros intentos por comprender la situación política y cuyas elaboraciones -durante las últimas tres décadas- afectaron incluso nuestras representaciones de lo político. Asistimos ya –en el tiempo cuasi real de la comunicación- a la proliferación de evocaciones inspiradas de aquellos que encontraron sostén en sus intervenciones teóricas y, últimamente, también políticas. Es justo que así sea. Laclau muere en la celebridad: nacional y tal vez internacional. No todos nuestros pensadores mueren de ese modo, ni ese es el rasero con que evaluamos el valor inmanente de su pensamiento. Quizás no sea este el momento en que debamos tomar la palabra de quienes hemos pensado siempre “contra” Laclau. Y sin embargo es completamente cierto que, por remanida que sea la expresión, haber rumiado siempre más bien en “contra” de sus textos ha supuesto un modo paradojal de pensar en su presencia. La duración de este pensar en su presencia –más que “bajo sus efectos”- ha implicado, al final del camino, un contacto más persistente y fértil que el que experimentamos con los aliados circunstanciales con quienes contraemos deudas puramente episódicas. Si algo reconocemos en la larga obra de Ernesto Laclau es su talento a la hora de identificar y problematizar los núcleos estratégicos centrales que articularon, tras el fracaso del debate socialista de inspiración comunista, las relaciones entre filosofía y política. No cabe reseñar ese arco que su obra traza entre sus primeros textos marxianos escritos bajo el sello y el impulso por lo concreto que caracterizó en sus mejores presentaciones a la izquierda nacional de los años 60 bajo influencia del “Colorado” Ramos, hasta su temprana preocupación conceptual por los populismos, pasando por su intervención en el célebre debate marxista sobre teoría del estado entre Miliband y Poulantzas, o aquella sobre el modo de producción  en America Latina con Gunder Frank y su posterior ingreso a las ligas mayores de la teoría política con Hegemonía y estrategia socialista (libro que introduce la tentativa de apropiarse de la obra de Antonio Gramsci con prescindencia de una reflexión sobre las mutaciones sufridas por el capitalismo contemporáneo) y los textos de fines de los 80 y 90 hasta llegar al último Laclau (La razón populista), que coincide de un modo pleno con los gobiernos progresistas de Sudamérica, a los que intentó interpretar con sus esquemas del populismo en un retorno, ahora sostenido en Lacan (lo cual está retratado en el ciclo de diálogos con las personalidades filosóficas más actuales, emitido en canal Encuentro).
 
En una entrevista otorgada a la revista El Ojo Mocho, hace ya décadas, cuando la Facultad de Ciencias Sociales albergaba discusiones alejadas de toda consagración, Laclau explicó que su facilidad para trazar una estrategia propia en el universo de las filosofías post-estructuralistas (también las llamabas “post-marxistas”) se debía sobre todo a su preocupación por pensar al peronismo, el experimento de articulación de multiplicidades que más íntimamente lo desafió. Y en efecto, en este desafío se conserva lo más vital de su preocupación: lo que llamó -en un lenguaje abrumadoramente conquistado por el psicoanálisis y la lingüística estructural- la “articulación hegemónica”. Aun para quienes no aceptamos los términos de su entera reflexión, sus problematizaciones constan como un valioso indicador de los problemas que atraviesan las prácticas políticas. La propia formulación de una “democracia radical” sigue siendo una expresión adecuada para quienes no pensamos que la política consista en “demandas” que se organizan según las supuestas reglas del lenguaje y la producción de un “significante flotante”. Cada uno de estos conceptos representa un esfuerzo –ignorado por muchos de sus últimos lectores- por desvincular los fenómenos de constitución de la subjetividad política de toda subsunción a la realidad estado, noción imposible de encontrar en la mayor parte de su obra.
 
Pero no es en esto en lo que pensamos ahora, sino en la amenaza que pende sobre la política. Una amenaza que llamaría “populismo negro” (por no decir simplemente “de derechas”) y sobre el cual estamos forzados a reflexionar. ¿Cuál es el núcleo de verdad que debemos arrancar a la reformulación que la política que viene parece arrancarle a lo que de vector democrático contiene la última década y media de política popular? Murió Laclau y no resulta fácil discernir si el efecto de vacío que nos deja la despedida del adversario intelectual en la cumbre de su popularidad no anuncia el fin de un tiempo que extrañaremos.

 

El uno ha muerto: ¿ha muerto el Uno?

por Diego Sztulwark

Una década es un tiempo apreciable en el escueto tiempo de una vida para considerar lo que solemos llamar “perspectiva histórica”. La década 2004-2014 hace coincidir un lapso consistente de la historia política del presente con el aniversario de la muerte de Ignacio Lewkowicz (IL) con quien atravesamos, discutiendo, la crisis del 2001. ¿Qué plusvalía de sentido podemos arrancar a la coincidencia de estas dos temporalidades –una de presencia y otra de aparente ausencia– que nada parece relacionar de modo directo, salvo nuestra necesidad de examinar qué debe la una a la otra, dado que para muchos de nosotros se hace literalmente imposible comprender la una sin la otra?

Ni una apreciación del ciclo político que según parece pierde intensidad, ni una evaluación del pensamiento o la obra de IL son necesarios (ni humanamente posibles) en este ejercicio. A lo sumo podemos afrontar escuetamente una serie de preguntas ineludibles. ¿Confirmó la década kirchnerista las reflexiones sobre la “era de la fluidez” que anunciaba IL en su última obra –Pensar sin Estado-? Y si la corroboración fuera posible: ¿qué mecanismos de la argumentación debemos emplear, en la línea del pensar de IL, para plantear lo que él, por razones históricas y biográficas evidentes, no llegó a plantear? Y al mismo tiempo la contraparte: ¿qué nos dice esta década del modo de pensar de IL, tan decisivo en su momento para reconstituir nuestras imágenes durante la crisis?

Sin dudas IL fue quien mejor vio entre nosotros que la crisis no era mero descarrilamiento, sino replanteo y movimiento de recomposición del dispositivo general de gubernamentalidad. Para pensar una trasmutación de dispositivo es preciso un enorme sentido del humor ya que en los intersticios de  todo orden el pensamiento bordea la locura y solo quien quiere la crisis puede entregarse a la delicada tarea de pensarla a fondo. Pensar sin estado es, en este sentido, un trabajo que supera -en el sentido de que permite comprender mejor nuestro presente- aquello que hay de novedad y hasta de valores positivos en el discurso de la gubernamentalidad vigente. En la decisión de penetrar en lo oscuro del salvajismo de la crisis se pone en juego algo más que la pasión por la dominación o el deseo de mejoramiento del mundo. Se asiste a un impulso extraordinario y riesgoso de afrontar aquellas zonas de penumbra en las que se desarrollan problemas que vale la pena asumir para toda una época histórica. O mejor dicho, que nos fuerzan –incluso violentamente- a tomarlos en cuenta. 

La década que se nos escurre valió lo que valió en la medida en que sus costuras debieron zurcirse descendiendo a estas profundidades en las que se roza el caos, y se entra en contacto con el desborde. Operaciones, éstas, de fundación de un orden existencial y político allí donde se lo requería, al precio de un nuevo desafío al pensamiento[1].

En efecto, lo que IL llamaba “fluido” era más interesante que las banales formulaciones de lo líquido en los libros de Baumann. Los flujos fueron noción fetiche de los pensadores del capital. De Marx a Deleuze. E incluso de Nietzsche a Bersgon. Si las estructuras fallan al dotar de consistencia al caos, constituir dispositivos provisorios supone un activismo desfalleciente. En un pantano tal, ni las propias premisas de constitución subjetiva nos vienen dadas. IL introdujo este saber de la contingencia entre nosotros, y esa luz sigue siendo un poderoso aviso para desmitificar las narraciones del presente, labor de historiador que IL no dejó nunca de desplegar.

IL vio en 2001 un cambio de época. Como un talismán del que no será fácil escapar, esa cifra amenaza con sobrevivir al calendario oficial. 2001 es el umbral a partir del cual no podremos sino saber que todo esfuerzo de constitución será precario e insatisfactorio. Y aun así será esa la condición de posibilidad de todo proyecto. Incluido el esfuerzo de producción de estatalidad. En “condiciones de fluidez” (la expresión es suya) el orden y la subversión se parecen en este punto definitorio. Ese suelo resbaladizo, que arribó de la mano del neoliberalismo y la hegemonía del mundo de las finanzas, persiste entre nosotros aun cuando las políticas que se intenten se inspiren en otros ideales y deseen otra ontología. 2001 activa el eterno retorno: el Uno ha muerto.

¿Ha muerto? Imposible responder de modo conclusivo. Si 2001 activó las fuerzas de la diferencia cabe reflexionar sobre quién resultó a fin de cuentas capaz de capitalizar la lección.  
              
¿Cómo se proyectan estas líneas hacia el futuro? No me atrevería a penetrar en el porvenir sin un fuerte apego a aquella ductilidad, a ese desprejuicio: es posible que el devenir histórico tienda a cerrar la imaginación sobre un vaciamiento de posibles a todos los niveles. El contacto con IL nos ofrece un insumo subjetivo fundamental para este tipo de situaciones sin salida: el gusto por la perplejidad y por el matiz como modo de entroncar con la diferencia viva, esa que nace camuflada bajo los colores del paisaje dominante hasta que alcanza una intensidad de tonalidad capaz de mostrar que el cierre no era tal, que tal cosa no es posible. ¿Una ética del pensamiento? Demasiado ampuloso para ser cierto. Una compulsión a pensar, a “incompletar” el mundo, a vaciarlo de sus vacíos a ver qué ocurre: este es el gesto.


[1] Pablo Hupert, autor de otro texto en este dossier, dedico un ensayo a comprender estas operaciones de reconstitución de la gubernamentalidad inspirado en el concepto de postestatalidad, presente ya en Pensar sin estado.

Turba linchadora

por Diego Valeriano

El consumo libera y salvo los hippies nadie piensa que un proceso de liberación puede darse de forma pacífica. Bueno el último Perón también lo pensaba, pero ya estaba grande. Los linchamientos, los choreos, los saqueos son parte del mismo proceso. Son la cara necesaria que nadie quiere ver sobre el masivo ingreso al consumo de los de abajo. ¿Qué querían? ¿Que hagan cola de forma ordenada?
Hay formas de pensar esto que denotan una paja tremenda de las neuronas. Pensar en blancos y negros es el menor ejercicio intelectual en años. Estas formas de contar lo que pasa anda buscando apoderarse de la víctima. La nutren de desigualdad y dolor. Raro ejercicio el de victimizar a un pibe runfla. Desde sus análisis culposos pasan a ser sus mejores abogados defensores o, por lo menos, discurso político de sus abogados.
Un policía de la Bonaerense fue linchado por un grupo de vecinos porque creen que violó a una pibita del barrio. Un grupo de madres quemó la casa de un transa que envenenaba a los pibes con la peor pasta base de todas.  Un almacenero de Córdoba descargó la 9mm contra el grupo que merodeaba su comercio. Los  amigos del pibe linchado en Coronel Díaz y Charcas, cuando se enteraron de lo que pasó, dijeron “perdió”.
No sé qué hacer frente a un linchamiento, como tampoco frente a un saqueo. Creo que es importante a quién se linche y qué se saquee. Oportunismo y cinismo, como decía alguien por ahí. Mi matriz de pensamiento me impide avalarlos; la realidad hostil me impide condenarlas. Tal vez alguna vez la azarosa vida que llevamos me ponga frente a un saqueo o un linchamiento y ahí veré qué hacer. Me imagino metiéndome entre la turba linchadora, observando al linchado, mirando todo entre divertido y curioso, pegándole una patada en la pierna. Y, después, pedir que no lo maten, que ya es suficiente.

Clinämen: ¿Qué pasa con los pibes?

 

Conversamos con el Colectivo Juguetes Perdidos, que lleva adelante talleres con pibes y pibas en un par de barrios del conurbano, donde se trabajan problemáticas como la violencia, la gendarmería en los barrios, las muertes jóvenes y la vida barrial. Los nuevos barrios y la circulación de la violencia, ¿quién lleva la gorra hoy?. Pibes silvestres y vecinos en banda, consumo y rejunte en torno a la propiedad.

Clinämen: Rosario: el devenir gendarme de la población

 

Conversamos con Juan Pablo Hudson, investigador de Conicet y miembro del Club de Investigaciones Urbanas de Rosario, sobre la situación en Rosario. La militarización de Rosario. La pregnancia de la lógica policial en la población. La perplejidad de los movimientos sociales y de las organizaciones comunitarias.

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Spinoza y la militancia

porDiego Sztulwark

La filosofía de Spinoza es por derecho propio y hace un buen rato parte esencial de la cultura, o quizás de la contra cultura de nuestro occidente. La afirmación según la cual el Dios-Naturaleza es infinito, ha vuelto imposible todo cierre de la experiencia humana sobre un punto que haga Uno. He aquí, en este verdadero estallido de toda representación coherente y definitiva de un universo organizado de acuerdo a principios morales o teológicos, la fuente del escándalo: durante el siglo XVII y posiblemente también durante el XXI. Desde entonces, toda representación de la Unidad del mundo se ha vuelto imposible o bien sospechosa. Sin una totalización definitiva, el peso de lo que existe se traslada a los modos finitos, a los seres vivos, a las criaturas reales, a nosotros mismos. A este campo de fenómenos, a esta premisa teórico-práctica la denomina Diego Tatián “materialismo estricto”, o “filosofía terrena” por oposición a todo idealismo celestial, muy particularmente a aquel que niega relevancia a la dimensión política de la multitud en la constitución de la aventura humana.
El taller spinozista es laico, anti jerárquico y democrático. Su estrategia ontológica es, como se sabe, inseparable de una ética de la liberación cuya fuerza y vitalidad arraigan en una doble indicación según la cual no hay filosofía práctica sino en la inmanencia de las situaciones concretas; y al mismo tiempo nuestras acciones y pensamientos se comprenden y experimentan según el hilo rojo del aumento de nuestra potencia, en contra de los poderes que precisan, para existir, organizar la tristeza y la impotencia. Diego Tatián se ha convertido hace tiempo en uno de los maestros del spinozismo, ha contribuido a la difusión y renovación del spinozismo en lengua castellana y se ha vuelto una referencia ineludible para evaluar las articulaciones posibles entre los debates eruditos y la productividad de las lecturas que hacemos muchos de Spinoza a la hora de elaborar y asumir posiciones prácticas, en nuestra coyuntura histórica.
En sobre Spinoza, filosofía terrena, el libro de Diego que hoy presentamos y comentamos en la Feria del libro, se nos ofrece un montaje de textos de diferente procedencia e interés: si leemos el texto de atrás para adelante veremos desplegarse una serie de prólogos que presentan el lugar de Spinoza en la obra de diferentes autores (Chaui, Diderot, Balibar, etc). En la parte central nos encontramos con la reedición –algo modificada- de un viejo trabajo de Tatián: “Spinoza y el amor del mundo” (publicado por ediciones Altamira en el 2004, cuando el país era otro). Pero la verdadera novedad aparece hacia el final (es decir, en el principio), con la exposición de una serie de cuestiones de inmediato interés político: los títulos –claves- son: “La cuestión democrática”,  “La izquierda maquiaveliana” y “Realismo y don del militante”. Todos ellos refieren –de un modo asombrosamente directo- a las posiciones del autor respecto de la coyuntura actual.
¿Qué se afirma allí? Resumo rápido, asumiendo los riesgos del caso. La tesis central sigue siendo la misma de sus primeros trabajos: la conveniencia de una dialéctica entre el carácter “salvaje” de las potencias y la “cautela” de la estrategia. Sólo que ahora Diego resulta más explícito respecto de la política. Las potencias salvajes se traducen en el esfuerzo de la composición democrática, y la prudencia se articula en el tema del realismo. Es sobre este asunto maquiaveliano de la articulación entre democracia y realismo en una república libre que el intelectual y el político “spinozista” asume su labor emancipatoria a propósito del drama y del conflicto que caracterizan la materialidad de la historia.
Maquiavelo y Spinoza ofrecen el motivo para una reflexión sobre la democracia como extensión y desarrollo del derecho natural a través de la creación de instituciones que satisfagan los devenires concretos en los que se originan y efectúan las potencias de la multitud. Según Tatián, esta reflexión cabe perfectamente a los dilemas actuales que afrontan los diferentes gobiernos llamados “progresistas” de la región sudamericana. Es decir que debemos colocarnos en el espacio común que se fue abriendo entre nosotros gracias a la impugnación del neoliberalismo por parte de los movimientos sociales primero y luego de los gobiernos referidos. Es en el corazón de este proceso que Tatián plantea, oportuna, una discusión sobre la militancia. No sobre la militancia en abstracto, que bien pudiera incluir a las militancias reactivas, sino que apunta a aquellas militancias concretas que “sostienen” estos procesos, o bien que desean “desviarlos”/”profundizarlos”.
Y bien ¿qué nos dice Spinoza, Diego mediante, a quienes podemos aceptar las coordenadas histórico-espaciales que se nos plantean? En primer lugar, que las políticas de emancipación (el salvajismo de las potencias colectivas, que parten siempre de un suelo indeterminado) no deben confundirse con posiciones de tipo “anárquicas”. Al contrario, debemos asumir con realismo el nivel institucional y estatal dentro del proceso democrático en curso. Para Diego, incluso, el Estado actúa entre nosotros como un contrapoder. En segundo lugar, subraya que ya no se trata -como en la secuencia revolucionaria del siglo XX- de fundar un “hombre nuevo” como el que proponía el Che Guevara -a quien Diego cita como a alguien que colocaba la acción revolucionaria en una dialéctica entre el “espíritu” y la “muerte”- sino de trazar un vínculo de amistad con nosotros mismos y con los otros, tal y como realmente somos. En efecto, la filosofía del conatus en Spinoza se propone como una política abiertamente no sacrificial. Además, Spinoza ha permanecido fiel a la premisa extra-moral de Maquiavelo según la cual no cabe considerar las cosas desde el punto de vista de su deber ser, sino a partir de lo que realmente son. Se trata de liberar al cuerpo humano de todo modelo moralista.
Y bien, justamente porque admiramos estas referencias de Spinoza, quedamos algo perplejos ante la resolución del tema de la prudencia en una perspectiva a la que de momento no encuentro modo mejor de llamar que “gobernista”, que organiza sus preocupaciones jerarquizando la cuestión de la estabilidad política del estado, contra los poderes “destituyentes”. Dos párrafos del autor resultan particularmente provocadores al respecto: en el primero de ellos se dice que “una perspectiva tributaria de la tradición maquiaveliana asumirá la imposibilidad de llevar adelante un proceso político orientado a producir igualdades, reparaciones e inclusiones sin contar con aparatos, punteros, dinero, alianzas no deseadas, negociaciones con frecuencia oscuras y demás”. En el segundo se sostiene lo siguiente: “El más radical pensamiento político del siglo XVII (la de Spinoza) no surge por una inspiración teórica sino por una motivación práctica: defender un gobierno de las embestidas ortodoxas y monárquicas –que acabarían finalmente con él en 1872, dos años después de la publicación del TTP /Tratado Teológico Político” (Agreguemos en favor de la perspectiva de Diego que el fin trágico de los hermanos De Witt debió, justamente a un “linchamiento”).
En resumen: el Spinoza que nos presenta Tatián viene a consagrar un cambio de vocabulario, de problemática y de tareas: la vieja agenda revolucionaria se ve sustituida por lo que el recientemente fallecido Ernesto Laclau llamaba con su habitual precisión una “democracia-radical”; la preocupación de las militancias debe colocarse en el nuevo contexto en torno a una nueva sensibilidad por la “fragilidad” del estado.
Bien, no resulta para nada simple desarrollar una discusión sobre estos puntos en tan pocas páginas. En todo caso cabría preguntar: ¿cómo evitar que la filosofía más radical del siglo XVII resulte completamente aplanada en una retórica de legitimación de un Estado que no ha sido transformado radicalmente; de un gobierno que ha tenido aciertos, es innegable, pero también omisiones; que ha implementado políticas públicas que tenemos que defender y profundizar, pero que al mismo tiempo ha continuado en aéreas sensibles con un inquietante statu quo?
Tal vez la solución sea no sólo aceptar sino además radicalizar la discusión que nos plantea Diego apropiándonos a fondo de este realismo materialista, despojando la crítica de su límite moralista. Lo que es lo mismo que decir que nos debemos un balance concreto sobre los procesos de creación de elementos institucionales populares, incluidas las dificultades para profundizar en ciertos avances. Muy particularmente, precisamos afrontar los rasgos oscuros de un nuevo conflicto social y territorial que amenaza con cerrar no solo con los aspectos positivos del ciclo político abierto en el 2003, sino también con la fuerza democrática que durante el 2001 desplegó las armas de un poder destituyente contra la legitimidad de las políticas neoliberales (y dejo acá el asunto de la regresión en el tiempo para no seguir retrocediendo, porque no me parece prudente ahora apuntar a las amenazas de futuros retrocesos que podrían incluir incluso a la legislación promulgada a partir del año 1983).
A la tarea de defender lo conquistado le antepondría, de modo urgente, un estilo más abierto y desenfadado de problematización. Para ello puede resultar de utilidad rastrear dos estilos de problematización militantes y spinozistas. Al primero lo encuentro en un texto escrito el 31 de diciembre de 1979, es decir, sobre el filo que cerraba la década del setenta. León Rozitchner escribía entonces, desde su exilio de Caracas, lo siguiente: “Su filosofía (la de Spinoza) está detrás de cada uno de nosotros, y nos invita a convertirnos en el lugar donde se elabora, como experiencia de vida, lo que la mera reflexión solo enuncia como saber, y enfrentar entonces el riesgo de un nuevo e ignorado poder. Por eso nos advierte “nadie sabe lo que puede un cuerpo”. El saber se despliega sólo luego de descubrir y ejercer ese poder. El poder colectivo se revela desde el propio cuerpo individual amplificado cuando superamos la cerrazón sensible que el terror nos impuso al separarnos de los demás”. En la lectura de León, el conocimiento depende de la experiencia y de la conquista de potencia colectiva, contra el terror de la dictadura y del capital. La coyuntura ha cambiado. Así lo percibió el propio León cuando Néstor Kirchner descolgó el cuadro de Videla. En aquella oportunidad reflexionó agudamente -y en la línea de problematización que intento reseñar- que así como Kirchner denunció públicamente la complicidad entre política y terror como fundamento de poder, creando condiciones para nuevos protagonismos colectivos, del mismo modo se volvía imperioso que la potencia de aquel gesto no se viera bloqueado, castrado, detenido. Al contrario, sus efectos debían ser reactivados por otros tantos gestos capaces prolongar su alcance hasta alterar esa materialidad histórica aun organizada por el terror: la economía y la estructura de propiedad de la tierra.
El otro texto que recojo, siempre atento a un estilo más problematizador para las militancias, concierne al modo en que leemos la tradición revolucionaria latinoamericana de décadas anteriores, cuestión insinuada por Tatián en su mención al Che. En un libro más o menos reciente, “La gratuidad del riesgo”, Miguel Bensayag se ocupa de la figura de Guevara. El texto resulta esclarecedor a la hora de distinguir las posiciones del Che al interior de la coyuntura en la que le tocó actuar, al subrayar la praxis del Che como afirmativa de una política de la “multiplicidad”, contra el difundido mito del revolucionario sacrificial. Trazando la crítica al voluntarismo en política, Benasayag escribe que “el Che defendía y desarrollaba un análisis basado en la multiplicidad y la complejidad, y no en bloques imaginarios a los cuales era necesario adherir”. La indispensable revisión del modo mistificador con que parte de las militancias se vinculan con los años setentas puede ser tomada muy en serio sin por ello abandonar lo que ellas pusieron en juego en términos de potencias y de invención de modos de existencia, y sin tener que negar lo que de ellas aun podemos aprender, al punto de subsumir –por ejemplo- la idea de un “contra-poder” en el estado, como sucede con las perspectivas “gobernistas” de la política con las que aquí intento discutir. Y aun si asumiéramos que con relación al pasado de las luchas revolucionarias se nos ha ido el bebe con el agua sucia –como dice la socióloga Silvia Rivera-, todavía sería valioso conservar al menos algo de esa “agua sucia”, ya que no sabe nunca que lo que puede surgir de la vida de esos gérmenes.
En el fondo lo que aquí está en juego es la posibilidad -o bien la renuncia- a valorar el momento democrático de la insurrección popular, subordinándola a un juego de mediaciones en los que, según creo, se pierde algo fundamental del valor de las tesis de Spinoza. Seguramente no se trate de un anarquismo político; pero sí de uno ontológico, en el cual la ausencia de estructuras “naturales” para de orden ofrece cada vez nuevas posibilidades de problematización /experimentación: incluso en relación con el mundo del derecho y las reglas. Pero no dominados por la obsesión de articular el artificio capaz de soberanía sino –sobre todo- sino convocados por la vocación de dotar a la reflexión sobre lo institucional de una capacidad mayor de crítica de la economía política.
En su libro Diego cita uno de los textos de los que disponemos en español para hacernos una imagen aproximada de un Spinoza militante (muy diferente de la difundida postal de un Spinoza aislado y melancólico). Me refiero a La ilustración radical, de Jonathan Israel. Allí se retrata un Spinoza cuya labor intelectual y práctica adquiere dimensiones europeas, enfrentando no solo las posiciones de las santa alianza entre monarquías y teologías, sino también las de una ilustración moderada que entra en transacción con los poderes de época desmereciendo la urgencia y la importancia política de la crítica -precisamente- radical. Las tesis de la ilustración radical –el partido de Spinoza- son aquellas que Diego expone, con exquisita erudición, en sus libros. Y si hemos aprendido de Spinoza la importancia filosófica y política de la crítica de la teología como “modelo de toda critica”, y dado que toda crítica es crítica de los poderes trascendentes de una cierta época, nos resulta natural desembocar, de la mano de Spinoza, en  la gran conexión Spinoza-Marx, en la cual se realiza el pasaje de la crítica teológica a la crítica de la economía política. Es este pasaje, en el que aun se debate la crítica materialista, es el que nos inscribe en la tradición que estamos reseñando para rescatar de ella una voluntad de problematización para las militancias, tanto más urgente, si cabe, para la fase política que se avecina.
Desde ya que no imagino ese tránsito sin los textos por venir de Diego. Muchas gracias.
* Texto leído el viernes 25 de abril en la Feriadel libro en la presentación de Sobre Spinoza, la filosofía terrena, de Diego Tatián.

Sobre (¿el fin de?) los tres mitos de la década ganada: el consumo, las provincias y las generaciones

por Juan Pablo Maccia

Ya no preciso ir a Buenos Aires para conocer el porvenir del país: vivir en Santa Fe resulta bastante más futurista. 
Los tres elementos míticos que conformaron mi cosmovisión durante esta última década (una década que fue, para mí, de una inesperada intensidad militante: creía yo por entonces que tras el fracaso del 2001 mi vida pública había terminado) resultan abiertamente cuestionados. Estos mitos movilizadores afirman: 1- que el consumo es la vía contemporánea para producir y extender derechos tan concretos como irreversibles; 2- que en las provincias se resguarda un tesoro de comunidad y de valores; 3-  que la juventud más joven –es decir, aquella que no ha tenido la experiencia de la gran transacción neoliberal– encarna la promesa de un pueblo nuevo, la gran renovación.
Puedo contar la historia de las ilusiones (y desilusiones) políticas de mi generación a partir de una serie de conversión socio-energéticas (bien lejos del new age). Ante todo, la conversión primaveral de los primeros dos años de la recuperación democrática. Después la de la gran decepción con Alfonsín, forzada por los carapintadas y los mercados concentrados, a la hiper le siguen las expectativas con el peronismo (el realmente existente: el de Carlos Menem). Toma del cuartel de La Tablada mediante y con el derrumbe del “campo socialista” nos vimos arrastrados por la ilusión neoliberal. Yo no entré en todo eso y los años 90 fueron para mí de entera desolación. Fueron años peronistas, sí: de agrupamientos menores entre peronistas que acusábamos de traidor al PJ (lo único bueno de esos años fue viajar y conocer más de una chica interesante).
Luego vino la “resistencia”. Y de allí el vértigo del 2001. Fue la conversión callejera. Gran experiencia: piquete y cacerola, MTDs y asambleas; la fábrica recuperada y la ilusión de recomponer la patria desde abajo. Todo esto duró, más o menos, hasta Kosteski y Santillán. Cuando vi que la gente no destruía todo ante el asesinato, me deprimí. En 2003 estuve por Néstor, pero contra Duhalde: es decir, milité en contra, pero interiormente lo quería a Néstor. Lo conocía y me gustaba, pero solo en lo personal. 
Hasta el 2008 la vi por TV, siempre orgullos del chavismo, del lulismo, del castrismo, del evismo, del derecho-humanismo. Pero lo que me sacó definitivamente de la cama fue -sobre todo, pienso ahora- la cuestión del consumo. Para todos y todas. Siempre supe que el PJ traidor acechaba. Pero el peronismo vital, ese que articula sustrato afectivo y hambre de devorárselo todo era más potente. Consumo y derechos: el mejor momento, el gran invento del kirchnerismo. Ni más ni menos, la gran conversión subjetiva de millones. Cristina, la más realista, le llamó entonces “capitalismo en serio”, y alguno de nosotros comprendimos la complejidad del asunto.
Resultó ser que entre nosotros consumo con derechos no redunda en conciliación de clases sino en formula explosiva. Por un lado, porque el esquema que habilita estas políticas se sostiene en inestables ecuaciones financieras. Y por otro, porque lejos de pacificar el país el “derecho al consumo” (diferente y mejor que el derecho del consumidor) intensifica la guerra social. Lo que Diego Valeriano bautizó –cierto que tardíamente- como “la guerra por el consumo”.
Pero esta etapa, se nos dicen, terminó. ¿Cuándo? Tal vez a fines del año pasado. En la secuencia que va entre las elecciones de octubre, los apagones y auto-acuartelamientos policiales (provinciales) de diciembre, y la corrida financiera de enero. ¿Será?
Con todo, confieso, le temo a los inicios de una nueva conversión de las energías colectivas (e institucionales) a la que los medios –insensibles y reduccionistas– llaman “fin de ciclo”. Se trata, por lo que hasta acá puede percibirse, de una recodificación de los consumos por la crisis. La violencia asociada a los consumos da lugar a un reforzamiento de los aparatos de seguridad (¡¿y hasta de defensa?!). 
Y sí: de pronto el guiso se agrió. Los jóvenes se volvieron pibes peligrosos. Los consumos, sospechosos. Los barrios fueron reconstituidos por bandas. Las policías (Córdoba, Rosario) se revelaron narcos… Ya no hace falta viajar a la capital para ver el futuro: a mi provincia llegaron 2000 gendarmes militarizados. Y hubo tranquilidad (que no es poco), aunque nada cambió. Lo dijo el Papa; apareció Super-Berni; los linchamientos y hasta el generalísismo Milani.
El 24 de marzo estuve en la marcha, en Capital. Lo que vi fueron 100.000 militantes de izquierda: de la roja y de la celeste y blanca. Los primeros van a participar de la disputa sindical y política, vía el FIT de Altamira. ¿Y los otros?, ¿nosotros? ¿Vamos a hacer la conversión securitista hacia el so-sciolismo? ¿Puede una generación militante constituir fuerza sin ilusiones? ¿Cuáles son hoy las nuestras? Cierto que nada se pierde, todo se transforma. Pero tal y como lo aprendimos la última década, sin mitos lo colectivo se diluye y la política se pierde.

Conversacion con Carrasco en Clinämen: El modelo de agronegocios y la producción de saber

VER ACÁ

Así conversamos hace un año con Andrés Carrasco, investigador, médico y profesor de embriología, sobre el modo de producción agrícola sostenido en Argentina y la relación con la investigación y la producción de saberes en las universidades públicas. ¿Cómo se gesta este modelo? ¿Hay alternativas? ¿Se puede pensar en economías que resguarden/potencien la vida?

Estado de excepción y Ejército Turro

por Diego Valeriano


El senador provincial Mario Ishii no cesa en su idea de debatir la implementación del Servicio Militar Obligatorio. La mayoría del arco político -en especial la progresía- lo rechaza. El chivo Rossi dijo que el debate sobre el servicio militar obligatorio atrasa 20 años. Hablan que la medida seria para los NI-NI y ahí está el problema. Como siempre la discusión real pasa por otro lado.
Ishii está loco. Su medida más que atrasar es futurista. Cuando hablan de los NI-NI creo que se refieren a un numero enorme de pibes y pibas que lo único que no hacen es estudiar y trabajar formalmente. Todo lo demás lo hacen: Matan, cogen, consumen, deambulan, trabajan, arrebatan, aman, se depilan las cejas, van al bajo flores, suben fotos enfierrados, aprenden, mueren, son culisueltas, andan en moto, roban motos, se caen de las motos, toman gaseosas, venden base, inventan dialectos, vino y pastilla, miran Los Simpson, se paran de manos, van al rio…construyen de puro vitales un mundo que a su paso se va destruyendo. Son como los Hunos. Son los Hunos.
La genial Silvia Duschatzky se preguntaba ¿Qué puede una escuela? Me animo a preguntar ¿Qué puede un ejército? ¿Qué puede un ejército frente a una fuerza que lo supera en número y en moral? ¿Qué puede un cabo frente a la potencia vital, brutal y de consumo de un pibe que lo mira de costado pasándose la lengua por el piercing?
El resultado de la  ecuación seria diametralmente opuesto a lo buscado por el bueno de Mario. En poco tiempo la voracidad de los pibes se apoderaría de las barracas, del casino de oficiales, de la armería, de los cuarteles. No habría medida disciplinaria que los contenga. ¿Con que amedrentas a un pibe que se para de manos desde los 8, que vende en un puesto desde que se acuerda, que se cruza con la bonaerense cada noche de calor? No quiero ser el sargento que los quiera hacer correr.
En menos de un año el ejército mutara totalmente. Desde lo profundo de la periferia surgirá el Ejercito Turro. Que baila al ritmo saturado de una cumbia que sale del celular. Que escabia Frizze azul  y tira tiros de FAL hasta la madrugada. Soldados con la pipa Nike rapada en la nuca. Con una lagrima tatuada en la mejilla. Aguante Campo de Mayo de los pibes.

Ejercito brutal, vital, poderoso e imparable. Superior por donde se lo mire. Imperialista que no entiende de fronteras abstractas. Que defiende y ataca territorios concretos, pequeños, ficticios. Que tira cortes en la moto anunciando que viene lo peor. Imágenes por revelarse. Estado de excepción transformado en tu realidad más palpable que nunca.

Clinämen: Gobierno e insurrección en el Brasil previo al mundial

 

Conversamos con Felipe Teixeira, del Frente 3 de Febrero, un grupo brasilero de investigación- acción contra el racismo. La evolución de las movilizaciones que se han sucedido el último año en varias ciudades del Brasil. Las discusiones en torno al modelo de ciudad de cara a la realización del Mundial de la FIFA. El vínculo entre gobierno progresista y movimientos en la calle. El plan de pacificación de las favelas.

Clinämen: El movimiento campesino indígena y el nuevo conflicto social

Conversamos con Eleonora Pedot, integrante de la Secretaria Operativa de la CLOC-Vía Campesina y parte de la coordinación político pedagógica del Movimiento Nacional Campesino Indígena. Cómo lee el movimiento campesino el actual conflicto social territorial. Cómo funciona la Universidad Campesina de Santiago del Estero. La participación en la Unicam de pibes de las periferias urbanas. Producción de comunidad y articulación con instituciones del estado.

Estanflación, fin de ciclo y pibes

por Diego Valeriano


Tendrían que avisarle a lxs pibes de la recesión para que por lo menos calmen su voracidad.  Porque así no se puede, así no se puede. 250 mil nenitas no dejaron ni el pasto cuando fueron a ver a Violetta. Miles acamparon mostrando aguante y resistencia esperando a los One Direction. La fan page de las Culisueltas llego a 300.000 seguidores.
Berni tuvo que desembarcar en Rosario con 2000 gendarmes porque así no se puede. Mientas en la escuela de Marilo es Rosario todos los días. ¿Qué puede una escuela? ¿Qué puede la gendarmería? De una discusión mano a mano por un celular paso una batalla campal, de ahí a quemar el aula mientras estaba reunido el gabinete psicopedagógico ¿Qué puede un adulto?
El nuevo Comando de Patrullas Comunitario debe enfrentar el delito y para hacerlo hostigan a los pibes que vienen en moto, a los que paran en las esquinas, a los que merodean. ¿Qué puede un encuentro?
Tres maestra miran una pelea entre chicas. Una pelea normal de esas que pasan siempre. Hay un celular que filma. Las maestras miran pasivamente, los pibes se ríen y alientan. Las imágenes se viralizan hasta el infinito. Otra maestra habla de pibes-planes. Se quejan que no quieren hacer nada, que nada los motiva.
Los mejores combatientes en esta guerra por el consumo son sin duda alguna lxs pibes. Voraces, sangrientos, pensantes o caprichosos. El fin de ciclo, la culpa militante, la estanflación, Tomas Bulat no están en su agenda. En todo caso, reformularán estrategias cuando sea necesario. Lo que se aprende desde el cuerpo, se vuelve potencia ¿Quién lo disuelve? Nueva etapa de enfrentamiento. Máquinas de guerra difusas y feroces. Es demasiado desparejo, así no se puede.

Postsoberanía

Con la publicación de esta reseña crítica de Jon Beasley Murray al libro Postsoberanía: literautra, política y trabajo, de Oscar Cabezas, Lobo Suelto! pretende llamar la atención y si fuera posible desarrollar en varias direcciones una polémica en ciernes. Por un lado, están las tesis que Beasley Murray ha ofrecido en su libro Poshegemonia. Teoría política y América Latina[1]. Quienes frecuentan este blog han tenido ya posibilidad de acceso a la conversación con Jon en el espacio radial de Clinamen. Por su parte Juan Pablo Maccia y el blog Partes Naturales han reseñado su trabajo.
De Oscar Cabezas hemos publicado una reseña del libro de Oscar Cabezas, y una conversación con Oscar, también en Clinamen.
La “poshegemonia” tanto como la “postsoberanía” son conceptos globales que por una razón u otra resultan desarrollados a partir de la realidad sudamericana. Legítimamente los autores, marcados por las prácticas universitarias de países como EE.UU y Canada, proponen interpretaciones concernientes a cuestiones estratégicas para nuestra coyuntura. Tanto que haríamos bien en ponerlas en discusión.
En este caso, una de esas cuestiones en juego es la lectura de una obra fundamental como La cosa y la cruz, Leon Rozitchner, de la que Cabezas realiza una lectura sorprendente, compatibilizándola con la obra de Lacan y Badiou y situando a “la cosa” en la “trama invariante de la dominación cristiana”. A su turno Beasley Murray sitúa a Rozitchner sin más al interior del paradigma de lo teológico político, ignorando –precisamente!- hasta qué punto la critica de la cuestión cristiana, desarrollada desde un materialismo ensoñado enriquecería su propia perspectiva de los afectos y hábitos en el corazón de lo poshegemónico.
La invitación a discutir queda hecha, pues.

***

Postsoberanía: Literatura, política y trabajo, de Oscar Cabezas, es una contribución importante y provocadora a nuestra comprensión del capitalismo contemporáneo. La perspectiva de Cabezas  no es optimista: aunque concluye con un fogoso homenaje al comunismo como “horizonte irreductible del pensamiento y la justicia social” (281), la impresión más persistente que el libro nos deja concierne antes bien al alcance exhaustivo con que la lógica del mercado ha penetrado y colonizado completamente la vida cotidiana. Como lo explica en el capítulo final –esencialmente, una fenomenología del proceso de trabajo contemporáneo mediante interpretaciones de Charlie Chaplin, Albert Camus y Sergio Chejfec-, lo que Cabezas llama “postsoberanía”, lejos de implicar la extinción de la soberanía plantea “la soberanía total, totalitaria y totalizante” del dinero como equivalente general (277). No sólo nuestra experiencia cotidiana sino también el lenguaje está, como tal, sujeto a los principios colonizantes del dinero y el cálculo, al extremo de que “el lenguaje no comunica nada más que el adiestramiento funcional a la relación entre capital y trabajo” (265-66). En cierto modo, es un libro apocalíptico que, a pesar del período histórico que comprende (desde 1492 hasta el presente), sostiene que el capital ya ha abolido la historia en un “infinito malo” de producción perpetua y despersonalización absoluta en el cual el “trabajador eterno” está totalmente alienado por haber sido fatalmente empleado como órganos sin cuerpo (261-62). A pesar de la centralidad de la alienación en el argumento de Cabezas, no existe alivio alguno en el humanismo, ya que este es meramente la “estetización de la pobreza, de las diferencias, las cuales son transformadas en culto mercantil” (270).
¡Las perspectivas para los estudios culturales son escasas aquí! Además, hablar de “órganos sin cuerpo” muestra, tal vez de una manera más interesante, que sin importar cuánto tome de Gilles Deleuze y Félix Guattari, Cabezas modifica drásticamente muchas de las categorías acuñadas por estos autores y termina brindándonos una especie de versión perversa de la posthegemonía en la que nada escapa.
En otras palabras, es un deleuzoguattarianismo sin ninguna línea de fuga, o un remodelado distópico de Imperio, de Michael Hardt y Toni Negri, en el cual el Imperio lo es todo y la multitud, nada. “Sabemos”, escribe el autor, “que no existe ninguna comunidad afuera de la sociedad capitalista”; y aún así el (aspirante a) sujeto comunitario interior al capitalismo depende totalmente de una deuda espiritualizada y eterna, un “efecto de la dominación neo-imperial” (272). Cualquier comunidad como tal “bajo la dominación neo-imperial del capitalismo post-soberano es una comunidad de deudores” (272; énfasis en el original). De modo que Cabezas también nos brinda una tesis sobre la primacía de la deuda à la David Graeber en la cual, sin embargo, “occupy” no está disponible como consigna de resistencia.
Cabezas tal vez pueda argüir que estas objeciones precisamente ilustran el objeto de su investigación. Porque el argumento principal que enlaza los cuatro ensayos que componen su libro no consiste sino en una protesta contra la teología política en todas sus formas. Al principio de su introducción menciona que se inspiró, en parte, en Jacques Derrida (a quien, sin embargo, apenas si vuelve a mencionar de allí en adelante) y en parte en la famosa observación de Carl Schmitt según la cual “todos los conceptos significativos de la teoría moderna del Estado son conceptos teológicos secularizados” (13). No obstante eso, Cabezas se autodefine como totalmente anti-Schmittiano: abrevando sobre todo en el trabajo del teórico argentino León Rozitchner, se dispone a extirpar la teoría política de cada residuo de lo sagrado, dondequiera que  lo encuentre. En efecto, no debemos perseguir nada que se parezca a la redención. Es, precisamente, el deseo de redención el que por lo tanto desestima a los estudios culturales e incluso a tan improbables aliados de dicho campo de investigación como  Deleuze y Guattari o Hardt y Negri. Quizás de allí provenga el absolutismo de Cabezas, su reprobación de casi cada aspecto de la experiencia del trabajador (y del consumidor) contemporáneo: nuestra alienación es absoluta; “adentro del espacio de la postsoberanía, el capitalismo administra y controla desde la heterogeneidad o, en términos más precisos, desde el lenguaje compuesto de residuos, de mezclas transnacionales, de innovaciones mercantiles, de fragmentos de memorias borradas y de legados incompletos que aún así no escapan a la producción de plusvalor” (238). Esta es probablemente la novedad de la postsoberanía, los medios a través de los cuales la soberanía deviene absoluta: la diferencia y la hibridez obstaculizaron las formas más modernas, convencionales de soberanía; pero no constituyen un bastión contra la postsoberanía. Por el contrario, la postsoberanía se nutre de la diferencia. Y una vez más, no existe ningún escape: el lenguaje postfordista (y presumiblemente también la literatura) está ahora “completamente subordinado a la […] acumulación postsoberana de capital” (239; énfasis mío).Quizás sea demasiado fácil (aunque también pertinente) señalar que el apocalipticismo y el absolutismo de Cabezas continúan ligados a una escatología cuasi-religiosa que plantea al Comunismo como la Ciudad de Dios totalmente distinta de la Ciudad del Hombre postsoberano caído. Ciertamente, el recurso de Cabezas (vía Rozitchner) a un mater-ialismo que representa la noción de materialización femenina (madre/materia) como lo que fue reprimido por la tradición Judeo-Cristiana se remonta a un largo linaje religioso en absoluto ajeno al Judaísmo ni a la Cristiandad. Quizás, de manera más significativa, encuentro poco convincente la versión del psicoanálisis cultural de Rozitchner -que recupera los aspectos menos interesantes del último Freud-, y la exposición de Cabezas (que rara vez, si es que alguna, toma distancia de Rozitchner) favorece poco la menor ampliación de su atractivo.
Desde casi cualquier punto de vista el capítulo final del libro es el mejor. En él, Cabezas finalmente encuentra su propia voz. Sin embargo, incluso aquí mantiene el hábito de incorporar largas citas más o menos indigeridas de los textos que está discutiendo: de modo tal que no conseguimosdiscusiones de los textos sino recapitulaciones y extrapolaciones de lo que demasiado frecuentemente se presenta como escritura sagrada.
La primera parte del libro se habría beneficiado de lecturas más consistentes, a la vez en cantidad y en una mayor atención: el capítulo inicial sobre el Edicto de Expulsión de los Judíos Españoles de 1492, en particular, es demasiado reticente con la el archivo histórico, y ni siquiera cita el texto en cuestión; la aproximación al antiperonismo ensayada en el segundo capítulo es similarmente insatisfactoria. Pero me parece que el compromiso del capítulo final con “Tiempos Modernos” de Chaplin, “El Mito de Sísifo” de Camus y “Boca de Lobo” de Chejfec es provocador e importante.No obstante eso, quizás el fantasma de Derrida aceche al libro incluso aquí, donde los textos no son tanto deconstruidos como presentados en concepto de evidencia para las tesis sobre la absoluta alienación del (no)sujeto moderno. Finalmente, la metodología de Cabezas posee una extraña reminiscencia de los estudios culturales, aunque en vez de ir en busca de rastros de resistencia para celebrar, compone estos trabajos para probar la horrorosa situación en la que nos hallamos inmersas. Pero no estoy seguro de que la (post)soberanía del capital sea tan total: observemos simplemente las intervenciones estatales que siguieron a la crisis financiera desde el 2008, por ejemplo. Para mí, el punto crucial de la posthegemonía (y este es un libro poshegemónico) no es la celebración ni la reprobación intrínsecas, sino la ambivalencia. Estamos en tiempos peligrosos, y Cabezas brinda un servicio de señal al advertir sobre algunas de las tendencias inherentes a la subsunción real de lo social en el capital, pero estas tendencias no constituyen toda la historia. Absolutamente no.

El Sub Francisco y Marcos I: latinoamericanos complejos

por Diego Valeriano



El cambio se da en el momento justo. Sale uno y entra el otro. Aunque  uno ya se había ido y el otro había irrumpido a puro gesto. Pero no está mal que uno anuncie su retiro y el otro se pare de manos ahí, en el terreno más complejo, como una definitiva presentación.
El gran provocador que fue Jorge Luis Borges dijo una frase sobre ellos “Uno llega a ser grande por lo que lee y no por lo que escribe”. Dijo esto sabiendo que venían a terminar el siglo XX y a empezar el XXI. Dos grandes lectores de signos urgentes del futuro, Marcos y Francisco supieron hacer la más difícil de las tareas: leer, decodificar y hacer futuro de manera inmediata. La grandeza  es captar signos, comprender las relaciones que ellos presentan.
Católicxs e indígenas necesitaban de estas figuras frescas que vengan a irrumpir y dar oxigeno donde ya nada quedaba. Apoyados en bases milenarias y organizadas, no fueron emergentes de nada. Tan solo son singularidades poéticas, sensibles y lucidas creadoras de una potencia inconmensurables. Nosotrxs también los necesitamos. Como a Deleuze, como a Chávez.  
A mí me la baja esa adhesión incondicional, doctrinal, partidaria e ideológica a ellos dos. Lo mío es más bien una intimidad, con una cierta distancia. Creo que los signos de Marcos y Fransico no son un sistema, una doctrina, un conjunto de reglas. Parece más bien acciones y pensamientos bien enigmáticos. Electroshocks audaces mientras discurre la política mercantil. Veo que hay muchos agujeros, muchos saltos que no entiendo; distintos tonos, otras dimensiones que me generan una alegre curiosidad.
El futuro nunca llega hace rato. Se nos presenta cuando alguien puede entregárnoslo rumiado. Marcos y Francisco son latinoamericanos complejos, que deben recurrir a disfraces y nombres de guerra para poder decir y ser escuchados. Siempre hay algo de fábula para que podamos escuchar al otro. Esa necesidad que tenemos siempre de superhéroes.

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