Anarquía Coronada

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¿Cómo entender el lugar de los movimientos de los Derechos Humanos hoy? // Eva Tabakian

El hoy supone y exige una eficacia y una inserción en una actualidad que no puede leerse por fuera de la historia y los avatares de la práctica política.

Esta práctica lleva implícita modificaciones y espacios que se han ido desplazando a través de los distintos momentos del devenir político y las fuerzas en juego en cada uno de ellos: la dictadura militar, el gobierno alfonsinista, el menemismo y, si nos salteamos la aventura frentista de De la Rua, el kirchnerismo.

Los Derechos Humanos pensados como un colectivo convocatorio presenta la oportunidad de ver/vernos en un proyecto que se va modificando a lo largo del tiempo.  Significados distintos, desde el inicial hasta aquel que ahora se representa en el imaginario de las distintas generaciones, están presentes en la memoria común.

El significado como mito para algunos: un recuerdo de algo del pasado que aún sobrevive en el espacio social pero que ya no representa los lugares de lucha que se debieran dar. Es un espacio simbólico para la mayoría y, sin embargo, muchas veces un misterio para las nuevas generaciones que esperan, probablemente, respuestas que estas estructuras no pueden proveer. Sin embargo, a pesar de ello, estas funcionan como fundamento de lo que reúne y convoca en cada momento, en coyunturas diferentes. Será necesario abordar el estudio sobre qué consignas o qué preocupaciones anima cada 24 de marzo en su historia como movimiento inserto en la vida política del país, quiénes son los interlocutores de cada espacio.

Madres, abuelas, hijos, familiares aluden a un parentesco que convoca a cada uno desde un lugar distinto y no por ello indiscutible ni menos conflictivo, un vínculo no solo social sino también afectivo.  El efecto que esto provoca difiere según a quienes invoca: a los hijos que a ellas les fueron arrebatados, a los hijos de esos hijos, y a todos los actores sociales, militantes de cada uno de los colectivos (partidos políticos, sindicatos, agrupaciones sociales, grupos religiosos que se enfrentaron a la cúpula) que participaron de distintos modos en las diferentes batallas contra la dictadura y que se vieron representados en sus luchas. Abrir el camino para pensarlo, enfocarlo desde un hoy que las piensa me parece indispensable.

Habría que interrogar qué es lo que modifica el espacio que estos movimientos de los Derechos Humanos ocupan, cómo su propio discurso se reconstruye una y otra vez. Desde las primeras resistencias a la dictadura militar, que constituyó su identidad, al reconocimiento del gobierno alfonsinista con el juicio a las Juntas, un opacamiento que transcurrió en el período de los dos gobiernos siguientes –el menemismo y el frente delarruísta–, hasta la recuperación de legitimidad por el gobierno kirchnerista. Dejamos de lado los intereses de cada uno en la relación con esta temática.

Pero no se puede dejar de señalar el derrotero que va desde el reclamo del destino de sus hijos al pedido de castigo de los culpables, y a formar parte de un discurso político que incluso terminó por dividir el frente en varias agrupaciones con apreciaciones ideológicas diferentes.  

Sin embargo, a pesar de todas las objeciones y discusiones que hoy nos interpelan y que es necesario sustentar, seguramente, mañana las calles se llenaran de nuevo (como en la canción de Silvio Rodríguez) y todos participaremos de una celebración que acompaña y se sostiene como parte de una lucha de la que no hay que claudicar.

¿Nosotras somos mentirosas? // Manuela Luz Alvarez y Sofía Brihet.

Antes de afirmar intuitivamente que el universo de los Derechos Humanos sigue siendo una zona potente de creación de criterios de justicia, cabe volver a la pregunta básica: ¿qué es la Justicia? ¿Puede definirse lo justo? Está claro que no se trata de conceptos inertes: la construcción de criterios de lo que es considerado justo y la forma en que se ejerce la justicia son móviles, diferenciadas y no están exentas de conflicto.

¿Qué criterios de justicia se busca construir desde el actual gobierno nacional? Asistimos a una suerte de meritocracia del derecho. Para la ministra de seguridad, un policía que actúa como policía no debería pasar por un juzgado, aunque le haya disparado por la espalda a una persona que huye. Del otro lado, a quien le dieron el papel del ladrón, tampoco tiene la oportunidad de pasar por la justicia, porque ya está muerto. La lógica del que culpabiliza a las víctimas, aquel “algo habrán hecho”, sigue vigente en la idea de que el ladrón de algún modo merecía morir y vuelve incesantemente a la pregunta por el largo de la pollera de una chica violada.

En tiempos donde pareciera que todo es disputa semántica y espacios de opinión, importa recordar que las palabras pueden ser performativas y que los discursos envuelven acciones. La muerte es falsa en el plano de la ficción: el actor se levanta, se limpia el jugo rojo y vuelve a su casa. Todo se puede hacer y deshacer. Pero en la realidad, el cuerpo que cae no se levanta, la muerte es, y no se revierte ni se repara pidiendo perdón.

El uso de discursos ambiguos y cargados de eufemismos, que no afirman ni niegan los hechos, fue la estrategia de comunicación de quienes llevaron adelante el golpe de Estado de 1976. Videla afirmaba en una conferencia que “(…) mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está… ni muerto ni vivo, está desaparecido”. Nuestro macrismo busca instalar ese tipo de discursos donde la realidad parece ser secundaria y los poderosos, amparados en la posibilidad de cometer errores, pueden hacer sin querer queriendo. En la realidad, la violencia es ejercida sobre los cuerpos. Los intentos de invisibilizarlos y de despolitizarlos no borran el miedo y el dolor que se percibe sensiblemente en un contexto de incremento de la represión con el fin de ordenar a los muchos.

Durante la última dictadura cívico-militar, tanto el terrorismo de Estado como las políticas económicas y sociales buscaron generar una atomización social, una ruptura de las solidaridades de clase y la instauración de la sospecha sobre el semejante. La continuidad de un modelo individualista y la sujeción a una productividad ubican a cada individuo en el lugar que supuestamente se merece. Si nos desidentificamos con el prójimo, el otro no puede afectarme. Frente a esta escena, la defensa de los Derechos Humanos reaparece como una posibilidad de volver a lo colectivo y de apelar a una sensibilidad empática hacia un otro con derecho a la existencia. Un otro que puede ser pobre, negro, trans, mapuche, gay, inmigrante, militante y/o mujer.

En nuestro país, las mujeres fueron pioneras en la lucha por los Derechos Humanos. Frente a la urgencia de la desaparición de sus hijos, las Madres se organizaron por fuera de cualquier canal institucional o poder establecido. Hoy las mujeres nos levantamos masivamente contra los femicidios, la violencia de género y la trata de personas. Ante la complicidad de las fuerzas de seguridad, de jueces y de políticos, se alza una lucha que nace fuera de las entrañas del poder en defensa del derecho más básico de un cuerpo a existir, con pleno derecho, con plena posibilidad. Quienes atacan hoy a la lucha feminista la tildan de ser parcial, propia de un grupo de feminazis, de adolescentes de clase media porteña, de intolerantes. Y a las Madres se las acusaba de locas. Cuando en realidad se trata de movimientos por naturaleza universales, inclusivos, plurales, que apelan a lo que todos compartimos y, sobre todo, a una sensibilidad política cuya vitalidad nos interpela a todos.

Este carácter vital se afirma en las movilizaciones del 24 de marzo, así como en las marchas del movimiento feminista. Frente a la violencia, los cuerpos salen a la calle con pañuelos blancos y verdes, bañados en glitter, bailando danza afro, murga, tocando sikus o tambores, llorando, cantando, gritando, abrazándose y dejando que corra la emoción en el cuerpo. Son marchas performáticas, donde salimos a disputar un lugar en la lucha por definir lo que consideramos justo.

Hay terror ahora // Comparsa Drag

No es la falta de terror la que nos acompaña en esta caminata, es la certeza de no ceder ante él, de no regalarle sumisión ni fiesta. No nos une el terror, sino la potencia del hartazgo. Hartas de una sociedad de policías sin placas. De tanta bala al bala. De tanto medirse las pistolas. De tanto espionaje mediático.  Andamos asqueadas de tanto oficio de botón. De tanto patova de molinete. No estamos hechas para estar mansas. Estamos vivas, tejiendo cosas, no seremos esclavas de sus impuestos al movimiento. De su masacre habitacional e inmobiliaria. ¡Saltemos molinetes! No estamos dispuestas a seguir implosionando dentro de nuestras vidas, no estamos dispuestas a entregarle nuestrxs amores y ocio. Seguimos esquivando horrores con las heridas de la dictadura. Cada evitar un golpe nuevo abre más nuestros tajos. Estamos hirviendo mientras regalan tibieza en la otra esquina. Somos una parranda manchando la geografía latinoamericana porque todo al sur está jodido, sobreviviremos a este tiempo porque somos cucarachas de treinta mil tetas presentes ahora y siempre, sobreviviremos y no dejaremos de pensar la democracia mientras vivamos. No estamos dispuestas a someternos al terror del binomio y la dicotomía. A la falacia de la democracia heterosexual. Volveremos a pensarla porque no es esta la democracia que queremos, ni merecemos, ni por la que luchamos. Somos una puja por la auto gobernabilidad de los cuerpos. No estamos dispuestas a someternos al terror del neoliberalismo Macrista ni al de Bolsonaro, al terror de los patrones, de los curas cómplices, de los machotes diarios. Será con nuestro agite como machete, será con nuestro taco en mano, siempre sin la yuta. Los calabozos los llenaremos con genocidas y al Congreso lo vaciaremos de caretas. No estamos dispuestas a su terror sanitario, a trabajar para la gorra. A la gorra nunca. A la gorra nada. No estamos dispuestas al terror de ser prisioneras entre fronteras. No tenemos límites, nuestra putez y mariconería viaja a mil millones de años luz de la cabeza conserva de quienes nos representan en este negocio en quiebra. Nosotras no estamos desconstruyendo nada, estamos viendo qué hacer con las ruinas. Miren lo que han hecho. Ahora somos hijas del desastre. No estamos dispuestas a la cipayeada con la que se nos pretende controlar. Estamos sí dispuestas a vencer el terror complejizando, a bailar para que no nos maten de tristeza, a besarnos con la pasión de mil yeguas trotando en el campo, a quemar todo si es necesario porque hay terror ahora. Hay terror ahora porque el silencio persiste. Porque las urnas se llenan de cenizas y se candidatea cualquier hijo de empresario. Porque los números de víctimas del terror de Estado se ponen en jaque y siguen subiendo. Porque entre muertxs hay clase. Porque son quienes administran los que compraron a la Argentina a costa de la sangre de treinta mil compañerxs. Porque nuestros cuerpos resisten, persisten e insisten en ser historia, en hacerla, en contarse, en seguir vivas frente al piedrazo en la jeta que nos da el fascismo y sus apellidos de siempre, sus amigos de siempre, sus fórmulas económicas de la necropolítica del marketing neuronal. Hay terror ahora y por eso andamos juntas. Pero que no se confundan ni por un ratito. No nos une el terror, sino la potencia del hartazgo.

Marchar el 24 // Diego Valeriano

Marchar a la comisaría sabiendo la respuesta, llorar a los muertos de ambos bandos, hacer cuadras de más para evitar a los giles, esperar el 238 en Libertad. Acompañar a la mamá con los tapper al comedor, marchar unos pares de veces para que ella entre en el listado de altas. Pensar en su viejo cuando escucha hablar de desaparecidos en la Básica de la otra cuadra. Embarrarse al pedo, hacer los deberes en la copa de leche, sentir vergüenza en la escuela.

Los besos que ya no quiere dar, los pibes que son unos panchos. Las amigas hechas madres, hechas putas, hechas mierda. Los besos que sí quiere dar pero no encuentra. Los cansancios, los exámenes. Aprender a caminar haciéndose respetar donde no existe el respeto, ni la memoria, ni la verdad, ni la justicia desde hace muchos años.

Volantear en el centro con tal de no quedarse en el barrio. Un trabajo, una excusa, una huida, estar en marcha. Ser promotora para no querer ser nunca madre, cualquier cosa menos madre, menos hija. Repartir papelitos en el centro, respirar ese aire sucio. Soportar la mano del chabón sobre la calza bien clavada. Soportar las cosas que le dice al oído, las invitaciones, soportar cualquier cosa, pero cualquier cosa posta con tal de estar lejos.

Le duele como acá, por la boca del estómago y se le llenan los ojos de lágrimas cuando vuelve en el Sarmiento. No quiere ni volver, ni estar, ni irse. No quiere ya casi nada. No quiere esto que siente y no sabe qué es.

No quiere nunca más acompañar a la abuela al cajero, hacer la cola mientras esa vieja egoísta espera sentada en una parecita a la sombra. No quiere ir a trabajar a la feria para la tía que mal paga. No quiere ir a la parroquia ni a los talleres por la beca.

No quiere reemplazar a Gladys el 24 en la marcha porque es feriado y no tiene donde dejar a sus nenas. No quiere ir por un bolsón, no quiere viajar tan lejos por tan poco, no sabe qué puede pasar. Está harta de hacer caso, no quiere volver tan tarde, no quiere soportar a los guachos que se escabian y se ponen pesados, ni llevar la bandera porque le da alta vergüenza que alguien la vea.  

Para qué sirve marchar el 24 si total ya está. // Luciano Debanne

Para qué sirve marchar el 24 si total ya está.

Total ya nos ganó esta runfla de canallas, ya nos pasó por arriba el tsunami, nos llegó el agua al cuello, ya fue todo, vendo todo me voy a la mierda, Mauricio Macri la puta que te pario.

¿Para qué sirve si total ya volvieron ellos mientras nosotros cantábamos que íbamos a volver, si lo irreversible se revirtió, si el amor no venció y fue vencido, si el otro era la patria pero también era peor de lo queríamos que fuese?

¿Para qué sirve si total se mueren las viejas, con sus lágrimas y sus carteles a cuesta, y con los que quedan no estamos de acuerdo, si es un quilombo de peleas por ver quién va primero, si los que cantan son los de siempre y los que hablan también, si los choripanes son cada vez peores y más caros, si ya hay otras marchas carnavalescas, festivas, novedosas e ingeniosas para subir a las redes?

¿Para qué sirve marchar el 24 si al costado de la marcha van a estar los que duermen en la calle, los nenes pidiendo comida, los negocios cerrados, las prostitutas adolescentes de los pueblos chicos, los pibitos que se suben a la 4×4 por 50 pesos, los merenderos de techo de chapa y gotera, los hacheros que duermen bajo el nailon roto de la silo bolsa y toman agua con tierra de un tacho, las trabas que no fueron invitadas, la verdulera a la que le afanaron la caja del día la vez pasada, el remisero que tiene parado el auto porque se le hizo bosta el tren delantero en un pozo durante la ultima lluvia y no hay un mango para arreglarlo y no tiene qué hacer?

¿Para qué sirve marchar el 24 justo ahora que es año electoral, y se superponen los actos, y hay que decidir dónde poner la guita, y el sonido, la plata para los afiches, las ganas de movilizar, no podemos mover a las bases todos los días, vamos a convocar a delegados y cuerpos orgánicos, más que eso no nos da; decidir donde poner las fuerzas, y los jirones de ganas de activar que quedaron guardados en un frasco en el frezeer pero es lo último que hay?

¿Para qué sirve marchar este 24 por un 24 de hace tanto tiempo cuando todos los días estamos estrenando una miseria?

¿Para qué sirve seguir andando con las caras en blanco y negro si seguimos sumando carteles con gente nueva, si siguen desapareciendo gente, y también desapareciendo indios y trabas y wachos y presas y viejos olvidados en hospitales públicos y enfermos pobres de HIV?

¿Para qué sirve marchar el 24?

No sirve para nada.

Como no sirve para nada festejar los cumpleaños, ni encontrarse a comer asado con los amigos, ni mandar un mensaje preguntando ¿llegaste bien?, ni sacarle una foto al pibe el primer día de escuela, ni despedirse con un nos vemos, cuidate, qué estés bien.

No sirve para nada como no sirve leer un poema, escribir el nombre de quien te gusta en la parada del colectivo, stalkear al ex. No sirve como no sirve mojarse con la manguera en verano, ir al río, bailar, coger.

No sirve para nada como no sirve compartir el mate, ni reírse de los chistes boludos del compañero, ni besarse en la calle, ni decir te amo por primera vez mientras miras una serie de Netflix o te tomas una birra en la esquina o te escapas de la escuela. Como no sirve silbar, ni cantar en la ducha, ni leer mientras cagas. No sirve como no sirve el carnaval, ni la navidad, ni los feriados puentes, ni los cumpleaños. Ni burlarse del jefe por lo bajo, ni arrancarle los carteles a sus candidatos, ni putear a la línea de canas con escudos.

No sirve para nada, como no sirve reconocerse a lo lejos, saludar con la mano alzada, el puño cerrado o los dedos en V, o darse una abrazo mientras marchas por el medio de la calle, para recordar que aunque no sirva para nada acá estás ¿entendés? Acá estamos y ni toda esta camionada de mierda nos puede sacar.

No sirve para nada, y quizás esa sea la conquista: ir más allá de la estrategia,  más allá del cálculo, más allá del deber.

Tres años de gobierno de Cambiemos: El gobierno más represor desde 1983 // CORREPI

A tres años cumplidos de gestión de Cambiemos, hoy el Archivo refleja el imponente salto represivo del gobierno que ha batido todos los récords de sus antecesores desde fin de 1983, y ya ha comenzado a superar los propios. A fin de 2017, decíamos que, por primera vez en los 35 años transcurridos desde el fin de la dictadura cívico-militar-eclesiástica, el actual gobierno había superado la barrera de un muerto por día a manos de su aparato represivo.

Señalábamos que, frente al promedio de un muerto cada 30 horas del conjunto de los 12 años de gobierno kirchnerista, e incluso frente al pico de uno cada 28 horas de 2015, el macrismo había incrementado la frecuencia exponencialmente, con un caso cada 25 horas para fin de 2016 y uno cada 23 al año siguiente.

Tres años después, el promedio de muertes bajo el gobierno del PR gravedad del dato, que es mucho más que un número, basta comparar el ritmo del crecimiento: Al kirchnerismo le llevó más de 10 años pasar de un caso cada 30 horas a uno cada 28. El macrismo, en apenas tres años, incrementó a más del doble la frecuencia.

En el curso de este año incorporamos 1.102 casos al Archivo, totalizando 6.536 hasta diciembre de 2018, y 6.564 si incluimos 28 casos ya chequeados de 2019, ocurridos en enero y primeros días de febrero, contra 5.462 que teníamos registrados hace un año.

Un total de 1.303 personas fueron asesinadas por el aparato represivo estatal durante la gestión de Cambiemos, entre el 10 de diciembre de 2015 y el 12 de febrero de 2019.

 

 

Más del 85% del total de personas asesinadas por el aparato represivo estatal estaban en un calabozo o caminaban por un barrio.

Las recurrentes y ampliadas campañas de “ley y orden”, al amparo del discurso oficial de la “inseguridad”, invisibilizan los homicidios de gatillo fácil contra jóvenes y pobres, que sólo trascienden en circunstancias muy particulares, o cuando son seguidos de una fuerte reacción popular que atraviesa el muro mediático. En estos tres años se da una paradoja significativa, al ritmo de la época: mientras los fusilamientos de personas desarmadas, en particular varones jóvenes, como se verá más adelante, crecen a un ritmo nunca antes visto, es cada vez menor el reflejo de esos hechos en los medios del sistema. Excluyendo los casos de contacto directo con la familia o amigos, son los medios de comunicación popular y las redes sociales los que nos permiten enterarnos la mayoría de las veces. A la vez, se desató como nunca antes una campaña de legitimación de estos fusilamientos, protagonizada por los funcionarios de primera línea del gobierno y amplificada hasta el paroxismo por los medios hegemónicos. El abrazo del presidente Mauricio Macri al policía de gatillo fácil Luis Chocobar y el de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich a la policía fusiladora Carla Céspedes son las dos fotos que ilustran uno de los rasgos distintivos de la gestión Cambiemos: la explícita y frontal reivindicación pública del gatillo fácil como política de estado, que se complementa con medidas normativas, como la Resolución 956/18 y el Programa Restituir.

En la categoría de muerte de personas privadas de su libertad, que incluyen cárceles, comisarías y todo otro lugar de detención (incluso patrulleros) confluyen los clásicos “suicidios”, que encubren, en una enorme proporción, la muerte por aplicación de tormentos, e incendios que se inician como medida de protesta o pedido de ayuda y que, invariablemente, no reciben auxilio o lo reciben tardíamente. En 2018, resulta inevitable destacar el caso de la comisaría de Transradio, Esteban Echeverría, que estaba inhabilitada para tener personas detenidas por la falta de condiciones mínimas para el alojamiento. De 27 personas hacinadas en un calabozo con capacidad para mucho menos que la mitad, 10 murieron como consecuencia de un incendio. Por otra parte, las muertes violentas por heridas de arma blanca son, en muchos casos, ejecuciones por encargo de los servicios penitenciarios, que usan para ello los llamados “coches-bomba” (sicarios). También se registran de manera creciente fallecimientos por enfermedades que nunca causarían la muerte con una mínima atención médica (apendicitis, hepatitis, tuberculosis, etc.).

En los pocos casos en los que podemos acceder a datos oficiales, como los de la Procuración Penitenciaria de la Nación respecto de las cárceles federales, o los de la Comisión Provincial por la Memoria bonaerense, constatamos que también en este “rubro” el gobierno de Cambiemos muestra su eficacia represiva, con un promedio cercano a las 150 muertes al año solo en unidades penales de la provincia de Buenos Aires. Es indudable que el aumento espectacular de la población carcelaria condiciona el incremento de las muertes intramuros. En las cárceles federales, con una capacidad para 12.235 personas, se hacinan hoy 13.529, mientras que las unidades bonaerenses, con capacidad para 29.000 personas, hay 38.000, sin contar las más de 4.000 amontonadas en comisarías de la provincia, con espacio para menos de 1.000 y sólo por períodos breves.

 

La casi totalidad de las muertes en comisaría corresponde a personas que no estaban detenidas por acusaciones penales, sino arbitrariamente arrestadas por averiguación de antecedentes o faltas y contravenciones. En esos casos resulta aún más incomprensible el argumento de la “crisis depresiva”, como dicen los partes policiales, pues son personas que en horas recuperarán la libertad. Rodolfo Walsh lo explicaba mejor que nosotros: “Como todo el mundo sabe, la melancolía que inspiran las altas paredes de una celda fomenta negras ideas en los jóvenes débiles de espíritu, los ebrios, los chilenos carteristas y, en general, la gente sin familia que pueda reclamar por ella. Otro factor deprimente que acaso contribuya a la ola de suicidios en tales calabozos son las inscripciones que dejan los torturados”.

Las casi 200 desapariciones registradas no están desagregadas como modalidad aparte, pues pueden concurrir tanto con fusilamientos de gatillo fácil como con muertes bajo custodia y hasta con asesinatos intrafamiliares u otras modalidades. Así, los casos en los que la víctima fue vista en una comisaría, o cuando la detenían, están listados bajo la categoría muertes en lugares de detención; los casos en que la víctima fue fusilada y luego desaparecida están bajo la modalidad gatillo fácil, y Santiago Maldonado, se sumó, junto a Rafael Nahuel, al listado de asesinados en la represión a la protesta y el conflicto social. En los casos que no se conoce lo sucedido, o no se trata de ninguna de las modalidades principales, se incluyen en la categoría “otras”.

Los asesinatos en el marco de causas fraguadas para “hacer estadística” y los hechos resultantes de otros delitos cometidos por miembros de las fuerzas de seguridad, reconfirman la constante participación policial en delitos comunes, vendiendo información, proveyendo zonas liberadas, proporcionando armas o interviniendo directamente en la organización de robos tipo comando, tráfico de drogas y autos robados, secuestros extorsivos, trata de personas, etc., incluso a veces como parte de “operaciones de prensa” para ganar prestigio desbaratando los ilícitos que ellos mismos generan, o para ganar espacios en sus disputas de poder internas, potenciadas por la coexistencia de más de una fuerza en los territorios.

Los asesinatos en el marco de la protesta social, en marchas, movilizaciones y cortes de ruta, suman 91 desde 1995. El gobierno de Cambiemos inauguró en 2017 su cuenta, con la desaparición y asesinato de Santiago Maldonado, y el fusilamiento de Rafael Nahuel, por mano de GNA y PNA respectivamente, y sumó, en 2018, los asesinatos de Ismael Ramírez (13) en la represión a un piquete de desocupados en Sáenz Peña, Chaco, y de Rodolfo Orellana, militante de la CTEP, en la represión a un conflicto por tierra y vivienda en La Matanza.

8M en Guadalajara: de cómo los cuerpos alumbraron la calle // Ita del Cielo

Lo que parece generación espontánea en el tercer llamado internacional de Huelga Feminista, no lo es. Para que un torrente de miles de mujeres pusiera el cuerpo con tanto ímpetu en las calles, hubo atrás un proceso organizativo tejido con paciencia, asamblea tras asamblea, acuerdo sobre acuerdo. Palabras cuidadosamente escogidas, gestión de tiempos y modos.

Acuerpadas en la red Yo si voy 8 de Marzo –nacida en 2014– el núcleo organizador de las jornadas del 8M en la capital jalisciense, tras seis asambleas públicas y abiertas, decidió ocupar la Avenida Alcalde. Justo a un costado de la catedral emblema del conservadurismo católico, un enorme pañuelo verde anuncia la entrada al territorio rebelde: la maternidad será deseada o no será.

Frente a la Rotonda de las personas ilustres -un redondel con quince estatuas en su mayoría de hombres destacados de la región- fueron montadas tres carpas: Vulva, Deseo y Libertad para impartir talleres. En algunos se trata de involucrar al cuerpo en todos la reflexión a través de la palabra: “Juego de pelota feminista”[1], “Microtaller de poesía de autorretrato”, “Feminismo como práctica transformadora”, “La Vulva: posibilidades del placer”, “Ecofeminismo”, “Tejer como forma de sanar”, “Mapeo colectivo” “Qué es el género” “Línea del tiempo”, entre otros.

Por ejemplo, Abril del Ángel, explica la hipótesis de la ecología feminista: “la naturaleza está igualmente oprimida que las mujeres por el sistema patriarcal”, en este escenario la crisis ambiental sería el resultado de las relaciones desiguales que hay entre hombres y mujeres, como las hay del ser humano con el entorno natural. La conversación colectiva intenta conectar las luchas que han encabezado las mujeres en defensa de los bienes comunes, como en Tariquia, Bolivia –contra el extractivismo petrolero—como en Cherán, Michoacán –en defensa del bosque– donde son Ellas, las primeras que salen para defenderlos frente a la tala clandestina. Se trataría entonces de pensarnos como parte de la naturaleza defendiéndose.

De forma más discreta otras dos carpas acompañan la jornada: una donde se compartirá la comida y otra habilitada como ludoteca/guardería a cargo de varones. A las 5 de la tarde, cuando la temperatura ha bajado de los 30 grados, las estatuas del redondel fueron intervenidas con pañuelos verdes. Minutos después en el Paseo Alcalde un grupo de mujeres cuelga un paliacate[2] en el rostro de una estatua monumental: “Nosotras con las zapatistas”.

Marea de emociones

La Perla de Occidente, como se le conoce a esta ciudad,  la tercera más grande de México, ubicada a unos 500 kilómetros al Este de la capital, se caracteriza por haber sido por años fiel territorio católico y región apta para lavar dinero proveniente del narcotráfico. “Jalisco tierra de Mariachi, Tequila y feminicidio” apunta acertadamente una activista. En los últimos años, el azote de la violencia paraestatal, lo que la narrativa mediática llama “delincuencia”, ha provocado la ausencia de mil quinientas mujeres. Apenas es enero y ya faltan 24 mujeres que han sido asesinadas tanto en espacios domésticos como públicos.

Quizá por ello sorprenda más la radicalidad y audacia –ante los ojos de los incrédulos— con las que flujos de mujeres jóvenes tomaron las calles del centro histórico el pasado viernes, con la intención de romper la gubernamentalidad del miedo. La potente manifestación encabezada por la consigna: ¡Organizadas paramos la violencia! culminó en un coro de miles de voces en la Glorieta de los y las desaparecidas, donde por lo menos dos mil cuerpos rebeldes prendieron una luz, para recordar la llama encendida en el Encuentro Internacional de mujeres que luchan, realizado el año pasado en el Caracol Morelia.

Si en cada localidad el llamado internacional de Huelga Feminista tomó formas singulares al reclamar la calle, en Guadalajara la propia manifestación ofertaba ya una serie de prácticas para buscarle un apellido al feminismo. En la vanguardia, entusiasta batucada de mujeres con orígenes y edades diversas van sabiendo encontrar su ritmo, sus garrafones a modo de tambores retumban el détournement: “¡No-que-re-mos ma-chos-que-nos-asesinen!”.

Atrás, las pancartas sacuden las mentes: “Ya párese señora” “No es histeria, es historia”, “Nos enseñan a ser rivales, decidimos ser aliadas”, “Orgasmo: derecho divino”, “Educación sexual feminista”.

El bloque lesbofeminista a todo pulmón, reclama existencia lésbica: ¡Pucha[3] con pucha, lesbianas en la lucha! ellas proponen amar a las mujeres como política sexual elegida “porque nos sabemos merecedoras de amor, placer, y fuerza”.

Enseguida, una compañera del bloque antiespecista, vestido de negro, sostiene el dibujo de una manada de animales no humanos al lado de una mujer: “mi cuerpo no se come, no se viola, no se vende”.

Luego están las familias de las ausentes, acompañan y sostienen por tres horas un tendedero caminante de siluetas para hacer presentes a mil 500 desaparecidas en la entidad. El grito desesperado de este bloque provoca escalofríos: “¡Señor, señora no sea indiferente se mata a las mujeres en la cara de la gente!

Al fondo colectivos mixtos –zapatistas, comunistas. “Patriarcado y capital, alianza criminal”, sostiene un chico militante quien marcha como aliado.

 

Los pañuelos, negro, verde, morado, rojo, coloreados minutos antes de la marcha. La intervención performática que incluía látigos y carne de bistec de cerdo como metáfora viviente del consumo masculino de cuerpos feminizados. Lo que podría parecernos soliloquios fragmentados, pueden ser leídos también como pétalos que coexisten.

El sol aún no se oculta, en la parada de la calle Federalismo se busca encender las primeras lucecitas dirigidas a las zapatistas: “les pensamos, les respetamos y les acompañamos”. Ahí, un contingente se suma con un enormísimo banner: “¡No a los megaproyectos! Luchar, resistir, el acuerdo es vivir”.

Como si fuera presagio antes del anochecer, la tonalidad de la tarde transitó a cielo violeta. A su paso por el edificio de la Universidad de Guadalajara, la rabia estalla: “¡No más acoso en la universidad!”, exige el numeroso contingente de jóvenes estudiantes

Política de contagio

Lo que mostró el despliegue sincronizado de cuerpos rebeldes y organizados esta tarde es creación e inteligencia colectiva. A cada quien según su capacidad, de cada una según su interés. Una especie de autopoiesis. Pero ¿de qué se nutre? ¿Serán los años de experiencia de las veteranas, será el ímpetu de las más jóvenes, será la necesidad de buscar otra forma de vida, será la claridad política de algunas? “Lo que nos ha dado fuerza es la amistad”, reflexiona Evelyne Herrera, desde la Comisión de Logística.

Pero y, ¿cómo gestionar las diferencias realmente existentes entre mujeres? Las jerarquías a ratos de diluyen, a ratos se tensionan. Más que la edad o el origen, son las formas, cuidar las formas. “A veces reproducimos lo que hemos aprendido de las organizaciones políticas de las que venimos”, y a pesar del cansancio reconoce su propio esfuerzo por no “tirar la toalla” durante el proceso organizativo. Identifica que han sido en los círculos de estudio –convocados después de la visita de Silvia Federici a Guadalajara— realizados en el espacio feminista Cuerpos parlantes, donde se ha afianzado un potente lazo entre mujeres.

Se trata de una “política de contagio”, explica con agudeza Fernanda Justo Hernández, activista  de la Organización del Pueblo Trabajador, ella insiste en que el feminismo es justamente una práctica transformadora inserta en una lucha más grande, la anticapitalista y antirracista, de ahí la necesidad de buscar alianzas.

¿Qué hay de común en la experiencia de la manifestación? Para Sarai, diseñadora y fotógrafa, oriunda de Mazatlán, la manifestación se trata  de “un espacio seguro cercano al corazón”, y al mismo tiempo “un lugar triste porque estamos marchando por las mujeres que ya no están, que quizá no pudieron alzar la voz”. Y es que además de las pasiones tristes, el maquillaje y la brillantina, las máscaras, las flores,  forman parte de una ritualidad alegre y festiva. Encontrar juntas una pulsión de vida para no “sofocarnos con el dolor”. El cuidado de las otras está presente: hay una chica que pregunta si te has puesto bloqueador solar, pues los rayos aún arrecian. Carteles improvisados y esténciles cuidadosamente preparados para intervenir los muros, recuerdan que no todo está bajo control, que los desbordes son parte del contagio.

Desde otra perspectiva, igualmente situada, la veterana Belinda Aceves Becerra, de oficio bibliotecóloga acompañada de la colectiva Mujeres Insurgentes, organizó el taller “La línea del tiempo de los derechos de las mujeres”, un recorrido que si bien comienza en Europa con Olimpia de Gouges abarcó las geografías de Medio Oriente y México. “Hay que entender que el patriarcado ha estado a lo largo de la historia, y hay que reconocer también donde estaban nuestras abuelas, madres y en que momento nacimos”. Arelly y Adanelly, dos hermanas de 19 y 21 años originarias del pueblo de San Marcos, relatan que fue en la ciudad donde conocieron el feminismo gracias al tema de la menstruación. Acudieron al taller de Belinda donde descubrieron, a modo de diálogo intergeneracional, que “esta lucha no es de unas cuantas, sino de miles de mujeres a través de la historia”.

De la lucecita vendrá una llamarada

Si la consigna de las manifestaciones de izquierda sacrificial rezan así: “ésta marcha no es de fiesta, es de lucha y de protesta”. El pasado 8 de marzo quedó claro que la acción feminista está renovando el lenguaje de las protestas callejeras. Puede que el dolor y la tristeza por las ausentes convoque a muchas, pero lejos de quedarse sumidas en la impotencia, aparece la digna rabia.

Caída la noche, se encienden las lámparas integradas en cientos de teléfonos móviles, éste es el modo urbano para responder la pregunta zapatista que a contrarreloj obtuvo centralidad simbólica en las acciones ¿Dónde está pues tu lucecita que te dimos?

El coro repite al unísono con júbilo: «Compañeras, hermanas, cuando estamos juntas se encienden dentro de nosotras, poco a poco, unas lucecitas. Son las que nos dieron las mujeres zapatistas que resisten desde las montañas de Chiapas, pero son también las que nos han dado todas las mujeres que luchan en el mundo. Quizás no siempre sea fácil ver estas lucecitas, pero en el centro de ellas hay fuegos que arden y que se buscan para crecer. De nuestro tejernos vendrá una llamarada y brillará todo.

Al finalizar la marcha, todavía hay energía para la fiesta, Cuerpos parlantes, un espacio clave para esta jornada,  se habilita para una celebración no-mixta. Las DJs inyectan ritmo a lo que se vive como todo un éxito colectivo. El núcleo organizador mueve las caderas gozosamente.

 

[1] Hace referencia al juego de pelota que tuvo orígenes con los pueblos mesoamericanos

[2] Pañuelo con diseño hindú, utilizado para cubrir el rostro de los militantes zapatistas

Del estado somos todos al gobierno crítico de nosotros mismos // Roque Farrán

Si ha fallado la interiorización del Estado y el empoderamiento ciudadano, oportunidad abierta luego de la crisis de gubernamentalidad de 2001, eso no se puede remediar con una lógica puramente militante y voluntarista; sino que es necesaria una crítica inmanente y rigurosa de nosotros mismos -allende las ideologías- que exceda la mera culpabilizacion y atraviese todos los niveles y prácticas de conducción: educativas, barriales, sindicales, estudiantiles, partidarias, parlamentarias, ejecutivas, comunicacionales, etc. El procedimiento judicial en pos de la verdad también tiene que ser impecable y seguir hasta las últimas consecuencias. No es cuestión de partidismos o ideologías, en este caso, hablamos de la constitución de nosotros mismos. Constitución Nacional, sí, pero también Constitución Ontológica. Nada menos que eso está en juego: o nos transformamos o perecemos.

Cuando Foucault vuelve sobre el caso de Edipo, en “El gobierno de los vivos”, para analizar el cambio de un “régimen de verdad” (cuestión que excede el “trillado círculo de poder-saber”, como él dice, e implica a los sujetos en la manifestación de la verdad), resulta clave justamente el pasaje de un modo poder-saber basado en la sentencia oracular al de uno en que prima la racionalidad sin concesiones del procedimiento jurídico. Claro que ese pasaje no es para nada simple, porque implica también a los sujetos en cuestión, en calidad de operadores, testigos u objetos; no hay racionalidad pura sin interpelación al sujeto en la manifestación de la verdad, que es lo que quiere mostrar Foucault. Es increíble que lo que estamos viviendo hoy los argentinos se aproxime tanto, por estructura, a aquel relato clásico y a los avances investigativos en torno al modo de gobierno que ensayaba Foucault en los 80. Estamos ante la posibilidad de un cambio régimen de gran magnitud, un cambio de régimen de verdad. Si Macri fuese consecuente como lo fue Edipo, e hiciera todo lo posible para que el procedimiento jurídico llegase hasta las últimas consecuencias en el cuestionamiento del círculo de poder-saber (como a veces sugiere), entonces se produciría un verdadero cambio: caería lo que tenga caer, rigurosamente, incluido quizás el mismo presidente (como sucedió con Edipo), su entorno familiar, y en nuestro caso también caería esta suerte de madre sustituta y perversa de la repuliqueta que es Carrió (junto a su séquito). Por eso, digo, si entendemos ante qué nos encontramos, no podemos enredarnos en el juego de la posverdad, el relativismo o la lógica militante, acá el procedimiento jurídico riguroso de la verdad anuda todas la dimensiones necesarias al caso.

Roque Farrán, Córdoba 17 de marzo de 2019

La revuelta en la cultura // Lila María Feldman*

Julia Kristeva dedicó mucho de su escritura a la cuestión de la “revuelta”, palabra en la que me vengo ocupando (La lengua revuelta, El cuerpo revuelto) para pensar este tiempo histórico y los modos actuales de subjetivación. Siguiendo la pista dejada por Julia Kristeva, me interesa abordar ese territorio particular de los sujetos que lo colocan tanto como sujeto del inconsciente, como sujeto de la cultura.

¿Por qué hablar de revuelta?

Me interesa poder situar algunas coordenadas en la búsqueda de sentido, en tiempos donde para muchos de nosotros el sentido está fuertemente conmovido.

Particularmente para les psicoanalistas, que trabajamos con los pacientes de hoy, resulta urgente revisar nuestras teorías (y que ello no quede sólo en una formulación de un deseo), si queremos estar a la altura de la época y sostener el psicoanálisis en la posición de quien lo creó -y tantos rescatamos- de haber sabido nutrirse de la cultura de su tiempo para interrogarlo, cuestionarlo, y revolucionarlo. Ser consecuentes con lo mejor del psicoanálisis es ser capaces de revisar los propios fundamentos. El texto será «revuelto» por la experiencia. La autoridad es la experiencia, único modo de que el texto no se convierta en libro sagrado, o dogma. El texto está vivo cuando admite ser des-leido.

«Cultura-revuelta» es sinónimo de libertad y creatividad, de autonomía singular y colectiva. En ese sentido es que propongo, aquí, profundizar y trabajar la palabra «resistencia» a partir de la palabra «revuelta». No se trata simplemente de un juego de palabras, es más bien, intenta serlo, afianzar una posición. ¿Resistimos y sostenemos ese lugar para detenernos y resignarnos, «aguantar», esperar tiempos mejores, aferrarnos a los viejos esquemas, o estamos dispuestos a asumir una posición bien activa, y tomamos la delantera? ¿Cómo logramos volver sobre la historia y producir rupturas? Desde ya, las revueltas están ligadas al acontecimiento, no se planifican. Para Kristeva, revuelta involucra varios sentidos: centralmente la aborda desde la noción de movimiento, y la noción de espacio y tiempo. Revuelta es paradójicamente retorno y viraje, giro, vuelta, curva, conmoción, recubrimiento y desenvolvimiento. Releer, revolución, rebelión, sub-versión, mutación; ha tenido y sigue encerrando numerosos sentidos. Sin dudas, no hay en ella un movimiento lineal, progresivo, ininterrumpido o directo. Concentra lo anterior y lo novedoso. Retorno y proceso. Kristeva resalta la plasticidad del término a lo largo de la historia junto a su dependencia respecto del contexto histórico. También la palabra muta, se recrea, siempre en torno a alguna dimensión de conflicto.

El avance feminista no atañe únicamente a mujeres, es un movimiento de revuelta cultural. Está vivo en las calles, en los consultorios, en los pacientes y en nosotros mismos. ¿Está vivo el psicoanálisis? ¿sabrá escuchar no sólo los sufrimientos actuales? Me pregunto si también será capaz de volver a pensar los modos en los que un sujeto se construye, desde su nacimiento en adelante. ¿Sabrá seguir siendo revuelta, como lo fue en sus mismos orígenes, y en tantos otros momentos de su historia?

La revuelta es entonces la operación que hace de la cultura, y del psicoanálisis, algo vivo. Experiencia, no texto en el que resistir (religiosamente), mientras lo viejo se derrumba y desmorona. La condición para la revuelta es poder pensar contra uno mismo: contra el propio pensamiento y lo ya pensado, cerca de lo desconocido más que de la confirmación de lo ya sabido. Retomo así la «reivindicación de la revuelta», que propuso Kristeva, cuyos tres sentidos más fuertes se resumen en: transgresión, elaboración y desplazamiento, o juego.

La revuelta, hoy, una vez más, ha extraído algo de lo carcelario e inmutable al cuerpo y al lenguaje. Avancemos: ¿qué puede hacer la revuelta en la cultura? ¿Y en el psicoanálisis? Mi planteo es que la revuelta es condición para el porvenir del psicoanálisis.

La revuelta entonces es apertura para «des-encantarnos» de ese apego fascinado por lo ya pensado, de las lecturas ritualizadas y rumiantes, salir también de los «encantamientos» que nos oprimen. Pasar de sujeto iluso, «ilusionado», a sujeto soñante. En otro lugar propuse pensar a la utopía como la versión política, por excelencia, del sueño, en contraposición a las ilusiones-espejismos que nos pasivizan y encandilan. El sueño, entonces, es el lugar de la libertad y la creación, es trinchera, allí nadie ingresa a la fuerza. Reducto, bastión de la subjetividad, usina de futuro. Futuro psíquico y futuro político.

Cuando sueña, el sujeto del inconsciente -a la vez que sujetado a un campo de determinaciones- se des-captura. El sueño, a través de la aventura psicoanalítica, vía transferencia e íntimidad, se constituyó en un campo privilegiado de trabajo con uno mismo y con el lenguaje. El sueño fue clave absoluta en el armado psicoanalítico, en la Obra freudiana es punto de partida, los propios sueños de Freud y el trabajo con ellos (en su autoanálisis) lo fueron, así como el descubrimiento de la escucha analítica diferenciada respecto de la mirada examinadora del «médico», espectador de los síntomas histéricos. Freud propuso, descubrió, que había que escuchar a las histéricas. Centralmente sus sueños. El par asociación libre-atención flotante es tributario de ellos.

Los psicoanalistas seguimos escuchando sueños. También estamos viviendo y protagonizando un tiempo en el cual algunos sueños, colectivos, son causa de luchas, extensión de la libertad, potencia transformadora. Los escuchamos, en cada una de las historias con las que trabajamos. ¿Sabremos vitalizar el psicoanálisis a partir del trabajo con ese material, en cada biografía particular, con los variadísimos fenómenos que desencadenan? Al psicoanálisis se lo crea y se lo inventa cada día. Con los sueños de hoy. Freud definió sujeto y definió cultura. ¿Son definiciones definitivamente cerradas, o podremos volver a definirlos? ¿Son definiciones absolutamente delimitadas una de la otra? Particularmente en una época en la que se pelea por los modos, los derechos, y las libertades para definirnos, cada une, y con los otres.

Me preguntaba antes si el psicoanálisis hoy puede escuchar a los sueños. También habría que preguntarse: ¿puede el psicoanálisis soñar? ¿Seguir soñando? El psicoanálisis nació con los sueños. Se engendró-descubrió con un sueño, el de «la inyección de Irma».

En este siglo pasamos de la histeria al feminismo. ¿Qué hace, hoy, la palabra de las mujeres con el lenguaje? Las histéricas del siglo XIX se valían en primer término del cuerpo, ese pudo ser el lugar paradigmático, a través del síntoma, de su revuelta. El psicoanálisis inventó un dispositivo para escucharlas: así instauró un pasaje del cuerpo a la palabra. Hoy, las palabras, el lenguaje, se redefinen también. ¿En cuáles palabras, en qué lenguaje nos reconocemos? ¿Cómo nos posicionamos frente al poder patriarcal, organizador de los discursos, los relatos y los mitos con los que se forjó la subjetividad occidental y moderna? Porque Freud pudo pensar, por supuesto, desde ahí.

Ésta revuelta, ¿se atreverá a discutir los cimientos mismos del edificio psicoanalítico? ¿Qué es ser consecuentes entonces con el descubrimiento freudiano? Freud construyó saber desde la marginalidad y desde la transgresión a los saberes dominantes, y a sus propios maestros. Kristeva dice que «…en la escucha de la experiencia humana el psicoanálisis finalmente nos comunica esto: la felicidad no existe sino al precio de una revuelta». Es lo opuesto a normativización, y es una llama por reavivar, siempre, porque para el sujeto siempre hay necesidad de experiencia, una experiencia capaz de dar sentido. No siempre hay capacidad de revuelta.

Avancemos.

¿Qué sobrevive de lo ya pensado? ¿El sujeto del inconsciente es a-histórico? ¿Qué mito fundacional hoy nos subjetiva?, ¿qué idea de cultura tenemos, cómo nos representamos y subjetivamos? ¿Es la narración de Tótem y tabú la narración con la cual pensarnos? ¿La horda de hermanos, varones, sigue siendo el ámbito central donde la cultura humana se funda? ¿Y las mujeres? ¿Las mujeres se reparten, según el deseo del hombre, que encuentra regulación en la salida de lo incestuoso, y con ella la exogamia? ¿La salida exogámica es privilegio y potestad de los varones? En muchos momentos lo femenino queda demasiado enlazado a lo materno. Lo femenino, dice Kristeva, «quedó en la oscuridad, absorbido, reabsorbido en el pacto de los hermanos». El campo de los deseos y la sexualidad, de la cultura y el pacto que la sostiene, se ordenan en función de lo masculino como lugar hegemónico.

¿Hoy mantenemos ese mito -me pregunto- a la hora de pensarnos, cuando trabajamos con pacientes, cuando pensamos subjetividad y cultura, cuando nos ubicamos respecto de cierta idea de aparato psíquico, cuando pensamos en la sexualidad y los enigmas y desafíos que ella presenta? ¿En qué modos retorna eso oscurecido y reprimido? Indudablemente, retorna. Lo femenino retorna y apunta fuertemente a reformular los.andamiajes de nuestra cultura.

Y más allá de «Tótem y tabú», ¿seguimos identificando terceridad con función paterna? ¿El estadio del espejo en torno a la función materna? ¿Seguimos pensando funciones con relación a un género en particular?

Hoy el asesinato totémico y mítico del padre se revuelve a partir del asesinato, inconcluso aún, pero de ninguna manera mítico, del patriarcado. El campo psicoanalítico tiene por delante esa empresa. Hay bastante que revisar, si queremos seguir pensando y no quedar obturados por las teorías sexuales infantiles…del psicoanálisis en los tiempos de su creación, con todo lo que pudo, y con todo lo que no.

El porvenir de una ilusión, hoy se encuentra, en nuestro país, como en otros, frente a una posible, a mi modo de ver urgente, experiencia-revuelta: separar Iglesia de Estado (forma de regulación y organización político-cultural).

Freud murió en tiempos en los que la religión fue una de las causas de la mayor tragedia de la Historia: en nombre de una religión y una raza «superior» (resumiendo bastante toda la complejidad de ese tiempo histórico) se exterminó a millones de mujeres y hombres, niños y niñas, instaurándose una política de muerte.

Freud miraba el porvenir preguntándose qué lugar ocupaban las creencias religiosas, si eran necesarias para un aglutinamiento cultural, y qué lugar ocuparían en un futuro. Se respondía que no. Las pensaba cercanas, vinculadas, a las creencias y teorías propias de la neurosis infantil. Ilusiones… su historia, genealogía, y pertenencia judía, parte vital de la composición de su pensamiento, no le impedía cuestionar y pensar la función que pueden cumplir ciertas creencias. Sobretodo cuando se movilizan y se ponen al servicio de algún poder. En la actualidad, en nuestro tiempo histórico, también posibilitan, enlazadas al discurso del Poder Neoliberal, políticas de muerte: condenan a la clandestinidad y la muerte a tantas mujeres. E impiden el acceso igualitario a una educación sexual integral.

¿El psicoanálisis es ajeno a todo ello? No lo era para Freud.

Sostengo que separar cultura y religión es un trabajo pendiente para el psicoanálisis, la política y la cultura de este tiempo. El feminismo es el nombre de la experiencia-revuelta hoy.

Separar, hoy, Iglesia de Estado es una operación que permitiría desarticular la función pastoral (que lo neoliberal reproduce y amplifica), en la regulación y acceso a recursos públicos, así como en la posibilidad de constituirnos en sujetos, todes, de Derechos. Es extraer del campo de la política buena parte del ordenamiento pastoral que regula en función de culpas y pecados, y divide en puros e impuros, prometiendo cielo o infierno según los grados de sumisión.

La revuelta tal vez permita, en eso estamos, que podamos revisar los fundamentos mismos del Estado. No solamente sus promesas.

Un porvenir subjetivado y subjetivante no es un porvenir que se aguarda, ni en el que solo se resiste. Es un porvenir que se sueña y se crea. En las vidas singulares y en los encuentros y ámbitos colectivos. En la cultura, en general, y en el psicoanálisis, en particular. Fundamental para trazar un pensamiento que sepa transformar realidades, no sólo describirlas, en la búsqueda de una vida capaz de hallar mayores márgenes de libertad y menor sufrimiento.

La experiencia-revuelta, que hoy es el feminismo (que tiene historia y nunca empieza de cero), con su potencia des-naturalizadora, máquina hecha de sueños pero también usina generadora de sueños, tal vez podrá ser lo que permita el pasaje de la política de los espejismos a la política de la libertad y la ampliación de Derechos.

Honrar la revuelta freudiana y apostar al porvenir del psicoanálisis es volver a ser, seguir siendo, capaces de revueltas.

Bibliografía:

-Anzieu, Didier: «El autoanálisis de Freud y el descubrimiento del psicoanálisis», Vol. I y II. Siglo XXI editores. México, 2016.

-Feldman, Lila María: «Sueño, medida de todas las cosas». Bs.As; 2018.

«El sueño es al futuro lo que el azogue al espejo», Revista Topía. Bs.As; Noviembre de 2018.

«La lengua revuelta», Página 12. Bs.As; 2019.

«El cuerpo revuelto», Lobosuelto.com. Bs.As; 2019.

-Freud, Sigmund: «La interpretación de los sueños». En Obras completas. Vol. IV y V. Amorrortu Editores, Bs.As; 1992.

«Tótem y tabú». En Obras completas. Vol. XIII. Amorrortu Editores, Bs.As; 1992.

«El malestar en la cultura». En Obras completas. Vol. XXI. Amorrortu Editores, Bs.As; 1992.

«El porvenir de la ilusión». En Obras completas. Vol. XXI. Amorrortu Editores, Bs.As; 1992.

-Kristeva, Julia: «Sentido y sinsentido de la revuelta». Eudeba, Bs. As; 1998.

-Pontalis: «Al margen de los días», Editorial Topía, Bs.As; 2007.

-Sztulwark, Diego: «La crítica de los gobernados (1)». Lobosuelto.com, Bs.As; 2018.

Lila María Feldman es psicoanalista y escritora, autora de Sueño, medida de todas las cosas (Paidos 2018),libro ganador del primer Premio del Sexto Concurso Topía de Libro de Ensayo 2017

Justicia reconoce el asesinato de Rafael Nahuel como una violación a los derechos humanos

La apelación del organismo de derechos humanos barilochense había sido rechazada por el juez federal Gustavo Villanueva, quien entendió que los hechos investigados no revestían una violación de los derechos humanos como para permitir dicha participación.

Sin embargo, la Cámara Federal de Apelaciones de Roca interpretó que el asesinato del joven mapuche puede encuadrarse bajo esa figura y dio crédito al planteo de la APDH que, en base a fallos de Argentina de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sostuvo “la importancia de la participación de los organismos de derechos humanos, en causas en las que los órganos represivos del Estado son investigados como en el caso de Rafael Nahuel”. En ese hecho “su muerte se produce como resultado de un operativo represivo de las fuerzas de seguridad, donde se analiza el contexto de la represión a un grupo mapuche en el marco de una protesta social, el uso desproporcionado de la fuerza y el homicidio por la espalda del joven”.

De esta manera, la Cámara Federal citando jurisprudencia de la Corte Internacional entendió que la prohibición de ejecuciones extrajudiciales que señala el Derecho Internacional es una “grave violación de los derechos humanos”.

Para el Tribunal “hay un hecho no controvertido en la causa que es la muerte de un joven civil a raíz de un disparo de arma de fuego y la presencia en el lugar -lo que predica sobre su posible involucramiento en ese hecho- de integrantes de una fuerza de seguridad estatal”.

La presentación de la APDH fue realizada por su representante legal, Sebastián Feudal.

Con este fallo de la Cámara Federal no sólo los padres de Rafael Nahuel querellarán en la causa, sino también la APDH de Bariloche.

Para ese organismo el asesinato del joven mapuche fue “un homicidio agravado por alevosía y odio racial”, y debe actuarse “tanto contra los autores materiales como contra los instigadores y responsables del procedimiento represivo que culminara con dicha muerte”.

 

  enestosdías 

18/03/2019

 

El mesianismo plebeyo de Bombo, el reaparecido // Diego Sztulwark

Notas sobre el libro de Mario Santucho, Bombo, el reaparecido, Seix Barral, Buenos Aires, 2019

¿Se trata de una nueva historia del ERP escrita desde la autenticidad que se supone otorga la herencia de la sangre y del apellido? Nada de eso. O mejor: ¡mucho más que eso! La meticulosidad con la que Mario Antonio Santucho trata los datos históricos y emplea cada palabra revela de por sí la singularidad notable de Bombo, el reaparecido: la crítica de las armas en función de las armas de la crítica. El relato sigue la pista del misterioso Bombo Ávalos o Abad, combatiente excepcional de la guerrilla rural de quien el Estado no ha logrado precisar su apellido ni establecer las circunstancias de su muerte (Santucho registra unas seis). La búsqueda se interna en la historia de Santa Lucía, el sufrido pueblo tucumano que fue testigo privilegiado de la formación de la Compañía de Monte Rosa Jiménez, foco rural que entró en actividad en la coyuntura determinada por la muerte de Perón y la crisis del peronismo de mediados de los años setenta, y donde luego se llevó a cabo el Operativo Independencia y la carnicería del general Antonio Domingo Bussi. ¿Es posible que Bombo haya sobrevivido al horror? ¿Que lo hayan visto  de regreso, décadas después, en su Santa Lucia natal?

Lucas, un niño de una favela de Brasil desesperado por aprender a leer,  es el personaje central del corto Mi amigo Nietzsche (Fáuston da Silva, 2012). Está por repetir el año y quiere evitar la sanción. Su maestra le aconseja: “lee todo lo que encuentres, cualquier cosa”. Lucas sigue al pie de la letra su consejo mientras corre con sus amigos un barrilete y entra en un basural a jugar a la pelota. En medio del fango encuentra un libro: Así habló Zaratustra de Nietzsche. Aprenderá a leerlo no sin dificultades y con ayuda de un cartonero. En la historia de Lucas, los libros no son parte de un capital cultural ni los ladrillos iniciales de una carrera académica: están en la basura y forman parte de las ruinas de una cultura ilustrada que supo creer en ellos como un instrumento de transformación.

Siguiendo a Bombo, Santucho se sumerge en un mundo en ruinas: un universo plebeyo de sobrevivientes, en algún caso más próximo al hampa que a las habituales militancias de la memoria. Busca escapar de la esterilidad con que el dispositivo de la derrota recubre el lenguaje de la reconstrucción histórica, en particular el del progresismo y los derechos humanos. Tal como lo reconstruye Silvia Schwarzböck en su notable libro Los espantos. Estética y postdictadura (Cuarenta Ríos), tras el terrorismo de Estado que condenó a los revolucionarios al campo de concentración no hay representación material de aquello que en los años setenta podía ser vivido como vidas de izquierda. Luego de la dictadura, escribe, solo hay vidas de derecha. Siguiendo a Rodolfo Fogwill, Schwarzböck describe la postdictadura como la situación en la cual aquellos que fueron victoriosos en la guerra contrarrevolucionaria se vieron eximidos de narrar su triunfo, mientras que los derrotados –los sobrevivientes– se encontraron compelidos a tomar la palabra y narrar lo que había pasado: desde sus militancias hasta la represión. Los vencedores se dedicaron a disimular su victoria y los vencidos fueron subsumidos en la nueva atmósfera a través del dispositivo de la cultura, que ofrece espacios para enseñar, dar charlas y escribir sin tensar las relaciones sociales y políticas.

El libro de Santucho puede incluirse entre los intentos (podemos decir lo mismo de Abajo a la izquierda, libro de inminente publicación de Mariano Pacheco) por derribar este cerco de la cultura que afectó de impotencia a buena parte del discurso progresista de toda una época. El antiprogresismo de Santucho, como el de Pacheco, consiste en volver a incomodar con el testimonio de vidas de izquierda. En Pacheco, esas vidas son las de los años noventa, creadoras de una contracultura, de una nueva relación entre palabra y cuerpo capaz de reintroducir la tensión política que la derrota había aniquilado. La masacre de Avellaneda –el asesinato de Kosteki y Santillán– encarna el propósito represivo de borrar esas vidas marcadas por el protagonismo organizado de una fuerza barrial y callejera, las del movimiento piquetero argentino de inicios de siglo. En Santucho, las preguntas irresueltas vienen de más atrás y recorren los mismos caminos que Pacheco. Se trata del problema de la violencia en un contexto histórico que hace inviable la táctica de la lucha armada. Lo borrado en la posdemocracia, para Santucho, es el problema mismo. En sus palabras: la propia “iconografía progresista” tiende a diluir esta cuestión de la violencia como cuestión aún sin resolver. Y lo hace en el acto mismo de elaborar un “panteón de héroes revolucionarios” como acto de construcción de una “memoria estatal”. Este cuestionamiento de la memoria está en la base misma del trabajo de Mario Antonio Santucho. Lejos de quienes han cuestionado por la política de derechos humanos del kirchnerismo desde la censura de la lucha armada (sobre todo Héctor Ricardo Leis, autor de Un testamento de los años 70. Terrorismo, política y verdad en la Argentina), lo que interesa en Santucho es el eterno retorno, la recomposición de la enemistad, la capacidad de recobrar problemas estratégicos adormecidos por el dispositivo de la derrota que describe Schwarzböck.

Ni desmarque ni reivindicación: Mario Antonio Santucho bucea en el océano rastreando el tesoro perdido de la revolución derrotada. Ya no se trata de la mera reivindicación de la voluntad y el heroísmo, sino de una disposición a afrontar los problemas difíciles que se plantean en nuestra época. “Aprender de las revoluciones fracasadas”, decía León Rozitchner. En ocasión de la represalia llevada a cabo por el ERP ante fusilamientos de un grupo de combatientes por parte del Ejército, la guerrilla inicia una serie indiscriminada de ejecuciones de oficiales de las Fuerzas Armadas que culmina en la desastrosa operación en la que muere una de las hijas del capitán Viola. Santucho escribe: “El error de la ejecución develó el horror en la concepción”. ¿En qué consiste este “horror de concepción”? Responder con terror al terror estatal conlleva la reafirmación de un círculo vicioso en el que la guerra devora la política. Esa concepción lo horroriza. Y al mismo tiempo es necesario atravesar cada uno de aquellos dilemas irresueltos, porque en cada una de esas resoluciones insatisfactorias se descubre la persistencia de aquel tesoro buscado: un estado de indagación a fondo sobre problemas que deberán ser pensados de otro modo y en nuevos contextos. Esta disposición introduce una diferencia abismal –¿generacional?– con respecto a los ecos de la polémica abierta hace casi una década y media por la carta del filósofo Oscar Del Barco. Luego de colaborar con la guerrilla guevarista del EGP en los años sesenta, el filósofo se arrepentía de haber apoyado experiencias en las que la política se autorizaba a ejecutar actos de violencia asesina, y se pronunciaba en favor de la capacidad regulativa del mandamiento bíblico del no matarás.

La inspiración de Bombo, el reaparecido es benjaminiana. No se acepta que la crítica de la revolución deba hacerse al interior del dispositivo de la derrota. Al contrario: se parte de la convicción de que el dispositivo actúa como cierre sobre el pasado con el objetivo de tapiar toda apertura del futuro. Su empeño, por lo tanto, es volver sobre lo que la historiografía de los años setenta ha dejado de lado (¿qué sabemos realmente de Bombo?) para constituir con ese archivo imágenes dialécticas capaces de rescatar lo no realizado del pasado a fin de inventar posibles imposibles hacia el porvenir. Volvamos al libro. A propósito de la política de la vendetta del ERP, el 20 de septiembre de 1974, la guerrilla ejecuta al comerciante Héctor Zaspe y al policía Eudoro Ibarra, acusados de haber participado del homicidio del militante Ramón Rosa Jiménez, el Zurdo, en Santa Lucía. Se trató del “desgarro definitivo de una comunidad tensionada” o bien de “fogonazos que iluminaron una grieta que ya existía y se estaba tornando insoportable”. En todo caso, “la guerrilla guevarista había adquirido el poder de dar muerte en nombre de la justicia popular”. Frases como estas, que parecen buscar un inverosímil punto de equilibrio, elaboran en realidad lo esencial de la posición singular del autor, que desaprueba toda apología militarista sin  que ello implique escamotear lo esencial: la actitud que lleva a sostener abierto el problema histórico del papel de la violencia en procesos políticos determinados por la intensificación de la lucha social.

La pulsión historicista de Bombo, el reaparecido apunta a restituir lo que permaneció impensado en las aporías de la revolución, no para enmendar un sueño congelado –en tanto que congelado pernicioso– de generaciones anteriores, sino para retomar el fluido vigilia y sueño en el que los sueños son producción, como lo afirma Lila Feldman en su hermoso libro El sueño, la medida de todas las cosas. Sin ellos, aún si astillados, carecemos de materia imaginaria para afrontar la realidad efectiva de la vigilia en la que sigue presente, de un modo nuevo quizás, la cuestión de la enemistad.  

***

La pregunta ¿qué se hereda? llevó al poeta e historiador peruano José Carlos Agüero, hijo de militantes de Sendero Luminoso asesinados por el Estado, a cuestionar lo que escamotean las retóricas apropiadoras –las del Estado y las de los grupos políticos revolucionarios– del drama de la violencia política del Perú. En su libro Los rendidos se lee: “Se aprende a convivir con la vergüenza. Tener una familia que para una parte de la sociedad está manchada por crímenes, que es una familia terrorista, es una realidad concreta, como una silla, una mesa o un poema”. El libro es el resultado de notas que escribía desde hacía años en su blog con el objetivo de entender a sus padres. Escribir para “re-mirar a los culpables, a los traidores, a los criminales, a los terroristas, y por contraste también a los héroes, a los activistas, a los inocentes y quizá a los que no son nada, a los espectadores, los que creen que son el público pasivo en este drama. Y revisar nuestro lenguaje”. La otra enorme pregunta de Agüero –dirigida a su madre– es ¿de quién es el cuerpo del militante? “Al final, tu cuerpo pertenece a muchos (¿deberías haberlo considerado?)”. Su libro Persona reflexiona sobre los cuerpos destrozados, la tortura y el tratamiento que el Estado ha hecho de los militantes. Se impone la constatación de la destrucción: “No logramos conservarnos como sujetos un tiempo mínimo para fundar una historia o una experiencia que pueda ser transmitida o heredada. El cuerpo, el cuerpo mínimo para ser cuerpo, no existe”. No hay cómo desentenderse de la oscuridad de esta constatación que refiere de modo directo el desmembramiento físico de los sujetos por obra del terror político.

La búsqueda de las trazas del paso de sus padres por la existencia lo confronta con polvos, restos indiscernibles, puesto que se trata de mezcla de cenizas. Son las cenizas de otros seres, y no solo de compañeros de militancia, porque en la masacre de El Frontón (en la que fallece su padre) mueren senderistas y no senderistas. Agüero busca en su recuerdo y encuentra que “todos los senderistas eran parecidos: muchachos flacos, oliendo a cigarro”. Combatientes dominados por la necesidad de “guardar silencio. Informar. Moverse”. Recuerdos que afrontan las cenizas producidas por los hornos crematorios del Estado destinados a la desaparición de los cuerpos. Cuenta, además, con unas fotos familiares, unas prendas de vestir, una ficha postmortem. “No hay patria que se ofenda de sí misma”, escribe Agüero. Y no la hay porque esos hornos crematorios y los fusilamientos extrajudiciales, junto a los cuerpos peritados y sus respectivos certificados, erigen las verdades constituyentes de todo Estado”.

Persona propone un programa “antiheroico”, que supone defender a los muertos de las manos de los puros y de los poderosos, evitar la apropiación mitologizante, suspender la poética cómoda. Impedir la sustitución de las vidas por emblemas románticos, falsos sujetos de causas, reinos de las fantasías. Una persona es “apenas una huella”, “una representación”, “un golpe de vista”, “un mapa de sí misma”. Un programa destinado a hablar de los cuerpos como incertidumbre. Una narración hecha sin la lengua del orgullo (contra toda exigencia de identidad), como la que ensayan por aquí las ex hijas de genocidas. “Quizá lo único que podemos hacer con humildad, con respeto, es parecernos a los destruidos”, “dejar de medrar a su costa”. “Los restos sin importancia de unos terroristas masacrados están en cajas en la Fiscalía. Esperando su poeta”.

En Mario Antonio Santucho la búsqueda de una lengua de la incomodidad no supone disolver la enemistad en el perdón. La disconformidad que ambos escritores manifiestan hacia cierta autocomplacencia del mundo de los derechos humanos de la Argentina es bien diferente. En Agüero se da como desaprobación a un estilo de politización o de radicalización discursiva: “Quizá les pase a otros. No lo sé. Pero eslóganes como ‘No olvidamos, no perdonamos’. Esos rótulos tan seguros de sí, de lo que es lo correcto, nunca me han gustado, no me motivan”; en Santucho se manifiesta como insatisfacción por el modo como los organismos inscriben y destacan a las víctimas “en el gran mausoleo de la memoria estatal”. Pero se trata de disconformidades internas al movimiento. De hecho, en contextos diferentes, tanto Agüero como Santucho forman parte (y renuevan con su trabajo) de las operaciones de sensibilización del campo social inaugurado por los organismos.

***

En el epílogo, Mario Antonio Santucho busca entenderse: ¿Por qué escribir esta biografía y no afrontar de modo directo la historia de sus padres asesinados cuando él era apenas un bebé? ¿Es esta una investigación preliminar en esa dirección o más bien un modo de elusión de la conmemoración edípica, un desplazamiento que conduce a Santucho a filiarse menos con cierto activismo vinculado a la industria de la memoria y más con geografías montaraces y combatientes/sobrevivientes pertenecientes a clases populares de provincias norteñas? Si este fuera el caso Bombo, el reaparecido puede ser leído, también, como procedimiento antiedípico.

Lo que nos distingue de aquella época es la irremontable asimetría de fuerzas en favor de los que mandan: “La violencia organizada ya no constituye un recurso al alcance de los oprimidos”. Las armas pertenecen por entero al mundo de los negocios. Y los poderes “se enmascaran”, adoptan fisonomías siniestras. Mientras escribe el epílogo resulta asesinado Rodolfo Orellana, militante de treinta y seis años, de un tiro por la espalda “y no sabemos si fue derribado por una bala policial o por un disparo mafioso. Últimamente resulta cada vez más difícil distinguir”.

No hay una única verdad. Si la hubiera, si la única verdad fuese la realidad, la realidad misma sería inmodificable. Además de la verdad-realidad está la verdad-desplazamiento, como enseña el filósofo catalán Santiago López Petit. Traducido a la discusión militante argentina: la política como vocación de servicio y la utilización astuta del Estado para distribuir fondos del Estado hacia los más humildes es tan loable como idea cuanto, en el fondo, falaz a la hora de transformar la situación. “Sin ruptura no habrá nada nuevo bajo el sol”. Si la verdad-realidad abruma con pruebas, la verdad-desplazamiento actúa por signos, señales de rebeldía que anuncian otros tiempos. Seguir a Bombo, esperar su reaparición, es ya vivir la transformación de la rebeldía en rebelión: un mesianismo plebeyo.

¿Quién mandó a matar a Marielle Franco? // Jáder Santana*

Trés figuras fueron protagonistas del carnaval brasilero el 2019. Dos como referencias negativas -Bolsonaro y las naranjas que se refieren a una de las crisis más recientes de su gobierno- y una como símbolo de resistencia y lucha delante de este escenario: Marielle Franco, la concejal negra, lesbiana, de la favela, asesinada hace exactamente un año, el 14 de marzo de 2018.

Cómo si cobrara por una respuesta que tardaba, el Carnaval propagó por las calles el rostro de Marielle y las preguntas: ¿Quién la mató? ¿Quién mandó a matarla? Una semana después del día que marca el cierre del ciclo carnavalesco, se conoció el resultado de la investigación por el crimen de la concejal y su chofer, Anderson Gomes. El último martes 12 dos policías militares fueron detenidos acusados de disparar contra la quinta concejal más votada de Río de Janeiro.

El policía militar Ronnie Lessa, de 48 años, disparó 13 veces en contra el auto en que estaba Marielle -asesinada de tres tiros en la cabeza y uno en el cuello- y Gomes -que recibió tres tiros en la espalda. Quien conducía el auto en que estaba Ronnie era el ex-policía militar Élcio Vieira de Queiroz, de 46. Los dos fueron arrestados en la madrugada del martes, cuando se preparaban para huir de sus casas, lo que indica que, posiblemente, ya sabían que el cerco de la investigación se estrechaba.

Antes de ir en dirección al mar de coincidencias que pueden relacionar los dos policías a la persona que sea la respuesta de la pregunta que resta -quién la mandó mandar?-, es importante analizar el perfil de los acusados y acercarse a la línea de investigación que llevó hasta ellos. Ronnie y Élcio demostraban “abyecto y repugnante desprecio por la vida”, según denuncia el Ministerio Público de Río de Janeiro. El documento afirma: “El crimen en contra la víctima Marielle fue practicado por motivo torpe, interligado a la abjeta repulsa y reacción a la actuación política de la misma en la defensa de sus causas”.

Los promotores que investigaron los crímenes también declararon que Ronnie y Élcio prepararon el atentado por tres meses, y que el primero tenía una “obsesión” enfermiza por personalidades políticas de la izquierda. Llegaron a esta conclusión después de analizar cerca de 700 GB de datos remotos, que incluyeron el rastreo de 2.428 torres que estaban en el trayecto de Marielle en la noche de los asesinatos. Este esfuerzo se hizo difícil sobretodo por una información divulgada aún en las semanas siguientes al crimen: las cámaras de la calle en que fueron muertos Marielle y Anderson estaban estratégicamente apagadas en la noche del atentado, lo que puede indicar la acción directa de alguien de dentro de los sistemas de seguridad – visto que los dos arrestados estaban alejados de sus funciones.

Las torres de comunicación de la zona registraron 33 mil líneas telefónicas. El número fue reducido a 318 después de un cuidadoso análisis de las imágenes de un vehículo estacionado en la calle del evento en el que participaba Marielle. En el celular de Ronnie encontraron búsquedas sobre la agenda de la concejal y la dirección de su casa. Google, Apple y Microsoft colaboraron a pedido de la justicia. Declararon 230 testigos y se analizaron 190 denuncias que recibió la polícia.

¿Quién la mandó a matar?

Marielle fue asesinada cuándo dejaba la Casa das Pretas, un espacio de encuentros y desarrollo de acciones de crecimiento intelectual y cultural en el centro de Río. Participaba del evento Jovens Negras Movendo as Estruturas. Sus últimos movimientos por la ciudad dicen mucho de su trayectoria. Elegida concejal con 46 mil votos en las últimas elecciones, en 2016, Marielle dedicaba su tiempo a la defensa de los derechos humanos, a la divulgación cultural de la vida en las favelas, a la lucha en contra la violencia de género y policial y a la búsqueda por igualdad de oportunidades para mujeres negras.

Su trayectoria la puso en oposición directa con las milicias -organizaciones criminales establecidas en comunidades de la periferia y formadas sobretodo por ex-policías, que intimidan y extorsionan a los habitantes con la máxima de “justicia por mano propia”. Según la Universidade do Estado do Rio de Janeiro, hasta 2010 las milicias dominaban el 41,5% de las favelas de Río. La lucha de Marielle la enfrentaba a esta situación. Marielle incomodaba.

Marielle incomodaba la familia Bolsonaro, que tiene histórica ligación con las milicias de Río. Son alarmantes las coincidencias que acercan el clan Bolsonaro al crimen y a sus dos perpetradores. Una fotografía divulgada por grandes medios de prensa en Brasil y reproducida en las redes sociales muestra al presidente Jair Bolsonaro abrazado al expolicía Élcio Queiroz, chofer del auto del que salieron los disparos que mataron a Marielle y Anderson. Los dos sonríen en la imagen.

Bolsonaro habló públicamente sobre la situación después que los acusados fueron arrestados. En una entrevista colectiva, dijo que le sacan fotos con muchos policías, millares de ellos, por todo Brasil. Dijo aún que no tiene ningún tipo de relación con Élcio -que había sido expulso de la corporación después de investigaciones que lo relacionaban al tráfico de drogas, venta de armas y a las milicias, en 2011. El presidente también dijo que ni siquiera conocía a Marielle antes de su asesinato – aunque su hijo, Carlos Bolsonaro, también haya sido electo concejal de Río.

 

Otra coincidencia. El policía reformado Ronnie Lessa, el que realizó los disparos, vivía en el condominio Vivendas da Barra, en el barrio Barra da Tijuca. Jair Bolsonaro también tiene casa en este condominio -ahí vive Carlos Bolsonaro y adonde se ha montado el QG de su campaña presidencial. Tan pronto fueron divulgadas estas informaciones, los investigadores del asesinato se adelantaron a explicar que, a pesar de las coincidencias, no hay nada que relacione a la família Bolsonaro al crimen. Siguiendo esta declaración, un periodista le preguntó: ¿es verdad que una hija de Ronnie ha sido novia de un hijo de Bolsonaro? La respuesta: “Sí, pero eso no es importante”.

Otra coincidencia más. La madre y la mujer de un sospechoso de integrar milicias trabajaban en el gabinete de Flávio Bolsonaro, el hijo más grande del presidente, ahora senador por Rio de Janeiro. Las dos mujeres fueron contratadas cuando Flavio aún era diputado estadual. El sospechoso, Adriano Magalhães da Nóbrega, que era capitán de la policía militar, está desaparecido. La milicia que integraba Adriano, llamada Escritório do Crime, fue acusada por Marielle de promover el comercio irregular de tierras en las favelas. Investigaciones también apuntaban para la relación de esta milicia con el asesinato de la concejal.

Y una última coincidencia. En su cuenta oficial en Twitter, Bolsonaro divulgó el último lunes una charla en inglés entre una periodista de O Estado de S. Paulo y una segunda persona. En su post, Bolsonaro publicaba una transcripción del audio y atacaba la periodista, diciendo que ella tenía el deseo derribar al gobierno con chantajes. El inglés del presidente no es de los mejores, y esta claro que la periodista no se refiere a Bolsonaro en estos términos. Lo que dice, sí, es que la evolución de las investigaciones sobre corrupción pueden llevar al impeachment del líder.

Bolsonaro y sus aliados sostuvieron el error y aprovecharon para cuestionar el nivel de profesionalismo de la periodista, Constança Rezende, y de su padre, el también periodista Chico Otávio, que es profesor y uno de los más destacados de la prensa brasilera. Chico es uno de los responsables de los artículos que exhiben la relación del clan Bolsonaro con los milicianos de Río de Janeiro. Es también el autor, y acá la coincidencia es alarmante, del artículo que dio la primicia de la detención de Ronnie Lessa y Élcio Queiroz, menos de 24 horas después que Bolsonaro atacara a  su hija.

Cuestionar el profesionalismo de Chico y su hija un día antes que el mismo periodista divulgara los resultados de una investigación que puso Brasil en suspenso parece ser una estrategia del presidente para desacreditar la información que hizo temblar su imagen. Bolsonaro sabe que su fuerza está en la comunicación directa con sus millones de seguidores en las redes sociales. Pero esta también puede ser su más grande debilidad, ya que poco a poco expone sus tácticas para maquillar los problemas de su gobierno.

Es prematuro asociar de manera firme a la família Bolsonaro a los milicianos que mataron a Marielle. Pero tampoco se puede cerrar los ojos y no ver los puntos de contacto que entre ellos. Ya sabemos quién la mató. La pregunta que falta contestar es aún más importante.

 

*Jáder Santana es reportero especial del diario O Povo, en Fortaleza, Brasil.

Cosecha Roja

16/03/2019

 

 

“Tenemos que abrir centros de aborto en cada calle. Que los heteros se esterilicen masivamente. // Virginie Despentes

Tenemos que abrir centros de aborto en cada calle. Que los heteros se esterilicen masivamente. ¿Siete mil millones de esta mierda de humanos? Hay que pararlo urgentemente”

Fóllame irrumpió con una temática y una música muy disruptivas para la sociedad francesa de los años 90. ¿Por qué el aspecto político de la novela fue tan poco comentado y todo parece reducirse al sexo?

–Creo que es porque soy mujer. Cuando publiqué esta novela, yo era joven y a la crítica literaria no le parecía esperable que una mujer tuviera opinión política. Sobre todo, si no había pasado por la universidad. Por todo eso, fue un shock imaginar en aquel momento que estos pensamientos sobre el sexo podrían salir del cerebro de una chica. Era demasiado. También hay que considerar que la gran mayoría de las críticas y entrevistas fueron hechas por cerebros masculinos. Y he observado que cuando se trata de sexo, la luz desaparece de los cerebros de los machos. No quieren oír hablar de sus propias prácticas. Y aún menos verlas desde el punto de vista de una autora. Es por eso que el silencio de la prostituta es fundamental. De todos modos, cuando escribí el libro, yo no pensaba en el lado escandaloso o sexual. Estaba en ese momento muy centrada en una rabia proletaria, y muy consciente de lo que me pasaba. En Fóllame intento describir un mundo donde cuidarte es imposible porque la violencia económica y política te pesa demasiado y te come la imaginación hasta el punto en que la única respuesta posible es un baño de sangre y de nihilismo. Lo más difícil, tal como lo pienso en el libro, es asumir que no puedes tampoco cuidar a los que amas. Los ves caer uno detrás de otro. Y eso es lo que te hace perder la dignidad.

«Cuando publiqué esta novela, yo era joven y a la crítica literaria no le parecía esperable que una mujer tuviera opinión política. Sobre todo, si no había pasado por la universidad», dice Virginie Despentes.

–También su ensayo Teoría King Kong causó un enorme impacto. Era el año 2006 y la obra fue presentada como un “manifiesto del nuevo feminismo”. ¿Ese nuevo feminismo ya llegó?

–En la época de Teoría King Kong, se hablaba de la cuarta ola feminista. Supongo y espero que lo que llega hoy en día sea más un tsunami internacional que otra ola más. Y lo espero porque, si se tratara solamente de una ola, el backlash será fatal, mientras que un tsunami no dejaría nada de las viejas creencias, imposibilitando la venganza.

–En ese libro usted señalaba que los hombres también padecen el patriarcado. ¿Cómo es eso?

–Pues para empezar, trabajan para un orden patriarcal del que disfruta un determinado porcentaje de la población mientras que todos los demás son tratados como esclavos modernos. Los hombres se obsesionan con la autoridad y la autoridad no la tienen ellos: la tiene los grandes jefes de empresas o sus accionistas. Los hombres se someten a un orden que no es un orden justo y son capaces de morir para defender fronteras o valores que no son beneficiosos para ellos. Son los máximos tontos, se comen las migas de los poderosos y disfrutan en casa de una pequeña autoridad y de la posibilidad de la violencia doméstica. Eso no es una vida, es una sumisión absurda. Y por eso, por ser obedientes y cargar con lo que el patriarcado espera de ellos, aceptan mutilarse de la posibilidad de sentirse vulnerables, de la posibilidad de tener deseo propio. Es una lástima. Y lo siento mucho por ellos, que creen que luchan por sus propios intereses.

–A los 30 años dejó de beber y a los 35 abandonó la heterosexualidad para “transformarse en lesbiana”, según explicó. ¿Cuál de esas decisiones fue más difícil y qué resultado han tenido en su vida personal y profesional?

–Parar de beber es extremamente difícil. Abandonar la heterosexualidad es una fiesta. La ausencia de castigo en estos últimos diez años fue una fiesta deliciosa. Parar de beber es otro asunto, es un luto temible y una confrontación brutal contigo misma.

 

–¿El lesbianismo permite entender mejor el feminismo?

–El lesbianismo no te ayuda a entender mejor el feminismo, sino a ser feminista en la alegría. Lo veo mucho más difícil para las pobres heterosexuales que tienen que tener en cuenta sus propios problemas y además encargarse con toda la mierda de la masculinidad heterosexual, que es una catástrofe internacional extrema.

–¿Cómo es su vínculo con la maternidad?

–Afortunadamente no he tenido hijos. Ahora que tengo casi cincuenta años, me parece una catástrofe la experiencia de ser padres. Odio la estructura familiar. Odio el sentimiento de pertenencia que tienen los padres hacia sus niños. Odio la transferencia de neurosis de padres a hijos. Odio la manera en la que tener hijos te obliga a trabajar el doble para conseguir el dinero y tener una vida de mierda para mantenerlos porque nadie te ayuda para nada cuando eres padre. Y más que todo, odiaría tener ahora un adolescente en mi casa y decirle: “Este es el mundo en el que vas a vivir”. Es un mundo feísimo, brutal, absurdo, grotesco, violento, asesino. Es urgente que las mujeres y los hombres dejen de dar a luz. Y paradójicamente, nunca la idea de “ser padres” –y más específicamente de “ser madre”– fue tan glorificada. ¡Más de 7 mil millones de putos humanos! ¡Peor que las cucarachas! Agresivos, destructores, crueles. ¡Más de 7 mil millones! Y seguimos con la propaganda idiota de “qué maravilla dar a luz”. Qué horror.

–En su país, Francia, ha surgido un grupo de mujeres que publicaron un manifiesto en contra de algunas prácticas, como el escrache, y credos del movimiento MeToo: entre ellas, Catherine Deneuve y Catherine Millet. Ellas disienten en que toda mujer es, por definición, una víctima, y además alertan contra el puritanismo sexual que conllevan las denuncias de acoso. ¿Qué piensa sobre esas críticas?

–Lo más difícil para las francesas no fue la presencia en la lista de Catherine Deneuve y Catherine Millet: ahí estaba también la maravillosa Brigitte Lahaye, presentadora de radio y antigua actriz porno, y eso sí ha sido doloroso… No puedo decir que haya entendido muy bien el texto. Denuncian la sexofobia dentro del ámbito cultural y también que es más y más difícil escribir sobre pornografía o trabajar en películas con sexo explícito, fuera del gueto del porno. Sin embargo, no me pareció que las feministas tuvieran demasiado que ver con esta situación. Primero, lo analicé como algo propio de la clase alta. Eran todas mujeres heterosexuales, hijas y esposas de poderosos que venían a defender los derechos de los más poderosos y su derecho a abusar de sus poderes. Justo estamos en una época de Europa en la que los poderosos no soportan los límites. Al final creo que se trata también del temor. Estos hombres de clase alta piensan que merecen las más dóciles putas del mundo y así enseñan que tienen poder.

–Vivimos con la impresión de que impera una gran libertad sexual. Pero usted dice que “el problema es la sexofobia”. ¿A qué se refiere?

–Me refiero al hecho de que puedes vomitar tu odio en las redes sociales mientras no muestres una teta. Hay robots cazatetas… Como si fuera lo único capaz de poner en peligro el orden social. Tetas. Eso es sexofobia. Miedo irracional al cuerpo de la mujer y de la sexualización que conlleva. Me refiero al hecho de que miles de adolescentes han sufrido acoso online o en la vida real porque habían chupado una pija o se habían dejado grabar mientras cogían. Si hubiera una gran libertad sexual, seríamos incapaces en 2019 de llamar a una chica “puta” por tener deseos. Y sería impensable tratar mal a alguien porque le guste el sexo. La libertad sexual no puede pasar si no viene con una desestigmatización de la sexualidad de las calentonas, de las sinvergüenzas, de las que disfrutan de coger sin tener que justificarse con motivaciones románticas o reproductivas. No hemos salido de la sexofobia que ha caracterizado a los monoteísmos. Y no saldremos si no hacemos una revolución de género total, con la abolición de la idea misma de géneros.

–¿La joven que usted fue en sus comienzos literarios hubiera imaginado que se transformaría en miembro de la Academia Goncourt?

–No he sentido una metamorfosis radical cuando entré en ella. No me han invitado a formar parte del jurado para que cambiara lo que soy. Lo que me ha cambiado, y mucho, fue vender tantos libros con Apocalypse bebe Vernon Subutex porque hace casi diez años que la cuestión del dinero se convirtió para mí en una no-cuestión. He comprado, el año pasado, el departamento en el que vivo. Convertirme en propietaria, esto sí me ha cambiado mucho. Me da una sensación de tranquilidad económica profunda, que cambia todo mi sistema de pensamiento aunque no puedo dejar de ver que los refugiados se mueren literalemente en la miseria a doscientos metros de mi casa y eso hace que no me sienta cómoda con esta posición de nueva proprietaria. No sé lo que la joven que fui habría pensado de Virginie Despentes… Las escritoras me parecían muy lejanas. Pero me acuerdo que me parecía muy gracioso leer el Hollywood de Bukowski, cuando el pobre hombre empezaba a pensar en invertir para no pagar impuestos. Y no me parecía mal. Porque sus libros no habían perdido el tono. Espero no perder mi tono tampoco.

–En un mundo fuertemente institucionalizado, usted desarrolló una formación sobre todo autodidacta. ¿No sirven la escuela/universidad en la actualidad?

–Sirven un montón, sí. Puedes hacerlo sin formación universitaria, pero te costará más. El trabajo de escritor pide disciplina, y ésta la aprendes en la universidad. Es genial pasar tu juventud en los bares escuchando punk rock y hardcore pero no te prepara para nada en lo que respecta al trabajo de la escritura. La formación universitaria también te prepara para ser juzgada todo el tiempo y soportarlo. Y te enseña a respetar las estructuras de la autoridad, y a tragar las injusticias sin gritar como una rabiosa. Todo esto he tenido que aprenderlo muy tarde, y me cuesta.

Tiempo de rebelión // Lucía Naser

Llegó otro 8 de marzo, ese día que, si antes era motivo de algunos “feliz día” y algún que otro ramillete o bombón, ahora es resignificado por las luchas feministas. El 8M es día de lucha y de huelga feminista, es día de visibilizar el trabajo remunerado y no remunerado que hacen las mujeres, es día de habitar la calle y encontrarse con múltiples movimientos y colectivos.

Este 8 de marzo se consolidan al menos tres características que eran incipientes en años anteriores: por un lado, la huelga y la marcha se multiplican en diversos lugares más allá de la capital; por otro, los feminismos que las impulsan ya no se encuentran enfocados únicamente en luchas de y por las mujeres, sino que han entrelazado sus manos, cuerpos y consignas con otras luchas, como las de lesbianas, trans, no binarias y transfeministas. Paralelamente, se hace visible que los feminismos ya no sólo se involucran en luchas en torno al género y la sexualidad, sino que se constituyen como un movimiento político preocupado por múltiples aspectos que hacen a la vida, a su reproducción, a las diversas formas de poder, a las formas de (in)justicia social, así como al modelo político-económico que organiza formas de vida y de muerte a nivel local y global.

Mientras algunas mujeres trabajan hace meses en la organización de este día, otras acompañan con entusiasmo su llegada y otras hacen sus primeros contactos con las convocatorias y las consignas, que cambian año a año. Este 8 de marzo, la huelga feminista es convocada por un movimiento que no para de crecer y que ha aprendido a querer sus diferencias y su pluralidad, que le ha soltado la mano a la meta de homogeneidad y a la lógica de la competencia entre sus diferentes formas, para abrazar la creencia y la práctica de que está bueno ser muchas diferentes caminando hacia algunos objetivos en común.

La antesala del 8 de marzo no está llena de buenas noticias: venimos de un verano con índices terribles de feminicidios y travesticidios, de voces que se animan a denunciar y de quienes quieren deslegitimarlas, de niñas obligadas a parir cuando por ley les corresponde el derecho a abortar, de violaciones en balnearios, de iglesias que queman archivos de abusadores sexuales, de fascismos antiderechos que avanzan en la región y el mundo, de violencias contra trans, gays y lesbianas, de amenazas a sexualidades disidentes, de pibas que desaparecen y aparecen muertas, del asesinato de Natacha Jaitt en Argentina, de fallos indignantes de la justicia patriarcal, de celebraciones de congresos por la familia con el beneplácito del Estado. Pero la previa de este año también tiene el “Yo sí te creo”; la aprobación de la ley integral para personas trans luego de una campaña fortalecedora del movimiento y sus complicidades; el afianzamiento de las redes y las voces de mujeres que ya no se callan; las compañeras de Argentina que, aunque pierdan en el parlamento, se saben ganadoras; mujeres murguistas y carnavaleras organizadas; gordas y gordos organizados; campamentos feministas en el Interior; cooperativistas organizadas; mujeres artistas organizadas; más visibilidad lésbica; programas de radio, ferias y mercados feministas; caravanas en todo el país; educadoras y maestras organizadas; la emergencia de un feminismo antiespecista; iniciativas feministas en el interior de la Universidad; la politización feminista de la maternidad. Es, por otra parte, una previa signada por un gran crecimiento y la visibilización de organizaciones en todo el país, lo que ayuda a visibilizar, a su vez, que el movimiento no es únicamente capitalino ni está únicamente conformado por mujeres de clase media intelectual. Los protagonismos se hacen, afortunadamente, cada vez menos nítidos y dan un paso al frente del movimiento mujeres trabajadoras, mujeres trans, lesbianas y hasta compañeras que no se identifican con la categoría de mujeres, aunque sí con la de feministas. Acciones como las de Ni Una Menos, la campaña nacional por la ley trans o las acciones en barrios no céntricos de Montevideo realizadas por el Paro Internacional de Mujeres fueron impulsos importantes para esto. Hoy, los feminismos inundan el territorio y los cuerpos de todo el país: están la Asamblea Permanente de Mujeres Paysandú, el 8M Colonia, la Asamblea Permanente Mujeres 8M Salto, Hacia el 8M Artigas, varios colectivos en Durazno, Canelones y Rocha, y una coordinación permanente en Maldonado, entre otros.

Los feminismos son un ejemplo de que, cuando el mundo tira para abajo, es posible organizarse desde una emocionalidad no derrotista ni derrotada, sino todo lo contrario: desde la fuerza y la alegría que dan reconocer la potencia de un movimiento, la solidaridad que crece entre quienes viven cosas jodidas, pero no para radicarse en la identidad de víctimas, sino todo lo contrario, para descubrir cuánto se puede juntas. Ante el avance del fascismo, los feminismos se fortalecen, se entraman en sus diferentes ramas y vertientes para formar un caudal común. Ante el recrudecimiento de la violencia, los feminismos responden con la radicalización, la maduración y la retroalimentación de sus luchas. Como dos amigas que desde sus barrios y luego de una noche de fiesta se escriben: “Amiga, ¿llegaste?”“Amiga, llegué”. Y saben que quizás no duermen juntas, pero confirmar que la otra está ahí y constatar que estamos para nosotras es como una bocanada de aire una noche llena de peligro, una que nos permite no renunciar a la fiesta, no dejar de salir. Los feminismos despliegan lecciones prácticas y tácticas que necesitan escuchar otros movimientos y causas en crisis, porque las vamos a necesitar ante el oscurantismo que promete el panorama político del presente y del futuro próximo.

ENTRE NOSOTRAS MISMAS. Aunque el crecimiento de las movilizaciones es continuo en los últimos tiempos, año a año las organizaciones convocantes ensayan propuestas y articulaciones diferentes. La Coordinadora de Feminismos viene preparando la huelga hace semanas por medio de plenarias y comunicados abiertos. Con el título “Compromiso 8M” y el eslogan “Ante el fascismo, más feminismo”, la Intersocial Feminista envió una carta a las y los presidenciables en la que les exige “no retroceder en las leyes aprobadas que reconocen una nueva generación de derechos humanos”. Mientras que diferentes sindicatos integrantes del Pit-Cnt resolvieron diferentes convocatorias ‒con sus respectivas polémicas‒, que van desde el paro de 24 horas exclusivamente de mujeres al paro mixto desde las 16.00 para asistir a la marcha.

De las principales organizadoras, la Coordinadora de Feminismos es un pulmón de la presencia feminista en la calle, y no sólo en el 8M. La Coordinadora surgió en el proceso de organizar las alertas feministas, que se hacen cada vez que se comete un femicidio. Se caracteriza por crear formas de movilización que le ponen el cuerpo, la imaginación y la performance a la protesta, y delinear un estilo político que traduce algunas ideas fuertes del colectivo. La Coordinadora está integrada por organizaciones y feministas no orgánicas. Y tiene como principios la autonomía y la autoorganización; la performance como un lenguaje necesario para luchar contra poderes que se ejercen de forma performativa; la horizontalidad como objetivo y la relación entre mujeres como base para construir nuevas formas de vida. Como organización, también promueve un corrimiento de lo que Raquel Gutiérrez llama “política de la demanda” ‒basada en reclamar al Estado y al sistema político soluciones para los problemas‒ hacia formas de lucha no estadocéntricas, concentradas en construir alternativas desde abajo, desde las bases del movimiento, desde el nosotras mismas.

La Coordinadora no tiene un manifiesto o declaración de principios, no tiene organigrama ni estructura orgánica; teje su programa en el andar, y va armando y desarmando comisiones de trabajo según las necesidades de cada momento. Funciona en plenarias ‒que este año, y de cara al 8 de marzo, fueron anunciadas públicamente y abiertas a partir de febrero‒ y evita los nombres, tanto propios como de los colectivos y las personas que la van haciendo. Más que una lógica de pertenencia, representación o interinstitucionalidad, es un espacio en el que devenir anónimas, un camino para visibilizar a las que ya no están o para amplificar la voz de quienes encuentran más dificultades para que se las escuche. Un espacio en el que se funden sin diluirse diferentes luchas y movimientos dentro del movimiento.

Este año, como en anteriores, la Coordinadora convoca una huelga feminista de 24 horas, que afecte la doble jornada de trabajo (asalariado y doméstico), y a “concentrar y marchar, a leer la proclama colectiva en ronda y sin estrados, para volver a ser una constelación de voces, hablarnos a cada una de nosotras, reconocernos, hacernos de espejo en la lucha y decir al mundo desde ahí lo que queremos”. También se invita al ya ritual abrazo caracol y a celebrar este 8 de marzo desde luchas concretas de mujeres, trans, travas, tortas, lesbianas y disidentes en Uruguay. Una particularidad de la convocatoria de 2019 es que aparece en la plataforma una diversidad de temas que hacen pero también desbordan a la cuestión de la mujer.

La Coordinadora desplegó este año una campaña de comunicación en la que fue presentando, los días previos a la marcha, diferentes luchas y causas que hacen a la proclama y al sentido de la movilización de este viernes. Maternidades; punitivismo y justicia patriarcal; precarización de la vida; educación; trata y explotación sexual; avanzada fascista; disidencias y travesticidios; extractivismo; encierro, y violencia sexual: son los diez temas de la convocatoria, que son, a su vez, un mapa de los feminismos –y, por qué no, de la política– actuales. Por cierto, uno bien complejo y completo. Algunos cruces, como el del feminismo con la cuestión racial o de los feminismos con los anticapitalismos, no aparecen como ejes, porque se entiende que son transversales y que, por tanto, no merecen nombrarse aparte. Los textos de cada eje fueron escritos por diferentes grupos de mujeres inmersas en estas luchas concretas y articuladas entre sí en los plenarios de la Coordinadora. Todos ellos comparten un encabezado y un epílogo, que resultan un manifiesto en sí mismo: “Los eslabones de la cadena de opresión y violencia que se expanden en cada territorio y recaen sobre nuestros cuerpos son los que despiertan nuestras luchas”“Sigamos desplegando toda nuestra creatividad para continuar tejiendo nuestras luchas y mantener abierto el tiempo de rebelión”. Apertura y diversidad de colores son claves para entender qué está pasando.

El trabajo organizativo se dividió en comisiones: logística, comunicación, proclama, autocuidado, finanzas, y baile e intervenciones. En cuanto a la de autocuidado, la Coordinadora trabaja desde un pensamiento que diferencia autocuidado (que significa evitar la violencia) de autodefensa (que involucra tácticas defensivas que pueden incluir enfrentamientos). Al mismo tiempo, se propone no ser la única responsable de este aspecto de la marcha, sino compartir algunas pautas de autocuidado, pero entendiendo que la manifestación se construye entre muchas y que, por ende, esta dimensión no puede ser delegada y es responsabilidad de cada una y de los colectivos presentes. La comisión de intervenciones ensaya hace semanas una performance, que se realizará en el inicio y en el cierre de la marcha y convivirá con otras de otros colectivos ‒como La Melaza, Afrogama, Diez de cada Diez, La Caída de las Campanas, la Asociación de Danza del Uruguay‒, con un acto de Apostasía Colectiva y con otras que probablemente se hagan presentes.

CREATIVIDAD PARA CONTINUAR TEJIENDO. El dispositivo del paro o huelga ‒acompañado de consignas como: “Si nuestras vidas no importan, produzcan sin nosotras”, “Paramos el mundo mientras parimos mundos nuevos” y “Eso que llamas amor es trabajo no remunerado”‒ es activado hace ya algunos años para crear cortocircuitos en las cadenas de organización social (intra e interfamiliares) y valorizar visibilizando el trabajo que hacen las mujeres fuera y dentro de sus casas. El llamamiento es a hacerlo como y donde cada una pueda y quiera. Las respuestas van desde mujeres que detienen todas sus labores, incluido el cuidado de sus hijos, hasta quienes acompañan la decisión de sus sindicatos o se suman recién a las 18.00 para el inicio de la manifestación.

La huelga feminista reactualiza un dispositivo clásico del movimiento obrero y lo resignifica en sus propios términos, convierte el paro no sólo en un medio, sino también en un fin en sí mismo, que pone en el centro las transformaciones colectivas y los acontecimientos subjetivos que se producen en el encuentro entre mujeres de barrios y clases diferentes, en el abrazo entre madres adolescentes y viejas militantes, en la ocupación de la calle, que tan a menudo sentimos que no nos pertenece, en el canto conjunto entre quienes llevan el repertorio y quienes lo aprenden en ese momento, en la construcción de la memoria de luchas feministas del pasado, que reviven en los actos y los cuerpos del presente, en la previa de semanas llenas de debates y asambleas. Tanto que se dice que “marzo es el mes de la mujer”, pero un mes le está quedando corto al feminismo. Queda corto cuando se analizan las luchas que se entretejen en la convocatoria de este año; cuando es manifiesto que los feminismos están en las calles para oponerse a todo un sistema de poderes que trabajan juntos sin ser del todo lo mismo, y por eso requieren tácticas de lucha complejas: el patriarcado, el alzamiento y el avance de la ola de ultraderecha, el punitivismo y los dispositivos represivos que se presentan como soluciones, cuando no son más que mecanismos de vigilancia, disciplinamiento y marginación social. El modelo económico tiene alianzas y pactos con los “valores” que defienden los movimientos provida y por la familia; la familia es defendida siempre que responda a las formas de vida del cis-hetero-patriarcado, sublimando la maternidad, pero pasándoles por arriba a los derechos y los deseos de quienes deciden ser o no ser madres; el capitalismo dinamita solidaridades, explota vidas y encuentra en los cuerpos de mujeres pobres materia prima de bajo costo para su legitimidad social; la justicia es un “poder” que procede con sesgos y cegueras selectivas; el neoliberalismo avanza en su misión privatizadora de la vida y ataca a todo lo que es común, desde los recursos naturales hasta la educación pública; a los pibes se les pide todo, pero sin darles nada, salvo plomo cuando no vienen de familias “bien”; el desarrollo se abre paso obstruyendo arterias principales de una democracia que dentro de poco será una pieza de museo o una estrofa nostálgica de alguna olvidada canción.

Se habla hace tiempo de movimiento, de marea, de lucha, de ola feminista, mientras de a poco va apareciendo la palabra “rebelión”. La rebelión feminista da cuenta de un hecho que está impactando en nuestras vidas, en nuestras instituciones y en todas las luchas y organizaciones políticas del presente. Y también da cuenta de que semillas colectivas están siendo plantadas en un suelo que ya está revuelto, que ya está siendo arado, cuya fertilidad está por verse, pero que seguro nunca va volver a ser como antes.

 

Brecha

Dolor de existir, deseo de vivir. // Roque Farrán

A raíz de una serie de intervenciones coyunturales en torno a presentaciones de libros publicados el año pasado (Nodaléctica y El uso de los saberes), que fueron una puesta a prueba de conceptos y métodos filosóficos en espacios políticos y militantes, como también en virtud de un curso de formación que di en un espacio de militancia (titulado “filosofía práctica para militantes”), por invitación de una pequeña editorial estoy escribiendo un nuevo libro. Imaginaba en principio que el mismo podía estar dirigido exclusivamente a militantes, pero me di cuenta que en realidad uso el término “militantes” en un sentido mucho más abarcativo y a la vez singular que el habitual; me refiero en verdad a sujetos habitados por el deseo de orientarse e incidir materialmente en la realidad en que viven, más bien: “practicantes”. Practicantes de la política, sí, pero también del arte, del psicoanálisis, de la teoría, de la vida misma. He comenzado a recibir devoluciones de algunos efectos formativos y transformadores de aquellas lecturas, así que la alegría intelectual (“beatitud”, decía Spinoza) es mi principal motivo para hacerlo (correlato afectivo del deseo). Además, claro, todo ello se agudiza e intensifica en un momento de tanto peligro como el que estamos viviendo; un momento que, como ya he escrito antes, nos arroja a un estado de inseguridad generalizada que atraviesa todos los niveles de la formación social. Por eso, creo que resulta crucial ligar lo singular a lo colectivo (“lo personal es político”, como dicen las feministas), implicarse y formarse de nuevo en cada acto: encontrar puntos efectivos y afectivos de enlace, cualquiera sea el nivel de la práctica en que se ejerza.

El estado de la situación no hace más que agudizar cuestiones urgentes que vienen de antes: dolores y ausencias que la coyuntura actual presentifica. Quizás porque, como diría Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte: “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”. Cuestiones afectivas que no pasan por la lógica espuria de la deuda eterna, sino por la implicación material en acto que desea incidir en lo real de algún modo. La subjetividad y los sueños son parte de ese material que “oprime el cerebro de los vivos”, el psicoanálisis nos ha permitido reparar en ello, y por tal motivo voy a contar algo que me sucede a menudo (escribir en este caso es distinto de analizar, aunque ambas prácticas participan del cuidado de sí). Cada vez que sueño con mi hermano, lloro, lo sé porque lo recuerdo al despertar, no puedo representarme el hueco de su muerte y ahí mismo vienen toda una serie de historias inverosímiles, complicadas y dolorosas: que se fue a vivir a una isla remota, que en realidad está de viaje, o que vive a la vuelta de casa pero con una nueva personalidad, etc. Sé que la muerte es bien real y, por eso mismo, imposible. Me conecto en sueños con esa otra realidad, a veces más real que ésta, pero cuando vuelvo a despertar es siempre lo mismo, la pregunta urgente que me interpela y busco trasladar al resto: ¿Cómo diablos vencer la idiotez cotidiana que nos inocula el neoliberalismo y que no ha dejado de triunfar, no solo sobre los vivos, sino sobre nuestros muertos? Esa trampa mortal de hacernos sentir culpables de un sistema esquizoide, canalla y perverso. Alguna vez juré encontrar la salida a esto y es lo que en el fondo motiva todas mis insistencias de lecturas y escrituras. Cada tanto, me llegan noticias de que alguien en algún lugar del mundo ha hecho algo con ellas y eso basta para darme el ánimo necesario para continuar en la lucha. El motivo principal es el deseo de vivir o conatus.

Hay pues motivos afectivos y políticos bien concretos por los que escribo, los he mencionado, pero también hay una lógica rigurosa que orienta el deseo de escritura. El anudamiento de esos factores dispares hace al pensamiento materialista en el cual me inscribo. Es sabido que casi todo relato, escrito, texto o historia suelen presentar la estructura tripartita típica de introducción-nudo-desenlace. Sin embargo, la mayoría de mis escritos (sea cual sea su extensión y complejidad) suelen hacer un nudo de la estructura misma; así, se encuentra más bien un nudo generalizado: nudo-introductorio, nudo-nudo, nudo-desenlace. Nudo de nudos. Un nudo bien hecho sigue la lógica de la implicación simultánea en varias direcciones y dimensiones, con anticipaciones, cortes, empalmes y precipitaciones, y no el simple avance lineal cronológico. Eso quizás sea lo que desoriente un poco al principio y reoriente luego según el deseo de cada quien por abrazar lo real en juego. Es que un relato que se ajusta a lo real imposible y encuentra en virtud de ello su punto de incidencia no identificatorio, ha de tramarse siguiendo el mismo orden y conexión  [ordo et conexio]. Escritura de la coyuntura, crítica ideológica, ontología y ética, se encuentran allí implicadas. Lacan sive Spinoza.

En esta coyuntura puntual nos llegan reflejos del ser mismo de las cosas; las multiplicidades disolutas proliferan. Siento que todo se está deshilvanando, que el Todo mismo se está deshilvanando, y está muy bien que así sea, porque el Todo estaba muy mal, y quizás sea la única forma de hacer las cosas de otra manera, de empezar de nuevo, de tramar mejor las palabras, los cuerpos y las cosas. Pero no va a ser fácil, ni bello ni bueno, lo verdadero. Y, por supuesto, nada garantiza tampoco que suceda. Mi pregunta, la cual lanzo y relanzo una y otra vez de distintas formas, inquietud interrogante e interpelante (ethos filosófico por antonomasia), es qué hacer en cada caso, en cada nivel, en cada práctica; porque hay algo en efecto que orienta, en función de una verdad que no es ideal ni modélica; y eso que orienta es, como dije antes, el deseo. Si no hay deseo, mejor dejemos que se desintegre todo definitivamente, porque ahí, sí, el resultado será seguro. Es que la (in)seguridad es un problema que afecta radicalmente al deseo; pues lo reduce a demanda de orden. No quiero ser alarmista ni pesimista en cuanto a esto, pero no creo que haya que retroceder ante la inseguridad particular de los que demandan mano dura y represión, al contrario, pienso que hay que asumir la inseguridad en todos sus aspectos y darle batalla, excediendo la demanda mortífera hacia el deseo de vivir: asumir el coraje de la verdad interrumpiendo todos los círculos de poder donde éste se reproduce impunemente, y avanzando hacia un trenzado riguroso que sostenga el orden social que se va descomponiendo por múltiples complicidades y cobardías morales. Un proceso de reconstitución nacional, en serio y en serie, será necesario.

Son muy elocuentes en ese sentido las imágenes que circularon gracias al Ministerio de Producción, pues reflejan claramente la ideología dominante y sus inversiones subalternas; me recuerda el ejemplo de los Bororos que daba Levi-Strauss: los grupos dominantes dibujaban su aldea de manera concéntrica y armoniosa, los dominados en cambio dos partes separadas por una línea infranqueable. Ahora somos quizás más esquemáticos, en nuestro igualitarismo democrático: quién soporta a quién, es decir, quién va arriba y quién abajo (rubios o morochos). Un poco en broma y otro poco en serio, propondría una imagen alternativa para dar soporte a la imaginación, ya que nos estamos desarmando como sociedad y no sabemos muy bien cómo va a acabar la cosa (lo que es seguro que no bien): un proyecto de refundación constitucional tendría que orientarse más bien por el trenzado borromeo lacaniano, para salir de estos impases de quién va arriba de quién y cómo se teje la cosa, o sea: el sujeto material en cuestión; llamar a un gran acuerdo nacional, como se dice, tendría que trabajar con el trenzado solidario (quizás el movimiento feminista oriente al respecto).

 

  1. Unidad, Orden y Deseo contra el neoliberalismo. Un ejercicio de imaginación materialista.

 

Lo he dicho y lo he escrito desde el primer momento: Macri es un no-presidente, un no-sujeto, la inoperancia misma en acción. Su discurso no resiste ningún análisis y no es para subestimarlo de ningún modo: ha cumplido los mandatos y designios de una buena parte de la población en una época que se precipita hacia su ineluctable final. La negatividad más necia, apenas disfrazada de boba alegría y positividad, ha llegado a su (in)feliz término. Por eso, necesitamos más que nunca una teoría materialista del sujeto que pueda responder por lo real en juego en cada práctica, instancia y nivel de la formación social en que vivimos; una teoría materialista del sujeto que oriente decididamente las prácticas económicas, políticas y jurídicas; una teoría materialista que nos permita hacernos cargo de cada punto de incidencia en lo real. Necesitamos poner en acto lo que ya sabemos demasiado bien, porque esto no es posverdad ni posthumanismo, es una maquinaria de guerra que reproduce la mentira y promueve la autodestrucción sin límites.

Somos muchos los que venimos anunciando, con mayor o menor grado de urgencia y templanza, que estamos al borde de una disolución sin precedentes. En definitiva, de eso se trataba el cambio tan anunciado y prometido: un aniquilamiento de la Argentina tal como la conocíamos, con su diversidad de tradiciones y legados históricos, con sus contradicciones y singularidades. Con nuestros aciertos y desaciertos. En este contexto, resulta necesario que nos replanteemos cuestiones basales; el fatal desenlace neoliberal no nos ha dejado alternativa.

En primer lugar, necesitamos pensar en el plano político-jurídico la Unidad, plantearla desde la heterogeneidad y la diversidad irreductibles que nos constituyen, contra cualquier orden totalitario y homogeneizador; para ello es clave la alternancia en el poder de las fuerzas políticas junto a la división de poderes de los estamentos del Estado; pero, a su vez, es necesario trasladar la alternancia a los poderes en acto (no sólo ejercerla cada 4 años) para que ninguno de ellos se imponga sobre los otros en el tránsito (como vemos hoy con la arbitrariedad del poder judicial); asimismo, la división de poderes ha de trasladarse también a la alternancia misma de quienes gobiernan, para que su modo de decidir tampoco se absolutice ni unilateralice (más que un dialoguismo imposible o las “mesas chicas” siempre demasiado estrechas de miras, una verdadera práctica de la transversalidad en función de la indeterminación objetiva que afecta los saberes efectivos). División y alternancia, entonces, hacen al sujeto del deseo político que puede gobernar justa, soberana y democráticamente.

En segundo lugar, en cuanto al plano económico-social, se hace necesario reinstaurar el Orden y la previsibilidad para que la vida en común sea posible y deseable, para que no haya aumentos desmedidos de precios, especulaciones y corrupciones varias ejercidas desde aquellos sectores más encumbrados de la sociedad que mantienen de rehén a la mayoría de la población. Violencia, corrupción e inseguridad generalizadas van de la mano y se retroalimentan mutuamente (lo que Lacan llamaría un “nudo propio”). El Estado tiene que intervenir allí mostrando un ordenamiento riguroso: el trenzado solidario entre todos los niveles y prácticas económicas, políticas e ideológicas que hacen a la sociedad en su conjunto articulado. Si un sector, una clase, una parte de la formación social no se sostienen, pues nos caemos todos. La solidaridad bien entendida no tiene que ver con la caridad sectorial, sino con un principio de enlace estructural que afecta al conjunto (lo que Lacan pensó a través del “nudo impropio” o enlace borromeo).

En tercer lugar, lo que orienta y da sentido a todo este proceso de reconstitución nacional no puede ser el progreso, que por supuesto no existe (lo se gana por un lado se pierde por otro, decía Lacan), ni el voluntarismo ni las buenas intenciones de un humanismo que siempre terminan en el desastre; lo que orienta, digo, tiene que ser decididamente el Deseo. La diferencia ha de ser esencialmente ética. Solo las subjetividades deseantes y no sacrificiales o expertas, en todos los niveles y prácticas, podrán sacarnos del fondo del pozo –no sólo monetario e internacional– en que hemos caído. Aunque es cierto, por otra parte, que no hay deseo de orden que se –y nos– sostenga; eso sería más bien una demanda dirigida a un Otro omnipotente (en nuestra historia reciente fueron los militares, luego los CEOs, y próximamente serán… ¿los marines?); pero sí hay un orden del deseo que es inexorable, porque el deseo –como la ley– es riguroso: sigue al pie de la letra la falta o inconsistencia del Otro. Asimismo, sé que la ideología progresista que nos reúne no suele entender esta clase de rigor, artístico y marcial más que obsesivo y escrupuloso; pero ante todo: lógico y ontológico (más que cientificista). Y sin embargo, va a ser más necesario que nunca entenderlo y practicarlo (el orden del deseo), sea donde sea que cada quien se autorice de sí y de algunos otros para hacerlo, porque el descalabro generalizado que se viene y las demandas pulsionales de rigor que le seguirán van a ser de terror.

Por último, para concluir, propongo un ejercicio de imaginación materialista que puede orientar las prácticas, cuáles sean. 

 

Haz como si eso que haces, no importa su valor o magnitud, fuese a cambiar el mundo en verdad; o mejor: haz que eso que haces cotidianamente esté con un pie en este mundo y con otro en el nuevo mundo que imaginas deseable. Entonces, se producirá una torsión entre el lugar desde donde operas y extraes los materiales, y ese otro lugar que deseas. Un cambio de terreno, la apertura de una nueva problemática. Si se logra producir esta torsión singular, se reconcilian las figuras de la crítica, la utopía y la subversión en el mismo acto. Si ese modo de proceder se contagia, se multiplica y potencia, otro mundo advendrá efectivamente. Más que discutir y refutar autores, tenemos que aprender a usarlos para encontrar nuestro lugar en el mundo y forzarlo hacia otra cosa. Ese es el ejercicio básico de un pensamiento materialista, sea su práctica política, teórica, ética, estética o ideológica.

 

Con mis hijos no te metas // Gabriela Mendoza y Luli Chiovoloni

Miércoles a la mañana, viajamos en el furgón del tren sarmiento desde Haedo hacia Capital. Apoyadas sobre las bicis y abrazadas, entre chiste y risas nos besamos. Hasta ese entonces estamos describiendo un viaje más de los tantos que ya tenemos encima en ese tren y particularmente en el furgón. Hasta ese entonces, porque lo que pasó después nos plantó en una de las más crudas realidades por las que atravesamos lxs lesbianxs: el lesboodio.


En un intento por contextualizar lo más posible y también para hacernos ver a quienes actuamos allí y a nuestras reacciones como síntomas de un problema soslayado: no que no nos odien o no puedan entender que dos personas por fuera de la heteronormalidad quieran estar juntxs, sino que a ese odio y a esa incomprensión (llamémoslo así hasta encontrar un calificativo mejor), se le suma la fabricación de infelicidad y carencias que promueve el capitalismo y que el neoliberalismo se encarga de profundizar. Nos detenemos en el lugar mismo donde tuvo lugar la escena de odio: el furgón.


El furgón es un espacio específico dentro del tren. El del Sarmiento en particular, se caracteriza por ser bastante bardo. Es el espacio en el que transitamos les ciclistas, las mamás con niñes, cartonerxs, trabajadorxs de todas las edades y profesiones, migrantes y también (y entre otrxs) chongos horribles y muchas veces coincidimos todes ahí, porque todo se mezcla. Es mucho tiempo viajando, entonces se lo habita: se come, se duerme, se toma, se juega a las cartas, se habla por teléfono, se llora, se lee, se pelea, se consume.

Desde la tragedia de Once, en febrero de 2012, el tren sufrió muchos cambios. La reforma del furgón fue dirigida: de un vagón completo paso a ser un cuarto -o menos- y de tener nula vigilancia pasó a ser el foco de todos los controles. Y en un proceso que duró muchos meses, incluyendo la cancelación del servicio después de las 22 hs. para volver hacia el oeste, lograron normalizar los comportamientos de lxs usuarios a través del control/seguridad mediante cámaras y un disciplinamiento estricto: una vez llegadas las nuevas formaciones, por ejemplo, empezamos a respetar las filas para subir una vez que llegaba la formación a Once o que una vez abierta una latita de cerveza nos hablen directamente por altoparlantes para que la tiremos -voz que podían oir todes les viajeres- y que además cuenta con la ayuda policial, siempre presente y en gran número para este tipo de eventos.

Que el tren volviera significaba mucho para quienes viajamos, porque es el acceso más barato y rápido hacia capital, que es donde todo sucede, desde las fiestas, hasta los trabajos, pasando por las cursadas nocturnas o todo eso junto. Tal vez por eso no nos quejamos mucho, ni notamos las nuevas reglas.

Quien alguna vez haya presenciado una discusión o pelea en el tren, sabe que enseguida suelen dividirse en dos las posiciones de lxs pasajerxs, generalmente a favor y en contra y algunx que otrx un tanto indeciso, pero es muy probable que un problema que se desarrolla entre dos o más personas enseguida se vuelva un problema común, donde cualquiera puede opinar y efectivamente opina. Rebaten o apoyan argumentos de las partes involucradas y, a su vez, agregan nuevos temas a la discusión.

Lo que nos pasó puntualmente fue que una mañana viajando, entre risas y besos, se nos acerca una mujer un poco más grande que nosotras, parecida a nosotras, ergo, una aliada; pensamos que venía a advertirnos de alguna situación (por ejemplo, muchachos que estaban más al fondo)… Error, la mujer se acerca y, en un tono que hasta se podría decir “pedagógico”, le dice al oído a una: «Todo bien con ustedes, pero están mis hijos y todavía son muy chiquitos para entender algunas cosas que yo no les expliqué todavía porque son chiquitos».


Los discursos de odio aparecen así, solapados. De nuestra experiencia de trabajo con niñes podemos afirmar que cuando se presenta una escena de besos, la mayoría de las veces, tiene importancia igual a cero para elles ya sean heteros u homosexuales. Si quizá algo les llama la atención, al poquísimo tiempo ya están de nuevo inmersos en sus juegos, que es lo que realmente les importa, y si no, lo que realmente les debería importar.

Así mismo y continuando con los besos como tema, notamos que besarse entre personas del mismo género, o de géneros “dudosos” parecen habilitar la palabra y la conversación de todos y todas: nos hablan de la nada, como si tuviéramos que responder dada nuestra “condición” para validar nuestro aspecto o mejorar la impresión que causamos. Pareciera que ser lesbianx -por ejemplo- nos inhabilitara para cualquier otra transgresión: tenemos que dejar que nos cuelguen la bici en el furgón sin chistar -como si no pudiéramos hacer algo tan básico-, tenemos que responder con pedagogía frente a las “buenas maneras” del resto, aunque el contenido de lo que digan sea de odio.  Tal vez por eso, ante esta agresión no fuimos capaces del todo de replicar con argumentos de los que sí estamos convencidas realmente. Tuvimos que apelar a la tolerancia y al amor, cuando en realidad nuestras discusiones ya pasaron esas instancias. Pareciera que tenemos que educar desde el amor y el respeto al otrx odiante, porque no es “normal” que nos vean en la calle y nosotras, al fin y al cabo, estamos acostumbradas a que nos falte ese “respeto”.

Premisas que nos quedan: ¿cómo hacernos entender por fuera de nuestros círculos militantes y de formación?

 


“A mí me dan asco”


Eso aportó a la discusión una señora que estaba al lado nuestro: se refirió a nosotras por medio del asco. El asco, según el diccionario, es la denominación de la emoción de fuerte desagrado y disgusto hacia sustancias y objetos como la orina, como determinados alimentos, excrementos, materiales orgánicos pútridos o sus olores. A diferencia de otras formas menores de rechazo, el asco se expresa mediante violentas reacciones corporales como náuseas, vómitos, sudores, descenso de la presión sanguínea e incluso el desmayo.

¿A qué fluidos nuestros le teme esta señora? (Y no hablamos únicamente de vulvas) ¿Qué fluidos propios le dan asco? ¿Cuál es el imaginario de esta señora sobre nuestra sexualidad? ¿Qué puede un beso?

Con estas preguntas nos estamos cuestionando cuál es el trasfondo de una sensación tan visceral. Estamos seguras que el asco no se maneja tan conscientemente, que es necesario poder discutir previamente sobre toda la sexualidad, pero que, sobre todo, es indispensable una experiencia corporal liberadora que habilite nuestras sensaciones. Esa experiencia no podemos transmitirla con palabras, ni obligar a nadie a tenerlas. Lo que sí sabemos, es que no podemos manejar su asco, y probablemente ella tampoco pueda, pero tampoco permitir que se manifieste así sobre nuestros cuerpos y experiencias.

 

“Estaban franeleando”

 

Ya escuchamos esto en muchos otros relatos parecidos. Cuando los argumentos ya no pueden explicar el odio, la excusa es siempre que nos estamos zarpando. No creemos necesario detallar el modo en que nos besábamos, pero sí exponer que siempre un beso disidente es leído como franelero. Estamos seguras que frente a nuestros besos, la primer imagen desconcertante es sobre cómo garchamos, podemos intuir entonces que la franela se sitúa por fuera de nosotras y que aparece entonces únicamente en el imaginario de quien mira. .

He aquí otra cosa más de la que no vamos a hacernos cargo.


“Si seguimos así, en 2050 somos Sodoma y Gomorra”

 

Cuando escuchamos eso nos reímos mucho porque nos estaban demostrando que les resulta difícil, por no decir imposible, distinguir las particularidades de la sexualidad lesbiana, o bien, que el universal que puede describir todas las transgresiones sexuales es acerca de varones vinculándose con otros varones. Estamos seguras que se trata también de una disidencia, al tiempo que nos preguntamos por qué es tan difícil imaginar otras múltiples corporalidades ejerciendo su sexualidad por fuera de la heteronorma.

Ya no nos alcanza con visibilizar la homosexualidad como un conjunto cerrado e inamovible de prácticas específicas, que puede regularse nuevamente como la heterosexualidad. También queremos que todo aquello que escape a cualquier intento de normalización pueda ser imaginado y respetado (otra vez, nos parece casi ridículo tener que apelar al respeto).


A mis hijos no les hables”

 

Miramos a les niñes en cuestión. Nos miraban sí, pero más alterados por los gritos de sus “padres” que por nuestros besos y era evidente que les interesaba mucho más la pantalla del celular que el entorno. Les dijimos que estaba bien, que nosotras podíamos besarnos y que eso no era un problema. La interacción con les niñes hizo que irrumpiera en la escena el marido de esta señora totalmente sacado porque les hablábamos a sus hijes. Después de todo, quizá sí crean que intervienen en favor de elles y no por odio propio. Lo interesante de esta situación y el elemento a destruir se nos aparece entonces como nuestros propios límites, ya que inmediatamente dejamos de hablarles. Por un momento nos creímos que a sus hijes no teníamos que hablarles. Lo cierto es que con sus hijes sí nos debemos meter. No solamente porque no son suyos, sino porque nos es imposible no hacerlo. Las tortas somos educadorxs, maestrxs, profesorxs, entre un montón de otras cosas, y es nuestra obligación meternos con elles. Pero y por sobre todo porque habitamos, les guste o no, el mismo espacio y porque tenemos que poder besarnos libremente.


“Tengo 30 años de furgón”

 

La medición de la hombría en el tren puede reducirse a la cantidad de tiempo transitado en el furgón. De esta manera, se establece una jerarquía, en donde cuanto mayor sea ese tiempo, mayor es la autoridad para decidir qué puede suceder y qué no en este espacio.

Quien posea esa acumulación de tiempo, es quien va a decidir si tenemos que bajarnos o estamos perdonadas, siempre que nos mantengamos en los bordes establecidos. En nuestro tiempo transitado en el furgón vimos muchas cosas que pasaron desapercibidas: tipos tomando merca frente a pibites, nenas acompañando adultos de maneras sospechosas y también varones maltratando a sus parejas. Pareciera que hay una regla implícita dentro de este espacio de tránsito que regula en forma evidente lo que por fuera se regula de forma oculta.
Nos preguntamos ¿qué hace que este tipo en sus 30 años de transitar el mismo espacio bajo las mismas condiciones nos mire a nosotras y no pueda mirarse a sí mismo? ¿Qué tipo de carencias se evidencian y cuáles no?


La importancia de saltar

 

Frente a otras situaciones que leímos alguna vez como injustas, hemos discutido entre nosotras sobre la importancia de reaccionar. Hablamos acá de la reacción como la capacidad de posicionarse frente a una escena que se da en lo público y poder manifestarnos.

Hacia el final de nuestro recorrido, lloramos mucho, frente a todo el furgón. Lo evitamos cuanto pudimos y no aguantamos esa angustia. A la noche, hablando de esto, nos debatimos entre nuestra flojera por no aguantar el llanto y a la vez concluimos que, en definitiva, fue lo único vivo que nos pasó.

Entre quienes se posicionaron en nuestra defensa estaban una piba con pañuelo verde y naranja, ambos colgados de su mochila, un pibe con visera, otra piba, un tipo que declaró ser padre. Creemos que de alguna manera lloramos por las agresiones, y también, por quienes saltaron por nosotras. Lloramos mucho y con mucho ruido, porque no pudimos más que eso en un momento dado. Esos otros fluidos no daban tanto asco. Concluimos también que nosotras no tenemos que hacer absolutamente nada. Ni tenemos que educar, ni amarnos para besarnos, ni apelar a las propias experiencias de lxs odiantes para que nos respeten. No queremos siquiera respeto: déjennos ser.

Creemos que nunca más vamos a quedarnos calladas.


*Este escrito es una urgencia, con lo cual estamos incurriendo seguramente en errores ya sea por olvidos o ignorancia. Ojalá nadie se sienta zarpadx al leerlo. Nosotras tampoco entendemos nada.

RITA SEGATO EN LA UNSAM: “ESTAMOS POR DAR VUELTA LA PÁGINA DE LA PREHISTORIA PATRIARCAL” // Equipo de Comunicación UNSAM

¿Qué es el pensamiento incómodo? Rita Segato, de vestido morado y con los rulos al viento, se sentó frente a un millar y medio de estudiantes, docentes, periodistas y militantes de distintas agrupaciones que llegaron de todas partes del conurbano y de la Ciudad de Buenos Aires.

A Segato le gusta pensar al margen de los lugares comunes. “Me asustan las repeticiones y los clichés. Las consignas fuertes que empiezan a repetirse frenan la historia”, dijo. “Hay que salir de los círculos viciosos, de la repetición de consignas. Por ejemplo, yo no hablo de crímenes de odio, que es una idea que sentimentaliza los crímenes políticos. Empoderamiento es otra palabra que no uso, porque habla del poder, y a mí me interesa la horizontalidad. Hablar con las palabras que no representan las formas que yo pienso tiene que ver con esta idea del pensamiento incómodo”.

Dos días antes de la tercera movilización global del 8M, una multitud se reunió en el Campus Miguelete de la UNSAM para recibirla. Sus clases en la Cátedra Abierta de Pensamiento Incómodo, de la Escuela de Humanidades (EH) y Lectura Mundi, comenzarán en abril.

Desde un estand improvisado con una mesa y dos caballetes, las chicas de un colectivo barrial ofrecían banderas con las consignas “Vivan las cuerpas” y “Feminismo y revolución”. A su lado, las estudiantes de la Escuela Secundaria Técnica de la UNSAM estampaban remeras con las frases “Fuego a todos los que no nos dejan ser”, “Basta de violencia machista” y “Furia trava”.

“Somos de Florencio Varela y militamos en una colectiva que se llama La 30”, contó Natu, de 13 años. “Nos parece buenísimo que se haga en este espacio abierto, en esta universidad pública”, dijo. Micaela llegó con sus compañeras: “Vine desde Tigre para escuchar a Rita”, dice. “Dentro del feminismo enfrentamos discusiones que parecían saldadas. Tenemos que formarnos, seguir discutiendo para que no se pierdan algunas cuestiones que ya se habían convertido en derechos”.

Segato llegó acompañada por el rector Carlos Greco y por la decana de la Escuela de Humanidades, Silvia Bernatené. “Una de las principales dificultades”, dijo el rector, “es poder convocar a los mejores para que vengan a participar de una gesta universitaria en el conurbano profundo. Que hoy Rita Segato esté acá nos llena de orgullo y nos hace pensar que seguimos el camino correcto. Compartir su experiencia, su saber, su forma de decir y de actuar nos estimula a seguir actuando en pos del bien común”.

El biologicismo

En el escenario la esperaba la periodista y escritora Mariana Carbajal. “Muchas gracias a la UNSAM por darme este pequeño gran lujo. A Rita la amamos. Es un pensamiento que nos provoca, nos incomoda y nos hace pensar”, dijo. Y enseguida pasó a la primera pregunta: ¿Cuáles son los debates que hoy son incómodos dentro del feminismo actual?

“Un movimiento sin errores es imposible”, respondió Segato. “Toda normativa tiene sus fisuras, pero me sorprendió esto: un momento claro de la teoría feminista, que es un pensamiento sumamente sofisticado, es el de la desbiologización. El desacoplamiento de lo femenino de los cuerpos. La noción de género retira de los cuerpos lo femenino y lo masculino y los transforma en una estructura, una matriz que trasciende el que cuerpo que llevamos. Los fundamentalistas están queriendo borrar la palabra género. Prohibirla por amenazadora”.

“Margaret Thatcher”, siguió, “llevaba un cuerpo de mujer y, sin embargo no existió mayor enemiga de las mujeres que ella. No basta con tener un cuerpo. Hay mujeres patriarcales y hombres que pueden ser maternales, por ejemplo. Eso existe también. Y mujeres que son pésimas cuidadoras. No se puede biologizar la tarea. Debemos superar la amenaza del biologicismo. ¿Hombres débiles? ¿Femeninos? El patriarcado los castiga por desobedientes. Un problema falso que no me representa”.

“La misoginia es hegemónica, se mete en todas partes. El ojo patriarcal y misógino es hegemónico, pero eso no nos debe llevar a un fanatismo de los cuerpos. Las traiciones son constantes dentro de los movimientos políticos. Hay problemas difíciles que surgen con la profundidad histórica del movimiento. Esas dificultades son proporcionales a todo lo que hemos caminado”, dijo.

Y puso ejemplos: “¿Con el castigo voy a modificar la sociedad? Eso es falso. La ley no causa comportamientos. Si los causara no habría abortos. La ley no es determinante de las prácticas de las personas. Lo más importante es la eficacia discursiva, simbólica, performativa, que es la capacidad de persuadir, de convencer. El teatro legislativo no tiene eficacia material”.

Linchamiento o justicia

“Hablé con los rectores de dos colegios secundarios de la Ciudad de Buenos Aires”, contó cuando la charla llegó al tema de los escraches. “En los dos relatos está la idea de que entender la cuestión de género es entender la educación secundaria. Allí vemos la catástrofe del género. El feminismo pilgrim (peregrinos puritanos) de Estados Unidos vs. el feminismo de las mal fundadas repúblicas criollas”, dijo.

“Con algunas excepciones como la de Judith Butler, el feminismo pilgrim acata la idea de que durmiendo con un abogado en la almohada voy a resolver los problemas entre los chicos y las chicas. Nosotros no podemos entrar por ese camino porque nuestra sociedad, nuestra historia, nuestra fundación colonial son diferentes. Lo central es dar herramientas a las chicas y los chicos, a los hombres y las mujeres, para que puedan negociar su relación. Y eso el feminismo lo está descuidando. Las personas tienen que poder negociar sin la mediación de los Estados, que siempre nos van a traicionar. Si no aprendemos de la historia, demos clases de relojería”.

¿Le vamos a dar al Estado la negociación de cómo va a ser la sexualidad de nuestros hijos? se preguntó. “Tenemos que dar a la juventud herramientas para que puedan negociar, decir qué quieren, qué no quieren y hasta dónde. Nuestro mundo es un mundo de conversación, la Argentina todavía es un país donde las personas conversan. Pero está sucediendo que los chicos y las chicas no están pudiendo conversar más sobre sus expectativas relativas a su sexualidad, a su deseos. Hay una desconfianza extrema entre muchachos y muchachas”.

“Eso lo veo como algo negativo y tiene que ver con el punitivismo, con el castigo —que no es lo mismo que el escrache, que es una justicia noble y debatida a lo largo de muchos meses cuando no había justicia ni Estado—. En ese período, e inclusive hoy, el escrache es la forma de hacer justicia por la propia gente, pero no es espontaneísmo. No es un linchamiento. Los escraches a los genocidas en la Argentina siempre supusieron largos períodos de preparación. Ahí hay un justo proceso,  con un patrón, un protocolo y una forma de juzgar, de decidir y de punir. En el linchamiento no lo hay”.

El riesgo mayor para el feminismo, dijo, “es caer en el linchamiento moral sin parámetros claros del justo proceso. Esos errores podrían poner en jaque muchas conquistas y escraches que fueron bien procesados. La punición no lleva a una disminución de los problemas que tenemos. Los femicidios no disminuyen”.

Cambiar la base

“Los femicidios y las violaciones existen porque hay un caldo de cultivo gigantesco, diseminado en toda la esfera social, en el día a día, en las agresiones diarias que sufrimos todas las mujeres. Modificando ese caldo de cultivo, esa base del iceberg, solo así vamos a poder incidir en lo que puede ser tipificado como crimen”, dijo Segato. “De todas esas agresiones, un número muy pequeño es tipificado como crimen o delito. Desmontando el mandato de masculinidad desarticulamos ese gran caldo. Ese chiste, la mirada ultrajante y rapiñadora sobre el cuerpo de la mujer, un cuerpo que se usa para construir un vínculo entre hombres. La modificación de todo eso, que es capilar en el tejido social, será capaz de tocar allá arriba”.

Sobre el caso de Lucía, la niña de once años con discapacidad mental violada en Tucumán y a la que se le negó un aborto no punible, Segato opinó: “Es un espectáculo de crueldad. En Tucumán, en Jujuy, en el Chaco aún se practica el “chineo”, una abominación muy común en esas provincias del norte, en donde las elites se pronuncian en contra del aborto. Allí llevan a sus hijos a tener su iniciación sexual con las niñas wichis, iniciaciones en las que hay violaciones de jóvenes pobres indígenas. Prácticas asquerosas de las elites criollas del norte que todavía hoy están vigentes. Cuando hay casos de violación entre indígenas, ahí el Estado actúa, pero cuando el blanco va al chineo, la indígena es una “prostituta”.

Un discurso nauseabundo que convive con el rechazo del aborto. Cuanto más débil es el Estado, más se ensaña con la panza de la mujer. La panza es la medida de la debilidad de un Estado. No hay una cuestión moral por detrás. Las clínicas de fertilización asistida, ¿no están llenas de óvulos fecundados? ¿No son personitas por estar en una probeta? En esas clínicas se manejan grandes capitales, al igual que en los laboratorios. Allí no hay abortos, hay hipocresía pura”.

 

Si el patriarcado cae, toda la sociedad se transforma. El patriarcado es la base de la pirámide social y de todas las formas de opresión pensadas por los medios masivos de comunicación, que hoy se están rearmando para enfrentar nuestra amenaza. Una reacción virulenta que es la medida de lo que hemos alcanzado. Vamos para adelante que estamos llegando a destino. Nuestro esfuerzo tiene que retirarnos de la posición de las minorías, de las columnas marginales. Debemos ir del borde al centro de las cuestiones. Eso es lo que está pasando en el presente.

¿Qué vamos a encontrar en tu cátedra?, preguntó Carbajal casi al final de la conversación.

“Hice una lista”, dijo Segato, y leyó: “Mirar el mundo desde nuestro margen y a contrapelo del sentido común de la academia, marcada por el eurocentrismo de su fundación y el patriarcalismo de sus prácticas; permanecer en el arraigo de un paisaje nuestroamericano; saber dónde tenemos los pies plantados; cultivar el arte de pensar en conversación”.

La lista es larga. Habló de interseccionalidad, de raza,de sexo, de género. Dijo que hay que desarmar el nudo de la prehistoria patriarcal. Que estamos por dar vuelta la página de esa prehistoria. Algunos tramos despertaron una ovación. “El pañuelo azul es monopólico: nadie puede practicar abortos. El pañuelo verde es pluralista: quien quiere puede, quien no quiere no”, concluyó.

¿Cómo el macrismo organiza nuestros afectos? // DIEGO SZTULWARK Y SILVIO LANG

Hace unos años, apenas se inició el gobierno de Macri, Silvio Lang me invitó a trabajar con colectivos teatrales la ida de neoliberalismo como normalización de la cultural. Ahora que vuelvo sobre la cuestión, tratando de cerrar un libro con los amigos de Caja Negra, descubro hasta qué punto hemos subestimado -foucaultianamente- el aspecto propiamente represivo de la subjetivación neoliberal. No represivo sólo en términos policiales. Represivo ante todo en términos del tratamiento de la vida. El neoliberalismo es represión del síntoma. Su deriva fascista, hoy evidente, estuvo siempre ahí, presente: del coachin al racismo. Esa intolerancia productivista -clasistas, patriarcal- con la fragilidad es su marca más esencial. No hay política capaz de enfrentar lo neoliberal si no es capaz de percibir y rechazar esta, su violencia.

Diego Sztulwark

 

 

Transcripción del primer encuentro del Taller gratuito “La normalización de la cultura”, coordinado por Diego Sztulwark y Silvio Lang, el 21 de mayo de 2016. La organización estuvo a cargo del Taller de Actuación y Creación Escénica, que coordinan Lang y Juan Coulasso, en espacio Roseti, y surgió luego del interés que generó la conversación pública, con Sztulwark y Lang, realizada el mes anterior, bajo el mismo título. Este primer encuentro trabajó sobre la pregunta “¿Cómo el macrismo organiza nuestros afectos?”, a partir de la lectura de la entrevista a Suely Rolnik: “La base del sostenimiento del poder de la derecha es el propio deseo de la población”. En el segundo encuentro del Taller, que se realizó el 11 de junio, y que tuvo como invitados a Verónica Gago, Diego Skliar y al Colectivo Juguetes Perdidos, se trabajó sobre el eje: “figuras de afectividad no neoliberales”.

DIEGO SZTULWARK: Vuelvo sobre uno de los puntos que trabajamos en la conversación pública del mes pasado. Intentaré desarrollarla siguiente idea: hemos subestimado lo neoliberal. Nosotros conocemos al neoliberalismo como etapa del capitalismo desde hace tiempo, al menos desde la última dictadura, y luego durante los gobiernos de Menem, donde se impusieron planes económicos de ajuste y privatización esta vez desde las urnas.

Me parece, de todos modos, que hemos leído lo neoliberal sólo como una cuestión macropolítica, como una situación correspondiente a ciertas coyunturas. Luego del 2001, y de la posterior llegada de una serie de gobiernos autodenominados progresistas en el país y en buena parte de la región, hace ya una más de una década, contamos con cierta perspectiva para preguntarnos si la cuestión del neoliberalismo no tiene, junto a la realidad macropolítica ya señalada, una realidad micropolítica, muy efectiva y de larga duración, que se sitúa en el centro de las posibilidades actuales de subjetivación, en nuestra propia existencia, en nuestros modos de ser.

Podemos decir que el neoliberalismo es una forma de gobierno, no es meramente una racionalidad económica. O podemos también decir que es una forma política de dominio que pasa a través de las categorías de la economía política. Me gustaría resaltar algunos aspectos fundamentales de esta dominación. En las políticas neoliberales, en primer lugar, hay lo que podríamos denominar una “ganancia subjetiva”, en términos de consumo, de seguridad personal, de confort. Es imposible pensar la eficacia de estas micropolíticas sin considerar estas ganancias subjetivas que nos instalan de lleno en ellas.

Otra cuestión fundamental a considerar es el hecho que las micropolíticas neoliberales están en un juego nuevo con la libertad. Esto ya lo explicó muy bien Foucault. Probablemente no recordemos formas de dominación política previas que pongan tan en el centro esta experiencia inmediata de la libertad. Cierto que se trata de una idea de libertad con la que queremos pelearnos, una idea neoliberal de la libertad. Pero de todas maneras, por más que digamos que se trata de una libertad que no aceptamos, no podemos dejar de advertir que el neoliberalismo tiene un juego tan efectivo como perverso con la libertad, en la medida en que cada uno de nosotros está llamado a creer que está eligiendo a cada paso. No hay nadie a nuestro lado con un látigo que nos esté diciendo qué hacer a cada momento. En muchas situaciones no encontramos obediencia,  pero si internalizando esa obediencia en una experiencia puesta en términos de libre elección. Esta experiencia de la libertad es una experiencia de dominación, que con frecuencia se revierte en servidumbre. Haciendo lo que elegimos somos más serviles que nunca. Hay un tipo de libertad-servidumbre y una relación no muy estabilizada entre las dos, es algo que tendremos que tomar muy en cuenta y trabajar más.

En contacto con el punto anterior, cabe subrayar el lado voluntario y hasta activista de nuestra inmersión en los dispositivos neoliberales. Marchamos activa, voluntaria y alegremente hacia los dispositivos neoliberales. Nadie nos obliga a poner en facebook todo lo que pensamos, a exhibir nuestras fotos, a regalar todo tipo de información, a poner a circular nuestras cosas como si de mercancías se tratase mercancía. Es nuestro narcisismo el que goza con este sistema de visibilización. Ya en el siglo XVII Spinoza escribió una frase inquietante: “por qué luchamos por nuestra esclavitud como si de nuestra libertad se tratase”. Esa frase, en el contexto actual, nos puede ayudar.

Otro aspecto que no habría que perder de vista: estos dispositivos micropolíticos obedecen a un mando formado por el mundo de las finanzas. Tenemos algo que pensar respecto al mundo de las finanzas, en la América Latina en estos años. En un período en el que la región intentó salirse del mando más lineal y directo de lo neoliberal, que intentó hacer una experiencia diferente-y hoy podemos discutir sobre sus fracasos y sus éxitos- en la que por años se suspendió la retórica neoliberal, ligada a una  voluntad política de izquierda –genéricamente hablando (Suely Rolnik va a definir a estos gobiernos “progresistas” o de “izquierda” como los partidarios de un mínimo de resistencia a lo neoliberal). No entraría en la discusión si se trata de gobiernos más o menos de izquierda, porque todos estos años sabemos lo que pasó en América Latina. Sí tomaría en cuenta que las micropolíticas no están autonomizadas respecto de la macropolítica. No se trata de dos realidades separadas, inconexas, no hay una instancia verdadera y otra falsa. Se trata de pensar la especificidad de ambos niveles sin desarticularlos. No es posible entender acabadamente el funcionamiento del mando de las finanzas, su articulación con dispositivos comunicacionales, securitistas, la constitución de una soberanía, que parte de la constitución del mercado mundial, sin captar simultáneamente como esos grandes poderes operan en las líneas micropolíticas de nuestra existencia (y viceversa). Ahí hay un elemento metodológico que puede ayudarnos a comprender un poco más la simultaneidad en lo real de la macro y las micropolíticas.

La otra vez intentábamos, para tratar de comprender mejor esto que llamamos “el macrismo” reconstituir una secuencia que partía del año 2001. Todo el tiempo se nos recuerda que 2001 fue un tiempo de crisis. El problema es entender qué se entiende ahí por crisis. Si la crisis es algo oscuro, es una amenaza absoluta, si es indistinguible de un padecimiento sin medida y a la interrupción de los procesos de la reproducción social, como se nos ha dicho todos estos años, tal vez sea bueno recordar otra cara de la misma crisis. Una sobre la que se insiste menos. La de la emergencia de subjetividades que son inmanentes a la crisis. Estas subjetividades de la crisis son aquellas que intensificaron la crisis (en la medida no aceptaban la condición que el poder del capital exigía como solución: más ajuste y más hambre). Estas subjetividades sabían actuar en la crisis. Sabían organizar colectivamente la comida, la seguridad. Sabían actuar colectivamente. Sabían hacer en la crisis. Eran capaces de elaborar estrategias en la crisis. Porque la crisis afectó también la salud de las micropolíticas neoliberales. Y cuando ellas están en crisis, es necesario configurar estrategias de existencia. Ese costado del año 2001 –que sin embargo es parte del saber actual de contingentes sociales enteros-tiende a borrarse tanto por la necesidad del sistema político de ofrecer orden público como por el restablecer micropolíticas neoliberales sobre las que este orden se estabiliza.

Habíamos partido de ese 2001 que tuvo una efectividad política increíble, todos sabemos que después de ese año en la Argentina, los políticos no hablaron más de ajuste, de represión, de privatización y de endeudamiento por muchos años. La macropolítica se cuidó mucho de seguir reproduciendo el discurso neoliberal explícito. Nunca la legitimidad de las retóricas neoliberales fue tan nula, y sin embargo las micropolíticas neoliberales se fueron resituando con una fuerza innegable. Si pensamos en cómo funcionó la voluntad de inclusión que se constituyó en torno al kirchnerismo podremos ver bien esta coexistencia: la inclusión por la vía de las finanzas, por la vía del consumo, por la vía de la activación de un conjunto de dispositivos micropolíticos que ya no intentaban excluir sino incluir socialmente, no produjo las condiciones para una ruptura con el tipo de subjetivación neoliberal que las acompañaba. Sabemos que en la Argentina eso se ha discutido muy mal, ha rodeado de una violencia afectiva incapaz hasta ahora de producir síntesis productivas de largo alcance. Propondría trabajar ese momento, haciendo un análisis de niveles para entender esta voluntad de inclusión.

La voluntad de inclusión tendría por lo menos dos costados, aspectos o niveles. Uno sería el deseo de incluir a los llamados excluidos, dañados, la decisión de reconocer derechos antes negados. En este nivel, vinculado a una intensa movilización social enorme, reconocemos los valores que más nos enorgullecen, la decisión de no pensarse sin los otros. Es todo lo contrario de la indiferencia hacia el otro, de la crueldad. Al mismo tiempo esta voluntad de inclusión tiene una topología, un sistema de lugares, que funciona de un modo colonial: el que quedó afuera es invitado a incorporarse a un espacio que no va a alterarse con su ingreso. Este segundo aspecto de la inclusión supone que el otro que quedó afuera, quien perdió, debe ser recuperado desde el espacio incuestionado que emerge triunfal de las mutaciones históricas recientes. En la invitación a la inclusión del otro, el espacio propio no se altera, sino que se confirma. Es una confirmación absoluta del lugar de la inclusión y un tratamiento del otro como pura víctima, como pura impotencia. No se lee en los otros un saber de la crisis, una sensibilidad de la crisis, una inteligencia de la crisis, como información imprescindible para cuestionar este espacio triunfante de la inclusión. Decíamos en nuestro encuentro anterior, que esta complejidad, la coexistencia de estos dos niveles, explicaba, al menos en parte, la ambigüedad de lo sucedido estos años. Ambigüedad, en síntesis, entre una dimensión crítica, solidaria, ética, que produjo transformaciones interesantes e incluso imprescindibles, y por otro lado esta otra dimensión que limita bastante la eficacia y la posibilidad de pensarse con lxs otrxs. Habría más que decir de este período, por supuesto, pero me parece que ahí hay un elemento.

Otro aspecto que habíamos señalado, creo, para caracterizar esta ambigüedad del kirchnerismo remite al tratamiento del problema de la decisión colectiva.  El kirchnerismo supo denunciar –por primera vez en décadas- la privatización de la decisión política en manos del terror militar, primero y luego de corporaciones económicas y mediáticas. En este nivel, el aporte del kirchnerismo y de quienes confluyeron en el movimiento por la ley de medios es extraordinario. Y al mismo tiempo, sucedió que los mismos argumentos que se utilizaban contra estos los poderes que intentaban secuestrar la decisión política –ser antipolíticos, o destituyentes, no asumir la legitimidad y la autoridad del gobierno como representación política nacional-se descargaba sobre organizaciones, movimientos o personas que tenían el impulso a discutir desde una perspectiva autónoma su derecho a participar de esa decisión colectiva. De nuevo, entonces, una doble cuestión, por un lado: una enorme y beneficiosa pedagogía sobre quiénes y cómo intentan secuestrar la decisión política pública y, al mismo tiempo, un límite para construir una decisión colectiva más abierta, con actores más transformadores formando parte de esa decisión. Discutir esto más a fondo es parte de un balance necesario con vistas al futuro. Sobre todo porque hay una correlación evidente, creo, entre modalidad de decisión colectiva y modelo de desarrollo.

Y llegamos así al final de la secuencia que habíamos planteado al “macrismo” y la plena restitución de una macropolítica neoliberal adaptada a la nueva coyuntura nacional, regional, global. Después de una cantidad de años donde la presencia de la crisis determinaba un elemento de ambigüedad a la situación social y política (porque la inclusión es aún un discurso de la crisis, un tratamiento de la crisis, sólo que en ella no se afirma la subjetividad de la crisis, sino que se la negativiza, se la identifican a un lugar infernal y descalificado, que hay que abandonar), se acabó la ambigüedad. La inclusión deja lugar al lenguaje de la “integración” y la “innovación”, en el que la crisis sólo es invocada como elemento completamente negativo y amenazante, a fin de legitimar las políticas derivadas casi unilateralmente del mando del mercado mundial. El costado ordenancista previo es retomado, pero es abandonado el aspecto de sensibilidad por los otros que la inclusión de algún modo activaba. La crisis no es ya un elemento interno a una dialéctica de la inclusión, sino un elemento a normalizar por las vías que sean. Macri, aparece como la adecuación más perfecta al desarrollo de las micropolíticas neoliberales. Como si estas micropolíticas hubieran preparado el camino para lo que estaban esperando. A pesar de que a Macri le haya costado mucho llegar al gobierno, su triunfo tiene algo de obvio, de “sinceramiento” (otra palabra “Pro”). La situación depende a tal punto de un conjunto de variables bancarias, mediatizadas, la reproducción de la vida depende tanto de mecanismos ligados a estas variables, de la decisión de grandes actores capitalistas, que de algún modo uno se tienta con pensar menos al macrismo como un fenómeno político autónomo, y más como el efecto relativo de una cierta restitución de las micropolíticas neoliberales. Con esta secuencia (2001, kirchnerismo, macrismo) cerramos el segundo punto que retomamos de nuestro encuentro anterior.

El tercer punto que habíamos trabajado –y que retomaremos en nuestra próxima reunión, el 11 de junio- tiene que ver con la noción de “amistad” política, que intenta responder a la pregunta: ¿cómo reconocemos en nosotros y en los otros, afectividades no neoliberales? (porque de ninguna manera se puede aceptar que las micropolíticas neoliberales sean la única realidad!). O también: ¿cómo ponemos en juego micropolíticas no-neoliberales, que no sean mera reproducción de esos dispositivos neoliberales? Para discutir esto van a venir, por suerte, una serie de invitados que van a aportar mucho. Verónica Gago, con quien comparto muchas actividades, autora de un libro que yo creo que deben conocer, porque tuvo un impacto importante, La razón neoliberal (editado en Tinta Limón Ediciones).Verónica trabajó muy intensamente el tema de la migración y el trabajo sumergido durante los últimos años. Toda esa fuerza de trabajo precarizada, generalmente migrante, sometida a situación laboral que linda por momentos con imágenes de esclavitud; pero, al mismo tiempo, con la circulación de componentes comunitarios –en una ambivalencia muy acentuada- en muchas de esas subjetividades. Verónica plantea que en esas zonas “grises” -por llamarlas de algún modo-, en las que no es tan fácil reconocer qué es lo neoliberal (la reducción del lazo social a forma empresa) y qué es lo resistente a ello (formas familiares y comunitarias), hay que rastrear si no se está afirmando otra cosa. Le vamos a pedir a Verónica que nos ayude a ver si es posible distinguir lo neoliberal de lo no neoliberal, no como si fueran dos colores completamente diferentes, sino a partir de aprender a reconocer esa zona de ambivalencia.

Están invitados también el Colectivo Juguetes Perdidos, amigos a los que admiro mucho, que han escrito un libro notable Quién lleva la gorra hoy, también editado por Tinta Limón Ediciones, que vienen trabajando mucho en territorios del conurbano bonaerense intentando percibir qué es lo que pasa con los pibes que no se enganchan ni en una cosa ni en otra -ni en el laburo, ni en el estudio, que viven en situación de “raje”, tensionando la vida barrial y urbana. Los “JP” se interesan por estas estrategias de “raje” como modo de constituir una perspectiva que ya no es la de la inclusión (aunque tampoco desvalorizan el armado de esas redes precarias –eso es para ellos lo real de la inclusión- que permiten desarrollar estrategias), sino desde la potencia de fuga, del tipo de saber que se ha constituido en los barrios a propósito de las maneras de rajar de un conjunto de situaciones asfixiantes en el proceso de normalización –el “engorrarse”- en los territorios. Logran captar así claves importantes, incluso, de lo que ocurre en la macropolítica, como el mismo triunfo del macrismo del que hablábamos. Ahí me parece que vamos a poder pensar un poco más, qué es esta afectividad no neoliberal evitando todo tipo cliché. El punto sería: no estereotipar qué cosa es la afectividad no-neoliberal. Concebirla justamente en sus puntos de difícil interlocución.

Aquí es donde podemos retomar la referencia a la amistad política. Amigo no sería en este sentido tanto quién nos caen bien en lo personal, aquellos con quiénes opinamos igual, con quiénes nos contamos secretos, quiénes nos bancan cuando estamos bajoneados. Esa podría ser la idea de amistad personal, pero la de amistad política tendría que ver con cómo se construye utilidad común, es decir, con situaciones y personas en las que el punto de partida no es necesariamente común. No se trata ni de la confianza previa, ni de pertenecer a los mismos grupos sociales, ni de tener un gusto afín respecto de determinadas actividades. Por ese lado podríamos empezar a discutir un poco más esta estructura de la potencia colectiva, esta utilidad común que llamamos “amistad”. Pienso que la idea de amistad política puede ser útil en este momento. No por nada la trae el Comité Invisible en un libro que se llama “A nuestros Amigos” (de reciente edición a cargo de editorial Hekht). La idea de amistad ya está en La Ética, de Spinoza. Hay una tradición de pensar la amistad como una figura de politización. De eso trataría la próxima reunión.

Además le pedí a Diego Skliar, que es escritor, periodista (con Diego y con Natalia Gennero compartimos una columna radial: Clïnamen, en Fm La Tribu), que asista, que no hable, que esté callado toda la reunión, y al final nos devuelva una lectura, donde podamos trabajar de una manera diferente.

Hoy vamos a empezar a desarrollar algunas de estas ideas. Vamos a detenernos en las micropolíticas neoliberales. Vamos a apoyarnos en un texto, una entrevista de Suely Rolnik, publicada en el blog Lobo Suelto! con el título “La base de sostenimiento del poder de la derecha es el propio deseo de la población”. Suely, amiga querida también, fue un personaje importante de la contracultura brasilera de los años 70. Con la dictadura sufrió la represión y marchó al exilio en Francia, donde se conecta con Gilles Deleuze y Félix Guattari con quien se analizó. Suely regresa a Brasil donde desarrolla actividades como psicoanalista y filósofa (es autora de un gran libro, junto a Guattari, Micropolíticas, cartografía del deseo, Tinta Limón Ediciones) y forma parte activa de las experiencias del Brasil “molecular” de aquellos años, lo que abarca, también, la formación del PT. Suely fue una figura clave también para comprender la relación intensa entre Guattari y la contracultura brasileña.

La propuesta es ir leyendo párrafos claves de la entrevista, ir abriendo preguntas, intentar incluir nuestra conversación en el hilo de las micropolíticas neoliberales, siguiendo la secuencia que planteamos en la introducción.

Una aclaración importante, sobre el lenguaje (en este caso el de Suely). En la medida en que se emplean categorías teóricas (como “afecto”, “potencia”, “sujeto”, “devenir”, etc.) siempre puede dar la impresión de que estas categorías viven como “bien definidas” siempre en otro lado. Como si hubiera en alguna otra parte un diccionario preciso sobre cada una de ellas, un diccionario que siempre está en otro lado, inaccesible. Cuando tenemos esa impresión hablamos sin estar del todo seguros de qué quiere decir, por ejemplo, “subjetividad”, “rizoma”, “inmanencia”. Las usamos, a veces, pero sin tenerlas muy claras, como si su sentido estuviese en otro lado. Les propongo relajar la cuestión del saber. Suely nos está enseñando en vivo y en directo la significación de esas nociones asique, al menos, por esta vez no habría que buscarlas en otro lado, sino que iremos viendo cómo ella las explica y entre todos las vamos completando el sentido. Lo interesante es que ya no va a haber que pensar que hay otra definición mucho mejor que la que estamos usando: Suely conoce muy bien las categorías, las trabaja muy bien y vamos a ver si lo que ellas nos ofrecen nos satisface o no. Entonces no estamos ante el problema de cómo transmitir un saber, sino frente a otro problema: el de saber si lo que se está diciendo nos interesa o no, y cuánto. Y por lo tanto, el de saber si hay algo propio que va para otro lado. Si eso ocurre, ya hay una ganancia en haber hecho el ejercicio de comprensión, porque a partir de ahí se puede decir ¡no!, esto que se dice así no me cierra porque hay un punto que lo quiero pensar de otra manera. La ganancia en esa situación es descubrir una nueva dirección para el pensamiento. Sea como sea, se trataría de tomar algo de lo que vamos discutiendo y empezar a ver para qué sirve.

Con el aspecto categorial de esta filosofía creo se puede hacer lo siguiente (es un consejo que le leí alguna vez a Deleuze): como nadie está seguro del todo si está entendiendo o no, no confiaría tanto de la comprensión pura a nivel de los conceptos abstractos, y más bien se podría apostar a que cada quien se pregunte sobre qué vivencia personal se sirve para apoyar el concepto que se quiere entender. No importa que sea una vivencia noble o más bien inconfesable, no importa que sea infantil, no importa porque no hay que contarlo. Asique vale aunque uno se diga: -¡pero es demasiado tonto lo que estoy pensando! Si se puede encontrar cualquier experiencia o vivencia propia que apoye lo que se está diciendo, va a funcionar. Si no sería como una mala clase de facultad, donde salimos con conceptos medio mal aprendidos, sin saber exactamente si son los que son. Eso les propongo, veremos si funciona.

Le preguntan a Suely por la relación con Deleuze y Guattari. Ella responde que la biografía de ellos hecha por François Dosse, tiene un interés muy grande, porque a pesar de que no nos gusta mucho, tiene algo muy interesante y es que rompe la subordinación de Guattari a Deleuze. Se explica así: Deleuze, gran filósofo, Guattari estaba en prácticas psiquiátricas, militancias. La idea de que la práctica es menos inspiradora, menos noble, etc. primó mucho en ciertas lecturas, sobre todo universitarias de la obra de estos autores. Esa biografía que es muy documentada, tiene el interés de poner a Guattari muy en el centro.

LECTURA ENTREVISTA A SUELY ROLNIK:

ENTREVISTADOR*S: En la biografía de F. Dosse hay un párrafo que dice: «Deleuze tuvo metáforas muy expresivas sobre su trabajo en común. Comparó a Guattari con un rayo en medio de una tormenta. Y él, Deleuze, sería el pararrayos que capta ese rayo y lo hace reaparecer en otro lugar ya de una forma pacífica». ¿Dónde te sitúas tú en esta escena?

ROLNIK: A mí me parece perfecta la imagen que Deleuze inventa para dibujar los lugares que cada uno de ellos ocupan en su obra conjunta. Con sus radares en la tormenta, uno era el rayo y el otro el pararrayos. Guattari era muy vulnerable a las tormentas. De una vulnerabilidad impresionante. Su reacción era rápida como un rayo que irrumpía apuntando donde el deseo podría hacer conexiones capaces de crear un territorio para que la vida lograse encontrar una forma. Algo que per-formatease lo que había causado la tormenta para que la vida volviera a fluir. Una capacidad clínica excepcional. Con igual velocidad, su escritura era el propio rayo que enunciaba el estado de cosas en tiempo real, con palabras salvajes, difíciles de descifrar. Como un pararrayos, Deleuze captaba el rayo y se tomaba el tiempo necesario para la germinación de un territorio más calmado en la escritura y se lo devolvía a Guattari, que a su vez lo re-trabajaba. Así era la dinámica de la colaboración que resultaba en ese fabuloso universo de pensamiento que podemos habitar. Deleuze necesitaba del rayo-Guattari y Guattari, a su vez, necesitaba del pararrayos-Deleuze. Quizá sea eso lo que ha hecho que su colaboración fuera tan fecunda e incesante…”

SZTULWARK: Me parece interesante la imagen de la tormenta, el rayo, el pararrayos, porque ahí Suely ya adelantó, de algún modo, el núcleo de lo que quiere decir. Hay una serie de tormentas (intensidades que nos desestabilizan), hay quién es más capaz de captarlas en tiempo directo (Guattari es su ejemplo). Y hay quien puede modular esa captación (Delezue). Estaba la pregunta sobre qué es en Suely “fuera-de-sujeto”. Ya podemos ir ligando un poco las cosas. La tormenta ocurre fuera del sujeto. ¿Qué es la tormenta?: la aparición de unas fuerzas cuyas intensidades son demasiado violentas para nuestro mapa de referencias. Y no hay manera de captar algo de ellas sin conectar con la propia vulnerabilidad. Guattari, era extremadamente vulnerable a las tormentas, dice Suely. Se puede entender que se refiere a las lluvias y las tempestades, pero también que, lejos de cualquier metáfora, alguna de esas tormentas nos muestran en el cielo cosas que pasan muy materialmente en nuestra vida. Tumultuosas intensidades, difíciles de asimilar, activan nuestra vulnerabilidad, y tal vez somos capaces de comprenderlas, a partir del modo en que nos están afectando para construir en torno a ellas nuevas formas, nuevas maneras de vida, nuevas maneras de existir. Claro que también podemos intentar ser indiferentes, resistir lo más que podamos a esa desestabilización. Esa es la escena que nos trae Suely. Tanto para hablar de la relación D-G  – me gustaría que nos olvidáramos rápido de ellos- como de la base de una teoría de la subjetividad. Creo que la imagen de la tormenta es muy útil para plantear lo que nos quiere traer de la subjetividad. Hay una dimensión de tormenta, y esa dimensión es lo que menos tenemos aceitado, trabajado, refiere a los puntos más frágiles de nuestras subjetividades.

Hago una serie de aclaraciones: Subjetividad = modo de ser, modo de vivir, modo de existir. Entendemos que el modo de vivir, de existir, no está ligado a nuestro organismo, se pueden cambiar esos modos. Y además, esos modos no son estrictamente nuestros: son efectos de una serie de situaciones, de prácticas. Incluiría dentro del “modo de ser”, desde ya, los modos de percibir, las maneras de relacionarnos con los demás y con uno mismo. Por subjetividad entenderemos, sencillamente, la manera misma en que estamos constituidos y nos constituimos. Podríamos incluir todo ahí: percepción, memoria. Tal vez podríamos recurrir a Spinoza nuevamente y decir que “somos modos finitos de una sustancia infinita”. Somos modos de ser, y esos modos pueden ser conocidos por lo que pueden. Una subjetividad se conoce por lo que puede hacer y pensar (por su potencia). Spinoza decía: “por cómo afecta y cómo es afectado conocemos cómo puede un modo”, ahí tenemos una subjetividad.

Suely, sostiene que somos herederos de una larga historia del modo de subjetivación clásico, ella lo llama cartesiano en un momento, y en otro se refiere al producto de una larga historia del catolicismo. Patriarcado, cristianismo, capitalismo, colonialismo. Se trata de fenómenos de larga duración, que actúan sobre los modos de ser que somos. Este modo de subjetivación, dice Suely, articula dos niveles: al primero lo llama “sujeto”. Y lo explica más o menos así: por “sujeto” podemos entender una instancia activa en la que se estabilizan un conjunto de referencias y representaciones útiles para la vida. Pero no hay que confundir “sujeto” con subjetividad. Porque en la subjetividad juega un papel la instancia que denomina “fuera-de-sujeto”, vinculada a la vulnerabilidad de que veníamos hablando. La subjetividad incluye ambos aspectos. Por sujeto Suely va a entender un campo de referencias, todo un modo de representación teórica e intelectual, que nos sirve para organizarnos en el mundo. Categoría, referencias más o menos fijas, el mundo simbólico como tal, lo que desde el marxismo se llamaba: las “superestructuras”. La subjetivación dominante en nuestro occidente está tomado por un inconsciente capitalista, colonial, logocéntrico. Ese tipo de subjetivación, que nos atraviesa, autonomiza al sujeto de dimensión sensible o vulnerable, que en otro tiempo Suely llamaba “cuerpo vibrátil” y ahora llama “fuera-del-sujeto”, que es lo que activamos como vulnerabilidad en las tormentas. Suely no va a diabolizar este aspecto del sujeto, aunque va a atacar el inconsciente colonial. Va a decir: es bastante evidente que tenemos un lenguaje, una forma, yo por ejemplo sé que estoy ahora en el Espacio Rosetti. Eso es una categoría, una referencia. La tengo que tener si quiero venir, si la pierdo no llego. Es muy evidente que es un nivel relevante para la vida, fundamental. No es bien y mal. El lenguaje y sobre todo su uso convencional va a ser el producto del interjuego de los dos niveles. Lo que sí va a cuestionar es que recurramos a un uso abstracto de esas categorías y referencias, que nos aferremos a ellas sin activar el nivel al que llama “fuera-del-sujeto”: ¿qué hay en el “fuera-del-sujeto”? Hay fuerzas, las fuerzas del mundo que no tienen representación a priori. El sujeto tiene un cierto mapa. Es un sistema de orientación que funciona poniendo etiquetas a las cosas. Si creyésemos que el mundo se reduce a esta experiencia tendríamos la ilusión de un modo total y completamente representable. Pero hay todo un aspecto de nuestra subjetividad que tiene que ver con lo que no sabemos. Simplemente porque no hay cómo saber, el mundo no está ya hecho, en vez de pensarlo como un conjunto de cosas ya puestas a las que sólo hay que nombrar, habría un conjunto de fuerzas con las que no nos hemos relacionado aún. Hay un conjunto de fuerzas que operan por ahí mas caóticamente de lo que podemos asimilar, que nos afectan de diversas maneras. Ese es el “afuera-del-sujeto”. Es todo aquello que en el mundo es real y no está representado para nosotros, y que nos afecta desatando tormentas en la estabilidad que siempre tratamos de conquistar a nivel del sujeto (sobre todo cuando el sujeto se apoya en el inconsciente colonial). El sujeto así constituido quiere ser estable. Quiere controlar su situación, tener su mapa, saber de qué se trata la cosa. Al mismo tiempo, de nuevo, está el “afuera del–sujeto”, que son un conjunto de fuerzas que una y otra vez nos lanzan tormentas, que desestabilizan nuestras categorías, que es nuestra vulnerabilidad, nuestro uso de la sensibilidad para conquistar –en contacto con esas fuerzas- un “territorio existencial”, como le llama Guattari.

Suely, trabaja la siguiente cuestión: ¿con qué contamos para atravesar esas tormentas, para extraer de ellas nuevas posibilidades, nuevos territorios y además para actualizar al sujeto, para que sus categorías no sean siempre las mismas? Para que el mapa de referencias se pueda ir actualizando en la medida en que en nuestra experiencia va atravesando tormentas tenemos que asimilar que en ellas se da algo interesante, no son sólo amenaza, no son sólo caos. Son eso, si, pero a la vez nos ponen en relación con lo real del mundo.

En las categorías de las Ciencias Sociales, hasta el año 2001 había un discurso en el mundo, en Argentina, en Francia, en EEUU, que decía que como el neoliberalismo ya no va a dar pleno empleo, va a ocurrir que va a quedar una población fuera, sobrando. Pero esa población no va a poder tener un repertorio de acciones colectivas, porque esas acciones pertenecen al mundo del trabajo. En cambio la gente sin trabajo, en su barrio, dispersa, sin conocerse entre si, culpabilizándose a sí misma, etc., no va a poder ya constituir fuerza política. Esto es lo que decían los mapas orientadores de la sociología dominante. De repente aparece una tormenta, sobre todo para los propios desocupados, es decir, la barbarie que implica que la promesa que a todos nos hacen de que vamos a poder reproducirnos, no se cumpla. O sea, ustedes no van a poder reproducirse socialmente, vitalmente, peor sus hijos. Es decir, el salario, que es la vía de reproducción que se nos ofrece no va a regir más para una parte de la población, sin que se ofrezca nada a cambio. Entonces surge algo no previsto por las ciencias sociales: se organizan desde la “nada” (aparente) un repertorio de acciones colectivas. Hemos hablado de ellas hace un momento como subjetividades de la crisis. Aparece un pensamiento a partir de la desestabilización, de la crisis. Un pensamiento capaz de armar territorios existenciales nuevos, a partir sobre todo de la idea vívida de dignidad. Aparece un tipo de potencia individual y sobre todo colectiva que en un primer momento es muy difícil de asimilar: ¿qué hacen esos tipos ahí, cortando rutas?, ¿son trabajadores? ¡No exactamente! ¿Son del partido político tal? ¡No siempre! ¿Son de la iglesia? ¡Puede que no! ¿Y qué quieren? ¡Dignidad! Esa potencia abre posibilidades de existencia donde lo que había era un espacio mortífero, una existencia sin categoría, en la que la amenaza era completamente brutal. No sólo se crea el piquete, sino una manera de organizarse en los barrios y se empiezan a producir lazos vitales en torno al galpón, al corte, a la olla popular. La idea de que hay una realidad nueva que puede organizar un territorio existencial, que puede constituir posibilidades de vida, acciones de lucha, discursos sobre sí y sobre lo que se desea, hacerse cargo de la alimentación, de negociar con empresas y hasta a la larga poder participar de la vida política.  Con el tiempo –lo sabemos-todo esto puede tener suerte diversa. Puede ser neutralizado, por supuesto. La enseñanza, para lo que estamos pensando, creo, es que por fuera de las referencias y categorías se abren posibilidades para las cuales no siempre tenemos mecanismos previstos. A veces sucede que nos vemos inmersos en la creación de territorios de existencia, entrando en relación con ciertos afectos que nos son nuevos. En esos procesos actualizamos mapas de referencias.

Entonces, el “fuera-del-sujeto”, es este contacto con el mundo que intenta construir territorios a partir de esas fuerzas o de tormentas. ¿Qué es el sujeto cuando está tomado por el inconsciente colonial?: es el conjunto de puntos de referencia que todo el tiempo estamos intentando constituir, estabilizar.

Acá comienza a tomar forma el problema que nos señala Suely. En la medida en que nuestra cultura favorece la consolidación del inconsciente colonial, vivimos en pos de una obsesiva defensa de la estabilización de la instancia sujeto, devaluando el “fuera-de-sujeto”, y por tanto viviendo toda desestabilización como una amenaza. Vivimos pegados a lo que llamamos nuestra identidad. El riesgo ahí parece ser el hecho de volvernos reactivos ante las tormentas. Pienso que las llamadas micropolíticas neoliberales funcionan precisamente en este punto, renovando la herencia cultural occidental, ofreciendo nuevos mecanismos para esta estabilización reaccionaria.

Respondiendo a una pregunta sobre la crisis y el 2001 es necesario aclarar un riesgo de mal entendido respecto al ejemplo que di: si hablamos de la crisis –como la de 2001- no desde el punto de la subjetivación, sino a partir de su objetividad. Lo “sensacional” en la crisis, la crisis como representación de la crisis, tomada categorialmente no se parece ya a la tormenta. Con Guattari este tipo de tormenta o de crisis no remite necesariamente a una objetividad macropolítica. Cuando ponía el ejemplo de 2001 enfatizaba en las subjetividades más que en la objetividad económica o política. Pensaba sobre todo en las subjetividades que  se construyeron ahí, que pueden ser vistas como el relámpago del que hablaba Suely, simultáneo con la crisis –en muchas ocasiones no ocurre así- Pero es una tormenta que se puede dar en distintos niveles de la subjetividad, no hace falta que sea colectiva, puede ser individual, grupal.

SILVIO LANG: Si las fuerzas de la tormenta son fuerzas no representadas, “la crisis” que nos dicen todo el tiempo que existe no entraría en este concepto que estamos trabajando. No liguemos la metáfora de tormenta a “la crisis” de la que hablan los medios comunicacionales, el gobierno de lo neoliberal y la opinión pública. Son justamente fuerzas no representadas. Las fuerzas del mundo que nos afectan y de las que estamos hablando no son “la crisis”.

INTERVENCIÓN: En relación a un ejemplo de costureras y el dueño que se va diciéndoles que si es tan fácil que lo hagan ellas, puede aparecer un nuevo territorio posible pero que exige un modo distinto de funcionamiento que es una activación de una potencia que crea la posibilidad de vivir en dónde antes se moría, de donde se dependía, de donde no había otra opción. Eso exige salir de nosotros, y dejar de estar pensando que no sabemos. Cuando vas a cantar, te dicen: no digas no puedo, eso podés, desafiná, hacé todo lo que quieras, create posibles y ahí vamos a trabajar en ese territorio.

SZTULWARK: Cuando de alguna manera la situación en la que estamos estabilizados no funciona más, hay un momento de muerte, porque el afuera destruye al sujeto, pero al mismo tiempo se empieza a armar un posible (sí o no). En el ejemplo que tomábamos, la ruina de la relación salarial implica una cierta muerte, la interrupción de las formas que nuestra cultura prevé para la reproducción social (básicamente el salario). En el ejemplo que ponen ustedes, de las fábricas recuperadas la cosa parece funcionar de un modo parecido ¿no? Los trabajadores a los que el patrón les tira las llaves y se pasan por una muerte de este tipo hasta que poco a poco comienza a aparecer la posibilidad de utilizar la planta, las máquinas, la labor difícil de reconstituir un mercado, la pelea porque el estado brinde apoyo, etc. Hay una muerte, y surgen nuevos posibles, las dos cosas. De pronto ya no se trata de trabajadores bajo patrón, sino de una nueva fusión entre trabajo y empresarialidad. Se trata de transformaciones en los modos de ser, inseparables de creaciones de territorios existenciales.

Leo un poquito más el texto de Suely: -hay un momento en que le nombran la anestesia de los afectos de la tormenta.

LECTURA ENTREVISTA:

ROLNIK: Sí, voy a explicar un poquito mejor esta idea porque es importante para nuestra conversación. Para descifrar el mundo, disponemos de la experiencia empírica basada en las capacidades de percepción y de los sentimientos del yo; éstas sirven para descifrar las formas del mundo según los contornos actuales de la retícula cultural. Quiero decir, cuando veo una forma, o cuando escucho, o cuando siento algo lo asocio inmediatamente al repertorio de representaciones que poseo de manera que lo que voy a ver, escuchar o sentir está marcado por ello. Desde luego esto es muy importante porque nos permite la vida en sociedad. Pero no es más que una de las experiencias de la subjetividad; es la dimensión de esa experiencia que llamamos «sujeto». En nuestra tradición occidental se confunde «subjetividad» con «sujeto» porque es solo esa capacidad la que tiende a estar activada. Sin embargo, la experiencia que la subjetividad hace del mundo es mucho más amplia y más compleja. Hay otra dimensión de la experiencia que la subjetividad hace del mundo, que llamo el «afuera-del-sujeto»; es la experiencia de las fuerzas que agitan el mundo como un cuerpo vivo que produce efectos en nuestro cuerpo. Y esos efectos consisten en otra manera de ver y de sentir lo que pasa en cada momento (lo que Deleuze y Guattari llamaron «perceptos» y «afectos», respectivamente); es un estado que no tiene imagen, que no tiene palabra”

SZTULWARK: Aparecería una parte de la subjetividad que no habíamos analizado todavía bien. Están las fuerzas del mundo que nos afectan y está el sujeto en nosotros que tiene todas las representaciones. Pero hay otro aspecto, que es eso en nosotros que puede ligar con esa fuerza sin representación, que puede registrar lo que los autores (Deleuze y Guattari) llaman “afectos y perceptos”. Esos afectos no son sentimientos, esos perceptos no son percepciones. No hay imagen, no hay palabra, se trata de una experiencia en cierto modo previa a tener percepciones, sentimientos, etc. Esa instancia la debiéramos pensar un poco, porque según Suely, es la que tenemos menos activada, la parte de la subjetividad que se juega en el rayo-pararrayos de Deleuze-Guattari. Hay una tormenta y hay un sujeto, y en el “entre” hay una capacidad que tendríamos más o menos activada de dar cuenta de lo que ocurre para nosotros, de cómo las fuerzas no representadas nos afectan sin que haya una imagen o una palabra todavía. Hay una base de lo que después puede ser imagen, lenguaje. Pero que todavía no es imagen, no es lenguaje, y sí es capacidad de registrar afectos y perceptos (Deleuze y Guattari en su libro ¿Qué es la filosofía?, en la parte dedicada a la creación en el arte hablarán incluso de arrancar afectos a los sentimientos, extraer perceptos de las percepciones).

La hipótesis que quisiera retomar es que las micropolíticas neoliberales anestesian justamente esa zona. Una micropolítica (o una afectación) neoliberal no sería posible sin una desposesión previa. Una desposesión doble, objetiva (económica) y subjetiva (afectos y perceptos). En lo neoliberal resulta inseparable un subdesarrollado en nuestras capacidades y el modo de registrar sin paranoia ni culpa las tormentas y sus fuerzas. De allí la importancia de detenerse a verificar qué es lo que esas micropolíticas neoliberales hacen con nuestros afectos y a la vez tratar de comprender qué es lo que podemos hacer con esas fuerzas, es decir, cómo podemos, en las condiciones actuales constituir zonas de posibilidad o de existencia. En este aspecto hay un dialogo siempre interesante, que pasa por preguntar ¿qué es lo que sabían/saben las subjetividades de la crisis, lo que no sabe de nosotros la subjetividad neoliberal, esa que se aferra al código, que siempre propone una imagen y un lenguaje, un espacio confortable para la estabilización acrítica y reaccionaria? Creo que por ahí vamos a encontrar el punto de relación entre lo que Suely está trabajando y lo que queremos pensar hoy nosotros. Hay unas micropolíticas neoliberales que dan respuesta a la inestabilidad que una y otra vez nos producen las tormentas. Se nos ofrece estabilizada por medio de pastillas, de diferentes consumos, incluso de filosofías, incluso la de Deleuze (es muy gracioso como habla Suely de un uso “desodorante” de Deleuze).

Por un lado, y retomando lo que ustedes están diciendo sobre la coyuntura, podemos decir Macri es de una sencillez abrumadora, pero esa sencillez es la propia de un buen vocero de esta estabilización neoliberal. En la medida que esa sencillez quiere decir: no hay tormentas, no hay preguntas, dudas, es claro que hay un orden al cual adecuarse y el que no se adecua está en falta. Y el kirchnerismo, en ese sentido, siempre va a ser visto retroactivamente como mal alumno, alguien que no entiende, que no sabe cómo educarse, etc. Y creo que eso va a ser así, no tanto porque el kirchnerismo fuera una cosa o la otra, sino porque tuvo que gestionar, ya lo vimos, otro contacto con la crisis.

Creo que fue muy ambiguo el kirchnerismo. Me parece que aún no estamos en condiciones de hacer una definición suficientemente madura de lo que pasó. Porque por un lado, podríamos decir, hizo una apropiación pobre de las subjetividades de la crisis y por otro se elevó a la subjetividad de la crisis al nivel de gobierno, metió a las organizaciones en el Estado. Meter en el Estado no es sólo cooptar,  es también reconocer. Hay una ambigüedad muy grande, porque la cooptación es una teoría muy pobre. Es la idea que el cooptado es un zonzo. La idea de cooptación la dejaría, y pensaría más en estos términos: hubo un trabajo de composición entre el Estado y poderes de nuevos territoriales que emergieron a partir de la experiencia de lidiar con las subjetividades en la crisis, por los cuales ni el potencial de esas subjetividades terminó dando lo que muchos hubiéramos esperado, ni el Estado volvió técnicamente a ser lo que había sido. Hubo, al menos por un tiempo, una nueva relación, una nueva composición.

Pero bueno, no se trata sólo Macri. Hay varios actores de este nuevo paisaje. Con el riesgo de que me lo reprochen, nombro también al nuevo Papa. No creo que Francisco sea Papa por ser peronista, sino por ser argentino, en el sentido fue un testigo privilegiado de cómo se armó en la Argentina un modelo de legitimidad social y política después de una crisis –objetiva-subjetiva- tan fuerte, y una invención micropolítica tan fuerte. Seguramente fue elegido como alguien que sabe sobre cómo relegitimar instituciones post crisis. Tal vez el Vaticano andaba necesitando algo como eso. Entonces sí hay algo de peronismo, pero también hay un saber que viene de la crisis de 2001, un saber que hasta cierto punto el kirchnerismo supo poner en juego. Hay un saber de la crisis que se ofrece hoy al mundo.

Volvemos al problema, según Suely -pero también según otros autores- relativa a esta zona subdesarrollada, aplastada por el inconsciente colonial, por la historia larga del occidente. Una historia que se remonta al momento en que el imperio romano se hace católico, dice Suely, una historia larguísima, muy parecida a grandes rasgos de la que cuenta Walter Benjamin: Hay un tiempo histórico que se da como un continuo de dominación. Si se quiere tratar de pensar todo esto con la debida radicalidad es necesario hacer una historia larga, como decía también León Rozitchner. No se puede partir del 2001, ni de la última dictadura, se trata de una historia mucho más compleja.

Dentro de esta historia, tan larga y compleja, tomamos un fragmento último, al que estamos llamando neoliberal. Que tal vez parta del 68, o de la década del 70. Entre nosotros, identificamos la dictadura, el menemismo. Hay mucho que discutir sobre las periodizaciones.

LANG: Propongo meternos un poco más con la idea de los perceptos y los afectos para pensar la pregunta que arrojamos “¿cómo el macrismo organiza nuestros afectos?”. Tiene que ver con lo que se planteaba de lo “pobretón” del discurso de Macri, si eso no sería más bien una manera de organizar afectos y perceptos.

SZTULWARK: Si les interesa la referencia de afectos y perceptos en Deleuze y Guattarí, es un capítulo del último libro que hicieron juntos, el ya mencionado: ¿Qué es la Filosofía? Hay una parte allí dedicada a qué significa creación en el arte (porque según ellos hay también creación en ciencia, en filosofía). La secuencia que plantean es más o menos la siguiente: pensar es crear, pero hay planos de pensamiento y creaciones diferentes. En la Filosofía se crean conceptos, pero en el arte se crean sensaciones y las sensaciones son bloques de afectos y perceptos. Afectos y perceptos tienen que ver con la vida no personal, con algo no mensurable en la vida. Hay algo en la vida que no es nuestra mera vida vivida, se trata de esas fuerzas del mundo que siempre nos obligan a ir más allá de nosotros mismos, a través de las sensaciones.

Las sensaciones son provocadas en nosotros por esas fuerzas, esas tormentas en principio no representables. Las sensaciones ponen en contacto esas fuerzas con nuestra sensibilidad, hacen que nuestra sensibilidad se comporte de un modo no habitual. Afectos son las experiencias no habituales –que según Spinoza aumentan o disminuyen nuestra potencia– y perceptos son los paisajes no humanos, de antes de lo humano. Lo que hace falta es un trabajo excepcional de la sensibilidad que es imposible sin la violencia que la tormenta hace sobre nosotros. Nosotros mismos más bien queremos estar estabilizados, pero hay situaciones, tormentas, en las que somos obligados a ver qué hacemos con lo que sentimos y no sabemos del todo sentir. Lo que Foucault dice: sentir de otra manera. Esa violencia se comunica con el pensamiento intelectual y con la memoria, y estamos obligados a pensar eso que estamos sintiendo y que con lo que no sabemos qué hacer. Esa violencia nos atraviesa, desorganiza nuestra sensibilidad, nuestras maneras de pensar, nuestras categorías y nos fuerzan a crear y a pensar sensiblemente, intelectualmente.

Los afectos ya están presentes en La Ética, de Spinoza. Cuando empleamos la palabra “ética”, estamos hablando de Spinoza. Suely también está haciendo una cita sin decirlo de Spinoza. Porque este autor, en el siglo XVII, decía que el problema de nuestro intento de ser felices es que hay un mundo totalmente tomado por finalidades. Todo el tiempo alguien nos dice de qué se trata el juego. Hay un conjunto de normas, de mandatos, de poderes que operan finalizando. Este mundo de finalizaciones serán tomadas por Nietzsche en su crítica de la moral. Un conjunto de valores producidos siempre antes de que nosotros lleguemos y frente a los que solo queda adecuarnos, siendo que ellos nos informan qué es el bien, que es el mal. La Ética, de Spinoza ya quería deshacer ese sistema de la obediencia. No solamente la obediencia interpersonal, sino esa otra que se practica respecto al mundo de valores. Por eso emplea la palabra “ética” que, a diferencia de la moral, traza mapas singulares. ¿En base a qué? A afectos que no son sentimientos personales. Son los afectos que surgen del contacto con las fuerzas. Y en base a perceptos que no responden a percepciones normalizadas, sino a las captaciones que podemos tener de las fuerzas. Con afectos y perceptos vamos viendo en las tormentas qué conexiones podemos hacer, cómo podemos construir un territorio de existencia, para nuestro deseo, para nuestra vida.

La Ética, es la capacidad de crear un mapa existencial en medio de una tormenta. Tormenta producida por el hecho de que la vida no se reduce al sujeto. Hay más vida que sujeto y por lo tanto hay un “fuera-de-sujeto” en la vida. Ahí funciona una ética. Y una ética es un mapa singular. Mapa singular del deseo. Spinoza había escrito que la esencia del hombre es el deseo. El deseo es aquello que hace que querramos las cosas no porque las consideramos, buenas, bellas o justa, sino así las consideramos, justamente, porque las deseamos. En otras palabras: el deseo es productivo, inviste, constituye mundos. Nuestro propio deseo se juega en las tormentas que habla Suely, se juega como capacidad de crear territorios, o bien puede quedar replegado sobre el campo estabilizado de referencias. Es por ello que dirá: no hay deseo sin acción y sin acción el deseo se pudre. Quiere decir seguramente que el deseo que no constituye territorio existencial se corrompe en su quietud, en este repliegue estabilizante.

La cuestión con lo neoliberal es entonces la siguiente: si en la tormenta tratamos de refugiarnos en una suerte de estabilidad y una confirmación del mundo previo, entramos en una serie de trabajos de obediencia a esta organización prefigurada, y nos exceptuamos del trabajo de poner en juego el deseo y poder constituir campos existenciales propios y con otros. El problema con lo neoliberal, en términos de subjetivación seria por tanto la convocatoria a sustituir este trabajo del deseo por una serie de dispositivos (pastillas, tecnologías, formas ideológicas o religiosas de representación)que confirman el territorio previo e inhiben el trabajo de una afectividad y también el lenguaje, puesto que lo que se corta por esta via es la elaboración de un lenguaje propio. Sin contacto con afectos, sin elaboración de un lenguaje, lo que se suprime es toda posibilidad de pensar de otra manera. Ahí estaríamos en el centro de lo que queríamos pensar hoy.

Y bien, si esto es así, no estamos lejos del siglo XVII, y de Spinoza cuando decía: ¡cuidado con los teólogos! Ellos son los que en cada época gestionan las trascendencias. Y lo que estamos viendo es que lo neoliberal funciona a este nivel, al nivel de la gestión de las trascendencias. Estamos tratando de pensar qué formas toman hoy las trascendencias (no decimos que las trascendencias se inventaron con el neoliberalismo). Estas trascendencias son aquellas que sirven para separar, para aislar, para producir estabilizaciones reaccionarias. Suely considera que este momento en el que los gobiernos llamados progresistas pierden las elecciones y son atacados no puede ser explicado por causas meramente políticas, que hay que indagar cómo se fue constituyendo este repliegue acentuado de la subjetividad. Ahí tenemos un punto de contacto entre macro y micropolíticas, y podemos entender nuestro tema, aquel que vincula nuestra coyuntura política y una cierta teoría de las micropolíticas.

Para pensar esto precisamos una caracterización más compleja de lo neoliberal. Foucault trabajó estas cuestiones tempranamente, durante la segunda mitad de los 70, de una manera muy interesante. Ya se nota en esos años -de hecho la cosa viene de mucho antes, Foucault lo cuenta con detalle en El nacimiento de la biopolítica-, que hay en países de Europa una transformación, unos modos nuevos de pensar la sociedad y sus funcionamiento -las micropolíticas. Se trata de un nuevo modo de concebir el papel de los mercado (los mercados son producidos por el Estado y el Estado se legitima a partir de los mercado), una nueva centralidad de la competencia, del riesgo, de las políticas sociales. Agregamos, un nuevo lugar de las finanzas (algo que ya comentamos al inicio). El neoliberalismo reorganiza la relación entre estado y sociedad, de modo que cada vez se va a poner más en el centro la concepción de la vida como fenómeno de mercado y por lo tanto se hará una cierta exaltación de la libertad individual. En el neoliberalismo, dice Foucault, los poderes actúan sobre el medio, sobre las interacciones, produciendo libertades. Y, sobre todo a partir de la experiencia alemana, concluye Foucault, el mercado deviene –como decíamos- la forma de legitimar al Estado. En este diagrama social cada quién pasa a ser concebido –y a concebirse- bajo el modelo de la forma empresa, como alguien que tiene (o que es) un capital,  y tiene que extraer a ese capital renta. La experiencia del trabajador, en este contexto, va a ser convertida en la experiencia del “empresario de sí mismo”, que considerará su salario como un ingreso, diluyendo toda vivencia colectiva, de clase. La vida entera deviene calculable desde el punto de vista de una racionalidad de mercado, y nuestras posibilidades existenciales son conducidas al hacer una marca de nosotros mismos, a administrar nuestros vínculos desde una perspectiva de autovalorización, a introyectar todo el lenguaje de los dispositivos que coordinan este mundo (las finanzas y las tecnologías digitales, los grandes medios de comunicación). No creo que se trate de lo que dicen los neoliberales, que las finanzas se independizan de la producción, sino que ya no contamos con los referentes para comprender cómo es que las finanzas extraen valor, explotan la vida entera, sobre la que constituyen momentos muy duros de mando.

INTERVENCIÓN: Cómo pensar la obediencia, si es la ideología del macrismo la que hace que no se pueda acceder a la tormenta, o es algo más previo, una ceguera, una imposibilidad del sujeto para efectuarse en la tormenta. Desde dónde se opera.

SZTULWARK: Espero que resulte claro que en lo que estoy tratando de pensar la subjetivación neoliberal es en muchos sentidos previa al propio macrismo. A Macri le ha costado, a pesar de todo, llegar al gobierno. Y no le resulta tan, tan fácil gobernar. No creo que como tal el macrismo pueda ser visto como una fuerza subjetivadora independiente. Su fuerza, en todo caso, responde a un juego más complejo que hemos estado analizando, en relación a estas historias viejas, y a esta renovación de las micropolíticas neoliberales que no han cesado de extenderse, y que cada vez más median nuestras prácticas y hábitos. Sin este antecedente –macro y micro-se vuelve incomprensible, al menos para mí, el momento político como el actual. Estaríamos pensando que Macri como un gran productor de subjetividad, diría que no, no veo nada de eso.

Quisiera hacer una aclaración más sobre lo que estamos diciendo. Me parece que es muy difícil hacer análisis de las micropolíticas neoliberales sin que en algún momento se produzca un efecto indeseado, muy pesimista y a la vez muy moralista, que consiste en decir que esas micropolíticas son a la vez invencibles y malas. Si nos subjetivan a tal punto y además son tan nocivas, ¿de dónde vamos a sacar la fuerza para poder cuestionarlas? Mi comentario sería, simplemente, que no es así, que la cosa es más compleja, que a la vez que está todo esto hay otro aspecto, están nuestras resistencias, nuestras invenciones. Pongo por un momento el ejemplo del consumo, del que hablamos algo en nuestro primer encuentro. Si decimos que lo que pasó en la Argentina ha sido una experiencia muy rica y compleja es, en partes, porque al mismo tiempo que se ha logrado incluir toda una vitalidad plebeyas –muy visible a partir del 2001- en las categorías de la economía política –a eso le llamamos aumento del consumo- hemos visto como el consumo se politiza, y ahí se producen cosas muy complejas. Los neoliberales pueden festejar haber gobernado el consumo, y ahora comienzan a restringirlo. Por nuestra parte tal vez debiéramos pensar que cuando los sectores populares se instalan en el consumo –y todos estamos instalados allí- es un error moralizar el asunto. Mas que moralizarlo y hablar del consumismo, debiéramos pensar todos cómo hacer para que esa fuerza que está moviéndose dentro del mercado puede romper sus reglas de mando, romper una cierta idea de felicidad, romper una cierta estructura productiva y comercial. Desbordarla, recrearla.

Si moralizamos las micropolíticas neoliberales perdemos también la capacidad de guiarnos por brújulas éticas, perdemos la creatividad para crear estrategias, quedamos lejos de la capacidad de tocar el mundo material de la afectividad no neoliberal (que es siempre una afectividad sin imagen). Quedamos como cortados, o bloqueados, vemos en ella sólo poder, sólo barbarie, y perdemos toda posibilidad de comprender el terreno de lucha en la que se dan los grises, los rajes, las resistencias concretas, la materialidad en que pueden afirmar los contrapoderes. Porque no es imaginable, creo, que estos contrapoderes surjan fuera del mercado, sin relación alguna con el consumo, sin imaginar determinadas relaciones con las tecnologías.

INTERVENCIÓN: (Reflexión en torno a poder convertirse en un guardián de uno mismo y no un guardia severo para organizar la tormenta)

LANG: Pensaría qué extractivismo hace el macrismo en nuestra capacidad creativa ante las tormentas y ahí incluiría qué es lo que se está cocinando con un personaje como Alejandro Rozitchner. Para poder meternos en qué está haciendo el macrismo con nuestros afectos.

INTERVENCIÓN: Es muy importante la inclusión de la filosofía en un discurso del Pro, es la primera vez que lo escucho.

LANG: Y cómo el neoliberalismo, en la caracterización que hace Foucault del “empresario de sí mismo”, extrae o se apropia de nuestra capacidad creativa. Está funcionando un extractivismo ahí  comandado por las ideas nietzscheanas de Alejandro Rozitchner.

SZTULWARK: Alejandro Rozitchner, hijo de León, ha escrito discursos al presidente Macri –de ahí la idea de que el presidente tiene un “lenguaje filosófico”. Ahí la operación, me parece, que las cosas se plantean justo a la inversa con relación a lo que estamos tratando de pensar. Ellos plantean un cierto “nietzscheísmo”: ¿cuál es el problema con la vida? El problema con la vida son los valores morales que la aprisionan. Ok. Pero ¿cuáles son esos valores morales que pesan sobre nuestra sociedad? Serían, al menos tres: el cristianismo, la izquierda y el peronismo. Son los valores agobiantes de nuestra sociedad, porque no nos permiten –dicen- desentendernos de una carga que son los pobres. Se trata de ideologías “pobristas” (el termino es de Alejandro Rozitchner). Estas ideologías, estas morales nos enlazan a los otros: víctimas, explotados, excluidos, etc., ¿qué hacer frente a eso? Hay que liberar la vida, las fuerzas de la creatividad, respecto de ese peso moral que nos obstaculiza como país, que impide nuestro desarrollo individual y colectivo. Todo este discurso viene un poco tomado del new age, del rock, de la filosofía, del discurso del marketing. Entonces habría que aligerarse de esos pesados valores morales y liberar nuestros valores creativos, colocar la creación individual -como en la propaganda sobre meritocracia de Chevrolet – a favor de nuestro propio progreso. Poner por delante nuestro la idea de un éxito personal al que se llega sólo a través de la creación, pero la creación –este es el gran truco, el gran secretos, la gran perversión- será vista como adecuación a los dispositivos de poder. Entonces todo lo que hemos llamado aquí creación –ese pasaje por la tormenta- se queda sin tormenta. La creación será siempre la exaltación de los ideales empresarios, los valores internos al modelo neoliberal, y lo creativo será un modo de armonización de un modo de vida sin violencia, sin desestabilización (es una idea que funciona sin distinción entre creación artística, de valor económico o de prosperidad individual). Se trata, en definitiva, de aprender a amar los dispositivos de poder. Eso que hoy vemos aquí como un problema, porque no nos permite comprender la desestabilización como un momento esencialmente vital, se invierte en lo justo opuesto. Amar los dispositivos que nos estabilizan, sacarnos de encima este lastre, ese peso de la pobreza y entregarnos a una vida emprendedora, fluida, sana, no neurótica, no enojada y protestona. Hay una mezcla de cierto psicoanálisis, cierta filosofía, cierto neoliberalismo económico. Todo eso da lugar a la figura del coaching. El filósofo deviene coaching del presidente, de la casa rosada. El pensamiento deviene coaching ontológico. El propio Macri aspira a ser coaching político del país: relájense, sean positivos, miren para adelante y mucha creación. Es exactamente lo que cualquier multinacional espera de los gerentes: que sean creativos. Y todo lo que quepa en ese mundo será considerado criminal o patológico. No hay otra.

LANG: Actualmente, en el Ministerio de Cultura de la Nación, lo que era la Dirección Nacional de Industrias Culturales pasó a llamarse Secretaria de Cultura y Creatividad.

SZTULWARK: Es interesante, porque con la idea de emprendedor, lo que se hace es secuestrar la idea de empresa como empresa tal y como la piensa el neoliberalismo. La empresa capitalista como modelo para todo. La empresa como concreción y vía única para la potencia. Se plantea un enfrentamiento muy fuerte con los que pensamos que la forma de empresa neoliberal no es modelo de existencia. Y ellos están diciendo seriamente que sí. Dicen: no tenemos otra forma de hacer pasar la potencia individual y social que no sea por la forma empresa.

LANG: Están reaccionando a todos los que no pensamos en la forma de la lógica de la empresa.

SZTULWARK: Para el consenso neoliberal no podemos pensar la potencia individual y colectiva si no es bajo la forma empresa capitalista. ¿Cómo conciben ellos esta forma empresa? Lo sabemos bien. Primero, a partir de un acceso diferencial al capital: hay alguien que puede acceder a él y hay quien no. Si no partimos de esta desposesión primera, objetiva, socioeconómica, básica en el capitalismo, no se entiende qué es la empresa. No es el libre emprender colectivo. Es algo mucho más concreto, que supone y recrea continuamente una asimetría estructural entre personas que pueden acceder a un capital de inversión y otras que no. Los que sí tienen ese acceso, están en la posición de convocar y coordinar diferentes proyectos. Una empresa es un proyecto, un deseo que tiene alguien con acceso al capital. ¿En qué posición quedan los demás? Son los “reclutados”, aquellos que sin acceso al capital, y habiendo sido desposeídos de otra forma de reproducción, no pueden sino ser incluidos en el proyecto-deseo de otro. De ellos también se espera que activen su deseo, pero ese deseo es un deseo de obediencia. La empresa así concebida responde por entero a esta lógica. A la larga el ideal de la empresa es el del capital mismo, el no enfrentar obstáculos a ese desarrollo. De allí esa perversa idea de libertad como no interferencia, ese ideal no fricción que tiende a cumplirse idealmente en la economía puramente financiera.

Se habrán dado cuenta hasta qué punto este lenguaje empresario y neoliberal, que hace –al menos en el campo ideológico- una referencia muy fuerte a la libertad, al deseo y a la creación moviliza justamente las mismas palabras que hemos estado utilizando nosotros. Son las mismas palabras, pero los conceptos son antagónicos. Hay un campo semántico común entre los neoliberales y nosotros, las palabras son las mismas. No son los mismos los conceptos, no quieren decir lo mismo. Nuestro problema es que estos conceptos neoliberales están desatormentados, es un deseo desatormentado, es una libertad desatormentada. En esa traducción se nos juega algo vital y cotidiano todo el tiempo. Hasta qué punto somos expropiados de nuestras imágenes de creación, de nuestras imágenes de proyectos, de nuestras imágenes de libertad. Hasta qué punto tenemos cosas más concretas que decir que ellos. Cuando imaginamos una libertad en qué sentido es más concreta la nuestra. Cuando imaginamos un campo de deseo, en qué sentido el nuestro es más creativo y concreto que el que se traduce en el código neoliberal. Esa es la disputa política en este momento. Macro y micro, tenemos la posibilidad de mostrar las cosas que hacemos y nuestra forma de sociabilidad y hay una potencia concreta más interesante en nuestra manera de pensar y de sentir que la de ellos, es una pregunta. Es muy difícil hablar del mundo empresario y de este mundo sin pensar que hay una lucha política porque no hay empresa sin desposesión objetiva y subjetiva. El capitalismo es una máquina de desposesión. Cuando la frontera de la soja toma toda la tierra, ocurre que un montón de gente ya no puede tener su tierra, su economía tradicional. Hay un problema muy concreto, pero también una desposesión subjetiva, referida a la capacidad de trazar mapas eticos. De eso se me desposee, se me desposee de la tormenta pero también de la dimensión creativa y de potencia que se da inseparablemente de la tormenta. Esa desposesión es un problema político fundamental, sería la traducción al título de hoy. No tiene que ver sólo con Macri, sino con algo bastante más pesado. Prácticamente todos los partidos políticos de la Argentina han votado el pago de los holdouts y la deuda es un dispositivo neoliberal fundamental, es un mecanismo que tiende a empresarializar a las personas, a gobernar el tiempo futuro. Todo esto es difícil de pensar si no asumimos la idea de lucha política.

Espero que sobre estas cuestiones volvamos el 11, con las ideas de amistad política y afectividad no neoliberal.

Ante la pregunta sobre la idea de “justicia”, que nos hacemos, en cualquiera de esas tres vertientes desdeñadas (peronismo, cristianismo, izquierda), y a la idea de “derechos”, tan cara al discurso de la inclusión, me parece que podríamos ligarla a la definición que da Spinoza en La Ética: el derecho es igual a la potencia. Y si el derecho es igual a la potencia, quiere decir que toda retórica de derechos debe ser valorada de acuerdo a nuestra capacidad de crear agenciamientos para que esa potencia sea efectiva. Entonces cuando el discurso del derecho favorece esos agenciamientos está muy bien. Recuerdo lo que Deleuze dice: “no hay gobiernos de izquierda”, pero hay gobiernos que pueden favorecer en momentos y en procesos determinados la constitución de potencia. Son grandes momentos en la relación entre creación y gobierno. La pregunta está menos –para mí- en una vocación genérica de la justicia y más en cómo una ética nos provee los elementos para constituir agenciamientos de potencia. Es decir: la justicia no en el sentido teológico, en el sentido de que Dios nos creó iguales y no se pueden tolerar las desigualdades, sino mas bien el horizonte de prácticas –cosa que extendería a las organizaciones sociales y populares- que tienden a producir agenciamientos concretos que obliguen a replantear la situación que se declara injusta, en virtud de una potencia presente que ya no puede ser desconocida. Creo que nos faltan contrapoderes, más que discursos. Más aún si los contrapoderes tienen, ineludiblemente, un plano discursivo, junto a uno territorial, a una materialidad afectiva, a un plano ligado a la creación de economías. Todo eso podemos aprenderlo de las subjetividades de la crisis de las que hablamos hoy. Estoy de acuerdo con un discurso de la justicia, como aquí plantean, pero al mismo tiempo con unos agenciamientos concretos potentes, muy porosos y muy creativos a la hora de determinar que cuando vamos a la justicia vamos a tratar de cosas muy concretas.

La escuela cerrada es anti guachines // Diego Valeriano

Refugio vital, gedencia ilustrada, ranchada obligada, apocalipsis, intervalo, deserción, disidencia, red. La escuela como el barrio donde te haces pilla, como vínculo collage, como espacio de segundeo. Como el mejor lugar donde pueden estar pibas y pibes. Esta escuela, así, no otra, esta escuela vaciada desde hace años y llena de posibilidades. Esta escuela, abierta, para ganarle a los arruina guacho, donde las amigas te enseñen a no ser princesa. Laboratorio vital donde se cocina la rebelión de las pibas, donde caes y te levantas mejor.

 

La escuela cerrada es anti guachines, es anti encuentro, es anti. Los paros docentes, las amenazas de bomba, las cloacas tapadas, las recetas del Fondo, las pérdidas de gas, las licencias interminables, los sueldos de miseria engordan las fuerzas anti-todo. Las favorecen. La miseria planificada de hoy se desarrolla mejor en la escuela cerrada, en aulas vacías, en recreos mudos.

 

Cerrar la escuela imposibilita encuentros, retrasa insurrecciones, debilita resistencias. No da cuenta de los mensajes urgentes de los que son portadoras las turras. No da cuenta de la vitalidad que se despliega. Los pibes no aprenden de los adultos que luchan ¿por que lo harían? aprenden por lo que pasa cuando se encuentran.

 

La escuela hace mundos a pesar del abandono estatal, a pesar de docentes a Rivotril que ya ni van, a pesar que en el jardín los guachines jueguen al allanamiento, a pesar del perreo de las nenas 3ero, del escabio en 6to. A pesar de todos las emboscadas plagadas de buenas intenciones. Muy a pesar de los gabinetes, los gremios, las pedagogas, los talleres, los departamentos de orientación  y centros de estudiantes.

 

Escuela puro ruido, pura  interferencia, pura apertura, lugar privilegiado donde los adultos se hunden en lo caótico y se sienten amenazados, pero donde las nenas, como reales hacedoras, perciben cosas insospechadas, deseos, dolores reales y preguntas nunca hechas. Insolencia, distorsión y desborde. Escuela runfla intervenida por las turras que ya  no aceptan, por los guachos que van y van por pura obstinación, por las complicidades, por los aguantes, por un cariño inconmensurable que se forja cada vez. Escuela en guerra entre modos de vida, cuartel general de la vagancia, territorio liberado.  La escuela casi como el único lugar donde se desarrollan nuevos posibles, donde se tejen alianzas de mil maneras. Escuela abierta, tierra nueva para hacer frente a esta vida ortiba.

Nodaléctica materialista: anudar o morir // Roque Farrán

Hace un tiempo escribí una tesis provocativa: el capitalismo es la ontología misma, lo que en Occidente se conoce como discurso del ser en tanto ser; de allí su éxito ineluctable: es la ontología consumada. Claro, no hacía más que llevar al extremo el pensamiento marxista leído en clave badiouana, desde el cual se concibe al capitalismo como una disolución generalizada de los lazos sagrados y el despliegue consecuente de la pura multiplicidad contable escrita en fórmulas matemáticas de flujos sin fin.

No obstante, como se desprende del pensamiento de Badiou, con la ontología no basta. Es necesario, además, que haya sujeto: teoría del sujeto en realidad que se desprende de los puntos de imposible o impasse de la formalización, de las lógicas computacionales que quisieran borrar por inercia las molestas trazas subjetivas y realizar el “crimen perfecto”, como le gusta decir a Jorge Alemán. Lo cual por otra parte no es posible porque, como nos mostró Foucault, por más aceitada que esté la máquina de guerra que despliega el poder, siempre necesita del consentimiento del sujeto (como los vampiros para entrar a la casa, según el mito); allí vienen pues los procedimientos litúrgicos y comunicacionales de hoy día, las Fake News que tanto nos divierten (y confunden a los politólogos respecto de si este régimen es autoritario o no).

El problema es que gozar así no nos subjetiviza para nada, tendríamos que parar un poco y saber por dónde pasan efectivamente las trazas acontecimentales que nos permitirán formar un sujeto en verdad. Encontrar y alimentar nuestros propios afectos, no los que nos ofrece el mercado. La teoría en todo esto ayuda bastante, orienta y focaliza; incluso, si es bien practicada, nos dejará al borde del abismo para dar el salto; pero no realiza al sujeto. Podríamos decir: el sujeto no se realiza sin teoría, aunque no coincide plenamente con ella; hay un plus irreductible a la ontología y a la teoría misma, y se define por el acto. El acto, en breve, es por lo que se autoriza un sujeto a conectar acontecimientos y verdades allende la complejidad alcanzada en sus teorías (sexuales e infantiles por estructura). Badiou también suele oponer un poco esquemáticamente la filosofía sistemática a la antifilosofía; la primera se orienta por conceptos entrelazados rigurosamente, mientras que la segunda depende de un acto sin garantías. Aunque reconoce su necesaria vinculación, sostiene cierta exterioridad opositiva entre amabas prácticas; sin embargo, me parece que la creación conceptual también necesita de actos precipitados o decisiones de pensamiento que son sin garantías. Entonces, entre la filosofía sistemática o fragmentaria y la antifilosofía o la sofística lo que propongo, siguiendo a mis maestros, es la nodaléctica: un modo de entender la sistematicidad desde la mutua implicación de instancias, niveles y conjuntos prácticos. No hay totalidad, pero sí nudos problemáticos cuya recurrencia y generalidad se muestran bastante extendidas. Nodaléctica no admite las oposiciones típicas entre: teoría/práctica, micro/macro, individuo/colectivo, etc., como tampoco se solaza en el goce de “umbrales de indiscernibilidad” por el cual sólo algunos sujetos calificados podrían pasar o permanecer allí. Nodaléctica es, ante todo, un pensamiento práctico dispuesto para el ejercicio de cualquiera que lo desee.

Si bien inventar un significante nuevo no es algo que ocurra todos los días, tampoco es la gran cosa; simplemente permite tomar cierta distancia, mínima y real, respecto a las elaboraciones anteriores, para desplegar un modo de trabajo que es absolutamente singular, aunque esté enlazado con ellas: autonomía relativa. No hay deuda con -ni copia de- ningún original, sino el ejercicio concreto de métodos combinados. Cada invención muestra que el gesto performático circunscribe un vacío y lo contornea, pero no se abisma en la nada, pues a la vez sitúa el marco convencional justo en el cual se inscribe excediéndolo a su modo. Nodaléctica viene a situar esa operación de pensamiento materialista que excede el marco francés y lo retraduce, con términos propios, en la coyuntura latinoamericana. En los términos más amplios: filosofía, política y psicoanálisis. Ese pase que, por estructura, no es europeo ni americano, muestra que el pensamiento material no conoce fronteras geográficas, disciplinarias ni culturales. Es una práctica entre prácticas.

Me gustaría apuntar cuatro cuestiones elementales al respecto. Primero, situar la especificidad o singularidad de las prácticas, cuáles sean, sin definirlas por valoraciones a priori (no hay fin ni principios en un pensamiento materialista, sino recomienzos incesantes); esto es, atender a sus materiales específicos, modos de producción y técnicas, sus relaciones de producción con otras prácticas e instancias, etc. A partir de ahí se abre la interrogación por su eficacia propia e incidencia en el todo estructurado complejo: la sobredeterminación. Este es el segundo punto a tener en cuenta: ninguna práctica, por más que guarde su especificidad y autonomía relativa, deja de afectar y ser afectada por otras prácticas e instancias de las cuales se nutre y a su vez contamina (toma materiales y técnicas según su modo y conveniencia); la potencia de actuar se puede incrementar o no en función de ello, la evaluación de la potencia transformadora de las prácticas se da de manera inmanente y no según fines o principios prefijados de antemano. El tercer punto que quisiera señalar es la economía política que orienta a las prácticas materialistas; se trata de practicar por practicar, por deseo de experimentación y transformación, no en función de fines y búsqueda de resultados, por eso las verdaderas prácticas transformadoras y potentes son derrochonas y generosas, se guían por una economía abierta del gasto que no contabiliza ganancias ni capitalizaciones (y, como se sabe desde Spinoza al menos, lo que venga como resultado –en términos de ganancias, reconocimientos, retribuciones, etc.– no será descartado en pos de incrementar la práctica, pero no regula sus fines). Por último, nodaléctica materialista parte de la tópica marxista althusseriana para complejizarla y enriquecerla con otras prácticas indagadas por Foucault y por algunos teóricos que toman en cuenta los nuevos desarrollos tecnológicos: prácticas de sí y ejercicios espirituales materialistas, conocimiento y uso de las redes sociales y nuevas tecnologías digitales, etc. Además, desplaza el punto nodal estratégico y sitúa el AIE dominante en otro lado: hoy, la práctica clave que puede desestabilizar el sistema regulador y reproductivo que comanda la lógica neoliberal, es la práctica ética en tanto se encuentra entrelazada a otras prácticas; por consiguiente, el principal aparato a cuestionar y transformar lo constituyen los medios de comunicación y la subjetividad troll que estos retroalimentan sin cesar. Nodaléctica desea contribuir en la constitución de un sujeto ético-político que pueda hacer uso de los distintos saberes e incidir, así, en la transformación de la sociedad en su conjunto, porque la lógica neoliberal que hoy gobierna en todos los niveles nos está llevando hacia la autodestrucción definitiva.

Un punto crucial, como he señalado, lo constituye el uso de las redes sociales. Muchas veces me encuentro con gente que parece ignorar olímpicamente la especificidad de estos medios digitales; como de cualquier otro medio, por cierto. No saben anudar materialmente. Así, imaginan que desde las redes sociales se puede o debe dar un giro radical del pensamiento, intervenir en el plano político movilizando multitudes, o cambiar el sentido del mundo; y si no es así, mejor compartir fotos de gatos y comidas, según lo dicta el uso común. Ni tanto ni tan poco, diría. Por eso propongo que el “materialismo nodaléctico” piense y practique con los materiales singulares de cada medio, de cada nivel, de cada instancia, encontrando los puntos singulares de desborde respecto al uso normal o estandarizado del mismo, para conectar con otras prácticas y así mostrar la mutua implicación entre ellas. Un uso semejante sólo puede ser posible si está orientado por el deseo y no por el mero voluntarismo, la intencionalidad o el cálculo de ganancias. Esto supone dos cosas: (i) que la especificidad de cada medio no remite a una especialización aislante, porque remite a otras prácticas e instancias (nada de expertos sino sujetos del deseo); (ii) pero tampoco conlleva una totalización homogeneizadora, porque el anudamiento implicativo se da desde lo radicalmente heterogéneo (no hay homologación de las prácticas). Cada práctica puede conectarse con otras encontrando su índice de eficacia singular, sin que haya garantías en cuanto al resultado y a la movilización de conjunto, porque no hay telos ni unificación homogeneizante como supone el idealismo; pero, el anudamiento concreto da cuerpo material para que ello acontezca más asiduamente y habilite nuevos enganches cada vez más efectivos. Esta lógica nodal también le resta importancia a la oposición grosera entre lo micro y lo macro, lo individual y lo colectivo, etc. En fin, contra la ignorancia olímpica que busca encadenamientos inexorables, la sabiduría práctica nodaléctica que encuentra los materiales adecuados al caso, cualquiera sea el nivel donde opere.

todo lo que se pudre forma una familia // Leandro Barttolotta

Peta maneja un camión Iveco y Hongo corre detrás. Pero la amistad entre ambos es anterior a la división del trabajo que impone la recolección de residuos. Se pierde en noches de agite en murgas, plazas o centros culturales, jornadas de militancia y laburo barrial, corsos y recitales de rock. En parte por esas densas biografías barriales, por tener activo un gps catastral de la ciudad de Quilmes, se ganaron el laburo.

“Empezamos pidiendo un camión y armando un circuito, después nos pedían ‘tres camiones por día’ y dábamos vuelta para llenarlos. Llegué a pasar toda la basura de un ‘rolon’ -el container que instalan en los barrios a los que no accede el servicio de municipal- con la mano. Al tiempo y viendo que laburábamos nos ofrecieron la zona del centro”, recuerda Hongo que alterna el atletismo de la recolección con algunas horas como profesor de educación física.

Además de armar de cero un equipo de trabajo que completan otros dos corredores y un “achicador” -pibe que recibe una “ayuda” del sueldo de los propios laburantes y va juntando las bolsas de residuos
en esquinas, adelantándose al circuito del camión y agilizando la tarea de los que van en el estribo- el conocimiento de la ciudad les permitió reconocer las zonas conflictivas en las que por densidad poblacional se produce más basura, las avenidas que son arterias principales, los lugares públicos, los barrios en los que no hay canastos y al toque crecen minibasurales.

Un trabajo picante en el que la solidaridad orgánica entre choferes y recolectores refuerza las amistades previas y crea nuevos lazos formando una familia laboral. Enfrentar la precariedad extrema, la rutina extenuante, la indiferencia y el odio de la ciudad cohesiona a los bifes. “Acá no hay otra, si no te hacés amigo perdiste: unos tienen que correr, otros ir apilando la basura, yo tengo que sentarme y manejar; si no sos solidario te cortás la mano, te caés del camión”, sostiene Peta marcando la sociabilidad piola de los sub-25 y en menor cantidad de los sub-30 -los recolectores senior están en el turno mañana- en la que conviven murgueros, músicos, pibes que recién firmaron la condicional, trapitos part-time y mucha vagancia “con cicatrices en la cara y en las manos que son guerreros y nunca te van a dejar tirado”.

 

vahos del ayer

Recolección de residuos es un área morfapresupuesto municipal. En algunos distritos del conurbano entre el 25% y el 45%, superando a educación y salud. En el año 2014 y luego de un largo conflicto con el sindicato de Camioneros, Quilmes municipalizó el servicio que prestaba la empresa Covelia y sus empleados pasaron a ser municipales. Si desde lejos se los ve como una «aristocracia municipal» que cobra los sueldos más altos, aunque ni a palos se acerquen a los que tendrían con el convenio colectivo de Camioneros, no terminan de ser laburantes municipalizables. Lo cierto es que ante cada pequeño o gran movimiento -si asume un nuevo gobierno o secretario, si pasan a otra área- la mayoría de los choferes, recolectores y barrenderos viven la cotidianidad laboral con cagazo.

Es un mundo fragmentario en el que conviven viejos laburantes ex Covelia que perdieron poder adquisitivo con el traspaso y la brutal devaluación de estos meses y que aún sueñan con la llegada de la reprivatización que les devuelva el adjetivo de aspiracionales, laburantes contratados que ingresaron en la gestión anterior -que ahora padecen la genética antiobrera de Cambiemos versión municipal- y comparten con los laburantes recién incorporados la sensación de que el fantasma del retorno de los privados más que aumentarles los salarios los dejaría en la calle. Pero el último orejón del tarro laburante son los pibes que entraron con el PIL (Programa de Inserción Laboral que incorporó a trapitos y laburantes de la calle) y que oscilan entre esquivar las oleaditas de despidos y seguir corriendo detrás del camión o ser pollos y tener que volver full time a «garrar el trapo».

 

basura de clase

Un jueh rompe el silencio de la noche cuando la ciudad se está por ir a dormir. De lejos parece una onomatopeya de exhalación de algún tenista o un gritito de carrero a su caballo. Algo de eso hay, los pibes que corren van arriando a los camiones. “A mí a la cabina me llega: ooohhheeeehhhaaaahhh. Yo tengo (si están sanos) solamente los espejitos retrovisores; tengo que manejarme sí o sí con el oído. Uno se tiene que poner de acuerdo, no me puedo confundir el vamoooos para que arranque, el paraaaa cuando me estoy yendo al carajo, o el prensalooo prensa…que tengo que tener cuidado porque hay pibes que se cortan los dedos con la prensa”, dice Peta haciendo referencia a las órdenes que vienen de los de atrás.

Cuando se llena la prensa el gritocatarsis habilita una pausa breve en el trote continuo y una pequeña descarga liberadora que se dispara cuando se escucha el crujido destructor que tritura y se traga la basura acumulada. Un boxes más que necesario en medio de una maratón de tres horas que, de domingo a viernes, incluye más de doscientas cincuenta cuadras con calles repletas de edificios y comercios en los que no los dejan achicar y en donde los únicos cuerpos con licencia de runners son los que dan vueltas en la plaza del opulento barrio importado de Palermo.

Pero también desde la cabina se sufre por el tráfico, porque los frenos están hechos mierda, por la impunidad de las grandes camionetas que estacionan en medio de la calle y por el riesgo de que pisen a los pibes. Cuerpos «aplastables» y literalmente descartables para las sensibilidades mickyvainillescas que no distinguen la bolsa de residuo del humano que la carga y cuerpos «verdugueables» para los empleados de seguridad privada y la policía que patrulla la zona. “Hasta que nos conocieron, nos paraba siempre la gorra… por ahí viste que no te dejan ni caminar. Una vez el comando se llevó a uno de los pibes que estaba achicando por averiguación de antecedentes. Te ven dando vueltas por ahí y para ellos es merodeo”, cuenta Hongo.

 

sociología del olor

El plus militante y el amor a la ciudad son también inevitables y aceptadas trampas del corazón que intensifican el sacrificio laboral rellenando con el lomo y las ganas la precariedad urbana. No discriminan zonas ni se hacen los boludos y fantasmean en los barrios más alejados y se recogen los residuos de todo el distrito, aun de asentamientos postergados. Por día levantan entre 6000 y 7000 kilos de basura. En zonas de Solano la cifra puede superar los 11.000 kilos: los domingos y lunes la ciudad explota.

Las andanzas en el lado oscuro y podrido del consumo permiten armar mapitas que muestran la distribución geográfica desigual: “Vos diferenciás la basura de barrios populares de la zona en la que estamos ahora; acá en el centro hay una basura más limpia -ilustra cagándose de risa Hongo mientras Mariano, el más pibe de los tres y que se mantiene callado, sonríe a su lado- cuando ves la basura acá porque se abre la bolsa hay primeras marcas… de tipos que comen rebien: son medio jefes. En otros barrios los residuos son mucha yerba, cáscaras de papa, pañales, pañales y pañales; son bolsas muy muy pesadas”.

Peta -activando sus años de pasilleo en la carrera de Sociología- explica que a la distribución de los residuos y olores por clase y zona geográfica hay que sumarle las diferentes sensibilidades vecinales. “A veces en Solano o en otros barrios de Quilmes Oeste sale el chabón y te dice, ´tomá loco´ y te da una botella. Por más que no tenga nada te ofrece jugo o cualquier cosa para tomar. O tenés que achicar porque llueve y hay barro y se junta mucha cantidad de basura y el vecino te ayuda. Claro que siempre vas a tener los vecinos o las vecinas que te mandan a cagar porque no pasa el servicio hace cinco días y te echan la culpa a vos, pero en el centro es otro mundo; por ahí pedís agua y te dicen ahora vuelvo y no salen más. Tenés que ir a lugares donde el vecino te mira mal, te desprecia; al vecino le molestás porque sos olor”. Simmel, haciendo microsociología con el naso, decía que las impresiones olfativas son las más jodidas de vencer o salvar; como olés te tratan, si olés mal te mal-tra-tan.

Más que falta de conciencia ecológica hay indiferencia y odio de clase. “Yo conozco todos los canastos de la ciudad: conozco cómo vive la gente por su basura -acota Hongo dando cuenta de cómo se puede reconstruir una forma de vida desde sus residuos-, y hay canastos que ya sabés que te tiran jeringas y esos no los ´achicás´, lo mismo que las que tienen vidrios porque te cortan acá -se levanta el pantalón y se baja la «protectora» media negra de fútbol para mostrar las cicatrices en la rodilla-, una vez casi me desangro porque por acá pasa una vena jodida: zafé”. Un laburo a todo ritmo que expone lo insostenible del pataleo de estafados y estafadas de la meritocracia cuando se quejan por «ser profesionales y ganar menos que un basurero». “Hay mucha gente resentida. Igual cuando me dicen eso me cago de risa; no te das cuenta que trabajamos levantando basura, estúpido”.

 

pocos salen vivos de aquí

La basura tiene un ácido que se va comiendo la ropa; un ácido que se siente en el rostro, en los ojos que se irritan y amanecen con más lagañas que lo normal, en la nariz que pica, en la boca que se reseca. Un líquido verdoso que se mezcla con el fierro del camión y que cuando sopla el aire caliente corta la respiración y provoca una insoportable sensación de náusea a la que no queda otra que acostumbrarse. Pero no se trata solo del olor. Los riesgos y peligros urbanos son cotidianos y a la mayoría de los pibes no les pagan insalubridad, lo que contribuiría, según todos los miembros del equipo, a bajar el nivel de ausentismo, “es un laburo en el que a muchos pibes les cuesta ser constantes, más aún cuando te rompés todo el cuerpo laburando y no te dan días ni te pagan insalubridad; salís hasta los feriados, llueve o truene, con angina para que no te descuenten porque te arruinan.

A los cortes, que pueden ser por vidrios o porque algún hijo de puta tiró la rama de un rosal adentro de la bolsa, se suma el desgaste de trabajar en modo frío y calor: bancarse corriendo temperaturas de cuarenta grados o salir a hacer el recorrido con tormentas zarpadas con el riesgo de caerse del estribo o en zonas inundadas electrificarte con los postes de luz, laburar todos los días sin la ropa adecuada o saltando ´doscientas veces al día´ si tocó un camión que tiene un estribo que te llega a la cintura, levantar ´las cajitas de zapatillas en los supermercados Chinos´ que son nichitos para ratas, esquivar los alambres de púa que rodean algunos canastos, meter la mano en un charco sin saber qué carajo hay abajo (siempre imagino que hay bolsas con plata) -tira Hongo cagándose de risa-, o esquivar a los perros salvajes y hambrientos que son también recolectores y compiten a puro tarascón por las bolsas de residuo».

El demoledor ritmo de laburo y las condiciones de precariedad hacen que haya pocos recolectores mayores de cincuenta años: “tenés en el turno mañana veteranos de cincuenta años que son maratonistas, pero son pocos, esto tiene un límite; cuarenta y cinco años, ponele. Por el corazón, pero más que nada por las articulaciones, las rodillas; esto te destroza el cuerpo. Los que llegan vivos pasan a ser choferes o barrenderos que es un poco más tranqui”.

Cada noche finaliza con Peta yendo a volcar al Ceamse de Zavaleta y los pibes acompañándolo. En el camino también se suma cada vez más gente que pide subirse al estribo para que los arrimen hasta el basural. «Ir al vuelco» es el momento más esperado de la jornada: “vamos charlando, comiendo una pizza, escuchando música; si no tenés ese momento para calmarte te vas con una readrenalina -dice Hongo-. Igual creo que eso es lo mejor de estar en la calle: estamos latiendo al ritmo de Quilmes todo el día”.

 

Revista Crisis

Foto: Sebastián Andrés Vricella

TETA CRÍTICA: la violencia de estar como queremos // Lucía Naser

 

A partir de algunos acosos, varias censuras y la creciente sensación de que estamos en un presente paradójico – o más bien de enorme retroceso – por el cual mientras el feminismo crece y es reconocido, nuestras cuerpas siguen siendo policiadas y prohibidas en las calles y en las redes, empezamos a hablar con algunas amigas sobre hacer algo al respecto.

Decidimos organizar una Teta crítica, especie de Masa crítica pero no sobre bicicletas sino sobre pareos, en una playa y de pezones descubierto.

Fue así que creamos un texto y una imagen, e hicimos un evento que fue luego compartido por un montón de organizaciones, colectivas y mujeres (incluso algunas que nos sorprendieron bastante). Así invitábamos a encontrarnos un domingo de febrero por la tarde:

“Los senos femeninos son policiados a la vez que codiciados, son censurados bajo la etiqueta de «contenido sexual». Los pezones de mujer son diferenciados permanentemente de los pezones de hombre; no se los quiere en el espacio público salvo que sea para amamantar o para placer de los tipos. Reivindicamos el derecho al pecho, a hacer con nuestras tetas lo que queramos donde cuando y con quien queramos. Nos deseamos de pechera al viento y de teta libre, entre amigues o en solitario, en las playas y en las redes, rozando el viento, el mar u otros cuerpos.

Convocamos a una masa crítica de tetas al aire libre. Porque somos muchas muchas tetas como para andar siempre escondidas o guardadas en el secreto del sutien, la casa o el bikini.

Este evento es convocado por colectivos autónomos y no tiene vínculos con partidos políticos ni grupos religiosos. Tetas sin sutien, ni dios, ni partido.”

 

Entre las que lo agitamos, hay varias amigas que son lesbianas o no binaries; quizás ellas viven más que otras lo que significa ser señaladas como las inapropiadas, o las que están en cualquiera, y esa rabia les da energía (y nos contagia) para encarar lo que es nada más ni menos que nuestro derecho a estar y hacer lo que queremos.

 

Nos convocamos a las 17h. Un rato después empezaba a solo un par de cuadras un Peñarol-Defensor que hacía que la rambla estuviera aún más poblada e intensa de lo que un domingo caluroso y soleado de febrero ya suele ser en los entornos de la Ramirez y el Parque Rodó.

 

Llega el día. Hay casi más gente refugiada en las sombras de los árboles del parque que en la playa. Llegamos primero un grupo de cuatro y enseguida nos quedamos en tetas como para que nos encuentren las demás. No habíamos terminado de desplegar el pareo cuando un tipo se acerca a una de nosotras (“la embarazada”) a exigir que “por favor” me pusiera el bikini. Estaba rabioso y consternado; hablaba muy agresivamente y sin preocupación de llamar la atención de toda la playa – que nuestras tetas no habían causado -, decía que él no iba a permitir esto, que nos vistiéramos ya mismo (especialmente yo), que iba a hacernos una denuncia, que no lo iba a dejar así. Segundos después ya invocaba a dios y a Juan para alegar que lo que estábamos haciendo estaba muy pero muy pero muy mal. La situación fue escalando. Se acercaron a defendernos algunas otras mujeres que estaban en la playa. Una de ellas se sacó el bikini enfrente del demente para demostrarle que ella también hacía lo que quería (me emocioné). Otra señora gritaba que caiga el patriarcado y le hablaba a él con una voz que hubiera intimidado a un regimiento de milicos. Otra desde su posición playera horizontal nos decía que tranquilas, que vivimos en un país retrógrado mientras nos daba fuerza.

 

De nuestro lado y por la rapidéz en que sucedió todo estábamos bastante asombradas y atónitas. Le decíamos que se fuera que estábamos en paz y no molestábamos a nadie, o que a él también se le veían los pezones y con el paso de los minutos se nos empezaban a agotar la paciencia y las razones. Argumentos como que nos auto percibimos hombres y por eso no nos íbamos a poner la parte de arriba, o que había entre el grupo algunas madres y que amamantando igual se nos vería algún que otro pezón, que era una acción artística u otras excusas venían a nuestra mente para que se fuera y dejara de violentarnos y amenazarnos. Pero lo cierto es que todo aquello no era para zafar, sino para defender nuestro derecho a estar como queríamos y nada más y nos jodía decir cosas que no pensábamos para sacarnos a otro más de encima (¿cuántas veces tuviste que inventar complejas mentiras para que un tipo te dejara en paz cuando debería bastar un “no” o un “andate” para estar tranquila?). No es tanto pedir.   

La situación se disuelve porque el tipo fue alejado, un poco a insultos de todas, un poco a empujones literalmente por una de nosotras. Se quedó sin embargo merodeando entre las dunas y la rambla. Diciendo que él se iba pero que le quedaba esto adentro y que se la iba a cobrar. Que era el hijo de dios, decía.

Llegada complicada y al mismo tiempo percibir que la gente que está en la playa está con nosotras y no con este energúmeno. Nos vamos sumando varias y procesando lo que pasó. No es raro que en este tipo de acción el protagonismo se lo coma el antagonismo, la violencia, la represión. Intentamos reenfocarnos en lo que es el propósito de la acción. Nos relajamos un poco mientras ponemos algunos carteles con dibujos de un pezón preso, un par de carteles que dicen “tetas libres” y “teta crítica”.

Unos minutos después llega el dúo de prefectura. La mujer amablemente nos dice que nos viene a informar que no podemos hacer eso, que “el topless está prohibido en las playas”. Le decimos con suavidad que revisamos y en ningún lado se indica que está prohibido. Que hay un montón de hombres con pezones visibles. Citamos el reglamento de playas de la IM donde claramente indica que (citar) “las mujeres deben usar mallas de una pieza o dos”. Le señalamos la parte de abajo del bikini: una pieza. Nos miran con desconcierto y se van hablando por walkie talkie. Ya no vuelven.

Llega una compa con las tetas pintadas y pintura y nos colgamos a dibujarnos. Salvo por la agresividad externa (no de la gente en general sino de agentes puntuales), no se siente transgresor o raro estar ahí sino una extraña sensación de naturalidad de la situación, que hace más bien extraño el hecho de que no hagamos eso siempre. Llegan unas amigas a sacar unas fotos de la acción.

Mientras tanto vemos que algo está sucediendo en la rambla. Llegó una camioneta de policías de la marina de donde bajan al menos unos 10 tipos. Se aprontan como preparándose para actuar con sus máscaras esas que les tapan la cara y una urgencia que no nos explicamos. ¿Realmente esto es por unos pezones al sol? Vemos que no hay ninguna mujer (por ahora) entre los policías y eso nos tranquiliza bastante porque significa que no pueden acercarse a llevarnos. Se quedan en la rambla a unos cuantos metros pero no paran de mirarnos. No damos crédito; es todo un operativo.

 

Intentamos que no se lleven toda nuestra atención. Conversamos un poco, sobre represión y policiamiento de nuestros pezones pero también sobre otras cosas. Hay dos compas que fueron con sus hijas, una de ellas tiene la edad suficiente para no entender porqué esto causa tanto revuelo y su madre se lo explica… como puede. Conversamos de experiencias que hemos tenido en otras playas, en la imposibilidad de hacer esto como nos gustaría. De que hacer esto no sea sinónimo de estar peleando con otres, del deseo de que nuestro deseo no sea tan violentado, de qué fácil es que una acción así se vuelva violenta y no por el hecho de que se nos vean los senos sino de toda la agresividad que se despliega (y nos rebota en el cuerpo) a nuestro alrededor. Hablamos de lo difícil que es practicar la libertad sin volvernos objetos de la mirada de otres, sin que se nos comunique que estamos haciendo algo mal.  

El resto de la playa está totalmente en la suya. La convivencia conosotras se siente hermosa e incluso se acercan algunas a preguntarnos qué es Teta crítica o si pueden hacerlo con nosotras y ahí mismo pelan, se sacan foto con alguno de los carteles, se suman felices de que exista este espacio.

 

Nos ponemos a construir una teta gigante en la arena. No dura mucho la paz porque vemos que de nuevo desde la rambla y desde el pelotón de policía que nos mira sin cesar, unas cámaras como de canal de tv nos enfocan. Pasan al menos unos 20 minutos filmando sin siquiera acercarse a preguntar.  Debatimos sobre qué hacer y nos quedamos en la nuestra pero es violento el abordaje (sin abordaje) y pasado tanto tiempo nos preguntamos de qué canal serán y sobre todo qué estarán diciendo sobre las imágenes de nuestra acción a la que se suma nada menor presencia de esa cantidad de milicos resignificándolo y tergiversándolo todo. Finalmente se acercan un par de periodistas varones. Nos dicen que tienen un comunicado de prensa – lo cual no es verdad porque aunque el evento era público no hicimos nada similar – y que a ellos los mandaron a cubrir esto. Que si queremos podemos decir algo, darle una entrevista, eso sí, no puede mostrarnos las tetas, solo del cuello para arriba. El encuadre no lo ponemos nosotras, el cuerpo si.

Pensamos qué hacer y durante el diálogo hay que reconocer que uno de los pibes se afloja y dice que si es por él borra lo que tiene en la cámara y hace que nunca pasó nada y que entiende nuestro lado y que lo que va a salir en Subrayado probablemente haga más énfasis en que la policía tuvo que ir a la playa porque había unas locas en  tetas que en lo que queríamos decir. Decidimos dejarla por esa y quedarnos con lo que pasó ahí entre nosotras y con la gente que estuvo compartiendo sol a la proximidad y a la distancia durante estas horas.

Se van y nos quedamos. El sol está ya casi cerca del horizonte. Hacemos un par de fotos juntas. Mate va, mate viene. Terminamos de construir la teta. Nos contamos cosas entre baldes de arena. Una compa me dice que cuando ella fue madre nunca había visto otras tetas porque siempre andamos tapadas, que ella no sabía que sus pezones eran diferentes como más chatos, me dice que los pezones al sol se hacen más fuertes y sanos. Otra cuenta sobre una experiencia fea que tuvo al operarse los senos y despertar de una cirugía con la asimetría entre ellos “corregida” sin previa consulta. Comentamos sobre la disimetría de nuestras tetas y experiencias. Sobre lo que significan para nosotras por fuera de la permanente sexualización constante que se hace de nuestros cuerpos. Sobre nuestra sexualidad y sus otras formas y espacios. Sobre por qué esto solo se nos permite cuando es para el porno o hay un bebé. Conversas que quedan en nuestras cuerpas y entre abrazos enarenados. Somos unas 30, unas llegan y otras se van, salteando el tetazo entre actividades familiares, ferias feministas, tablado y danza en el parque.

Pensamos que estaría bueno hacer más teta crítica en otras playas. Pienso que podría ser organizado o simplemente espontáneo. Que solo se trata de habitar los lugares que son de todes como queremos. Que igualdad de género sin la posibilidad de elegir y decidir sobre nuestros cuerpos es solo un slogan vacío. Que la igualdad no existe sino como lucha por y sobre los cuerpos. Que seguimos peleándola y por las cosas más básicas. Y que hay luchas que se dan en terrenos tan cotidianos y desasociados a la militancia como una playa de domingo en febrero.

 

Fotos: RebelArte – colectivo de intervención fotográfica

 

Femicidios: por qué los policías matan más // Sebastián Ortega

A simple vista la escena del departamento de Ezeiza parecía la de un suicidio: el cuerpo tendido sobre la cama con una herida de bala en la sien derecha y un arma al lado. Cuando el fiscal recibió los informes de autopsia y de balística, la causa dio un vuelco: el cuerpo de Gisela Dupertuis, policía bonaerense de 32 años, tenía golpes, había impactos de bala en las paredes y signos de pelea en el departamento. Jhonatan Guiliani, policía local de Ezeiza y novio de Gisela, quedó detenido ayer acusado de femicidio.

Después del crimen de Gisela otras tres mujeres fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas policías. Entre 2015 y 2017, según un relevamiento del Centro de Estudios Legales y Sociales, sólo en la provincia y en la Ciudad de Buenos Aires 23 mujeres fueron asesinadas por funcionarios de las fuerzas de seguridad en contextos de violencia doméstica. En la gran mayoría de esos casos los agentes estaban fuera de servicio al momento de disparar.

“La disponibilidad de armas de fuego en una casa incrementa los riesgos para la mujer, el arma canaliza otras violencias que hay en la sociedad, sobre todo violencias entre hombres y mujeres”, explicó a Cosecha Roja Juliana Miranda, integrante del equipo de Seguridad democrática y violencia institucional del CELS.

Los femicidios cometidos por policías fuera de servicio son una consecuencia directa del “estado policial”, ese conjunto de derechos y obligaciones que convierte a los agentes en policías las 24 horas de los 365 días del año. Un mandato cultural que dice que deben estar armados y listo para actuar. Casi la totalidad de los policías hacen uso de ese derecho y después de la jornada laboral vuelven a sus casas con el arma reglamentaria. “La portación de armas no es solo un elemento de fuerza física, también es simbólica: se utilizan para ejercer hostigamiento y amenazas. No es problema privado de un policía, es un problema institucional, por lo tanto el Estado tiene responsabilidad”, explicó Miranda.

Este mandato, constitutivo de la identidad policial, se convierte en un peligro real para sus parejas o ex parejas: la presencia de armas de fuego en una casa aumenta cinco veces la posibilidad de que una mujer sea asesinada por su pareja.

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Gisela pasó la nochebuena de servicio. El 25 de diciembre al mediodía festejaron la navidad en la casa de su hermana Jésica. Gisela y su novio, Jhonatan Guiliani, se quedaron hasta las 7 de la tarde. A la noche Jésica recibió varios mensajes de su cuñado. Él le contó que había peleado con Gisela y que se había ido de la casa. “Hasta ese momento no sabíamos que tenían problemas de pareja. Él con nosotros era todo un señor”, contó a Cosecha Roja Olga, la mayor de las hermanas Dupertuis. Después del velorio de su hermana se enteraría que él la hostigaba: le hacía escenas de celos, la perseguía y le revisaba el celular.

El 26 de diciembre poco antes del mediodía, Jhonatan llamó a su cuñada.

—Jesi, vení, Gisella se suicidó —le avisó a los gritos.

El departamento de Ezeiza, en el que la pareja vivía hacía menos de un mes, estaba vallado. “La policía nos dijo que era un suicidio”, contó Olga. Otro agente se acercó y les dio -en voz baja- un dato que los hizo desconfiar: en las paredes del departamento había tres o cuatro impactos de bala.

El 27 de diciembre la familia de Gisela le perdió el rastro a Jhonatan. Él no fue al velorio ni al entierro de su novia.

Los fiscales Claudia Barrios y Carlos Hassan caratularon la causa como ”averiguación causales de muerte”. La autopsia demostró que el cuerpo tenía golpes. Había cinco casquillos de bala en el departamento y cuatro impactos en las paredes. Y el desorden que había en la casa confirmaba que había existido una pelea. Con esas pistas la fiscalía dejó de investigar un suicidio.

Ahora los fiscales esperan los informes del análisis de los teléfonos de la pareja. El crimen tiene un único sospechoso: Jhonatan. Para los investigadores la asesinó e intentó armar una escena de suicidio. Los fiscales pidieron su detención. La policía lo buscó en su casa y en el trabajo. En el despacho secuestraron el arma reglamentaria. Él se mantuvo prófugo unas horas. Cuando se entregó quedó detenido acusado del femicidio de su novia.

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El modus operandi de Jhonatan Guiliani repite una lógica. “En muchos casos registrados en nuestra base, el policía trata de manipular la escena del crimen e inventar un relato”, explica Miranda.

“Es importante que se aparte de esas investigaciones a la fuerza a la que pertenece: existen mecanismos de encubrimiento que es necesario quebrar”, agregó Miranda.

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El oficial Héctor Montenegro pasó la madrugada de año nuevo en la comisaría del barrio Borges de Santiago del Estero. Aunque estaba de servicio al mediodía volvió borracho a su casa. Discutió con su pareja, Celeste Castillo, la mató de dos tiros con su arma reglamentaria y se suicidó. Ella tenía 25 años; él 24. Ese crimen fue el primer femicidio del 2019.

Romina Ugarte tenía 26 años. Trabajaba en el Comando de Patrullas de Cañuelas, provincia de Buenos Aires. El 16 de enero discutió con su pareja, Nicolás Agüero, también policía Bonaerense. Él sacó su arma reglamentaria y le disparó en la cara, entre la nariz y las cejas.

—La maté sin querer —le dijo a los vecinos.

Seis días después los vecinos de Zapiola al 100, en Nueva Atlantis, Partido de la Costa, llamaron al 911 porque escucharon varias detonaciones en una de las casa. Los policías encontraron muertos al teniente de la Bonaerense Omar Ariel Acosta, de 53 años, y a su ex pareja, Mariana del Arco, de 32. La mujer tenía seis heridas de bala; él una. Según los investigadores, después de matarla con su arma reglamentaria se suicidó.

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Al igual que en el caso de Romina Ugarte y de Gisela Dupertuis muchos de los femicidios cometidos por funcionarios de las fuerzas de seguridad las víctimas también son policías. Entre 2015 y 2018 nueve mujeres policías fueron asesinadas por sus parejas.

Según resoluciones del Ministerio de Seguridad de la Nación y de la Policía de la Ciudad, aquellos agentes que tengan denuncias por violencia de género tienen la obligación de dejar el arma en su lugar de trabajo. “Es una buena práctica pero no alcanza”, explica Miranda. Solamente una pequeña cantidad de mujeres denuncia a sus parejas policías, por miedo a represalias o por vergüenza.

“En tanto no se aborde el estado policial como contrario a las políticas de reducción de la violencia, es muy difícil eliminar estos casos. Más allá de reformar leyes se necesita un cambio cultural adentro de la fuerza, más amplia y abarcativa”, explicó Miranda.

 

Sebastián Ortega para Cosecha Roja

No violaras // Mariana Menéndez Díaz*

En una mesa de bar hace varios años tomando un fernet estábamos sentadas cinco mujeres jóvenes de entre 20 y 30 años, conversando sin parar como es nuestro “uso y costumbre”. Un tema llevo a otro y terminamos hablando de abuso sexual. Tres de las cinco contaron que les había ocurrido, en los tres casos entre su niñez y adolescencia. En los tres casos no lo contaron inmediatamente porque se paralizaron, o no lograron entender lo que había sucedido. Darle sentido, entender “esto que me pasó es un abuso sexual”.Seguramente no conocieran la palabra, seguramente nadie las había alertado de que eso podía suceder o nadie les había dicho explícitamente que otra persona no podía tocar su cuerpo si ella no quería. O quizás sí se lo dijeron, pero de todas formas no es fácil comprender la agresión como agresión, cuando en la mayoría de los casos viene de alguien del entorno intimo o cercano, un adulto que se supone debería respetarnos, cuidarnos y no violentarnos.

¿Por qué no lo cuentan inmediatamente? En las tres situaciones no se lo contaron a su madre y padre en el momento, algunas nunca lo hicieron. En otros casos lo recordaron siendo adultas y al decirlo aparecieron hechos similares con el mismo varón perpetrados sobre otras personas de su familia (hermanas, hermanos, tías, primas).

Luego, acompañe en varias oportunidades junto a una trama de mujeres a varias compañeras que han sufrido este tipo violencia siendo adultas. Ellas tampoco lo pudieron contar inmediatamente, ni siquiera se lo pudieron decir a ellas mismas hasta pasado un tiempo. Dudaron de si mismas. Sí, la no credibilidad en la experiencia y la palabra femenina a calado tan hondo que muchas veces no creemos ni en nosotras mismas. Ni en las señales que nos da nuestro propio cuerpo, desde el dolor físico hasta la rabia, la angustia o el asco. Estamos automatizadas para negar los saberes del cuerpo [1].

En todas las experiencias que conozco, contadas en primera persona, siempre unx o varixs adultxs del entorno cercano no les creyó, las culpo por lo sucedido, le creyó al agresor y este siguió frecuentando la casa familiar o los encuentro festivos. En varias circunstancia la que se alejaba de los espacios comunes era la niña o joven agredida, claro si es que tenia margen para hacer eso. Si es tu padre o tu padrastro que vive bajo el mismo techo ni tu cuarto es un lugar seguro. ¿Difícil de leer? Ahora imaginate tenerlo que vivir.  ¿Horroso no? Porque si nos queda algo de capacidad de empatizar te revuelve las tripas. Si tu cuerpo todavía vibra, y no esta ya casi muerto y automatizado, incluso en la distancia se comprende el dolor.

¿Por qué no hacen la denuncia inmediatamente? Mayoritariamente las mujeres que conozco eligieron no presentar una denuncia judicial. Parece existir un saber practico, pragmático, un sentido común sedimentado entre nosotras de que la justicia estatal institucionalizada amplificará nuestro dolor, nos violentará de múltiples formas incluso revictimizandos, no nos creerá y el responsable no cumplirá ningún tipo de condena. No siempre es así dirán, “hay que confiar en la justicia”. En la mayoría de los casos que conozco fue así, en la mayoría de los casos que se han vuelto mediáticos es así. Recordemos solamente la excarcelación de “la manada” en España o la sentencia ante el feminicidio de Lucia Pérez en Argentina, o la extradición de María a España desde la “justicia” de nuestro país.

Todas las preguntas en general apuntan a la victima, ademas de por qué no contó o no hizo la denuncia, hay miles de preguntas más que conforman un red de sentidos conservadores. Podríamos sumar: que hacia a esa hora en la calle, por qué vestía de ese modo, por qué estaba sola, por qué estaban solo entre mujeres, por qué no se defendió o grito, si había tomado algún tipo de droga, si tenia una vida sexual activa y “libertina”, por qué lo “sedujo” dando un mensaje ambiguo … y un largo etcétera interminable de cuestionamientos y culpabilizaciones. Gran parte de la sociedad y el estado coinciden en invisibilzar, naturalizar, negar o justificar la violencia sexual. Estas tintas les caben a institucionalidad estatal y todos sus poderes, al sistema educativo público estatal y al privado, lo mismo para la salud, los medios de comunicación dominantes y los no tanto. No nos olvidemos de la iglesia y su virgen, la paloma y el espíritu santo (no nos olvidemos de la costilla de adán, cumbia uruguaya si las hay). Pero sobre todo de la matanza de mujeres, entre otros miles de personas asesinadas por su condición de indígena, afro, campesinx, trabajadorxs, ateos o creyentes  de otras religiones, entre muchxs otrxs. Ni hablar del encubrimiento como lógica estructural de la institución iglesia a sus sacerdotes, cardenales y demás rangos. Estas tintas también caen sobre las familias que callan y encubren a estos hombres.

La violación y el abuso hecha raíces profundas en nuestros territorios, fue usada como arma durante la colonia y posteriormente contra las tramas indígenas comunitarias, y sobre todo contra las mujeres. Recordemos, por ejemplo, las denuncias de las compañeras en Guatemala. Fue usada también durante la dictadura contra las presas políticas y contra los varones para rebajarlos a la “condición femenina”. Es una red de complicidades histórica para el ejercicio de la violencia, que incluye silenciamiento, amenazas, mentiras y extorsiones. Una máquina productora de sentidos que naturaliza y encubre la crueldad. Un mensaje que reafirma la masculinidad dominante enlazada a la violencia.

Al fin estalló de una vez por todas el debate en la sociedad, la lucha feminista lo ha abierto. Ojalá nos este ayudando a entender para poder combatir un problema que ya no se tapa con un dedo. Insistamos en hacer una inversión del cuestionario y de los interrogados. Escribe María Galindo desde Bolivia hace pocos días: “Lo primero que hay que decir es que es urgente romper la complicidad masculina en la violación, es necesario que cada hombre se sienta responsable de explicitar su posición personal ante la violación como acto de refundación de su propia masculinidad” [2]. Lanzo otras preguntas: ¿Por qué y como esta sociedad produce esta masculinidad  patriarcal violenta y abusadora concordante con el capital y el colonialismo? ¿Que protegen las instituciones y las personas cuando protegen a un abusador? ¿Por qué la complicidad y el silencio?

A contrapelo de la violencia nace el #yo si te creo, como revalorización concreta de la palabra femenina, un mensaje para la reconstitución de nuestra confianza en cada una de nosotras y entre nosotras. Es la afirmación de que no son excepciones sino hechos sistemáticos cobijados y alentados por una lógica sedimentada material y subjetiva que desprecia a las mujeres.

Hemos lanzado un grito de rabia y tomado una decisión vital, ya no seremos parte de la red de complicidades. La estamos desgarrando a pura denuncia, escrache, calle y batalla. También hemos podido dar estos pasos porque estamos creando trama cotidiana de autocuidado y apoyo muto, cotorreo, chusmerio o cotilleo. Ahora vuelto conversación explicita entre amigas – compañeras contra el poder, con un pie en lo intimo y otro en el mundo público [3]. Ahora se volvió secreto a voces no silenciado, esta vez contado en el espacio común: “fulano me agredió”, “sultano es un violento”, “perengano me hizo mierda, es un manipulador”, “tu ex que también es mi ex me volvió loca con su violencia”. Producimos un poco de justicia colectiva, no por mano propia individulizada sino en colectivo. Una trama densa y con capilaridad que se teje cotidianamente en miles de conversaciones donde le damos otros sentidos a nuestras experiencias de violencia. Por eso hemos decidido no callarnos más. Por eso retumba y se expande la frase: ¡ya no tendrán la complicidad de nuestro silencio!
 

 

*Vive en Montevideo, Uruguay, creció en el barrio Lezica, es feminista, docente, lectora/escribiente e integrante del Colectivo feminista Minervas.

[1] Ver Suely Rolnik
[2] Ver Maria Galindo
[3] Idea de Margarita Pisano, feminista chilena sobre la amistad entre mujeres. Ver Apuntes sobre la amistad política entre mujeres por Edda Gaviola

Zur 

 

A: las mujeres que luchan en todo el mundo. De: las mujeres zapatistas.

EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL. MÉXICO.
Febrero del 2019.
A: las mujeres que luchan en todo el mundo.
De: las mujeres zapatistas.
Hermana, compañera:
  Te mandamos un saludo de como mujeres que luchan que somos, de parte de las mujeres zapatistas.
  Lo que te queremos decir o avisar es un poco triste porque te comunicamos que no vamos a poder hacer el II Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, aquí en nuestras tierras zapatistas, este marzo del 2019.
  Las razones de que no podemos, pues tal vez es que ya las sabes, y si no pues te platicamos un poco:
  Pues resulta que los nuevos malos gobiernos ya lo dijeron claro que van a hacer sus megaproyectos de los grandes capitalistas.  De su Tren Maya, de su plan para el Istmo de Tehuantepec, de la siembra de árboles para mercancía de maderas y frutas.  También dijo que entran las mineras y las grandes empresas de alimentos.  Y además tiene un su plan agrario que es que lleva hasta lo último la idea de destruirnos como pueblos originarios, de la manera de convertir nuestras tierras en mercancías, que así quieren completar lo que dejó pendiente el Carlos Salinas de Gortari que no pudo porque lo paramos con nuestro alzamiento.
  Esos proyectos pues son de destrucción.  No importa cuánto lo quieran tapar con sus mentiras.  No importa cuántas veces multipliquen sus 30 millones de apoyos.  La verdad es que van por todo en contra de los pueblos originarios, de sus comunidades, de sus tierras, de sus montañas, de sus ríos, de sus animales, de sus plantas y hasta de sus piedras.
  O sea que no sólo van contra nosotras las zapatistas, sino que contra todas las mujeres que dicen indígenas.  Y pues también contra los hombres, pero ahorita estamos hablando de cómo mujeres que somos.
  Quieren que nuestras tierras ya no sean para nosotras, nosotros, sino que para que los turistas se vengan a pasear y tengan sus grandes hoteles y sus grandes restaurantes, y los negocios que se necesitan para que los turistas tengan esos lujos.
  Quieren que nuestras tierras se conviertan en fincas productoras de maderas preciosas, de frutas y de agua; en minas para sacar el oro, la plata, el uranio, y todos los minerales que hay y que quieren los capitalistas.
  Quieren que nos convirtamos en sus peonas, en sus sirvientas, que vendamos nuestra dignidad por unas monedas al mes.
  Porque esos capitalistas, y quienes los obedecen en los nuevos malos gobiernos, piensan que lo que queremos es paga.
  No pueden entender que nosotras queremos la libertad, no entienden que lo poco que hemos logrado es luchando sin que nadie nos lleve la cuenta, sin fotos, sin entrevistas, sin libros, sin consultas, sin encuestas, sin votaciones, sin museos y sin mentiras.
  No entienden que lo que ellos llaman “progreso” es una mentira, que ni siquiera pueden cuidar la seguridad de las mujeres, que siguen siendo golpeadas, violadas y asesinadas en sus mundos progresistas o reaccionarios.
  ¿Cuántas mujeres han sido asesinadas en esos mundos progresistas o reaccionarios mientras tú lees estas palabras, compañera, hermana?
  Tal vez tú lo sabes, pero claro te decimos que acá, en territorio zapatista, no ha sido asesinada ni una sola mujer en muchos años.  Pero eso sí, dicen que nosotras somos las atrasadas, las ignorantes, las poca cosa.
  Tal vez no lo sabemos de qué es el mejor feminismo, tal vez no sabemos decir “cuerpa” o según cómo cambian las palabras, o qué es lo de equidad de género o esas cosas que hay tantas letras que ni se puede contar.  Y ni siquiera está cabal eso que dicen “equidad de género”, porque sólo hablan de equidad de mujeres y hombres, y hasta nosotras, que nos dicen ignorantes y atrasadas, lo sabemos bien que hay quienes no son ni hombres ni mujeres y que nosotras les llamamos “otroas” pero que esas personas se llaman como se les da la gana, y no les ha sido fácil ganar ese derecho de ser lo que son sin esconderse, porque les burlan, les persiguen, les violentan, les asesinan.  ¿Y a poco todavía les vamos a obligar que o son hombres o son mujeres y que tienen que ponerse de un lado o de otro?  Si esas personas no quieren pues se hace mal si no se les respeta.  Porque entonces, ¿cómo nos quejamos de que no nos respetan como mujeres que somos, si no respetamos a esas personas?  Pero bueno, tal vez es porque hablamos de lo que hemos mirado de otros mundos y no tenemos mucho conocimiento de esas cosas.
  Lo que sí sabemos es que luchamos por nuestra libertad y que nos toca ahora luchar para defenderla, para que la historia de dolor de nuestras abuelas no la sufran nuestras hijas y nietas.
  Nos toca luchar para que no se repita la historia donde volvemos al mundo de sólo hacer la comida y parir crías, para verlas luego crecer en la humillación, el desprecio y la muerte.
  No nos alzamos en armas para volver a lo mismo.
  No llevamos 25 años resistiendo para ahora pasar a servirles a los turistas, a los patrones, a los capataces.
 No vamos a dejar de ser promotoras de educación, de salud, de cultura, tercias, autoridades, mandos, para ahora pasar a ser de empleadas en hoteles y restaurantes, sirviéndoles a extraños por unos cuantos pesos.  No importa si son muchos o pocos los pesos, lo que importa es que nuestra dignidad no tiene precio.
  Porque eso quieren, compañera, hermana, que en nuestra propia tierra, nos convirtamos en esclavas que reciben unas limosnas por dejar que destruyan la comunidad.
Compañera, hermana:
  Cuando tú llegaste en estas montañas para el encuentro de 2018 lo miramos que nos miras con respeto, y a veces tal vez con admiración.  Aunque no todas las que vinieron así hicieron, porque bien que lo sabemos que hay quien vino para criticarnos y mal mirarnos.  Pero eso no importa porque lo sabemos que el mundo es grande y son muchos los pensamientos y hay quien entiende que no todas podemos hacer lo mismo, y hay quien no entiende.  Eso pues lo respetamos, compañera y hermana, porque no para eso fue el encuentro.  Que sea que no fue para ver quién nos da buena calificación o mala calificación, sino para encontrarnos y sabernos que luchamos como mujeres que somos.
  Y pues no queremos que ahora nos vas a mirar con pena o con lástima, como sirvientas a las que se le dan órdenes de buen o mal modo; o como a las que se les regatea el precio de su producto, en veces artesanías, en veces frutas o verduras, en veces lo que sea, como así hacen las mujeres capitalistas.  Pero bien que cuando van a comprar a sus centros comerciales ahí no regatean sino que cabal pagan lo que dicen los capitalistas y hasta se ponen contentas.
  No compañera, hermana.  Nosotras vamos a luchar con todo y con todas nuestras fuerzas en contra de esos megaproyectos.  Si conquistan estas tierras, será sobre la sangre de nosotras las zapatistas.
  Así lo hemos pensado y así lo vamos a hacer.
  De repente esos nuevos malos gobiernos lo piensan o lo creen que, como somos mujeres, rápido lo vamos a bajar la cabeza, obedientes ante el patrón y sus nuevos capataces, porque lo que buscamos es un buen patrón y una buena paga.
  Pero no, lo que nosotras queremos es la libertad que nadie nos regaló, sino que la conquistamos luchando incluso con nuestra sangre.
  ¿Tú lo crees que cuando vengan las fuerzas de los nuevos malos gobiernos, sus paramilitares, sus guardias nacionales, los vamos a recibir con honores, con agradecimiento, con alegría?
  No, qué va a ser, les vamos a recibir luchando y a ver si así aprenden lo que son las mujeres zapatistas que no se venden, no se rinden y no claudican.
  Nosotras, cuando fue el encuentro de mujeres que luchan el año pasado, pues nos esforzamos para que estuvieras contenta y alegre y segura, compañera y hermana.  Y ahí lo tenemos el buen tanto de críticas que nos dejaste: que está muy dura la tabla, que la comida no te gusta, que está muy cara, que por qué esto y que por qué lo otro.  Ya te informamos de cómo fue que trabajamos y las críticas que recibimos.
  Y aunque con las quejas y críticas, pues acá estuviste segura, sin que los hombres malos o buenos te están mirando y calificando.  Puras mujeres estuvimos, tú lo sabes.
  Y pues ahora ya no es seguro, porque lo sabemos que el capitalismo viene por todo y lo quiere no importa a qué costo.  Y lo van a hacer porque sienten que mucha gente los apoya y que pueden hacer barbaridad y media y todavía les van a aplaudir.  Y nos van a atacar y a revisar sus encuestas a ver si tienen buenos puntos y así hasta que nos acaban.
  Y mientras te escribimos esta carta, ya empezaron los ataques de sus paramilitares.  Son los mismos que antes eran del PRI, luego del PAN, luego del PRD, luego del PVEM y ahora son de MORENA.
  Entonces pues te decimos, compañera y hermana, que no vamos a hacer acá el Encuentro, pero sí háganlo en sus tierras, según sus modos y sus tiempos.
  Aunque no vamos a asistir, como quiera las vamos a pensar.
Compañera, hermana:
  No te dejes de luchar.  Aunque esos malditos capitalistas y sus nuevos malos gobiernos se salgan con la suya y nos aniquilen, pues tú tienes que seguir luchando en tu mundo.
  Porque bien que lo acordamos en el encuentro que vamos a luchar para que ni una sola mujer en cualquier rincón del mundo tenga miedo de ser mujer.
  Y pues tu rincón es tu rincón, compañera y hermana, y ahí te toca, como a nosotras nos toca acá en tierras zapatistas.
  Esos nuevos malos gobiernos lo piensan que fácil nos van a derrotar, que somos pocas y que nadie nos apoya allá en otros mundos.
  Pero qué va ser, compañera y hermana, aunque sea que sólo quede una de nosotras, pues esa una va a pelear por defender nuestra libertad.
  Y no tenemos miedo, compañera y hermana.
  Si no tuvimos miedo hace ya más de 25 años cuando nadie nos miraba, pues menos ahora que ya nos miraste tú, bien o mal pero nos miraste.
Compañera, hermana:
  Bueno, pues ahí te encargamos la pequeña luz que te regalamos.
  No dejes que se apague.
  Aunque la de nosotras se apague aquí con nuestra sangre, y aunque se apague en otros lados, tú cuida la tuya porque, aunque los tiempos ahora son difíciles, tenemos que seguir siendo lo que somos, y es que somos mujeres que luchan.
  Pues es todo compañera y hermana.  El resumen es que no vamos a hacer el Encuentro o sea que no vamos a participar.
 Y si lo hacen el encuentro en tu mundo y te preguntan que dónde están pues las zapatistas, que por qué no llegan, pues tú diles la verdad, diles que las zapatistas están luchando en su rincón por su libertad de como mujeres que somos.
  Es todo, ahí te cuides compañera y hermana.
  De repente pues ya no nos miramos.
  Tal vez te dicen que ya no las piensas a las zapatistas porque ya se acabaron ya, que ya no hay zapatistas te van a decir.
  Pero cuando piensas que ya no, que ya nos derrotaron, ahí nomás sin que das cuenta, vas a mirar que te miramos y que una de nosotras se acerca y te pregunta al oído para que sólo tú escuches:“¿Dónde está pues tu lucecita que te dimos?”
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Las Mujeres Zapatistas.
Febrero del 2019.

Las virtudes de lo inexplicable: Jacques Rancière a propósito de los «chalecos amarillos»

¿Explicar los «chalecos amarillos»? ¿Qué entendemos por explicar? ¿Aportar las razones por las que sucede aquello que no esperábamos? Estas, de hecho, rara vez faltan. Y para explicar el movimiento de los «chalecos amarillos» las leemos a tutiplén: la vida en las zonas periféricas del país, abandonadas por los transportes, los servicios públicos y los comercios de proximidad; la fatiga acumulada por los largos trayectos cotidianos, la precariedad del empleo, los salarios insuficientes o las pensiones indecentes, la existencia a crédito, la dificultad para llegar a fin de mes, etc.

Ciertamente hay ahí muchas razones para el sufrimiento. Pero sufrir es una cosa y dejar de sufrir es otra bien distinta. Es incluso lo contrario. Ahora bien, los motivos de sufrimiento que se enumeran para explicar la revuelta son exactamente análogos a aquellos por los que explicaríamos su ausencia: unos individuos sometidos a semejantes condiciones de existencia normalmente no tienen el tiempo ni la energía para rebelarse.

La explicación de las razones por las que la gente se moviliza es idéntica a la explicación de las razones por las que la gente no se moviliza. No se trata de una simple inconsistencia, sino de la lógica misma de la razón explicativa. Su papel consiste en probar que el movimiento que ha sorprendido todas las expectativas no tiene más razones que aquellas que alimentan el orden normal de las cosas: se explica por las razones mismas de la inmovilidad. Consiste en probar que no ha pasado nada que no conozcamos ya, desde donde concluimos, si tenemos el corazón a la derecha, que este movimiento no tenía razón de ser y, si tenemos el corazón a la izquierda, que, estando totalmente justificado, por desgracia el movimiento ha venido en un mal momento y de mala manera, de la mano de la gente equivocada. Lo esencial es que el público siga dividido en dos: está la gente que no sabe por qué se mueve y luego está la gente que se lo explica.

A veces haría falta ver las cosas al revés: partir precisamente del hecho de que aquellos que se rebelan no tienen más razones para hacerlo que para no hacerlo –e incluso con frecuencia algunas menos. Y a partir de ahí, preguntarse no por las razones que permiten poner orden en este desorden, sino más bien por aquello que este desorden nos dice sobre el orden dominante de las cosas y sobre el orden de las explicaciones que normalmente lo acompaña.

En mayor medida que cuantos han tenido lugar en años recientes, el movimiento de los chalecos amarillos es el de gente que normalmente no se moviliza: no hay representantes de clases sociales definidas o de categorías conocidas por sus tradiciones de lucha. Son hombres y mujeres de mediana edad, parecidos a los que nos cruzamos todos los días en las calles o en las carreteras, en los lugares de trabajo o en los parkings, que llevan como único signo distintivo un accesorio que todo automovilista está obligado a poseer. Se han puesto en marcha por la más terrenal de las preocupaciones, es decir, el precio de la gasolina: símbolo de esa masa abocada al consumo que indigna a los intelectuales distinguidos; símbolo también de esta normalidad sobre la que descansa el sueño tranquilo de nuestros gobernantes: esa mayoría silenciosa compuesta de individuos completamente dispersos, sin forma de expresión colectiva, sin otra «voz» que la que contabilizan periódicamente los sondeos de opinión y los resultados electorales.

Las revueltas no tienen razones. Tienen, en cambio, una lógica. Y esta consiste precisamente en destruir los marcos en los que comúnmente se perciben las razones del orden y del desorden, y las personas aptas para juzgar sobre ellas. Estos marcos son, antes que nada, usos del espacio y del tiempo. Significativamente, estos «apolíticos», de las que hemos destacado su extrema diversidad ideológica, han retomado la forma de acción de los jóvenes indignados del movimiento de las plazas, una forma que los estudiantes de las protestas habían tomado prestada de los obreros en huelga: la ocupación.

Ocupar consiste en elegir para manifestarse como colectividad en lucha un lugar ordinario del que se desvía el uso normal: producción, circulación, etc. Los «chalecos amarillos» han elegido las rotondas, esos no-lugares en torno a los cuales automovilistas anónimos circulan todos los días. Allí han instalado material de propaganda y puestos improvisados, tal y como hicieron durante esta última década las gentes anónimas reunidas en las plazas ocupadas.

Ocupar es también crear un tiempo específico: un tiempo más lento en comparación con la actividad habitual, y por lo tanto un tiempo para distanciarse del orden habitual de las cosas; un tiempo acelerado, por el contrario, por la dinámica de una actividad que nos obliga a responder constantemente a cuestiones para los que no estamos preparados. Esta doble alteración del tiempo trastorna los ritmos habituales del pensamiento y de la acción. Y a la vez transforma la visibilidad de las cosas y el sentido de lo posible. Lo que antes era objeto de sufrimiento adopta una nueva visibilidad, que es la de la injusticia. El rechazo de un impuesto pasa a ser el sentimiento de la injusticia fiscal y después el sentimiento de la injusticia global de un orden del mundo. Cuando un colectivo de iguales interrumpe la marcha normal del tiempo y comienza a tirar de un hilo concreto –hoy el impuesto sobre la gasolina, ayer la selectividad, la reforma de las pensiones o de la legislación laboral–, es toda la tupida red de desigualdades que estructuran el orden global de un mundo gobernado por la ley del beneficio lo que empieza a deshacerse.

Deja de ser, por lo tanto, una demanda que exige ser satisfecha. Son dos mundos que se oponen. Pero esta oposición de mundos amplía la brecha entre lo que se pide y la lógica misma del movimiento. Lo negociable se vuelve no negociable. Para negociar se envían representantes. Ahora bien, los «chalecos amarillos», surgidos de esa Francia profunda que, según se nos dice, es receptiva y sensible a las sirenas autoritarias del «populismo», han retomado esta reivindicación de horizontalidad radical que creíamos propia de los jóvenes anarquistas románticos de los movimientos Occupy o la ZAD. No hay negociación entre los iguales reunidos y los gestores del poder oligárquico. Esto significa que la reivindicación triunfa por el mero temor de los segundos, pero también que su triunfo la muestra insignificante al lado de aquello que la revuelta «quiere» por su desarrollo inmanente: el fin del poder de los «representantes», de aquellos que piensan y actúan por los demás.

Es cierto que esta «voluntad» puede ella misma adoptar la forma de una reivindicación: el famoso referéndum de iniciativa ciudadana. Pero la fórmula de la reivindicación razonable oculta de hecho la oposición radical entre dos ideas de democracia. De un lado, la concepción oligárquica reinante, es decir, el recuento de voces a favor y en contra en respuesta a una determinada pregunta que se plantea; y del otro, la concepción propiamente democrática: la acción colectiva que declara y verifica la capacidad de cualquiera a la hora de formular las preguntas mismas. Porque la democracia no es la elección mayoritaria de los individuos. Es la acción que pone en práctica la capacidad de cualquiera, la capacidad de aquellos que no poseen ninguna «competencia» para legislar y gobernar.

Entre el poder de los iguales y el de la gente «competente» para gobernar siempre puede haber disputas, negociaciones y compromisos. Pero tras ellos queda el abismo de la relación no negociable entre la lógica de la igualdad y la de la desigualdad. Es por ello que las revueltas siguen aún a medio camino, para gran disgusto y satisfacción de los entendidos que las declaran condenadas al fracaso por carecer de «estrategia». Pero una estrategia no es más que una manera de administrar los golpes en el seno de un mundo dado. No hay estrategia que enseñe cómo colmar el abismo abierto entre dos mundos. «Iremos hasta el final» decimos en cada ocasión. Pero este final del camino no se identifica con ningún fin determinado, sobre todo desde que los Estados llamados comunistas ahogaron en sangre y fango la esperanza revolucionaria. Es tal vez así como hay que entender el eslogan de 1968: «No es más que un comienzo, la lucha continúa» [«Ce n’est qu’un début, continuons le combat»]. Los comienzos no alcanzan su fin. Se quedan en el camino. Lo cual quiere decir también que no dejan de reanudarse una y otra vez, incluso si eso significa cambiar de actores. Es el realismo –inexplicable– de la revuelta el que pide lo imposible. Porque lo posible ya está tomado. Es la fórmula misma del poder: no alternative.

 

eldiario.es

#NiñasNoMadres // Colectivo Federal de Trabajadores del Campo de la Salud Mental

Desde el Colectivo Federal de Trabajadores del Campo de la Salud Mental, repudiamos la editorial publicada hoy (Primero de Febrero de 2019) en el Diario La Nación.
Consideramos que la misma es un elogio y alegato por el abuso sexual infantil. A través de una operación de naturalización e idealización de una maternidad planteada como instintiva y sacrificial, construye una representación nefasta y peligrosa de niña, de madre y de feminidad:
Niña anulada por su destino natural de mujer (para el deseo del hombre).
Mujer que sabe serlo si se consagra a la maternidad, destino por excelencia de cualquier mujer, a cualquier costo, a cualquier precio.
Violaciones a niñas legitimadas y romantizadas en nombre de un ideal puro y elevado. La víctima se convierte en heroína, aceptando su destino y la violencia espantosa a la que se la ha sometido. Se purifica en el nombre de un hijo… Por algo habrá sido?
Como trabajadoras de nuestro campo nos toca escuchar diariamente estos sufrimientos. No son números ni teorías, no son objetos, ni residuos, ni envases. Son niñas, adolescentes y mujeres, cada una con su biografía.
Las mujeres somos borradas como sujetos de Derechos. Todos los días. Nos impiden el derecho de ejercer la sexualidad y la maternidad de acuerdo a nuestros deseos. Y nos matan. En un contexto donde los femicidios se recrudecen dramáticamente en número y crueldad, esta Editorial no es en ningún modo un error ni un exceso. Es aquella conocida doble moral, que puede culpabilizar y denostar a las que se embarazan «por los planes sociales», como enaltecer a los embarazos que resultan de una violación. Los usos políticos privilegian, hipócritamente, a qué dar visibilidad, y en este caso también legitiman y extienden la violencia perversa de una violación.
Es la actualización de una operación vigente, más o menos visible, más o menos descarnada, o sutil, de ejercicio del terror. Condenar, forzar, a cualquier mujer, peor aún, a cualquier niña a una maternidad no deseada (no existe embarazo en la infancia que no sea fruto de una violación, no existe en la infancia consentimiento) y su legitimación en el campo de las palabras y las representaciones sociales, es inaceptable. Es violencia de Estado. Los dueños del terror se han camuflado en pseudo defensores «pro-vida». No es nuevo.
Nuestro absoluto repudio.
Ningún perdón.

¿Hasta dónde piensan llegar los Estados Unidos? // Marco Teruggi

Desde Caracas

Asistimos a un encadenamiento de pasos, una serie de secuencias que parecen cumplirse una tras otra según un orden. La génesis se sitúa en la ruptura de la mesa de diálogo en República Dominicana a principios del 2017, a partir de la cual la estrategia contra el chavismo descartó la vía electoral, y tiene su nuevo paso en los anuncios dados el lunes por la noche en la Casa Blanca. Lo que sucedió entre punto y punto es conocido, lo que está por venir puede ser -en parte y de manera aproximativa- anticipado. Al menos en el papel.

La primera conclusión es que no improvisan. Ni cuando eligieron a Juan Guaidó como nuevo héroe a ser construido en redes sociales, ni al iniciar la primera fase de violencia interna en los barrios populares del 21 al 24, ni la autojuramentación, ni la reunión en la Organización de Estados Americanos el 24, en la Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y en los recientes anuncios de los golpes sobre la economía.

Resultó claro al ver a John Bolton, consejero de seguridad nacional, y a Steven Mnuchin, secretario de tesoro, pararse ante cámaras en la Casa Blanca para anunciar los nuevos asaltos a la economía venezolana. Declararon que congelarán siete mil millones de dólares de la petrolera Pdvsa en Estados Unidos (EEUU), y que el dinero de las compras que se realicen en Citgo, filial de Pdvsa en EEUU, irán a cuentas bloqueadas. Es decir que realizarán un robo. Guaidó, casi en simultaneidad, anunció que designará una nueva comitiva en Citgo. La cadena de mando es vertical: el autonombrado presidente acata.

Los nuevos ataques sobre la economía estaban previstos. La diferencia con los que se dieron en años anteriores es la cantidad de cámaras, la magnitud de lo que implican, el cuadro de asalto en el que se desarrollan. Una suma de los últimos números brindados de manera pública da: 23 mil millones de dólares de daños, según reportó el canciller venezolano Jorge Arreaza, 1.2 mil millones de oro venezolano retenidos en Gran Bretaña, 7 mil millones sobre Pdvsa, y 11 mil millones que se generarán a partir de estos nuevos ataques, según Bolton.

En ese encadenamiento de pasos se enmarcan los cuatro próximos ya anunciados: las acciones de calle el día miércoles, la movilización el sábado, la declaración ya formal por parte de la Unión Europea y Gran Bretaña del reconocimiento de Guaidó, y la reunión del Grupo de Lima el 4 de febrero. Se trata de los pasos públicos, los internacionales para avanzar en la conformación del cuadro, los nacionales -al parecer- para ganar tiempo hasta nueva activación de actos violentos de diferentes tipos combinados con las movilizaciones semipúblicas -ningún medio que sospechen afín al gobierno puede ingresar.

No significa que cada paso sea de triunfo dentro de la estrategia en marcha. Siempre es necesario preguntarse cómo medir victorias y derrotas dentro de varios planes en simultáneo. Por ejemplo: ¿no haber logrado mayoría en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas es una derrota? ¿O sabían que no lo lograría y el objetivo era la reunión en sí, articulada con la conformación de todos los actores que los EEUU necesitan para dar los próximos pasos económico, políticos y armados? ¿Están dispuestos a avanzar aún con los desacuerdos de gobiernos como Rusia y China, con las nuevas situaciones creadas como, por ejemplo, el impacto de los anuncios sobre Citgo donde Rusia tiene casi la mitad de las acciones?

La hipótesis indica que avanzarán en otros niveles. “Nosotros los estamos esperando, estamos esperando a los violentos, los mercenarios, y a quienes pretendan meterse en Venezuela”, afirmó Vladimir Padrino López, ministro de Defensa. Lo dijo luego de describir el escenario en curso: “Esto es un asedio, un libreto, estuvimos viendo el formato que se aplicó en Libia y vemos los mismos actos progresivos que se han generado con la República Bolivariana de Venezuela”.

La “ayuda humanitaria” parece un punto central dentro de ese plan que avanza como campanadas. Guaidó y diferentes voceros de la derecha afirman que harán ingresar al país la ayuda, aunque no han dado detalles de cómo. Sería, dicen, el punto de inflexión en caso de que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana se niegue a dejarla pasar. ¿En qué territorio piensan montar el escenario con las cámaras, diplomáticos y organismos por delante, y los paramilitares/bandas criminales en las sombras? ¿Será a través de la frontera colombiana?

Es necesario caracterizar los actores locales e internacionales, en el primer caso los factores de derecha apéndices de los EEUU como es el partido Voluntad Popular al cual pertenece Guaidó, vinculado a la construcción de los escenarios de política criminal desde su nacimiento. En el segundo caso quienes están al mando de la Operación Venezuela: Donald Trump, John Bolton, Mike Pence, Mike Pompeo, Elliot Abrams, Marco Rubio, los vectores del neoconservadurismo norteamericano vinculados a las tramas más oscuras de las intervenciones declaradas o por debajo de la mesa en el mundo.

Describir el escenario, las posibles lógicas de las secuencias, las preguntas acerca de los límites o no de la avanzada dirigida desde los EEUU, puede esclarecer el tipo de enfrentamiento en el que se está. El cuadro venezolano se ha desacoplado de los tiempos conocidos en los demás países del continente, guarda relaciones con factores como el paramilitarismo colombiano dentro de una estrategia que parece haber ingresado en claves aplicadas en Medio Oriente. Equivocarse en el análisis puede conllevar errores gruesos de apreciación.

La dimensión de lo inédito demanda actualizar las claves de análisis. Estamos ante un escenario novedoso dentro de una situación mundial inestable, de disputa, emergencias de potencias y manotazos norteamericanos para recuperar un terreno que se le escapa. Venezuela es uno de los puntos centrales que buscan tener bajo control y ceniza. El chavismo lo tiene claro, pelea.

Los próximos pasos del golpe // Marco Teruggi

Desde Caracas

Las cartas están echadas y el juego en movimiento. La semana que llega a su fin ha sido la consumación del quiebre de la etapa anterior, el ingreso en un terreno de desenlaces inciertos, peligrosos, con elementos predecibles. Nos encontramos en el momento de maduración de las diferentes variables, a la espera de nuevos elementos catalizadores/justificativos.

El encadenamiento de sucesos parece haber sido armado paso a paso: el intento de robo de armas de un grupo de integrantes de la Guardia Nacional Bolivariana el lunes de madrugada, seguido de focos de violencia en el oeste caraqueño, el video de Mike Pence con la bendición a Juan Guaidó y la convocatoria a la movilización del 23 de enero, la juramentación de Guaidó, el twitt de Donald Trump reconociéndolo a los pocos minutos, la continuidad de los focos de violencia, la reunión de la Organización de Estado Americanos (OEA) para intentar reconocer el gobierno paralelo, los 20 millones de dólares anunciados por Pence para la “ayuda humanitaria”, más violencia programada.

No todo salió como previsto. Por el momento las dos principales variables en acción son la internacional y la violenta. En el primer caso no lograron el intento de que la OEA reconozca a Guaidó como presidente, con 16 votos contra 34. No es un fracaso nuevo: el Grupo de Lima, ahora debilitado por la postura anti-injerencista del gobierno de México, nació producto de esa incapacidad. En segundo lugar, un actor de peso como la Unión Europea no reconoció formalmente a Guaidó, y acordó -un acuerdo inestable y golpeado por gobiernos como el de Francia- la necesidad de que se realicen nuevas elecciones en Venezuela.

El centro de gravitación nació y recae en los Estados Unidos, que convocaron a una reunión del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas para este sábado 26 ¿Qué debate y acuerdo buscan allí dentro del esquema del gobierno paralelo? La estrategia recuerda la forma en que fue llevada adelante la operación para derrocar al gobierno de Libia en el año 2011.

En el segundo caso, la violencia, se ha asistido a la puesta en marcha de focos programados, que se han movido por diferentes zonas populares caraqueñas: oeste, sur y el final del este, es decir Petare, uno de los barrios más poblados. Allí, y en particular en el último caso, han sido activados grupos armados financiados para generar acciones violentas de cara a crear un cuadro incendiario con alta repercusión mediática. Los focos tienen horario de activación nocturna y diseño de manejo para las redes sociales.

“Al menos el 38 por ciento de las manifestaciones eran violentas y en el 28,5 por ciento de ellas hubo un enfrentamiento a los cuerpos de seguridad, con armas de fuego y objetos contundentes”, señala el colectivo de derechos humanos Surgentes. Ha sido asesinado un Sargento Segundo de la Guardia Nacional Bolivariana y dos integrantes de ese cuerpo han sido golpeados en un intento de linchamiento a la luz del día en la zona de mayor fuerza de la oposición.

En ese cuadro se ha dado un número creciente de muertes, de jóvenes de sectores populares activados por la derecha. Se trata de una situación conocida: el 2017 presentó la misma metodología, con puntos críticos de jóvenes chavistas incendiados en plena calle hasta asaltos a cuarteles militares. Es parte de la escalada, que se despliega en Caracas y varios puntos del país, crea escenarios de fuegos y muertes donde la derecha no sacrifica a su base social, y se combinan con las jornadas de movilización como la del 23.

La estrategia golpista necesita combinar variables: presión internacional hacia el reconocimiento del gobierno paralelo, conformación de un río revuelto con muertos en el cuadro nacional. Ese es el momento actual.

¿Qué sigue? Uno de los pasos previstos es que se activen acciones del gobierno paralelo, que tiene su fuerza en lo internacional, pero no tiene ni poder ni incidencia en el plano nacional. Esto podría traducirse en acciones económicas, como el intento de congelar activos del Estado, o apoderarse de Citgo la filial de Pdvsa que se encuentra en los Estados Unidos. Esos ataques agudizarían el cuadro de dificultad económica con el objetivo de llevar a la economía al colapso programado desde que comenzó la estrategia de sabotaje y bloqueo.

Junto a eso se espera que intenten poner en marcha la operación para traer la “ayuda humanitaria” prometida por Mike Pence en la reunión de la OEA. ¿Se tratará de un caballo de Troya?

Este conjunto de pasos diseñados y movidos desde el frente internacional no traen la respuesta a cómo piensan sacar a Nicolás Maduro, democráticamente electo, del gobierno. Al ser interrogado Juan Guaidó al respecto, respondió que la intervención militar es un “elemento de fuerza que está sobre la mesa”, y respecto a un Golpe que podría dar la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb) afirmó que “siempre es un elemento a considerar”.

La hoja de ruta planteada por Guaidó, pieza de un plan armado desde fuera, no puede concretarse sin una alta envergadura de violencia. ¿Cuáles serán los caminos de esa violencia? Es lo que está por verse. Se sabe de los antecedentes del 2014 y 2017, de lo que ya está en marcha, de lo que necesitan para lograr su objetivo. Guaidó, desbordado por su papel y su ánimo de triunfo, extendió a Nicolás Maduro la amnistía que ha dicho que dará a civiles y militares.

La distancia entre los anuncios y la materialización del Golpe de Estado, es decir el derrocamiento de Maduro, es todavía grande. La dirección de la Fanb se pronunció, afirmó que “no aceptará jamás a un presidente impuesto a la sombra de oscuros intereses y autoproclamado al margen de la ley”. Vladimir Padrino López, ministro de Defensa, también afirmó que se va a “evitar un enfrentamiento entre venezolanos, no es la guerra civil la que solucionará los problemas de Venezuela, es el diálogo”. Esa última frase debe tomarse con toda la seriedad: una de las estrategias de violencia planteadas por el plan del Golpe reside en desencadenar enfrentamientos entre civiles.

La derecha repite que no dialogará ni negociará. En cuánto a Nicolás Maduro afirmó su disposición a hacerlo, siguiendo las declaraciones de los gobiernos de México y Uruguay. ¿Si no hay diálogo entonces qué? Venezuela está frente a una decisión que no parece tener retorno: la de acelerar todas las formas de asalto para sacar por la fuerza al gobierno electo de Venezuela e instaurar una revancha masiva. La conducción reside en los Estados Unidos, en nombre, nuevamente, de la libertad.

“Hay que reanudar un discurso de reformismo duro y radical en Europa” // Entrevista a Toni Negri

16 DE ENERO DE 2019

Nacido en 1933 en Padua, buena parte de la vida de Antonio Negri es historia de la Autonomía obrera italiana y de la vida política europea más vinculada a los movimientos de base. Estos días presenta en España la primera parte de sus memorias: Historia de un comunista, publicadas por Traficantes de Sueños, que comprenden desde su infancia hasta el proceso judicial que, en 1979, le llevaría a la cárcel por motivos políticos, y luego al exilio en Francia. Marxista heterodoxo, su biografía está apegada a la experiencia singular del operaísmo –un movimiento que tuvo su origen en los años 60 y que acabó siendo parte del ciclo de luchas del largo 68 italiano. Un movimiento que, además de la revuelta estudiantil, se articulaba a partir de las movilizaciones de fábrica: la vivencia y resistencia en la cadena de montaje que tuvieron su eclosión en el “otoño caliente de 1969”. En los años 70, aquellos grupos operaístas conectaron con las nuevas subjetividades que surgieron tras las revueltas sesentayochistas y los comienzos del capitalismo postindustrial –con su rechazo del trabajo asalariado y nuevas prácticas autónomas que rompían con la idea clásica de socialismo y de partido.

Buena parte de su obra ha destacado por ser una investigación sobre las posibilidades del comunismo hoy a partir de una práctica militante basada en la coinvestigación junto a los explotados y oprimidos en un mundo colonizado por el capital  En sus memorias recién publicadas encontramos un recorrido que parte de la Europa atravesada por la guerra en un mundo de nacionalismos, fascismos y colonialismos europeos que mucho tienen que decir sobre el presente.

Se acaba de publicar la primera parte de sus memorias. El libro empieza con su experiencia de la infancia marcada por la guerra: es hijo de un comunista, asesinado por los fascistas, mientras que su hermano mayor muere como voluntario fascista en los últimos años de la guerra en Italia. Es decir, una vida que comienza marcada por el dolor de la guerra, y el sacrificio de su hermano por una idea trascendente de patria y nación. ¿Qué nos puede decir esa experiencia –la de los últimos coletazos del nazifascismo en Italia– sobre el fascismo que pueda venir?

Es difícil trasladar las experiencias infantiles de una persona a una perspectiva racional sobre el futuro, porque al hacerlo las explicamos como se explica una pesadilla, que es lo que experimento si trato de considerar hoy el fascismo bajo esa luz. Prefiero más bien pensar el fascismo en términos racionales, es decir, intentando entender lo que ha sido siempre: el poder de una clase de patronos, de una clase de capitanes de industria y de las finanzas para reprimir y bloquear la lucha de clases. Para mí el fascismo fue esto. Hoy de aquella experiencia, después de más de ochenta años de vida, me queda fundamentalmente la pesadilla de una cosa que ha de ser rechazada hasta el fondo.

En el libro hablo por primera vez de mi hermano, que murió por rechazar la guerra civil diciendo que se marchaba a defender la patria contra la invasión aliada en vez de quedarse en casa, donde –en los meses inmediatamente posteriores– habría tenido que enfrentarse en la guerra civil que comenzó en Italia –lo que hoy en Italia se llama la Guerra de Resistencia, pero que fue en realidad una guerra civil–.  Nunca había hablado de la historia de mi hermano Enrico hasta bien cumplidos los ochenta años. En esos setenta años de silencio se encuentra la dureza de pensar el fascismo.

¿Qué balance puede hacer del periodo llamado de la globalización neoliberal y qué tiene que ver con la situación de avance autoritario y racista en todo el planeta?

El hecho de que el neoliberalismo –después de tantos himnos y elogios a la libertad– termine asumiendo una posición autoritaria significa que no puede seguir avanzando a menos que realice un acto de fuerza sobre las condiciones sociales para poder aplicar sus medidas. Está claro que este impulso autoritario que empieza a afirmarse de manera tan extendida en el ámbito global corresponde a una crisis en el desarrollo del neoliberalismo y esa crisis responde a su vez al fracaso de sus técnicas de invasión del mundo y de reestructuración del circuito de la producción y de la circulación de las mercancías. Se ha alcanzado un límite crítico al que el neoliberalismo no sabe responder salvo en términos autoritarios. Probablemente esto tiene que ver con límites intrínsecos a la ola neoliberal, que es un pensamiento y un proyecto que trató de superar el reformismo capitalista, el New Deal, es decir, la gran política occidental contra la Unión Soviética desde los años treinta. En los años treinta se define esa política reformista, que asume formas contrarias a los principios del liberalismo, pero dentro del capitalismo. Roosevelt se alía con los soviéticos para derrotar al fascismo – esto es algo que hay que recordar siempre.

El neoliberalismo es un intento de volver al momento anterior a Roosevelt, como si la Revolución de Octubre y el llamado “siglo breve” comprendido entre esa revolución y la caída del Muro de Berlín en 1989 y que permitió el gran desarrollo de las fuerzas productivas populares y proletarias no hubiesen existido. De este modo, dentro del neoliberalismo hay una idea profundamente regresiva: la lógica misma del proyecto trata de destruir la historia del enfrentamiento entre las clases en el siglo XX. Esto implica un elemento de violencia extrema que hoy –precisamente porque el proyecto empieza a verse en dificultades– se revela como un reclamo del fascismo, del viejo fascismo; pero que se expresa en términos completamente distintos, en una dimensión biopolítica, porque el fascismo originario surge contra el bolchevismo y hoy, en cambio, lo hace contra determinados niveles de vida conquistados por los trabajadores.

¿Qué puede enseñarnos la situación de Brasil, con la victoria de Bolsonaro –cuyo gobierno se perfila como autoritario y racista– y en qué medida implica una reacción contra los gobiernos progresistas latinoamericanos y el fin de un ciclo que se cierra definitivamente en el continente?

Es difícil establecer parangones con América Latina. El neoliberalismo tiene necesidad de una estabilización, de un esfuerzo para superar lo que E.P. Thompson llamaba “la economía moral de la multitud”, que era también la de las viejas clases de trabajadores antes y durante de Revolución Industrial. Hoy el neoliberalismo se enfrenta a una desestabilización del estado de bienestar, fundamentalmente de determinadas dimensiones biopolíticas de regulación de la sociedad –educación, sanidad, derechos reproductivos y autonomía de las mujeres, etc.– que se presentan como algo irreversible. En Brasil han sido capaces de conquistar una mayoría electoral en nombre de la denuncia de la corrupción y de la promesa de acabar con la violencia vinculada a la inseguridad ciudadana. El problema de la corrupción en Brasil es un problema completamente intrínseco a la estructura del poder; una estructura omnipresente en la que el pago de sobornos a los distintos actores del juego parlamentario es una costumbre y los procesos contra la corrupción han provocado una disgregación de la clase política y de las élites del poder.

El otro elemento, el de la seguridad, es terrible, porque supone también un elemento de disgregación y al mismo tiempo es un elemento puramente racial, de racismo, un elemento colonial reintroducido en el discurso político. Las élites blancas quieren ser absolutamente dominadoras, es el alma colonial de los dirigentes blancos en Brasil –que son minoritarios demográficamente–. Esto es algo evidente y monstruoso. Yo no sé lo que sucederá en Brasil, pero cabe decir que nunca se había llegado a un tipo de fascismo tan cruel, salvo en la época del dominio nazi.

¿Por qué el antifeminismo está teniendo un papel destacado dentro de la ideología de estos nuevos proyectos fascistas?

El odio hacia la emancipación femenina es un elemento completamente central. ¿Por qué ese odio a las mujeres? Por una razón muy sencilla,: porque la lucha de las mujeres hoy, cuando se plantea en el terreno de la reproducción, afecta a elementos fundamentales del liberalismo: al mantenimiento del concepto de familia y de herencia del liberalismo y que constituye la base misma del sistema capitalista desde el punto de vista jurídico. Propiedad, familia y herencia son elementos que forman un todo interconectado en la filosofía del derecho de Hegel, del mismo modo que propiedad, soberanía y pueblo. Así que tenemos estas dos dimensiones en torno al movimiento feminista, que conlleva por un lado, el ataque al autoritarismo, pero también al patriarcado de la propiedad de la familia y de la educación. Esto me parece completamente central, aunque este elemento antifeminista no se dé con tanta violencia en los gobiernos actuales en Europa. No hay de momento ningún ministro europeo que se haya presentado poniendo en tela de juicio todos los derechos que las mujeres han conquistado.

En su obra la reflexión sobre el común tiene un papel destacado, ¿podríamos decir que el feminismo se ha convertido en el movimiento fundamental de reconstrucción del común?

En mis trabajos el discurso feminista es bastante reciente, y aquí tengo que hacer autocrítica. En realidad lo conozco desde los años 70, cuando las compañeras con las que trabajaba en Potere Operaio teorizaron sobre el salario para el trabajo doméstico. Desde entonces pienso que la lucha de clases tiene que comprender no solo el trabajo de producción, sino también el trabajo de reproducción. Pero desde aquellos años –y aunque he introducido el punto de vista feminista en mi investigación– he hecho un discurso que ha estado fundamentalmente vinculado a la producción. Cuando he hablado de la reproducción siempre lo he hecho en general, a veces con una especie de miedo benévolo a afrontar problemas que se remitían a lo femenino porque en nuestra historia muchas veces nos hemos encontrado con el feminismo de la diferencia italiano y su actitud de exclusividad y de rechazo respecto a cualquier utilización del discurso feminista. Esta es mi experiencia: aún entendiendo las conexiones he tenido que limitar mi discurso, porque me he encontrado con esta situación de bloqueo, de limitación, donde se nos venía a decir: “tú a tu discurso, que nosotras hacemos el nuestro”.

Pero esta expresión nueva y formidable que se ha producido ahora con el movimiento feminista, ha sido para mí un suspiro de alegría, porque se presenta la posibilidad de reanudar un discurso que espero que pueda ser común. En los años 70, uno de los mayores pasos adelante dados por el operaismo en aquel periodo se dio precisamente a través de la introducción del discurso sobre el trabajo femenino. Para la hipótesis del paso del obrero masa al obrero social fueron determinantes las elaboraciones feministas y poscoloniales. El feminismo y la teoría poscolonial nos dieron una gran perspectiva para avanzar: la perspectiva de la socialización de la explotación y, por lo tanto, de una valorización basada no tanto sobre la producción sino también sobre la circulación y la reproducción.

¿Cómo analiza la emergencia de nuevas figuras políticas como la de los “Gilets jaunes” (chalecos amarillos) y cuál es su relación con un régimen neoliberal que se está radicalizando? ¿Qué nos dice esa revuelta sobre el presente de las luchas y hacia dónde apunta esta protesta?

Francia es el país en el que el neoliberalismo ha intentado con Macron poner en marcha un proyecto radical, a pesar de que la crisis del neoliberalismo ya se había hecho sentir y habían aparecido fuerzas populistas a derecha e izquierda, donde la de derechas es particularmente peligrosa.

Muchos consideran que este intento de Macron podía aportar una continuidad de las reformas neoliberales, solo que el coste se ha revelado insoportable. No se trata solo de las grandes reformas que ha impuesto: las pensiones, la reforma laboral, etc., sino que se trata de lo que en Italia se llama la pidocchieria (cicatería): un método fiscal de pequeña sustracción de rentas. Se retiran a cada salario 10, 15, 50 euros para otros proyectos: una especie de método propio de un patrono de fábrica pero aplicado al Estado y a la sociedad de una manera injuriosa y cínica. La miseria existente, sumada al rechazo de ese cinismo, han creado esta explosión impresionante. Cuando lees que el 70% de la población aprueba las acciones violentas de los “chalecos amarillos” –en un país que no es en absoluto un país fanático–, significa que hay algo que verdaderamente no funciona. Los “chalecos amarillos” suponen la denuncia de una crisis profunda de la regulación neoliberal, algo que está sucediendo en todas partes en Europa. La gente no aguanta más.

Otro elemento positivo es la unidad que se ha producido en relación a dos reivindicaciones irrenunciables: la reintroducción del impuesto sobre las grandes fortunas –que fue eliminado por Macron– y el aumento del salario –del poder adquisitivo–. Creo que no se ha llegado a la idea de una renta básica pero está virtualmente ahí, apoyada en la idea de igualdad que está presente en el movimiento: “hay que quitar a los ricos para dar a los pobres”. Se ha logrado el aumento del salario mínimo y se ha superado el techo de déficit público y fiscal: se ha vulnerado el pacto fiscal, pero no es suficiente, el movimiento continúa y crece. Ahora mismo el sistema constitucional está siendo puesto en tela de juicio por un contrapoder activo que no se reconoce en la representación, que por ahora se niega a convertirse en partido y que busca nuevas formas de organización, de expresión. Esta es hoy la situación francesa: una situación absolutamente explosiva.

¿Qué enseñanzas podemos extraer de la apuesta institucional que hicieron una parte de los movimientos sociales surgidos con el 15M en España y que sentaron las bases de la emergencia de Podemos y de las experiencias municipalistas?

Yo creo que las luchas preceden siempre a los movimientos del capital, y no cabe duda de que en este caso nos encontramos con esta anticipación institucional. ¿Podía representarse el movimiento del 15M de manera distinta de la forma partido? Yo esperaba que sí, porque me parecía que era una fuerza que podía expresarse a través de dos formas de contrapoder difuso: por un lado el municipalismo y, por el otro, las Mareas articuladas en torno a problemas específicos. Me parecía que esto podía ser una clave para evitar la aceleración que la construcción del partido ha producido sobre la madurez del movimiento: una aceleración que ha quemado muchas posibilidades. Esa aceleración podría justificarse si ese partido hubiera mantenido un articulación amplia con el movimiento. El partido, por el contrario se ha cerrado inevitablemente. El sistema representativo no es un sistema de representación, sino de gestión del poder. Mientras no entendamos esto, no conseguiremos inventar una democracia que funcione. Hay que superar el sistema de representación tal y como está hecho porque ha sido un sistema inventado por los liberales, un sistema adecuado a una sociedad basada en la organización de la extracción de la ganancia. Hoy con los sistemas mediáticos que tenemos esta forma de gobierno es indestructible desde dentro, no se puede atravesar. Esto es algo que sabíamos desde hace muchos años y que los teóricos liberales mismos teorizaron en este sentido.

En este contexto, una parte de la izquierda europea responde con una apuesta por lo nacional-popular. En España, por ejemplo, se está teniendo un debate sobre si la respuesta a la ultraderecha y al neoliberalismo tiene que pasar por enarbolar la bandera de la nación y de la soberanía nacional…

¡Bueno esto sí que es “la imaginación al poder”!: el intento de recomponer sobre la nostalgia del pasado –porque se trata de formas nostálgicas– algo que hoy es completamente diferente. Lo nacional-popular se basaba en la hegemonía de un partido que era un partido bolchevique, y ese partido poseía los instrumentos para subordinarse los mecanismos de producción de hegemonía cultural, como por ejemplo los sindicatos. Poseía en cierto modo las claves de la intermediación social. Esa intermediación social era posible en una realidad sumamente estratificada y en una sociedad –esto no hay que olvidarlo– completamente atrapada dentro del mecanismo reformista, porque sin reformismo no tiene sentido hablar de lo nacional popular. Era una sociedad reformista keynesiana, fordista, en la que había fuerzas sociales que podían ser mediadas a través de un discurso que, en el caso concreto de los partidos comunistas europeos, era un discurso puramente reformista de mantenimiento del orden en el interior del desarrollo capitalista basado en el crecimiento. Decidme cuáles de estas condiciones existen hoy para crear un proyecto nacional-popular: hoy no existe ninguna de las condiciones que permitirían recrear un modelo de ese tipo.

El problema organizativo radica hoy en la organización de la multitud, en grandes movimientos transversales como son el movimiento feminista, los movimientos del sindicalismo social, los movimientos de los jóvenes, etc. porque la sociedad misma ya no está estratificada, sino que el valor de la sociedad es extraído y organizado en el plano financiero. No se puede pensar sin esta dimensión, si no contemplamos la crisis del liberalismo en el plano financiero, si no pensamos la extracción del valor, la financiarización del valor y todo lo que vincula las cosas que se producen en el plano local con el ámbito mundial, con la logística mundial. El mundo hoy funciona como dos muñecas rusas, una dentro de  la otra. La primera es la globalización física del mundo: hoy la globalización ya no es una idea, sino que es algo físico, es un orden financiero, son los bancos, etc. Luego están todas las redes de energía, la energía que circula a través de tubos y cables y que es también algo físico. Por otra parte está la comunicación, la producción y circulación del dinero: un mundo que se produce con sus propias fuerzas. Pero hay algunos que creen que pueden reducir el mundo a su propio jardín soberanista y hacerse su propia casa sin tener en cuenta estos dos mundos. Dos mundos que giran en direcciones contrarias y el problema es hacer que giren juntos, que giren en la misma dirección: volver a vincular la globalización material –la estructura– a todo lo inmaterial que gira a su alrededor. Por supuesto, hoy está también la temática ecológica que atraviesa todo esto, pero sobre todo tenemos encima la guerra como un riesgo cercano.

Las revueltas que se producen en el 68 fueron objeto de una “contrarrevolución neoliberal” –en palabras de Paolo Virno–, aunque algunos de sus componentes de revuelta subjetiva han dado lugar a conquistas en derechos y formas de vida alternativas. Hoy el 68 es impugnado tanto por parte de la derecha más reaccionaria –en el nuevo fascismo de muchas partes del mundo hay componentes antifeministas, contra los derechos LGTBI, etc.– como por parte de cierta izquierda cuyo análisis es que los movimientos sociales que se han derivado en buena manera del 68 han fragmentado la clase obrera –con un concepto estático de la clase obrera – y han hecho diluirse el horizonte de emancipación. ¿Qué piensa de estas impugnaciones?

Frente a estas críticas la única respuesta es que no es cierto que el 68 haya fragmentado lo social ni nada por el estilo. El 68 fue un gran proceso de luchas obreras. En Francia hubo un millón de estudiantes en lucha, pero también diez millones de obreros industriales en huelga general durante un mes. Se trató de la última gran batalla defensiva frente al proyecto capitalista de destruir la fábrica como elemento central en la producción. Lo mismo ocurrió en Italia. Así que no fue el 68 el que fragmentó la clase obrera, antes al contrario: el 68 fue un gran movimiento de los estudiantes y de las capas intelectuales que se dirigieron a la fábrica precisamente para defenderla.

Yo creo que estas críticas se dirigen más al post 68. En el post 68 se produce una gran mutación cultural a partir de un desarrollo de las capacidades productivas de los componentes sociales de la multitud. No tiene sentido lamentarse de que la clase obrera se haya disuelto en la sociedad, porque a través de esa disolución, de ese devenir multitud, la clase obrera se ha hecho más rica en términos de productividad y ha transformado la propia producción –que estaba directamente sometida al poder de mando de los patronos en la fábrica– en algo difuso, cuyo elemento fundamental ha sido la cooperación social. Esto ha traído consigo que los instrumentos de una clase obrera que se había unificado en la fábrica hayan estallado y hayan desaparecido.

El gran defecto del movimiento obrero consistió en no haber percibido que esa diferencia estaba formándose, en no haber tenido la capacidad de adecuarse a ella. Por el contrario, los grandes movimientos autónomos siempre han seguido la pista de estas transformaciones, las han representado a pesar de toda la confusión y todas las dificultades que se han dado. ¿Por qué hoy nos quedamos estupefactos ante acontecimientos como el 15M o como los “chalecos amarillos”? ¿Quién se los esperaba? Ante estas cosas, en los movimientos autónomos siempre hemos dicho : “nosotros no las hemos creado, pero hemos organizado lo que ha venido después”.

Europa ha tenido siempre un papel importante en su pensamiento, ¿considera que todavía puede ser un espacio o una herramienta para combatir las amenazas del imperialismo, la guerra y el fascismo?

Soy un hombre del siglo XX y para mí Europa sigue siendo, a pesar de todo, un paso adelante porque creo que el significado de Europa como punto final de la guerra es algo que permanece. Ha habido demasiados muertos, muchos jóvenes que fueron a morir por nada. Esa angustia está antes que nada en la raíz de mi adhesión a Europa. Luego el proyecto europeo se ha convertido en un elemento de represión de las necesidades y los deseos, y esto supone una enorme decepción. Y hay que luchar contra esto, pero hay que luchar de manera realista, desde dentro. Tenemos que pensar que vivimos en un mundo en el que, si cae Europa, las potencias que están por encima no tardarán en comérsela. Se merendarán cada uno de nuestros países como la Troika se ha merendado a Grecia.

Europa sigue siguiendo un terreno común, de manera mucho más realista que cualquier discurso soberanista. Hasta los fascistas franceses, que eran los más duros contra el euro, se han dado cuenta de que no se puede estar en contra. Para nosotros se trata de empezar a luchar dentro en términos continentales y considerando que somos hermanos y compartimos una historia y rasgos culturales comunes. Desde el punto de vista de nuestras pasiones y necesidades, los europeos somos algo próximo. Pero es fundamental cambiar el neoliberalismo, ir más allá. Hoy la batalla no es contra Europa, sino contra el neoliberalismo y tenemos que construir alianzas en este terreno. No creo que se puedan hacer en términos de populismo o de nacional-populismo, donde los diferentes modelos de soberanismo tendrían que ponerse de acuerdo. Cuando los soberanistas italianos han tratado de conseguir el apoyo de los austríacos para resolver algún problema se los han encontrado de frente. Es un propósito completamente contradictorio.

Para encontrar una unidad hay que reanudar un discurso de reformismo duro y radical en Europa. Este es el único camino que podemos recorrer. Hay temas como los que están surgiendo ahora con la lucha de los “chalecos amarillos” que habría que recuperar a nivel europeo: una justicia fiscal radical –no puede ser que los patronos no paguen impuestos–que implique una progresividad altísima de los impuestos; una elevación del salario medio y de las rentas del trabajo y la introducción de una renta básica de ciudadanía. Estos son los elementos con los que debemos buscar el acuerdo en Europa y son también los primeros pasos para la construcción del común. El comunismo consiste en poner en común esas formas de vida en las que nos encontramos cooperando, en hacerlas capaces de un esfuerzo, de una lucha y de una construcción. Porque hoy el problema es el de la construcción del común. Cuando hoy trabajas en red, sabes perfectamente lo que es el común. ¿Cómo se gobierna esa red? Los patronos la gobiernan individualizando, se trata de gobernarla comunalizándola. Y este es un problema que parece difícil, pero en realidad no lo es tanto, pero pasa por una toma de conciencia. El común en sí ya existe, el común para sí hay que inventarlo o mejor dicho, hay que inventar el pasaje de uno a otro. Lo importante es afirmar que no será el para sí liberal el que terminemos alcanzando. De eso no cabe duda.

Política en gestación: embrión de otras formas de vida Sobre y desde el cuerpo gestante desde una política feminista // Lucía Naser

Este texto es sobre un tema del que no sólo nunca me imaginé escribiendo, sino que hasta hace muy poco me imaginé no viviendo: ser madre. Esa fase que cambia todo, que parte de cero pero que a la vez es de las experiencias (de las tecnologías) más milenarias de nuestra vida en sociedad.  

La maternidad apareció como opción en parte por motivos personales, y en parte porque encontré en el feminismo compañeras y formas de pensar y de vivirla que zafaban de los modelos heteronormados y machistas de maternidad que tenía hasta entonces disponibles (o cerca). Para decirlo en las palabras lo más directas posibles, antes de eso ser madre era para mí sinónimo de entregarle el útero y la vida al patriarcado y no estaba dispuesta. Algunos años después de que esa certeza empezó a desestabilizarse y después de haberme enamorado de alguien en quien confío para hacer esto, escribo este texto desde un cuerpo político y gestante. Escribo desde y sobre ese momento bisagra que es el embarazo donde aún no pero ya casi. Escribo desde el feminismo, que si pone en riesgo las visiones y prácticas hegemónicas sobre el cuerpo de la mujer, no puede saltearse la politización de una de las experiencias más normativizantes de la vida femenina: la maternidad.

¿Cómo pensarla o vivirla sin demonizarla pero también sin sacralizarla ni romantizarla? ¿Cómo politizarla y construirla cuando es elegida y problematizarla y resistirla cuando no lo es? ¿Cómo transitar afectivamente por una maternidad feminista sin que se vuelva una experiencia organizada únicamente por la resistencia y el NO a los mandatos exteriores? ¿Y a los interiorizados?   

En la maternidad se encastran piezas claves de las definiciones patriarcales de lo que es y de lo que debe ser “la mujer”. En ella se juegan aspectos claves como la convivencia y la división del trabajo entre géneros, al menos para quienes hacemos esto en parejas heterosexuales unidas por el amor y la amistad. Me encantaría leer como les va a madres o padres de parejas homosexuales por ejemplo, o padres-madres que no se identifican con ningún polo del binarismo de género (ni a ellxs ni a sus hijxs), o a quienes deciden hacer esto en comunidad, pero no puedo ni pretendo hablar por ellxs.

Los imaginarios y comportamientos más populares en torno a los cuerpos de las mujeres gestantes y de las no gestantes (por elección o por impedimento) dejan claro que este periodo de excepción dice mucho sobre cómo y qué significa el cuerpo de la mujer en general; un significado que muta con el tiempo y entre culturas y aunque no debe ser universalizado necesita deconstrucción (y en muchos casos destrucción). La mater-paternidad trae adjuntas no solo alegrías, responsabilidades y un montón de corazones en instagram, sino también un container de miedos que puede llevarte muy fácilmente al conservadurismo. Para no terminar ahí (mi mayor miedo) es que escribo esto juntando algunos pensamientos gestados durante estos meses.

Empecemos por dos modelos de embarazadas o madres que el mercado social de las identidades ofrece en forma de imaginarios y de carne real: la madre emocional y la madre profesional.

 

La madre emocional

Según el modelo que llamaré acá “la madre emocional”, la embarazada es una especie de bólido sin control que agrega al ya impredecible e insoportable carácter hormonal de las mujeres, dosis desbordantes de arbitrariedad y sin razón. Debe por tanto ser perdonada por todo, aceptada en todo, tratada en el fondo como un ser fuera de sus cabales.  

Parte de este razonamiento – que asocia a la embarazada a cierta impunidad – es construido en torno de que la embarazada “está emocional” y si bien es cierto que una ondanada de hormonas te hacen sentir a veces más drogada que después de fumarte un troncho de las mejores flores, este modelo de feminidad suena conocido y tiene como trasfondo la construcción machista de la mujer irracional, impulsiva y en definitiva histérica y loca.

La madre emocional es la punta de la madeja donde se encuentran enrollados argumentos como que la maternidad es un hecho 100% corporal y no mental, por ende biológico, por ende al que la mujer viene determinada y de hecho es su razón de ser. En esa madeja también se enreda el pensamiento sobre las emociones como algo femenino, un lugar común del machismo. Asociar a la maternidad a un hecho conmovedor en términos emocionales e intenso en términos corporales – que lo es – es a menudo confundido con tratar a la embarazada como un útero que camina, como una bola de hormonas y carne o en su versión más romántica como una analogía humana de la madre tierra: tan fértil como impredecible, tan pasiva como prelingüística.  

Si una ha sido lo suficientemente valiente o nerd para adentrarse en al menos una pequeña parte de la inmensidad de la biblio y videografía sobre el tema “ser madre”, no faltan frases del tipo de que  “ahora que ya no puedes pensar en otra cosa que no sea tu bebé”, o “ahora que te olvidas de todo y no puedes concentrarte en nada”. Quizás soy una gestante perversa y desconectada de su proceso gestacional (aunque no lo siento para nada así) pero cuando leo ese tipo de cosa no puedo sino pensar que me están tratando como una débil mental o bien que están preparando el terreno para que “la embarazada” vaya jubilando a sus neuronas o a cualquier proceso intelectual de su vida para ceder paso a la tarea para la que vino a este mundo: Ser Mamá.

No señores (y señoras), no es cierto que solo pienso en mi bebé. Es más, me parecería patológico y preocupante para ese ser que llega al mundo que mi único pensamiento sea ella. Creo que este tipo de relación da inicio a relaciones de apego de las madres hacia sus hijos que luego derivan en relaciones de dependencia, rencor y exigencia que no estoy dispuesta a tener para con cualquier cosa que salga de mi útero, mucho menos con alguien que tiene ya a esta altura (30 semanas) cierta autonomía como ser humana.

La madre profesional

Otro estereotipo de opera como modelo es el de la madre profesional. La especialista en cada uno de los temas y labores asociados a la gestación y a la crianza. La que ha dedicado horas y horas a lecturas, tutoriales y conversaciones que la instruyen sobre la buena mamá (igual que hace algunas décadas había que educarse para ser la buena esposa).

Es que a través de la maternidad se ponen en circulación las demandas que caen en la mujer y que si bien representan a modos de organización patriarcales, muchas (demasiadas) veces son transmitidas por vías y grupos femeninos. Círculos de mujeres donde en busca de la madre perfecta en cruza con la mujer moderna se ponen en acción toda una serie de solidaridades (o quizás decirles complicidades), consejos, tips y recomendaciones sobre qué hacer y cómo para cumplir sin errores los requisitos del perfil buscado. Me pregunto si en círculos de varones o incluso de varones en procesos de deconstrucción de su masculinidad el tema de la paternidad es tema de terapia, de bar, de chats, de infinitas conversaciones virtuales y reales con conocidos y desconocidos, de páginas y páginas de piques sobre las diversas labores, conflictos, alegrías y angustias de ser padre. Me pregunto porqué a mi pareja (hombre) no le llegan los cientos de links con recomendaciones para ir tras una lista interminable de artículos que ni te imaginabas que existían para el bebé – y por cierto varios links de un mismo tipo de artículo como para que uses todo el tiempo libre de tus nueve meses de gestación en investigar la mejor opción considerando calidad-precio. Me pregunto porqué de los varones no se espera que estén “divinas” antes, durante y después de tener un hije. De hecho una buena porción de los comentarios que he recibido durante el embarazo van desde “estás bárbara”, a “cuánto aumentaste?”, a “lo importante es no subir de peso”, o que es un error de antes pensar que “hay que comer por dos”, a relatos de cuánto engordó ella cuando estuvo embarazada, y que “siendo bailarina es bueno que te cuides para poder seguir bailando” o que me sientan bien los kilitos de más. (¿En serio? Voy a tener una fucking hija por qué no me preguntás lo que siento!).

Para algunas personas y entornos pasas directamente a ser durante nueve meses una enorme panza con patas o simplemente a perder tu nombre propio en favor de La embarazada. Grito expelido con cierto entusiasmo y cariño que personalmente me pone los pelos de punta: “ahí viene la embarazada!”. Mi primer reflejo es pensar “¿dónde?, yo me llamo Lucía”.

La madre profesional tiene que estar bien nutrida y saludable con todo lo que es bio-orgánico-reciclable y sustentable para el planeta, pero no engordar jamás ni caer en drogas letales como el azúcar (?). Tiene que ser independiente pero estar incondicionalmente para su bebé o de otro modo traumas indelebles se posarán sobre la psique del bebé cual manchas en una hoja en blanco; tiene que ser activa pero dar teta a demanda; tiene que tener todos los accesorios pero saber dónde y cuándo comprar sin gastar de más; tiene que darse el permiso de desbordes emocionales pero poder ser su propia coach y rejuntar los pedazos para seguir espléndida; tiene que tener amigas pero que éstas no pongan en peligro la estabilidad del heteronórmico hogar. La madre profesional tiene que seguir con su vida profesional pero volverse una profesional de la maternidad que leyó 30 artículos sobre cada micro decisión que el sistema médico, financiero, educativo, inmobiliario e indumentario le pide tomar: informarse exhaustivamente sobre qué cuna tener y hasta en qué momento cortar el cordón umbilical, si usará pañales descartables o reusables, si su bebé reptará hasta su teta o si dejará que lo acerque la enfermera, qué tipo de chupete comprar, qué tipo de juguetes y de muebles llevarán a tu hijo a ser un “baby einstein” o un infradotado con dificultades y retrasos en el desarrollo. Las prevenciones son tantas y los consejos también que su efecto no puede ser otro que inocularte un profundo conglomerado de todo tipo de miedos sobre todo lo que puede salir mal.

No es que quiera elevar – tampoco juzgar – a esas madres que escabiaron y fumaron durante el embarazo o bien porque quisieron, o bien porque pertenecían a otra clase o bien porque gestaron en otro tiempo donde “una copita no hace nada”. Parece bastante obvio que la variabilidad en tiempos relativamente cortos de las teorías sobre “lo que hace bien y lo que hace mal” muestran que son ideología at its purest. Y por cierto con altas cargas de moralismo adjunto.

Por otra parte estas horas y horas de conversaciones sobre qué comprar y dónde, sobre qué es malo o bueno en términos absolutos, parecen tener por objetivo rellenar con consumismo y certidumbres “prácticas” la enorme incertidumbre y vulnerabilidad que implica hacer un ser humano de cero – y poner el cuerpo para eso-, y la abismal experiencia que significa convertirse en madre o padre (superando por otra parte el imaginario que rodea a esas figuras a partir de la propia tu experiencia de vida). Todo menos prepararse para el hecho de que lx/el pibx tendrá su propio mambo que no podemos ni prever, ni controlar, ni universalizar. Tampoco comprar. Y es que el capitalismo te encuentra un flanco débil en el hecho de que ciertamente querés lo mejor para tu hijx y esa es la carnada para pescarte desde el consumismo: la idea de que eso llamado “lo mejor” está por ahí en el mercado y se trata de averiguar qué es y donde lo venden para resolverlo.

La madre profesional es hermana de la esposa profesional. Es una trampa que aunque ya no tiene por objetivo (explícito) la complacencia y manutención de “el esposo”, pone a lxs hijes como rehenes de la reproducción de las mismas viejas relaciones de sometimiento de las mujeres.

No pienso agradecerle a mi pareja porque un día hizo la cena o cambió un pañal, o conmoverme porque expresa el deseo de ocuparnos de une hije a la par. Lo doy por hecho. Sino ¿él debería agradecerme todos los días por que desde que su espermatozoide fecundó mi óvulo estoy prestando mi cuerpo y toda mi energía-fluidos-hormonas-tejidos-sangre-etc para que crezca y se desarrolle nuestra feta?, ¿o qué?

Prefiero arriesgarme (oh intrépida!) a no comprar los mejores pañales del mundo pero vivir con la política y la ética en las que creo. Y mi opción es tan política como las otras. Porque la maternidad es política y es una de las principales usinas de reproducción y producción de formas de vida. Entonces al menos nos debemos una discusión profunda sobre la dirección de los cambios que trae volvernos además de hijxs – condición irrenunciable -, padres. Y qué formas de vidas deseamos diseminar en este ya bastante jodido mundo.

Madre se hace

La madre emocional y la madre profesional funcionan no sólo como estereotipos sino también como identidades. Y sabemos que las identidades son sobre todas las cosas nichos de formas de vida que proveen de ciertas guías y contenciones a las que las personas nos apegamos para reducir la tremenda anomia que significa estar en este mundo. Pero es obvio que hay más de dos tipologías y que cruces y variaciones de ambas dan lugar a otros tipos y personajes. Está la mamá autoayuda (la que siempre tiene el consejo ideal para darse y darte), la mamá bio (que jamás dio a su hijx ni a ella misma ningún alimento o elemento procesado o transgénico, la conciente del planeta y comprometida con el medio ambiente), la madre ejecutiva (que abraza el pragmatismo que requieren nuestros tiempos y avanza sin culpa como una topadora infernal maximizadora de eficiencia), la madre feminista manijeada (gracias por existir!), la madre didáctica (que en todo ve una excelente chance de aplicar una lección educativa y ejemplarizante para sus crías o para el mundo), la madre plena (la que nació para ser madre y a eso quiere dedicar su vida), la madre con consumo problemático de hijx (que no puede despegarse un segundo ni corporal ni mentalmente de su descendencia o cosas terribles sucederán), la madre tradicional (que manda a cagar a todo y abraza las “formas de antes” no dudando en encajarle un chorrito de vino a esa mema para que duerma mejor), la madre previsora (que ya averiguó a qué liceo irá su embrión), la madre sumisa (que es madre de toda la familia incluyendo su pareja, mascotas, etc y es además la limpiadora, la cocinera, la proveedora, la encargada de las compras, de la decoración y de inventar juegos nuevos los fines de semana), la madre paranoica (que se ocupa de problemas que no están ahí), y otro sin fin de arquetipos con las que seguramente con el tiempo me cruzaré o hasta encarnaré.

No pretendo ni (auto)exijo originalidad ni burla. Apenas en mi séptimo mes de embarazo y reconociendo mi desconocimiento de lo que se viene, me queda claro que esto está salado y que no tengo ni idea de qué tipo seré yo o si voy (vamos) a lograr un mínimo de dignidad en la tarea. Solo nombro todo esto porque no aparece en los libros que leí y me parece que reírse de una, y transcribir los guiones ocultos es una buena forma de autoobservarnos, pensarnos, modificar los patrones adquiridos y los hábitos que nos transmitimos de generación en generación y de grupo en grupo. Y de poder elegir.

Cuerpo gestante en el espacio público

Para terminar algunas observaciones sobre el cuerpo de “la embarazada” desde este cuerpo transitoriamente en ese estado.

(Uno) La sobrevaloración de la mujer gestante es la contracara de la desvalorización de la mujer no gestante. Como mujer que pensó y dijo durante gran parte de su vida que no quería tener hijos y no iba a hacerlo, me sorprendió enormemente como los entornos más próximos hasta los profesionales y anónimos, la gente pasa a valorarte diferente porque estás embarazada. Esto te facilita mucho las cosas en la cotidiana, te conecta con una capacidad de empatía y amor que escasean en este mundo, y quizás es uno de los motivos por lo que varias mujeres declaran que estar embarazada es lo mejor que les pasó en la vida.

Aunque sería una hipócrita si dijera que este trato diferencial no se siente bien, también lo sería si no compartiera que también me pegó mal pensar en porqué es tan valorado el cuerpo de una mujer cuando está en funciones reproductivas. Me hizo pensar en que esa serie de usos y costumbres son lo que estimulan a las mujeres a entregar su vida (me refiero a TODA SU VIDA) a la maternidad y a encontrar la fuente de autoestima en un útero útil para la reproducción de la especie cuyo correlato es la presencia del varón aportador de la semilla. Pero ¿y si no? ¿Si no tenés ganas de estar nunca embarazada no vales igual? ¿No sos tan querida y considerada?

(Dos) La impunidad de la embarazada de la que hablábamos hace un rato – por la cual durante este período de “excepción” te está permitido todo – ¿no es un placebo chantajista para todo eso que no podemos durante el resto de nuestras vidas donde no hay un nuevo retoño de la especie creciendo en nuestras entrañas?. Disfruto muchísimo de mi embarazo, siento amor por esto que crece en mí, y me parece una conexión con la naturaleza y con fuerzas vitales que nos atraviesan y trascienden que sin duda son difíciles de comparar con otras experiencias, pero me resulta perverso el lugar que La Embarazada ocupa y el contraste con el resto de la existencia de la mujer y en otros momentos de su vida.

(Tres) Dicho todo esto, sin embargo, hay un aspecto no excepcional durante los nueve meses en que todo tu cuerpo se redondea y muta en formas que no dependen de tu voluntad, conciencia o decisión (más allá de la de no interrumpir el embarazo): el acoso callejero no deja de estar ahí. Primero porque tus tetas se inflan como burbujas intentando escalar hacia arriba en un refresco efervescente recién abierto y eso hace que “los piropos” te atomicen sin ganas ni tiempo de explicar que “además de que podes meterte el comentario en el orto, estas no son mis tetas”. Pero después, cuando ya es obvio que tenés une pibx creciendo adentro, no faltan candidatos para expresar a viva voz la calentura que les provoca la mujer fértil, la imaginación que se despierta al verte con una marca que devela que alguna vez cogiste, todo tipo de comentarios que te ponen al nivel de un animal de reproducción, te señalan como hembra preñada, te hablan sobre hacer hijxs, o aluden directamente a la zona y modo como entró el semen en cuestión y otra infinidad de otros poemas y versos que producen la náusea más fuerte que una embarazada puede experimentar. En resumen, muchos hombres – muchos más de los que una puede imaginar – tienen el fetiche de la embarazada y no dudan en hacértelo saber.

(Cuatro) Pero también está la maternidad en espacios semi públicos, que ya no son la calle sino ambientes de militancia o estudio donde una madre y un padre sin duda atraviesan experiencias bastante diferentes.

Hace poco nos preguntábamos con mi pareja porque últimamente vemos a tantos compañeros varones con sus hijxs pequeños en eventos públicos mientras que no es tan frecuente ver a mujeres con sus bebés e hijos participando de cosas como conferencias, clases etc. ¿Será que en el caso de las mujeres ir con hijxs es visto como molesto mientras que a los hombres se les celebra como una proeza? ¿O será que ahora que el cuidado está siendo más repartido sucede que los padres no dejan de ir a lugares cuando están a cargo mientras que las mujeres sí? ¿Porqué se da esta auto reclusión femenina? Observaciones preliminares me llevan a pensar que aunque en efecto el cuidado está cada vez mejor distribuído, cuando los padres se quedan con les hijes les llevan con ellxs a lugares, mientras que las mujeres se quedan en la casa. ¿O es que la mujeres participan menos en este tipo de espacios independientemente de que tengan hijxs a cargo o no? La respuesta es obvia para cualquiera que haya leído estudios más serios que mis especulaciones sobre el tema. ¿O no?

Hay cosas que aunque estén en tus narices no ves hasta que las vivis.

Lo que podríamos gestar juntes: antojos colectivos

Por cada gesto de aprobación que la sociedad o mi entorno me hizo cuando tomaba una decisión ajustada al sistema (terminar un doctorado, bailar en un teatro conocido, irme a vivir en pareja o el sumum: tener unx pibx) tengo presente los gestos de desaprobación y señalamiento cuando mis opciones, gustos y deseos no iban por la senda delineada como “el camino del bien”. No es rencor es justicia, y es recordar(me) que como mujeres no vivimos nuestras vidas para complacer a los mandatos patriarcales pero tampoco para privarnos de cosas por demostrar que podemos llevar la contra (me refiero a amar, o atravesar esta experiencia tan inmensa que es gestar a otro ser dentro de una y en colectivo pero también a cosas como ponernos una minifalda o pintarnos las uñas).  

Hacer vida es (re)producir formas de vida y en ello aparecen muchas posibilidades de construir otros mundos. Por eso anoto en el cuaderno de mis luchas intentar vivir esta experiencia desde el deseo y el amor y no desde la trinchera; que les niñes que vengan no sean rehenes de nuestras cruces, traumas y normas ni tampoco los mesías y delegados de eso que queremos ser pero no nos animamos ni nosotres mismxs; que no sean una prueba de quienes somos, como modelos en miniaturas de nuestros super yos y super egos; que no sigamos tapando las enormes incertidumbres de la vida con recetas “infalibles” y links de internet; que no tapemos los vacíos afectivos de nuestras familias o vidas solitarias con objetos, consumismo y manuales; que dejemos de juzgarnos como táctica para reafirmarnos; qué formas de amor y de amar disidentes y diferentes puedan abrazarnos incluso siendo madres y padres; que estar embarazada no sea “la mejor experiencia de tu vida” o que si lo es te haga pensar en cómo va tu vida; que no digamos más “tener” un hijo como se tiene una mascota o un artículo del hogar; que ser madres y padres no sea un proyecto donde se espera éxito, eficacia y buena performance sino el inicio de una relación que va a convivir con otras relaciones, seres, tiempos; que dejemos de pensar la maternidad desde la universalización de nuestra condición de mujeres occidentales blancas y de clase media; derribar el mito del “instinto maternal” y desarrollar instintos para otras cosas; que desertemos del rol de “la mujer sensible”, la que todo lo percibe y todo lo ve mejor, desde la mugre en el baño hasta la necesidad de sus hijxs, la pareja y el hogar; que nos preguntemos si por detrás de la madre perfecta no se esconde el objetivo cuasi nazi del mejoramiento de la especie; que nos preguntemos por la ola contemporánea de higienismo y obsesión por la salud perfecta. Esos serían mis antojos de embarazada.

En resumen reinventar y re intentar un mundo afectivo por fuera de los estereotipos de lo maternal-femenino y al mismo tiempo por fuera de la estrategia de masculinización como táctica defensiva. Reinventarlo sin tener que renunciar a pensarnos desde nuestros cuerpos de mujeres. Agarrar coraje pero no para hacer la dieta del tomatito cherry cada 15hs o para ser la mujer super eficiente que puede con todo, rinde en todo, sabe todo, es sexy pero también culta, es buena madre pero también está buena, es abierta pero también organizada. Agarrar coraje en colectiva, para hacer más ancha nuestra libertad, nuestro desorden, nuestro espacio para respirar, nuestro espacio para cuidarnos y no siempre cuidar. Incluso para descuidarnos, porque a veces necesitamos eso, lanzarnos a cosas que no sabemos, poner ciertas “prioridades” en segundo o último lugar, hacer cosas que no son para “los nuestros” ni para nosotras, tirar todos los libros de autoayuda a la hoguera, no planificar ni prever, no ser preventivas ni mesuradas, ni nada.

Decidir ser madres.

Pero que otrxs sean lo normal.

 

Nodaléctica: hacia un materialismo de las prácticas // Roque Farrán

I. Ideología. Nos hemos acostumbrado a tomar la ideología como si fuese una mala palabra: si alguien está en la ideología está en el error. Sin embargo, la ideología es irreductible y lo importante es entender, en todo caso, cómo funciona: sus mecanismos típicos, sus aspectos reproductivos y transformadores, para ejercer una crítica que sea inmanente a la misma práctica ideológica. Necesitamos de la ideología para producir cohesión, unidad, convicciones, ficciones útiles, que, si seguimos el clásico planteo althusseriano, se articulan en sus tres aspectos principales: la interpelación, el reconocimiento y la materialidad de sus rituales; con la formación política y científica, o con las demás prácticas no basta. Eso que en algún momento se llamó “épica” o “mística”, durante el kirchnerismo, es la ideología y resulta imprescindible, pero tenemos que entender la materialidad de la ideología y que “no todo es ideología”, o, lo que es lo mismo: la ideología es no-toda. Pues es necesario entender cómo se entrelaza con las otras prácticas: el psicoanálisis, la política, la ciencia, la filosofía, el arte, etc. Todos los practicantes necesitamos de una ideología común, llámese ideología de género, feminista, populista, comunista o plebeya, desde la cual dar batalla también a esas necedades derechosas y fascistas que suelen arreciar desde los medios de comunicación y sus ideólogos; no podemos combatirlos solo invocando la racionalidad de un saber científico, o una ética del cuidado de sí, nuestra eficacia se juega en el entrelazamiento tópico entre esas prácticas y la ideología; la práctica ideológica guarda su especificidad y eficacia, sobre todo si es materialista y está advertida del resto.

II. Cuerpo. Más que poner el cuerpo, yo digo hacer un cuerpo; un cuerpo se hace de gestos materiales, sensibles y valientes; siempre ha sido así. Un cuerpo, individual o colectivo, se va haciendo de repeticiones, hábitos y variaciones, hasta que adviene la idea del conjunto corporal, que encarna e incide en él como acontecimiento de superficie o pliegue que le da toda su potencia de invención, toda la flexibilidad y justeza necesarias para enfrentar lo que advenga; incluso si lo que llega de manera imprevista es su disolución, pues no habrá sido en vano. No habrá sido en vano, si se da batalla hasta el final, porque de ello quedarán huellas o ideas que retomarán otros cuerpos para hacer los suyos (para hacerlas suyas, también, a las ideas, y para hacer de las suyas cuando les toque en suerte).

III. Composiciones. ¿Por qué no nos encontramos más a menudo? ¿Por qué no componemos más y mejor? ¿Por qué nos cuesta tanto articular, potenciar, unirnos? Hay una especie de debilidad mental generalizada que se ajusta perfectamente a la lógica del valor y la especulación, atraviesa las relaciones sociales de cabo a rabo, en todos los sentidos, clases y niveles. La crítica del valor hay que hacerla caso por caso, emprenderla cada vez, porque somos seres idiotizados por la puesta en valor de todo. Hasta de los saberes. Por eso insisto en un pensamiento materialista de las prácticas, invaluables, genéricas y generosas (incluida la práctica teórica); apuesto a desarrollar métodos de pensamiento combinados y ejercitarnos en un uso libre de autores y tradiciones. No sé si se entiende, pero creo que de la insistencia sostenida y de fracasar una y otra vez en la interpelación, algo va precipitando.

IV. Materialismo. El materialismo que deseo sostener es un materialismo de las prácticas concretas; de las prácticas cuales sean, sin privilegios, jerarquías ni exclusiones: prácticas ideológicas, éticas, políticas, científicas, artísticas, teóricas, etc. Pensar las prácticas en su especificidad o singularidad, en su apertura e indeterminación características, así como su conexión y entrelazamiento tópico con otras prácticas, es decir, su eficacia diferencial y sobredeterminación coyuntural. Lo atendible de una práctica es aquello que permite transformar a los objetos y sujetos involucrados, no sus valoraciones a priori, esquemas tipificados, protocolos o cosmovisiones acabadas (filosofía espontánea de todo practicante). De allí que el simbolismo, la efectividad simbólica, las performances, los ejercicios espirituales, entre otras rarezas, también puedan ser incluidos y pensados rigurosamente desde una perspectiva materialista consecuente.

V. Entrelazamiento. No me parece que lo más interesante del psicoanálisis sea el aporte teórico que éste pueda hacer al entendimiento común de otros procesos y prácticas materiales; por ejemplo: la política. Más allá de ciertas generalidades o generalizaciones vacuas que de todos modos ya son parte de la cultura en sentido amplio y casi todos conocemos (Psicología de las masas y análisis del yo, el discurso capitalista, el goce, etc.), considero que el principal aporte del psicoanálisis al campodel pensamiento actual pasa más bien por su práctica concreta. En ese sentido, habría que recomendarlo o incluirlo en la formación de ciudadanos y militantes por igual, según su deseo, y entender en cualquier caso cómo se vincula desde su singularidad con las demás prácticas: su eficacia propia. Allí, es la filosofía quien presta sus servicios para, mediante la producción de conceptos elaborados con elementos de las más diversas prácticas (incluida la psicoanalítica), pensar el entrelazamiento conjunto de ellas: la tópica y el tiempo. La filosofía también es una práctica entre otras, y conviene que sus conceptos sean forjados de la manera más amplia posible, pero ajustados al rigor de un método compositivo singular. Esto no supone ninguna distribución estándar del trabajo, intelectual o corporal, sino entender materialmente las eficacias propias de las prácticas para, llegado el caso, acudir a ellas en su diferencialidad entrelazada. Así, por ejemplo, si un psicoanalista desea ser honesto intelectualmente para entender la eficacia de su práctica en relación a otras (al igual que un político, un artista, o un científico), puede recurrir a la práctica filosófica para pensar con mayor amplitud y justeza los procesos complejos en que estas se insertan. A la inversa, lo mismo cabe decir de quienes practican en efecto la filosofía: no pueden quedarse venerando su propia historia, o las grandes ideas del pasado, es necesario que compongan conceptos atravesando las prácticas actuales y captando su singularidad epocal. Ni que decir que las identidades aquí no son fijas, no dependen de atribuciones profesionales ni responden a gremios de pertenencia; son las prácticas materiales las que se definen sus sujetos, y no al revés. Cualquiera puede devenir filósofo, psicoanalista o político, por caso, en tanto sostenga momentánea o continuamente tales prácticas; es la igualdad material de las inteligencias, pensada desde una tópica compleja donde el tiempo siempre es retroactivo: eso habrá sido así.

VI. Singularidad. El psicoanálisis es una experiencia de lo absolutamente singular de un decir que se olvida por estructura y cuyo tratamiento consiste justamente en despejar la vía para que ese decir resuene de otro modo y el sujeto al fin se escuche; secundariamente irán cayendo en ese “periplo estructural” síntomas, inhibiciones y angustias. El psicoanálisis, por ende, es una experiencia cuya efectividad se sostiene en la escucha y la suspensión de todos los saberes y perspectivas, incluidas las que se derivan de su propia práctica. Es un minimalismo del saber. No es fácil sostener esta posición ético-política y epistémico-crítica porque lo singular del decir no existe en sí mismo, sino que se encuentra modulado a través de múltiples estructuras, saberes, creencias, ideologías y determinaciones de toda clase; es ahí donde el psicoanalista no puede privarse de saber nada, para saber justamente qué es lo que debe suspender en su escucha y pescar al vuelo el acontecimiento discursivo que incide en el cuerpo. Eso no quiere decir que deba saberlo todo, pues todo no hay. Pero debe saber mucho de la mecánica, lógica, física y politicidad de los saberes. No hay lugar para psicoanalistas ignorantes en el ejercicio de la función “deseo de analista”; el no-saber es un ethos a sostener activamente en cada situación, no un principio de ignorancia universal. Cuando el analista ignora a priori, y no sabe no-saber con justeza, caso por caso, no puede escuchar lo absolutamente singular de un decir. Y eso se nota en las pobres justificaciones de su práctica, más bien ideológica y ritual, amparada entonces en sintagmas cristalizados o en el rechazo de cualquier otro modo de saber.

VII. Teoría. La mejor teoría es la que puede ayudar a un sujeto a transformarse a partir del entendimiento concreto de cómo se encuentra inserto en una sociedad, es decir, en el nudo material complejo de prácticas, instancias y niveles ideológicos, políticos, económicos y éticos. La mejor teoría es, en definitiva, la que le permite al sujeto interrogarse por su lugar en el mundo y empezar a forjar las herramientas necesarias para transformarlo.

VIII. Escritura. Me gusta imaginarme que arribo a la escritura o el pensamiento en su justeza, no a partir de una fórmula sucinta, decantada y purificada, sino en el trazado impuro de un movimiento singular que puedo realizar a cualquier escala o nivel, desde lo más nimio a lo más grandilocuente, un gesto minimal o la historia universal, la marca en un hueso primitivo y la metafísica occidental, lo más bajo y lo más alto, lo abyecto y lo sublime, etc. Me imagino a la escritura, o más bien a la letra, como un fractal que se replica, cuya figura es indiscernible para las formas estándar de argumentación o expresión; y creo que de tanto imaginarlo algo de eso ha ido tomando cuerpo. Cualquiera que suspenda la tiranía de las buenas formas puede leer eso que digo en singular y puede ensayar o practicar su figura. Pensar = anudar = trenzar. Entonces esa sea quizás la fórmula hallada. Ni solo un descentramiento por el que el sujeto supuesto se diluye en pos del otro, ni solo una reconducción de todo a lo mismo en función de un principio unificante. Lo mismo y lo otro se declinan de distintas formas en los registros imaginario, simbólico y real. Saber anudar esas formas, cada vez, es pensar. Sea cual sea el material con el cual se trabaje: letras, signos, cuerpos, dispositivos o multitudes.

IX. Encuentro. A veces, tener la fortuna de encontrar o inventar un significante nuevo permite pensar de otro modo lo que ha sido pensado hasta el momento, recombinar los métodos de pensamiento de un modo singular; allí no importa ya la geografía, el centro o la periferia, la lengua o la gramática escogidas; se impone la materialidad del pensamiento ajustado al caso. En mi caso, tuve la fortuna y la virtú de nombrar un modo singular del pensar: Nodaléctica. Su régimen de aprehensión está abierto al encuentro.

Devenir ortibas // Diego Valeriano

Lo que saben estos tipos. Eso que saben, que siempre supieron, que ahora lo saben un poquito más. Eso de ser contrarrevolucionarios aun sin revoluciones, de ser el puño de los que no dan más de llevar la vida que llevan, de ser venganza, ley del talión, orden. De  ser llanto hecho odio, hartazgo. Eso de devenir ortibas, patrullero, 911.

Ellos saben chasquear los dedos y listo. Saben sentirse deseados, admirados, temidos. Esa manija que tienen, esa sed, ese hambre voraz aunque recién comieron. Eso de saber que son los putos amos.

Esa amistad tan de ellos, esos silencios cómplices, esas obviedades que ni se dicen, esos whiskies en la terraza mientras Michelle y Juliana charlan adentro. Esas putas por venir una vez que ellas duerman. Ese tipo de deseo, de dominación, de crueldad necesaria. Esa satisfacción tan de ellos.

Esa manija, esa envidia casi mutua, esa admiración fingida. Está foto. Esa manera tan propia, ese orgullo de clase. Ese saber que cada uno pudo, que tuvieron el valor suficiente, que a pesar de todo son distintos, valientes, certeros. Que dicen lo que siempre escucharon, lo que otros no se animaron. Lo que aprendieron de chiquitos en esas escuelas llenas de caretas que necesitan de hombres como ellos para dormir bien.

Ellos saben lo que significan, saben lo que hay en juego. Una esperanza, una ilusión, una moneda que da vuelta en el aire. Se dicen ni un paso atrás, se envalentonan, se dan ánimo, se hacen chistes. Aunque no lo quieran se necesitan.

El cuerpo revuelto // Lila María Feldman*

Que tu cuerpo sea siempre

un amado espacio de revelaciones

Alejandra Pizarnik

En un escrito reciente hice referencia a «la lengua revuelta». Hoy quiero referirme al cuerpo en particular, el cuerpo en su potencia para desprenderse de las figuras del cuerpo del delito, y del campo de la prueba.

Será un escrito donde abunden preguntas antes que respuestas, pero también la posibilidad de intentar delimitar mejor un conjunto de problemas, que muches de nosotres observamos en la clínica psicoanalítica, y en los espacios colectivos, hoy.

¿De qué maneras, de cuántas maneras, el cuerpo de las mujeres es capturado por un deseo ajeno? Deseo para la mujer de condena a la maternidad (impuesta por la ley -cultural desde ya- de un destino ligado a la ficción de naturaleza femenina, y a la representación que fija lo femenino a ser madre), o de objeto de posesión exclusivo para el deseo del hombre, para la violencia, o para la muerte.

¿Cómo des-capturarnos y apropiarnos del deseo para la propia alegría y curiosidad, en y para una misma y en los encuentros con otres?

Quiero decir: ¿cómo las niñas, adolescentes y mujeres adultas descubrimos el enigma de la sexualidad ligada a un deseo que nos sea «propio»? ¿Cómo despegar el encuentro sexual de una presunción de peligro, de un estado básico de alerta, hacia el ejercicio de una sexualidad que tenga los mayores grados de libertad posible, en los modos singularísimos con los que cada una tendrá que resolver ese enigma? (el enigma que la sexualidad siempre representa). Es decir, que pueda ser enigma y no lugar hiper saturado de sentidos.

¿Cómo continuar separando sexualidad y castigo? Todavía en este siglo, no hay avance tecnológico, ni científico, ni político, que haya logrado desarmar esa soldadura. Aún.

Usamos -cada vez más- las mujeres, la palabra para defendernos, y vaya que la usamos, a contramano de otras palabras, prácticas y poderes. El lenguaje se revuelve, y en esa revuelta afortunadamente también damos batalla. Luchamos. Pero ¿cómo usamos el cuerpo? El cuerpo colectivo aloja, acompaña y posibilita el intento por inscribir el cuerpo de la mujer, y de cada mujer, de otras maneras.

En los albores del descubrimiento freudiano, las mujeres casi exclusivamente contaban con su cuerpo, como manifestación atrapada en la crisis histérica, o el síntoma histérico. Freud, alejándose progresivamente del saber médico de su tiempo, inventa un nuevo dispositivo (pasaje del método hipnótico y la cura catártica al método de la asociación libre y la escucha analítica), que libera al cuerpo de la fijeza en la conversión histérica y la actuación, de la condena a expresarse en una escena «loca» y sujeta a la examinación médica, y sitúa la resolución del enigma en el terreno de la palabra, generando nuevos posibles enlaces (es otro largo capitulo el de las viscitudes por las que avanzará esa escucha, y allí lo que Freud y su tiempo pudo, y hasta dónde, pensar. Y otro capítulo, además, el de las luchas para que no sólo los médicos -en otra época mayoritariamente hombres- tengan el derecho habilitado para escuchar y llevar adelante una terapia analítica, en particular en nuestro país).

¿Cómo recuperar, hoy, entonces, la palabra y el cuerpo deseante para vivir una sexualidad no peligrosa ni culpable? ¿Cómo arrancar nuestro cuerpo de «el cuerpo del delito» como poderosa representación dominante? Me refiero de este modo al peso que «la prueba» cobra en el cuerpo de las mujeres:

  • «La prueba de amor», con las obligatoriedades que se imponían, en nombre del amor, inscribiendo el inicio sexual en una lógica de dominación.
  • El embarazo: «la prueba del delito», el delito de ser mujer y desear.
  • El daño y la urgencia médica: la «prueba del aborto clandestino», realizado en condiciones indignas, desamparadas y en soledad.
  • El cuerpo seductor, como la «prueba de la provocación» que autorizaría, siempre, el avance o la intromisión del hombre. El derecho del hombre a imponer su deseo allí.
  • «La prueba judicial»: la prueba que logre determinar la existencia de la violación y el abuso.

 

Entonces, ¿cómo seducimos hoy las mujeres sin ser putas ni víctimas? (tanto de otres, por empezar, pero además víctimas de nuestras propias representaciones, representaciones psíquicas y sociales, singulares y colectivas, cuando suponemos, en particular las más jóvenes, que el avance erótico siempre es potencialmente amenazante o peligroso).

¿Como ponemos en juego nuestro deseo, solo capaz de singularizarse en los intercambios con los deseos de los otros? ¿Cómo incluimos en lo más nuestro al otro?

¿Cómo desarmar la idea de «hombre supuesto atacante»? ¿Y la representación de «mujer deshecho»? (Se usa y se tira, en un plano metafórico y en otro bien concreto y real).

El cuerpo de las mujeres se enfrenta cada día al trabajo de desasirse de esas representaciones de cuerpos que funden sexualidad, delito y prueba. Representaciones ligadas a los afectos de culpa y vergüenza.

Tenemos el desafío de encontrar modos más libres de ser hombres y mujeres, o de «llegar a serlo», y la capacidad de encontrarnos de nuevas maneras, de contribuir a crear para las pibas y pibes (para les adultes también) un campo de paridades. Pero sobre todo, de alegres maneras, maneras de probar que no queden aplastadas por otras «pruebas» que capturen en la dominancia de une por sobre otre, o en la exigencia en nombre de ningún valor o ideal, en una época donde además el “escrache” posible o realizado, tiñe los encuentros de amenaza. (No está de más aclarar, por supuesto, que son diversos y heterogéneos los niveles de responsabilidad en cuanto a las formas y recursos para generar mejores condiciones de posibilidad para ampliar Derechos y construir paridad).

Deconstruir será un destino posible, y sobre todo, ojalá, no ya para hombres o mujeres, sino para poder construir (con viejos y nuevos cimientos) encuentros y sexualidades placenteras, y no violentas. Que probar pueda ser eso: ser sujetos capaces, todes, de explorar, tener derecho y libertad de hacerlo (con el cuerpo y con las palabras: ambos son la materialidad de nuestro capital libidinal y deseante) y no ser objetos de pruebas.

*Psicoanalista.

15/01/2019

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“Se rompe el estado de derecho y se establece un golpe de Estado en Guatemala” // Entrevista a Gladys Tzul

Organismos de derechos humanos, el movimiento campesino, autoridades comunitarias, el movimiento estudiantil, las comunidades indígenas y diferentes sectores de la sociedad civil denuncian una situación de crisis generalizada en Guatemala. Es debido a la decisión del presidente Jimmy Morales, quien el pasado lunes en conferencia de prensa anunció la derogación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Dicho organismo cuenta con respaldo de las Naciones Unidas y fue creado junto con otras instituciones democráticas en el marco del proceso de pacificación. Desde la última década tiene a su cargo la investigación de los casos más relevantes de corrupción y se ha encargado, entre otros temas, de ponerle freno a los negocios entre la clase política y las empresas que buscan imponer  el modelo extractivista que atenta contra las comunidades.

La socióloga Maya k’iche’, Gladys Tzul, describe el contexto del país y la situación actual de Guatemala

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Según el gobierno, la CICIG se excedió en sus funciones y por eso resolvió de manera unilateral la expulsión del organismo y la partida de sus miembros. El presidente Morales también se enfrentó a la Corte de Constitucionalidad al desconocer su rol y por lo tanto su fallo en favor de la permanencia de la CICIG.

Tzul, explica cuáles son los argumentos del gobierno y por qué el presidente Morales busca la derogación del organismo internacional.

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Gladys Tzul, sostutvo que “se rompe el estado de derecho y se establece un golpe de estado porque el Ejecutivo quiere funcionar de manera unilateral, desconoce la Corte de Constitucionalidad, los Ministerios” y otras instituciones que deberían funcionar de manera autónoma y están subsumidas al Ejecutivo. Tzul, además afirmó que “este proceso de crisis es una manifestación más aguda de la confrontación que ha existido desde que Morales tiene el poder”. En este sentido, diferentes organizaciones realizaron un llamamiento internacional y mediante una carta al Secretario General de las Naciones Unidas manifestaron su rechazo a las decisiones del gobierno y solicitaron que prevalezca el respaldo a la Corte Constitucional, al CICIG y al orden democrático del pueblo guatemalteco.

De este modo el pueblo de Guatemala articula diferentes estrategias de lucha y se mantiene en estado de alerta y movilización, además de llevarse adelante diferentes recursos legales para impedir la resolución presidencial de terminar con la CICIG y la Corte Constitucional.

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La socióloga se refirió a la ola migratoria actual hacia los Estados Unidos y sostiene que “esto es un espejo para ver la crisis que hay. La gente está migrando porque está siendo desalojada de sus comunidades”. Además, advirtió que “hoy en día el Estado se ha reconvertido en una maquinaria de fuerza penal. Las cortes están también funcionando para ir despojando a las tierras”.

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Como activista del movimiento de mujeres, Gladys Tzul, señaló que actualmente existe un clima de violencia exacerbada contra las mujeres y, en este sentido, destacó que desde el feminismo reconocen al Estado como el principal responsable de la violencia contra las mujeres.

“Cuando quieren imponer mega proyectos, llega el ejército, ocupan militarmente las tierras, llegan guardias privados de seguridad y contra quienes primero se van es contra las mujeres. Al final de cuentas, son las mujeres las que sostienen el mundo de la vida cotidiana, el mundo de la reproducción. Son las mujeres las que defienden la tierra y el agua. Una manera de romper las comunidades es atacar a sus mujeres”, reflexionó Gladys y advirtió que en estos últimos meses, diciembre y los pocos días de enero, se registraron varios femicidios y coinciden con aquellos territorios en los que hay una gran resistencia a los mega proyectos extractivistas.

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A pesar de un vivir un contexto de crisis tan aguda las comunidades de Guatemala logran resistir a la violencia que ejerce el Estado. Gladys Tzul sostiene que los proyectos extractivos atentan contra las economías comunales porque allí reside la fuerza sostenida que les permite cultivar la tierra, alimentarse y no vivir plenamente ligados al mercado. Se trata de una “riqueza sostenida” que permite llevar adelante una lucha de largo aliento.

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Llamamiento al paro feminista 8M 2019 // NI UNA MENOS

Este año volvemos a organizarnos para la huelga feminista en todo el mundo. Nosotras y nosotres paramos: en las casas, en las ferias, en las fábricas, en las universidades y en todos los lugares de trabajo; en la selva, en las ocupaciones de tierra y en las villas; en las economías populares y en los trabajos precarizados; en las calles y en las comunidades, en los hospitales y en el campo. Paramos en todos los lugares y ampliamos una vez más el paro: hacemos saltar sus fronteras, le inventamos nuevas geografías. Redefinimos así los lugares mismos donde se trabaja y se produce valor. Reconocemos y dignificamos las labores históricamente invisibilizadas, explotadas y despreciadas: el trabajo reproductivo, el trabajo comunitario, el trabajo migrante.
También paramos contra la familia heteropatriarcal y el confinamiento doméstico, contra la explotación de nuestros territorios, contra el abuso sexual de los machos en posiciones de poder, contra los femicidios y travesticidios, contra la criminalización de lxs migrantes, contra la clandestinidad del aborto, contra la justicia patriarcal, contra el empobrecimiento y el endeudamiento sistemático, contra el asesinato de las lideresas territoriales, contra el racismo, contra los fanatismos religiosos y la moralización de nuestros deseos. Porque paramos contra las estructuras y los mandatos que hacen posible la valorización del capital.
Porque hemos logrado componer transversalmente todos estos sentidos, tiempos, espacios y prácticas de la huelga es que nos hemos convertido en un movimiento verdaderamente anti-neoliberal, capaz de bloquear y a la vez evidenciar todas las violencias que hoy exige la acumulación capitalista.
El fascismo global es una respuesta a esto. A la masividad, radicalidad e internacionalismo que hemos desplegado como movimiento feminista desde la multiplicidad de feminismos. Escuchamos al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, enunciar como primer punto de su programa combatir a la llamada “ideología de género” (concepto impulsado por la Iglesia católica y manipulado por los evangelismos a través de las campañas #ConMisHijosNoTeMetas), después de que ese país haya tenido sus movilizaciones más grandes impulsadas por el movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans para repudiar la muerte de Marielle Franco -negra, lesbiana, favelada- y para gritar #EleNão. Hemos visto esa misma respuesta fascista en el decreto Pillon a favor de la familia heteronormada en Italia y en la victoria de la ultraderecha en el sur de España. Lo hemos visto en la impunidad del juez de la corte Kavanaugh en Estado Unidos y en la crueldad de Trump con lxs migrantes. Lo hemos visto en Argentina, donde el gobierno de Mauricio Macri no deja de imponer políticas neoliberales que se articulan en una criminalización de la protesta, persecución de dirigentxs sociales como Milagro Sala, militarización de los territorios, además de incrementar la feminización de la pobreza y la precarización de todas las existencias.
El fascismo lee nuestra fuerza. Es imposible enfrentarlo moderando las demandas del movimiento feminista. El movimiento feminista no es cotillón de ONG, ni es inofensivo en términos de disputas políticas, ni puede ser banalizado como lenguaje de legitimación para prácticas neoliberales.
No hay oposición entre la urgencia del hambre a la que nos somete la crisis y la política feminista.
Creemos, por el contrario, que es el movimiento feminista en toda su diversidad el que ha politizado de manera nueva y radical la crisis de la reproducción social como crisis a la vez civilizatoria y de la estructura patriarcal de la sociedad. El movimiento feminista se hospeda al interior de organizaciones diversas y por ello está presente en las luchas más apremiantes del presente. Hemos visto a las jefas de hogar sacar las ollas a la calle y ponerle el cuerpo a la denuncia del ajuste, la inflación y la deuda. Hemos visto a las sindicalistas contestar las reformas laborales regresivas. Hemos visto a las mujeres indígenas del Abya Yala impulsar la plurinacionalidad de nuestros encuentros frente a la misoginia de los parlamentarios que se creen representantes de la nación. Hemos visto a las mujeres negras y afro defender sus territorios contra las violencias racistas y coloniales. Hemos visto a las pibas en situación de calle discutir qué son las violencias de las economías ilegales. Hemos visto a las presas denunciar la máquina carcelaria como lugar privilegiado de humillación. Hemos visto a las mujeres de las villas tomar la palabra en el senado para reclamar el aborto legal, seguro y gratuito.
Creemos que el movimiento feminista en toda su diversidad y a través de la herramienta del paro como proceso político de organización transversal, de la marea verde, de la insurrección de las nuevas generaciones, de la escucha colectiva a las denuncias de abuso sexual entendido como abuso de poder, de las genealogías rebeldes que nutren una imaginación radical y de las luchas contra el extractivismo y el despojo de los recursos comunes, está produciendo aquí y ahora una nueva forma política. Una política que viene a cambiarlo todo. Una política que cuestiona los privilegios en todos los espacios, que no ampara la impunidad, que no se conforma con delegar los cambios a los expertos ni a salvadores y que no se somete a hablar en la lengua de la victimización.
El movimiento feminista se ha convertido en caja de resonancia de toda la conflictividad social, tramando alianzas que rompen las jerarquías patriarcales, construyendo complicidad entre luchas, elaborando nuevas prácticas y lenguajes para la emancipación. Por eso, frente al fascismo neoliberal y colonial que quiere redoblar sus violencias, nosotras y nosotres paramos. Paramos porque nos mueve el deseo de revolucionar nuestras vidas. Paramos porque sabemos que se va a caer. Al patriarcado lo estamos derrumbando desde abajo.
¡Nos vemos en las calles! ¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos!

“Enfrentamos una contraofensiva religiosa y económica” // Entrevista a Verónica Gago

Verónica Gago, doctora en Ciencias Sociales e integrante del colectivo Ni Una Menos, analiza el 2018 y lo que dejó: el avance de la lucha de las mujeres, la organización y reorganización del movimiento feminista, el debate por el aborto legal y la calle como lugar de encuentro. ¿Cómo sigue 2019?.

Sin dudas 2018 estuvo atravesado por la lucha de mujeres: el paro del 8 de marzo, los debates y la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito, el 33 Encuentro Plurinacional de Mujeres y las diversas marchas en contra de la justicia patriarcal. Organización y reorganización de un movimiento que no deja de crecer.

Verónica Gago es doctora en Ciencias Sociales, investigadora e integrante del colectivo Ni Una Menos (NUM). En diciembre, editaron de manera autogestiva los manifiestos y documentos producidos durante todo 2018 y publicados en redes y medios de la Argentina.

En esta entrevista, analiza los aspectos positivos de la lucha feminista durante el  año que pasó, el aborto como bisagra de la ocupación de los espacios públicos y las asambleas, como método para la discusión política y el armado.

¿Qué análisis podes hacer sobre el año que pasó en relación al movimiento de mujeres?

Mirando en retrospectiva sentimos el vértigo de todo lo que pasó en un solo año. Iniciamos con las asambleas multitudinarias para el paro nacional. Que se triplicaron en relación a 2017. El paro y la movilización del 8 de marzo fueron enormes y vimos su fuerza tanto por lo que sentimos estando en la calle como el tipo de reacción que tuvo el Gobierno ante esa  masividad y radicalidad que yo insisto son dos características que vienen unidas en este movimiento y que le da una singularidad particular a los feminismos que estamos construyendo. Creo que el tipo de enhebrado, de trama, que se construyó en todo lo que fue la marea verde, en muy pocos meses, es otro de los puntos que hay que remarcar como ganancia.

¿Consideras que el debate por el aborto significó un punto de inflexión?

-El nivel de porosidad, de apertura, de profundización y de radicalidad que asumió la discusión sobre el aborto fue la capacidad de convertir la escena parlamentaria en un debate público por el que pasaron más de ochocientas voces. Los pañuelazos y las distintas discusiones atravesaron las familias, las casas. Fue un fenómeno federal y que vimos rápidamente convertirse en un fenómeno internacional. Pudimos ver la dimensión de la masividad, de la radicalidad y le agregaría la dimensión internacionalista de las iniciativas feministas. Creo que eso es una fuerza que hemos logrado acumular que la vemos ponerse en movimiento con distintos hechos y distintos episodios y es fundamental.

¿Cómo evalúas esa masividad del 8 de agosto? ¿Qué aportó?

-Creo que el 8A ha sido un momento de furia y de euforia. La euforia de lo que logramos movilizar, de lo que sentimos, de la energía desplegada de la manera en que logramos discutir las condiciones del aborto, conectarlas con las condiciones de precarización de vida, con la discusión clasista de quiénes son las que abortan en las condiciones más riesgosas. Cómo logramos desarmar esa idea y el lugar que se quiso imponer diciendo que era una demanda de la clase media, fueron batallas muy importantes. Lo que hizo el senado fue justamente abroquelarse en términos de poder político y de quienes se auto atribuyen la prerrogativa de la ley para decir hasta acá llegamos.

¿Crees que se trató de una derrota que no se aprobara la ley por el aborto legal, seguro y gratuito?

-El desprecio a esa movilización tan masiva y el cierre de lo que se supone es una institución democrática fue muy duro y brutal y creo que nos generó un nivel de decepción y frustración muy grande pero yo no logro leerlo como una derrota. Sí creo que nos dejó muy agotadas, con necesidad de pensarnos y de revaluar y sentimos inmediatamente la contraofensiva que se vino después a nivel de la militarización, de ataques a compañeras que iban a abortar, a nivel de empobrecimiento y financiarización de las economías domésticas que está siendo brutal y las contraofensivas religiosas, en lo que se podría decir una cruzada realmente contra el poder de las mujeres de decisión sobre su propio cuerpo y sobre los cuerpos gestantes.

¿Cómo fueron pensadas desde Ni Una Menos las movilizaciones luego del 8A?

-Un momento de elaboración muy importante fue en Trelew, en el Encuentro Plurinacional de Mujeres. Me parece que ha sido un primer lugar donde pudimos reponernos, repensar, y entender qué era lo que nos habían dicho en el Senado y también seguir imaginando y conspirando cómo continuar.

Las asambleas fueron y son un dispositivo fundamental del hacer política feminista. De todas maneras, es un desafío reinventarlas cada vez. No reutilizarlas, burocratizarlas, ni convertirlas en una escena vacía. Hay una apuesta muy fuerte porque entendemos que son los lugares de colaboración colectiva, en los que pensamos juntas y hacemos un diagnóstico feminista de lo que nos va sucediendo y del tipo de horizonte que nos queremos dar.

 

Fuente: Canal Abierto | www.canalabierto.com.ar

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Algunas pistas de reflexión acerca de los chalecos amarillos // Mila Ivanovic*

*politóloga francesa

Me han llegado preguntas de compañerxs latinxs acerca del fenómeno inaudito que esta viviendo Francia desde el mes de noviembre. Como muy a menudo he preferido esperar antes de formular hipótesis a quemarropa, y participar reiteradamente en marchas, dinámicas comunicacionales 2.0 de este movimiento nuevo que apareció en el escenario francés (y lo transformará por mucho tiempo no cabe duda)  antes de proponer algunas pistas de interpretación tras dos meses de movilización. Orientaré mi lectura en torno a tres bloques de ideas: la territorialidad francesa, el componente social y el neoliberalismo.

  1. Territorio

Primero hay que marcar una primera idea : por primera vez después de mucho tiempo, la territorialidad francesa se ha visto socavada, ya que París no es el centro de la movilización sino el escenario de teatralización del movimiento cada sábado[1]. Como nunca antes se han visto personas de todo el país, llegar con sus propios medios a la capital para desfilar juntos con otro millar de personas que deciden interpelar al poder en su propia casa. Este hecho conlleva otro : lo que se visibiliza últimamente es la marginalidad, invisibilidad y aislamiento de los territorios no urbanos o semi-urbanos. No los suburbios propiamente sino los « no-lugares » (para retomar una idea desarrollada hace años por el antropólogo Michel Augé), o espacios de no-sociabilidades como lo ha definido Samuel Hayat[2], como son las rotondas ocupadas por los chalecos amarillos semanas tras semanas. Esto nos informa respecto de un formato especifico, que no tiene la misma fuente ni naturaleza para con las movilizaciones de plazas (15M, Nuit Debout, Tahrir, etc) porque es más fluida, y mucho más dispersa. Como otro analista lo explica[3] estamos frente a la expresión de una « política experiencial » donde más que todo se invoca las dificultades de supervivencia en un repertorio basado en el trabajo digno y remunerador. Por ello el movimiento tuvo la acogida y la rapidez de una linea de pólvora, ya que se fueron agregando voluntades y vivencias ligadas por la misma experiencia : la espoliación de los frutos del trabajo (y la crisis subyacente del salariado). Lo que se escucha siempre en la boca de los chalecos amarillos es que su vida se ha resumido a « trabajar para pagar facturas », cuando aun se puede.

Estamos entonces frente a un expresión de hartazgo social, de emergencia social que fue develada, y revelada como definitivamente insoportable culpando un gobierno que rompió el pacto social de la representación política.

Pero lo territorial tiene otra dimensión: pocos meses antes que se iniciara este ciclo de protestas, la Zona a defender (ZAD) de Notre-Dame-des-Landes[4] fue el escenario de una represión desproporcionada, y muchos parisinos fueron a dar una mano a los habitantes-activistas de la ZAD. Hoy se juega la inversa, la provincia acude hacia la capital como una escena de la toma de la Bastilla reloaded cada semana.

El decentramiento que produce la movilización es impresionante en todos los sentidos : territorial como acabo de explicarlo, sin ser meramente rural, es absolutamente provinciana ; en cuanto a los actores del cambio que han sido las tres últimas décadas las organizaciones sindicales, los estudiantes y los jóvenes racializados de los suburbios. Es en este sentido importante acercarnos a la composición social del movimiento.

 

  1. Composición social

Mi voluntad aquí no es ofrecer una fotografía fiel del movimiento al nivel nacional (todavía se está recogiendo información cuantitativa en varias investigaciones, con una de la cual estoy vinculada) ; el efecto de sorpresa ha impactado también en la calidad de la recolección de la información, y encima de todo sus interpretaciones. Inicio como un movimiento supuestamente anti-ecológico, anti-impuesto, con algunas expresiones de racismo y homofobia, y paso por una fase de reagregación tanto a nivel organizativo como representativo. Se creó una coordinación con algunos voceros, se redactaron mediante las redes sociales un compendio de reivindicaciones, que dejaron claro que los primeros tiempos de la movilización quedaban atrás, ya que ahora se exigía cambios de fondo en materia política y económica. Una especie de analogía con el « que se vayan todos » argentino pero esta vez contra Macron y la oligarquía financiera, colocando como piedra de toque del edificio reivindicativo al Referéndum de Iniciativa Ciudadana (RIC). En este contexto, para dar una ojeada a los componentes sociales del movimiento se puede afirmar que es más provincial y de clase media baja blanca. En efecto, sorprende (o no) que haya poca presencia de la población racializada. Un intento se ha hecho a través del Comité Adama[5] para en dos ocasiones llamar a una concentración anti-racista, anti-homofóbica y de los « barrios » en las deambulaciones parisinas de los chalecos amarillos.  Después de los eventos más insurreccionales de diciembre, con unas arremetidas pre-navideñas contra tiendas, se volvió a blanquear las marchas[6]. Todavía no salemos de un clivaje esencial en la sociedad francesa post-guerra (y postcolonial), y a pesar de algunos intentos como el del Comité Adama, parece que no estamos a punto de verlo superado con los chalecos.

Otro aspecto esclarecedor de la composición social de los chalecos es la defección de los habituales militantes y agitadores en las marchas parisinas. La extrema izquierda no partidista se quedó un rato a la espera de ver como evolucionaba el movimiento, muchos se quedaron atrás o poco entusiasmados por una movilización extremadamente variopinta y polifacética (como pudo haber pasado en un momento en las movilizaciones brasileñas de junio del 2013). El carácter « apolítico » de los chalecos, así caracterizado por los medios de comunicación no es nada cierto, sino la sideración de algunos frente a lo que no quiere institucionalizarse y dejarse apropiar, tanto por partidos políticos o personalidades del mundo de la política, como por una identidad política claramente marcada hacia un lado o el otro (izquierda-derecha) o incluso cualquier liderazgo realmente operante[7]. Pero político lo es en lo absoluto, al posicionarse como un nuevo actor definitivamente poco encasillable por la tecnocracia gestionaria, y la política de asignación de roles.

Finalmente,  otro aspecto muy llamativo es la presencia y manifestación de las mujeres, después de la primera marcha nacional organizada el domingo 6 de diciembre por mujeres chalecos amarillos. Tras una confusión sobre el carácter « no feminista » de esta convocatoria, no queda duda que interpela de forma latente todas las formas de precarización de la vida de las mujeres, siendo ellas las primeras víctimas de la doble jornada y del trabajo asalariado precarizado (tiempos parciales). Se decidió que la iniciativa se iba a reproducir cada domingo en las ciudades francesas como una manera de desactivar, también, la violencia policial.

 

  1. Estado, neoliberalismo, democracia y… Macron

 

No se puede hablar de los CA sin mencionar lo inaudito de la represión que se ha venido generando a lo largo de esas semanas. Ni el mayo 68 gozó del palmares al que estamos llegando. Diez muertos, centenas de mutilaciones, miles de arrestos; la respuesta del Estado ha sido contundente, con la voluntad de aplastar el movimiento haciendo uso de armas no-letales, sin embargo desaprobadas en la mayoría de los países europeos por el carácter de peligrosidad que implican. Una escalada de violencia que cada sábado vuelve a repetirse. Algunos altos responsables militares a cargo del orden público han expresado su desacuerdo anónimamente[8], pero el gobierno propone más represión a la represión.

Lo que nos lleva a tratar de identificar el momento político desde los arreglos institucionales y el contexto de la llegada de Macron. Si bien es cierto que Francia conoce un proceso de neoliberalización desde los años 80, se han ejercido en forma más contenidas que en otros países (Gran Bretaña, Alemania). La Reforma General de los Servicios Públicos fue la herramienta idónea para dar a entender a los franceses que no se iba a tocar el modelo francés de bien-estar, aplicando cambio tras cambio la receta de una progresiva retirada del Estado de los ámbitos del sector social. Pero tal vez más importante para la situación actual es el cambio de espíritu que guía la actuación de Macron desde su llegada al Palacio del Elíseo. Este hombre proviene de las filas privadas de la política, como experto y tecnócrato al « servicio » de lo publico. Es un hombre desprovisto de una clara identificación a la « razón del Estado » sino más bien al entorno de las ganancias y los entretejidos de la política financiera. Macron no es un Chirac, un Hollande ni incluso un Sarkozy, porque nunca había sido electo, y nunca había tenido que jugar el papel de la representación que otorga a los representados un lugar de legitimidad incontestable. No, Macron es hijo de otra doctrina : la que parece valerse solo de la lógica depredadora del “mejor” encima de los “perdedores”. La rebelión de los CA es una respuesta obvia a su traición, a ese divorcio entre la función regaliana (y protectora) del hombre de Estado y el empresario del Estado-Nación. Macron es el signo de la necrosis del sistema actual de repartición de la riqueza y de representación. Es también, retomando a Brecht, la ilustración de que un gobierno querrá poder disolver a su pueblo y elegir uno nuevo.

A la lectura « emocional » de los CA frente a los insultos recibidos desde 18 meses por parte del hombre fuerte de la República, se vislumbra otra mucho más racional y denota la politización progresiva del movimiento hacia la formulación de reivindicaciones que abarquen un replanteamiento de las relaciones políticas. El RIC (sin querer volver acá sobre su génesis, y la polémica alrededor de uno de sus defensores) parece un eco lejano a los nuevos constitucionalismos latino-americanos. Propone disolver el Parlamento y ofrecer una herramienta asamblearia y constituyente para entablar un gran debate acerca del Estado, el medio-ambiente y prometer une democracia directa. Se ha vuelto el leitmotiv de muchos desde el 15 de diciembre, cuando fue posicionado como una manera de llegar a la renuncia de Macron y ver mas allá. El RIC, fuera de saber si es un soporte suficiente para transformar un país en medio de la globalización y financiarización de la vida, representa un planteamiento que grita : « sí hay una alternativa », la primera es que te vayas, la segunda es que decidamos nosotros qué queremos después. Y esta afirmación tiene la potestad de una bomba en tiempos de inercia y fin de las ideologías (post-soviéticas y post-progresistas latinoamericanas).

En medio de la victoria corta de la teoría del derrame, entra por la pequeña puerta de la Historia, un derrame desde abajo, que articula las injusticias y la impunidad de una élite voraz de poder económico antes que político[9].

 

 

 

 

[1]     En este sentido, se han denominado los diferentes encuentros sabatinos en Paris, Actos, para recordar esta dinámica teatral.

[2]     https://grozeille.co/jaunes-de-colere-samuel-hayat/

[3]    https://lundi.am/Une-politique-experientielle-Les-gilets-jaunes-en-tant-que-peuple

[4]     Se inicio la lucha en rechazo al proyecto de construcción de un aeropuerto en una región rural cerca de Nantes. Proyecto abortado gracias a la movilización y ocupación del espacio durante varios años.

[5]     El Comité Adama nace a raíz de la muerte del joven Adama Traoré a mano de la policía el 19 de julio del 2016. Es la experiencia de movilización más fuerte que se ha dado en los suburbios y trata organizar un  movimiento basado en  los jóvenes racializados de las periferias urbanas (pibxs) contra las violencias policiales y la justicia racista del país.

[6]    Aunque no sea del todo “blanco”, como todo objeto político no identificado es difícil categorizar con algunas observaciones (en mi caso parisinas), dado que dependiendo dónde una se encuentre y a qué hora del día (o la noche) todo tiende a cambiar.

[7]     Es un elemento muy novedoso el que no se haya definido liderazgos claros. A pesar de la media decena de personas muy visibles en los medios, ningunx parece querer endosar la gorra del jefx. Hay mas bien una voluntad deliberada de despistar el poder, y no volver a jugar el partido de la representación.

[8]     https://www.youtube.com/watch?v=lp1LoauFhds

[9]     Dos casos son esclarecedores: el de Carlos Ghosn, PDG de Renault-Nissan detenido en Japon por fraude fiscal, y el de Alexandre Benalla, “asesor” de Macron descubierto en plena manifestación en mayo pasado propinando golpes a manifestantes. El uno está preso por una potencia extranjera, el otro desapareció de la escena política sin haber sido juzgado y condenado.  Estos dos casos revelan el nivel de entropia que impera en la política francesa estos últimos años, agravado en los meses pasados.

Poesía negra desde el Brasil: Tatiana Nascimento y el cuíerlombismo literario // Laura Judit Alegre para La tinta

Tatiana Nascimento es una poeta, compositora, cantora, negra lesbiana brasileña que escribe, investiga y publica libros artesanales de autoras negras y LGBT desde el proyecto independiente padê editorial. En agosto de este año, coordinó el taller de poesía cuíerlombista Del deber de sufrir, al derecho de soñar en el Centro Cultural Oswald de Andrade de la ciudad de San Pablo, como laboratorio de lectura y producción textual desde las existencias negras y disidentes en un territorio aún profundamente colonial.

Tras ese encuentro, concretamos la entrevista que aquí traducimos para La tinta, donde Tatiana nos invita a transformar la mirada blanca y heterocis para crear otros mundos posibles y deseables.

—Tu perspectiva poética se funda en el aqueerlombamiento o cuíerlombismo literario, ¿podrías explicarnos de qué se trata?

—El “aqueerlombamiento” o cuíerlombismo literario de la poesía negra LGBTQI resignifica la articulación entre la perspectiva quilombista de Beatriz Nascimento y Abdias do Nascimento, y lo cuíer/queer de la disidencia sexual. En un artículo que publiqué este año, titulado “O cuíerlombo da palavra y da palavra queerlombo…”, expongo el recorrido de esa articulación conceptual que retoma la definición de quilombo de Abdias do Nascimento como “[…] un movimiento político de los negros brasileros, que objetiva la implantación de un Estado Nacional Quilombista y tiene como finalidad básica promover la felicidad del ser humano”. Esa idea se complementa con mi experiencia de leer y traducir al portugués brasilero las obras de poetas y teóricas negras lesbianas producidas en inglés como estrategia para encontrar referencias para mi propio lesbianismo negro. De ahí, surge la articulación de queerlombismo, luego cuíerlombismo, como aqueerlombamiento, en ese proceso de construirnos a través o a partir de la palabra como queerlombo/cuírlombo, donde el rearmar(se) y recrear(se) por medio de las palabras y la coparticipación entre ellas es un hacer mítico en el sentido más fundacional del término. Así, nos reinventamos no sólo a pesar del silenciamiento colonial heterocissexualizante, sino en contra de ello. Y lo que me resulta más importante, todavía, es que lo hacemos a partir de nuestras propias narrativas ancestrales, desenterradas de la memoria que guardan las historias mal contadas, florecidas en la angustia que brotan nuestros cuerpos y deseos. Se trata de reorganizar nuestra propia historia, nuestra propia narrativa, nuestra propia subjetividad, sobre las bases negras ancestrales de la disidencia sexual. Aprendí esa doble función del cuírlombo, resistir y organizar, con la atlántica historiadora negra, Beatriz Nascimento, quien fue una de las primeras pensadoras del Brasil en discutir la conceptualización tradicional racista/simplista de quilombo como “grupo de esclavos fugitivos”. Entonces, al asumir la resistencia quilombola como ejercicio de liberación, proyecté la noción de queerlombismo, relacionada con una responsabilidad por el derecho de ser, de existir en la negritud a partir de nuestra identidad personal e histórica, sexual, de género (des)identitaria. Resistencia, sí, y (re)organización también.

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(Imagen: Kati Souto)

—Según tus análisis, ¿cuál es la situación de las narrativas negras en el Brasil actual?

—Brasil tiene una extensa tradición de poetas negrxs que, a lo largo de los siglos, han trazado un panorama bastante diverso de la complejidad de las existencias/literaturas negras, condicionadas al tiempo-espacio, al contexto social y de clase, al género (textual y sexual) y a los territorios específicos. En ese sentido, podemos comenzar nombrando a Maria Firmina dos Reis, Cruz e Souza y Machado de Assis, solo para hablar de literatura hecha por autorxs negrxs del y en el siglo XIX. Y, así, llegamos a la explosión de la literatura negra como movimiento colectivo, en el siglo XX, con Solano Trindade, Esmeralda Ribeiro, Conceição Evaristo y Míriam Alves. En el siglo XXI, me parece que está surgiendo una literatura negra producida desde esas raíces profundas con una osadía de florecimiento que expande los temas, la semántica, la gramática, la sintaxis y que va más allá de las narrativas “clásicas” que hablan sobre el dolor, la resistencia y el sufrimiento, como respuestas al racismo profundamente opresivo y vigente en la sociedad brasileña en niveles no tan sólo físicos y materiales, también simbólicos, psíquicos.


Mi interés en las actuales narrativas negras se centra en esa “expansión” de la literatura negra, que, muchas veces, tiene una mirada crítica al dolor, pero también sanadora, propositiva, conectando el “denuncismo” de esa literatura ancestral con el “anuncismo” de nuevos tiempos literarios. Y subjetivos también, ¿no? Porque literatura es también, y mucho, una construcción del imaginario. El foco de mi investigación, difusión y deleite ha sido la literatura negra hecha por personas LGBTQI, porque, como sapatão, busco la ancestralidad de las narrativas lésbicas negras, la conexión precolonial entre la diáspora negra y la disidencia sexual, y de qué formas esa memoria está plasmada en nuestras historias, nuestras narrativas, nuestras prácticas.


—¿Cómo se relaciona el “deber de sufrir” que aparece en esas producciones ancestrales con la historia política de las personas negras en Brasil?

—Esa tentativa del “deber de sufrir al derecho de soñar” es una metáfora que pensé para analizar ese momento de transición en la literatura negra. Considero que quien nos impone el deber de sufrir, junto con la correspondiente restricción de temas que abordamos en nuestra literatura, es la mirada de la colonialidad blanca y heterocisnormativa. Una mirada sádica que fundó un país y construyó riqueza concentrada a partir de la dominación de pueblos negros e indígenas. Y que consolidó un imaginario burgués de familia heteronormativa nuclear blanca mediante la eliminación de las narrativas ancestrales sobre prácticas sexuales y experiencias de género divergentes al modelo católico, fundamentalmente ligado al sacrificio y a la expiación del dolor con la muerte. Este modelo se instituye bastante a contramano de las cosmovisiones afroamerindias, ya que, para varias, la vida es para ser celebrada materialmente. Y no me estoy refiriendo a nada de lo que el “dinerismo” protestante no sepa. Hablo de las experiencias corporales maravillosas, de la abundancia en el comer, del goce al cantar y danzar, del disfrute de la episteme que conecta cuerpo-alma-mente al planeta, a la tierra. Y desde una continuidad espiritual, como muchas de estas tradiciones “de color” enseñan con sus religiones-cosmovisiones. El emprendimiento colonial es una violencia extrema, una máquina de asesinato y epistemicidio. Rompe el flujo de la vida de varios pueblos. Nos condena a la esclavización, al aniquilamiento, a la glotofagia. Entonces, la historia política de las personas negras en la diáspora queda inaugurada por ese trauma. Pero el trauma no tiene la capacidad de borrar los lugares de donde venimos. Creo que nuestra literatura siempre transitó entre dos mundos, el del racismo que queremos desmontar y el del quilombismo. Aquí, me refiero, en particular, al proyecto político, de nación, en que Abdias do Nascimento fundó un pensar de la felicidad para todas las personas a partir de las matrices negras de conocimiento. Desde allí, estamos construyendo el mundo no solo con nuestra supervivencia, con nuestra resistencia al dolor, al racismo, sino también con nuestras vivencias en totalidad, complejidad, existencia.

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(Imagen: Daisy Serena)

—¿Qué acciones o gestos disruptivos promueve el “derecho de soñar” en las producciones negras LGBTQI?

—En la poesía que vengo investigando, especialmente en los poemas preto-lésbicos de Kati Souto, Nina Ferreira, Vic Sales, Patrícia Naia, Maré de Matos, Vandia Leal, en la prosa de Márcia Cabral, los poemas de conjuro de Cidinha da Silva, y también en la poesía preta-travesti de Kika Sena, de Téo Martins, en la poesía gay-preta de Pedro Ivo, Guiga Pinto, Fabrício Hundou y, obvio, en mi propio hacer poético, lo que me ha llamado la atención es la refundación de la negritud en bases anteriores a la colonialidad. En especial, por el sistema referencial a cosmovisiones, historias, leyendas yorubas, como los itans que hablan de lesbianismo, homosexualidad, transexualidad de Orixás. La auto-reinvención desde una proclamación afro-futurista de la propia producción, los juegos de palabras y nuevos sistemas metafóricos para significar la negritud en la poesía. Me interesan mucho, por ejemplo, las metáforas del agua, la profundidad, usadas para redefinir la oscuridad y la amplitud emocional en la poesía, tanto de Kati, Nina y Vic como de Cidinha y Kika. Y para mí, ese gesto es especialmente disruptivo porque el mar quedó muy marcado en nuestra experiencia como “kalunga grande”, o gran cementerio, a partir de la crudeza mórbida de la travesía atlántica en los barcos negreros. Una sacudida a la propia diáspora como centro, como fuente, como punto de partida, que escapa un poco de las mitologizaciones de una África idealizada que es marca, muchas veces, de la poesía negra. La afirmación del lesbianismo, la homosexualidad, el travestismo como intrínsecamente ligados a la negritud implica una negación frontal del mito blanco súper-heterocissexualizador de la negritud, propio del advenimiento de la colonialidad, que impone pensar nuestros cuerpos como máquinas de reproducción o servicio del placer ajeno heterosexual y cisgénero, creando los estereotipos del negro-pijudo-estuprador y la negra-carnavalesca-perra, que aún justifican tanta violencia sexual y deshumanización de nuestras existencias.

—¿De qué manera padê editorial propone una alternativa pedagógica a esa lógica?

—Al publicar muchas de esas narrativas otras que cité antes. También, estamos lanzando el portal www.literatura.lgbt, para difundir libros LGBTQI escritos, en su mayoría, por autorxs negrxs. Literatura es pedagogía… ¿no?

—¿Podrías nombrar autorxs negrxs LGBTQI brasileñxs que están ejerciendo ese sueño de transformar la mirada y crear otros deseos?

—Tatiana Nascimento. Jota Mombaça (Jurema Mombaça). Cidinha da Silva. Dara Bandeira. Kika Sena. Esteban Rodrigues. Bruno Santana. Maré de Matos. Kati Souto. Nina Ferreira. Téo Martins. Denise Botelho. Wanderson Flor. Ryane Leão. Vic Sales. Gabi Nyarai. Pedro Ivo. Márcia Cabral. Fabrício Hundou. Vandia Leal. Débora Maciel. Luciany Aparecida. Viviane Ferreira, Luedji Luna, Anne Quiangala, Annie Ganzala. Estoy incluyendo la música, el formato audiovisual, la teoría literaria, las artes plásticas aquí… Somos un gran colectivo, ¿eh?

—Por último, ¿podrías compartirnos un poema?

—Un poema para cerrar… Elijo este video diz/faço qualquer trabalho (y (m)eu amor de volta todo dia)

*Por Laura Judit Alegre para La tinta / Imagen de portada: Nai de Marco.

*Traducción: Laura Judit Alegre.

Conferencia Performatica sobre bicicleta Glovo // Falopa Didier

cada paso del.tiempo devengo más publicitaria

el tiempo se me mastica más publicitario > me digo >>>>

algo tengo que hacer con esto antes ke estos infames chupa chichi me controlen y ya ni siquiera me contraten

extremaron sus condiciones

reducen sus nóminas de elenco estable de trabajadores

te echan, te mandan a hacerte el monotributo y te contratan para sus eventos publicitarios

no son de gestión, no son de políticas públicas, son publicidades empresariales

keres estár rico?

yo kiero estár bien pagx y bien tratadx

no puedo subirme a tu bicicleta financiera con la mochila de rapi o globo a repartir cualquier tipo de precarización

sino siento ke.mi vergüenza vale lo q un pañal cagado rasgado por un perro callejero y tu desfachatez para sumirme en esta esclavización en hebras cotiza en bolsa, hace corridas, opera merkeados

cuánto querés de mi fuerza? en ke limpiada de vómito puede servirte mañana?

 

atontarme de un golpe en la cabeza, dejarme sin opciones y disponer de mi

<<eso debes pensar a cada momento>>

 

mi deseo abreva de ríos radioactivos

de vacas muertas ke no vuelan

de alimentos mutantes que van a cobrar vida y fajarme

mientras , lo ten3s a al zombi reanimado de alejandro lerner gritando ke no se apague el fuego, colgas a 8 acróbatas del obelisco y nos mandas a flashear con verga olímpica

 

yo y un par de amigas

más otro mishones de desconocidxs

no damos más, chívamos, nos muleamos y nos fabricamos ranchitos con las migajas de realidad ke nos devuelven masticadas

y subterráneamente nos inventamos y deseamos perfos suber-alteradas. pekeñas bombitas para amasar una gran bomba que los detone, del sentido, de la acción, de remar en contrabando esta insensibilidad cotidiana que nos inyectan, que nos adormecen

 

venceremos

creeremos

deciremos

gederemos

 

ensayamos un submontaje posible para lograr lo imposible y es que se vayan de nuestras vidas, de nuestras camas, náuseas y formas de dar y recibir afectos

sólo estamos listos para recibir mimos

la política es beboteo

beboteo o muerte

(con ustedes no, claro, con ustedes nada)

con la derecha emprendedurista vaciadora

con el pyme ke se salva las papas nafta << NO ESTAREMOS PARA NADA >>

nos fundaremos como usinas generadoras de redes-afecto

empleadoras de fuerzas de intercambios

 

hacer subversión en este momento es hacerles nada, nada que le sirva a ustedes

no mulearnos más ni entre nosotras ni con nadie

dejarlos

vacíos

dejarlos rebotados de un silencio monotemático neoliberal será nuestra bomba

nuestra estafa

mechearles el farmacity

los carrefour

el open 25

incendiarles el rapa nui

este arte te va a llegar x pedido ya

sobre tus cartas la mesa

un montaje de maquillajes en el cajero automático y pagomiscuentas

hasta que no puedan reconocernos

en la noche antes que dormir

coseremos las junturas de lo mostra ke seremos a plena luz del mediodía

terrorismo diurno es mostrificación

vamos a pedirte ley de cupo y nos la vas a tener ke dar

tenemos nuestra contienda

ke se teje en manada

enchastradas

siempre insuficientes

pero no  ineficientes

hasta que nuestra molestia se deshaga costumbre

nos deben actos

himnos como eructos de birra

y pedos de rouge sobre sus caras

nos deben escarapelas pluricolorinches

geder hasta que este desfiladeros de europas y obra públicas se borre de instagram

La marea verde arrasó con todo // La Tinta

En enero, quién iba a creer que Rial comenzaría a hablar del aborto. A partir de ahí la farándula, los medios, los funcionarios, personas que nunca antes habían dado cabida a la discusión del aborto le dieron lugar. Sorprendidas de ésto, o no tanto, lo cierto es que en el 2018 la lucha dio un salto cualitativo. El aborto está legalizado en las calles. La marea verde llegó a los rincones más recónditos de este continente e incluso lo atravesó. Argentina estuvo en la lupa y la marea salpicó para todos lados.

Por Redacción La tinta

La pelea por el aborto legal, seguro y gratuito en nuestro país tiene larga data. Podemos reconstruir con facilidad desde el inicio de los Encuentros Nacionales de Mujeres (ENM) en 1986. Al comienzo poquitas mujeres se encontraban todos los años, pero luego este movimiento fue creciendo exponencialmente y fortaleciéndose con reclamos y propuestas.

Parte de las tareas que quedaban para trabajar de año a año, de encuentro a encuentro, tenían que ver con visibilizar opresiones que vivimos a diario como cuerpos femeneizados, organizarnos en torno a la lucha feminista, formarnos, dar pelea. Desde nuestros lugares, y siempre unidas en la lucha, conseguimos que se aprueben algunas leyes que intentan, con las limitaciones propias de la ley, dar respuesta a ciertas problemáticas. Algunas de ellas son la ley de cupo femenino y trans, la ley para erradicar las violencias de géneros, la ley de identidad de género, la constitución del programa de salud sexual, la ley de parto respetado. La deuda, sin embargo, sigue siendo con el aborto, para que sea ley, y sea para todas, seguro, gratuito y donde queramos.

En 2004 en el marco del ENM surge la idea de constituir la Campaña por el aborto legal, seguro y gratuito. Finalmente se lanza en 2005, el 28 de mayo, Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres. Su símbolo fue el pañuelo verde, su lema: “Educación Sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”.

aborto legal ley interrupcion embarazo marea verde feminismo 5
Foto: Sub Coop

Se presentaron siete proyectos desde entonces. Este año fue la primera vez que, gracias a la presión y al crecimiento del movimiento feminista, conseguimos que se trate en el Congreso.

Hubo más de 700 personas que desfilaron en Diputados para exponer argumentos a favor y en contra del proyecto de ley. De todas las generaciones, realidades, profesiones u ocupaciones. Los discursos antiderechos se basaban en cuestiones morales y religiosas, sin embargo quienes se presentaron a favor de la vida, de una vida digna, y por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, expusieron argumentos sumamente contundentes, con datos de nuestro país, de otros lugares del mundo, investigaciones sobre consecuencias en nuestra salud integral, de la ilegalidad y la legalidad de la interrupción del embarazo.


El 13 de junio fue el debate y votación en Diputados. Ganó por mayoría la legalización del aborto. El paso siguiente era el Senado. Y ahí la realidad era otra, suelen ser personas muy conservadoras y de mayor edad quienes conforman esa Cámara. Finalmente el 8 de agosto, con mucha expectativa y con más de dos millones de personas en las calles de Buenos Aires y en todas las ciudades del país, se votó en contra la legalización, es decir a favor del aborto clandestino.

Lo que ganamos

Claro que lo veníamos venir, pero seguíamos con esperanzas, con esas que nacen más del deseo que de la realidad. Sin embargo, sabemos que las leyes sirven para algunas cosas pero no para todas. El saldo de las discusiones, de los debates en torno al aborto, en todas las escuelas, en las casas, en los clubes, en las universidades, en los trabajos, en las familias, en las organizaciones sociales y partidos, no tiene vuelta atrás.


El aborto ya es legal: la mayoría de las personas se pronunciaron a favor de la ley, y sabemos también que los funcionarios no representan la voz del pueblo, sino los intereses y creencias de unos pocos. Sabemos que ya nadie va a abortar de la misma forma, que cada persona con cuerpo gestante que quiera practicarse un aborto se acordará de las miles que salimos con el pañuelo verde esas jornadas, de los discursos que circularon, del grito cansado y renovado de “en nuestros cuerpos decidimos nosotras”.


Recordamos nuestras experiencias, las de nuestras madres, amigas, hermanas, y sonreímos sabiendo que nunca más será igual, que si el estado nos sigue negando un derecho fundamental, nos tenemos a nosotres, que construimos las formas de abrazarnos, y de a poco también edificamos las herramientas necesarias para que, pese a la inmovilidad de los funcionarios de turno, nuestros abortos sean seguros.

Vimos también, alegremente esperanzadas, cómo miles de mujeres jóvenes se sumaban a luchar y renovaban las energías de una campaña que se fortaleció cada año. Cómo llenaron las calles de nuevas preguntas, y le dieron color verde a todo.

El mundo conoció nuestra lucha, que es la de todas, y la marea verde, atravesada por el #NiUnaMenos, lo inundó todo. Nos paramos en un grito colectivo que nos permitió decir, hablar, gritar, denunciar, compartir el dolor, y sanar en colectivo.

Protocolo Aborto Legal Córdoba2
Foto: Colectivo Manifiesto

Pequeñas grandes victorias

Después de conocida la votación, y entendiendo que deberemos redoblar la apuesta, hubo al menos dos hechos que favorecieron nuestro espíritu guerrero. Por un lado el dilatado y esperado fallo del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Córdoba contra la asociación ultracatólica Portal de Belén, en la que se intentaba poner en discusión la constitucionalidad del Artículo 86 del Código Penal y la Guía de Abortos No Punibles en la provincia. En ésta ya no se jugaba el derecho universal al aborto, sino que era una traba símbolica, no legal, para los abortos legales que existen en nuestro país.

La provincia publicó, en marzo de 2012, la Guía de Procedimiento para la Atención de Pacientes que soliciten Prácticas de Abortos no Punibles que era sumamente restrictiva respecto del Protocolo nacional elaborado por el Ministerio de Salud de la Nación. A los pocos días, Portal de Belén hizo la presentación judicial que suspendió por seis años la aplicación del protocolo para los casos de violación, poniendo en suspenso las prácticas del aborto no punible contempladas en el Código Penal. Si bien la guía no es impedimento para la realización de abortos, sí genera confusión en la opinión pública y en los profesionales de la salud en torno al acceso a la práctica. Finalmente, el 18 de diciembre el fallo fue favorable y puede aplicarse la Guía. Una victoria del movimiento feminista y la Campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito.

Por otro lado, celebramos el reconocimiento de la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) del uso gineco-obstétrico del misoprostol; medicación recomendada por la Organización Mundial de la Salud para realizar abortos seguros y de calidad. A partir del octubre el Programa de Salud Sexual y Reproductiva de la Ciudad de Buenos Aires anunció que pondría a disposición la presentación de Misoprostol 200mcg (MISOP) producida por el laboratorio Domínguez para todos los centros de salud que realizan la ILE (Interrupción Legal del Embarazo) de acuerdo al marco legal vigente en el artículo 86 del Código Penal.

Es decir, que además de que se reconozca en la Argentina el uso del misoprostol para prácticas obstétricas también se disputó el monopolio que hasta entonces tenía el laboratorio Beta, con la producción de Oxaprost (misoprostol+diclofenac). De 2014 a la actualidad la caja de 16 comprimidos de Oxaprost pasó de un valor de $452 a $4.500, es decir que incrementó diez veces su precio. El “Misop 200” se encontrará en farmacias de todo el país. Esta noticia significó un gran avance aunque sigue siendo una traba que sea producido por un laboratorio privado y todavía no es de producción pública; sin embargo en Santa Fe están avanzando con esto.

Protocolo Aborto Legal Córdoba3
Foto: Colectivo Manifiesto

Fue un año atravesado por la marea verde, que no dejó de subir. No aprobar la ley tiene terribles consecuencias para todas las personas que deben abortar de manera clandestina, más aún para las compañeras de bajos recursos. Pero la lucha feminista de una multiplicidad de sectores demostró cuánto se crece en paralelo a ese reclamo y todo lo que podemos juntas, hermanadas. La fuerza imparable de la marea verde redobla sus energías para el año que empieza. No hay vuelta atrás, nunca más será igual. El deseo para este 2019: #QueSeaLey

*Por Redacción La tinta. Foto: Sub Cooperativa de Fotográfxs y Colectivo Manifiesto.

“Hay que aprender del pasado y contemplar el presente, sin creer en los poderosos” // Christian Ferrer

Fuente: Almagro Revista

Texto: Eduardo D. Benítez / Fotos: Karin Idelson

 

El tono bajísimo de su voz tiene algo envolvente, letárgico. La cadencia en el habla combina frases soltadas con rotunda aserción y grandes pausas reflexivas. El sociólogo Christian Ferrer produce cierta fascinación hipnótica. “En este mundo se causa dolor todo el tiempo porque las sociedades están organizadas como un teatro de la crueldad”, dice y se queda en silencio, con mirada contemplativa durante varios segundos y vuelve al ruedo: “Las instituciones se ocupan de provocar sufrimiento diario, por ejemplo la escuela, la oficina, el matrimonio y un largo etcétera, y la única alternativa que la gente de ideas y los partidos políticos ofrecen es elegir en comicios a quién dará vueltas la manivela de la rueda del hámster”.

Ensayista y docente en la Facultad de Ciencias Sociales, Christian ofrece una lectura impactante y original de la realidad contemporánea, tal vez debido a que no se homologa a ningún nicho intelectual ni académico. Su pensamiento se construye a contrapelo de las modas y el bienpensantismo. Su obra ensayística es tan rica como variada en sus objetos de análisis. Ha publicado libros sobre el anarquismo, recuperó y analizó la vida y obra de dos personajes relativamente olvidados -Jorge Barón Biza y Ezequiel Martínez Estrada- por el discurso intelectual local en dos monumentales textos biográficos. Pero también en los últimos años ha venido reflexionando, tanto desde Revista Artefacto como en sus libros, El entramado y Los destructores de máquinas, sobre la vulnerable existencia humana y su relación con la técnica.

En un presente que arrecia, provoca estragos en las subjetividades, en una cultura occidental que mete bajo la alfombra la inevitable condición de un vivir doliente, Ferrer se propone reflexionar (¿desactivar?) sobre la inmersión de las sociedades en el “sueño instrumental-tecnológico” en el que vivimos. El confort, la sociedad del espectáculo, la industria farmacológica, el cuidado obsesivo del cuerpo como cápsula precaria que encubre la incapacidad de administrar los embates del dolor de vivir de una sociedad que produce un continuum de “vidas dañadas”.

-En tu libro El entramado describís un presente basado en la productividad por la productividad misma. ¿Cómo se fue consolidando este escenario donde existen sólo soluciones técnicas a los problemas sociales? ¿Existen herramientas no técnicas para soportar este presente? 
-La tecnología no es el problema último, más allá de que ningún artefacto tecnológico sea neutro. Siempre están y estarán insertos en redes institucionales que en sí mismas son problemáticas, como todas las cosas, por cierto. También un mundo regido por la religión puede ser interesante, y además cuestionable. No sé, la gente cree que los robots van a dominar el mundo, cosa que a mí no me molestaría en absoluto porque la mayor parte de los robots suelen ser más simpáticos que mis vecinos, para no mencionar a los políticos. El inconveniente resulta ser que cierta gente utiliza a las máquinas para extraer lucro del trabajo de los demás, o bien para ejercer dominio. Otro problema es la creciente expansión de una especie de “adentro sin afuera” de índole informático, donde las personas se habitúan a que sus actividades laborales, comunicacionales, de entretenimiento y hasta de búsqueda de pareja se realicen por una vía no solamente técnica, sino con lenguajes y formatos de autosubjetivación donde todo “exterior” se va difuminando, lo que quiere decir que se obturan las alternativas. Llega un momento en que se desvanecen los puntos de comparación, incluso las ensoñaciones de otras posibles maneras de vivir. Sólo se percibe un agudo malestar y también encono ante las frustraciones continuas. Ese adentro sin afuera se viene expandiendo hacia todos los lados como efecto de un big bang, y se hace cada vez más insistente, por no decir obligatorio, y eso las 24 horas al día. En un tiempo, la cultura urbana metropolitana desbancó y envió al ocaso a la cultura campesina, que fue dominante durante miles de años. Hoy nuestra mentalidad es formateada por la cultura de las megalópolis y la forma de transitarlas es por circuitos: circuito del transporte, del turismo, del entretenimiento, de la interconexión: de la casa al trabajo y del trabajo a la casa y en los interregnos, el smartphone. De modo que el problema es la forma de vida que llevamos, impulsada por el afán de codicia y de poder, y la consecuente incapacidad de imaginar cómo sería una buena vida. Por el momento la mayoría de la población la fantasea como una vida de millonarios, como mínimo un momento idílico de un par de semanas de turismo en un resort alejado del mundanal ruido, y de sus peligros. Es cierto que hay mayor acople entre la técnica y el cuerpo, pero eso remite menos a los electrodomésticos que hacen a la vida más confortable o a cuerpos potenciados por chipcitos que a la industria de los fármacos que intiman con el dolor y el malestar existencial, y que “estabilizan” a masas de población a escala descomunal. También es significativo que nos sintamos mucho más cerca de las máquinas que de los animales, siendo que nuestro cuerpo es un cuerpo animal –mamífero, le dicen–, con emociones, intuiciones y reacciones que lo son todo, menos racionales. Eso es raro. Implica una pérdida de mecanismos de autodefensa que en los animales son instantáneos. Los animales son expertos en huir del dolor y en buscar el placer, pero los seres humanos parecen animales paradojales, hacen exactamente lo contrario: huyen del placer y se meten de cabeza en contextos dolorosos. Así que la técnica es una forma de mirar y habitar el mundo, no tanto una relación con máquinas. Eso sí, una forma de mirar al mundo propia de la época: de superexplotación del cuerpo y las emociones, de expansión de la actividad productiva que necesariamente destruye ecosistemas. Y este mundo, tal como es, no puede hacer otra cosa más que seguir expandiéndose debido al consumo y a la cantidad de población que existe en el mundo.

-Uno podría creer que el presente provee a la sociedad de un armazón frente al infortunio: sociedad del espectáculo, redes sociales, remedios, los dispositivos de ocio en general. Sin embargo parece haber una imposibilidad de administrar el sufrimiento según como lo describís en tus escritos… 
-Ya desde el siglo XIX numerosas novedades técnicas tenían como función amortiguar el dolor, comenzando por las comodidades para el hogar, es decir el confort, y siguiendo por los entretenimientos para multitudes en salas o estadios. La cuestión es que ante el sufrimiento hay dos tipos de respuestas. La ontológica, que trata de dar sentido al dolor. Es el caso, por ejemplo, de las religiones, que procuran fortalecer el alma para que ésta pueda administrar los estragos inevitables causados por el dolor de vivir. O bien la más moderna respuesta científica, que considera al dolor –psíquico, físico, sentimental– algo que puede ser tratado como si fuera una suerte de reacción nerviosa. En tanto las comodidades acolchonan nuestra relación con la difícil vida industrial y callejera, y los pasatiempos distraen de la soledad o el aburrimiento, la farmacología tiene por objetivo equilibrar o volver homeostática la psiquis dañada. Se cuentan por centenares las instituciones, sobre todo las estatales, que contratan miles de expertos encargados de medir el sufrimiento. Su pregunta es: ¿cuánto sufrimiento es necesario para que una persona pueda ser “merecedora” de un subsidio de desempleo, o de una pensión por incapacidad emocional, o por derrumbe psíquico, o por haber sido discriminada, o por haber sufrido algún tipo de violencia? Estos expertos trabajan con estadísticas y definiciones del umbral a partir del cual alguien puede ser considerado víctima. Pero ambas respuestas no resuelven el problema del dolor, en parte porque el mismo sistema social que incluye a las víctimas es el que primero que las excluyó, por no decir que las destrozó, ofreciéndoles luego alguna manera de minimizar el daño colateral. Equivale a lo que en otros tiempos era la limosna que se daba a los mendigos de la calle. Tampoco es que el tratamiento científico va a la causa profunda del problema. Eso no se soluciona regulándolo con píldoras, coachings o tutoriales para resolver crucigramas. Dado que uno tiene sólo una vida y que si hubiera una misión existencial en este valle de lágrimas, esa sería ser más felices de lo que somos, en un mundo donde el dolor no es eliminable, entonces la cuestión debe ser planteada como un problema político de base: cómo evitar el olvido cotidiano del ser –la irrecuperable vida de todos los días– a fin de poder acrecentar las posibilidades de placer y alegría. En este mundo se causa dolor todo el tiempo porque las sociedades están organizadas como un teatro de la crueldad. Sus instituciones se ocupan de provocar sufrimiento diario, por ejemplo la escuela, la oficina, el matrimonio y un largo etcétera, y la única alternativa que la gente de ideas y los partidos políticos ofrecen es elegir en comicios a quién dará vueltas la manivela de la rueda del hámster. Unos prometen hacerlo más lentamente, otros prometen lo mismo pero para el otro lado, pero la cuestión es que la maquinaria de picar carne de hámster no se detiene nunca.

“Tener que levantarse tempranísimo, prepararse rápidamente para ir a un lugar lejano que muchas veces implica una o dos horas de viaje tan sólo para estar encerrado ocho horas cumpliendo tareas que la mayor parte de las veces no son satisfactorias y por un salario que alcanza apenas para consumir aquello que supuestamente son necesidades básicas de un habitante formateado para adquirir productos cuya obsolescencia ya viene programada. ¿Qué tiene de satisfactorio todo eso?”

-Si el Estado puede ser caracterizado como un fabricante de infelicidad, ¿por qué necesita medir el dolor que produce y destinar subsidios? 
-Una y otra cosa son indisociables. Se mide el nivel de infelicidad y se lo subsidia para poder gestionar masas de población: “Todo en su medida y ordenadamente”. Ya no son únicamente los instrumentos de la disciplina los que ubican y fijan a un individuo determinado en la red social, en particular a los que no calzan en la horma, cuando antes bastaba con alejar la oveja negra del rebaño. Ahora experimentamos la época de la vigilancia instantánea de masas, y eso es una consecuencia “paradojal” –seamos clementes, definámosla así– de la propia actividad comunicacional de los seres humanos, que es incesante y eso por causa de sus artilugios “inteligentes”, sus teléfonos celulares. Por lo tanto el dolor y el subsidio se co-pertenecen. Nada más desagradable que la consigna inclusivista: “Hay que meter a más y más gente que está excluida en el sistema”. ¿En un sistema que por su propia esencia es productor de sufrimiento? La consigna se asemeja al pedido de las antiguas damas de caridad, no importa que se la disfrace de populismo o de socialdemocracia avanzada. Encima, en esa consigna subyace un desprecio hacia los desfavorecidos, a los que se interpela como pobrecitos a los cuales la gente con título universitario –que además definen a esas personas como subalternas– se ocuparía de velar por su condición. Es algo comprensible si uno define a la política como el arte de lo posible, pero no lo es si se tiene a la política como camino de cambio social.

-¿Lo que se identifica como ampliación de derechos serían consignas inclusivistas? Por ejemplo la Ley de Matrimonio Igualitario, de Ley de Fertilización Asistida, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, etcétera… 
-Son demandas de modernización, el reclamo de disponer de derechos que ya se tienen, y hace tiempo, en los países del primer mundo, y hasta en el vecino Uruguay. Se encuentran con resistencias –eso siempre ocurre–, pero conseguir esa demanda es cuestión de tiempo, me refiero a la interrupción voluntaria del embarazo. Con respecto al matrimonio igualitario, todo bien, siempre y cuando uno considere que el matrimonio es un invento maravilloso y satisfactorio, cosa que las estadísticas se ocupan de desmentir, dado que en la Capital Federal el 50% de los matrimonios termina en divorcio. Es obvio que la mayor causa del divorcio es el matrimonio en sí mismo. El matrimonio, igualitario o el otro, tal como funciona actualmente, presupone un modelo de vinculación más bien clásico, no hay nada especialmente revolucionario en eso. A lo que se suma que, quizás, en el caso del mundo gay, el matrimonio igualitario es una consecuencia del desvanecimiento de la cultura homosexual anterior, de cuando el homosexual –o bien la mariquita escandalosa, como solía decir Néstor Perlongher– no buscaba tanto equivalerse a la forma de vida heterosexual, sino practicar una suerte de deseo nómade. La figura del homosexual escandaloso parecía ser un problema moral o bien social, pero un gay que se comporte ciudadanamente –como todos los demás– es aceptable. En fin, ahora las sociedades occidentales –hay que precisar eso pues hay otras geografías mucho más crueles– que causan daño a las personas por sus preferencias eróticas también introducen medidas apaciguadoras del dolor causado. Pero si se pondera en una balanza, esas medidas quizás no tengan tanto peso ante el dolor no siempre cicatrizable. Lo mismo vale para la economía: los duros y cíclicos ajustes presupuestarios son morigerados por algunas medidas piadosas. Dicho de otra manera: a vos te puede salir un callo y le podés poner una curita para amortiguar la fricción con el zapato, pero eso no elimina la causa de la aparición del callo, sobre todo si uno tiene que esforzarse caminando todo el día en un circuito laboral específico en vez de estar acunándose en una hamaca paraguaya, como suelen hacerlo los pueblos primitivos y todos esos rentistas que llevan una vida menos restregada.

-Sin embargo hay una creencia muy arraigada que considera al trabajo como el eje organizador de la vida. ¿Cómo se desactiva la idea de que el trabajo dignifica?
-El trabajo no es una actividad que dignifique a nadie, o a casi nadie. Para la mayor parte de la población se parece más bien a una esclavitud. Tener que levantarse tempranísimo, prepararse rápidamente para ir a un lugar lejano que muchas veces implica una o dos horas de viaje tan sólo para estar encerrado ocho horas cumpliendo tareas que la mayor parte de las veces no son satisfactorias y por un salario que alcanza apenas para consumir aquello que supuestamente son necesidades básicas de un habitante formateado para adquirir productos cuya obsolescencia ya viene programada. ¿Qué tiene de satisfactorio todo eso? Muy raramente es posible dar saltos notorios de escala en términos salariales. Esto es algo que cualquier niño de escuela primaria ya sabe: es mejor divertirse que hacer la tarea escolar. La sociedad hace un gran esfuerzo de aplicación de crueldades para obligar a los niños, esos “instantáneos esclavos de la concupiscencia”, tal como los describía Nietzsche, a ser trabajadores. Todos nacemos con un cuerpo biológico, evidentemente, pero la adhesión a un cuerpo social requiere de una figura intermediaria, el cuerpo del trabajador, que es construido, nadie nace picando piedras ni manejando softwares de computación. Fabricar un trabajador implica un trabajo minucioso realizado a lo largo de los años, y que resulta exitoso merced a presiones familiares, escolares, ideológicas, en fin, la mala enseñanza de los adultos, que saben bien cuál es la dura verdad. Si el Estado diera subsidios a las amas de casa, yo preferiría ser amx de casa y cuidar un niño, como lo hago, en vez de trabajar donde no quiero y con quienes no me siento a gusto, pues la mayor parte de las labores fabriles o de oficina requieren interactuar con jefes y compañeros de trabajo a quienes uno no ha elegido ni con quienes se siente necesariamente afinidad alguna, con las consecuentes fricciones que eso trae aparejado. La idea de que el trabajo dignifica es moderna. No se le hubiera ocurrido a ninguna sociedad de la Antigüedad, para las cuales los trabajos pesados los hacían los esclavos, y tampoco a la vulgata del cristianismo, para la cual el trabajo es un castigo por pecados cometidos en un lugar remotísimo llamado paraíso original por un par de parientes, Adán y Eva, que parece que se descontrolaron. Es en la sociedad moderna, en las democracias, que nos define como sujetos libres de derecho, donde hay que consolar a las personas diciéndoles que aquello que hacían los esclavos es ahora algo muy dignificante. De otra manera sería insoportable: vivir toda una vida trabajando por poco dinero. ¡Qué lindo! ¿Cómo se resuelve esa paradoja? De una doble manera. Por un lado se nos inocula el virus del optimismo para que creamos que tarde o temprano el progreso derramará bienes sobre nuestras cabezas, o bien los políticos prometen que ellos sí se ocuparán de cambiar la sociedad actual. “Cambiemos”: el bonito lema de Macri. “Cambiemos”: el entusiasmado lema de Marx. Siempre el futuro es profetizado de manera optimista, porque si no, la gente no iría a trabajar y se dedicaría a los placeres que les sean posibles por lo que les resta de vida. También somos atiborrados de entretenimientos y pasatiempos, porque lo más difícil es ver la realidad tal como es. Las personas se desgastan en luchas por conseguir mínimos aumentos de salarios a la vez que sus empleadores buscan formas de atemperar el daño causado por las tareas productivas: ahora las empresas te festejan el cumpleaños, contratan masajistas para relajarte un poquitín, ponen música funcional de tus grupos musicales favoritos. ¿Qué música te gusta? ¿Hip Hop, música lounge, hipster, cumbia villera? Ningún problema, te la ponemos mientras sigas produciendo. En fin, sólo cuando a las personas se las intitula libres o sujetos con derechos es necesario decirles que sus faenas laborales son dignas a pesar de que su experiencia real sea la del automatismo agotador y rotativo.

-Entonces, en ese círculo vicioso, en esa rueda del hámster, ¿no hay ninguna alternativa?
-Esa es una pregunta extorsiva. ¿Por qué debería yo proponer una alternativa? Las bibliotecas están saturadas de autores y manuales que en el último capítulo proponen caminos a seguir o tratan de emular el Qué hacer de Lenin. Pero resulta que después todo sale mal y entonces se escribe otro libro más para refutar la solución anterior que se demostró inviable y proponer una nueva, sea más o menos radical. En fin, hay gente a la que le gustan los círculos viciosos. Sí me parece necesario mirar a la realidad tal cual es y no como a uno le gustaría que fuese. No necesariamente un problema tiene solución, lo cual no quiere decir que no siga existiendo, y por lo tanto hay que fijar agudamente la atención sobre el problema. Por lo demás el mundo se transforma, se desplaza, no es unívoco, y uno debe ayudar a que las cosas cambien. También, a veces, la gente se cansa y rompe todo hasta que vuelve a reorganizarse la situación. La pregunta por cómo salimos de esto es una pregunta insoluble si se la responde con teorías. Imaginate los esclavos del Caribe en la época del dominio español. ¿Qué posibilidades tenían? Podían esperar a que el movimiento antiesclavista europeo consiguiera triunfos en nombre de ellos, o podían rebelarse a costa de una muerte casi segura. Otra posibilidad era huir, echarse al monte y formar sociedades de cimarrones que duraban lo que duraban. Esas eran sus opciones. Si huían sabían que si los recapturaban los esperaba la tortura y la muerte. Si rompían todo, tarde o temprano la fuerza superior de los españoles terminaba con la insumisión y con graves represalias. Y si se quedaban esperando no conseguían nada, pero quizás se ilusionaran con que sus hijos sí. Sólo el futuro tendría la respuesta. Ahora bien, el presente nuestro, el actual, es el futuro que décadas atrás los predicadores del optimismo decían que iba a ser maravilloso, sea porque la modernización industrial iba a hacer de la Argentina un país estilo escandinavo, o porque los populistas decían “vamos a hacer una sociedad completamente inclusivista”. Bueno, no sucedió. Lo único que uno puede hacer es aprender del pasado y contemplar el presente sin creer en las justificaciones de los poderosos. Y al que me diga que hay que combatir para mejorar las cosas yo le digo que sí, siempre y cuando los medios y los fines no se contradigan entre sí.

-¿Cómo es eso?
-Es la especialidad de los políticos: prometer fines deseables con medios que inevitablemente trastocan el objetivo. Es la historia de la política moderna, que es cínica en todas partes.

-Es decir que la manera de soportar el presente es ser consciente de este panorama que venís describiendo…
-No me gusta la palabra consciencia… Quizás se trate de descreer, de no creer en las justificaciones de la gente que se dedica a la política, sobre todo esa gente que dice ser representantes de víctimas. Es decir, cuando las víctimas y los victimarios juegan al mismo juego.

-¿A qué juego?
-Cuando la víctima pide justicia y el victimario puede concedérsela, con sus límites correspondientes. O cuando la víctima no está del todo descontenta con su situación, cuando de alguna manera goza con la retórica del sufrimiento, pero la condición de víctima no me parece deseable para nadie. Lo mejor es tener fuerza y no presentarse como alguien débil y por lo tanto digno de piedad y compasión. No, hay que salir rápido de la posición de víctima, no es bueno legitimarse contando desgracias o clamando venganzas improbables. Ejemplo: los senadores que con su voto impidieron que se aprobara la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, y entonces los indignados prometen que se cortan la mano antes de votarlos en comicios. No es verdad: los van a votar en caso de que sea preciso derrotar al gobierno actual en las elecciones del año próximo. O bien se nos requiere que “no nos enojemos con la Iglesia”, lo que es decir con el Papa. ¿Por qué no me voy a enojar con la Iglesia? Más bien que me enojo: un montón de obispos y cardenales son violadores de niños y resulta que del pontífice máximo para abajo está lleno de protectores de sus cuates. Toda esa serie de contradicciones entre medios y fines es lo que termina armando un sancocho, un enchastre político. En fin, un campeonato de consignas grotescas.

Una semana suspendida de la historia* // Sebastián Stavisky

*Prólogo del libro Pesadilla, diario de lucha de la semana trágica escrito en 1929 por Pinie Wald. Su reedición por el sello 90 Intervenciones fue coordinada por Eugenia Galeano, Nicolás Grandi y Ariel Pennisi. Corrección de Verónica Bergner y Eduardo Marun.

 

Sacro fuego volcánico

“Puede amarse una ciudad, pueden reconocerse sus casas y sus calles en los más remotos y entrañables recuerdos; pero sólo a la hora de la revuelta la ciudad se siente verdaderamente como la propia ciudad…” La cita pertenece al libro Spartakus de Furio Jesi, quien sigue los rastros de los sucesos ocurridos en la Alemania de enero de 1919 para dar con una serie de consideraciones generales del fenómeno de la revuelta. Por aquellos días, Buenos Aires vivía también la que posiblemente haya sido la mayor revuelta en su historia. El conflicto había comenzado el 2 de diciembre del ’18, cuando los más de dos mil obreros de la Compañía Argentina de Hierros y Aceros Pedro Vasena e Hijos Ltda., organizados en la Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos –afiliada a la FORA anarquista del V Congreso–, se declararon en huelga en reclamo de la jornada de ocho horas, aumento de salarios, pago de horas extras, supresión del trabajo a destajo y reincorporación de despedidos. Algunos días antes, durante el mes de noviembre, los integrantes del Comité Nacional de la Juventud –muchos de los cuales conformarían poco después la Liga Patriótica Argentina– habían encabezado los festejos por la victoria de los aliados en la Primera Guerra Mundial; una manifestación de treinta mil personas había sido convocada por la Federación Obrera Rusa de Sudamérica para explicar el programa maximalista soviético; y los anarquistas se habían enfrentado a la policía en las inmediaciones de la Embajada de Chile, donde habían movilizado para reclamar por la libertad de Simón Radowitzky, recientemente fugado de la cárcel de Ushuaia con la ayuda de Apolinario Barrera, ambos vueltos a apresar. En Los anarco-bolcheviques rioplatenses, Andreas Doeswijk refiere a este último hecho como el momento inaugural del trienio rojo, entre cuyos episodios más sangrientos, además de la revuelta del ’19, se cuentan las huelgas de la Patagonia y de La Forestal.

Lo que se dio a conocer como la semana trágica –nombre con que la crónica fotográfica de la revista Caras y Caretas del 18 de enero bautizó los sucesos– comenzó el día 7 del mismo mes alrededor de las barracas de la casa Vasena en las calles Pepirí y Santo Domingo, barrio de Nueva Pompeya. Según un informe de los Metalúrgicos Unidos, cerca de las 15:30 horas, los huelguistas trataron de convencer a los crumiros que conducían los carros de la empresa “del mal que hacían a los obreros que luchaban por mejoras”. Convencer es estéril, diría Walter Benjamin y constatarían los crumiros, quienes abrieron fuego contra los huelguistas siendo pronto secundados por la policía, ansiosa de vengar la muerte de un cabo producida cerca de allí tres días antes. Además de varios heridos, el saldo del enfrentamiento fue de cinco muertos: Toribio Barrios, de 50 años de edad, Santiago Gómez, de 32, Juan Fiorini, de 18, Miguel Britos, de 42, y Eduardo Basualdo, de 46. Todos eran trabajadores y vecinos del barrio, ninguno de ellos desempeñaba tareas en la casa Vasena. En la portada del día siguiente del periódico La Protesta se leía: “Debemos prepararnos para el derramamiento de sangre.” Sin embargo, la frase no remitía a lo ocurrido en Pompeya, sino que pertenecía a Karl Liebknecht, y hacía referencia al levantamiento espartaquista que estaba teniendo lugar en Alemania. Respecto al conflicto en la empresa metalúrgica, el periódico tomó nota en su tercera página, en un artículo que se lamentaba de que el pueblo no hubiera reaccionado aún a la masacre. Para cerrar, el articulista clamó por la dinamita vindicadora: “Los responsables de esta matanza horrible no pueden tener derecho a la vida.” En un tono similar, Francisco García sostuvo en otra nota del periódico: “El antro de los Vasena debe ser purificado por el sacro fuego volcánico, revolucionario de la época, y si ellos se oponen, que se fundan en las mismas fraguas donde se fundieron tantas energías y tantas vidas proletarias.” En la noche de ese día, la FORA V llamó a la huelga general, mientras que la FORA sindicalista del IX Congreso, escindida de la primera en 1915, lo haría recién a la noche del día siguiente.

En la mañana del 9 de enero, en distintas calles de la ciudad los huelguistas comenzaron a levantar adoquines, derribaron e incendiaron carros y tranvías y alzaron barricadas. Una multitud se congregó en el local de los Metalúrgicos Unidos, en Amancio Alcorta 3483, para partir desde allí, en cortejo fúnebre encabezado por mujeres, al entierro de los muertos del día 7. Otros se reunieron alrededor de la planta que los hermanos Vasena tenían en el barrio de San Cristóbal, en las calles Cochabamba y Urquiza, donde actualmente se encuentra la plaza Martín Fierro y que, en mayo de 2018, colectivos feministas intervinieron con el nombre de China Iron. Al pasar por allí el cortejo, se produjeron algunos de los primeros y más violentos enfrentamientos del día entre trabajadores y guardias de la patronal, muchos de ellos afiliados a la Asociación Nacional del Trabajo, fundada algunos meses antes en la sede de la Bolsa de Comercio. Acudieron también a plegarse a la represión tropas de las fuerzas armadas y de seguridad, entre quienes varios autores refieren se encontraba un joven teniente de nombre Juan Domingo. En un acto de la Unión Obrera Metalúrgica realizado en 1948 en la misma plaza Martín Fierro, el entonces ya presidente dijo haber aprendido de los sucesos de enero del ’19 “que un soldado argentino, a menos que sea un criminal, no podrá jamás tirar contra su pueblo”. Mientras tanto, tras un enfrentamiento con bomberos, manifestantes que esperaban el paso del cortejo fúnebre asaltaron una armería e irrumpieron en la iglesia Jesús Sacramentado y el colegio Casa de Jesús ubicados en Corrientes y Yatay, barrio de Almagro. En una carta dirigida al arzobispo, el monseñor Santiago M. Ussher relató el acto de saqueo, destrucción e incendio que sufrieron las instalaciones eclesiásticas: “Los muebles y enseres de otras dependencias del colegio, armarios, roperos, colchones, frazadas, ropa de cama, vestuario de las niñas, útiles de clase, todo fue revuelto, y en gran parte destrozado, robado o arrojado por las ventanas a las fogatas de la calle. Dará una idea del ensañamiento con que procedían el hecho de arrojar un pesado piano por la ventana a la calle donde fue quemado, mientras que dentro de la casa dos más fueron pasto del fuego y otro destrozado a martillazos” (en Horacio Silva, Días rojos, verano negro). Cerca de las 18 horas, el cortejo llegó al cementerio de la Chacarita, donde un escuadrón de policía aguardaba a los deudos. En el lugar se encontraba Salvadora Medina Onrubia acompañada por su hijo Carlos Natalio, a quien había llevado para que aprendiera en qué consistía la lucha social. Dispuesta a proferir un discurso de despedida a los caídos, Salvadora había tomado altura subida a los ataúdes amontonados que aguardaban a un costado de las fosas. Cuando los cosacos abrieron fuego, Sebastían Marotta, dirigente de la FORA IX, salvó su vida arrojándola junto a él a una fosa abierta. Los ataúdes quedaron sin sepultar junto a, por lo menos, tres personas más asesinadas entre las tumbas. Por la noche, a sabiendas de que la oscuridad es el mejor refugio para quienes toman parte de una revuelta, niños de los barrios populares se dedicaron a apedrear faroles y focos del alumbrado público. Para Estanislao Zeballos, uno de los principales promotores de la campaña contra los ranqueles, aquello era una prueba del fracaso del sistema de educación.

El primer presidente electo por la Ley del año 1912, Hipólito Yrigoyen, ordenó la intervención del ejército y cedió el control del conflicto al General Luis Dellepiane junto a las fuerzas de Campo de Mayo. A policías, bomberos y militares se sumaron jóvenes de la aristocracia porteña alistados en el Comité Nacional de la Juventud, quienes pocos días después se darían el nombre con que quedarían grabados en la larga historia de la para-estatalidad local: Liga Patriótica Argentina. Entre sus principales promotores, haciendo de vórtice del triángulo represivo conformado por el partido de gobierno, la guardia civil y la patronal, se encontraba Leopoldo Melo, senador radical y abogado de los hermanos Vasena. Armados de fusiles máuser y revólveres colt, los futuros integrantes de la Liga Patriótica partieron con brazalete de la bandera argentina desde el Centro Naval a la caza de los insurrectos. A pesar de extenderse a varias ciudades del país, la revuelta fue declinando de manera inversamente proporcional al aumento de la represión. El 11 de enero por la tarde, tras una reunión en la Casa Rosada con el presidente Yrigoyen y el empresario Vasena, la FORA IX dio por finalizada la huelga y recomendó a los obreros la vuelta al trabajo. Pocos tomaron la recomendación tan rápidamente. Los metalúrgicos de la Compañía Argentina de Hierros y Aceros, quienes no habían sido convocados a la reunión, levantarían la huelga dos días más tarde, luego de recibir el compromiso firmado por la patronal de que cumpliría con sus demandas, a las que se sumaba la libertad de todos los presos de aquellas jornadas. Por su parte, la FORA V, sin obtener la aprobación de su reclamo por la libertad de Radowitzky y Barrera, lo haría el 14 de enero. Para el día 15, todo parecía haber vuelto a la normalidad. Sin embargo, la ciudad no volvería a ser la misma.

En Literatura y anarquismo en Argentina, Pablo Ansolabehere sostiene que el gran acontecimiento de la semana trágica es que Buenos Aires se transformó en otra ciudad. Durante aquellos días, las barricadas en las calles no interrumpieron la circulación, sino que la alteraron, trazaron nuevos recorridos y dispusieron nuevas formas de desplazamiento. Los huelguistas transformaron el movimiento propio de las grandes ciudades de principios del siglo XX en un movimiento propio de la revuelta. Las diferencias en las formas de movilidad, correlato de las diferencias de clase, sufrieron una súbita igualación: ahora todos debían trasladarse a pie. Varias crónicas de la época prestaron testimonio de esta inusitada alteración de la urbe. La edición de Caras y Caretas del 18 de enero aludió a las dificultades que sus periodistas gráficos tuvieron para acercarse a los lugares de los hechos. “Dado el estado de anormalidad para conseguirse medios de locomoción”, tuvieron que realizar “enormes caminatas, dignas de campeones de pedestrismo”, exponiendo sus vidas y herramientas de trabajo en una huelga sangrienta cuyas imágenes les recordaban a las noticias que llegaban de la Primera Gran Guerra. Al cuarto día de la huelga, el militante anarquista F. Ricard realizó junto a un amigo afiliado al Partido Socialista un recorrido por la ciudad cuya crónica publicó en el periódico La Protesta. En su relato, el espanto y la muerte, el olor a pólvora y la sangre corriendo por el empedrado, se entremezclaban con la alegría de niños bailando alrededor de una hoguera encendida en medio de la calle para quemar la basura que se había acumulado por la interrupción del servicio de recolección. Al pasar por la comisaria 26º, Ricard y su amigo fueron detenidos y requisados por efectivos de la policía, quienes bajo amenaza de fusil les ordenaron seguir caminando con los brazos en alto. “Parecíamos, en la tarde llena de sol y de misterio –esos días de huelga, la ciudad ofrecía un aspecto de terrible misterio– dos bonzos extraños practicando un rito absurdo y cómico.” Y no sólo el espacio público fue escenario de una insospechada mutación, también las casas, que a Ricard se le “figuraban panteones lúgubres”, sufrieron los efectos de la revuelta. En Historia de un ideal vivido por una mujer, Juana Rouco Buela, quien también asistió al malogrado entierro en la Chacarita, recordó la clandestinidad que tuvo que adoptar y las mudanzas a las que se vio empujada durante aquellos días para evitar ser capturada por la policía que había allanado su domicilio. Algo de esas prácticas que en el verano del ’19 trastocaron la ciudad habían llegado, si no para quedarse, sí para repetirse, pero nunca bajo el género de comedia: las tragedias insisten.

Elementos extraños

En un artículo publicado en 1972, David Rock refiere que la huelga de enero del ’19 consistió en una acción espontánea y desorganizada producida por un fuerte sentimiento de indignación, una descarga de emoción masiva que ningún partido o federación de trabajadores supo comandar. Ni siquiera los anarquistas, para quienes muchos de ellos la espontaneidad era el único principio programático que pudieran aceptar como patrón de conducta para sus vidas y sus luchas. Es posible que, precisamente por esto, tampoco hayan pretendido asumir el rol de timoneles de la revuelta. Recuperando las palabras de Rosa Luxemburgo –quien sería asesinada y arrojada a un canal en Berlín el mismo día que en Buenos Aires el grueso de los trabajadores retomaron sus tareas–, podría decirse que tampoco en la semana trágica “el movimiento fue producido a partir de un centro, según un plan previamente concebido: se desencadenó en diversos puntos por motivos diversos y bajo diferentes formas, para luego confluir”. Claro que, de todas maneras, el nivel de confluencia de las distintas fuerzas desplegadas de este lado del charco fue, cuanto menos, relativo. En ello radicaba la distinción que un editorialista anónimo de La Protesta (cuya posible autoría Doeswijk atribuye a Emilio López Arango) creyó pertinente realizar ante una crítica hecha desde Uruguay por un compañero anarquista que esgrimía que el periódico se había mostrado un tanto tibio durante los conflictos. Con fecha del 20 de febrero de 1919, el artículo lamentaba que se confundieran los términos revuelta y revolución, y argumentaba que lo sucedido en Buenos Aires, lejos de presentar los caracteres de una situación revolucionaria, había consistido más bien en “una huelga general violenta, un motín popular si se quiere, que debía ir languideciendo a medida que transcurrieran los días sin recibir el concurso de fuerzas capaces de ponerse frente al Estado y operar un cambio de opinión en la mayoría indiferente.” Más adelante, espetaba al crítico a distancia que, si para él aquello efectivamente se asemejaba a una revolución, “era su deber intervenir y encauzar las fuerzas dispersas, y más que todo, convencer a los que tenían en su poder los fusiles y ametralladoras que sembraron el terror entre el pueblo”.

La represión desplegada durante aquellas jornadas de enero por las fuerzas militares, policiales y civiles no fue desatada con igual intensidad sobre el conjunto de la población trabajadora, sino que estuvo dirigida sobre objetivos específicos a los que la prensa comercial, parlamentarios conservadores y radicales, pero también dirigentes socialistas y de la FORA IX bautizaron con el nombre de “elementos extraños”. Esta conjunción heterogénea de intereses dispuestos a detectar, aislar y acabar con la peste de la violencia venida desde abajo pone de manifiesto que, a diferencia de lo ocurrido con los huelguistas, la reacción del movimiento patriótico –sostiene David Rock– fue expresión de un conjunto de sentimientos compartidos altamente desarrollados desde antes del estallido. En la referida edición de la revista Caras y Caretas se buscó distinguir a los justos reclamos de los trabajadores decentes de ese “elemento sin patria”, “ese elemento extraño que viene a nuestra tierra a provocar conflictos sangrientos, […] gentes que en su mismo país son considerados indeseables”. De manera similar, el periódico oficialista La Época, recordando la supuesta simpatía del Ejecutivo por los sectores proletarios, sostuvo que la violencia era “provocada y dirigida por elementos anarquistas, sin disciplina social, extranjeros a las verdaderas organizaciones de los trabajadores”. Esta caracterización de los anarquistas como agentes infiltrados en las organizaciones obreras estaba fundamentada en declaraciones hechas no por funcionarios de gobierno, tampoco por dirigentes del Comité Nacional de la Juventud, sino por integrantes de las cúpulas del Partido Socialista y de la FORA IX, quienes, a fuerza de delación, buscaron limpiarse la mugre que enchastra a todo aquel que, de un modo u otro, haga parte de una revuelta. Por la noche del 10 de enero, el Comité Ejecutivo del PS emitió un comunicado en el que lamentaba “la desnaturalización que ha sufrido un sacrosanto movimiento de protesta obrera por la intromisión de factores extraños a la organización regular y normal de nuestros gremios”. Al día siguiente, antes de entrevistarse con Yrigoyen y dar por concluida la huelga, una comisión de la FORA IX entregó una carta al general Dellepiane en la que declaraba que la organización firmante “sólo se solidariza con la acción propia de la clase obrera, rechazando toda responsabilidad por actos como el asalto al Correo y al Departamento de Policía, hechos con intervención de elementos extraños” (en Edgardo Bilsky, La semana trágica). Para vergüenza de los sindicalistas, poco más tarde se sabría que los referidos asaltos –así como otros presuntamente producidos sobre comisarías, según relató el comisario José Romariz, partícipe en la represión que prestó testimonio de lo vivido en un libro publicado en 1952–, no habían sido tales, sino un enfrentamiento entre los propios agentes desconcertados de las fuerzas de seguridad. Aún así, la carta dio argumentos para que la prensa deslindara al PS y a la FORA IX de toda responsabilidad en los actos de violencia, y señaló a la resistencia anarquista como el blanco sobre el que debían apuntar los mausers de la represión. Desde la Cámara de Diputados, el conservador Luis Agote exculpó al PS de cualquier desorden que pudieran provocar esos “elementos extraños” compuestos por ácratas y maximalistas, y clamó, en defensa de la patria, por el concurso de “todo ciudadano que tenga en sus venas sangre argentina” (en Julio Godio, La semana trágica).

Como dejaba en claro la intervención parlamentaria de Agote, no fueron los anarquistas las únicas víctimas propiciatorias de la violencia destinada a restablecer el orden. También aquellos en quienes encarnó el temor de los sectores propietarios de que la revolución bolchevique cruce el Océano Atlántico como alguna vez lo habían hecho las ideas avanzadas de libertad sin condiciones: los migrantes de origen ruso y judío del barrio del Once. Así como los gobiernos son incapaces de lidiar con lo ingobernable, ante la imposibilidad de comprender la dinámica espontánea de los fenómenos de masa, la reacción se dio la tarea de buscar conspiraciones a las que reducir la revuelta. Según se dio a conocer a través de la prensa, el jefe de policía de la ciudad de Montevideo habría recibido una carta en la que un anónimo le informaba de la preparación, por parte de conspiradores rusos, de un golpe de Estado en ambas orillas del Río de la Plata. El supuesto complot maximalista fue asumido como verdad por las fuerzas represivas, quienes rápidamente asociaron revolucionario a ruso y ruso a judío, y se lanzaron a la persecución, detención, tortura, violación y asesinato de migrantes semitas. Como sostiene Daniel Lvovich en Nacionalismo y antisemitismo en la Argentina, más allá de los intereses que puedan abrigar los difusores de noticias falsas, el que se hayan tomado por verdaderas respondió a la sedimentación de un miedo a la revolución combinado con un sentimiento antisemita que llevaba tiempo propagándose. Si no se quiere reproducir la obstinada búsqueda de complots, sean del color que fueren, cabría reconocer que, antes que un simple pretexto para la represión, la huelga general violenta posiblemente también haya desencadenado en los sectores propietarios un estallido de carácter emocional. Así como la razón, tampoco las emociones, y entre ellas el miedo, son propiedad exclusiva de las víctimas. “El miedo entra en la casa del pobre tanto como en la casa del rico, en la del rico tanto como en la del pobre”, concluyó la millonaria estadounidense, sufragista y mecenas de Marcel Duchamp, Katherine Dreier, quien por entonces se encontraba junto a su patrocinado en Buenos Aires y asistió a la inesperada revuelta como “un rayo que cayera de los cielos” (Cinco meses en la Argentina desde el punto de vista de una mujer).

En su contribución al libro Buenos Aires Idish, Leonardo Senkman relata que no fue en 1919 –como suele referirse–, sino en torno a los festejos del Centenario que se produjo el primer pogrom de la región. Tras ser deportados veintisiete anarquistas rusos acusados de complicidad en el atentado de Radowitzky contra Ramón Falcón y su secretario Juan Lartigau, jóvenes universitarios organizados en la Policía Civil Auxiliadora –suerte de ensayo preliminar de lo que sería la Liga Patriótica Argentina–, y bajo las órdenes del mismo Luis Dellepiane –entonces jefe de la policía de Buenos Aires–, asaltaron locales del barrio del Once, violaron mujeres, incendiaron la Biblioteca Rusa y destruyeron la sede del Avangard, periódico en idioma idish del Bund socialista. Entre los dirigentes del Bund y editores del periódico se encontraba un joven nacido en Polonia el 15 de julio de 1886. Por aquel entonces, Polonia pertenecía al Imperio Ruso, aunque el joven, de nombre Pinie Wald, no se reconocía perteneciente a ningún Estado: ni el polaco, ni el ruso, ni el argentino, país en que se había nacionalizado tras arribar en 1906. Cuando le preguntaban por su nacionalidad, simplemente respondía: “soy judío”. Nueve años después de aquel primer pogrom, el 10 de enero del ’19, mientras caminaba con su compañera Rosa Weinstein por Corrientes y Pueyrredón, ambos fueron detenidos por un oficial del ejército y conducidos a la comisaría 7º. Wald sería torturado, dado por muerto y acusado de ser el presidente del soviet del Río de la Plata. El abogado defensor que intervino para que el día 17 le concedieran la excarcelación fue un tal Federico Pinedo, abuelo del actual senador nacional del PRO.

En su crónica escrita para La Protesta, Ricard narró una visita al barrio del Once, donde presenció junto a su amigo un tiroteo que dejó un tendal de muertos y heridos en la calle. “Pisábamos sangre por todas partes; aquello era horrible, infernal, extraordinariamente bárbaro.” Entre los testimonios más conocidos del pogrom, se encuentra el relato que hizo en Al filo de medio siglo el médico Juan Carulla, militante anarquista que, tras participar en la Primera Guerra Mundial a favor de los aliados, abrazó el movimiento nacionalista monárquico, impulsó el golpe de Estado de 1930 y se jactó de ser quien introdujo en el país la cachiporra, que él mismo mandó a fabricar para enfrentar a radicales y comunistas tras la caída de Yrigoyen. También tomó nota de lo sucedido en el Once el escritor bohemio y anarquizante Juan José de Soiza Reilly, quien en las páginas de la Revista Popular reprodujo relatos de niñas que habían sido torturadas y violadas por jóvenes que portaban la bandera argentina. Algunos de estos jóvenes fueron los autores de un manifiesto con el que empapelaron las paredes de Buenos Aires. En él responsabilizaban a los judíos “de las desgracias que hoy día están sangrando al pueblo argentino y envileciendo a la nación […] Caiga, pues, sobre los judíos la execración pública, y que el gobierno, cumpliendo su deber, libre a la nación de ese contagio y de esa peste” (en Lvovich).

Existen diversas y muy desiguales cifras acerca de la cantidad de muertos que dejó la semana trágica. El comisario Romariz refirió entre 60 y 65 víctimas fatales, de las cuales cuatro pertenecían a las fuerzas de seguridad. En su edición del 23 de enero, La Protesta informó 700 muertes. Por su parte, la diplomacia de Estados Unidos –refiere Bilsky– dio la cifra de 1356 muertos. Además, la prensa comercial comentó el caso de, al menos, 55 personas desaparecidas. “Incluso nosotros fuimos obligados a hacer caso de sus muertos, dado que quienes hacían a nuestra comodidad se rehusaron a trabajar” –confesó la millonaria Katherine Dreier, quien manifestó simpatías por aquellos que habían dejado de servirle. Una vez finalizada la huelga, el diputado radical Horacio Oyhanarte llamó desde el Congreso a dar “un voto de aplauso, un voto argentino, un voto macho a los conscriptos, a los vigilantes y a los bomberos y a todos los guardianes armados del orden y de la tranquilidad pública” (en Godio). Mientras tanto, los anarquistas organizaron un comité pro-víctimas y, con su firme espíritu iconoclasta, se opusieron al proyecto de construcción de un monumento a los caídos de enero.

(No) Ficciones

El mismo día que se produjo la masacre alrededor de las barracas de la casa Vasena, el Palace Theatre de Buenos Aires exhibió el film Juan sin ropa, opera prima de la compañía Quiroga-Benoît Film. La película fue dirigida por Georges Benoît, escrita por el anarquista José González Castillo –uno de los creadores de la Universidad Popular de Boedo–, y contó con la actuación de Camila Quiroga, fundadora, en marzo de ese año de 1919, de la Asociación Argentina de Actores. Inspirado en la famosa leyenda del payador Santos Vega, el film es considerado el primero en retratar problemáticas obreras en el país. Narra la historia de un hombre que vive en el campo y recibe la invitación del dueño de un frigorífico para ir a trabajar a la ciudad bajo sus órdenes. Al poco tiempo de tomar el puesto, se desata una huelga que es reprimida por la policía, tras lo cual el joven decide volver a su tierra. “El asunto tiene un carácter netamente nacional y refleja muchos aspectos permanentes de nuestra vida, como los de la pasajera actualidad”, informó el 7 de enero el diario La Razón (en Beatriz Seibel, Crónicas de la semana trágica). Los azares de la historia harían de la película una suerte de docuficción: a partir de ella, cierto imaginario recordaría la semana trágica como una revuelta producida a raíz de una huelga no en una empresa metalúrgica, sino en un frigorífico.

Los días del 7 al 14 de enero del ’19 posiblemente sean la semana de la historia argentina a la que la literatura dedicó mayor cantidad de obras. Quien primero buscó, a través de la ficción, extender algunos de los pliegues que componen el mundo de la semana trágica fue Arturo Cancela con Una semana de holgorio, publicada a poco menos de un mes de los sucesos en los folletines de La Novela Semanal. Escrita a modo de diario, cuenta la historia de un joven que vive en la zona norte de la ciudad de Buenos Aires y, tras ser arrestado creyéndolo un conspirador maximalista, aprende que, cuando un agente de seguridad lo detenga, lo primero que debe decir es: Yo, argentino. La obra fue leída y recomendada por los editores de La Protesta como un gran acierto literario y una perspicaz e irónica crítica contra la represión. Cerca de un año más tarde, La Novela Semanal volvería a publicar una obra alusiva a los hechos. Se trató de La Venus del arrabal y su autor fue Belisario Roldán, quien eligió como protagonista a una mujer que se debate por el amor de tres hombres: un aristócrata nacionalista, el dueño de un almacén de barrio, y un cerrajero anarquista. En este caso, el triunfador es el anarquista, quien a diferencia del nacionalista no mira “el mundo a través de una bandera, que es un símbolo, […] él lo miraba a través del corazón, que es un órgano…”

En 1966, David Viñas publicó su novela En la semana trágica, en la que unos jóvenes temerosos de que los rusos se metan en sus casas y violen a sus mujeres, deciden salir primero a su encuentro. Dos décadas después, Adolfio Bioy Casares tomaría la huelga del ’19 como escenario en que transcurre su cuento Noúmeno. Lo propio haría Andrés Rivera al cumplirse los ochenta años de la revuelta con su novela El profundo sur y, para el noventa aniversario, Mauricio Kartún estrenaría su obra Ala de criados. En esta ocasión, el escenario no es Buenos Aires, sino el balneario de Mar del Plata, donde, luego de experimentar sentimientos ambiguos en su primera relación sexual con un cazador de palomas, Tatana descubre que “el amor es un atentado ácrata”. Resulta llamativo que ninguno de los autores haya elegido para sus protagonistas a partícipes de la huelga. Por el contario, en su gran mayoría son figuras de la aristocracia quienes desempeñan los papeles principales. Tal pareciera que la historia de quien tomó parte activamente de una revuelta, tanto como la de quien fue víctima de una violencia que sólo el Estado puede ejercer, sólo es capaz de ser contada por quien vivió la experiencia. Es éste el caso de Pesadilla, crónica novelada en la que Pinie Wald narra, con cierto tono paródico, sus propios sufrimientos a lo largo de los días en que estuvo preso. Escrita en idish, la lengua materna y popular de su autor, tal vez la única con la que es posible prestar testimonio de las humillaciones a las que fue sometido, la novela fue publicada por primera vez en 1929 con el título de Koshmar, y su primera versión en castellano data recién de 1987. Lejos de cualquier gesto de resentimiento, Pesadilla es una crónica del miedo, del que hace que los hombres sean capaces de cometer las peores torturas, y del que se enfrenta con la vitalidad de quien resiste a la muerte.

Que bajen la edad de la imputabilidad // Diego Valeriano

Que bajen la edad de la imputabilidad, total qué les importa, ellos se la aguantan y se plantan. Total si tienen que tirar, tiran ¿o alguien cree que los guachos quieren ser guachines? Que la bajen a 15, a 12, a nada.

Que hagan encuestas, que le pregunten al gordo de la rotisería, a la doña detrás de las rejas. Que bajen la edad a nada si eso los alegra, total la guerra es cuerpo a cuerpo y la vida no vale ni un tantito así. Que se ortiben más todavía, que el odio los ponga manija y que la crueldad los mantenga vivos.

Que opinen las trabajadoras sociales, los psicólogos, las educadoras, los militantes. Que posteen urgente, total ya les recabió. Que eduquen a los educables, a las que aceptan las consignas. Que se lamenten por las que no vienen, que pregunten por Joel. Que hagan rondas, juegos, giladas. Que no paren de aburrirse en esos talleres que paga Desarrollo. Que hagan la parte que les corresponde.

Que sepan que cada bala tiene nombre, que la noche no se rompe sola, que los murales son memoria piola, que las lágrimas tatuadas no se borran. Que sepan que estamos en guerra hace una banda de años y que hay novias que envejecen recorriendo comisarías y juzgados.

Que sepan que amor es arrancar, que los bautismos solo son de fuego y que ningún pibe espera nada de la letra muerta. Que se aviven que el futuro no es estudiar, ni volantear disfrazado de Mickey, ni juntar el pis de las viejas, ni cuidar nenas que odian.

Que sepamos que 15 o 16 es lo mismo, casi lo mismo, casi siempre lo mismo, y más aún cuando se cruzan con un patrullero en alguna noche sin luna.

Insurrecciones impuras y espiritualidad política // Marie Bardet y Verónica Gago

Lectura de “Sublevarse” Michel Foucault. Entrevista inédita con Farés Sassine.

«Mi proyecto […] es multiplicar por todas partes, o bien en todos los lugares donde sea posible, las ocasiones de sublevarse con respecto a lo dado, y de sublevarse no forzosamente ni siempre bajo la forma de la sublevación iraní, con quince millones de personas en la calle, etc. Uno se puede sublevar contra un tipo de relación familiar, contra una relación sexual, uno puede sublevarse contra una forma de pedagogía, uno puede sublevarse contra un tipo de información». Michel Foucault

Fares Sassine, intelectual libanés entrevista a Foucault en 1979, al año de sus intervenciones sobre los acontecimientos iraníes que derrocaron al Sah. Esta entrevista, realizada en francés para An Nahar al‘arabî wa addûwalî –semanario del diario más importante de Beirut, An Nahar, “que se publicaba en París en lengua árabe e intentaba eludir la pesada presencia siria en la capital libanesa-”, según explica Sassine en el prólogo, le permite a Foucault volver sobre su percepción de lo que pasó en Irán en esos años, pero también sobre las reacciones de profundo rechazo y condena que su postura desencadenó en los diarios franceses. La entrevista se publicó por primera vez el año 2013, por la labor del colectivo de la revista Rodéo, y particularmente Sandra Iché, cuya relación con el Líbano en su investigación escénica (Wagons Libres, Variations Orientales), histórica y de vida, la hizo conocer a Farés Sassine y encontrarse con esos viejos cassettes grabados. En 2016, Soledad Nívoli, con la complicidad del colectivo Laboratoire Tournant, lo traduce al castellano, lo comenta y publica como libro bajo el título Sublevarse, en la editorial Catálogos de Chile. Ya cuenta con una re-impresión.

Hace un año, en diciembre de 2017, en Irán, numerosas y duraderas sublevaciones y marchas agitaron aquellos últimos días del año sin que nos enteremos mucho. Volver a leer en esos días la entrevista de Sassine a Foucault despliega una lectura-puente entre las polémicas que en ese momento ardían en torno al compromiso de Foucault a favor de una “revolución iraní” que concluirá en un gobierno religioso autoritario, y la actualidad intempestiva de la pregunta por las sublevaciones en curso en distintos puntos del planeta y de nuestras vidas.

“Así, pues, las sublevaciones cambiarán de forma, pero el hecho de tener que sublevarse… Usted entiende, cuando se toma por ejemplo, digamos las sublevaciones de homosexuales en los Estados Unidos y se las compara con las grandes sublevaciones que puede haber en un país del tercer mundo que actualmente muere de hambre, o que pudieron producirse en la Edad Media, parece irrisorio, pero no, yo diría que no es irrisorio. No es que dichas sublevaciones tengan un valor maravilloso que las otras no tendrían, lo que quiero decir es que no puede haber, y que no es deseable que haya sociedades sin sublevación. Eso.”

En este puente tendido por nuestra lectura, el diálogo de 1979 con el joven intelectual libanés Sassine no solo permite volver sobre el compromiso de Foucault con los acontecimientos iraníes, sino tomar el tiempo de pensar las razones de la virulente condena que recibirá en esos meses por parte una intelectualidad francesa, y preguntarnos por las sublevaciones actuales aquí y allá.

Principio de esperanza y reacción francesa

Con dos viajes a Irán en 1978, donde se encontró con una serie de personas, universitarias y no, militantes y no, Foucault se metió en lo que Soledad Nívoli llama, en su prefacio, “el aire cargado de los hechos que lo confrontaron a modos alternativos de concebir, pensar y justificar lo que estaba sucediendo”. Se propone llevar a la experiencia de esos encuentros una intuición: la de la presencia de una dimensión de esperanza propia a una espiritualidad política, entusiasmado por su lectura reciente de Ernst Bloch que lo lleva a practicar el “principio esperanza” casi como método.

Por causa de un accidente, Foucault pasa largas semanas de reposo el verano anterior leyendo El principio esperanza y sus descripciones de una esperanza teleológica como motor de transformaciones sociales y políticas en la Europa de los siglos XVI y XVII. La posibilidad de que la esperanza orientada por una teleología propia de cierta espiritualidad, por un lado, y la sublevación como forma de transformación social y política de una situación presente, por otro, compartan cierta potencia política, tal es la apuesta teórica y (“anti” )-estratégica que Foucault cree escuchar en los discursos de los diferentes iraníes que conoce en sus viajes. Rastrear la envergadura de esta “espiritualidad política”, fue el foco de su interés que, como lo precisa en este libro, lo llevó no tanto a comprometerse a favor de la revolución iraní -afirma, ahí por lo menos, todo su “escepticismo”-, sino a sospechar de una lectura occidental y en particular francesa que descartaba de cuajo toda potencialidad revolucionaria de una “espiritualidad política” en acción. Si reconoce cierta “simpatía” en el acercamiento al proceso iraní del 78 -y eso también lo proyecta como cuestión de método de investigación: “creo que nunca se puede comprender bien algo hacia lo cual uno es hostil”-, es ante todo este hallazgo del arraigo forcluido de Europa misma en cierto “principio de esperanza” que evoca.

Un interés, una simpatía con un proceso, que no le perdonarán el resto de los intelectuales franceses de la época. La entrevista permite entender esta reacción a partir de una suerte de confusión entre la irritación provocada por la idea misma de espiritualidad política y la condena de un supuesto compromiso ciego con una revolución religiosa. Después de varios meses de silencio, el desconcierto de Foucault frente a la virulencia de los ataques sigue intacto, y se vuelve un tema central de su conversación con Sassine. Las explicaciones subyacentes a estas reacciones que esboza en la entrevista son interesantes, sobre todo por la vigencia de sus ecos, casi 40 años después. La primera pista de explicación que da Foucault es la de un “odio al islam”… cuya resonancia en el contexto francés actual es sin duda fuerte. La segunda pista para entender el remolino y la condena unánime, es la idea de un recelo cultural en el inconsciente colonial colectivo francés en torno al honor y la gloria de la originalidad de la revolución. Foucault ensaya esta explicación, con un tono común a toda la entrevista entre tanteo y dudas: “yo diría, de envidia cultural: no van a ser ellos los que hagan una verdadera revolución según su propio estilo si nosotros no pudimos hacerla según el nuestro! Nosotros, que inventamos la idea de la revolución, que la elaboramos, nosotros que organizamos todo un saber, todo un sistema político, todo un mecanismo de partidos, etc., en torno a esta idea de revolución. Bueno, se puede dar esta explicación. No estoy seguro de que sea cierto”.

Sublevarse no se agota en las explicaciones. Puede haber demasiadas razones o demasiado pocas que expliquen una sublevación. Por eso, más bien lo que muestra es que tienen esa mezcla de sobredeterminación y azar, de razones e imprevistos, de intempestividad y cálculo.

Dice Foucault: “encuentro muy bien que todos ellos [los historiadores, los economistas, los sociólogos, los analistas (inaudible) de una sociedad] expliquen las razones, los motivos, los temas de las revueltas, las condiciones en las cuales se desarrollan, pero, otra vez, el gesto mismo de rebelarse me parece irreductible en relación con esos análisis. Usted sabe, cuando yo decía que estaba fuera de la historia, no quería decir que estaba fuera del tiempo, sino que está por fuera de ese campo de análisis, que es necesario elaborar, por supuesto, pero que jamás dará cuenta de ello”.

Hay algo de irreductible en el gesto. Irreductible quiere decir inexplicable. Se elabora pero no se agota en la explicación. Son cosas distintas. Es por un lado el viejo tema de la acumulación de razones objetivas y la ironía siempre esquiva del destello subjetivo.

Gestos de sublevación: una dramaturgia inexplicable.

Un colectivo de estudiantes iraníes residiendo en Francia sacaron un llamado a apoyar la insurrección iraní en los últimos meses del 2017 en base a una serie muy detallada de puntos: las razones, lxs participantes, y los eslóganes. Describen allí una lucha contra la neoliberalización acelerada de Irán que llevó a un deterioro rápido de las condiciones de vida. Con un empobrecimiento de 15% de la población durante la última década , las magras expectativas laborales y la inflación de los precios de los alimentos básicos y servicios, describen como disparador de las manifestaciones el hartazgo por la vida cara y la denuncia de una injusticia en las reparticiones de las expectativas. A partir del 28 de diciembre 2017, empezaron unas marchas muy masivas en más de 60 ciudades del interior de Irán, y luego en Teherán. Pero recuerdan que estas movilizaciones se inscriben en una serie más larga: hubo no menos de 900 marchas en 50 ciudades del interior de Irán durante los 6 meses precedentes, ampliamente reprimidas e invisibilizadas en los medios. Estas movilizaciones ahora más visibles pero igual de reprimidas (23 muertos, 2000 arrestadxs en diciembre 2017) denuncian varios frentes de ataque a la dignidad de la vida, a la vez que producen un saber que relaciona la situación de sumisión social y política con la corrupción, las financieras expropiadoras, y los sueldos impagos. Insisten en su llamado sobre el hecho de que “la nueva generación en Irán llama, por motivos de clase, políticos y laicos a la transformación de las condiciones generales de la existencia”, y recalcan la presencia de mujeres en las marchas, con muchas detenidas.

Van traduciendo, al final de su texto, una serie de eslóganes de esa marcha, que nos da acceso a lo que Foucault denomina cierta “dramaturgia de la sublevación”: “La gente mendiga mientras el jefe suprema vive y actúa como un dios”. “Usaron al Islam para oprimir a la gente”, “Mulá capitalista, devolvenos nuestro dinero”. “Reformistas, fundamentalistas, su historia termina aquí”, “Los estudiantes prefieren morir que aceptar la humillación”, “Somos hijxs de la guerra, estamos listxs para la batalla”. Escuchar en esas, en otras y en nuestras sublevaciones actuales, los motivos pero sobre todo lo que escapa a toda explicación causal exige reinventar esa dramaturgia de la sublevación. Combinación de gesto y táctica, de puesta en escena y desborde de fuerzas, de imprevistos y sigilosos movimientos.

“Me parece que, finalmente, se pueden encontrar miles de razones por las cuales un hombre se somete. Usted debe pensar que me he vuelto abruptamente muy hegeliano, pero después de todo, que el esclavo prefiera su vida a la muerte y que acepte su esclavitud para continuar viviendo, ¿no es ese al fin y al cabo el mecanismo de todas las servidumbres? En cambio, me parece enigmático, justamente porque va totalmente contra esta especie de cálculo evidente y simple, el hecho que consiste en decir: prefiero morir antes que morir. Prefiero morir bajo las balas antes que morir aquí. Prefiero morir hoy sublevándome que vegetar bajo el dominio del amo del cual soy (inaudible). Entonces es morir antes que morir. Esta otra muerte…”

En la insurrección, hay una forma de hacer valer la muerte contra la muerte. La elección del modo de morir cuando nos están matando. La afirmación de la vida en un momento límite como huida de otra muerte, esa que acontece con el sometimiento. Foucault desplaza la pregunta clásica de la teoría política -¿por qué se obedece?- para llevar el enigma y la legítima extrañeza a otra: ¿por qué hay sublevación? Y la respuesta hace un hueco en la muerte: “Prefiero morir antes que morir”. ¿Elegir qué tipo de muerte es sublevarse? Es una ruptura, aclara Foucault. Se rompe con la orden de muerte a través del riesgo de elegir la propia muerte.

“Bueno, esa elección de la muerte, la muerte posible, a mi parecer, es algo que implica, en relación con todos los hábitos, familiaridades, cálculos, aceptaciones, etc., que forman la trama de una existencia cotidiana…me parece que [esa elección] constituye una ruptura. […] lo que quiero decir es que captar el momento mismo en el que eso sucede, cuando se intenta captar la vivencia misma de la revolución, es ahí donde digo que hay algo en eso que, a mi parecer, no puede ser reducido a una explicación o a una razón. Por más miserable que uno sea, por más amenazado de morir de hambre que uno pueda estar, en el momento en el que uno se levanta, y en el que dice prefiero morir bajo las ametralladoras que morir de hambre, hay en eso algo que la amenaza de hambruna no explica. Bueno…existe, si usted quiere, un juego entre sacrificio y esperanza, el que…del cual cada uno, o del cual colectivamente, un pueblo, es responsable. Él mismo establece el grado de esperanza y de aceptación de sacrificios que va a permitirle afrontar un ejército, una policía, (inaudible). Y me parece que eso es un fenómeno muy singular que quiebra la historia…”

La dimensión de la espiritualidad política opera en esa zona entre el sacrificio y la esperanza. Imaginamos que es esa zona turbia, llena de gestos inexplicables, lo que fascina a Foucault de la revolución iraní del 78. Lo que además opera un desplazamiento de la palabra revolución fuera del monopolio que Europa cree tener sobre ella. Un gesto donde lo espiritual es político y no de lo que lo político tiene que emanciparse para ser revolucionario. La espiritualidad política, ese destello enigmático que es irreductible, se vuelve campo de batalla. Y esa lección que deja entrever Foucault es la que hoy parece ser justamente botín de guerra del neoliberalismo. Pero también, y ahí vuelve lo inexplicable, el gesto feminista que vuelve a poner en acto una dramaturgia de la sublevación que convoca, desde las disidencias de los cuerpos, una nueva espiritualidad política.

SUBLEVARSE Michel Foucault Entrevista inédita con Farès Sassine Trad y prefacio de Soledad Nívoli Viña del Mar, ed. Catálogo, 2016, 121 pp.

A 21st Century Fascist // Toni Negri

1.The Democratic Path to Fascism

The assertion that all power is a “power of exception” has become commonplace. However, that affirmation does not explain the different between a fascist regime and a constitutional regime. “There is no difference,” retorts the person who believes in the normality of the “exception.” Try saying that to the people of Brazil, who face Bolsonaro’s imminent assumption to power, and you will hear the response: “you are crazy!”

In the revolutionary Marxist tradition, the analogy between the democratic regime and the fascist regime is rejected. The Third International imposed that similarity (that quickly turned into an identity), and we all know how that ended. The concept of constituent power must be considered with equal attention and discernment: it cannot be confused or mixed with the “political exception” and its exercise – as claimed by the proponents of the “autonomy of the political” (who, in the trail of Carl Schmitt, only see a figure of “exception” in constituent power).

In regards to what happened in Brazil, it must first be noted that fascism did not arrive through a classic “coup d’etat” (from outside of the democratic institutions), through the exception (as what more or less happened with Latin American fascisms, up until Pinochet and the Argentine military junta), but rather from within the constitutional process. It did not arrive through a rupture with constitutional legality, but through the constitutional construction of a new legitimacy. Second, I tend to believe that the fascist Brazilian government will not exercise power through an external and violent transformation of the constitutional regime, but through a slight reduction (except for the Black population) of civil liberties and through the existing Constitution’s governance. That is, through putting a sort of “constituent power” in motion within governance – a power that is functional, absorbed within governance and at the same time able to determine profound modifications in its constitutional fabric. This perverse path of democracy, that is now installed in Brazil but that has been experienced, in part or in full, in other situations and countries (such as Turkey and Egypt, not to mention the former socialist countries) should be submitted to criticism. We must not only ask what does “representative democracy” mean today, but also what does “democracy” in general mean. Then based on that, ask how, through what forms and with what objectives, should we mobilize in order to build and defend a Constitution that respects freedom, that constructs equality and creates its conditions. And finally ask ourselves if it is still possible to raise these questions or if we have to reconsider the very fabric that sustains them?

2. An Institutional coup d’état

A constitutional coup d’état and/or a democratic coup d’état: that is how we can name what happened in Brazil and incorporate it into a new academic typology of constitutional law. The overthrow of the legitimately existing power and its substitution for a power that is not legitimated by universal suffrage, but by an organ of the State, Congress, was carried out behind a constitutional mask. It started with the impeachment of the President and continued with her replacement – merely by parliamentary means, without a new general election –, shortly after the the electoral renewal of her presidential mandate. The coup later continued (which is not irrelevant) with Congress’s immediate approval of several laws characteristic of a neoliberal regime (among which we should highlight the law that prohibits increasing social spending for a long time) that, in a expeditious and treacherous way, revoked the material paradigms of the standing Constitution.

The connection between Dilma’s impeachment for political-moral reasons (corruption) and the liquidation of the political orientation of her government through the constitutional affirmation of a neoliberal principle, reveals that there was a partisan nature to her dismissal, which classifies it as a coup – a radical modification of the political direction of the government, or in other words, of the material constitution. This opened the way for making sure that, even in the case of new elections, a diverse presidential majority (that the polls attributed to Lula) could not reestablish what was now constitutionally vetoed: non-liberal proposals for redistributing income, or rather, alternatives to the newly decided economic legitimacy. In support of continuing liberal politics, and therefore renovating state policies outside of (and before) their popular legitimization, the judicial power mobilized through the condemnation and imprisonment of Lula and, later, through his electoral exclusion. It is not a coincidence that this judicial power has been immediately co-opted by Bolsonaro’s government. Finally, the elections were held under the threat – which once again is not external to the institutional process – of intervention by the national army, in the case of the left’s victory. At this point, the new President was elected, a 21st century fascist, restoring, in this way, the democratic legitimization of power. A very doubtful, yet effective, restoration. In the government that takes power at the beginning of the year, along with the Lava Jato judge (the operation that, as judge Greco has expressly declared, has nothing to do with Mani Pulite), there will be a Chicago Boy in charge of Finance and the Economy, in the Chancellery, a man linked to the alt-right and Trump’s policies, while the army will be given the functions of a Ministry of Order.

This perverse path-line that goes from democracy to fascism is organized not by external movements but by the very institutions of constitutional power through the adaptation of the organs of control to the political lines of the extreme right (especially the magistrate). The revelation of a coherent design running through the institutions, destroying all connections and influencing new conformations of the formal figures of the Constitution and the materiality of its political direction, which is guaranteed in the process of electoral legitimization, thus suppresses any ethical character of the democratic principle. All of this calls for – when the indignation subsides, if that happens – a reflection on the very issue of democracy.

But it is not enough. The fascist-populism of Trump-Bolsonaro further violates democracy. Direct democracy is taken up, in a mass and mystified way by those fascist leaders, and transformed from a mode of government into a figure for the legitimization of a government. Trump’s tweets interpret that conversion. Social media and the institutional press voluntarily take on that legitimizing function. Moreover, it can be said (and there is vast literature on the topic), that they produce it, or at least they make it possible. When the indignation subsides, we will still have to raise the question of freedom of expression in relation to power. This is the first problem that a resistance movement must confront, saying “Books yes, weapons no” (as they are starting to say in Brazil), but it will have to start by liberating free expression. Indeed, the contradiction between freedom of expression (constitutionally protected) and money (= property = corruption = the criminal use of falsehood by the mainstream media…) seems unsolvable. But it is only so for those who continue seeing it as a Gordian knot and do not trust that a sword can cut through it. A political force that wants to get out of the mud in which democracy and fascism are encased, must pose that problem as the first to be solved.

3. A General Problem

There is a process underway in the United States that is analogous to that of Brazil. The strength of that country’s democracy and the value of its Constitution have prevented, so far, the transformation from assuming the perverse and even grotesque element of what is happening in Brazil. In the United States, the presence of opposition forces can still block (or make uncertain) the crystallization of a tendency like the Brazilian one. However, this does not erase the fact that a reactionary consolidation of power is taking place. It is seen in the Republican Party’s strong shift toward the Trumpian core (behind which lies the supremacy of the alt-right), the twenty years of the Supreme Court’s orientation in ultra-conservative positions, the realization of colossal financial operations for media control of voting, etc.

In a much more fragile way, but with sometimes ferocious acceleration, similar processes are occurring in Italy. However, the populist political horizon is expanding in Europe and in Latin America. This expansion dramatically deepens the problem we are raising here: how is fascism established in and through democratic institutions? And second, what exactly is this fascistizing insurgency?

Next we will try, if not to answer, to introduce this question in more detail. For now, let’s start by defining this strange fascism, which is presented in profound combination with neoliberalism. Better yet, let’s try to define the difficulties that – we believe – a new radical experiment of the Chicago theories must encounter in its development. The current fascistizing transformations of the capitalist managing class (not all of it, for the moment), in fact, seem to be determined by the need to sustain with greater force, using all the means of the state, constrictively, a more neoliberal development of the deep crisis. It is important to highlight this unusual deformity: the force of authoritarianism is called up to sustain the crisis of liberalism. Now, according to this perspective, fascism seems to appear (although not only) as the hard phase of neoliberalism, as a strong recuperation of sovereignty, as the inversion of the slogan “first the market, then the state,” in several figures, in the points where development clashes with most difficulties, or where its apparatuses break, or better, where it confronts strong resistance.

This fascism is characterized by a reactionary reflection. This is what distinguishes it from the fascisms of the 1920s and ‘30s, when the reactionaries acted on the political plane, while they could be relatively progressive on the economic terrain, pseudo Keynesians. This reaction then is probably a symptom of weakness, an effect of response more than an attack. Which seems to be proved by the fact that this fascist instance, more than a totalitarian technique, attempts to use flexible mechanisms for the authoritarian transformation of the state, calibrating governance like a sort of new and perverse constituent power. But these are only predictions, that only the intensity of future class struggle can confirm or deny.

We still have not asked: what is 21st century fascism? That of the 20th century sought to destroy the Soviets, in Russia or in any other part of the world where they could be found. Where are the Bolsheviks today? They are obviously fantasies. But neoliberalism’s fatigue in consolidating itself and the political crises that are added to the economic ones revive the fear of Bolsheviks. That insistence is astounding.

To attempt to rationalize it, let us venture a hypothesis that would allow us to classify these fascist tendencies in an era in which the development of the mode of production has placed the multitude in the center of class struggle. Now, the multitude is a set of singularities, linked by social cooperation. For the multitude (especially in the metropolises), the element of cooperation is the main point of its existence as a class. In productive terms, that cooperative power leads the multitude toward the common. However, when strong tensions intervene that act on the singularities (that compose the multitude) in terms, for example, of economic or environmental insecurity and fear of the future, then the multitudinous cooperation can implode as a defense of identity. The fascism of the 21st century seems to be sustained by such incidents in the cooperative nature of the multitude.

4. Fascism and Neoliberalism

If in the era of Plato, democratic constitutions were inadequate for stopping the crisis of democracy, in the current situation they favor the rise of fascism, generating corruption. Modern democratic constitutions were organized due to the dynamic confrontation of interests, eventually in coalitions by the right and the left, in relation to a model of enmity and of the peaceful and regulated solution to that enmity, following the hypothesis of a balanced opposition between contrasting interests. Today, globalization has led to the homogenization of governance at the global level (it could be said: toward homologation), since governing in globalization requires composing the relationship between the formal and the material constitution through the insertion of rules that emerge from the multinational monetary relations of companies in the global market – and that therefore, substantially eliminate confrontation/conflict internal to the constitution itself. The extremism of the center, the large coalitions, have been, in this sense, fundamental moments of the recomposition, through governance, of constitutional profiles with a global reach. But this phase ended, and the upsurge in conflicts has led to a profound crisis of the traditional forms of liberal-democratic governance. What occurs then are the experiments in rupture: America first, Brexit, and now Brazil first, Italy first

Governance (that is, the set of apparatuses that unitarily shaped the horizon of national governments and global government) is subject to increasingly frequent constitutional incidents, that have primarily had the effect of obliterating the aspects of progressive democracy that constitutions inherited from the second post-war period and the end of the Cold War. In this way, the physiognomy of states is transformed at the expense of democracy. The long 2007 crisis made things worse. Governing the crisis always implied that it was the crisis that imposed its demands on democracy. Today we can fully weigh the consequences of those events. Increasingly, the dialectical constitutional dynamics are not taken into account, oppositions are integrated into governance, Keynesianism is destroyed with the consent of the Keynesians. The eventual operations of exception occur directly within democratic governance, as if they were responding to hidden articulations of a constituent power, more than to controllable mechanisms or options. What I want to say is that the transformation that these movements suggest is today commanded by destructive power of democracy.

With the crisis and weakening of North American power – that had determined a certain global equilibrium, at least in its area of domination – these processes accelerated, spreading chaos everywhere. The new fascism is established within this chaos. Assembling itself from the neoliberal project to dominate it, will it find the conditions for its sustained development? It will be difficult. In these conditions, neoliberalism finds itself in a desperate situation, if it is to reestablish equilibrium. Having dislocated or rejected the old democratic constitutional equilibrium, now it is exposed to the void. It needs something new to respond to the new difficulties, and it only finds it under the form of authoritarianism, of renewed fascism… To survive this leap into the void, it has to resort to media or ideological instruments, it has to defame and destroy the forces that have confronted it (sometimes timidly, or even anticipating its destructive directions – this crisis is prolonged and deep, and the responsibilities are still to be defined). Those forces were social democratic, Keynesian ones. But the neoliberals that make up the new formula of fascistic government in Brazil call them communists and Bolivarians, propagators of chaos. In the United States, they are the stupid city dwellers that subvert the national identity. Thus, this fascism founded on the ideological void is classified as a falsifier of memory and reactionary restorer of past identities. If it is a slave-holding past, as in the United States, it is worrying; if it a present with slavery, like in Brazil, it is even more troubling.

5. We must not be afraid

My Brazilian friends wonder how Bolsonaro’s victory was possible, why their fellow citizens voted for him in such large numbers. The answer is simple: they did not vote for fascism, but for the end of corruption and security, at a critical juncture of their lives for which, in reality, a part of the population blamed the PT. It is not difficult to think that the racist motivation and the defense of the family (see the absurd polemic about the issue of gender) formed the fascist coagulation of that malaise. It is an easy prophecy to make, as we have already indicated, that Bolsonaro will not manage to institute his government as a regime. To the previously mentioned obstacle in relation to the conjugation of fascism and liberalism, there are additional specific internal difficulties: faced with the tactical impediments created by the dispersion of votes in Congress, they will be forced to continue buying the parliamentary majority from Evangelicals or other mercenaries; there will be an even higher price to pay the ruralists for their electoral support, for sustaining the government, and in the negotiation of the ecological limits to the expansion of their interests; the extreme proposals for privatizing public patrimony will be met with hostility by the army in the name of the nation, etc. It will not be easy for them to advance. And even the consolidation of this victory will be difficult, very difficult: it will clash contradictorily with the same fixed values of the Brazilian economy (open to international food and energy markets, closed on enormously important ecological limits, pushed by a strong productive dynamic due to the breadth of the labor market). We are – it seems – in a margin in which the promises of Bolsonaro’s victory collide with the intentions of his neoliberal partisans. How can they be balanced? We are not in the 1930s, when fascism was organized around a form of planning that favored large industry (of war) and large banking capital – but with a surplus, that represented immediate social benefits for the proletariat.

What makes us tremble, after Bolsonaro’s victory, is anticipating the disasters that this government is going to produce anyway, given that it is incapable of developing a political project that is not a razzia against the poor, against Blacks, and, generally, an anti-social program (as shown by its ultra-liberal proposal). Militaristic, homophobic, sexist, guided by hatred toward a majority Black population (we are far from the 54% whites in the 2000 census), Bolsonaro will be faced with a non-white demographic push, which does not stop growing. The coming disaster is enormous and its consequences will be felt for a long time.

What must be done, then? We must stop crying, we must get down to work, taking comfort in the awareness that the fascist cadre is still weak. In what sense, with what spirit, should we start working? The provocations are already numerous, and in the future they will multiply. In the universities there are squads and right-wing groups putting together lists of communists, school programs start to be filled with invocations to a slave-holding past, etc. We must not be afraid. Not having fear becomes the key element for building a resistance.

Fascism is based in fear. Here it awakens and cultivates fear of Blacks and of communists. But this duo is a symbol of life, and its struggle is a sign of liberation. The leftist parties, starting with the unrecoverable PT, are in crisis. It is in the relationship and political recomposition of Blacks and communists that a radically antifascist left can be built. This step is fundamental. There cannot be antifascism in Brazil without a political composition between the white communists and the Black population. It goes without saying that the spark of this recomposition, today, are the feminist movements. They are majoritarian movements, and the majority is not afraid.

* Translated by Liz Mason-Deese

Can fascism return? // Diego Sztulwark

Can fascism return? The discomfort that arises from this question is rooted in the necessary ambivalence of any reflection that aims to think both about fascism as a situated historical phenomenon and as a persistent configuration that continues to be updated in different conjunctures; as an unrepeatable event, to the extent that the conditions that made it possible are already too distant from the coordinates that define our present, and as a repetition of frightening features associated with that experience that do not cease to triumph a bit everywhere. Neither Trump nor Le Pen, nor Bolsonaro, are in conditions to establish a fascist state, and, at the same time, we cannot avoid seeing in them the human archetypes of a certain type of postmodern fascism, a specific type of vitalism that is affirmed in its purity – be it ethnic, class, or national purity – through intolerant violence and by treating entire populations as inferior. The question about the possibility of a contemporary fascism supposes then, an exercise in characterizing the political and historical forces and circumstances and about the conditions of possibility for a non-fascist life.

 

  1. What is “historical” fascism?

The Marxist Debate

From the point of view of the Marxist debate about the State and politics, fascism does not include merely any government with authoritarian or conservative features, but corresponds to a certain conjuncture: monopoly capital, centralized large capital, mobilizes the middle class in its support, seeking to displace the circles of the dominant classes that block its expansion, thus affirming its domination over the whole. In the polemic between Nicos Poulantzas and Ernesto Laclau, fascism (a phenomenon that also includes Nazism) is characterized as a phenomenon that mobilizes society against the socialist worker threat, as well as that part of the old ruling bloc that, as occurred in Italy and Germany in the 1930s, hamper the development of its hegemony. Racist, nationalist, militaristic ideology, the politicization of the petty bourgeoisie, and the interpellation of the popular are, in the fascist state, inseparable from large capital’s strategic direction and need for expansion. Fascism’s revolutionary appearance is false but effective. According to Alain Badiou, it is because it fights and destroys the effects of the revolutionary event – the Bolshevik revolution of 1917 – that it confronts, through an inverted appropriation of its forms. Following George Sorel, who theorized fascism as the agent of a mobilizing myth, the Peruvian Jose Carlos Mariategui perceived a certain play of mirrors between fascism and Bolshevism, both possessing the mobilizing myth, to the detriment of parliamentary democracy. In a classic text from the 1930s, Walter Benjamin warned of this inverted mirror game in terms of the relationship between aesthetics and politics: the Bolshevik politicization of art, that questioned class differences, was responding to the “aestheticization of politics” that pointed to a warlike specularization that kept the relations of property and production intact.

¿What does tradition teach us about fascism?

Years later, when fascism had already triumphed in much of Europe, Benjamin returned to the issue, this time to denounce the mechanisms that condemned social democracy to impotency when it came to confronting fascism. In his thesis VIII of “On the Concept of History,” written in 1940, the following can be read:

‘The tradition of the oppressed teaches us that the «state of emergency» in which we live is not the exception but the rule. We must attain to a conception of history that accords with this insight. Then we will clearly see that it is our task to bring about a real state of emergency, and this will improve our position in the struggle against fascism. One reason fascism has a chance is that, in the name of progress, its opponents treat it as a historical norm. The current amazement that the things we are experiencing are «still» possible in the twentieth century is not philosophical. This amazement is not the beginning of knowledge—unless it is the knowledge that the view of history which gives rise to it is untenable.’

In other words, if the European left could not defeat fascism it is due “in so small part” to its belief in the “historical norm” founded on the idea of “progress.” Instead of starting from the specific tradition of the oppressed – knowledge of the exception as the only norm –, it allowed itself to be confused by that of the oppressors – a linear temporality of an evolutionary type –. Marxism, reduced to a discourse about the productive forces (more factories, more workers, more votes for the socialist parties, etc.), runs the risk of adopting that norm from the tradition of the oppressors. There is a clear price to pay for adopting an “anti-philosophical” point of view (being astonished at the existence and growth of Nazism as anachronistic, as an archaism that should no longer exist).

For Benjamin, the task is to conceive of history from a point of view that allows for expanding the exception to the entire social field. The surprise at phenomenon such as Bolsonaro in Brazil, should produce politically useful knowledges, without remaining trapped in philosophical scarcity when faced with the fact that the things we are experiencing are “still” possible in the 21st century. Thinking about fascism then and now supposes, therefore, keeping our guard up in respect to what as proposed as the normalized state of things in each era.

  1. Are we governed by a fascist right today? How has the right changed?

In a recent book by the historian Enzo Traverso, The New Faces of Fascism: Populism and the Far Right, he characterizes the rise of the right-wings in Europe and the US (from Trump to Le Pen) with the term “post-fascisms.” It is a category that can be reproached for its imprecision – it only determines an “after” fascism – but, on the other hand, it has the advantage of proposing, for each case, a concrete analysis of the mixture of racist, authoritarian, and xenophobic features of those movements that denounce financial elites, with whom, however, they maintain close ties. In this sense, Traverso affirms that Trump embodies, like no one else, a “neoliberal anthropology.” The expression “post-fascism” thus attempts to name a complex set of continuities and discontinuities, to be established in each case, in respect to historical fascism.

It is particularly interesting if we apply this formulation to the more general discussion about how to characterize the right that arrived to power in Argentina with the election of Macri. The disjunctive was played out on the streets. In practical terms, should we chant, in marches, the slogan: “Macri, piece of trash, you are the dictatorship”? Chanting it supposes an erroneous characterization, to the extent that the Cambiemos Party came to power within the framework of the rule of law and a constitutional state. Not chanting implies, on the other hand, ignoring the continuities between different historical processes. But chanting on the street does not seek to accurately characterize a complex phenomenon, but rather to revive a historical memory in the body. And both things are equally necessary. The problem comes into view: is it possible to characterize a modern right, which wins elections, as the continuity of state terrorism, whose central protagonist was the military party that denied and did not win elections?

From Massera to Macri

In the history of Argentina, historical fascism did not occur as a dominant form. Certain sectors of the left and liberalism tried, and failed, to denominate the movement created by Juan Domingo Peron as such. But, as León Rozitchner explained, Peron did not express the path to domination through open war, but rather through truce. Time and not blood. The murder and torture as a way of restructuring power relations that the military carried out were very different. In 1977, Admiral Massera (or Admiral 0, the name with which this high official participated in the gang that disappeared popular activists) gave a speech in the Jesuit University of El Salvador in the occasion of receiving an honorary degree. Massera, then a member of the military junta that governed the country, elaborated on the motivations that drove the Western Christian Crusade to the war waged in the depths of the ESMA: defending private property against Marxist ideology, defending the family against Freudian perversion, defending absolute values against Einsteinian relativity. The practice of extermination in the clandestine torture centers and the death flights, the fundamentalist Catholicism of many of its cadres and its undeniable links with the Catholic Church, along with the strict defense of the traditional family and private property, made the Terrorist State – a category elaborated by Eduardo Luis Duhalde – the best heir to fascist violence in our country.

Is there a non-fascist right?

The situation is very different today when we hear Macri’s chief of staff mix, in his talks, neocapitalism with Buddhism, the ideology of rock and the aesthetics of transgression, and consequently, we can only assume that there is no possibility of tracing a linear relationship between the right and fascism. Is there then a new right, that is different from state terrorism? The question was forcefully raised with the forced disappearance and later death of Santiago Maldonado, and then with the parliamentary elections in October 2017 with a favorable result for the government. It was the journalist and political scientist José Natanson who attempted to provoke discussion with his book Por qué? La rápida agonía de la argentina kirchnerista y la brutal eficacia de una nueva derecha (Why? The rapid agony of Kirchnerist Argentina and the brutal efficacy of a new right). There he refers to a “democratic” right – undoubtedly a historical novelty – which we would have to understand in new terms. And he is right about that.

Due to a problem of intellectual and affective comfort, the conventional left, whether Kirchnerist or not, has reacted to Macrism more than once as if it were the direct continuity of the dictatorship. This type of frozen affect blocks the comprehension of what we could, following Traverso, call the “new faces,” the capacity to innovate, the historical discontinuities with what we call the Argentine right. The murder of Mapuche activist Rafael Nahuel, who was shot in the back by security forces shortly after the appearance of Maldonado’s body, confirmed the obvious: the defense of land as a commodity within the framework of new businesses – primarily related to energy – defines the new enemies of the state and promotes a practice and a legitimization of physical annihilation. The advantage of Traverso’s method – considering variations and continuities at the same time – allows for organizing discontinuities and innovations along with the structural type of prolongations, such as those linked to the dismantling of politics as class struggle, a hierarchical vision of the world, and a confidence in the articulation between capitalist initiative, an idea of “security” conceived around (private, concentrated) “property,” and a perception of poverty in terms of contention and danger. Therefore, neither fascism, nor new “democratic right” on their own are appropriate terms.

III. Is there a postmodern fascism? Is their fascism on the left?

In 1972, Gilles Deleuze and Felix Guattari wrote in Anti-Oedipus that political phenomenon cannot be reduced to the dimension of class interests or consciousness, but that they also include different relations with processes related to desire. The premise according to which, in certain circumstances, the masses can desire fascism, introduces a concern among militants for micropolitical types of analyses, attentive to the fact that desire is not a natural or spontaneous variable but one that is produced. This emphasis led Foucault to read this book as a treatise on ethics, an “introduction to a non-fascist life,” that should have also alerted the left about the reactionary modes of desire within its own ranks. According to Foucault, Anti-Oedipus teaches us to distinguish the presence of fascist elements in leftist groups, be those of “the political ascetics, sad militants, the terrorists of theory, those who would preserve the pure order of politics and political discourse,” or in “the bureaucrats of the revolution and civil servants of Truth,” and in the “poor technicians of desire – psychoanalysts and semiologists of every sign and symptom – who would subjugate the multiplicity of desire to the twofold law of structure and lack.” Although for Foucault, historical fascism continues being “the strategic adversary,” it must not be limited to the memory “of Hitler and Mussolini” – who were able to “mobilize and use the desire of the masses so effectively – but also the fascism in us all, in our heads and in our everyday behavior, the fascism that causes us to love power, to desire the very thing that dominates and exploits us.”

Postmodern Fascism and Hatred of Equality

Fascism, in its political and/or desiring forms, implies a passion for inequality and a phobia of differences that is not at all incompatible with very modern and neoliberal phenomenons such as the subsumption of life to the connective dynamic of the market. The absolutist character of this submission has given rise to forms of micro-fascism that swarm and plug the pores of the parliamentary city. Racism, sexism, and classism take root in what Santiago López Petit has indicated as the persistence of a type of “postmodern” fascism that acts by repeating one of the fundamental features of historical fascism: total mobilization. It is no longer about ideals, but about a complete mobilization of life under the force of the obvious. In the moment when capitalism is revealed as no longer a simple factory of commodities, but a complete factory of subjectivities, the need to establish a correlation between economy, desire, and politics is raised as never before. An equation in which desire for revolution leaves room for an intense desire for normality that the left seeks to codify as social inclusion and rights as meritocratic integration into the market. The reverse of that desire for the norm, as the theater piece Diarios del odio (Diaries of Hate), directed by Silvio Lang shows well, is a general disinhibition of the passion for hatred of equality.

Warning from Brazil

Days before the first electoral round, Vladimir Safatler – Brazilian philosopher and teacher – analyzed his country’s conjuncture faced with the imminent elections polarized between the main candidates – the postfascist Jair Bolsonaro and the Workers’ Party candidate Fernando Haddad –, classifying it as “low-intensity civil war,” carried out against the popular movements that create obstacles for the privatization of public services and the financial system, as well as the labor reform.  According to Safatler, the current situation is determined by the reactionary reconstruction of the power block that was behind the 1964 coup, that aims to violently overturn the limits and obstacles that Brazilian society imposed on capitalist valorization during recent decades. Behind Bolsonaro’s foul language, an even more fearsome enemy stands: the decision of that power bloc to violently unblock the relations of force, faced with a left that is in crisis that seeks to electorally reunite the political center of the country, around a conciliation pact that Safatler considers to be unfeasible at this point.

The myth of meaning

We can look to Spinoza for a complete argument about the central mechanisms that allow us to understand the diverse forms of what we generalize under the name “fascism.” In the Appendix to the first part of Ethics, he explains that humans, finite and desiring beings, project our appetite over the causal order of things, to the point of activating an authentic delirium: believing that our free will exists indeterminately. This denial of all understanding of causes in favor a blind belief in one’s immediate subjectivity is at the basis of common sense and the belief that everything has a purpose. As we also have a language capable of crystallizing this meaning that provides us with comfort in the face of what we do not understand, the capacity for critique tends to be displaced and seen as a threat. According to Spinoza – in part III of Ethics –, these projections always put in play and displace the border from which we consider “similar” others (“we feel sympathy not only for the object we have loved but also for that for which we previously did not feel any emotion, as long as we consider it similar to ourselves”). Would it be going to far to say that fascism is determined in each case as an updated version of the construction of dissimilarities? In any case, the Spinozist argument (“for the mere fact of imagining that a thing, that is similar to us and for which we have not felt any affect whatsoever, is affected by some emotion, we are affected by something similar”) helps to raise one of the specific problems of this conjuncture. In effect, while Spinozist communism – defined in Part IV – consists of affirming the common utility on the basis that “there is nothing unique in the nature of things that would be more useful to man than the man who lives under the guidance of reason,” in other words, absolute similarity. The current situation confronts us with its opposite: an articulation between the mechanisms of individualist neoliberal types of subjection in crisis and the production of an extremely restrictive and reactionary order of similarities.

This is the line followed by Alain Badiou in his philosophy of the encounter, at least in two particularly important texts in which he argues that fascism is a reaction against the creation of new universals, creators of unlimited equality. In his book about Saint Peter, Badiou associates Christian universalism with Bolshevik militancy. According to him, the resurrection of Christ is a universal message: believing in it is enough to accommodate every and any one in the good news. He detects precisely the same operation in the formula “workers of the world, unite.” Communism is the universal event of our time. In the other text, The Century, Badiou explains that fascism, as a thinkable phenomenon, is a darkening of this revolutionary opening: where Leninism struggles in favor of universalism – an event open to everyone –, the fascist call closes the meaning, it sutures it based on the exacerbation of an element (the Aryan, the white, the Catholic, or whatever it is) as a foundation, saturates the meaning and blocks its unfinished, revolutionary potential.

Fascism in its different varieties, both its vitalist, bodily variant based race, blood, ancestry, and the purely business variant that coerces life to the point of making it completely dependent on market categories, operates, according to Badiou, as a retreat of thought over a biological instance. That is probably what leads to the spiritualizing reaction that drives his “Idea of communism” and suppresses, in a very Christian way, any reference to sensitive material as the space for recomposing a common project. But this is not our issue for the moment (or is it?).

In fact, the problem of the denial of the real dimension of the body to the detriment of the virtualization of the world itself due to financial globalization is one of the most important arguments of post-fascism. Its strength lies in the imaginary satisfaction of desires that have been largely frustrated by the unfulfilled promise of a semiocapitalist paradise (an expression that we take from Franco – Bifo – Berardi). The discontent accumulated over decades of the capitalist multiculturalism identified with the Clinton-Obama cycle – that was incapable of conceiving ways to publicly regulate finances – seems to have occurred through a certain of the real – the effectiveness of the factual, of bodies – supplied by the new rights-wings. It is a reactionary presentation of unresolved libertarian questions (be it the crisis of the global market, hatred of equality, atrophy of the sensitive, exacerbation of sexual morality and ethnic purity, the vindication of the nation as an exclusive privilege), a new chapter of the Benjaminian surprise without philosophy.

  1. Is a non-fascist life possible? Interruption and Diversion

Postmodern fascism is the articulation of certain features of historical fascism with neoliberal hegemony (and with neoliberalism in crisis). In the heart of this dispositif of dispositifs there is a normalization of historical time, a prefiguration in which the future is deduced based on the fears of the present. Thus the importance of the Benjaminian experience of the exception. Whether through a rupture, flight, or overflowing, a non-fascist life becomes inseparable from interrupting the mechanisms of prefiguration.

A non-fascist life is a life that takes up the exception. Along a similar vein, León Rozitchner wrote that: “If war exists in politics as violence concealed in legality, it is a matter of deepening politics to find collective forces in it that, through their real entity, establish a limit to power. War is already previously present, only hidden. Therefore, we say: it is not a matter of denying the necessity of war, we only affirm that it has to be found within politics, and not outside of it. Because what politics is about is arousing the collective forces without which no apparatus can, on its own, win the war.”

This counter-power, that Rozitchner mentions as capable of imposing certain limits, entails a cognitive potential – a type of Machiavellian work, of discovering the violence dominant in democratic politics. This is projected both as the critical comprehension of the relation between war and politics – that is, the way in which the violence concealed in conventional politics degrades democratic potentials – as well as the practical task of rousing collective forces aimed at deactivating that violence. The recent South American experience (the crisis of neoliberalism in the 1990s, the protagonism of popular movements, the experiment of the so-called progressive governments) raises these questions again in a pressing way. The gradual subordination of that collective power of contestation which Rozitchner referred to, to the restricted game of a precarious mediation (the regulation of a restrained inclusion through consumption, an attempt to moderate the most savage repressive impulses), narrowed the strategic field of popular organizations, which were increasingly compelled to prioritize their capacity of containment over that of interruption.

The declining validity of these precarious mediations determines, to a large extent even today, the possibilities of a collective power that could perhaps be reactivated based on the double bind with which Benjamin imagined, in the aforementioned text about the concept of history, the generalization of the exception: on the one hand, the eruption of a new generation of struggles (a “weak messianic power,” a certain potential for transformation that “cannot be settled cheaply); and, on the other, a certain “gift of fanning the spark of hope” characteristic of one who is convinced that “not even the dead will be safe from the enemy if he wins.” Currently both tendencies or motivations can be found equally in the political field (the impetus of new generations of activists – feminist, labor, neighborhood, cultural movements – coexists with the urgent awareness of the need to stop the disaster – impunity for violence and policies that favor community dispossession, the liquidation of collective rights and exclusion from participation in collective expectations and wealth). Perhaps this allows us to conclude that what is at stake today is precisely the slow and difficult process of this articulation, that is played out entirely in its capacity to create a method of convergence that is able to organize its complexity without crushing it, of historicizing (not essentializing) an awareness of enmity, and of selecting a leadership that meets the ethical requirements that any genuine political transformation demands.

Translated by Liz Mason-Deese

La lengua revuelta // Lila María Feldman

«En un sentido, ver cosas es ocioso. Es necesario que un proyecto o una pregunta nos ligue a ellas».
La mujer rota. Simone de Beauvoir.

Hoy escribo para pensar en qué formas determinados movimientos y acontecimientos sociales generan, dan lugar a una transformación y ampliación del lenguaje. Formas en las que el lenguaje permite visibilizar o desnudar dispositivos inconscientes o naturalizados, de reparto y distribución del poder.
Se trata del surgimiento de palabras nuevas, o de palabras viejas que adquieren nuevos significados, y armarán la trama de constitución de determinadas representaciones sociales y representaciones psíquicas.
Resumen una historia de luchas que se cristalizan en una movilización y ampliación de sentidos.
Se trata de palabras y frases que cobran relevancia, y se afianzan, en tanto constituyen un nuevo sujeto político: en este sentido, algún tiempo atrás, la palabra «grieta» -en mi opinión, mucho más que ubicar diferencias partidarias, o engendrar un nuevo conflicto- construyó y organizó un nuevo sujeto político, iluminando, dando visibilidad, a un conflicto ya existente: el de los medios de comunicación y sus tensiones, desnaturalizando el juego de sus propios intereses y los modos en los que ellos impactan y participan en la vida y la agenda política. También construyó un sujeto-lector de los medios distinto, tanto menos pasivo e ingenuo. Un ejemplo de hoy: los modos en los que se nomina la violación de cinco hombres a una piba de 14, y el relato, inadmisible y brutal en algunos casos, que cada medio realiza de ello.
Feminismo mediante, a partir del «Mirá como nos ponemos», las víctimas de abusos y maltratos ya no son sujetos que padecen tan silenciosa, culposa y avergonzadamente. Consolidaron la toma de la palabra. El «Mirá como nos ponemos» despertó, y lo sigue haciendo, todo un campo de interrogaciones, movilizando la biografía singular de las mujeres, al tiempo que refuerza la pertenencia al campo colectivo del mundo femenino. «Sororidad» es otra palabra para mencionar. «Escrache», con toda su polémica complejidad. El término más amplio del «lenguaje inclusivo», la lucha todavía inconclusa, (pero poseedora de una fuertísima solidez en cuanto a su fundamentación, todo un campo extenso de palabras en contraposición a las paupérrimas e hipócritas fundamentaciones de los mal llamados «pro vida», en verdad defensores del aborto clandestino) por la legalización del aborto, etc.
Sin embargo, no son únicamente las mujeres quieres se reubican y reformulan, también los hombres, y los mismos vínculos. La adolescencia también se transforma y hoy el armado laborioso de la construcción de identidad, por empezar la de género, se realiza de otras maneras, con mayores grados de libertad y complejidades bien diferentes que no tanto tiempo atrás. Por momentos no parece tan imperioso definir orientación sexual, tipo de elección de objeto, la exploración y el tiempo para ello son terreno ganado, pero sí parece mucho más una necesidad psíquica, la de  constituirse en sujetos de derechos. Muy en especial las mujeres. Niñas, adolescentes y adultas. Y en particular, es impactante los cambios en las adolescencias y su capacidad de ligarse a nuevas categorías: «heteroflexible», «pansexual», y algunas otras, que les constituyen como sujetos capaces de ejercer nuevos derechos y libertades. O que buscan que elles sean reconocidos y legitimados. Se visibilizan y expresan conquistas. El lenguaje es un territorio donde se consolida lo ganado, donde se disputan batallas, y donde se avanza.
En otro terreno, en el campo de la Salud Mental,  es interesante pensar los efectos de algunas palabras. Por ejemplo, «Desmanicomialización»: término que inauguró nuevas prácticas y teorías de enorme potencia transformadora, fue y sigue siendo una palabra que designa no solo la búsqueda de salida al encierro represivo del padecimiento psíquico grave, sino que localizó representaciones arraigadísimas al ponerlas en jaque: la figura del loco, del paciente internado en instituciones psiquiátricas no como alguien a excluir y aislar, sino a escuchar e integrar. Reformuló en gran medida, aún inacabadamente, el lugar social de la enfermedad mental, los tratamientos posibles, sus consecuencias singulares y colectivas, por resumir en breves líneas un recorrido tan valioso, extenso y complejo. Es decir, la desmanicomialización, como nominación, esclareció, tornó visibles, las prácticas manicomiales, más allá incluso de los muros institucionales, y todo un andamiaje representacional manicomial, lamentablemente aún vigente. Las palabras son territorio de luchas.

Estas revoluciones del lenguaje se oponen, tienen como elemento antagónico, a los clises «banalizadores», o «banalizaciones  lenguajeras», que alivianan una palabra hasta vaciarla (siguiendo a lo planteado por Eduardo Muller). En las macropoliticas y en las micropoliticas de la vida cotidiana.
¿Qué es, entonces, para el Psicoanálisis, estar a la altura de la época? Un Psicoanálisis que incorpora y repiensa categorías, dispuesto a renovar los modos de pensar, o más bien a preservar su capacidad de pensamiento y su lugar de vanguardia en la historia. O volverse anacrónico… Freud gestó al psicoanálisis con la literatura, la filosofía y cultura de su tiempo. Sus mismos cimientos se edificaron en la tensión singular-colectivo, como modo de dar cuenta del funcionamiento y constitución psíquica. ¿Qué sería entonces saber leer (en lugar de recitar- repetir)?: Poder pensar la herencia teórica junto con el diario de hoy, y en relación directa a una experiencia propia.
Yo defiendo, sostengo y concibo al  psicoanálisis que no piensa a lo epocal como contexto o «ropaje» anecdótico, que reviste las cuestiones estructurales y fundamentales. Sino al psicoanálisis que considera que el tiempo histórico también es constitutivo y subjetivante. Un psicoanálisis no que se ubica del lado de los sastres cómplices que confeccionan «el traje nuevo del emperador», en alianza con algún poder, sino un psicoanálisis que se posiciona del lado de la niña que grita, riendo: «el rey está desnudo!» y así desenmascara una verdad, y el pacto de mentira que la negaba.
Yo diría que el lenguaje se modifica y se amplía cuando permite visibilizar y desnaturalizar alguna opresión. Una lucha eficaz es la que permite nombrar de otro modo. Establece un antes y un después. Es acontecimiento tanto en las múltiples historias con minúscula, como en La Historia, con mayúscula. Algo ya existía pero al ser nombrado existe de otro modo, y reordena el conjunto de significaciones y problemas.
Las intervenciones psicoanalíticas eficaces también son las que reordenan, transforman sentidos. Hay palabras que advienen a la escena psíquica a nombrar algo nuevo o a nombrar algo viejo de un nuevo modo. Éstas intervenciones sorprenden, ocurren. No sé planifican, no son operaciones prefabricadas, aún cuando se desprendan de un trabajo anterior, aún cuando tengan una historia de construcción. No son slogans ni clises.
«Se va a caer»,  «Lo patriarcal», «Mirá como nos ponemos», «Ni una menos», «Escraches»: Palabras- frases que fuerzan una toma de posición. Palabras que reordenan todo el sistema del lenguaje. ¿Pueden los consultorios quedar al margen de esto?
El poder, por supuesto, resiste. La Real Academia. Los monopolios. Los grupos de poder. El psicoanálisis vetusto también. El poder psiquiátrico. Los grandes intereses económicos. Los laboratorios. Los señores feudales. La iglesia y los sistemas religiosos en general, en particular los grupos evangélicos -nuevos actores sociales-, es decir, el conjunto heterogéneo y férreo de los sectores conservadores que históricamente se caracterizan por silenciar o mantener el statu quo.
Entonces, una verdadera revolución, empieza, concluye, y se instala definitivamente, en el lenguaje. Lenguaje que habita nuestros cuerpos, representaciones indisociables de afecto.
No conocemos los alcances y el punto de llegada, pero sí que no tiene vuelta atrás.
Lo que queda claro, lo insoslayable, cada vez más, es que la vida es política. Tomando las palabras del comienzo, de Simone de Beauvoir, somos responsables de pensar que frente a, o mejor dicho, dentro de las cosas que ocurren, y  nos ocurren, nuestra posición implica situarlas desde las propias preguntas, y desde determinados proyectos. Nunca en abstracto.
Lo sepamos, lo pensemos, lo nombremos, o no.

Lila María Feldman.
Psicoanalista.
2 de enero de 2019.

El 2019 es una trampa // Diego Valeriano

El 2019 es una trampa donde trabajás todos los días, donde llevás a tu hija a la escuela y donde tu mamá la sigue yendo a buscar porque vos no llegás a tiempo. Donde mirás series, donde creés que es político quejarte porque aumentó el bondi, ese que tomás para ir a trabajar. Una trampa mínima, vital y móvil que soportás con pastillas, escabio y posteos. Una que hace que por ahí no llegues a tu casa y que tengas miedo por la noche cuando sacas a pasear el perro y te cruzás a las chicas en el cementerio de Morón.

Una donde te llenás de odio a las pibas, ahora que les tenés miedo, vos que las acompañaste en sus reclamos, vos que creíste que estabas siendo picante. Una trampa donde caminás como un cangrejo, donde mandás wasaps a la madrugada y no te contestan. Una trampa que ayudás a tender cuando hablás de futuro, carreras, militancia y salidas laborales. Donde te da pavor que la gedan tanto.

Una trampa que construimos todos los días, donde se tapan los reclamos piolas con banderas. Donde vas a donde te dice la orga que vayas, donde la espontaneidad ya está perdida. Donde tarde de noche ponemos la tele para mirar a esos chamuyeros con pechera que se tiran de cabeza a las cámaras, a dirigentes que usan el pañuelo verde como coartada, a la responsable de género que ya no puede decir nada de traidora que es, y entonces dice del ajuste.

Una trampa llena de Chocobar, de ortibas que quieren sangre, de chetos, de refugiados, de doñas que festejan detrás de la reja de la casa cómo matan a otro guacho. Una trampa donde vos te indignás según quién sea el victimario, que explicás a Luciano distinto que a Santiago, que ya te olvidaste del Negrito, que en realidad tenés el 911 fácil, que ya no salís de noche.

Una trampa llena de miedo, nuestro miedo a ellos, a sus gritos, a su crueldad, a  su violencia, a sus razones, a su manija. Un miedo inmenso a ellos porque van ganando.

Bayer. La historia y el nombre // Horacio González

Osvaldo Bayer escribía con el misal del redentor como dictáfono moral. Ninguna de sus palabras estaba desligada de una misión, la de crear una emoción colectiva alrededor de un pasado de injusticias que se abre al presente reparador. ¿Cómo se certificaba en un presente real la justicia para un pasado brumoso donde las víctimas yacían innominadas? No alcanzaban los arrepentimientos ni las plaquetas de un Estado que pide perdón. Lo que iniciaba la reparación, para Bayer, era un sacudimiento catártico en la conciencia popular. Y alguien lo tenía que suscitar. Bayer se convertía entonces en investigador, escritor y oficiante del acto reparador.

Sus exposiciones partían de sus escritos, pero algo debía ocurrir en el transcurso de la evocación de los sucesos represivos, en especial en la Patagonia, hace ya casi un siglo. Se debía producir, en los cuerpos presentes, un tipo específico de conmoción, difícil de describir, cercana a un éxtasis asombrado en torno a una masacre rediviva, reintegrada pastoralmente a los auditorios forjados varias décadas después. Por eso Bayer, que no era un pastor ni daba misas, ejercía una atracción sobre su público lector consistente en ofrecer nuevamente la evocación dramatúrgica de la gesta de los sacrificados.

Reencarnar antiguas tragedias corresponde a los actores, a todo poseedor de las necesarias cualidades de una mímesis, pero Bayer era esa clase de historiadores que une a una investigación (donde busca testigos tanto como documentos), las facultades de una representación que se le ofrece a un público que además de querer saber lo ocurrido tras los cortinados oscuros de la historia nacional, debe munirse ahora de una sabia indignación. En ella se confunden el saber y una mística capaz de construir la conciencia del justo.

Es así que el estilo narrativo de Bayer, nunca exento de probanzas concluyentes, se volcaba con insistencia hacia la espesura anecdótica de los hechos, pues ellos eran el rostro sufriente de la historia, la parábola de los cronistas más antiguos, que reunía a la vez lo acontecido con su enjuiciamiento reparador. El relato de Bayer, destinado a la identificación inmediata de los escuchas, no importaba que repitiera numerosas veces los hechos de resistencia de las prostitutas que rechazan a los soldados fusiladores, pues justamente cada vez que su voz los reponía con la certeza de que la historia hecha fábula corresponde a una antiquísima pedagogía popular, se reforzaba misteriosamente la creencia en la justicia profética o contrafáctica.

Bayer nunca renegó del trabajo de los historiadores profesionales, pero sabía que ellos nunca prestarían atención a su magna fusión entre la exhumación de los folios del pasado y el llamado a purificar la conciencia pública instigándola a medirse con el conocimiento de las atrocidades más remotas. Esta tarea se evidenció en todas sus intervenciones respecto a cambiar el nombre de una calle, mover famosos monumentos, o trastocar el nombre de una entera ciudad. Era su reconocible originalidad de historiador promover la sapiencia de que la historia es finalmente el choque del nombre de las víctimas y los victimarios en el ensueño de la política del presente. Por eso será recordado, y porque ahora una calle de la ciudad su nombre espera.

 

Buenos Aires, 30 de diciembre de 2018

Fuente: La Tecla Eñe

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