Carta de un suicida


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"Esta generación se venga de un robo, el robo de la felicidad"
Edición y epílogo: Alberto Sladogna
Esta carta llego a mi mano enviada por el amigo Franco “Bifo” y traducida por Liliana Rodríguez Zambrano. Michelle, un joven 30 años se suicidó el 6 de febrero de 1970. Algunos dicen que tomó la “puerta falsa “ o la “puerta fácil”, Michelle solo respondió: “Entre vivir una vida impuesta e insoportable prefiero morir” He aquí su carta.

He vivido (mal) por treinta años, alguien dirá que es demasiado poco. Ese alguien no está en condiciones de establecer cuáles son los límites para soportar, porque éstos son subjetivos, no objetivos. He buscado ser una buena persona, he cometido muchos errores, he realizado muchas tentativas, he buscado darme un sentido y un objetivo usando mis recursos, de hacer del malestar un arte. Pero, las preguntas no terminan y estoy cansado de escucharlas. Y estoy cansado también de hacérmelas. Cansado de hacer esfuerzos sin ningún resultado, cansado de críticas, cansado de entrevistas de trabajo inútiles como diseñador gráfico , cansado de desperdiciar sentimientos y deseos por el otro sexo (que evidentemente no tiene necesidad de mi), cansado de envidiar, cansado de preguntarme qué se sentirá ser vencedor, de tener que justificar mi existencia sin haberla determinado, cansado de responder a las expectativas de todos sin ver satisfechas las mías, cansado de hacer buena cara a la mala suerte, de fingir interés, de ilusionarme, de ser objeto de burlas, de ser excluido y de escuchar decir a las personas que la sensibilidad es un gran virtud. Tonterías. Si la sensibilidad fuera de verdad una gran virtud, sería objeto de investigación. No lo ha sido ni lo será nunca, porque esta es la realidad errada, es una dimensión donde cuenta la practicidad que no premia talentos, las alternativas, rechaza las ambiciones, insulta los sueños y cualquier cosa que no encuadre en la así dicha normalidad. No puedo reconocerla mía. De esta realidad no puedo pretender nada. No se puede pretender un trabajo, no se puede pretender ser amado, no se pueden pretender reconocimientos, no se puede pretender seguridad, no se puede pretender un ambiente estable. Con este propósito, las cosas para ustedes se pondrán tan mal que en poco tiempo no podrán si quiera pretender alimentos, electricidad o agua, pero obviamente no será mi problema. El futuro será un desastre al cual no quiero asistir ni participar. Buena suerte a quien tiene ganas de afrontarlo. Absolutamente no es este el mundo que me tenía que ser entregado y ninguno me puede obligar a continuar a ser parte. Es una pesadilla de problemas, sin identidad, sin garantías, sin puntos de referencia y sin perspectiva. No hay condiciones para obligarme y no tengo los medios ni el poder para crearlos. No represento nada de lo que veo y no le atribuyo ningún sentido: no tengo nada que ver con todo esto. No puedo pasarme la vida combatiendo solo para sobrevivir, para tener el espacio que me tendría que corresponder o lo que me espera de derecho, buscando recabar lo mejor de lo peor que se haya visto para tener sólo lo mínimo posible. Yo no hago nada con lo mínimo, yo quería el máximo, pero el máximo no está a mi disposición. Del No como respuesta no se vive, del No se muere y no ha habido nunca un lugar para lo que yo quería, entonces en verdad nunca he existido. No he traicionado, me siento traicionado por una época que se permite de archivarme en lugar de acogerme como sería su deber. El estado general de las cosas para mi es inaceptable, no quiero hacerme cargo y pienso que sea justo que de vez en cuando alguien recuerde a todos que somos libres, que existe una alternativa al sufrimiento: parar. Si vivir no puede ser un placer, entonces no puede resultar tampoco una obligación, y yo lo demuestro. Me doy cuenta de hacer mal y causar un gran dolor, pero mi coraje es tan grande que si no hago esto, terminará peor y de más odio no creo que haya necesidad.  Entre en este mundo como persona libre y como persona libre me voy porque no me gustaba ni un poquito. Basta de hipocresías. No me  amenaza el hecho que sea el único modo posible, para mí los modelos únicos no funcionan. Ustedes son quienes me rendirán cuentas, no yo a ustedes. Soy un anticonformista, desde siempre y tengo el derecho de hacer lo que pienso, de hacer mi elección, a cualquier precio. No existe nada que no se pueda parar, la muerte es sólo un instrumento. El libre arbitrio obedece al individuo no a los acomodados modelos de los demás. Sé que esto les parece una locura, pero no lo es. Es solo desilusión. Me pasaron las ganas: ni aquí ni ahora. No puedo imponer mi esencia, pero sí mi ausencia y nada en absoluto es mejor que un todo donde no puedes ser feliz realizando tu destino. Perdónenme, mamá y papá, si pueden, ahora estoy de nuevo en casa. Estoy bien. Dentro de mí no había caos. Dentro de mí había orden. Esta generación se venga de un robo, el robo de la felicidad.  Pido perdón a mis amigos. No me odien. Gracias por los bellos momentos juntos son todos mejores que yo. Esto no es un insulto a mis orígenes, es una acusación de alta traición. P.S. Felicitaciones al ministro Poletti. Él sí que valoriza a nosotros los pendejos. Resistí hasta que pude.

Michelle
(***)
Epílogo ¿Cómo nos interroga el acto de Michelle?
De entrada, considero que soy uno de los destinatarios de esta carta. Michelle presentó un acto dirigido a cada uno de nosotros, quizás de forma particular a quienes practicamos el ejercicio espiritual de recibir a aquellos que quieren hablar, transmitir, mostrar, tocar, compartir su forma de sufrimiento. Un analista solo sostiene ese ejercicio si su cuerpo está afectado por la angustia, el síntoma, las inhibiciones de los que llegan.
Michelle indica con claridad algo que nos interpela: decidió morir antes de seguir viviendo en “la normalidad”:
El estado general de las cosas para mi es inaceptable, no quiero hacerme cargo y pienso que sea justo que de vez en cuando alguien recuerde a todos que somos libres, que existe una alternativa al sufrimiento: parar
El suicidio es una forma de morir, Michelle no esperó a la muerte –que a cada uno nos tocará- salió a su encuentro, la toma como siendo su opción, opta por ella ¿Cómo elegir la muerte? Se trata de una elección corporal, y en tanto tal es una decisión de orden político que cuestiona las trampas al actual sistema necropolítico: le dice NO a sus “esperanzas” .El suicidio es una forma de morir, es una opción: morir en lugar de seguir viviendo una vida no vivible. Michelle ejerció un acto que en otras épocas, estaba reservado a Dios quien nos trajo al mundo, nos impuso una identidad sexual y al final, era quien decidía sacarnos de la vida; Michelle muestra que, entre otras cuestiones, al morir una forma de Dios (Nietzsche, Lacan, Foucault, Deleuze), sus operaciones ahora están en nuestras manos (Guattari).
Si las estadísticas indican algo o son una radiografía que hace gala de objetividad científica, entonces la OMS –Organización Mundial de la Salud- revela con sus números que en los últimos  cuarenta y cinco años los índices de suicidio  muestran un incremento del sesenta por ciento. (OMS, Día Mundial de la prevención del suicidio, 12 /09/2012)
La práctica de la prevención está tomada del modelo médico para enfrentar las epidemias: se vacuna a la población para prevenir la gripe, prevención que ha dado lugar a cuestionar ciertos enormes negociados efectuados con productos destinados a la prevención de la gripe A, B. C. D.E…X, un poco de noticias en los medios, una dosis de pánico inducido y listo: la prevención hace su camino.
Michelle hace una objeción a la “prevención” institucional sea de los Estados, sea de sus gobiernos, sea de sus ministerios de salud mental, sean de los diversos funcionarios “psic…”, de ahí el componente político de su acto suicida. ¿Cuál objeción?: Del No como respuesta no se vive, del No se muere y no ha habido nunca un lugar para lo que yo quería, entonces en verdad nunca he existido. No he traicionado, me siento traicionado por una época que se permite de archivarme en lugar de acogerme como sería su deber.”
Parafraseando a “Bifo” (Héroes. Asesinato masivo y suicidio, 2016) el Estado burgués capitalista, explotador requería contemplar que los miembros de la sociedad estén en condiciones para vender su fuerza de trabajo y tener los medios para reproducirla. Tenían en cuenta a la población debido a sus propios intereses. Michelle nos informa que ya no es más así. En efecto para el actual lazo social, los humanos no cuentan pues han sido sustituidos por números que luego cómo tales adquieren vida propia al calor de los algoritmos financieros: “Del Nocomo respuesta no se vive”. El actual capitalismo financiero, esa vorágine de signos no contempla a  ningún humano, ni siquiera sus funcionarios que se benefician de ese régimen están al margen de ser devorados, de ser excretados. El actual secretario de Empleo, Miguel Ponte, lanzó un eufemismo: “La posibilidad de entrada y salida del mundo laboral es una esencia del sistema laboral. Como en el organismo lo es comer y descomer. Si, el actual sistema social  come a cada uno de sus componentes y lo luego lo excreta. El neoliberalismo tiene una ventaja pone sobre la mesa lo que antes se hacía  “igual”,  nada más que se lo escondía, no se lo reconocía, ahora las cartas están sobre la mesa, el capitalismo financiero neoliberal muestra sus cartas y su juego a plena luz.
 
 Michelle, subraya un hecho: no está loco, sólo si seguiría viviendo en esas circunstancias que no eligió, quizás en ese momento estaría “loco”; Michelle  muestra que estamos viviendo una vida loca y enloquecedora, antes de hacer una locura que involucre los cuerpos de otros, pone fin a su cuerpo:
“…si no hago esto, terminará peor y de más odio no creo que haya necesidad…”
Michelle no pone su odio al servicio de eliminar a sus posibles semejantes – Federico un joven de 15 años hirió de extrema gravedad a sus compañeros de escuela, a su maestra,  dejó salir a los sobrevivientes, en ese momento se suicidó (Monterrey, Nuevo
León, México). 
Franco “Bifo” se pregunta, nos pregunta: ¿Qué podemos hacer cuando no podemos hacer nada? El joven italiano responde a su manera, con sus medios:
he realizado muchas tentativas, he buscado darme un sentido y un objetivo usando mis recursos, de hacer del malestar un arte.
Michelle invocó al arte para encarar el malestar que se le imponía como forma de vivir una vida. Martha Pacheco, pintora que dibuja a partir de los cuerpos que son abandonados en una morgue pública -¿cuerpos abandonados de posibles suicidas?- al realizar una exposición a la que propuso como nombre “Acallados” dice:
"Un ser enloquecido está en cierta forma muerto porque no participa de  lo que nosotros consideramos como vida: la comunicación, el amor, el placer, el trabajo. De cierto modo es un objeto, su cuerpo no existe aunque se mueva. Está sumido en el silencio aunque hable, porque dice cosas que nadie comprende. Los muertos no hablan y los locos tampoco lo hacen porque  nadie los entiende” (junio, 1994).
El suicidio de Michelle nos afecta pues implica una muerte, y con ella, la desaparición de un semejante, es la muerte de una parte de sí mismo. ¿Cuál?. Conviene subrayar este trazo pues la psicología, la psiquiatría dotadas de “teorías” psicoanalíticas se reúnen con la victimología  para añadirle al dolor de una muerte los “efectos traumáticos” que le atribuyen a quienes se fueron y que luego trasladan a quienes viven esa pérdida. ¿Será poco ese dolor para quien lo vive que el mundo “psi” propone sumarle “traumas”?. ¿Quién decide que las “víctimas” de una Tsunami, de la caída de un edificio, de un terremoto o del incendio de un local de baile tienen que recibir atención “psicológica”, “psicoanalítica”, “psiquiátrica”, “psicoterapéutica”?
Michelle es radical, le dice NO a cada una de esas propuestas. En su carta cita algo de Europa, de esa Europa que ya fue ¿A Quién? Cuando escribe: Absolutamente no es este el mundo que me tenía que ser entregado y ninguno me puede obligar a continuar a ser parte. Es una pesadilla de problemas, sin identidad, sin garantías, sin puntos de referencia y sin perspectiva. Aquí cita a Kant para quien las viejas generaciones se encargarían a acoger a las recién llegadas y darles un lugar en el mundo al que fueron traídas,  obvio sin haberles solicitado consentimiento.
El suicidio, al igual que la muerte “natural”, nos recuerda algo de lo que no queremos saber nada: estamos hechos para la muerte. Ella nos espera a cada uno, sin que podamos prevenir cuándo pasará a buscarnos. La preparación del suicidio no implica que quien planifica tenga un control sobre la vida y la muerte, el suicida no tiene elección pues carece de opción. Ello implica poner en tela de juicio la atribución al suicida de un tal control. Una prueba de la ausencia de ese dominio son los suicidios fracasados.
Erasmo de Rótterdam  (Elogio de la locura) menciona a Quirón que, pudiendo disfrutar de la vida y de la inmortalidad, prefirió la muerte. Nietzsche indicó la tragedia del asno que sucumbe ante una pesada carga. ¿Quién puede obligarlo a soportarla? ¿Quién logrará convencerlo de que su muerte sería una “puerta falsa del narcisismo” ante el peso que lo agobia?
Estos filósofos mostraban la extraña articulación entre suicidarse y tener un saber respecto de la vida: ella no vale nada. De la boca de los sabios –los que algo saben- han salido palabras llenas de dudas, plenas de melancolía, de cansancio de la vida, de resistencia contra la vida. Freud –“Más allá del principio del placer” - no retrocedió un ápice y escribió: “La meta de toda vida es la muerte, y, retrospectivamente: lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo“. Lacan, un poco más sutil y más incisivo, no dejó de subrayar la neotenia que acecha a cada humano.
El poeta surrealista y tanguero, Enrique Santos Discépolo, describía con atinada pertinencia la queja que afecta nuestra vida: “¿Cómo olvidarte en esta queja…?/En tu mezcla milagrosa de sabihondos y suicidas/yo aprendí filosofía…dados…timba/ y la poesía cruel/ de no pensar más en mí”. El poeta anuda suicidio y sabiduría ¿Qué saber está en juego en un suicidio logrado? Más aún, ¿estaremos dispuestos a recibir ese saber que nos concierne por la muerte de un ser querido? ¿Cuál es la cifra que no deja cada suicida?
Karl Menninger –Man against himself, 1985- fundador de la clínica homónima en los EE.UU., denunciaba que el suicidio no es estudiado caso por caso para evitar tocar un tabú: la muerte. El autor sostuvo arduas discusiones con su editor para mantener el término “suicidio”, en la tapa de su libro. Suele ser “más sencillo” atribuir causas generales a los suicidas que estudiar en detalle una pregunta lacerante: ¿Cómo es posible que tal o cual –niño, adolescente, adulto o anciano- ponga fin a su vida?. Una vida que, consideramos, “debería” ser su “bien” más preciado. Unamuno advertía (Del sentimiento trágico de la vida): “No hay nada más menguado que el hombre cuando se pone a suponer intenciones ajenas”. Quizás, el saber que algunos suicidas nos ofrecen es una verdad  difícil de recibir: su vida no era preciada para él, a tal punto que morir era menos doloroso que seguir viviendo. Esto habría que estudiarlo caso por caso, toda generalización respecto de hechos humanos es -en el mejor de los casos- algo peor que un exceso, es un abuso, en este caso, para colmo cometido contra quien ya no está. El suicida ya no está, ya no habla, sin embargo ya  escribió con “su” acto y eso hace hablar a los otros.

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El psicoanálisis creado por Sigmund Freud, desplegado por Jacques Lacan y practicado de manera cotidiana por quienes recibimos analizantes al ser afectados por ellos, nos permite hacer nuestra, quizás, una constatación de Epicuro: “La muerte no nos afecta, ya que, mientras vivimos, no está, y cuando sobreviene, ya no estamos nosotros”.

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