Asistentes a la polémica espectacularizada, nos quedamos calientes con el discurso que dió Jeff Bezos[1] via zoom, para el congreso de los Estados Unidos. Figura modelo de la explotaciòn informática y uno de los principales ganadores de la crisis en curso, el dueño de Amazon posee más de 190 mil millones de dólares, patrimonio que sobrepasa el PBI de más de 140 países y lo ubican en el puesto 54, antes de Qatar. Jeff tiene algo así como el 35% del PBI argentino.
Modelo humano exitoso de la vida contemporánea, Bezos habló y nos preguntamos: ¿qué quiso vender? ¿cómo nos quiere hacer comprar? ¿Con qué nos emocionó Jeff Bezos en su casa, desde el Congreso de los Estados Unidos, en cadena nacional con transmisión globalizante? Un discurso teológico basado en tres momentos fabulosos y míticos que modelan la existencia común: oportunidades, trabajo y el par exito/fracaso. Tres momentos que regulan, que hacen del sueño americano un pasaje calculado.
Cargado de pasiones, las palabras de quien se quiere filántropo buscaron (des)movilizar. Emprendedurismo de primera, palabras sobre el sacrificio de sus xadres, de su performance como buen hijo, aceptación de los fracasos fueron los hitos destacados por Jeff en su relato modelo. Incluso, el dueño de una de las empresas que a nivel mundial más se benefició con la crisis en curso, dió cuenta de la labor de Amazon en relación a las personas en situación de calle, de su preocupación por la complejidad de las diferencias raciales y de la grave situación migratoria que atraviesan los Estados Unidos, efectos todos de un sistema del que Jeff parece sentirse ajeno. Incluso sus palabras buscan negar estos problemas en su carácter estructurante del capitalismo. Al final, se atrevió a afirmar que “al resto del mundo le encantaría beber aunque sea un pequeño sorbo del elixir” que tienen en Estados Unidos. Como buenxs consumidores de sustancias mágicas y compradorxs de relatos mistificantes, seguimos escroleando el discurso de Jeff mientras lo sentimos hacerse sentido común, fast-food subjetivante del que venden por la tele. Esperamos que el elixir amazoniano no nos pegue otro mal viaje.
Bezos arma una tierra de oportunidades, lisa, llana y cínicamente homogeneizante. Aquí, en la tierra inventada por la economìa clásica del capital, el joven Jeff, hijo de inmigrantxs en el que nadie creìa, puede empezar su imperio desde un sueño de garage. ¿Qué posibles hace pasar un mundo de la oportunidad? La oportunidad es una estructura deshistorizante que implica un solo sujeto sin trayectoria, ni solidaridad ni conflicto, en una situación neutra, mirando estrictamente hacia un futuro sin marcar, escena sacralizada del neoliberalismo donde los derechos sociales son subsumidos en la lógica falsa de la oportunidad individual. Así las desigualdades estructurales que sostienen el estado actual de cosas son leídas como accidentes, situaciones marginales, excedencias o problemas a solucionar, que incluso el principal ganador de la crisis en curso dice estar intentado resolver. En el mito de Bezos, quien no triunfa es porque no quiere, no hay desigualdad fundante, no hay historia, ni violencia, ni remedio para quien no hizo de su desventaja una oportunidad para ganar. ¿Por qué nos sigue calentando un discurso que reproduce la lógica del pecado original económico que ya el mismo Marx criticaba?
De la tierra de la oportunidad, en donde toda minoría puede triunfar, al hitazo millonario de dominar el movimiento, en el relato de Jeff hay, ante todo, una ética heteronormado ciscuerdista del trabajo, la autoconfianza y la perseverancia: del sueño al éxito solo hay voluntad y sacrificio. ¿Nos vende Bezos una utopía de la servidumbre? ¿es el trabajo el que dignifica? ¿se puede ser indigno del capital? Si internet modula constantemente nuestra manera de habitar el mundo, ¿cómo hacemos vidas no vendibles? ¿qué afectos no son mercancía? producimos vidas, producimos afecto, producimos mundo, imagen, consumo, datos, control ¿cuando nos van a pagar por producir existencias?
Una vez un amigo italiano dijo: “la creación de la internet es tan importante como la creación del fuego”. ¿Será que sin internet nos cagamos de frío? ¿Es internet nuestra manera de hacer el común? Una amiga dice no lo quiero pero lo necesito. La vida digitalizada no es una imposición, una dominación de todo o nada, parece ser algo más complejo, nos clausura, nos potencia, nos reprime y nos fascina. La compra-venta digitalizada que propone Amazon o Mercadolibre, no es un espejo de la compra-venta tradicional, abre otros procesos, otros posibles, también obtura, regula, especula. Lxs gobernantes del mundo entero, arman protocolos para gestionar la crisis provocada por el coronavirus. Bezos dice “la máquina de Amazon ya está andando”, que venga la crisis mundial y se encabalgue sobre la axiomática en curso. La compra-venta digitalizada parece ser en la mayoría de las conjeturas una solución. Sujetxs desmovilizadxs, mercancías circulando como por arte de magia. Se hace del vendedor un dato, del deseo un algoritmo, del repartidor un invisible, de la relación entre personas un puntaje y del espacio común la soledad.
Dejame conocer tu casa, a través de la domótica, cómo comes, cuando cagas, cómo miras, cuando cojes, como acabas, cuando te agarran esas ganitas de sentir un chumbito en la cintura, cuando prendes tu televisor y tu pantalla, cómo es tu rendimiento, todo esto es predecible y modelable solamente observando tus compras y tu basura. Un buen hombre es quien conoce los tiempos del consumo, y es por eso que la lucha de Bezos es una lucha por colonizar el tiempo y por ordenar los cuerpos. El tiempo de Bezos es un tiempo sin pausa, sin interrupción, un tiempo al ritmo de los mercados, un tiempo de posibles ya marcados, repetitivo en lo novedoso, creativo sin creación. Solo jeff sabe lo que vos queres y es por su obsesión por los clientes. Jeff está enamorado de la insatisfacción del cliente, lo excita nuestra insatisfacción constitutiva. Jeff más que nadie sabe que las zonas erógenas se expandieron y que una huella dactilar apoyada en una pantalla, puede provocar orgasmos, incluso conoce la soledad del después. Dictaduras del , ejércitos de seguidores, influencers corte pastores evangélicos. ¿Existe ambivalencia en nuestra experiencia digitalizada? ¿Podemos reivindicar la potencia no valorizable, lo que no es data? Más que nadie, Jeff sabe que nunca vas a dejar de querer.
El circuito cerrado de la falacia de Jeff tiene punto de partida colectivo (igualdad de oportunidades) y punto de llegada individual, al final solo los mejores triunfan en el camino del capital. Asistimos finalmente a la culminación del programa biologicista e individualizante de Ronald Reagan cuando afirmaba que el emprendimiento estaba presente en la naturaleza estadounidense, y sostenía: “Hemos vivido los tiempos de la gran industria y los tiempos de las grandes corporaciones. Pero yo creo que esta es la era del emprendedor”. ¿Tenemos ahora sí alguna alternativa?
La fábula que se nos presenta habilita también el escenario temporal del fracaso. Jeff incluso se lo apropia y lo hace bandera en su afán de volver democrática la narrativa performativa del emprendedor exitoso. El fracaso de Jeff es un fracaso careta, limpio, que parte de una razón mercantil binaria, exitista y felicista. Incluso como ganador, Jeff nos sale a vender la oportunidad provisional de fracasar al tiempo que nos despoja del fracaso como estrategia contrahegemónica, el fracaso turbio, fracaso cachiva, fracaso que fuga.
El discurso de Jeff interpela a las sensibilidades contemporáneas desde un relato individualista yoico-viril-heroico. Jeff tiene la capacidad de vender y publicitar las diferencias, de volverlas limpias y compatibles. Su afán higienista incluye un vitalismo, fruto del coaching, manuales de autoayuda y libros para aprender a emprender. El fracaso a los Bezos abre la posibilidad de un espacio cuantificable para corregir el camino y redireccionar, siempre al interior del mismo circuito cerrado que se va comiendo todo, en el que todo futuro es un pasado ya programado, direccionado, calculado, valorizado. La lógica triunfalista del emprendedor exitoso incorpora el fracaso como un dato, compone el flujo para conocer dónde y qué traba, para redireccionar todo en clave exitista. Trata al fracaso como parte de las condiciones de un problema, como si pudiera pensarse en términos ingenieriles, binarios, matemáticos, de una fórmula. Todo esto para que el armado de la empresa del YO sea eficiente.
Jeff quiere hacer de sus derrotas programadas y computadorizadas una oda a la perseverancia del trabajo, una oda a la multiplicación de las transacciones mercantiles. Su realización vital se da sólo a través del triunfo de su proyecto laboral, donde se realiza como un buen hijo, un buen muchacho y un buen ciudadano. Jeff es el hombre ideal, que no rehusa a sus sueños, “quien minimiza la cantidad de cosas de las que se arrepiente”, quien no abandona. Clausura en cada click la posibilidad de negarse a competir en las condiciones que ofrece el mercado, que obliga a revalorizarse a uno mismo y a lxs otros en los términos que propone el capital.
La dominación de los parámetros desiguales del intercambio informático y su insistencia con el fracaso (entendido en términos ingenieriles y binarios) muestran la obsesión por eliminar el “afuera”, por el control capilar de la vida cotidiana. Lo que ofrece mediante su imperio no es el acceso a productos sino un servicio de conexiones, un modelo donde las pasiones se reemplazan por una lista de favoritos, donde la imaginación política queda desplazada por la precisión de los algoritmos y las transacciones, donde el colectivo tejido en red se vacía en la empatía de la red social digital. En el juego de Bezos la aceleración está calculada, su sistema mantiene la velocidad justa para la gestión y el comando de la vida.
Podemos decir que el principal producto del capitalismo es el modo de vida donde el deseo se vive como mercancía y como deseo de mercancía. El cuerpo modelizado, el yo en tanto producto, empresa de sí, la manera programada de hacernos un común. La producción ocupa hoy casi todos los espacios y los tiempos de la vida, la vida se ha vuelto medio de producción y producto predilecto del capital, en tanto produce imagen y produce consumo. Productores y consumidores pueden ser leídos como los extremos de la relación que vivimos en tanto modos de habitar la existencia situada, precaria y común.
Al final nos preguntamos por qué decidimos tragarnos el elixir norteamericano. Quizás porque nos gusta tomar todo, también porque mejor probar a que nos cuenten. En fin, porque en el asco del elixir que repite y devuelve sabemos que este es sólo uno más de estos ya largos chamuyos coloniales, que se ven bien, brillantes y luminosos, y en cada sorbo producen mito, sostienen muerte, contrato racial, y vida mula. A fuerza de bezos te dejan de cama, falto de active y meta emoticon.
[1] En los últimos años, entre los millonarios del planeta, los herederos de la irrupción industrial del petróleo y las finanzas comparten podio con los nuevos explotadores de la información. Estos nuevos millonarios pueden ser descritos como un consorcio enchufado a la internet armado por plataformas, algoritmos, usuarios y tecnologías smarts. Hace algunas semanas, estos consorcios fueron rostrificados en cuatro representantes, en el congreso de los Estados Unidos donde se armó comisión antimonopolio. Jeff Bezos (Amazon), Tim Cook (Apple), Sundar Pichai (Google) y Mark Zuckerberg (Facebook) debieron convencer a lxs congresistas de lo importante que es mantener tal como están las regulaciones digitales que permitieron a estas corporaciones acumular recientemente una cantidad desorbitada de activos. Para ver el discurso de Jeff Bezos.
La música que escuchamos mientras escribíamos
*Firman hoy: Dana Rosenzvit, Martin Rajnerman, Ari Lutzker y Juan Pepo Scioli
Imagen: @ratinoamericaunida