Apuntes sobre las elecciones uruguayas // Gabriel Delacoste

 

 

  1. Mirados superficialmente, los resultados de las elecciones de ayer en Uruguay son lo mismo que se viene repitiendo desde que empezó el siglo XXI: El FA por arriba de 40% peleando la mayoría parlamentaria, los blancos con algo menos del 30%, los colorados en el entorno de 15%. La famosa estabilidad del sistema político uruguayo se alza sólida como las columnas del Palacio Legislativo. Pero si miramos con atención, debajo de la calma de las aguas superficiales, corre un mar de fondo agitado, que va a ver emerger más temprano que tarde. A riesgo de usar demasiadas metáforas, estamos en la calma antes de la tormenta.

 

  1. Las últimas encuestas, la activación de la militancia y el tapizado de los balcones montevideanos con banderas de Otorgués crearon un clima triunfalista para el FA. Algunas encuestas le daban más de 45%, algunos dirigentes hablaban de una victoria segura y la mayoría parlamentaria estaba a la mano. Cuando las primeras proyecciones en la noche del domingo le dieron entre 42 y 44%, y pocas chances de mayoría parlamentaria, la noticia cayó como una piedra en el estómago. Sin embargo, si los resultados fueron peores de lo que daban a entender las encuestas y la manija, también fueron mejores que lo que da a entender la sensación de decepción de la noche del domingo. A la 1 de la mañana, se confirmó que el FA tendrá mayoría en la cámara de senadores, y 48 diputados (de 99), lo que constituye una bancada más que respetable.

 

  1. La coalición de derecha paga muy caro haber ido a las elecciones divida en cuatro partidos. Si hubieran ido unificados, hubieran tenido mayoría en las dos cámaras. Mirando hacia adelante, habrá un estímulo muy fuerte para la creación de un gran partido unificado de la derecha, lo que será un hito mayor en la historia uruguaya: los históricos partidos Blanco y Colorado, nacidos en el segundo tercio del siglo XIX, ya no competirían como tales.

 

  1. El punto anterior obliga a una reflexión sobre la tradición. Subsumidos blancos y colorados en un nuevo partido, el FA pasaría a ser el partido más viejo del país. Un partido, además, que se apoya fuertemente en la tradición, en los símbolos y en la reproducción intergeneracional para convocar a su base electoral. Tendremos, al contrario que en la segunda mitad del siglo XX, una derecha ideológica y una izquierda tradicional. El enorme acto final del FA muestra que la tradición frenteamplista está más viva que nunca. Pero no es evidente que su aparato militante, su claridad de rumbo, y su capacidad de producir cuadros políticos y de gestión también lo estén. Será importante meditar sobre cómo cultivar esta tradición sin sobre-explotarla. La muerte del batllismo debería servir de advertencia de que las tradiciones son longevas y poderosas, pero no soportan cualquier cosa.

 

  1. Las grandes novedades de la noche fueron la votación malísima de Cabildo Abierto, el partido de ultraderecha, y la irrupción en el parlamento, con dos diputados, del conspiracionismo de Gustavo Salle. También, los niveles más altos que de costumbre de voto en blanco y anulado. Si en Uruguay el clima antipolítico global no se expresa en un fenómeno electoral de ultraderecha, sí se expresa de forma más fragmentaria. La campaña del colorado Ojeda, hablando de gimnasio, perros y astrología; la convocatoria de Salle contra las vacunas y el Nuevo Orden Mundial; la acumulación de unas cuantas decenas de miles de votos en partidos chicos; la centralidad de la salud mental en las propuestas de los candidatos y el clima general de despolitización de la campaña son muestras de esto. El colapso de Cabildo Abierto es algo para celebrar y analizar, pero las condiciones siguen ahí para una irrupción de una ultraderecha, seguramente más rara, más joven y más conectada con lo digital que el nacionalismo retro de CA.

 

  1. Con la elección se votaron dos plebiscitos. Ninguno de los dos resultó aprobado. Uno, promovido desde la coalición de derecha, promovía reformar la constitución para permitir a la policía allanar hogares en la noche. La derrota de ese plebiscito se suma a dos derrotas anteriores de plebiscitos punitivos impulsados por la derecha. Se comprueba una vez más que no hay un clamor popular por empoderar a la política y llenar las cárceles. Es necesario considerar otras formas de enfrentar el problema de la seguridad. El otro plebiscito, promovido por el movimiento sindical, proponía fijar constitucionalmente la edad jubilatoria, indexar las jubilaciones mínimas al salario mínimo y eliminar las AFAPS y el lucro en el sistema jubilatorio. El plebiscito fue derrotado, pero perforó el consenso del sistema político y la tecnocracia, que daban por obvio que la única posición válida en la política uruguaya era la defensa del sistema privado y la reducción de los beneficios. El 40% que votó para eliminar el lucro deberá estar sentado en la mesa en futuras reformas.

 

  1. Geográficamente, la elección produjo algunos resultados llamativos. El Frente Amplio, que en los última años había tenido resultados muy malos en el interior, ganó en 12 de los 19 departamentos, incluyendo victorias insólitas en el centro ganadero del país, Tacuarembó y Durazno. Este movimiento del mapa político desestabiliza la imagen con la que los uruguayos interpretamos la política del país. La estrategia de Orsi de apostar al interior dio resultado. Esto seguramente preocupa mucho a los blancos, como si el peronismo perdiera en La Matanza o el PT en Bahía.

 

  1. El FA, con el 44% de los votos, es favorito para el ballotage. Pero su favoritismo es menos claro que hasta ayer. Si la coalición logra mantener todos sus votos de la primera rueda, tiene chance de ganar. El FA deberá pelear con todos sus recursos para mantener su ventaja, y salir a buscar votantes de todo tipo y color. Su aparato militante deberá intensificar al máximo su actividad. Un segundo gobierno blanco será terrible para el país, y es necesario hacer lo posible por evitarlo.

 

  1. Una victoria de la derecha en el ballotage sumiría el Frente Amplio en una profunda crisis, que deslegitimaría profundamente a su élite dirigente y abriría dinámicas difíciles de predecir. Cabe pensar contrafácticamente que si la campaña del FA hubiera sido menos conservadora y más sustantiva, podría haber tenido resultados mejores. Nunca lo sabremos. Pero sí sabemos que cuando la conducción propone moderación a cambio de resultados, más le vale conseguir los resultados.

 

  1. Se sabía que en la competencia interna del FA el MPP de José Mujica y Yamadú Orsi iba a ser la lista más votada. Pero que obtenga 9 de los 16 senadores del FA (y una predominancia similar en la bancada de diputados) es impactante, y va a tener efectos profundos sobre el futuro. Especialmente porque se trata de un MPP que ha tomado como orientación una mezcla entre tecnocracia y nacionalismo popular. Este MPP de extremo centro será mano en la organización del gobierno, más allá de los delicados equilibrios y sistemas de acuerdos del FA. El viejo centro frenteamplista se redujo mucho y fue parcialmente fagocitado por el MPP. La izquierda frenteamplista, que se había nucleado mayormente en torno a la candidatura de Carolina Cosse, cuenta con solo 4 de los 16 senadores del FA. Estos desplazamientos necesariamente van a tener efectos profundos sobre el FA y pueden poner en cuestión muchas cosas que hoy nos parecen obvias. En su última campaña, Mujica demostró que es el político más definitorio de los últimos 40 años, y produjo efectos que van a reverberar muchos años.

 

  1. Viene un período en el que las negociaciones parlamentarias serán el centro de la escena política. Gane quien gane la segunda vuelta, por primera vez desde 2005, el gobierno de turno no contará con mayorías parlamentarias. Esto permite imaginar muchas dinámicas distintas. Podemos imaginar cinco años de parálisis política y desgaste para el gobierno. O de empoderamiento de un poder ejecutivo que use extensamente su capacidad de emitir decretos. O de una dinámica fluida de acuerdos en los que cada diputado negocie y pueda definir. O de un protagonismo mayor al usual de la Asamblea General. O de un uso más intenso de la democracia directa. O de grandes acuerdos nacionales. Este último es el camino preferido por Yamandú Orsi.

 

  1. Todo esto sucede en un contexto de aguda crisis mundial. Mientras la política uruguaya está en un momento especialmente mediocre y provinciano, en Ucrania y Medio Oriente puede saltar en cualquier momento la chispa de la guerra mundial, y no es descabellado que una guerra civil sudamericana sea uno de sus teatros. La crisis climática y ecológica se acelera, poniendo en peligro la sostenibilidad de la vida humana tal como la conocemos. Las disrupciones tecnológicas desorganizan cada vez más el mundo del trabajo, la cognición y la vida cotidiana. El neoliberalismo está deslegitimado, pero las alternativas también. La agresividad de las ultraderechas gana terreno en casi todas partes. Pensar en grandes acuerdos nacionales puede ser prudente en medio de tanto peligro. Pero estos acuerdos también pueden ser peligrosos: pactar con una derecha alineada a USA mientras suenan los tambores de guerra, solidificar una agenda de crecimiento que sobreexplota la tierra y el agua y hace perforaciones en busca de petróleo en medio de la crisis global, y desesperarse por inversiones de los gigantes digitales mientras la población sufre la crisis cognitiva inducida por internet, puede profundizar los problemas que tenemos, más que permitirnos enfrentarlos.

 

  1. La izquierda, de un lado y otro de la frontera del Frente Amplio, deberá pensar con mucha inteligencia cuales son las tareas en el momento que se abre. Pero más allá de las tácticas y las estrategias, tiene que ofrecer respuestas a las crisis descritas en el punto anterior.

 

  1. La política uruguaya, aunque con un mapa superficialmente reconocible, parece estar pasando del estado sólido al estado líquido. No es fácil imaginar lo que viene. Los actores necesitarán toda la virtud y la fortuna que puedan conseguir.

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