Apuntes sobre las elecciones santafesinas y sus anomalías

por Juan Pablo Hudson y Mario Santucho

La incertidumbre sobre el resultado de los comicios que tuvieron lugar el pasado domingo en Santa Fe no nos impiden arriesgar un primer análisis, con énfasis en los rasgos sorpresivos emergentes. Mientras la disputa de las fuerzas en pugna se concentra en el escrutinio definitivo, de final abierto, parece dibujarse un nuevo escenario político en la provincia, con una inflexión particular (hacia la izquierda) en Rosario.
En primer lugar, la crisis del socialismo adquiere una dimensión tal vez irreversible. A su imposibilidad para ofrecerse como alternativa nacional, se agrega el goteo incesante de sus apoyaturas en el plano local, y la descomposición orgánica de un esquema de gobernabilidad que primó durante la última década, desde que Hermes Binner accedió a la gobernación en 2007. Las irregularidades en las dos elecciones celebradas este año son sólo la punta de un iceberg, bajo el que se expande una corrosión sistémica que afecta al conjunto de las instituciones, incluyendo a las fuerzas de seguridad y a la Justicia.
Sin embargo, la noticia principal surgida de las últimas votaciones refiere a la incapacidad mostrada por el PRO para capitalizar el retroceso socialista. Lo que parecía una victoria cantada trasmutó en triple empate. Como consecuencia, el sueño de una ola de triunfos parciales que catapulte a Mauricio Macri a la elección nacional, entró en stand by. Mucho tuvo que ver el veloz crecimiento de la lista del Frente para la Victoria, encabezada por Omar Perotti, que logró desarticular la polarización prevista. Y, quizás, el puñado de voto útil hacia Miguel Lifchitz, por miedo a Miguel Del Sel, resulte a la postre decisivo.
Una interpretación inicial de los sufragios debería dar cuenta de la primacía de discursos conservadores, sobre todo en el plano ejecutivo. A escala provincial, el 60% del electorado apoyó a candidatos como el ingeniero Lifchitz (quien expresa el ala derecha del socialismo santafesino) y al cómico Del Sel, representante de la nueva derecha repúblicana. Otro 30% votó a Perotti, de sintonía ideológica con Daniel Scioli. Sin embargo, de confirmarse la derrota del PRO habrá que precisar el balance: más que conservador, tal vez se haya tratado de un pronunciamiento conservacionista de lo existente.
En las intendencias hubo varias sorpresas. En Villa Gobernador Gálvez, ubicada en la zona sur, muy cerca del monstruoso Casino, una de las localidades más violentas del Gran Rosario, se impuso el socialismo, a pesar de que siempre fue un bastión peronista. En Funes, donde se refugian entre paredones de barrios privados los pocos sectores que se beneficiaron de la especulación inmobiliaria, arrasó el PRO, debido a la cantidad de robos que hubo en el último tiempo, como consecuencia de la reconfiguración del delito que generó la llegada de la Gendarmería. En Puerto General San Martín y Bermúdez triunfó el kirchnerismo. Mientras que en la capital provincial ganó de nuevo el radicalismo, aliado al oficialismo provincial.
La anomalía rosarina

La sorpresa apareció en el capítulo legislativo, especialmente en Rosario, donde la izquierda cumplió una lección inesperada. El crecimiento salpicó al plano provincial, con el ingreso a la Cámara de Diputados del periodista Carlos Del Frade y de Mercedes Meier, tras lograr 85.000 votos. Pero fueron los cuatro concejales obtenidos por dos listas conformadas por organizaciones territoriales de la izquierda independiente (Ciudad Futura + Frente Popular y Social) y el posible ingreso de la candidata del FIT (en discusión por las irregularidades en el conteo), quienes patearon el tablero electoral en Rosario. Tres de los militantes electos (Caren Tepp, Juan Monteverde y Pitu Salinas) tienen menos de treinta años y la cuarta es la hermana del militante Pocho Lepratti, asesinado por la policía el 19 de diciembre de 2001. La misma ciudad que estuvo a dos puntos de ser gobernada por el partido de Macri, destinó nada menos que 140.000 votos (27,4%) para alternativas de izquierda. A lo que se suman los 80.000 que cosechó el Frente para la Victoria encabezado por Eduardo Toniolli, fundador de Hijos en la ciudad y referente del Movimiento Evita.
De esa montaña de sufragios, Ciudad Futura (alianza entre la agrupación Giros y Movimiento 26 de Junio) obtuvo 81.000 votos, posicionándose como tercera fuerza, dejando atrás al kirchnerismo y generando un bloque propio con tres ediles. Esa misma noche, envalentonados tras superar holgadamente el piso histórico reservado a las izquierdas, anunciaron que van por la intendencia 2019. Habrá que ver si son capaces de revertir cierta inclinación de los electorados de apoyar alternativas rojas en las legislativas que no se ratifican cuando se trata de elegir puestos ejecutivos. Mucho se jugará en lo que suceda a partir de diciembre. Si habrá una izquierda capaz de modificar la agenda legislativa, al compás de las luchas más urgentes que tienen lugar en las sangrientas periferias. O si primará un discurso moderado, más prolijo, que privilegie ofertar una imagen de gestión eficiente de los problemas vecinales.
Mientras se desarrolla el conteo definitivo, la reelecta intendenta Mónica Fein promete convocar a las fuerzas opositoras para generar un cogobierno. Parece un grito desesperado, poco verosímil. Los asesinatos siguen acechando, como fantasmas, aun durante la veda electoral: el jueves previo a los comicios dos sicarios asesinaron a balazos a Rolando Mansilla, un pibe de 12 años que custodiaba desde el techo un búnker de drogas en un barrio popular.
Cuando Santa Fe y Rosario parecían rendidos a los globos amarillos de la Propuesta Republicana, una porción mayoritaria de votantes mantuvo a regañadientes el maltrecho esquema actual de gobernabilidad y abrió las puertas de un Concejo Deliberante desde el que tal vez se perfile otro diálogo con los que luchan en aquellos territorios que se retuercen al compás de un nuevo e hiperviolento conflicto social.

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