1) En 19 y 20: apuntes para el nuevo protagonismo social, el Colectivo Situaciones esbozan tres ejemplos de situaciones que elaboran procesos de verdad para la emancipación: la lucha de las mujeres, el reclamo de los derechos humanos en la Argentina y de los indígenas en México (la impronta zapatista). Luego afirman que estas situaciones “trabajan problemáticas universales en el interior de su propia situación”. A una década después de la primera publicación de la hipótesis de 19 y 20, ¿podríamos hablar otra constelación de situaciones?
Ante todo, es preciso decirles que no es posible continuar un texto escrito hace más de una década como si fuésemos los mismos. Somos forzosamente otros. Y al enfrentarnos con aquel texto, que siendo nuestro nos es también ajeno, componemos un razonamiento nuevo, que no puede explicar al anterior, sino decir a lo sumo lo que somos, lo que pensamos hoy. Si algo en común persiste entre aquella escritura y ésta es un deseo colocar las palabras en la frontera misma de lo que sabemos y entendemos, de cara a la praxis vital y política. Hacemos filosofía al modo de los no-filósofos: esto es, inventando conceptos como armas a medida de nuestras necesidades. Los universales a los que nos referimos no son los de la comunicación, sino aquellos que existen en el nivel de las prácticas, en el aquí y ahora de las situaciones concretas. Encontramos esa necesidad del concepto cada vez que las resistencias respecto de la hegemonía capitalista nos conducen, en circunstancias precisas, a la experimentación.
Esas resistencias son en sí mismas diferentes: sea una escuela de la periferia de la ciudad en la que se interrumpe la reproducción mecánica de la escolaridad para hace lugar al don de la escucha y la palabra, para investigar los lazos en torno a los cuales se organiza la vida con lxs chicxs y con la comunidad; sea cuando un joven trabajador de los call center nos comunica que no soporta ya vivir en el “agujero negro” que se trama entre vida y trabajo; sea cuando entre los trabajadores bolivianos de los talleres textiles clandestinos de Buenos Aires, se interrumpe un destino y aparece el deseo de otra vida, que implica una lucha concreta por cortar los dispositivos de la explotación y por ampliar las posibilidades existenciales. No hablamos de situaciones especiales, o de sujetos predefinidos, sino de la emergencia aquí y allá del deseo de una vida no supeditada a la miseria existencial del capital.
2) Vemos posibles tensiones entre su descripción del pensamiento situacional como un pensamiento constituido de forma inmanente dentro de una situación dada, autosuficiente y monadológica, y el uso y resignificación de ideas que emanan de otras situaciones. En este sentido nos gustaría reformular una pregunta que ustedes mismos se preguntan: “Si la situación es singular, ¿cómo sería posible que se establezca una relación horizontal con otras situaciones sin abandonar esta singularidad?” ¿Podrían elaborar sobre el sentido que para ustedes tiene “la vocación de integrar” propia de la situación como singularidad? ¿Cómo pensar este proceso de resonancia entre las situaciones más allá de una traducción metafísica de la significación o de las demandas sociales?
Como decíamos antes, no nos concebimos como filósofos profesionales, no aspiramos a construir sistemas totales. Vivimos de las tensiones. Lo fundamental, para nosotros, es no perdernos en las palabras. Las “resonancias” conciernen al ámbito de la sensibilidad forzada a abrirse a nuevas relaciones en lugar de ordenarse a sí misma en coherencia con determinados poderes. Hemos asistido a todo tipo de tráfico entre experiencias que no hablan una misma lengua. Quizás sea menos central para nosotros el modelo de la traducción (lengua/código), y más el del juego de la repetición, que en cada situación demanda de una cierta creación (diferencia) propia.
3) Tanto el pensamiento situacional como la investigación militante parecen recoger la noción de situación como verdad en el pensamiento de Alain Badiou. Efectivamente, en algún momento dicen que “pensar implica…agujerear los saberes existentes en una situación”. Sin embargo, nos preguntábamos sobre la relación entre política y filosofía que Badiou elabora en relación con una serie de condiciones y procedimientos. ¿Habría una posibilidad de decir que el pensamiento situacional o la “investigación militante” desafían esa sutura abriéndose a lo que tal vez sería una antifilosofía del acontecimiento?
Quizás hemos sido demasiado presuntuosos al citar a Badiou y, a través de él, a Lacan. La ruptura del 2001 nos llevó a simpatizar con el lenguaje del acontecimiento. Eran nuestras lecturas de entonces. No hemos pretendido crear una trayectoria en relación con estos autores. Nosotros, cuando hablamos de investigación militante, no nos situamos para nada en la posición de filósofos que componen verdades provenientes de las situaciones, sino que intentamos pensar una trayectoria propia, ligada sí a una crítica de la política militante más tradicional, así como a ciertas pretensiones de los intelectuales universitarios. La investigación militante se dirige siempre a dispositivos concretos; por eso sus producciones de saberes, de afectos y de tácticas se sitúan en contextos específicos, y luego, por supuesto, se enlazan –a partir de las resonancias de las que antes hablábamos- con luchas y búsquedas pertenecientes a cualesquiera otros espacios-tiempos.
4) El pensamiento solicita una nueva afirmación ética, pues lo que caracteriza a la multitud es un “pasaje ético”. Aún más, en su discusión sobre el maestro-militante, la decisión del maestro pasa a ocupar una posición de no saber como “actitud ética”. ¿Podrían elaborar un poco la función que la ética vital en el nudo de la comprensión de una situación?
La idea que nos hacemos de la ética tiene raíz en una lectura muy intensa de Spinoza. A nuestro criterio lo propio de la ética son las llamadas “pasiones alegres”, es decir, las transiciones que llevan desde las pasiones tristes (aquellas que nos separan de lo que podemos) a un devenir activo. En cada situación se trata de descubrir e implicarse en vías muy concretas de esa transición o, mejor aun, devenir. En este sentido, siempre rechazamos una separación entre ética, política y conocimiento. Y esto por la simple razón de que cuando se parte de las “pasiones alegres” se trata siempre de alterar relaciones de fuerza (política), construir nuevas relaciones con las cosas (saberes), y componer nuevas formas de existencia (ética). En otras palabras, siempre hemos creído que el problema ético se vincula con la constitución subjetiva antagonista respecto de los núcleos de poder (coloniales, patriarcales, mistificadores, infantilizantes, culpabilizdores, espiritualizantes) que rigen en nuestras sociedades capitalistas.
5) El epílogo de 19 & 20 es la única instancia en donde aparece el vocablo comunismo en relación con el modo de intervenir en la urgencia de la situación. Una noción de comunismo que se define como: “el deseo de intervenir, pensar, comprometerse y producir experiencias, investigaciones…”. Un comunismo que, ciertamente no es una “idea” ni una filosofía de la historia de las luchas políticas, sino algo propiamente que afirma la capacidad de recoger lo experiencial. ¿Es siempre el comunismo otro nombre invariante (por decirlo con Jacques Camatte) para pensar el movimiento de la destitución contra la naturalización de la realidad?
No hemos sentido una verdadera necesidad de inscribir nuestros pensamientos en una tradición doctrinal. Si por anarquismo se entiende un rechazo del centralismo de la soberanía moderna (y más en general, de una metafísica occidental que ha dividido siempre al ser en una instancia espiritual, subjetiva, activa que debe conocer/gobernar a la sustancia material y objetual), encontramos que esos elementos están presentes en las luchas del presente. De igual modo, cuando hablamos de comunismo, lo hacemos en el sentido marxiano del “movimiento real”, de la praxis revolucionaria, y no de ningún modo evocando un partido, un modelo, una doctrina o un estado. Dicho esto, no sería del todo justo hacerse una imagen “antiestatista”, ni muchos menos “anti-organización” de nuestros planteos. ¿Es posible sustraer al estado de sus fundamentos soberanos total o parcialmente?, ¿es posible experimentar una convergencia de segmentos del movimiento social autónomo con instancias puntuales de gobierno?, ¿no nos organizamos para hacer cosas y nos frustramos cuando las cosas no salen bien?, ¿no buscamos organizarnos cada vez mejor? Estas preguntas son fundamentales para nosotros y no podemos clausurarlas como si fuesen un asunto de principios. Volvemos a lo anterior: son dilemas prácticos, que implican cada vez un pensamiento concreto sobre las fuerzas en juego.
6) Abordemos la cuestión de la escena de escritura. 19 & 20 se entiende no meramente como un ejercicio de “signo de improvisación”, sino como una forma de desplegar algo al interior de un proceso en curso. Así, 19&20 se lee formalmente como una cartografía que agrupa toda una sonoridad coral de voces muy heterogéneas que se van multiplicando a lo largo del libro, e incluso creando tensiones e anomalías de significado (pensamos en especifico en la función de los testimonios de algunos intelectuales, como Horacio González o León Rozitchner, de liderazgos como los de Luis Zamora, o testimonios de piqueteros). ¿Existe una forma de escritura o de organización de la escena escritural al interior de una situación?
No, no creemos que exista algo así. Este libro, como el proceso del que surgió, se inscribe en una coyuntura tan especial como irrepetible, y lo que en ese contexto intentamos no tiene sentido por fuera de esas coordenadas precisas. No adoptamos, sin embargo, una posición de clausura respecto de lo experimentado al interior de aquella secuencia coral que ustedes rescatan. Como decíamos más arriba, situaciones como las del 2001 –que hemos concebido como una “insurrección de nuevo tipo”- permanecen muy presentes, como un banco de reserva de virtualidades que se activan en relación con situaciones muy diferentes entre sí, como un cúmulo de imágenes, conceptos y afectos muy presentes en el vocabulario, la memoria y el saber hacer de las resistencias. Así sucedió con el estallido del 15 M, en Madrid y en varias ciudades de España. Cada vez que se activa una política de la multitud, el 19 y 20 reaparece. Del mismo modo –aunque muy en otro sentido- existe en la coyuntura política de buena parte de Sudamérica un diálogo sordo con el poder popular de la insurrección. Se trata de una relación difícil, que abarca a los gobiernos llamados progresistas, a las economías neo-extractivas –que suscitan permanente al fantasma de la insurrección. No es posible pensar la singularidad de la situación política sudamericana sino en relación con esas experiencias, aún si en la actualidad las políticas de la insurrección no están entre nosotros a la orden del día.
7) Situados ya a más de una década del 2001, hemos visto una transformación geopolítica en América Latina hacia eso que ustedes han denominado una nueva gobernabilidad, pero que se suele llamar la marea rosada o el socialismo del siglo XXI. De alguna forma, en Argentina ya se prevenían no solo el efecto destituyente, sino también constituyente que se hizo notar a escala regional a partir del 2001. Leemos en 19&20: “Las energías del movimiento son, a su manera, constituyentes. Sus efectos no serán pasajeros. Contra todos los intentos de limitar, canalizar o institucionalizarlo, sus efectos productivos ya están desencadenados, y sus formas de reelaboración se podrán desplegar a nivel situacional”. Si bien el nuevo protagonismo que emergió hizo posibles nuevas lógicas constituyentes, ¿cómo interpreta Colectivo Situaciones la afirmación hegemónica de los progresismos estatales en su configuración geopolítica? ¿Es el ascenso estatal una reabsorción de las formas autónomas y destituyente?
Tienes toda la razón, no se puede pensar el movimiento del 2001 como negativo. Sus efectos y los procesos que se desencadenaron son factores activos en la vida política. Dos enfoques tienden a desnaturalizar el papel de los movimientos en la gubernamentalidad actual. La de quienes consideran que la reconstitución del capitalismo se ha completado como si nada hubiese sucedido, y la de quienes quieren ver en la nueva institucionalidad la presencia directa y plena del nuevo protagonismo social en toda su positividad. Ni una ni otra, pues. Si bien la reconstitución de la institucionalidad da cuenta, de modo indirecto y mediado, de los impulsos de los movimientos, no es posible reducir la producción estatal a dicha presencia. Antes bien es preciso notar que los movimientos se han debilitado como fuerza autónoma y, al mismo tiempo, las claves de la dinámica institucional no pueden ser consideradas con independencia de las mutaciones geopolíticas de las últimas décadas.
Estos años han sido de grandes cambios. Asistimos al mismo tiempo a una recomposición del horizonte capitalista y a una situación inédita desde el punto de vista geopolítico, con una nueva autonomía de Sudamérica respecto del imperialismo norteamericano, una nueva y muy rentable inserción de la región en el mercado global y una serie de gobiernos que ya no responden al viejo consenso neoliberal de los años 90. En este contexto no es tan fácil distinguir al socialismo del capitalismo del siglo XXI.
Hemos intentado nombrar la situación macropolítica como una correlación entre desarrollismo por arriba e impasse por abajo. Pero hoy pensamos más bien en producir una narración nueva, e insistir en la perspectiva desde abajo de la situación social y política. Para ello buscamos comprender las dinámicas de un Nuevo Conflicto Social que se desarrolla en diferentes territorios de la región sometidos a la hegemonía del capital financiero, sea las poblaciones desplazadas por los agrobusiness, las economías extractivas o el desarrollo del narco. El desafío de esta nueva conflictividad consiste en recrear proyectos de valor comunitarios en las distintas esferas, y de interpelar a las instituciones que sean capaces de ser sensibles a estas luchas.
8) Finalmente, una última prergunta. 19 & 20 acaba de aparecer en inglés (2011) en el momento de un ciclo de protagonismos insurreccionales a escala global. Los nuevos protagonismos – desde Egipto a Grecia, de Puerta del Sol a Wall-Street – han ido ocupando espacios públicos contra la dominación financiera de la maquinaria neoliberal. Si en 19 & 20 se discutían las transmisiones y resonancias de otras situaciones, ¿se podría hablar también de resonancias de un pensamiento errante y de una escritura desterritorializante para la cual 19 & 20 sería una instancia en el estado de proliferación en curso?
De alguna manera, 19 y 20 pretende eternizar un momento de la lucha de los muchos, unos virtuales que reemergen en las luchas democráticas, un intento de plantear nuevas posibilidades. Nunca hemos considerado que el devenir de los muchos deba subordinar su verdad al posterior devenir de la escena institucional. Sin embargo, la fenomenología de las multitudes debe precisarse. En la Argentina de los últimos años surgen fenómenos que, vistos superficialmente, pueden compartir rasgos de movilización y de organización de la política de los muchos. Nos referimos a los “cacerolazos” que estos últimos dos años salieron a la calle con la consigna de que el gobierno kirchnerista es una dictadura y en defensa de la “libertad” y la libre disposición de divisas.
La política de los muchos debe ser precisada. Y la primera de las distinciones que creemos necesaria hacer es la siguiente: no importa cuán descentralizadas y numerosas sean las manifestaciones en cuestión, si están inficionadas por el “a priori” de la propiedad. Cuando pensamos en los ecos entre 19 y 20 y las insurrecciones y movimientos de la multitud en diferentes partes del mundo lo hacemos enfatizando el horizonte de lo que muchos llaman política del común. Eso que ya buscaban y practicaban los zapatistas antes del 2001. Eso que aún hoy buscamos, en un nuevo contexto, sin teorías o modelos precisos, pero sí como impulso histórico y material que recorre con fuerza el continente.
*Nota: Estas preguntas fueron elaboradas a la raíz del encuentro «Qué se vayan todos: Towards a new social protagonism», organizado en la Universidad de Princeton (New Jersey) el 21 de noviembre de 2012, a raíz de la traducción al inglés del libro 19&20: apuntes para un nuevo protagonismo social del Colectivo Situaciones, y para el cual tuvimos la oportunidad de conversar ampliamente con Diego Sztulwark y Verónica Gago. Este intercambio – el único registro de aquel encuentro público – había permanecido inédito hasta ahora. A veinte años de la insurrección del 2001 argentino, todavía quedan nudos problemáticos que invitan a la posibilidad de un pensamiento experiencial y sensible contra el estancamiento de nuestra época.