En 1990, el PT del Brasil y el PC de Cuba convocaron el Foro de Sao Paulo para enfrentarse al ciclo conservador y neoliberal que estaba en auge. Paralelamente, diversos movimientos sociales de todo el continente organizaron la Campaña por los 500 años de colonización.
Por otra parte, a partir del año 2000 y hasta 2015 América Latina fue beneficiaria de un importante boom de altos precios de petróleo, cobre, oro, materias primas y productos agrícolas, lo que se conoce como commodities, fundamentalmente por parte de China. Esto se expresó en importantes índices de crecimiento económico que ocurrió en casi todos los países de la región.
Dilma Rousseff, expresidenta de Brasil, fue sometida a un juicio político y finalmente destituida el 1 de septiembre. En octubre pasado, uno de los principales impulsores de su destitución parlamentaria, Eduardo Cunha, quien se había desempeñado como presidente de la Cámara de Diputados, fue detenido. Cunha está acusado de recibir sobornos y lavar dinero en Suiza, y su detención forma parte de una escalada contra la corrupción que se lleva adelante en varios países de la región. “No está mal que se avance contra la corrupción, lo que no está bien es que este proceso lo lleven adelante jueces que representan al sector más podrido y más conservador del poder judicial. Existe un eje muy fuerte en América Latina puesto en esta cuestión, pero con una intencionalidad política muy clara. Cunha ya cumplió su deber, ya encabezo el impeachment contra Rousseff, no les sirve más y se lo sacan de encima”, sostiene el periodista e historiador Néstor Restivo.
Argentina, por su parte, dio un primer paso en este sentido al ingresar con carácter de observador al bloque para hacer las veces de facilitador con Mercosur. Un Mercosur que en setiembre entrego la presidencia pro tempore de la misma a Venezuela en un traspaso cargado de interferencias donde empezaron a dirimirse las enormes diferencias que caracterizan a los diferentes gobiernos que componen el bloque actualmente.
Uruguay dejó la presidencia de Mercosur y Venezuela decidió asumirla en base al sistema de rotación semestral por orden alfabético. Pero Argentina, Brasil y Paraguay consideran que esa función está vacante porque no hubo traspaso formal. Aunque el Gobierno de Uruguay, a diferencia de sus socios, en el inicio de la crisis reconoció a Venezuela en su puesto y denunció la intención de Brasil de “comprar el voto de Uruguay”, luego retiró su apoyo al país petrolero. El pasado 1 de diciembre, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay dispusieron la suspensión de Venezuela, una decisión que desde Caracas se calificó de “golpe de Estado”. Ahora es Argentina quien ostenta la presidencia pro tempore del bloque.
Por último, y por si faltaban novedades importantes en la región latinoamericana durante este último año, la muerte de Fidel Castro produjo un sismo acorde al peso de su figura y dio lugar a todo tipo de debates sobre el proceso que lideró. Una interminable catarata de argumentos reflejó el devenir mental de férreos seguidores y/o detractores pero también de quienes se permiten asomarse a las complejidades de un proceso de más de 50 años que ha dado como resultado una Cuba que muchos definen como «la piedra en el zapato del país más poderoso del planeta», es decir, EEUU. Una excusa más para pensar en la realidad latinoamericana en su conjunto, fundamentalmente quienes, como en el caso de los llamados gobiernos progresistas, han visto en Castro y en la Revolución Cubana una referencia insoslayable.