América Latina: de la cosmopolítica a la tecnopolítica // Bernardo Gutiérrez González

El 18 de septiembre de 2013, los indios Munduruku de la Amazonia brasilera enviaron una nota de apoyo a los “movimentos de luchas de las manifestaciones en las calles. Desde las denominadas “jornadas de junio”, las revueltas masivas que pusieron patas arriba la política brasilera, las calles del país seguían en ebullición. La lucha del pueblo munduruku recibió el apoyo de los movimientos urbanos. Y los Munduruku Ipêrẽgayũ escribieron una carta enviando la solidaridad de vuelta: «Damos gracias a todos los movimentos que manifestaron sus indignaciones en las calles, en todos los sectores sociales y de todas las clases sociales existentes». Mientras los munduruku luchaban contra las hidroeléctricas en su territorio, las calles de Río de Janeiro eran una explosión de símbolos sincréticos, un encuentro de luchas urbanas y causas ancestrales. Un Batman activista corría al lado de un indio korubo en las manifestaciones. El icono de perfil de Anonymous Rio, estilizado por plumas indígenas. Y la Aldeia Maracanã, el antiguo Museo del Indio que el gobierno quería derrumbar para construir el parking del Estadio Maracanã, se convirtió en un icono de una revuelta en la que convivían jóvenes streamers y chamanes de varias tribus. La cosmopolítica, término usado para definir la visión de mundo del líder yanomami Davi Kopenawa, se hacía urbana. Y la tecnopolítica de la era de las redes digitales y de las multitudes empoderadas adoptaba en Brasil desvíos no previstos, teñidos de cosmovisiones ancestrales.
La investigación Nuevas Dinámicas de Comunicación, Organización y Agregación Social. Reconfiguracines tecnopolíticas*, desarrollada tras una convocatoria global de OXFAM, tenía el objetivo de entender mejor las “nuevas formas de participación ciudadana” y “procesos sociales sin centro” de América Latina. A pesar de que el estudio prestó especial atención a las redes sociales digitales, una de sus principales conclusiones es que el ADN ancestral colaborativo latinoamericano (mecanismos orientados al bien común como la minga kichua, el tequio náhuatl o el ayni aymara) y algunas cosmovisiones como el Buen Vivir conviven en la región con las dinámicas tecnopolíticas y el hacktivismo.  
Cosmovisiones, cosmopolítica
La cosmopolítica, esa mirada que interpreta el mundo al margen de lógicas occidentales, es el esqueleto emocional de muchos movimientos latinoamericanos de «nuevo cuño». Y es incluso la inspiración organizativa comunitaria de muchos grupos y colectivos que basan su acción en herramientas y plataformas digitales. En Colombia, la Minga Indígena convocada por los pueblos indígenas del valle Cauca en 2008 se convirtió en el gran referente político de muchos jóvenes urbanos. La Minga, una alusión al mecanismo colectivo kichua minga, se transformó en una marcha que recorrió todo el país. Para muchos jóvenes fue “el acontecimiento fundamental en la transformación de las formas de organización y acción social”.  La convivencia durante el Paro Agrario de 2013 de nuevos actores (Mesa Amplia Nacional – MANE, perfiles de Anonymous) con los movimientos rurales clásicos visibiliza parte de estas resonancias cosmopolíticas-tecnopolíticas, que se ensamblan de la transmodernidad de los teóricos decoloniales que va más allá de los marcos clásicos de occidente
Por otro lado, el proyecto Buen Conocer / FLOK Society de Ecuador generó un amplio espacio de encuentro de criptopunks, hackers globales, instituciones y movimientos latinoamericanos. El Buen Conocer, enmarcado en el paradigma del Buen Vivir, lanzaba el desafío de conseguir “la segunda independencia a partir de las tecnologías libres» para Ecuador y de una “Pacha Mamá digital del conocimiento común y abierto”.  El Buen Vivir y la ética hacker se enredaron en un proyecto que aspiraba superar la economía del extractivismo a partir del conocimiento libre, común y abierto. La tecnopolítica se combina con cosmovisiones, prácticas y cosmovisiones ancestrales.  El perspectivismo amerindio del que habla el antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro «comienza por la afirmación doblemente inversa: el otro existe, luego piensa».  La afirmación podría operar sobre la ética hacker o la cultura de red, auténticas cosmovisiones y/o sensibilidades  de mundo de nuestros tiempos. Los devenires simbólicos del mestizaje del Buen Vivir y la ética hacker, como el Buen Conocer o el Buen Resistir, se aproximan a la transmodernidad formulada por Enrique Dussel: «un más allá transcedente a la modernidad occidental (…) Transmodernidad polifacética, híbrida, poscolonial, pluralista, tolerante, pero más allá de la democracia liberal y del Estado moderno europeo».
Inspiracion global
Tras la explosión de las revueltas del 2011 – Primavera Árabe, 15M, Occupy…–  los actores sociales y gobiernos de América Latina abrazaron el negacionismo. La versión oficial: no existían revuetas en red en la región porque los gobiernos progresistas contaban con el apoyo de sus pueblos. Además, se entonaba un deja vú, alegando que las luchas históricas de América Latina sirvieron de inspiración a la oleada de revueltas abierta por la Primavera Árabe. Cierto: del zapatismo a los estudiantes chilenos, América Latina ha servido de faro social al mundo. Sin embargo, las conclusiones del estudio Nuevas Dinámicas de Comunicación, Organización y Agregación Social. Reconfiguracines tecnopolíticas revelan que el 2011 global cambió – y mucho – las dinámicas sociales de América Latina. La mémesis en red del frenético 2011 planetario transformó la slut walk de Toronto en la Marchas de las Putas en varios países, adaptó el 15M español a Indignados Paraguay (entre muchos otros frentes), expandió el imaginario de Occupy Wall Street o hizo que  los movimientos estudiantiles de la región se impregnasen del imaginario, métodos y/o herramientas de Wikileaks, Anonymous o Democracia Real Ya.
A su vez, la nueva arquitectura de la convocatoria y de la protesta, el espacio híbrido (Internet y territorios) como interfaz de acción, el surgimiento de nuevos actores y la pertenencia líquida y puntual determinadas causas están configurando un nuevo prototipo de participación, creación e imaginación política en América Latina. Un patrón habitual en la región es el de una movilización intensa en el tiempo alrededor de una causa concreta, con fuertes disrupciones simbólicas y la generación de nuevos espacios agregadores. Por otro lado, el feminismo (#NiUnaMenos en Argentina), las libertades digitales (#Pyrawebs en Paraguay, luchas contra Internet.org) o la defensa de los bienes comunes urbanos (como el #tomaelbypass en Perú o #OcupeEstelita en Brasil) son algunos de los ejes que continúan vivos. Al mismo tiempo, algunos levantamientos, como la Marcha de las Antorchas que comenzó pidiendo la renuncia del presidente hondureño Juan Orlando Hernández, propició el surgimiento de un nuevo sujeto político, los Indignados de Honduras con características como la auto-convocatoria a partir de las redes sociales, la auto-organización o el empoderamiento emocional. Como también ocurrió en las revueltas #JusticiaYa de Guatemala, en Honduras la lucha contra la corrupción ha dejado de estar en las manos de la derecha neoliberal. Las clases populares de Centro América la reivindican como suya, lo que despiertael recelo de Estados Unidos.
El estudio de OXFAM destaca a su vez que las dicotomías políticas y el antagonismo narrativo construido por los gobiernos progresistas de América Latina, aunque también por la oposición, se dibuja como el principal límite de la tecnopolítica en la región. En la mayoría de los casos, una intervención delestatismo descalificando alguna revuelta como “neoliberal” o “derechista” puede provocar un vaciamiento de las calles o un escoramiento hacia la derecha de las movilizaciones, como lo prueban los casos de Ecuador o Brasil.
Del zapatismo a Ayotzinapa
¿Existe un fin de ciclo de las izquierdas latinoamericanas, como alerta el periodista uruguayo Raúl Zibechi? ¿Significará la llegada al poder de las derechas neoliberales? ¿Cómo va a influir la secuencia de revueltas en red de la región? La respuesta no pasa por mitificar el legado del bloque progresista como hacen algunos medios de izquierda europeos. Tampoco por criminalizar las políticas públicas del bloque . El cambio de piel latinoamericano es más sutil, complejo y poliédrico. Ni bolivariano ni exactamente lo contrario. A pesar de la creciente polarización de la región, existe una nueva ola de sensibilidades y prácticas políticas. Además de las explosiones o movimientos ya citados y de las sinergias cosmo-tecnopolíticas, la región vive con intensidad el surgimiento de un nuevo sujeto político que deja fuera de juego a las organizaciones sociales clásicas. En algunos casos, incorpora a dichas organizaciones a un nuevo imaginario.
La irrupción del movimiento #YoSoy132 en México  (2012), del #tomalacalle de Perú (2013), de las revueltas del #VemPraRua de Brasil (2013) o del #JusticiaYa de Guatemala (2015) confirma un patrón de comunicación, acción y auto-organización que desborda las definiciones y estructuras sociales tradicionales.  En la mayoría de los casos, se tratan de movimientos red que evolucionan a lo largo del tiempo, que mutan de forma e incluso cambian de nombre. El estudio Tecnopolítica: la potencia de la multitud conectada define el fenómeno como un “liderazgo temporal distribuido”, que explica muchas de las mutaciones del 15M español o del #YoSoy132 mexicano, cuya “estructura se transforma de manera dinámica”. 
La eclosión de #YoSoy132 en México fue especialmente relevante para la región, pues simboliza a la perfección la continuidad y ruptura simultánea que provocan los nuevos movimientos. #YoSoy132, que bebe simbólica y organizacionalmente del zapatismo sin linealidad pero que rompe con él, no fue una explosión puntual. Tejió un nuevo ecosistema social que ha evolucionado a lo largo del tiempo. Algunos nodos de una determinada acción (inicios de #YoSoy132) hicieron de puente a nuevos espacios (el #PosMeSalto, por ejemplo, contra la subida de tarifas). En dicho ecosistema, quien lidera temporalmente una acción pueden no haber participado en el pasado.
Cuando desaparecieron los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa la noche del 26 de septiembre de 2014, pocos sospechaban que un año y medio después las redes mexicanas y globales seguirían reivindicando justicia. Tampoco que dicho proceso provocaría la interacción de ecosistemas sociales tan dispares como el del zapatismo, el de la huelga de estudiantes de 1999 y el de #YoSoy132. El caso Ayotzinapa fue el punto de llegada de muchas causas mexicanas, de movimientos sociales de América Latina y del mundo. El estudio de datos específico sobre el proceso de Ayotzinapa, que analizó decenas de hashtags de Twitter, prueba la tesis de la investigadora Guiomar Rovira: los estallidos funcionan más a través de «sincronizaciones» que de férreas pertenencias ideológicas. Y #YoSoy132, aunque le pese a quienes afirmaban que el movimiento había muerto, fue clave en esa conexión de ecosistemas sociales tan dispares. 
Transnacionalismo, transmodernidad
Los diferentes ecosistemas mexicanos interactuaron durante la indignación de Ayotzinapa con las redes de las revueltas globales, como el #15M español, las protestas de Brasil u Occupy Wall Street, en hashtags como #Caravana43 (Estados Unidos), #EuroCaravana43 (Europa) o #caravana43sudamérica. A su vez, Ayotzinapa conectó luchas globales y simbologías heterogéneas surgidas en diferentes momentos históricos, como lo visibilizan los apoyos de Noam Chomsky y Democracia Real Ya de España. Resulta interesante la mutua identificación de Ayotzinapa y #BlackLivesMatter (protestas contra el asesinato de negros estadounidenses). Además, el caso Ayotzinapa ha dejado una huella profunda en América Latina, produciendo una conexión efímera de los diferentes movimientos estudiantiles. Despertó apoyo de movimientos tan variados  como Yasunidos (Ecuador), las Madres de Mayo (Argentina) o la hinchada del equipo The Strongest (Bolivia). Sin embargo, a pesar de la empatía emocional provocada por el caso de Ayotzinapa y de las nuevas conexiones ocurridas a partir de diferentes procesos, todavía es pronto para saber influirá en la macropolítica regional o si desembocará en un nuevo movimiento o paradigma político panamericano. Lo mismo podríamos decir de  explosiones como el #VemPraRua de Brasil y otras revueltas.
La secuencia de luchas globales abierta por la Primavera Árabe comenzaron a desdibujar las simbologías, marcos y ficciones de occidente. Al eclosionar en América Latina y convivir con las epistemologías del sur, también interfirieron en algunas narrativas dicotómicas forjadas por los gobiernos locales. La conexión transnacional de estas revueltas está tejiendo un nuevo sentido de mundo que va más allá del neoliberalismo global y del estatismo desarrollista, que tiene al Estado moderno como epicentro. Este conocimiento fronterizo y transmoderno conecta el sur global con el precariado y otros sujetos políticos del norte con  configurando una nueva geopolítica del común.  Como carambola no esperada, el legado progresista latinoamericano tiene una nueva rutaa de fuga en el municipalismo español que ha conquistado las principales alcaldías del país. Las Juntas del Buen Gobierno zapatistas, el Buen Vivir o la Cultura Viva latinoamericana son líneas de acción política a diferentes niveles en ciudades como Madrid o Barcelona. El post capitalismo global puede emerger de la recombinación y sincronización de cosmovisiones, sensibilidades  y prácticas latinoamericanas y sureuropeas, cosmopolíticas y tecnopolíticas.

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