Algunas pistas de reflexión acerca de los chalecos amarillos // Mila Ivanovic*

*politóloga francesa

Me han llegado preguntas de compañerxs latinxs acerca del fenómeno inaudito que esta viviendo Francia desde el mes de noviembre. Como muy a menudo he preferido esperar antes de formular hipótesis a quemarropa, y participar reiteradamente en marchas, dinámicas comunicacionales 2.0 de este movimiento nuevo que apareció en el escenario francés (y lo transformará por mucho tiempo no cabe duda)  antes de proponer algunas pistas de interpretación tras dos meses de movilización. Orientaré mi lectura en torno a tres bloques de ideas: la territorialidad francesa, el componente social y el neoliberalismo.

  1. Territorio

Primero hay que marcar una primera idea : por primera vez después de mucho tiempo, la territorialidad francesa se ha visto socavada, ya que París no es el centro de la movilización sino el escenario de teatralización del movimiento cada sábado[1]. Como nunca antes se han visto personas de todo el país, llegar con sus propios medios a la capital para desfilar juntos con otro millar de personas que deciden interpelar al poder en su propia casa. Este hecho conlleva otro : lo que se visibiliza últimamente es la marginalidad, invisibilidad y aislamiento de los territorios no urbanos o semi-urbanos. No los suburbios propiamente sino los « no-lugares » (para retomar una idea desarrollada hace años por el antropólogo Michel Augé), o espacios de no-sociabilidades como lo ha definido Samuel Hayat[2], como son las rotondas ocupadas por los chalecos amarillos semanas tras semanas. Esto nos informa respecto de un formato especifico, que no tiene la misma fuente ni naturaleza para con las movilizaciones de plazas (15M, Nuit Debout, Tahrir, etc) porque es más fluida, y mucho más dispersa. Como otro analista lo explica[3] estamos frente a la expresión de una « política experiencial » donde más que todo se invoca las dificultades de supervivencia en un repertorio basado en el trabajo digno y remunerador. Por ello el movimiento tuvo la acogida y la rapidez de una linea de pólvora, ya que se fueron agregando voluntades y vivencias ligadas por la misma experiencia : la espoliación de los frutos del trabajo (y la crisis subyacente del salariado). Lo que se escucha siempre en la boca de los chalecos amarillos es que su vida se ha resumido a « trabajar para pagar facturas », cuando aun se puede.

Estamos entonces frente a un expresión de hartazgo social, de emergencia social que fue develada, y revelada como definitivamente insoportable culpando un gobierno que rompió el pacto social de la representación política.

Pero lo territorial tiene otra dimensión: pocos meses antes que se iniciara este ciclo de protestas, la Zona a defender (ZAD) de Notre-Dame-des-Landes[4] fue el escenario de una represión desproporcionada, y muchos parisinos fueron a dar una mano a los habitantes-activistas de la ZAD. Hoy se juega la inversa, la provincia acude hacia la capital como una escena de la toma de la Bastilla reloaded cada semana.

El decentramiento que produce la movilización es impresionante en todos los sentidos : territorial como acabo de explicarlo, sin ser meramente rural, es absolutamente provinciana ; en cuanto a los actores del cambio que han sido las tres últimas décadas las organizaciones sindicales, los estudiantes y los jóvenes racializados de los suburbios. Es en este sentido importante acercarnos a la composición social del movimiento.

 

  1. Composición social

Mi voluntad aquí no es ofrecer una fotografía fiel del movimiento al nivel nacional (todavía se está recogiendo información cuantitativa en varias investigaciones, con una de la cual estoy vinculada) ; el efecto de sorpresa ha impactado también en la calidad de la recolección de la información, y encima de todo sus interpretaciones. Inicio como un movimiento supuestamente anti-ecológico, anti-impuesto, con algunas expresiones de racismo y homofobia, y paso por una fase de reagregación tanto a nivel organizativo como representativo. Se creó una coordinación con algunos voceros, se redactaron mediante las redes sociales un compendio de reivindicaciones, que dejaron claro que los primeros tiempos de la movilización quedaban atrás, ya que ahora se exigía cambios de fondo en materia política y económica. Una especie de analogía con el « que se vayan todos » argentino pero esta vez contra Macron y la oligarquía financiera, colocando como piedra de toque del edificio reivindicativo al Referéndum de Iniciativa Ciudadana (RIC). En este contexto, para dar una ojeada a los componentes sociales del movimiento se puede afirmar que es más provincial y de clase media baja blanca. En efecto, sorprende (o no) que haya poca presencia de la población racializada. Un intento se ha hecho a través del Comité Adama[5] para en dos ocasiones llamar a una concentración anti-racista, anti-homofóbica y de los « barrios » en las deambulaciones parisinas de los chalecos amarillos.  Después de los eventos más insurreccionales de diciembre, con unas arremetidas pre-navideñas contra tiendas, se volvió a blanquear las marchas[6]. Todavía no salemos de un clivaje esencial en la sociedad francesa post-guerra (y postcolonial), y a pesar de algunos intentos como el del Comité Adama, parece que no estamos a punto de verlo superado con los chalecos.

Otro aspecto esclarecedor de la composición social de los chalecos es la defección de los habituales militantes y agitadores en las marchas parisinas. La extrema izquierda no partidista se quedó un rato a la espera de ver como evolucionaba el movimiento, muchos se quedaron atrás o poco entusiasmados por una movilización extremadamente variopinta y polifacética (como pudo haber pasado en un momento en las movilizaciones brasileñas de junio del 2013). El carácter « apolítico » de los chalecos, así caracterizado por los medios de comunicación no es nada cierto, sino la sideración de algunos frente a lo que no quiere institucionalizarse y dejarse apropiar, tanto por partidos políticos o personalidades del mundo de la política, como por una identidad política claramente marcada hacia un lado o el otro (izquierda-derecha) o incluso cualquier liderazgo realmente operante[7]. Pero político lo es en lo absoluto, al posicionarse como un nuevo actor definitivamente poco encasillable por la tecnocracia gestionaria, y la política de asignación de roles.

Finalmente,  otro aspecto muy llamativo es la presencia y manifestación de las mujeres, después de la primera marcha nacional organizada el domingo 6 de diciembre por mujeres chalecos amarillos. Tras una confusión sobre el carácter « no feminista » de esta convocatoria, no queda duda que interpela de forma latente todas las formas de precarización de la vida de las mujeres, siendo ellas las primeras víctimas de la doble jornada y del trabajo asalariado precarizado (tiempos parciales). Se decidió que la iniciativa se iba a reproducir cada domingo en las ciudades francesas como una manera de desactivar, también, la violencia policial.

 

  1. Estado, neoliberalismo, democracia y… Macron

 

No se puede hablar de los CA sin mencionar lo inaudito de la represión que se ha venido generando a lo largo de esas semanas. Ni el mayo 68 gozó del palmares al que estamos llegando. Diez muertos, centenas de mutilaciones, miles de arrestos; la respuesta del Estado ha sido contundente, con la voluntad de aplastar el movimiento haciendo uso de armas no-letales, sin embargo desaprobadas en la mayoría de los países europeos por el carácter de peligrosidad que implican. Una escalada de violencia que cada sábado vuelve a repetirse. Algunos altos responsables militares a cargo del orden público han expresado su desacuerdo anónimamente[8], pero el gobierno propone más represión a la represión.

Lo que nos lleva a tratar de identificar el momento político desde los arreglos institucionales y el contexto de la llegada de Macron. Si bien es cierto que Francia conoce un proceso de neoliberalización desde los años 80, se han ejercido en forma más contenidas que en otros países (Gran Bretaña, Alemania). La Reforma General de los Servicios Públicos fue la herramienta idónea para dar a entender a los franceses que no se iba a tocar el modelo francés de bien-estar, aplicando cambio tras cambio la receta de una progresiva retirada del Estado de los ámbitos del sector social. Pero tal vez más importante para la situación actual es el cambio de espíritu que guía la actuación de Macron desde su llegada al Palacio del Elíseo. Este hombre proviene de las filas privadas de la política, como experto y tecnócrato al « servicio » de lo publico. Es un hombre desprovisto de una clara identificación a la « razón del Estado » sino más bien al entorno de las ganancias y los entretejidos de la política financiera. Macron no es un Chirac, un Hollande ni incluso un Sarkozy, porque nunca había sido electo, y nunca había tenido que jugar el papel de la representación que otorga a los representados un lugar de legitimidad incontestable. No, Macron es hijo de otra doctrina : la que parece valerse solo de la lógica depredadora del “mejor” encima de los “perdedores”. La rebelión de los CA es una respuesta obvia a su traición, a ese divorcio entre la función regaliana (y protectora) del hombre de Estado y el empresario del Estado-Nación. Macron es el signo de la necrosis del sistema actual de repartición de la riqueza y de representación. Es también, retomando a Brecht, la ilustración de que un gobierno querrá poder disolver a su pueblo y elegir uno nuevo.

A la lectura « emocional » de los CA frente a los insultos recibidos desde 18 meses por parte del hombre fuerte de la República, se vislumbra otra mucho más racional y denota la politización progresiva del movimiento hacia la formulación de reivindicaciones que abarquen un replanteamiento de las relaciones políticas. El RIC (sin querer volver acá sobre su génesis, y la polémica alrededor de uno de sus defensores) parece un eco lejano a los nuevos constitucionalismos latino-americanos. Propone disolver el Parlamento y ofrecer una herramienta asamblearia y constituyente para entablar un gran debate acerca del Estado, el medio-ambiente y prometer une democracia directa. Se ha vuelto el leitmotiv de muchos desde el 15 de diciembre, cuando fue posicionado como una manera de llegar a la renuncia de Macron y ver mas allá. El RIC, fuera de saber si es un soporte suficiente para transformar un país en medio de la globalización y financiarización de la vida, representa un planteamiento que grita : « sí hay una alternativa », la primera es que te vayas, la segunda es que decidamos nosotros qué queremos después. Y esta afirmación tiene la potestad de una bomba en tiempos de inercia y fin de las ideologías (post-soviéticas y post-progresistas latinoamericanas).

En medio de la victoria corta de la teoría del derrame, entra por la pequeña puerta de la Historia, un derrame desde abajo, que articula las injusticias y la impunidad de una élite voraz de poder económico antes que político[9].

 

 

 

 

[1]     En este sentido, se han denominado los diferentes encuentros sabatinos en Paris, Actos, para recordar esta dinámica teatral.

[2]     https://grozeille.co/jaunes-de-colere-samuel-hayat/

[3]    https://lundi.am/Une-politique-experientielle-Les-gilets-jaunes-en-tant-que-peuple

[4]     Se inicio la lucha en rechazo al proyecto de construcción de un aeropuerto en una región rural cerca de Nantes. Proyecto abortado gracias a la movilización y ocupación del espacio durante varios años.

[5]     El Comité Adama nace a raíz de la muerte del joven Adama Traoré a mano de la policía el 19 de julio del 2016. Es la experiencia de movilización más fuerte que se ha dado en los suburbios y trata organizar un  movimiento basado en  los jóvenes racializados de las periferias urbanas (pibxs) contra las violencias policiales y la justicia racista del país.

[6]    Aunque no sea del todo “blanco”, como todo objeto político no identificado es difícil categorizar con algunas observaciones (en mi caso parisinas), dado que dependiendo dónde una se encuentre y a qué hora del día (o la noche) todo tiende a cambiar.

[7]     Es un elemento muy novedoso el que no se haya definido liderazgos claros. A pesar de la media decena de personas muy visibles en los medios, ningunx parece querer endosar la gorra del jefx. Hay mas bien una voluntad deliberada de despistar el poder, y no volver a jugar el partido de la representación.

[8]     https://www.youtube.com/watch?v=lp1LoauFhds

[9]     Dos casos son esclarecedores: el de Carlos Ghosn, PDG de Renault-Nissan detenido en Japon por fraude fiscal, y el de Alexandre Benalla, “asesor” de Macron descubierto en plena manifestación en mayo pasado propinando golpes a manifestantes. El uno está preso por una potencia extranjera, el otro desapareció de la escena política sin haber sido juzgado y condenado.  Estos dos casos revelan el nivel de entropia que impera en la política francesa estos últimos años, agravado en los meses pasados.

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