¿Ajustando con Amor? // Diego Sztulwark

¿Qué distancia hay entre la denuncia de los «discursos del Odio» y la convocatoria del gobierno a una Misa de unidad política en la Catedral de Luján? ¿El estado como escena unitaria entre oficialistas y opositores, cierre de grieta y conciliación fraguada una vez más en las aguas benditas de las jerarquías católicas? ¿Se preparan discursos sobre el Ajuste sin Odio, sobre en base al Amor? Amor y Odio escritos así, con mayúsculas, son formas de expropiación de las pasiones humanas -amor y odio-, afectos de base sobre los cuales nuestros cuerpos esbozan una primera y valiosa orientación en el mundo. Por supuesto, si se trata de condenar las pasiones humanas, vayamos a la Iglesia (allí expurgamos el Odio y otros deseos oscuros y se nos reencaminará hacia el Amor). Pero si se partiese de que el problema no es con el odio-pasión (que legítimamente sentimos todos ante la desigualdad acentuada por las políticas del presente), sino más bien con una política específica, que promueve un tipo violencia políticamente articulada por la derecha, y que arraiga en procesos muy localizables la exacerbación de un modo de explotación social, la respuesta debería ser la contraria: no una conciliación espiritual, sino una confrontación en el plano material (e incluso una confrontación por recuperar lo material enajenado por lo neoliberal), porque es evidente que sin un giro político que ponga lo igualitario en el centro del proceso político, sólo queda esperar la insoportable comunión de Ajuste con Amor. «Como todos obramos a partir del Amor, que es el estatuto de nuestra religión, no tenemos problema y puedo asegurarle que las relaciones (entre políticos, militares y jerarquías eclesiales) son óptimas, como corresponde a cristianos». Estas palabras (y no quiero reproducir otras porque me asquea), fueron publicada por el entonces almirante Masera, en la revista Familia Cristiana, en marzo de 1977. Desde ya: estamos definitivamente lejos de aquel pasado oprobioso, pero un mínimo de odio, vinculado a la memoria histórica, nos advierten que el camino no es el del Amor contra el Odio que ahora se nos propone: la Plaza de Mayo del viernes pasado marcaba otro camino, una composición desde cuerpos y pasiones hacia un programa o frente capaz de destituir las políticas desigualitarias de explotación ¿Cuáles son hoy las orientaciones que permiten dar pasos efectivos en esa dirección? La Plaza mas que la Iglesia en su cúpula, como institución de una democracia capaz de reunir fuerzas para reformas sociales a la altura de lo que tenemos en juego.

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