Bifo Berardi estuvo en Montevideo, y pudimos participar de una charla que tuvo con algunos colectivos y medios de comunicación. Bifo es un filósofo de las luchas sociales, de la parálisis de la crítica y del deseo, de la potencia política de la felicidad y el trabajo afectivo; un pensador del futuro y del antifascismo; un escritor del intelecto general y del aceleracionismo; un interesado en la tecnología y los cambios subjetivos que ella trae. Y es, sobre todo, un observador atento de las emociones que produce el modo de vida actual, alguien que constantemente le está tomando el pulso a la sensibilidad de la época.
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,Bifo Berardi estuvo en Montevideo, y pudimos participar de una charla que tuvo con algunos colectivos y medios de comunicación. Bifo es un filósofo de las luchas sociales, de la parálisis de la crítica y del deseo, de la potencia política de la felicidad y el trabajo afectivo; un pensador del futuro y del antifascismo; un escritor del intelecto general y del aceleracionismo; un interesado en la tecnología y los cambios subjetivos que ella trae. Y es, sobre todo, un observador atento de las emociones que produce el modo de vida actual, alguien que constantemente le está tomando el pulso a la sensibilidad de la época.
Dice que sus lectores son mayormente parte del cognitariado contemporáneo, y nos sentimos identificades. Dice que en estos últimos días está pensando mucho en la relación entre depresión y fascismo, y que el fascismo puede ser interpretado como una reacción de violencia adrenalínica en un contexto estructural de anomia y depresión. Dice que no ha encontrado una solución para el problema del cuerpo. Y dice que está empezando a dudar si seguir publicando porque aunque escribir es para él como una forma de respiración o de yoga, observa que no está encontrando una línea de fuga y no quiere que sus textos terminen por generar un efecto depresivo en sus lectorxs. Como que el perfeccionamiento en la descripción de la gran red de poder global genera un sentimiento extendido de imposibilidad y angustia que lejos de liberar, nos ahoga.
Depresión contemporánea y reerotización de la lucha
No es necesario poner ejemplos o argumentar para coincidir con su diagnóstico: los movimientos sociales están en una parálisis. Ante el avance de un nuevo fascismo, que no es un fascismo futurista a la Marinetti sino un fascismo de la vejez, del no future; ante los sentimientos tristes que constantemente se producen en la vorágine de la vida capitalista (impotencia, hipercompetitividad, presión, frustración, incertidumbre), la depresión es un estado más bien realista, esperable. Además toma esa especie de revisionismo emocional hecho por los ideólogos del nuevo neoliberalismo cool, según el cual la izquierda es triste y la derecha es alegre. Y a esto responde: la izquierda no es triste; la gente está triste por su forma de vida en el neoliberalismo. Y la izquierda no ha sabido cómo politizar esa tristeza para reactivar el cuerpo social y conectarlo con un deseo de cambio.
Por su parte, la derecha ha sido mucho más hábil en la manipulación de las emociones y sus efectos psicopolíticos, haciendo que éstos jueguen de su lado y justifiquen su reproducción. Por ejemplo, cita una frase de Berlusconi diciendo que la lucha de clases es una forma de envidia social que genera infelicidad y resentimiento, por lo que debe ser abandonada. Mientras la izquierda no logra convencer de que los sentimientos tristes son consecuencia del modo de vida neoliberal, la derecha convence constantemente de que estos sentimientos de disconformidad y frustración surgen cuando se busca, inútilmente, cuestionar lo dado.
Cómo combatir la depresión fue la pregunta obvia, mientras que su respuesta fue clara: la depresión no se combate, se elabora. No se combate porque combatir significa entrar en guerra y alimentar al caos, que es justamente de lo que la depresión se alimenta. Por otra parte, el combate a la depresión a partir de la negación de los núcleos problemáticos con visiones forzosamente optimistas es una solución ilusoria. Esto no implica romantizar un estado depresivo colectivo, sino profundizar en los espacios verdaderos que ese tipo de emociones habilitan. Y a partir de ahí, de ese realismo, buscar la terapia correcta.
Pero por más justificada que esté la tristeza, por más realista, el problema es que la terapia más efectiva para la depresión, la más tentadora, la más eficaz está siendo la violencia. O en otras palabras: la activación de la adrenalina agresiva. La receta de violencia y odio que ofrece la derecha funcionan como anfetas: felicidad para hoy, hueco oscuro y en bajada para mañana. Entonces cómo proponer una terapia social alternativa, que efectivamente logre habilitar los procesos de subjetivación necesarios para la reconstrucción del deseo revolucionario.
La izquierda no ha sabido reerotizar la lucha y el envejecimiento de la humanidad deriva en cambios en la energía psíquica del cuerpo social que agravan el cuadro. Es claro que en su pensamiento actual el foco no está en problemas del campo de “la política”, sino de la condición psico-política del cuerpo social. La reactivación de un movimiento social deseante tiene que sostenerse entonces en técnicas de desbloqueo traumático y de apertura a experiencias de subjetivación que pueden requerir de un utopismo mayor, antes de caer, presos de la ansiedad y la violencia contenida, en la deriva fascista.
Reinvención de la relación con la tecnología
Bifo parte de una idea central: la humanidad ha llegado a un nivel de desarrollo de sus capacidades productivas y tecnológicas en que la robotización y los automatismos técnicos pueden realizar los trabajos que permiten satisfacer nuestras necesidades vitales, liberando tiempo de vida para que podamos dedicarnos a la vida afectiva e intelectual, al cuidado, al amor, al pensamiento, a la felicidad. Cuando lo acusan de utopista por planteos como este, responde que no tiene nada de utópico pues esta posibilidad ya existe, ya están dadas las capacidades materiales, intelectuales y tecnológicas para sostener ese modo de vida. El problema es que no logramos desarmar la lógica capitalista, que constantemente coopta nuestra energía y nuestro deseo y lo alinea con los intereses del capital.
Claro, entiende que esta creciente penetración de la tecnología en la vida humana tiene sus peligros y sus potencialidades. Es caminar sobre el abismo. De un lado está lo que pasa hoy: la aceleración de los flujos financieros generando ajustes y crisis, la aceleración de la información generando ansiedad y confusión, las nuevas tecnologías capaces de extraer renta de forma más silenciosa y eficiente. Pero el otro lado es luminoso. En él está la posibilidad de aprovechar la tecnología para que haga trabajos que no queremos, de utilizar la técnica para vivir en lugar de ser vividos por la técnica y la obsesión del rendimiento. Y ese tiempo ganado será lo que hoy es pérdida de tiempo: el arte, la poesía, una conversación de horas, el cultivo de los afectos, la felicidad de existir y compartir la vida con otres, y también, seguro, la posibilidad de bucear en la tristeza, conocerla y tratarla colectivamente. Por todo esto es estúpido pensar en desmantelar la tecnología. Más bien se trata de reinventar la relación que tenemos con ella.
Auto-organización consciente del cuerpo del cognitariado
Ya terminando la tarde, alguien le preguntó sobre ese entusiasmo que transmite al hablar, esa forma de gesticular apasionada e intraducible a una crónica como uno de los elementos que hacen de su filosofía casi un pulmón extra para el pensamiento. El entusiasmo, su insistencia y resiliencia a través de tantas vivencias y años – caracteriza su presencia, contagia y se vuelve el acto político de este intelectual apasionado. No es menor. Generosidad puede ser también una palabra clave. Generosidad para pensar desde su generación en otras generaciones, para replantearse seriamente los efectos de su trabajo, para estar dispuesto a escribir pero dejar de publicar, para conversar cientos de veces desde cero con quienes deseamos conocerlo.
Desde un país latinoamericano como Uruguay nos deja pensando qué pasa con la relación entre este posible cognitariado autoorganizado y consciente y los movimientos de masas, entre el cognitariado y las clases populares. Bifo ha sido extremadamente crítico de la socialdemocracia europea y ve potencia en movimientos como Occupy Wall Street, aunque haya sido un fracaso (hay derrotas que nos ayudan más que una victoria dijo hoy en otra charla). Algunas de estas cosas nos hacen imaginar posibles futuros ingenieros y performers politizados, otras nos hacen pensar en nuestras distancias con los compañeros del norte, y otras nos resuenan.
Texto por Entre.
Publicado el 16 de noviembre de 2018