El pensamiento es un soplido involuntario que sólo es capaz de constituirse cuando proviene de ese hueco, de ese hiato que se forma una vez que el lenguaje es alcanzado por su tiempo histórico. Pensar es fruto de una espera que nos trasciende; una espera que aguarda agazapada en una cavidad y que de repente se descubre con la flecha lanzada y nosotros ahí, estupefactos y rengos, fascinados e incrédulos, con el arco en las manos y sin más provisiones, ahora, que la fe.
Marea esta inconstancia, escribió alguna vez Fogwill,
y nadie yéndose
y nadie yéndose.
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Hay una entrevista a la que Herzog acude de jogging y remera lisa. El encuentro tiene lugar en una suerte de anfiteatro de Nueva York. A sala llena, el entrevistador, de saco de gabardina y tono de neoyorquino que entrevista de saco de gabardina pregunta cómo fue que llevó a cabo la locura de Fitzcarraldo, el remolque del barco de 320 toneladas a la cima de esa montaña para grabar la película. Tiempo, responde Herzog. Cómo, Werner. Claro, insiste, tenía tiempo, y qué problema se puede tener si el tiempo está con vos.
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En el momento en que a Perón se le ocurre que la organización vence al tiempo, exactamente en ese momento el tiempo da a luz y la organización aplaude, a un costado, mesurada a la vez que enloquecida, chocando copas, derramando jirones de una potencia en puerta.
Asiste, sin saberlo, a su propio nacimiento, escribe Saer en un pasaje de El Entenado.
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Milei es, quizás, el político más contemporáneo de la historia moderna argentina. Y allí es que radica, justamente, su inmediata caducidad.
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En 2009, Andrés Iniesta resume su genialidad en el fútbol de la siguiente manera: veo espacios y me aprovecho. En 2010 sale campeón mundial con su selección y al mes siguiente cae en depresión.
Hay un argumento de cuento que Piglia toma de las anotaciones que deja Chejov: un hombre va al casino, gana una millonada, vuelve a su casa y se suicida.
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No hay tiempo siempre y cuando le otorguemos el lugar que el capital le otorga. Para que el tiempo abone al curso de vidas vivibles es imprescindible que se establezca como contrarrevolución, y eso, hoy, y hace rato, es lentitud.
En el 99 algunos decían que Riquelme no podía jugar en Europa porque era lento. En el 2000 fue campeón del mundo bailando al Real Madrid.
Riquelme bailó al Madrid, tuvo el mundo a sus pies. Riquelme dice que nunca es tan feliz como cuando comparte asados con sus amigos y su hijo. Riquelme dice que su mamá, ahora, está feliz.
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Hay quienes establecen lazos entre el lenguaje y el juego elaborado. Pero eso es un error. El lenguaje tiene un primo futbolero y no es el juego asociado, es el gol. Ambos son una irregularidad, el lenguaje y el gol. Cuando el lenguaje es, en efecto, lenguaje, surca los huesos. Los goles surcan los huesos. Un poema de Vallejo surca los huesos. Un gol de Riquelme surca los huesos. Un pasaje de Bolaño surca los huesos. Un gol del Burrito Ortega surca lo huesos. Los diarios de Pavese surcan los huesos. Un gol de Henry surca los huesos. Después están las palabritas y los circuitos, mango aparte.
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Onetti dijo que hay numerosas maneras de mentir, pero que la más repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad, ocultando el alma de los hechos. Maradona dijo que, en caso de no haber sido futbolista, habría sido payaso para darle a los niños con toda mi alma las mismas alegrías que le di como jugador.
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El cineasta y escritor alemán Werner Fassbinder, hacedor de la maravillosa Berlin Alexanderplatz, dijo que, a fin de cuentas, sigue siendo mejor disfrutar de los dolores que padecerlos. Fassbinder tiene un puñado de fotos jugando al fútbol. De todas ellas, en la única que se lo ve con pelota dominada la va llevando con cara externa. En la siguiente está abriendo una cerveza, chivadísimo.
M
Fundamental pensar la función del tiempo, en los tiempos que corren…
Hermoso artículo ! ❤️