Lxs psicoanalistas trabajamos con la palabra, esa es nuestra herramienta de trabajo. El trabajo analítico pone a la palabra en valor, la habilita, y entonces ya nada vuelve a su sitio: la palabra simboliza y devela. Pero también en ocasiones la palabra es vehículo de violencias, maltratos, abusos. La palabra se torna instrumento para acallar y silenciar, para culpabilizar y amenazar. La palabra puede ser también una instancia represora. Ese destino nefasto del psicoanálisis, su uso pervertido y abusivo, bajo máscaras mediáticas y discursos cautivantes, nos llevó a escribir poco tiempo atrás. Nos llevó a pensar esta acción colectiva y nos hizo interrogarnos acerca de las condiciones en las que ejercemos nuestra práctica, tan atravesada por silencios cómodos y cómplices, y curiosas neutralidades.
También, a su vez, nos interpeló y nos llevó a pensar cómo acompañar y construir espacios terapéuticos seguros, para quienes fueron víctimas de violencias y abusos por parte de personas del ámbito psi.
En un sentido amplio, nos importa develar cuestiones que suelen guardarse y esconderse debajo de la alfombra, como en las “mejores familias”. Sabemos a su vez que las familias son los lugares menos » seguros» en innumerables oportunidades.
Cada vez que un colectivo se agrupa para alzar la voz, y evidenciar violencias amparadas por el manto machista, no tardan en aparecer y recrudecerse las reacciones y ataques patriarcales. Las estrategias varían entre la desmentida, la agresión, y siempre convergen en la re-victimización de quienes sufrieron estas situaciones. También atacando a las personas y colectivos que acompañamos dichos procesos.
Nos referimos a situaciones que, como analistas, escuchamos en nuestros consultorios, o en ámbitos donde se nos convoca. Tenemos la responsabilidad ética de responder.
No queremos colisionar o desprestigiar una práctica, todo lo contrario: nos importa el respeto por ella, y por el compromiso que requiere, sin embargo sí queremos hablar de aquellos que la desprestigian con acciones violentas y abusivas. Queremos cuestionar, desarmar ciertos prestigios, de los que gozan personajes que cuentan con gravísimas denuncias.
Sobre uno de ellos -de quien se habla, por ahora, sin dar nombre- recaen denuncias de abuso que ya tienen curso legal; así como circulan testimonios de sus violencias. En las instituciones, el silencio lo ampara. Así como su cofradía: el grupo de «aliades» que, impunemente se ha encargado de acompañar las violencias hacia sus víctimas; a través del silenciamiento, las amenazas, la exclusión y el poner en duda sus testimonios. Muches habitan el lugar de «aliades» buscando en los espacios de resistencia nuevas víctimas. Otres, sostienen un “feminismo teórico” que en la práctica duda de la palabra de las víctimas y defiende a los patriarcas de renombre.
En el ejercicio de nuestra labor se nos otorga un lugar que requiere de nuestra máxima prudencia y respeto. Un lugar que se ejerce desde una asimetría de poder, que nos exige situarnos a la altura de dichas circunstancias.
Develar silencios, encubrimientos y complicidades también es pronunciarnos en contra de todas las apropiaciones que hacen colegas acusados de abusos, en nombre de discursos que no les pertenecen, en reproducción interminable de violencias. Repudiamos a estas personas sobre todo porque sus lugares de poder los avalan y autorizan a seguir reproduciendo violencias de forma sistemática, teorizando acerca de la subjetividad. Escribir es tanto una responsabilidad ética, como lo es atender pacientes, o enseñar en un aula.
Las instituciones que callan y amparan violencias son responsables de dañar la integridad emocional de muchas personas, que llegan a consulta solicitando un espacio de ayuda.
Nos propusimos no callar ni consentir frente al silencio. Nos proponemos desarticular todo pacto de protección y enmudecimiento. Escribimos en contra de la construcción de impunidad. Mientras tanto, se suman las denuncias y medidas cautelares.
Somos un colectivo de psicólogas y trabajadoras del campo de la salud mental, un colectivo federal, que suma apoyos, repudios, y aporta sus propias experiencias, desde diversos lugares del país. Vamos a seguir acompañando esas historias que nos confían en divanes, pasillos, a media voz, con miedo, pero también con coraje.
No nos callamos más.
E invitamos a que seamos cada vez más.
Excelente!!
¡Gracias colegas! ¡Adelante!
Muy buen reportaje al amigo Juan Carlos!!!Recordando los buenos tiempos de un psicoanálisis implicado!
Como analizante creo que instancias culpabilizantes se genera en el dispositivo analítico de la clínica independientemente del machismo que se denuncia en la nota. Puede que el machismo atraviese y recrudezca la culpabilizacion frente a esa instancia de poder que es el lugar del analista, pero la asimetria de poder es en si misma para mi origen de esa culpabilizacion. La violencia puede ser entonces una interpretacion a posteriori de esta estructura