A veces, por la noche, caminamos por Rivadavia hacia el Congreso, caminamos juntos y creemos que puede ser, que esta vez puede ser. La noche está hermosa, a cada paso se van sumando amigos, conocidas, cercanos y hasta parientes que hace mucho que no vemos. Mandamos fotos, audios para que vengan, les gritamos a las doñas que miran desde los balcones para que bajen, que se unan, y el ruido de las cacerolas cada vez se hace más fuerte. A veces sentimos que puede pasar, que toda la bronca acumulada comienza a brotar y sale a la calle. Nos abrazamos, wasapeamos, cantamos y casi ni podemos creer que esté pasando lo que está pasando. A veces nos cruzamos a muchos que ya vimos en otras marchas, a una chica con la remera de Madres, a unos flacos que la agitan en los cortes de luz de hace dos veranos, a dos minas que siempre postean cosas de feminismo y creemos ver a una viejita que a la tarde se había parado delante de la infantería con un cartelito.
A veces nos emocionamos, nos apuramos, escribimos de manera ansiosa como si fuera importante, bajamos atolondrados para ir a Plaza de Mayo, mandamos videos de alguna esquina, llevamos limones, puteamos a la tele y dejamos de comprar por un tiempo en la esquina porque aún hoy el gordo sigue bancando a Macri. A veces nos caen simpáticos los troskos, hablamos sobre los pueblos originarios, retuitiamos a Evo, puteamos a la minería a cielo abierto, les creemos a algunos, posteamos fotos de infiltrados, compartimos opiniones de Errejón, le mandamos a un amigo una nota de Lobo, no nos olvidamos de Santiago y decimos que ante todo la respuesta tiene que ser pacífica, que el pueblo en las calles no sé qué, que no hay que entrar en provocaciones, que la violencia solo le conviene al gobierno.
A veces creemos que lo del lunes fue tremendo, que fue posible, una gesta que pasa a formar parte del acervo colectivo de las luchas sociales, que se dio un paso fundamental, que están heridos de muerte, que siempre en diciembre, que el malestar social llegó para quedarse, que nuestra violencia es existir, que no los va a salvar ni el blindaje mediático, que adonde vayan los iremos a buscar.
A veces pasan muchos días para que todo se normalice, a veces no, con una semana basta. A veces no recordamos los nombres de nuestros muertos y a veces solo los recordamos según quien sea el victimario. A veces el confort nos debilita, las profecías se cumplen, el impulso dura poco, prendemos el aire, leemos algo, puteamos en redes y aceptamos las derrotas de manera plácida y gozosa.
Foto de Emergentes